Una trans me convenció: la verga es adictiva (2)

Mi esposa aceptó que invitáramos a Monique para compartir una velada de sexo desenfrenado

Amiguis y cómplices. Como les conté en mi relato anterior, la chupada de caramelo que le hice a mi estilista fue como de película. Cuánta razón tenía al decirme que quien prueba la verga muy pronto repite.

Después de mucho pensarlo, decidí contar a mi esposa Gaby el encuentro sexual que tuve con Monique la tarde que acudí a su estética.

Mi duda no era porque estuviera arrepentido. Todo lo contrario: tenía que encontrar la manera de convencerla para que accediera a que hiciéramos un trío con la bella transexual.

Ideé un plan para lograr mi objetivo y por fin me atreví a dar el primer paso. «Que suceda lo que tenga que suceder», me dije.

La fortuna vino en mi auxilio una noche mientras tomábamos una copa de vino y veíamos la televisión. Durante los anuncios comerciales Gaby me preguntó qué impresión me había causado Monique.

Aunque de inmediato adiviné la intención de su curiosidad, respondí que me pareció una estilista muy creativa, actualizada, cortés, atenta...

-¡No, no! -interrumpió-. Quiero saber qué opinas de su figura, su carisma, su carácter, su imagen... En una palabra, de su personalidad...

-¡Ahhh! -aclaré-. Por principio de cuentas te diré que acerté cuando te comenté que no es mujer, sino trans.

-¡Jajajaja! ¡No mientas, amorcito! Recuerda que a ti sólo te pareció que era trans. En cambio yo aseguré que lo era, por el paquete que asomaba entre sus piernas, bajo la minifalda. Okey. ¿Y qué más?, continúa.

-Su personalidad me impactó en serio. Me pareció muy extrovertida, simpática, optimista y apasionada.

-¡Mmmmm!, pues sí que te dejó impresionado. Tanto que vas a hacer que me ponga celosa.

-No hay razón para ello, querida, solamente quise responder a tu pregunta con sinceridad, como lo hago siempre.

-Pierde cuidado, cariño. La verdad es que Monique también me impresionó muchísimo a primera vista, y me alegra no haberme equivocado.

-También tú le simpatizas. Le pareces muy bonita e inteligente, y celebró que no eres como esas mojigatas que detestan a las trans porque creen que van tras su marido.

Antes de dormirnos me animé a dar otro paso en mi plan. Sin rodeos pregunté a Gaby si alguna vez sus amigas habían platicado acerca de hacer un trío sexual.

-Sí, algunas veces... Por sus comentarios, es una fantasía erótica de muchas parejas para salir de la rutina en la cama, y de otras para probar cosas nuevas en el sexo. ¿Por qué la pregunta?

-Por nada especial. Pero tú, ¿qué opinas?

-Mmmm... Que debe ser muy excitante y al mismo tiempo peligrosa. Pongamos por caso que lo hacemos con otro hombre. ¿Te gustaría ver cómo le chupo la verga y luego me coge? Y si es una mujer, ¿me darían celos mirar que te chupa el pene y la follas? Además, el punto es que los tres gocemos al máximo... Pero tiene que ser con alguien de absoluta confianza.

-Bueno -le aclaré- no tendría que ser forzosamente con un hombre o una mujer... Podría ser una transexual. ¡Monique, por ejemplo...! Además, tú pondrías las condiciones.

Gaby quedó pensativa mientras yo rogaba para que aceptara. Después de unos instantes respondió:

-De acuerdo, pero lo hago sólo por complacerte. Además, puede resultar algo inolvidable y positivo para reafirmar nuestro amor y la confianza mutua. La condición es que lo hagamos aquí, en casa.

-¡Gracias, amor! -le dije entusiasmado al tiempo que le daba un beso apasionado-. Cuidaré todos los detalles y saldrá muy bien, te lo aseguro.

Esa noche cogimos a tope, excitados por la idea de llevar el plan a la realidad.

Al otro día telefoneé a Monique para decirle que mi esposa deseaba que le hiciera manicure, pero en casa. Ella aceptó, así que le ofrecí una generosa paga y la invité a cenar con nosotros.

Preferí no revelarle el verdadero objetivo de la reunión. Al fin y al cabo, estaba seguro de que no pondría ninguna objeción, y en cuanto advirtiera la intención sin duda le gustaría.

Llegó alrededor de las 7 de la noche. La di la bienvenida con un beso en la mejilla, le presenté a Gaby, quien la saludó en la misma forma, con mucha familiaridad, y la hicimos pasar a la sala.

Monique estaba tan bella como siempre. Vestía un conjunto muy coqueto con minifalda, desde luego, aunque un poquitín más discreta que las que le había visto antes. Además llevaba unas botas de piel negras que cubrían sus bien torneadas piernas.

Fue evidente que mi esposa quedó impactada. Al momento noté que la chica le gustaba en serio, y deduje que ese fue el principal motivo de que buscara charlar con ella la primera ocasión.

Se portó muy zalamera, como si fueran grandes amigas, al grado de que si se tratara de un hombre tal vez me hubiera puesto celoso.

Gaby se sentó en el sofá y le ofreció el sillón de enfrente, para observarla mejor, verle las bragas y el bulto de la entrepierna.

Yo me apresuré a servir unas copas de vino para agradecerle la visita y brindar por el placer de estar juntos.

Durante casi media hora platicamos de cosas ligeras, pero poco a poco, por efecto del alcohol, la charla giró hacia asuntos personales para conocernos mejor, hasta llegar a preguntas sobre sexo.

Yo aprovechaba para admirar la hermosura de la sensual estilista, y recordar la estupenda chupada que le había dado días antes.

Por su parte Gaby estaba interesada en la transexualidad de Monique y ésta le confió que siendo adolescente comenzó su transformación física, al percatarse de que era una mujer atrapada en un cuerpo masculino.

-Sin embargo el cambio no fue total -explicó-. Quizá les extrañe, pero por sugerencia de amistades íntimas conservo el pene... Dicen que es encantador y que sería un desperdicio eliminarlo.

Resuelta a satisfacer todas sus dudas y estar segura de que no habría ningún riesgo, Gaby preguntó:

-¿Has tenido muchas parejas? ¿Qué te gusta más, ser activa o pasiva? ¿Usas siempre protección? ¿Te haces exámenes médicos periódicos?

-La verdad es que no soy muy promiscua, voy al médico cada mes y con sinceridad disfruto ambos roles: coger y que me cojan.

Dejó en suspenso la charla para tomar la pequeña maleta que contenía sus instrumentos de trabajo.

-Bien, querida -dijo a Gaby-, creo que es hora de hacerte el manicure.

-No, no. Dejémoslo para otra ocasión -sugirió ella-. Ernesto, cariño, sé buenito, por favor sirve otras copas mientras traigo el juego que tanto nos gusta. ¿Quieres acompañarnos? -preguntó a Monique-. Es muy excitante y estoy segura de que te encantará.

-¡Claro que sí! -respondió-. no tengo dudas de que será divertido.

Aunque Gaby se notaba muy entusiasmada, para su mayor tranquilidad y confianza advertí que la regla principal sería el respeto mutuo: nadie estaría obligado a hacer algo que le desagradara.

Aceptada esa condición mi compañera puso sobre la mesa de centro un mazo de naipes y dos dados con diez caras.

Uno tenía órdenes como follar, besar, lamer, excitar, exprimir, oler, chupar, tocar, morder y acariciar

El otro, la parte del cuerpo con que debíamos hacerlo: boca, pechos, labios, cuello, oídos, piernas, nalgas, pene, ano y vagina.

-¡Un momento! -exclamó Monique cuando mi mujer se disponía a hacer el tiro inicial-. Propongo que antes juguemos a las cartas. Quien pierda cada partida se quitará la prenda que indique quien tenga el juego mayor, y así hasta que todos quedemos desnudos.

-¡Síííííí! -gritamos Gaby y yo, levantando nuestras copas en señal de aprobación.

Jugamos al póker entre carcajadas y reiterados brindis que contribuyeron a relajar aún más el ambiente.

Al cabo de un rato los dos estuvimos sin una sola prenda. Monique conservaba el bikini tipo hilo dental que apenas podía contener el grandioso pene.

Sin duda nuestro mayor interés -de Gaby, sobre todo- radicaba en el momento de que la chica se lo quitara para comprobar si su verga era en realidad encantadora.

Cuando Monique perdió se puso en pie. Inició una especie de danza erótica. Con movimientos llenos de sensualidad desató la cinta de un lado. Dio una vuelta para mostrar su espléndido trasero y sacudir las voluminosas nalgas.

Luego de un suspenso que me pareció eterno, soltó el otro hilo, retiró la braga y la lanzó de espaldas.

Con un salto Gaby se adelantó para atraparla y la frotó en su cara, aspirando el delicioso olor a sexo.

Moviéndose con desesperante lentitud, Monique giró hasta quedar frente a nosotros.

Era espectacular ver sus senos maravillosos y sacudir la verga firme, como un látigo pegándole en el vientre y los testículos.

Enervada por el alcohol ingerido y por la belleza de aquel suculento caramelo, Gaby se abalanzó sobre él, en cuclillas lo tomó entre sus manos y lo agitó para asegurarse de que era verdadero. Besó la cabeza, entrecerró los ojos y la introdujo en su boca. Luego se azotó varias veces la cara con él.

Mi primer impulso fue decirle que se detuviera y siguiéramos las reglas del juego, pero me faltó valor para hacerlo. Monique, en cambio, se dispuso a recibir el sorpresivo placer.

Sin importarle mi presencia Gaby, realmente cachonda, comenzó a chuparlo muy lento. Gozando al máximo cada instante. Luego con frenesí, desesperada por recibir el caudal de leche.

Sentí envidia al observar cómo se pegaba al pene de Monique como si en ello le fuera la vida. Después de mi experiencia con la estilista era seguro que ambas estaban gozando a más no poder.

-¡Mmmmm! ¡Mmmmm! -exclamaba la chica mirándome de reojo- ¡Qué rica boca tiene tu mujercita! ¡Qué delicioso chupa! ¡Y le encanta la verga tanto como a ti!

Gaby pareció no escucharla; siguió concentrada succionando, con tal maestría que Monique se contorsionaba y la jalaba por los cabellos para meterle el pene hasta la garganta.

Así la estuvo follando varios minutos hasta que vació en su boca una fuente de esperma.

-¡Ayyyy! ¡Ayyyy! ¡Sigue chupando! ¡Más, más! -suplicó casi llorando en el punto máximo de placer.

Fue tan copioso el orgasmo que aunque Gaby quiso recibirlo sin desperdiciar ni una gota, unos hilillos escurrieron por la comisura de sus labios y cayeron sobre sus senos erectos. Los colectó con la mano y la limpió con la lengua.

Haciendo burbujas mostró la leche a Monique, se levantó y me la compartió con un largo beso en la boca. Después lamí sus tetas saboreando el manjar sin igual, hasta dejarlas totalmente limpias.

Mi mujer estaba transformada. Tenía el rostro enrojecido por la calentura y se mostraba tan puta y zorra como nunca la había yo visto. no tuve duda de que le fascinó la verga de la estilista.

Bramaba porque la cogiera y le metiera el enorme trozo de carne en la vagina, y quizás en el culo hasta ese momento sólo mío.

Con pasos lascivos me tomó la mano para acercanos a Monique.

-Ven, cariño, tenemos que agradecer a nuestra querida amiga que aceptó pasar esta velada con nosotros. Hasta ahora todo camina de maravilla y estoy segura de que se pondrá mucho mejor.

De nuevo besó a Monique en la boca mientras le agarraba el pene amorcillado, y me instó a imitarla:

-¡Tiene una verga hermosa, ¿no te parece? Aunque sospecho que tuviste la fortuna de probarla antes que yo.

-Querida... -intenté explicar, pero me puso una mano en la boca para obligarme a guardar silencio.

-No tien nada que malo, amorcito -agregó-. Es en verdad extraordinaria. Y parece estar lista para continuar en acción, así que démosle gusto. ¿Estás de acuerdo que sigamos el juego, Moni? -preguntó melosa.

Una vez que Monique aceptó, Gaby propuso:

-Bien, probemos ahora con los dados del placer, pero hagámoslo en la cama. Estoy segura de que será todavía más divertido...

Amigos y cómplices, ojalá que les haya gustado este relato. Pronto les compartiré el desenlace. Agradeceré sus comentarios en este portal o al e-mail powellcolin66@gmail.com