Una velada diferente

Una amiga viene a cenar a nuestra casa y........

Después de mucho tiempo hablando de quedar para cenar, por fin Belén aceptó mi invitación. Los dos somos muy aficionados a la cocina y a los vinos y, cuando quedábamos para tomar algo, siempre acabamos hablando de los platos que hacíamos y de los restaurantes y taperías que descubríamos y los vinos que nos encandilaban

Belén era una compañera antigua de trabajo que lo dejó por un problema personal. Manteníamos el contacto por el Messenger y nos veíamos cada dos o tres meses pero nunca con el tiempo suficiente para disfrutar juntos de nuestra pasión en común que era la comida y el vino. Teníamos confianza, incluso para bromear sobre sexo, sobre todo por el Messenger, pero como los dos teníamos pareja nunca pasamos de las bromas.

Le dije a mi mujer que el sábado vendría Belén a cenar. Ese día por la mañana fui a la plaza a comprar la comida para la cena de esa noche. No me extenderé sobre el exquisito menú que preparé esa noche. Solo decir que fue un éxito.

Belén llegó a casa a las 9 de la noche. Llevaba un pantalón muy finito y ajustado en la cintura. Ella es delgada, con unas curvas pequeñas pero deliciosas. Tacones y una blusa verde sin mangas era el resto de su atuendo.  Le presenté a Lucía, mi mujer, que solo se conocían por lo que yo les había contado. Lucía, una mujer atractiva como ella sola, se puso un vestido de tirantes que remataba en una falda por las rodillas con bastante vuelo.

Nos sentamos en el jardín a beber una copa de vino y disfrutar de la puesta de sol. Nos pusimos al día, Belén y Lucía se fueron conociendo en mis idas y venidas de la cocina dando los últimos detalles a los platos que se cocinaban en los fuegos y el horno.

Al caer la noche entramos en el comedor y empezamos a cenar. Abrimos la segunda botella de vino, un Mauro espectacular que bajaba perfecto acompañando a los platos que había preparado con esmero. La conversación fluía y me alegré al ver como mi mujer y Belén hacían buenas migas. A la hora de abrir la tercera botella, Belén pidió agua porque tenía que conducir para volver a su casa, pero mi mujer no se lo permitió, invitándola a quedarse a dormir en casa si cuando se quisiera ir no estaba en condiciones de coger el coche.

Aceptó, por lo rico que está este vino, dijo, y seguimos charlando y cenando. Pasamos a  los postres, se acabó mi última botella de Mauro y sacamos los chupitos de licor café, crema de orujo y aguardiente de hierbas para acompañar la tarta helada casera que ponía fin a la cena.

Saciados pero no llenos, pusimos música y mi mujer sacó un poco de maría que guarda para las ocasiones especiales. Yo no fumo porque me marea su olor pero Belén se apuntó a los canutos y se fumaron un par y, claro, les entró la risa tonta. Yo me quedé un poco excluido de esa risa de la maría que, si no estás fumado, te cuesta compartir y pillar.

Estaba claro que Belén iba a quedarse a dormir porque en ese estado ella sería tan irresponsable si conducía como nosotros si se lo permitíamos. Y ella también lo tenía claro porque aceptó sin rechistar el gin tonic que les ofrecí a ella y a Lucía. Fui a la cocina a prepararlos y bajé un poco la intensidad de la luz.

En la cocina escuchaba sus risas mientras llenaba las copas con el cóctel. Regresé al comedor y me sorprendió ver que no estaban sentadas. Me dirigí al salón contiguo y me las encontré bailando. Sonaba el Connected de Stereo MC que resultó ser himno juvenil de las dos. Había puesto un cd con grandes éxitos de los 90 que era la década en la que habíamos formado nuestro gusto musical y esas canciones siempre despiertan la fibra y la nostalgia cuando rondas los 40, como era en nuestro caso. Yo, poco amigo de bailar, me senté en el sofá con mi copa a disfrutarla y verlas bailar.

Su baile era una mezcla divertida entre quien sabe bailar y está un poco borracha y un poco fumada, es decir, que bailaban y hacían el tonto a la vez. Y con un hit de Shaggy se pusieron en plan sensual. Notaba en la mirada de mi mujer cierta excitación pero tendría que esperar a que Belén se fuera a la cama para poder gozar de Lucía. Sin embargo, empecé a darme cuenta de que el baile empezaba a ser bastante subidito de tono por parte de las dos. Belén pegaba su trasero a la entrepierna de Lucía y se movían en círculos. Lucía la agarraba por la cadera. Busqué con mis ojos la mirada de Belén y ella me guiñó un ojo. Se intercambiaron las posiciones y repitieron. Cada vez me miraban más las dos. Estaba claro que me había perdido algo y sentía  que un cosquilleo me recorría el estómago hacia abajo.

-          Es que tu mujer quiere ponerte cachondo- me dice Belén mientras le toca el culo a mi mujer sin parar de reír

-          Pues como sigáis así lo vais a conseguir- le dije yo en tono de broma

-          Ya te dije que era muy fácil, todos los hombres lo son- bromeó mi mujer

-          Bueno es fácil pero aun no lo estoy, así que no sé hasta dónde vais a llegar- las reté, aprovechando que con el vino uno aguanta más y también un poco picado por su comentario sobre mi facilidad

-          UUUUyyyy que se nos pica- me respondió mi mujer con su voz de fumada

Lucía se acercó un poco más a mí y empezó a moverse en plan provocativo. Dejó que sus tirantes resbalaran por sus hombros y se agachaba mostrándome un generoso escote. Belén a su lado acariciaba sus brazos, la cogía de las caderas y le daba la vuelta, bromeaba subiendo la falda del vestido y tonteaba también en plan sensual. Lucía la cogió un poco por sorpresa cuando la abrazó por detrás y empezó a besarla en el cuello mientras sus manos acariciaban, no solo sus brazos desnudos, sino que también pasaban entre los pechos y bajaban por los muslos hasta las rodillas y subían por la parte interna aunque al llegar a la entrepierna se abrían. Eso lo hacía estando de frente a mí, a escasos dos metros. Con el mando bajé un poco más la intensidad de la luz. Belén me sonreía y se dejaba hacer.

-          Tienes a tu mujer en un estado………- susurró Belén

-          Pues es culpa tuya- le contesté

-          No digo que no- respondió entre risas- pero eres tu quien va a tener que ocuparse de ella

-          Pues por ahora parece que no me necesita-le dije sonriendo

Lucía seguía a lo suyo. No sabía que intenciones tenía pero me lo estaba pasando bien y parecía que ellas también. Belén parecía que simplemente le seguía el juego a mi mujer y suponía que llegaría el momento en que se apartaría a un lado y nos dejaría solos. No me sorprendía lo que estaban haciendo. De mi mujer sabía hasta dónde podía llegar. De Belén, por nuestras conversaciones por el Messenger, intuía que le gustaban los juegos pero sin ir más allá. Pero hasta entonces había que alimentar la calentura para hacer más intenso y placentero lo que vendría luego.

Lucía seguía abrazando a Belén por detrás. Empezó a desabrocharle la blusa desde abajo. Uno, dos, tres botones. Belén sujetó sus manos para que no siguiera. Los dos próximos eran los únicos que quedaban. Lucía acarició su barriga y deslizaba sus dedos por debajo del pantalón de Belén. Belén echó su cabeza hacia atrás, apoyándolo en el hombre de Lucía, y ladeando su cabeza empezó a lamer el lóbulo de su oreja. Un gemido salió de Lucía. Belén bajó sus manos y acarició los muslos de mi mujer por los lados. Al sentir sus manos libres de nuevo, mi mujer desabrochó el cierre del pantalón de Belén y, ahora sí sorprendido de lo  lejos que estaba llegando, sus dedos se deslizaron dentro. Pude ver la tela del tanga, blanca y brillante. Belén movió rápido su mano para detener la de Lucía antes de que llegara demasiado abajo.

Las dos se quedaron quietas un instante. Se dieron un beso casto en los labios y Lucía pudo descender más con su mano. Belén separó un poco sus piernas. Notaba a través de la  tela de su tanga la mano de mi mujer sobre su monte de venus. Intuía a través de la fina tela de su pantalón, uno y dos dedos de mi mujer acariciando su clítoris, sus labios vaginales. Belén escondía su cara en el cuello de Lucía que lamía con dulzura y recibía el aliento de sus gemidos. No puso más reparos a que su blusa fuera completamente desabrochada y sus tetas rozadas con las yemas de los dedos de Lucía por encima de su sujetador.

Completamente excitado por el inesperado espectáculo, observaba embobado sin perder detalle. Tenía ganas de arrodillarme entre las piernas de Lucía y que mi cabeza se perdiera dentro de su falda. Sin embargo, sabía que por ahora yo era un simple espectador y tendría que esperar. Ninguna de las dos me miraba, no me hacían ningún gesto. Parecía que se habían olvidado de mi presencia.

Estuvieron así unos minutos más. Sus caricias eran tan lentas y delicadas que el tiempo parecía no pasar para ellas aunque sí para mí. Me di cuenta que en realidad estaban siguiendo el ritmo de la música que sonaba y la canción se estaba acabando. Ellas también se dieron cuenta y parecía que habían vuelto a la realidad después de un hechizo. Sus miradas volvieron a encontrarme. Vi en ellas vergüenza, excitación y mezcla de borrachera y colocón de la maría.  Lucía retiró su mano de la entrepierna de Belén que se abrochó el botón clave de su blusa.

-          Ha sido genial tías- les dije para animarlas porque parecía que se sentían avergonzadas- me habéis puesto mogollón

Me levanté y me acerqué a ellas.

-          Venga, sigamos

La música volvió a animarse y ellas recuperaron la sonrisa. Bailé con ellas. Les repetí que habían conseguido su objetivo de ponerme cachondo y bromeé que, si querían quedarse solas, yo me iba a la habitación. Eso las hizo reírse más y se lo tomaron como si fuera una provocación.

-          Qué te crees, que no somos capaces de ir más lejos?- me preguntó Lucía

-          Sí que lo creo, que ya me lo habéis demostrado- le respondí en tono admirativo

-          Ven Belén vamos a poner a este tío a mil- exclamó Lucía

Se puso detrás de mí y me empujó contra Belén. Se pusieron a bailar conmigo en el medio. Belén se reía y me decía:

-          Ya te dije que tu mujer quería ponerte cachondo

-          Eso ya lo veo pero no sabía que tu también- le contesté entre risas

-          Yo solo por ayudarla a ella- me respondió también riendo

Belén me abrazó y empezamos a bailar muy pegados el uno al otro. Lucía la agarraba por la cintura y la apretaba contra mí. Puso sus manos en mi culo. Desabrochó de nuevo el botón que quedaba de la blusa de Belén y también mi camisa. Mi excitación era total.  Lucía le preguntó a Belén qué tal me veía y ella le dijo que yo ya estaba a punto. Belén se dio la vuelta y  la agarré por la cintura. Pegó su culito contra mi paquete y Lucía me marcaba el ritmo.

-          Está bien dura?- preguntó Lucía en alto y con risas

-          Parece que sí- le respondió Belén con una carcajada- es tu turno

Belén se separó y mi mujer me abrazó y me besó. Un beso húmedo, caliente y lleno de vicio. Nuestras manos recorrían nuestros cuerpos, olvidándonos de la presencia de Belén hasta que la oímos sentarse en el sofá que ocupaba yo antes. Miré para ella. Se encendía otro canuto y bebía de su gin tonic. Me sonrió. Se levantó y vino hacia nosotros. Besó a Lucía en la boca y dijo que se iba al baño. Parecía que se retiraba.

Yo quité el freno. Mis manos se colaron por debajo de su falda, jugando con su coñito empapado. Le quité sus braguitas y mis dedos jugaron con su clítoris y la entrada de su vagina, introduciendo uno y dos dedos. Lucía se abrió más de piernas. No pude resistir más tiempo sin saborearlo y, poniéndome de rodillas, hundí mi cabeza en su entrepierna. Mi boca se fundió en un beso con los labios de sus vagina y mi lengua trabajó su clítoris. Sus jugos llenaron mi boca. Me sentía en la gloria. Lucía me sujetaba la cabeza, impidiendo que sacara la cabeza, algo que no pensaba hacer hasta estar saciado. Lamía con suavidad su clítoris con la punta de mi lengua. Con las manos agarraba sus nalgas. Sus muslos se tensaban y destensaban siguiendo los espasmos de placer que recorrían su cuerpo. Su orgasmo estaba próximo y llegó enseguida.

No retiré mi boca hasta que ella me lo pidió. Me quedé sentado en el suelo, saboreando el manjar exquisito de su excitación. Ella se sentó a mi lado. Nos abrazamos y nos besamos. Luego fuimos al sofá y bebimos y fumamos un pitillo mientras no parábamos de acariciarnos. Yo estaba solo con el pantalón puesto. Lucía aun llevaba su vestido pero aproveché para bajar sus tirantes y dejar sus pechos a la vista. Las acariciaba con mis dedos, pellizcando suavemente sus pezones que volvían a estar duros de la excitación. Volví a besarla. Oí un ruido, giré la cabeza y vi a Belén.

-          Queda maría?- preguntó

-          Creo que queda un poco-le contestó mi mujer mientras buscaba en la mesa la cajita en la que la guardaba sin colocarse el vestido- ¿quieres que te prepare uno?

-          No te preocupes, ya lo hago, vosotros seguir a lo vuestro pero dime dónde tienes ropa para dejarme para dormir- le respondió Belén

Lucía le explicó dónde podía encontrar una camiseta para dormir mientras le liaba un canuto. Belén me miraba y me sonreía. Yo seguía acariciando el cuerpo de Lucía.

-          Después de esta cena, no vas a querer volver- le dije a Belén

-          ¿Por qué no?- me contestó ella- si me lo estoy pasando genial, la cena estaba buenísima y el vino ni te digo. Además, yo participé voluntariamente y hasta animé el jueguecito de tu mujer. Pero bueno, creo que a partir de un punto, ya no pinto nada aunque parece que no os importa mucho

-          ¿A qué te refieres?- pregunté sin darme cuenta que acariciaba un pecho de Lucía

-          A eso

-          Bueno, después de lo que ha pasado no creo que esté fuera de lugar. Cosas más fuertes vi yo antes

Belén se rio.

-          Tienes razón, antes se nos fue un poquito de las manos

-          De los dedos diría yo

Los tres nos reímos con mi broma. Lucía encendió el canuto y se lo pasó a Belén que empezó a fumar y dijo:

-          ¿estáis muy tranquilos, no?

-          ¿por qué lo dices?

-          No sé, cuando me fui antes parecíais a punto de………y luego parecía que estabas leyendo la etiqueta de su vestido y ahora estáis ahí relajados

-          Es que ella necesitaba un descanso- bromeé yo

-          Ah, vale, entonces aún puedo quedarme un rato

-          Puedes quedarte todo el rato que quieras- le dice Lucía

-          ¿Qué queréis, una espectadora?

-          No, pero no queremos que te sientas excluida- le respondió Lucía

-          Ya, pero no quiero cortaros el rollo

-          Por eso no te preocupes hay cosas que pueden esperar

-          Como se nota que ya vas un poco servida, eh!!!- le dije yo en broma

-          ¿Ya te corriste?- le preguntó Belén socarrona

Lucía se rio y la conversación siguió entre bromas, indirectas y alguna historia que nos contábamos. Lucía fue un momento al baño y a coger ropa para  Belén que empezó a interrogarnos sobre nuestras preferencias. Yo, sin el efecto de la maría, solo podía pensar en sexo. Mi erección se mantenía y tal como estaba sentado se notaba bastante. Acariciaba las tetas de Lucía de vez en cuando y miraba a Belén cuando lo hacía. Ella me sonreía. En una, le dijo a mi mujer que parecía que estaba reclamando su atención. Lucía me miró y puso una mano sobre mi paquete.

-          Uy, pero si está toda dura- exclamó ella entre risas

-          A simple vista ya se veía- añadió Belén siguiendo la broma

-          ¿Tan evidente era? Ay, mi pobre maridito, voy a aliviarte para que puedes dejar de pensar en eso y hables con nosotras

-          ¿Era por eso por lo que casi no hablaba?- preguntó Belén con sorna- pues entonces mejor que lo alivies. Yo voy a cambiarme y a servir otros gin tonic. ¿Tres?- nos preguntó

Le contestamos que sí. Lucía ya estaba desabrochando mi pantalón antes de que Belén se levantara. Yo miraba para ella. Quería que mirase. Quería que me viera la polla dura. Pero mi mujer no pilló mi deseo y se limitó a meter su mano por debajo de mi bóxer. Empezó a masturbarme despacio y Belén se marchó a la habitación. Le pregunté qué camisón le había dejado. Ella me miró cómo preguntándome si estaba buscando algo más con ella que los jueguecitos que nos traíamos entre manos.

-          No es lo que estás pensando- le dije- pero me gustaría que siguiera jugando con nosotros, sólo eso.

-          No me importa cariño pero no creo que ella se nos quiera unir- me susurró en un oído

-          Pero puede ponerme más cachondo si mira y hace más cosas contigo o ella sola

-          Ya veo por dónde vas, si vuelve con el camisón que le he dejado no te decepcionará

Dicho eso, empezó a besarme la oreja, luego el cuello, descendiendo lentamente por mi pecho, lamiendo mis pezones mientras su mano no dejaba de masturbarme lentamente, agarrando mi polla por la base. Noté su lengua en mi ombligo y por fin sacó mi polla fuera. Yo aproveché para quitarme los pantalones. Lucía siguió descendiendo por mi cuerpo hasta que notaba su aliento muy cerca de mi polla. Alzó la mirada y me preguntó si quería. Gemí un sí. Me avisó que me vería Belén. Mejor le dije.

-          Y ¿si le parece demasiado fuerte y se va a dormir?

-          No creo que lo haga- le contesté sin tener ninguna seguridad sobre eso

Su lengua acariciaba ya el tronco de mi polla lamiéndola de arriba abajo.  Con una mano me acariciaba los huevos y con la otra sujetaba mi polla. En la postura que estaba tapaba lo que yo quería que viera Belén cuando volviese. Como si leyera esta vez sí mi pensamiento, fue dejándose caer hasta ponerse de rodillas entre mis piernas. Ahora sí que tendría Belén una bonita imagen al entrar en el salón. La oí pasar por la entrada del comedor dirección a la cocina, aun con los tacones puestos. Empecé a pensar si era porque no se había cambiado o porque se había dejado los tacones y el camisón de mi mujer. Con esos pensamientos, lograba retrasar mi final. La felación que me estaba haciendo mi mujer era tan cadenciosa y lenta que me moría del gusto. Notaba sus labios y su lengua por todo mi miembro, su boca húmeda y cálida.

Oí de nuevo unos tacones. Esta vez el sonido se acercaba. Recliné mi cabeza en el sofá y dejé mis ojos entrecerrados. No quería que se diese cuenta que estaba atento a si aparecía. Lucía también debió de oír sus pasos porque ralentizó a un más su ritmo, espaciaba más tiempo desde que la sacaba de todo de su boca hasta que volvía a introducirla jugando mientras tanto con su lengua..

Vi asomar la cabeza de Belén. Sonreía. Apoyó la bandeja con las bebidas en la mesa del comedor y se quitó los tacones.  La recogió y entró despacio en el salón. Cuando llegó, Lucía se detuvo y la miró. Belén le hizo un gesto de silencio con el dedo. Cogió una copa y se acercó. Yo abrí los ojos en ese momento y mi mirada y la suya se cruzaron. Su sonrisa no desaparecía de su boca. Me di cuenta que llevaba una cucharilla en la mano. Se sentó a mi lado. Lucía me masturbaba despacio. Ninguno hablaba hasta que Belén, metiendo la cucharilla en una de las copas, dijo:

-          ¿no quieres darle un poquito de sabor?

Los tres nos reímos y Belén me echó gin tonic por la polla. Estaba frío y eso hizo que me diera más placer aún sentir de nuevo la boca cálida de Lucía.

-          Me gusta con que naturalidad disfrutas de algo así- le dije yo- no sé si es por el alcohol y la maría o eres así siempre

-          Por eso y porque yo también estoy excitada y porque me siento muy cómoda- me contestó ella

Lucía paró de nuevo y se puso delante de ella y la besó. Esta vez no fue solo un beso en los labios como antes. Vi en primer plano como sus lenguas se unían. Belén llevaba ya el camisón puesto de mi mujer. Lucía tenía razón, no me decepcionó en absoluto. Era un medio picardía que le había regalado una vez y que era medio transparente. Pude apreciar el pecho de Belén, redondo y muy bien puesto. Sus pezones se marcaban en la fina tela del picardía. Por abajo apenas cubrían unos centímetros. Lucía no dejó de masturbarme mientras besaba a Belén. Luego me besó a mí y volvió a centrarse en mi polla. Su mano se coló entre los muslos de Belén que separó sus piernas y permitió que de nuevo los dedos de mi mujer jugaran con su coñito. Después fue a Belén a la que le hizo sexo oral mientras me volvía a masturbar a mí.

-          ¿quieres que te lo haga mi hombre? Es muy bueno- le preguntó Lucía

-          Uf, no lo sé- le respondió Belén mirándome a mí y a mi polla

-          Si prefieres le vendamos los ojos

-          Así sería mejor

Lucía me pidió que cerrara los ojos. Así lo hice y me vendaron los ojos. Era una tela muy fina y me di cuenta que debía ser el camisón de Belén. Bien, pensé para mí, está desnuda.

Lucía me dijo que me pusiera de rodillas y noté las piernas de Belén pasando por encima de mi cabeza. Me fueron guiando hasta que olí el perfume de la excitación de una mujer que no era la mía. Saqué la punta de la lengua y fui explorando hasta hacerme una idea de dónde estaba cada zona y empecé a besar y lamer muy suave y despacio. Pronto empecé a oír gemidos y, lo mejor, a sentir de nuevo a mi mujer haciéndome oral. Busqué con mis manos los pezones de Belén y ella misma me guio hasta ellos. Con dos dedos los acaricié y pellizqué suavemente. Mi boca se estaba ya llenando y empecé a tragarme sus jugos. Me encantaban. Mi mujer seguía a lo suyo y empecé a acercarme a mi orgasmo. La avisé y ella se detuvo. Cuando se lo digo sabe que es porque quiero durar más para que sea muy, muy intenso. Noté cómo se sentaba al lado de Belén. Dejé de acariciar los pechos de Belén para introducir un dedo dentro de Lucía. Por primera vez en mi vida estaba gozando de dos coños al mismo tiempo.

Mi mujer me empujó la mano hacia dentro. Uní un segundo dedo y empecé a llevar el mismo ritmo para las dos, a una con la lengua y los labios y otra con los dedos. Belén gemía cada vez más. Lucía empezaba a acompañarla. No sé qué hacían entre ellas. No podía ver nada, solo sentir y saborear. Belén se vino y me pilló un poco por sorpresa pero no me detuve. Seguí pasando despacio mi lengua y recogiendo su orgasmo para saborearlo. Cuando ella me apartó, busqué a tientas el de mi mujer sin dejar de usar los dedos y me lo comí enterito hasta que ella se vino de nuevo.

Me quedé sentado en el suelo. Acariciaba piernas con una mano. No me quité la venda porque no quería que Belén se sintiera incómoda.

-          ¿te gustó?- le preguntó mi mujer

-          Mucho, la verdad es que es bueno y confieso que hacía mucho que no me lo hacían. Mi pareja es un poco sosa para esas cosas

-          Me alegro

-          ¿me dais un poquito de gintonic?- pedí yo

Mi mujer me acercó la copa y bebí un trago. Me pidió que cerrara los ojos, me quitó la venda y pasados unos segundos me dijo que ya podía abrirlos. La imagen era perfecta: dos bellas mujeres con la cara acalorada de sus recientes orgasmos, una desnuda, la otra con un camisón picardía semi transparente. Esta vez ni siquiera llevaba su tanga puesto, algo en lo que me fijé con cierta discreción.

-          Nunca se me había pasado por la cabeza algo así- le dije a Belén mirándola a los ojos

-          Ni a mí, pero ha estado genial- me contestó ella sonriéndome

-          Me alegro que te haya gustado

-          Y ahora te toca a ti- añadió mi mujer- que has sido muy gentil con las dos, sobre todo conmigo.

Me dejó un hueco entre ella y Belén. Me senté y Lucía empezó a acariciarme la cara interna de los muslos, acercándose pero sin tocar la parte que deseaba que me tocara. Belén se sentó mirando hacia mí, con las piernas separadas los suficiente para que pudiera ver lo que antes había besado y saboreado.

-          ¿quieres quedarte?- le preguntó Lucía

-          Si aporto algo….- dijo Belén con cierta tímidez

-          A él le encantaría, creo yo- le respondió mi mujer

-          Claro-afirmé yo

Lucía me seguía acariciando, pasando sus dedos cada vez más cerca. Luego pasó la yema de su dedo índice ligeramente sobre mi glande extendiendo una gota preseminal que asomaba. No pude evitar un gemido de placer. Estaba sobre excitado. Notaba mi polla más dura y gorda de lo habitual. Mi mujer fue acariciándola lentamente. Belén bebía de su copa. Le pedí un trago. Bebí. Al devolverle la copa mi mano tocó sin querer su pierna. Le pedí disculpas. Me dijo que no fuera tonto y, cogiendo mi mano, la puso encima de su muslo. Lucía lo vio y sonrió. Así mejor dijo. Se agachó y noté de nuevo su aliento muy cerca. Su lengua la recorrió de abajo a arriba, paseándose lentamente, deteniéndose en la punta. Me estremecí. Apreté inconscientemente el muslo de Belén. Miré para ella. Se puso de rodillas a mi lado, acercó su boca a mi oreja y me susurró: no te preocupes por mí, tú disfruta.

Lucía ya la tenía dentro de su boca. Cerré los ojos y noté que una mano me acariciaba el pecho. Tenía que ser la mano de Belén. Volví a abrirlos y era su mano. Lucía no se había dado cuenta en la postura que estaba. Pasé mi mano por la nuca de Belén y la acerqué a mi cara. Le di un beso casto en los labios. Volvió a su postura anterior, con las piernas abiertas, cogió mi mano y la puso entre sus muslos. Volví a acariciarla. Estaba muy cerca del clímax. Empecé a notar pequeñas convulsiones en la pelvis. Mi mujer lo notó y se detuvo. La dejó salir de su boca, la agarró con dos dedos que subían y bajaban muy despacio haciendo una ligera presión. Vio mi mano tocando a Belén y a Belén acariciando mi pecho y mi estómago. Sonrió. Puso su mano libre encima de la de Belén. Las dos manos se quedaron quietas sobre mi ombligo.

-          ¿quieres tocársela?- le preguntó Lucía

-          No lo sé

-          ¿qué te detiene?-volvió a preguntar Lucía

-          Que me estoy excitando de nuevo

-          Y ¿qué tiene eso de malo?

-          Nada

-          Si te apetece, no te cortes

Noté en mi barriga que Belén dejaba su mano sin fuerza. Mi mujer lo notó también y empezó a descender lentamente llevando bajo su mano la de Belén. Al llegar, dieron un rodeo por mi cadera y mi muslo hasta la rodilla y empezaron a subir por la parte interna. Lucía dejó mi pene libre. Pasó el dorso de la de Belén por mis huevos y luego la subió por el tronco. Mi polla palpitaba. Miré de nuevo a Belén que tenía la vista fija en su mano. Lucía la dejó libre y Belén siguió acariciando. Lucía se puso de rodillas a mi lado, me besó y me puso sus tetas en la boca. Las lamí mientras magreaba su culo. Mi excitación, aunque parezca increíble, seguía aumentando. Belén me estaba ya masturbando. Empecé a masturbarla a ella y a Lucía, a cada una con una mano. Lucía se dejó hacer y se inclinó de nuevo lamiendo mi polla y la mano de Belén.

Incapaz de resistir más la llegada de mi orgasmo, dejé de masturbarlas y me centré en disfrutar al máximo de lo que estaba a punto de venir. Belén me seguía masturbando, ahora ya con la mano, y mi mujer me pasaba la lengua cuando la mano de Belén descendía y dejaba totalmente a la vista mi glande. Mis gemidos iban en aumento.

-          Ya viene- gemí en voz alta

-          Córrete cariño- me pidió mi mujer que puso de rodillas entre mis piernas y me chupaba los huevos

-          Apártate Belén que te voy a manchar

-          Tu disfruta tonto, no te preocupes por eso- me dijo Belén

Noté que su mano me presionaba más fuerte y aumentaba la velocidad. Mi polla se hinchó llena y salió disparado. Tuve que gritar de placer porque necesitaba otra vía de salida para todo el placer que recorría mi cuerpo. El líquido caliente se posó en mi pecho, en mi barriga, en la mano de Belén que seguía meneando mi polla y algo en la cara de mi mujer. Seguía dura mientras salían las últimas gotas.

-          Dios, ha sido increíble- exclamé abriendo los ojos

-          Ha estado genial-me dijo mi mujer-me ha puesto mucho verte tan excitado

-          Gracias a vosotras

-          Es alucinante como disfrutas- comentó Belén- me has hecho sentir de maravilla, hasta me ha gustado sentirlo en mi mano porque normalmente no me gusta

-          Dile que te lama la mano ahora- le pidió mi mujer

-          ¿qué dices?- le preguntó Belén extrañada

-          Ya verás como te gusta- le contestó mi mujer cogiéndole su mano y llevándola a mi boca

Separé los labios y empecé a lamer la mano de Belén. Todavía estaba calentito. Recogí con la lengua de la palma de su mano y luego chupé a uno a uno sus dedos. Ella sonreía. Dijo que le había gustado y pasó sus dedos por mi cuerpo, recogiendo el resto del semen y llevándolo a mi boca de nuevo. Que gustito, volvió a decir.

Acabamos nuestras copas allí en el sofá. Lucía y yo desnudos, Belén con su picardía, comentando lo que había sucedido. Mi pene perdió su esplendor que fue recuperando poco a poco pero sin llegar completamente duro de nuevo. Propuse acostarnos y estuvieron de acuerdo. Belén recuperó su tanga y se lo puso allí mismo. Lucía y yo recogimos nuestra ropa pero nos fuimos desnudos a la habitación.

Una vez dentro, la tumbé en la cama y lo hicimos de nuevo, despacio, penetrándola suavemente hasta que llegamos los dos a un orgasmo suave lleno de amor.

Al día siguiente desayunamos en el jardín. No hablamos de lo sucedido la noche anterior pero se respiraba en el ambiente algo diferente. Cuando Belén se fue, le dije que teníamos que repetirlo. Ella dijo que encantada pero en su casa la próxima vez.