Una tía muy marchosa

Nuestro protagonista relata el principio de una aventura en la que una recién conocida chica le empuja en brazos de su tía, una madurita muy apetecible y marchosa.

Mi nombre es Carlos, tengo 30 años y la historia que aquí les cuento es total y absolutamente verídica. Es más, ni siquiera invento los nombres de las personas que conmigo vivieron esta historia para de esa manera hacer de ello un relato que esté basado en hechos reales con todos sus condicionantes.

Me considero una persona muy normalita. El sexo en mi vida tiene la importancia justa. Vengo de sufrir una historia de desamor que me impide tener pareja estable, porque no he superado mi historia anterior. Por eso afronto el sexo con relaciones esporádicas de esas que vienen y van.

En Navidades, conocí a Raquel, que a pesar de sus 31 años, aparentaba tener menos. En un principio me llamó la atención por su simpatía y su acento, más quizás que por su aspecto físico que para nada era desdeñable. Es gallega y pasaba en Sevilla las fiestas navideñas. Compartimos una grata noche acompañado por una amiga suya y dos amigos míos. La noche concluyó con el único bagaje de unos besos furtivos fruto más de los efectos del alcohol que de la pasión, pero que sirvió como excusa para quedar al día siguiente.

Ella compartía casa con una tía suya mayor, hermana de su padre que era quien le daba alojo esos días de vacaciones. De 60 años aproximadamente, esta mujer era soltera. Como pude saber más tarde esta mujer que aún mantiene muy buen tipo tanto de cara como de cuerpo, tuvo un novio que falleció electrocutado, y por las reglas morales de la época no rehizo su vida y se quedó soltera.

Me sorprendió que Raquel me citase en la casa de su tía, pero ella no disponía de coche para desplazarse y ni mucho menos sabía moverse por Sevilla. Llegué diez minutos antes de la cita y me abrió la puerta su tía. Me hizo pasar y me rogó que esperara unos minutos que su sobrina vendría de inmediato. La mujer me obsequió con unos pasteles y me agradeció las atenciones que había tenido al ir a pasar a por su sobrina para llevarla con el resto de amigos. Se ve que Raquel en este aspecto había sido muy discreta con su tía y no había dado a entender que habíamos quedado solos.

La señora que se llamaba Inés, hablaba por los codos. Mantenía conversaciones intrascendentes que yo sólo seguía por pura cortesía. Me contó que ella no había marchado como su familia a Galicia, que aquello no le gustaba pero que ahora se veía muy sola. Agradecía la visita de su sobrina, pero que sabía que en unos días marchaba. En estas andábamos cuando llegó Raquel , estaba ciertamente atractiva y me besó con dos besos en la mejilla con tanta suavidad que la deseé en ese momento. Se sentó con nosotros y degustó uno de los pasteles con los que su tía me había agasajado.

Entre tía y sobrina la conversación era muy coloquial. Mantenían conversaciones muy amenas que me hacían sentir muy reconfortado. Hasta el punto de descartar salir, detalle este que nos agradeció la tía que se sentía violenta por el hecho de que por quedarnos allí íbamos a abandonar al resto de las amistades, cosa que por otro lado le aclaramos no era problema.

Pasó cierto tiempo. La conversación había variado de unos temas a otros, hasta llegar a lo meramente personal. En lo que a mí respecta ya había contado algo de mi vida y Raquel algo de la suya. Su tía Inés andaba contando su vida, cuando de pronto Raquel preguntó a su tía acerca de sus experiencias sexuales con su novio, el que falleció. Ésta sin cortarse le respondió que con su novio nunca mantuvo relaciones y que incluso jamás se dio un beso en público. Raquel lanzada a la par que sorprendida le preguntó. Tía ¿No serás virgen?. En estos momentos me escandalicé un poco temiendo por la reacción que esta pregunta pudiera tener en la tía, pero cuál sería mi sorpresa cuando ésta entre risas, contestó que no. Ella había sido muy guapa (de eso estoy seguro, aún lo era) y pretendientes no le faltaron, pero entre que tardó en superar su desgracia, la moral de la época y demás historias, le pasó la edad y se quedó soltera. El sexo lo descubrió con hombres casados y a una edad ya madura. Inés criticaba la hipocresía que nos rodeaba a la juventud de hoy en día a la hora de mantener relaciones sexuales sin tapujos, sin existir amor de por medio. Pero por otro lado entendía que los tiempos habían cambiado.

En estas estábamos cuando en uno de los momentos en el que la tía marchó a por unas bebidas. Raquel me preguntó cómo me sentía. Yo le dije que bien, aunque le reconocí que me había dejado helado con sus preguntas. Esta me dijo que su tía era muy moderna y que no me preocupara. En ese momento, se sentó junto a mí y me besó con gran ternura, lo que hizo que me excitara. Temía que volviera la tía y nos viera en aquella situación, pero Raquel no paraba de besarme. En esto llegó la tía y para nada se escandalizó. ¡Ah!, pero sois novios, dijo. ¿Cómo novios, tía?. Si yo llevo aquí dos días. Es un amigo con derecho a roce. A mí se me subían los colores. ¡Ah!, mira que bien, ya veo que no pierdes el tiempo, le dijo ésta. Pues tened cuidado con estas cosas que luego vienen las tonterías. Si queréis os dejo solos.

De pronto, Raquel, preguntó a su tía. ¿A que es guapo?. Ésta respondió, hija estas poniendo a Carlos en un compromiso (Se ve que me lo notaba en la cara), pero sí que lo es.

Yo no sé qué maquinaba Raquel en aquel momento, pero le dijo a su tía. ¿Tú lo harías con un hombre más joven que tú?. A lo que ella respondió. Cuándo eso sucede el hombre es el que decide, pero yo no creo que pueda motivar a un hombre joven en ese aspecto.

Carlos. ¿Tú lo harías?. Pero qué preguntas haces, mujer. Su sobrina es así siempre. Tú eres muy lanzada le dije. Y yo qué sé.

Raquel, lo estamos cortando al chaval. No seas tan directa no ves que se esté incomodando.

Que no tía Inés que lo esta deseando. Y de pronto me tiró de la mano me levantó y me arrastró hacía el pasillo. Como un zombie, me dejaba llevar. En el pasillo a la par que me besaba, me dijo, le dejamos participar de esto a mi tía. Yo alucinaba, pero en esta ya estaba vilmente excitado. ¿Te estás quedando conmigo?. Que no tonto, que no pasa nada, déjate llevar, entra en esa habitación y espérame.

Sin cómo ni por qué, le hice caso. Al momento, se presentó Raquel con su tía Inés. El corazón se me salía del pecho. Las dos mujeres se me acercaron. Raquel me cogió de la mano y con un pequeño apretón me acercó a su tía que debía de andar tan dudosa y cortada como yo, porque el semblante de su cara, así lo denotaba. Bésala me dijo Raquel. Titubeé pero deseaba besar a la tía me daba mucho morbo. Me acerqué y la besé. Sus labios eran tiernos, pero no se movían. Raquel volvió a tomar la iniciativa. Me empezó a desnudar. De golpe me retiró el suéter, me desabrochó la camisa y empezó a besar mi cuello, mi pecho y mis brazos. Yo permanecía inmóvil. Me desabrochó el cinturón y me retiro los pantalones. Ahí estaba yo en calzoncillos con mi pene a 100 ante dos mujeres que parecían ansiosas de devorarme. Te toca a ti, tía Inés. Inés que hasta entonces se había mantenido fría se me acercó, y me empezó a acariciar. Raquel se había situado detrás mía y me besaba el cuello a la par que me succionaba la oreja. Inés ya desinhibida me deslizó en un abrir y cerrar de ojos mis calzoncillos. Mi pene brotó a la par que sentía entre mis tobillos deslizarse la prenda.

Inés lo sujetó entre sus manos, como aquella que admira un tesoro. La Tomé de su mejilla, le levanté la cabeza, y la besé tiernamente. Ahora sus labios ya respondían a mis besos. Mientras Raquel deslizaba su lengua por mi espalda hasta llegar a mis glúteos, donde jugaba con sus manos y boca.

No hablaba nadie. Parecía un pacto de silencio entre los tres. Yo desnudo ante una mujer joven y otra madura aún vestidas que parecían conformarse con poseerme con caricias y besos. Raquel rompió el silencio, invitando a su tía a que me la chupara. Esta parecía poco reacia. De pronto Raquel de rodillas frente a mi pene, empezó a succionarme los testículos y con su lengua a recorrer mi falo, erecto e imperturbable. Roto el hielo, Inés se agachó y siguiendo las pautas de su sobrina, la siguió con su gestos. A ambos extremos de mi miembro, dos lenguas se deslizaban. Ardía de excitación. Sensaciones novedosas recorrían mi cuerpo.

Tenía la sensación de estar siendo utilizado por Raquel para dar una alegría a su querida tía, reprimida durante años que a buen seguro disfrutaba esa tarde de sensaciones que o bien eran nuevas o bien estaban olvidadas.

La felación se había convertido en un mano a mano entre Raquel y su tía. La una parecía la maestra y la otra su alumna. La suavidad de Raquel iba unida a la lentitud de Inés, que más bien parecía saborear despacio ese caramelo que nunca quieres que se acabe. Raquel se levantó mientras Inés continuaba. Parecía incomoda vestida. Se retiro la blusa blanca y un sujetador negro que escondía sus magníficos pechos. Se retiró el pantalón dejando a la luz un tanga del mismo color que me hizo comprobar la espléndida figura de alguien que cultiva su cuerpo con ejercicio físico.

Como un poseso retiré suavemente a Inés y me centré en Raquel. Le quité el tanga y la contemplé en su total desnudez. Mi excitación no tenía fin. Era realmente preciosa. La impulsé a la cama y empecé a tomarle sus pechos. Raquel con sus manos empujando mi cabeza muy excitada parecía invitarme a visitar su sexo. Sin dilación, tomé sus piernas.

A mi inmensa excitación, había contribuido de forma muy agradable la buena impresión que me había llevado al contemplar la desnudez de Raquel. Por un momento me olvidé de la presencia de Inés y me centré en Raquel, a la que en ese momento deseaba fervientemente.

Su sexo, perfectamente aseado se ofrecía en mi boca que sin pérdida de tiempo, devoraba sin piedad. He de reconocer que la práctica del sexo oral me encanta y que quizás por ello, el cunnilingus, sea por así decirlo una de mis cartas de presentación al practicar sexo. Raquel disfrutó, sus movimientos pélvicos y sus jadeos, parecieron reactivar a mi lengua que recorría sin cesar el sexo de Raquel, hasta que ésta tirándome del pelo, explotó en mi boca a voz en grito con un orgasmo sensacional, que a fuerza de ser sincero, me llenó de satisfacción.

Por un momento, la presencia de Inés, había pasado a un segundo plano. El hecho de centrarme en Raquel, me había hecho olvidar a Inés, que por otro lado durante todo este tiempo había permanecido observando cual "voyeur", en la distancia. Aún permanecía vestida. Mi excitación no tenía límites, me sentía protagonista y reforzado ante el éxito del cunnilingus de Raquel, que permanecía aún exhausta, me acerqué a Inés. La besé intensamente por toda su cara agarrándola de los pelos con una mano y con la otra masajeando sus pechos y glúteos. Ella a su vez, respondía dejándose llevar y acariciando mi pene que permanecía empalmado y ávido de coño.

Ansiaba ver desnuda a Inés, torpemente empecé a desnudarla. Recuerdo que le rompí la cremallera de la falda. Mis ojos ahora observaban a una Inés que se ofrecía en ropa interior, su cuerpo fruto de los años era antagónico al de Raquel. Sin embargo sus enormes pechos algo caídos y su cintura amplia de caderas me seguían ofreciendo un morbo que me excitaba igualmente. Le pedí a Inés que se retirará el sujetador. No quería volver a mostrarme torpe. Sus pechos enormes como ubres, ofrecían unos pezones inmensos que pase a devorar. En estas estaba cuando noté por detrás el abrazo de Raquel que de nuevo se ofrecía con sus caricias pellizcando mis glúteos y tomando mi pene. Pedí a Inés que se quitará las bragas, y ante mi sorpresa fue Raquel quién realizó esta operación. Ante mí apareció un coño repleto de pelo al que rápidamente me dirigí para acariciar. Mi protagonismo con Inés era ahora compartido con Raquel, que con sus manos acariciaba los pechos de su tía, intentando buscar su total desinhibición para lo que ahora se le presentaba.

Pero esa es otra historia, que si os interesa terminaré de contar en otra ocasión. Desconozco si lo que hasta ahora llevo contado os ha llegado a transmitir las sensaciones que yo experimenté, pero os garantizo que hubo bastante más y que permanece grabado en mi mente como si estuviera ocurriendo ahora mismo. Sin embargo temo que la historia no interese o aburra, por eso prefiero dejarla aquí. Si deseáis que cuente el resto de esta historia real que me ha marcado como experiencia única en mi vida o cualquier otro comentario podréis hacerlo en la siguiente dirección: Prometo responder.

carlos_lpez82@latinmail.com