Una tía como hay muchas (4)
Penélope continúa recordando sus experiencias, narrándoselas a su sobrino.
UNA TÍA COMO HAY MUCHAS (4)
- Yo me sentía muy mal con tu papá... recordó Penélope y aun le subían los colores a la cara, por ese motivo se mantenía abrazando a su sobrino por la espalda para que él no se diera cuenta de su sentir... No quería ni verlo a la cara, estaba pensando en irme a vivir de nuevo con mis papás a su casa, y alejarme de ustedes y no provocarles problemas.
¿Pero no entiendo por qué lo hacía mi mamá contigo?... preguntó Germán intrigado... si dices que no les gustaban las mujeres ¿Entonces por qué cogían ustedes dos?
Ay mi amorcito, tenias que ser hombre para no entender a las mujeres... dijo Penélope divertida... es que no lo hacíamos solo por la sexualidad sino que con eso crecimos, desde que tenemos memoria siempre nos tocamos las dos, descubrimos el sexo entre nosotras, antes de conocerlo con los hombres, pero no sentíamos que nos gustaran las mujeres, al contrario siempre nos han gustado mucho los hombres.
¿Entonces que sentían entre ustedes para seguir cogiendo?... inquirió Germán... no entiendo cómo puede ser eso. Yo tengo mis hermanos hombres y no por eso me dan ganas de coger con ellos.
Pues porque tu crecimiento con ellos fue muy diferente al de nosotras... sonrió Penélope... en primera somos casi de la misma edad, tu mamá solo es diez meses mas grande que yo, y siempre estuvimos juntas para todo, y lo mas importante es que dormimos juntas siempre. Además que mi mamá con tantos hijos no tenia tiempo para fijarse en nuestros juegos. Y nuestro juego favorito era el de jugar a las mamás, entonces como siempre vimos a mi mamá amamantando a alguno de mis hermanos, nos jalábamos a los mas chicos para jugar a darles chiche, mientras platicábamos entre nosotras imitando a las señoras, y cuando no querían jugar, entonces jugábamos solas y nos dábamos de mamar entre nosotras.
¿Pero por que empezaron a coger entre ustedes?... preguntó Germán desconcertado.
Mira, pues yo pienso que todo fue por imitación a mi mamá, no precisamente el coger, sino otras cosas cercanas a eso... respondió Penélope... para nosotras el modo de cómo tranquilizaba mi mamá a mis hermanos cuando eran bebés era dándoles de mamar, si tenían hambre, si estaban molestos, si lloraban o si tenían sueño o pesadillas, todo lo solucionaba dándoles chiche. Y eso lo aprendimos de tanto verlo y oírlo, así que cuando alguna de nosotras dos no podía dormir y le inquietaba algo, la otra le daba de mamar, así crecimos y así se hizo nuestra vida, para nosotras fue lo normal, y jamás lo relacionamos con el sexo. Pero lógicamente que las hormonas hacen lo suyo, y esa costumbre de amamantarnos entre nosotras nos llevó a todo lo demás.
Ah, pues si suena lógico eso... comentó Germán y añadió... ¿Y entonces que les dijo mi papa cuando les cayó cachondeando?
Ay que no digas así, se oye muy feo y no era eso lo que hacíamos... dijo Penélope bromeando y riendo... nosotras no nos cachondeábamos, nosotras nos hacíamos el amor.
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Nuevamente los recuerdos llenaron su mente con hechos ocurridos años atrás. Mientras le relataba a su sobrino lo sucedido, las imágenes y los detalles acudían claros a su memoria. Volviendo a vivir el momento de mayor vergüenza que le hubiera ocurrido en su vida en el pasado y en el futuro, jamás volvió a sentir nada parecido, ¡Jamás! Quería desaparecer y no volver a presentarse ante nadie, quiso hundirse en la tierra cuando Montserrat llamó a su puerta, después de un largo rato en el cual estuvo hablando con su marido acerca de lo que ocurría entre ellas. Penélope lloraba de vergüenza, no quería ver a nadie, pero Montserrat insistió, y además percibió algo en su voz que era tranquilizante para ella, era ese tono que usaba su hermana cuando tenía el control de las cosas y se sabía fuerte para protegerla.
Penny ¿Podemos pasar?... preguntó Montserrat... queremos hablar contigo, por favor.
Si pasa... respondió Penélope... pero primero quiero hablar contigo nada más.
Espérame tantito amor... pidió Montserrat a Ramsés... Déjanos hablar primero a las dos solas ¿Si?
Penny tranquilízate... pidió Montserrat, tratando de calmarla... mira ya hablé con Ramsés, y le conté lo de nosotras.
Ay Monse que pena me da... dijo ocultando su cara con sus manos... no quiero verlo, tengo mucha vergüenza. Mejor me voy a ir con mis papás, me siento muy mal.
No Penny óyeme... dijo Montserrat... cálmate, no hay problema, él me dice que nos comprende y que no quiere que nos sintamos mal. Quiere que lo escuches. Ándale Penny acepta por favor, no quiero que te vayas.
Bueno, ¿Pero de veras no está enojado conmigo?... preguntó mortificada Penélope... ¿Qué me quiere decir?
No sé Penny, pero lo ha tomado muy tranquilo... confesó Montserrat sonriente... ¿Entonces le digo que pase?
Pues si, pero tengo mucho miedo Monse, no me dejes sola con él... pidió Penélope... no te vayas a salir.
No te preocupes Penny aquí voy a estar contigo... prometió Montserrat mientras llamaba a Ramsés... ven Ramsés puedes pasar.
Penny no te sientas mal por favor... dijo Ramsés al verla temerosa y llorosa... Monse me contó como son las cosas entre ustedes, y aunque se me hace raro, voy a tratar de entenderlas, pero quiero que sepas que las quiero mucho a las dos y comprendo que así han vivido siempre, y eso no ha interferido en nuestro matrimonio, yo no quiero perder a tu hermana ni quiero que tu te alejes de ella tampoco. Por mi parte acepto que ustedes sean así, pero ahora sé que las cosas van a cambiar y les propongo que tratemos de tomarlo con calma sin que altere nuestra forma de vida, ustedes tomaran su decisión y yo la voy a aceptar. Pero yo solo les pido que me digan lo que decidan hacer y confíen en mí, y no me dejen fuera de ustedes.
No entiendo lo que quieres decir... dijo Montserrat... explícate bien.
Para que me entiendas mejor te lo voy a decir sin rodeos... dijo Ramsés con voz firme y mirándola fijo a los ojos... te acabo de sorprender por casualidad mamando y manoseando a tu hermana, y sé muy bien, que si no las hubiera visto, ustedes no me lo dirían nunca, y lo iban a seguir haciendo cuando yo no estuviera. Pero resulta que ya las vi y ahora sé lo que pasa entre ustedes dos, no lo tomes como agresión ni desquite, pero es algo que no me imaginaba que pasara con ustedes. Solo quiero por el momento que si lo van a hacer me dejen verlas algunas veces nada mas.
Entonces tú quieres ver como nos acariciamos...dijo Montserrat comprendiendo las intenciones de Ramsés... y después vas a querer cogernos a las dos juntas ¿O no?
No adelantes hechos Monse... dijo Ramsés... mi deseo siempre ha sido poder ver a dos mujeres cogiendo, hasta ahí nada mas, no voy a tratar de impedir que ustedes cambien, solo que si ya lo sabemos los tres, también me tomen en cuenta a mi.
Pues fíjate que no... gritó Montserrat... no acepto esto, y mejor aquí terminamos tu y yo.
No Monse, por favor no... suplicó Penélope rompiendo en llanto... no se separen por mi culpa, por favor muchachos. Miren mejor me voy con mis papás y ustedes no se enojen, te prometo Ramsés que esto no va a volver a pasar, ustedes se quieren mucho no se separen por favor.
Es que no voy a permitir que te vayas de aquí... dijo Montserrat a su hermana... y tampoco que este quiera tener su harem.
Mira entonces tómalo como quieras... dijo Ramsés molesto... ya te dije lo que yo quiero, allá tu si me crees o no, yo creí lo que me dijiste, y trato de entenderte, tu haz lo que se te de la gana.
No Ramsés no te enojes con ella por favor... volvió a pedir Penélope... ¿Estás seguro que eso es lo único que quieres?
Eso les estoy diciendo... contestó Ramsés... nada mas que yo si debo creerles a ustedes, pero tu hermana no puede creerme a mi. Toma en cuenta que el engañado soy yo.
Las dos jóvenes se miraron entre si, como si quisieran que la otra tomara la decisión, estaban nerviosas y apenadas con Ramsés, pero mas que nada estaban valorando la petición del muchacho. Pues en el fondo eso no les disgustaba nada en realidad, al contrario lo encontraban algo atrayente. Pero no podían aceptarlo sin primero, ponerse de acuerdo entre ellas.
Déjanos hablar un momento, Ramsés por favor... solicitó Montserrat.
No de una vez aclaramos esto... exigió Ramsés... lo que haya que decir que sea ya.
Creo que es mejor que nos permitas hablar primero a nosotras... dijo Penélope... es algo muy importante y debemos hacerlo con cuidado. Depende mucho de ello.
Está bien... refunfuñó Ramsés... las espero en la sala.
¿Qué estas pensando Penny?... indagó Montserrat... no me digas que piensas aceptar. Porque te lo advierto, yo no voy a aceptar verlos coger a ustedes dos, no lo soportaría, no los voy a compartir, ni con ustedes mismos.
No es eso lo que pienso... argumentó Penélope... y la verdad que yo no lo haría con nadie enfrente de ti. Pero lo que tienes que decidir es antes que nada, es que debes seguir con tu matrimonio, y decidir si crees conveniente que yo me vaya, y ustedes siguen igual o que yo me quede y aceptar que Ramsés nos vea coger a las dos.
Es que no puedo dejar que te vayas... respondió Montserrat... pero tampoco quiero que se vaya Ramsés. Pero sé que si le permitirnos que nos vea, él va a querer coger con las dos, y no lo puedo resistir, soy muy celosa, y veo que también muy egoísta pues me doy cuenta que los quiero a los dos para mi sola, pero no quiero que cojan entre ustedes.
Pues yo por mi parte te prometo que no lo haré... aseguró Penélope.
¿Entonces estas dispuesta a que Ramsés nos vea coger?... averiguó Montserrat.
En verdad no sé si pueda hacerlo... confesó Penélope... pero estoy segura que no quiero separarme de ti, y si es necesario aceptar que nos vea tu marido estoy dispuesta ha hacer la prueba, si es que tu quieres hacerla también.
Ay Dios mío, no se que hacer... dijo Montserrat... yo tampoco quiero que me dejes, pero me va a dar mucha vergüenza hacerlo enfrente de mi marido. Pero voy a hacer que Ramsés me prometa que no va a intentar coger contigo cuando lo estemos haciendo tú y yo. Entonces vamos a hablar con Ramsés.
¿Qué decidieron por fin?... preguntó Ramsés aparentando una calma que en realidad no sentía.
Pues aceptamos pero con condiciones... dijo Montserrat... no lo vas a poder hacer con Penny, si tienes ganas de coger solo lo vas a hacer conmigo.
Esta bien aceptó... dijo Ramsés sonriendo, y agregó... pero yo también voy a poner unas condiciones, acepto solo hacerlo contigo, pero cuando ustedes estén cogiendo, yo las voy a poder acariciar a las dos y también quiero mamarles a las dos las chiches y sus panochas.
Pero nada mas eso y ya no quieras mas ¿Eh? ¿Tu que dices Penny, te parece bien?... preguntó Montserrat, ansiosa.
Ay Monse me da mucha vergüenza... Admitió Penélope... pero si a ti te parece bien, para mí también lo está. Y se me hace justo para todos.
Entonces quiero que sigan con lo que estaban haciendo... dijo Ramsés... quiero que empecemos de una vez.
No Ramsés... pidió Penélope con el rostros enrojecido de vergüenza... ahorita no puedo hacerlo, mejor otro día ¿Si?
No, eso no... dijo Ramsés... si vamos a vivir de ese modo quiero que sea desde hoy. Quiero saber que formo parte de ustedes, pues si no es así cuando salga me van a acabar los celos de imaginarlas cogiendo en mi ausencia. Y si las veo desde ahora mismo voy a saber que cuando estén juntas yo voy a estar con ustedes. Les propongo que entren a hacerlo ustedes dos solas y yo voy a esperar aquí o tal vez salga, y ustedes no sabrán cuando entre a verlas o tal vez si.
Por mi está bien... dijo Montserrat, sintiendo ya la extraña excitación al imaginar la escena frente a su marido... y tu que piensas Penny, así sabremos de una vez si vamos a poder coger en presencia de Ramsés.
Pues si tu lo dices yo te apoyo... dijo Penélope con un sentimiento en su interior muy semejante al que sentía su hermana, le estaba excitando lo morboso de la situación con su hermana y su cuñado... vamos a mi recámara para no despertar a los niños.
Las dos jóvenes entraron a la habitación de Penélope visiblemente nerviosas, pues en su corta edad jamás habían conocido de un caso similar, eso era totalmente nuevo para ellas.
Ay Monse, estoy muy nerviosa... le confió Penélope a su hermana... no sé que vamos a hacer.
Pues mira, todavía es tiempo de cambiar de opinión... dijo Montserrat... no te voy a forzar a nada, si no lo quieres hacer está bien. Veremos como se arreglan las cosas.
No es eso Monse, se que me tendría que ir o peor que ustedes se separaran por mi culpa... corrigió Penélope... no deseo irme, pero tampoco quiero ocasionarles problemas a ustedes. Sí quiero hacerlo, pero es que estoy asustada.
Yo también tengo miedo... admitió Montserrat... pero Ramsés tiene razón y si vamos a aceptar, debe ser lo mas pronto posible, pues también lo entiendo y sé que los celos no lo van a dejar en paz, imagínate si le daban celos porque amamantaba a Ger. El saber que al salir de la casa tu y yo vamos a coger, no lo va a soportar, en cambio si sabe que cuando llegue va a poder vernos cogiendo, eso lo va a motivar para venir rápido a la casa y no irse por ahí con otras viejas.
Si tienes razón... respondió Penélope... Pero no se como empezar.
Pues vamos a acostarnos... sugirió Montserrat quitándose la holgada camiseta dejando al aire sus redondos y levantados senos que se bamboleaban pesados con cualquier movimiento de ella... y vamos a empezar como siempre, con un beso.
Montserrat se acomodó primero en la cama sonriente y excitada, esperando a su hermana mientras esta lentamente desabotonaba y se quitaba su blusa sin mangas, que mostraban sus torneados brazos y su vientre algo ancho por la reciente maternidad, pero aun plano y acinturado. También estaba sin brasier pues no había tenido tiempo ni humor para volvérselo a poner. Penélope se acostó sobre su espalda al lado de su hermana con la vista clavada en el techo, totalmente tensa por el nerviosismo de lo ocurrido, sentía en su estomago un vacío que oprimía su pecho y le impedía respirar bien, obligándola a realizar una respiración entrecortada y rápida, sus miembros temblaban notoriamente y su abdomen se inflaba y se hundía con la rapidez de su respiración, sus preciosos y llenos senos se mecían acompasados, temblando sus carnes en el vaivén. Montserrat se acomodó de costado recostando su cabeza en su propio brazo que pasó por detrás de su cabeza y puso su otra mano en el abdomen de Penélope, deslizándola en círculos alrededor del ombligo, sabia que esa era una de las caricias que mas tranquilizaban pero que también excitaban a su hermana, levantó un poco su torso y acercó su boca al hombro de Penélope besándoselo tiernamente. Penélope sabía que esa era la señal para que levantara y extendiera su brazo, para así poder colocarse Montserrat en el hueco de su axila. Sin dejar de acariciar el abdomen de su hermana dedicó su atención a besar el hombro de Penélope, con besos suaves casi nada mas rozando la fría y temblorosa piel de la joven, Penélope levantó mas su brazo ofreciéndolo completo a la boca de Montserrat, esta agradeció la insinuación sacando su lengua y dando toquecitos con la punta en la tersa y sensible piel de la axila, Penélope gimió sensual por la caricia, y volteando la cara besó la mejilla de Montserrat mientras que ella se entretenía en besar y lamer toda la zona de la axila, de arriba abajo, Penélope besaba lo que estaba al alcance de sus labios de la cara de su hermana, hasta que Montserrat giró su rostro y ofreció su boca abierta invitándola a besarle, pronto las bocas se encontraron fundiéndose en cientos de besos sedientos, las lenguas se buscaron y se acariciaron entre ellas.
La mano de Montserrat se había posado ya bajo la amplia falda hurgando entre la fina pantaleta para alcanzar los húmedos labios vaginales, los hábiles dedos lograron encontrar el camino hasta la tibia vulva que se abrió en flor ante la reconocida y amada mano que conocía la formula para llevarla de la relajación al estallido incontrolable de los orgasmos, metió entre los ardientes labios su delicado dedo índice, buscando con éxito el sensible botón interno de Penélope, al sentir la joven la presión sobre su punto G, la sorprendió un fuerte gemido que escapó de su garganta, al sentir la respuesta de su hermana en su boca, Montserrat rascó con fuerza el erótico punto, usando solo la yema de su dedo una y otra vez y otra mas, mientras Penélope se entregaba a la boca y a los dedos de su hermana moviendo sus caderas con violencia, tallándose contra la mano que ahora ya tenía el índice y el medio dentro de la vagina, completamente húmedos por la viscosa secreción que fluía de las entrañas femeninas.
Sentir entre sus dedos la resbalosa humedad que emanaba, producida por el inmenso placer de la experta masturbación que solo una mujer es capaz de brindarle a otra mujer, servia de aliciente a Montserrat para continuar explorando los mas íntimos rincones femeninos de la ardiente vagina, que ya se abría como una oscura boca invitando a esos seductores dedos a continuar invadiéndola, para acariciar sus lugares secretos y hacerlos reventar como una presa desbordante, en los terribles orgasmos que arrancaban los mas variados ruidos que podía emitir su garganta, llenando la casa con el excitante canto sexual en sus cogidas. Pronto olvidó Penélope la inquietante presencia de Ramsés, y se entregó por completo a las sabias caricias de su hermana mayor, acomodándose ella también para tener a su alcance la sexualidad de Montserrat, quien al sentir que la mano de su hermana se abría paso entre la carme caliente de sus gruesos y firmes muslos separó las piernas colocando una de ellas con el pie apoyado en la cama formando un incitante triángulo con sus piernas que dejaba a la vista y al alcance su abierta vulva bañada ya por el delicioso néctar indicador de su cachondés lujuriosa, la mano de Penélope encontró con toda facilidad la vagina de su amante, y sin mas preámbulo introdujo de forma casi violenta sus dos dedos medio y anular provocándole un espasmo a Montserrat que dejó escapar un fuerte grito de sorpresa que llegó a los oídos de su esposo, que se deleitaba con las armoniosas voces excitadas de las dos hermanas entregadas al desenfrenado incesto, del que pronto participaría como observador y posiblemente con algo de suerte, como miembro de ese sin igual triángulo. Los gritos, quejidos y gemidos que llegaba a escuchar lo habían puesto al máximo de su líbido, sentía su verga a punto de reventar, estaba dura y crecida en toda su extensión, se la sobaba con la mano por encima del pantalón, gratificándole un poco en sus ansias de penetrar alguna de las vaginas que se debatían en una descarada cogida entre hermanas. No pudiendo soportar mas la excitante y callada gritería de las dos mujeres se dirigió a la habitación donde se encontraban las incestuosas amantes, deteniéndose en la entrada para observar el espectáculo que se le presentaba y que desde hacia tanto tiempo imaginaba, formando en su mente miles de escenas diferentes en las cuales esas dos hermanas se entregaban lujuriosamente a censurado pero excitante incesto.
Ahora por fin su deseo se convertía en realidad, ahí estaban su esposa y su cuñada manoseándose y masturbándose una a la otra en un interminable recorrer de manos y bocas por los níveos cuerpos de las dos chicas que gemían ante las expertas caricias que se prodigaban. Ramsés quedó como hipnotizado ante la escena y permaneció parado por un momento bajo el marco de la puerta, observando fascinado en desenvolvimiento de los cuerpos sobre la cama que emitía de vez en cuando leves rechinidos respondiendo así a los movimientos bruscos de las chicas, incorporando a su vez su voz rechinante a los ruidos que salían de las gargantas de las ardientes mujeres.
Montserrat había colocado de espaldas a su hermana sobre la cama colocándose en forma natural arrodillada entre sus piernas abiertas al máximo, que la invitaban a posarse entre ellas y disfrutar de esa húmeda vulva que brillaba por los incesantes y aromáticos ríos de néctar sexual, que ya se esparcían por toda la habitación dando una olorosa escenografía libidinosa, que al ser captada por el hombre atizó la fuerte irrigación de su pene poniéndoselo mas grande y mas endurecido, haciéndolo menearse por si solo exigiendo ser calmado de inmediato, sin darse cuenta Ramsés se sobaba y estrujaba su dura verga, respondiendo así a la necesidad de ser acariciada hasta hacerla descargar su vital semilla de una forma u otra. Como en trance se sacó la palpitante verga por la bragueta del pantalón, iniciando una involuntaria masturbación, mientras observaba extasiado como su mujercita y la hermana de esta se entregaban al lésbico e incestuoso placer considerado antinatural y prohibido, en ese momento veía como Montserrat se colocaba entre las piernas de Penélope y hundía si cabeza entre ellas encontrando la abierta vulva que clamaba por una boca, una mano o un pene para ser satisfecha de una vez ya.
Montserrat dio una amplia lamida a la panocha de su hermana extrayendo con su lengua una gran cantidad de fluido vaginal que fue a paran directamente a su sedienta garganta, embelezándola con su sabor salado y ácido tan incitante para ella, esta acción tuvo su reacción pues la vulva empezó a abrirse y cerrarse por si sola latiendo con fuertes espasmos que exigían una gratificación inmediata que calmara el intenso calor interno de la joven Penélope, que se retorcía de la cintura para abajo como buscando algo o alguien que la poseyera totalmente, Montserrat se aferro fuertemente de las piernas de su hermana con los brazos mientras sus manos abrían completamente los vaginales labios exponiendo así la secreta y deliciosa flor de amor de Penélope sin tardarse mas volvió a hundir si cara en esa vibrante y viscosa vulva chupando y lamiendo los labios y la entrada de la vagina absorbiendo en cada lengüeteada grandes y espesas raciones de néctar, degustándolos golosamente, deleitándose con su especial y sensual sabor de amor, porque eso mes lo que hacían las dos hermanas, ellas no cogían simplemente, ellas se hacían el amor en cada uno de sus encuentros. Tan intensa era su relación.
La cadera de Penélope subía y bajaba una y otra vez llevando consigo la aferrada cabeza de Montserrat quien seguía cogiéndose a su hermana con su labios y su lengua, arrancándole todo tipo de exclamaciones que enardecían aun mas a Ramsés quien sin darse cuenta se masturbaba furiosamente chaqueteándose la verga de arriba abajo cada vez con mas velocidad. Fijó su mirada en el hermoso culo de su mujer que estaba en cuatro patas en medio de su hermana, dándole una increíble mamada de panocha, excitada por los inquietantes acontecimientos ocurridos y por la presencia de su esposo quien la observaba entregarse a su hermana, desde que Ramsés apareció en la puerta sigilosamente, Montserrat se dio cuenta de ello, y sintió una inexplicable inyección en su líbido que nublo todos sus sentidos haciéndola entregarse como nunca a satisfacer a su hermana como jamás lo había hecho antes, con un ímpetu desconocido en ella, que también fue percibido por Penélope, al sentir en su panocha una intensidad mayor en las caricias de Montserrat.
Montserrat sabia que Ramsés las estaba mirando y por eso movía seductoramente su culo en un vaivén incitante y libidinoso, que tenía al esposo al borde de la eyaculación, la faldita de Montserrat se había subido hasta su cintura exponiendo a la vista de Ramsés todo su culo desnudo y su húmeda vagina. En un movimiento invitador, Montserrat pasó su mano por detrás de ella hasta su culo separando su nalga para mostrar su oculto ano y la entrada de su sonrosada vagina, metiendo uno de sus dedos dentro de la vulva.
Ramsés ya no resistió mas y avanzó sin voluntad hacia la cama, obedeciendo ciegamente la callada invitación de su mujer para que metiera dentro de ella su adorada verga y se la cogiera todo lo que él quisiera. Penélope sintió como se movía la cama a sus pies, bajo el peso de su cuñado que tomaba posición detrás del culo de su hermana, lo vio aparecer detrás de Montserrat y cómo él dirigía su vista a su verga para colocársela en la entrada de la vagina a Montserrat para clavársela hasta el fondo en una violenta embestida que sacó el aire de los pulmones de su hermana haciéndola emitir un fuerte gemido por la salvaje posesión de lo que es suyo, pasado ese instante la experta boca de Montserrat continuó con su desquiciante mamada en la vagina de Penélope.
Penélope sintió en su vientre los empujones que Ramsés daba a su hermana al cogérsela con fuerza y en su vagina sentía la voz de Montserrat al exhalar con cada envite suspiros y jadeos cada vez mas fuertes mientras era penetrada por la gruesa y larga verga de su marido que se había colocado en forma tal que en cada embestida presionaba su punto G irradiándole a sus entrañas oleadas de insoportable placer haciéndola babear de gusto en tanto que su saliva y los fluidos de su hermana se entremezclaban en sus labios y en su lengua confundiéndose en el trayecto dentro de su garganta, pues Montserrat seguía engullendo glotonamente todo lo que salia de la vagina de su hermana emitiendo fuertes chasquidos al chupar escandalosamente la viscosa y nectarina secreción vaginal.
Ramsés vio directamente a los ojos de Penélope, en una mirada sin expresión alguna pero que denotaba el trance lujurioso por el que atravesaba el muchacho al participar con esas dos jovencitas en una entrega sexual sin limites, los ojos de ambos se encontraron quedando en una mirada fija sin pestañear siquiera, diciéndose esos ojos, como se deseaban el uno a la otra, imaginando que Montserrat no estaba entre ellos y que quien recibía por completo la verga de Ramsés era Penélope y que la vagina de esta era la que aprisionaba el enhiesto y anhelado falo divino de Ramsés. Justo en ese momento de contemplación, las entrañas de Penélope estallaron en mil pedazos arrastrando jirones de surcos ardientes que hacían temblar y sacudirse todo el interior de Penélope contrayéndose incontroladamente en poderosos espasmos que deleitaron todos los sentidos de la muchacha quien gritaba sin reservas anunciando mal mundo el intenso placer cosquilleante que disfrutaba por la boca de su querida hermana, la vibración de su vagina era tal que los dedos, lengua y labios de Montserrat sintieron fielmente cada una de las contracciones hasta que fueron espaciándose lentamente y cada vez con menos potencia.
De pronto Penélope sintió que la boca de su hermana se plantaba por completo en su vulva ahogando con sus labios vaginales un poderoso grito de satisfacción y placer que lanzó Montserrat al reventar en un potente orgasmo que arrastró con ella la copiosa eyaculación de Ramsés el lo mas profundo de su vagina, depositando en su útero una interminable cantidad de semen tibio y espeso, bañando las ardientes entrañas de su mujercita que se sacudía ante los tremendos espasmos que estallaban en su sexualidad satisfecha y agradecida. Los gritos y gemidos de los tres llenaron el ambiente, en un ensordecedor canto libidinoso mezclando las tres voces que sin timidez alguna expresaban su satisfacción plena en esa inesperada y nueva etapa de sus vidas. Los tres estaban ya desnudos y sus cuerpos lucían brillantes por el sudor transpirado, los olores se confundían en el ambiente de la habitación ofreciendo a los olfatos la inconfundible fragancia del amor, Montserrat se dejo caer a encostado de Penélope mientras que Ramsés cayó sin fuerzas al otro lado de su cuñada, quedando Penélope en medio de los dos esposos creando un eslabón de unión entre ellos tres que iba a perdurar por toda la vida. Sin proponérselo las bocas de Ramsés y Penélope se volvieron a unir en un amoroso beso pero ahora frente a Montserrat quien sonrió dando su aprobación y permiso, levantándose un poco para poner su torso encima del pecho de su hermana y así poder alcanzar esas dos amadas bocas para así darse los amantes su primer beso triple, el primero de mil besos de ese tipo que se iban a dar en el futuro. Las tres lenguas se buscaron y se enredaron gustosas y felices saboreándose con las salivas y disfrutando los tres del secreto e intimo sabor de la sexualidad de Penélope, siendo esta la primera vez que Ramsés paladeaba ese anhelado manjar femenino.
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Una melancólica sonrisa invadió la cara de Penélope al recordar con todos sus detalles esa primera vez en que Ramsés participo con ellas en una cogida. Germán sentado en una de las sillas del antecomedor, había atraído hacia él a su tía abrazándola por la cintura mientras ella permanecía de pie apoyándose en Germán y le relataba en forma minuciosa todo lo sucedido aquella feliz noche de amor, en tanto que Penélope recordaba y hablaba Germán había liberado las soberbias chiches de su tía y las mamaba tranquilamente, sin prisas disfrutando del relato sensual, sintiendo como su fuerte verga presionaba por debajo de la suave tela del short. Él estaba atento a las palabras de su tía y disfrutaba pasando su boca de un pezón a otro mamándolos con fuerza, enardeciéndose por la docilidad de la hermana de su madre, que le permitía mamarle las chiches a su antojo mientras enredaba entre sus dedos el cabello de la nuca de su sobrino acariciándole la cabeza y besándolo en la frente de vez en vez, como agradeciéndole cada que le brindaba una sensación placentera, separando también sus brazos del cuerpo cuando él se los levantaba para así tener acceso a sus axilas limpias y perfumadas chupándoselas, besándoselas y lamiéndoselas sin objeción por parte de ella, que permanecía maleable a los antojos de su amado sobrino, sintiendo que también su vagina era atendida por la mano del muchacho masturbándola lenta y cadenciosamente habiéndola hecho separa sus piernas para recibir en su vulva y en su vagina las caricias suaves de su ahijado y sobrino.
Y así fue que se iniciaron las cosas con tu papá y nosotras... dijo Penélope con voz sensual por la excitación que le estaba provocando el muchacho... ¡Ay mi amor ya me calentaste la panochita otra vez y ya falta poco para que llegue la familia.
No le hace... dijo Germán soltando el pezón alargado que estaba mamando mientras metía y sacaba en la vagina sus dos dedos... tu sígueme contando, ¿Por qué cogías con mi papá a escondidas de mi mamá, a poco de veras no los dejaba coger?
Pues mira, mas que nada fue por lo que nos advirtió desde el principio, de no querer que cogiéramos él y yo... dijo Penélope casi con un hilo de voz por lo excitada que estaba de recordar y por la masturbación que le estaba dando Germán. Ya estaba totalmente mojada... y fue mas por no ocasionarle un disgusto, pero las cosas entre tu papá y yo ya habían ido muy lejos, como te lo conté, así que ya en la casa era muy difícil para tu papá aguantarse de no coger conmigo estando tan cerca. Pero mira mi amor quiero que me cojas ahorita aunque sea rapidito antes de que lleguen tus primos y tu tío, y después te sigo contando lo demás, ¿Si mi amor, me coges un poquito?
Claro que si Penny... dijo Germán mientras mamaba el otro pezón r rascaba con fuerza el punto G de su tía y frotaba con el pulgar el duro clítoris lleno al tope de la sangre que lo hinchaba desde su interior... te voy a dar toda la verga que necesites, vamos a mi cuarto.
Germán la levantó en brazos y la llevó hacia el cuarto de huéspedes, mientras le iba mamando un pezón provocándole una excitación mayor a su tía. Cargándola con una de las manos por las nalgas y acomodando su dedo pulgar para metérselo en la vagina haciéndola suspirar de placer, como preámbulo a la nueva cogida que le iba a dar su amado sobrino. Penélope en el trayecto iba observando como el muchacho le mamaba la chiche, veía como su pezón había desaparecido dentro de la boca de Germán y cómo se le hundían las mejillas en cada fuerte mamada que le daba al pezón y cómo su chiche se alargaba siguiendo a esa boca mamadora, ella por su parte se pellizcaba el otro pezón para aumentar su líbido, mientras que un grueso dedo se clavaba profundo en su vagina.