Una teoría compleja para un amor eterno, 1
Dos inicios distintos en dos épocas diferentes
CAPÍTULO I
GUIÓN PARA UNA LÁGRIMADE BUFÓN
(Marillion)
9 de Octubre de 2019
THE DEPARTURE SUITE (6:54)
The Leftovers (Los restos)
Julián.-
¿Qué hacer cuando eres el abandonado, cuando todo lo que has pensado que siempre iban a ser tus bases firmes no te sostienen?
¿Qué hacer cuando fracasas?
¿Te ríes? ¿lloras? ¿cronometras el dolor?
No sé lo que hacen los demás. Yo, por mi parte, me emborraché e intenté medir el dolor en botes cerveza. Y como no pude calcular la medida exacta ( probablemente por el terrible influjo del alcohol, de 4,5 % de la Mahou verde) lo intenté por canciones. Tristes epifanías en las que bailaba canciones hasta reventar. Borracho, drogado, meros intentos para alcanzar un limbo, para huir de un infierno.
Y me preguntaba ¿qué es el dolor? ¿cuál es la puta medida?
Las canciones se acumulaban en mi mente. No era la solución . No estaba ahí la respuesta. No la alcanzaba.
Y, tras desechar el alcohol, el dolor, las canciones (medidas todas ellas inconexas, inservibles) conseguí medirlas por número de lágrimas.
Las lágrimas dependen de la emoción, por eso miden tan certeramente tu personalidad, porque si no lloras, tu vida es infinita, es eterna, tu vida transcurre bien, pero cuando lloras … amigo,…cuando lloras, la vida se detiene y el dios del tiempo se divierte contigo. Se fuma algo, algo prohibido o se va con Dyonisos, o quizás con Loki y te hacen trizas.
Trizas de bacon, porque después de todo, somos carne y agua. Expuestas al tiempo, bacon seco, como un cerdo, como un animal. Ajeno al espíritu, al amor, la libertad; una triste exposición al examen de los demás, para que te entiendan, para que te amen, para que te odien, para que te obvien, con el propósito oculto de hacerte más fuerte, o más débil, o más unido o más alejado del amor.
Me pierdo. Me pierdo, y caigo. Caigo al pozo negro, oscuro, con un final abrupto, para romper mis huesos, mi cuerpo, mis ideales y, llegado el final, encontrar una especie de tranquilidad.
Dios, la quietud de la podredumbre, no tocarla. Es como la mierda que, en apariencia, está seca. Pero no lo está, está viva, está ahí. Si la tocas con un palo y levantas la primera capa olerá, y olerá mucho.
Mi vida fue una mierda. Ups, perdón, mi vida fue una definición de entropía, una evolución, una transformación porque no consiguió ser una definición de amor. Mi ilusión, mi sueño, todo mi ideal, resumido en cuatro letras A-M-O-R.
Pulso las teclas de mi teclado y simulo ser un pianista. Ya ves, un pianista. Qué ínfulas, Alberto, qué aires me doy. Sentado a tu lado, dos días después de tu muerte, en el cementerio; justo, justo, donde me dijiste que querías ser enterrado; justo, justo, donde no estás enterrado.
Pero hablábamos de medidas del dolor, de llorar, de lágrimas y unidades de tiempo.
Tiempo que se derrite como lo vaticinaba Dalí, relojes que no sirven de nada. Porque, dime amigo, ¿dónde está el reloj que te permite retroceder?. Todo es defectuoso, todo es deficiente. Tu amor era imperfecto y, por mucho que lucharas por él, por mucho que te sacrificaras por él, tu amor era incompleto, inútil, absurdo.
Una vez me dijo un amigo. “Hace falta mucho valor para amar, hay que ser muy valiente, porque amar es lo que nos separa”. Pura Utopía al Quinto Nivel, Utopía5. Yo le contesté alguna tontería sobre Aristóteles y su teoría del reír. Que nos diferencia de los monos, o algo así, probablemente mientras me zampaba un cubata de alcohol de garrafón. Ya ves, amigo, gilipolleces.
El tiempo se me escapa en lágrimas, las que vierto en tu imaginaria tumba. Porque lo gracioso es que al final, te quemaron. Zu Asche, Zu Staub ( A las cenizas, al polvo). Me he traído un radio casette, para poner un par de canciones, y me he traído un par de botes de cerveza Mahou (la clásica, la que te gustaba) y de reserva Estrella de Galicia (después de todo hago patria).
Para recordar un amigo, no hay como los gallegos de lluvia y calma . Los vascos son duros, de piedra blindada, los catalanes son demasiado firmes, los castellanos no quieren, ¿para qué? Si nos vamos a morir todos, los andaluces son de relámpago y por eso exageran el dolor y el resto, el resto, Alberto, me vas a perdonar, pero yo no soy Miguel Hernández. A mí no me traen los vientos del pueblo, yo no tengo vientos, no tengo pueblo, ni raíces. Yo soy viento, me escurro, soy libre porque soy viento. Nada me ata, salvo, al parecer, tu muerte. Raíces en el viento, una idea absurda, ilógica. Joder, Alberto, mira que te lo dije, te advertí, pero no podías dejarlo estar.
¡Qué cabrón! ¿cómo voy a poder seguir sin tu apoyo? Me cuesta un horror no llorar, poner esta puta cinta en el reproductor y decirme que todo esto lo hago por ti, cuando sé positivamente que no es verdad.
Nadie te va a recordar Alberto, nadie va a estar en tu tumba, nadie va a llorar tu muerte. Solo los idiotas. Eso es lo que pasa cuando somos los que quedan, los restos. Cuando los que nos amaban deciden que ya no valemos. Eso es lo que ocurre cuando somos los abandonados.
Me dijo el Joya que tu última canción fue la de “Adiós Reina mía” de Eskorbuto, pero yo intento traducir tu dolor a lo que yo siento.
La teoría de los vasos comunicantes, la teoría del dolor. Traducir tu canción en la mía. Reflejar tu dolor, tu vacío, en el mío.
¿Sabes? vengo a cometer un suicidio, a sacrificar mi ego en tu altar. No te creas, vengo preparado para ello. Me he traído la tranquilidad, me acompaña el vacío y el lacrimal seco. Mi alma, ay, Alberto, mi alma se quedó en 1996. Quiero contarte una historia, amigo mío… deja que me desahogue…
CAPITULO II
BREVE INTRODUCCIÓN AL CAOS
(Extremoduro)
Un día me contaron una historia. No sé si sabré reproducirla, el mero hecho de iniciar una simple traslación de datos a un papel ya pone a prueba mi autoestima. Ya sabéis, esa incertidumbre de saber si podré o no estar a la altura de vuestras expectativas, de llenar ese pozo sin fondo que es la inquietud, que nos arrastra, que nos invade. Y en esa “no certeza” me sumerjo y a ver qué encuentro, qué os puedo mostrar de esas oscuridades, de esas tristezas que, a veces, nos llevan sin saber dónde acabaremos.
Esta es la historia de Amaia y de cómo todo acto tiene una consecuencia… ahí va nada.
PEQUEÑAS BOMBAS DE TIEMPO
Martes 6 de Octubre de 2015
23:37
Driver´s Seat ( Sniff and the Tears) (3:59) 1.979
Amaia.-
Me gusta conducir por la noche. Esa sensación de soledad, pocos obstáculos en el camino, solo la obligación de respetar una línea continua, los faros iluminando el camino y kilómetros por delante.
En esta noche de invierno, circulando por la A-4 por Castilla-La Mancha, pasado Despeñaperros, con la calefacción puesta y la radio a un volumen moderado, mi vida transcurre lenta y apacible.
Con tranquilidad, sin ningún sobresalto especial, simplemente conduciendo, reduciendo kilómetros y kilómetros y escuchando una emisora.
Llevo algunos minutos con esta cadena y las tres canciones que he oído son estupendas, “Road to hell” de Chris Rea (1.989), “Diggin´ a grave´” de Micah P. Hinson (2006 ) “Innocent when you dream” de Tom Waits (1.986), todas ellas me llenan de una nostalgia que abarca mi alma pero que no consigo definir. Como un olor lejano, que te lleva a un sitio familiar que ya tenías olvidado, es esa memoria olfativa que tenemos.
Es curioso cómo funciona nuestro cerebro, de repente, el olor de un guiso te transporta a años luz, a tu infancia, a través del tiempo, de la felicidad, a través del dolor. He leído cosas sobre el bulbo olfatorio, el sistema límbico del cerebro, la amígdala y el hipocampo. Términos científicos, fríos, que definen una emoción tan intensa como es llevarte a un momento determinado.
Según he leído, la memoria auditiva no funciona igual porque lo hace a corto plazo, no te transporta más allá de tres o cuatro segundos, pero, entonces, ¿por qué me parece recordar esta secuencia de canciones?
Entonces oigo la voz del locutor:
“La vida de Micah es la fuente de la tristeza que empapa de melancolía y dolor sus canciones. Con dieciocho años se enamoró perdidamente de una mujer mayor, modelo de Vogue, alocada, peligrosa, una mujer que le empujó por un camino destructivo que le condujo en pocos años al fondo de un pozo de alcohol, drogas y pequeños delitos que daría lugar a que acabara preso cuando fue detenido por falsificar recetas.
Cuando salió de la cárcel con veinte años era un sintecho. Se hospedaba en suelos de cuartos conocidos y encontró trabajo en una empresa de telemárketin. Durante ese tiempo, Micah escribía compulsivamente temas que iban almacenándose en cajones.
En el invierno de 2003 su suerte cambio iniciando su lenta salida del infierno. Unos viejos amigos de Texas, que tenían una banda (The Earlies), revisaron esas canciones y de aquello salió, “Micah P. Hinson and the Gospel of Progress” , su primer disco. Desde entonces las buenas críticas no han parado de llegar y todo ese apoyo ha rehabilitado a un Hinson que a sus veinticuatro años sacaba su segundo disco, “Baby And The Satellite”, y un año después el tercero, “Micah P. Hinson And The Opera Circuit”.
De este maravilloso trabajo hemos oído la canción “Diggin´a grave”.
Casi me salí de la carretera. Esa voz, grave, profunda, seria pero envolvente. Yo había oído esa voz antes. De repente, era como estar en un agujero de gusano que me desplazaba a través de su garganta a un tiempo lejano.
Esa voz, me dije, esa voz … es la de Julián.
No. No podía ser. ¿Tantos años sin saber de él y ahora, así, de pronto…? Demasiada coincidencia, seguramente serían las horas que llevaba conduciendo, el cansancio acumulado. Después de todo, no había parado ni en doscientos kilómetros ni a las dos horas de viaje. Mañana notaría en mi lumbago la posición. Soy una dama fuerte, es cierto, pero soy una dama mayor.
Julián, …mi Julián y empecé a llorar. No lo entendía, no había ningún sentido para eso, ¿por qué empecé a llorar? ¿El calor del coche, la calefacción, la música?
Pero no fue eso, qué va, fue esa voz. La voz de Julián. Tuve que salir de la autopista y estacionar el auto. No dejaba de llorar, mis ojos segregaban lágrimas sin contención alguna y no podía entenderlo.
Ni siquiera pude salir del coche. Era imposible detener esa acumulación de aflicción. Escuché dos canciones más, “Lobo López”de Kiko Veneno, “Camarón” de Pata Negra y volví a escuchar su voz:
“En el año 2003 Los Delinqüentes editaron un nuevo trabajo “Arquitectura del aire en la calle” ,su segundo brindis al sol, su segundo canto a la libertad antes de que cayera uno de sus miembros más espectaculares, “Er Migue”. El día 6 de julio de 2004 Miguel Ángel Benítez Gómez “Er Matajare” falleció de una parada cardíaca. Tenía solo 21 años. Muchos le llamábamos “ Er Migue” pero él era “Er Matajare”. Me encuentro todos los días con personas que son llamadas por nombres que no son los suyos. A algunos los llaman humoristas, a otros deportistas de élite y a otros héroes, pero todos ellos tienen algo en común. Todos, están bautizados por el pueblo. Estás escuchando “La última onda” y yo soy Julián López Alcántara retransmitiendo desde la trinchera”
Era Julián. Sí, era Julián. Y oyendo el último verso de “Amor plutónico” de Los Delinqüentes seguí mi camino a Madrid.
“Que nuestro amor no puede ser,
tú eres de Plutón, yo soy de Jerez.”
Mañana me espera un día duro de trabajo. Llegaré tarde al piso que tengo en Madrid, esa vivienda que pacté con mi esposo en la liquidación de gananciales que acompañé a nuestra demanda de divorcio de común acuerdo. Es lo bueno de tener pruebas de las constantes infidelidades de tu esposo, se acompleja y te da un poco más de lo que te corresponde, pero solo un poco, lo justo para equilibrar quince años de pérdida total y absoluta de tiempo.
En el momento en que percibes que lo mejor de tu matrimonio son los dos hijos que has tenido con el cabrón de tu marido es cuando debes acudir a tu abogado más íntimo e iniciar los trámites que finiquiten la convivencia matrimonial.
Lo más doloroso, sin duda, fue que mi perfecto marido ni siquiera fue fiel el primer año de nuestro común proyecto. Y aguanté, bien sabe dios que hice lo imposible por lograr que nuestro matrimonio funcionara. Soporté primero sus borracheras, sus llegadas a destiempo al hogar, sus broncas, sus lamentaciones. Incluso me quedé dos veces embarazada pensando, ilusa de mí, que con la responsabilidad que generaba alimentar a dos niños, mi infiel esposo cambiaría de actitud.
Bobadas. Ni cambió, ni cambiará, un tigre no puede ocultar sus rayas. Si añadimos que Juan Carlos es más bien limitadito de cerebro, pues eso, la combinación perfecta. Está claro que cuanto más grande la tienen los hombres más lerdos son.
Porque lo cierto es que calza 22 cm. de verga. Un pollón, vamos, no me podía quejar de eso. Buena verga y conocimiento eficiente de su manejo a la hora de practicar sexo aunque poco atento si he de ser sincera porque eso de estar abierta de piernas durante 30 minutos está bien los primeros meses, pero cuando ya tienes tu sexo tan abierto necesitas algo más. Necesitas atención, mimos, el post-partido, y en eso Juan Carlos fracasaba estrepitosamente.
Me empotraba contra la pared, me subía una de las dos piernas y me hundía su falo hasta el fondo, 5, 10, 15 minutos, siendo perforada, aguantando levantada con la punta del dedo gordo de mi pie izquierdo. Dentro, fuera, dentro, fuera, una vez más, y más y más. Me abrazaba a su espalda, sudaba la gota gorda mientras notaba mis pechos aplastados.
Mecánicamente, un polvo industrial, toda la revolución industrial del siglo XVIII entrando en mi coño mojado, ardiente. Joder, era la gloria, pero no había caricias, no había besos, apenas un pezón chupado o una lamida en el cuello, un beso en la boca de vez en cuando.
Eso sí, a la hora de correrse, la boca bien abierta y la lengua preparada para recoger todo ese semen que me echaba y sin quejas, Amaia. Que esta leche te gusta mucho, cielo y te viene bien para el cutis.
Y yo, como una tonta, tragando semen, dejándole el rabo bien limpito, recogiendo con mis dedos el semen que se me escurría por los labios para enseñárselo a él, demostrarle que podía ser tan guarra como las demás. “Qué puta eres” solía decirme mientras me llenaba o mientras me observaba tragando. “Soy tu zorrita, amor, solo tuya” le contestaba, pensando que eso era lo más sexy del mundo.
Y a los seis meses el inicio del fin…
DOS PRINCESAS. Spin doctors (4:23) (1.993)
Miércoles 7 de octubre de 2015
AMAIA.-
De vuelta en Madrid tras casi 15 años de ausencia. Echaba de menos esta ciudad. Y lo cierto es que no me podía quejar, las cosas no me habían ido nada mal. Tras descubrir las infidelidades de Juan Carlos decidí independizarme, y no solo sexualmente, decidí emprender una aventura en forma de Academia de Inglés.
Totalmente revolucionario por aquél entonces, en el lejano 2005. Un ambiente discreto, profesoras nativas, decoración muy británica y algunos acuerdos con colegios irlandeses y escoceses que permitían el intercambio de alumnos durante el verano.
Está mal que lo diga, pero me fue muy bien, hasta el punto de que abrí otras academias a lo largo de la Costa del Sol y de la Costa Blanca. Fijé mi próximo destino en Madrid. No lo necesitaba pero, por alguna extraña razón, sentía que debía iniciar algo en el centro.
Tuve una serie de entrevistas con tres propietarios de diferentes locales que consideré aptos para poder iniciar mi actividad en mi ciudad de nacimiento. Se me dan bien la reuniones con terceros, soy una auténtica mujer de negocios, sin tener que ser ni dura ni implacable, aplicando una simple lógica de negocios, cerrando tratos con los dueños de locales que me permitan obtener un respiro para el caso de que existan dificultades, pero es verdad que, respecto a todo el trámite administrativo, siempre es necesaria una ayuda profesional porque, de lo contrario, la burocracia te absorbe. Pero ¿quién, quién podría ser mi asesor?
Meditaba en tales asuntos cuando decidí entrar en aquella cafetería. No puedo decir que la eligiera por nada especial, solo era un local más, de los muchos que había en esa calle céntrica, solo uno más, pero el destino es así de caprichoso, te espera en el sitio más insospechado, pero me estoy perdiendo, lo cierto es que entré y me dirigí a la barra para pedir un capuchino.
-Oiga, disculpe, pero estaba yo antes, me advirtió una mujer de mi edad, elegante, 1,75 de altura, morena y de ojos verdes.
-Perdone, respondí, no me había dado cuenta, pensé que ya estaba usted atendida.
-No pasa nada, Amaia, me dijo
-Perdón ¿nos conocemos?
-Pues claro que sí, de toda la vida. ¿Ya no te acuerdas de tu amiga Lucía?
-Lucía, no me lo puedo creer, eres tú. Dios mío, cuánto tiempo y qué cambiada estás.
-¿Verdad? No estoy nada mal para tener 40 años, dale a las gracias a mi cirujano y al cabrón de mi ex marido que me costeó las operaciones.
-¿Te has operado? Pregunté
-Nada, apenas un par de retoques. Un poco la nariz, una lipectomía y una liposucción, nada importante, lo suficiente para quitarme todo lo que me sobraba después de la depresión que agarré cuando descubrí que Luis me engañaba con su secretaria. No sé qué me dolió más, si el hecho de que no pareciera importarle que le hubiera descubierto o lo típico de su engaño.
-¿Luis, dices?
-Sí, Luis, el mejor amigo de Juan Carlos, tu marido. Me casé con él unos años después de que os casarais.
-No me acuerdo, chica.
-No te acuerdas, porque no vinisteis a nuestra boda, Amaia.
-Perdóname, no me enteré.
-Lo sé, cariño. No os invitamos. Por aquél entonces Luis discutió con Juan Carlos aunque nunca averigüé por qué.
-A saber, Juan Carlos siempre ha sido un hombre de muchos secretos. Demasiados, diría yo. Veo que superaste tu depresión.
-Por supuesto que sí. Yo puedo caer pero siempre me levanto. Tal y como te he dicho, me hice unos pequeños retoques y luego me dediqué a llevar una vida sana. Ya sabes, gimnasio, buena alimentación y buen sexo, cuando surge, claro. Y dime ¿Qué haces por aquí?
-Vamos a sentarnos y te lo cuento mientras tomamos un café.
Nos sentamos en una mesa discreta y continuamos la conversación de viejas amigas.
-Te veo muy bien Amaia, ¿cómo te trata la vida?
-La verdad es que muy bien Lucía, he montado una empresa dedicada a la enseñanza del inglés y he pensado en abrir en Madrid una o dos academias. Quieras o no, Madrid es la capital, hay mucho negocio aquí y donde hay negocio hay necesidad del inglés. Tengo ciertos contactos con Irlanda y Escocia pero quiero ampliar a Estados Unidos y para llegar allí tienes que tener algo en Madrid o Barcelona.
El caso es que estoy pensando que necesito un asesor competente y, la verdad, no sé a quién contratar, ¿ tú no conocerás a alguien? Pero alguien competente.
-Pues la verdad es que sí, y es perfecto. Solo tiene una pega…
-Si es el dinero no hay problema siempre y cuando sea un profesional de tomo y lomo. Ya sabes, astuto, inteligente, capaz…
-Es todo eso y más pero el despacho lo tiene en las afueras. Además lo mismo hasta lo conoces y todo.
-¿Debería conocerlo?
-No lo sé, se llama Albert y es el marido de la que fue tu amiga Fran. Ya sabes, la moralista, la que estaba metida en todas las causas humanitarias.
-Fran, Fran, ah sí, ya sé quién es, la que era voluntaria en ese centro de desintoxicación. –simulé haberla olvidado- Ya me acuerdo, era también conocida de Julián.
-Esa, esa. Ya vas recordando. Qué tiempos aquellos.
-Albert, me suena. ¿Era ese chico que andaba siempre con el yonki ese? Me parece verle ahora mismo, chaqueta negra de cuero, vaqueros elásticos, camisa negra, sí, el anarquista. ¿Dices que es asesor?
-Y de los buenos, Amaia. Estuvo llevando casos delicados, he oído decir a Luis que fue abogado de traficantes, se dice que estuvo dirigiendo ciertos grupos violentos anarquistas y a los skin heads. No sé si será de tu estilo. Pero lo que sí te puedo decir es que a mí me llevó el divorcio su socia Isabel y le sacó hasta los higadillos a Luis. Gracias a ella ahora vivo estupendamente y, encima, Albert me inscribió en una serie de cursos de formación gratuitos sobre publicidad y gracias a ellos ahora trabajo en una Agencia de Publicidad.
- ¿Y dices que está en las afueras?
-Sí, ellos tienen un concepto extraño sobre ser abogado, ya sabes, el tema de la labor social y esas cosas. Parece mentira que siendo tan inteligente lo poco que sabe de la vida.
-¿No tendrás una tarjeta de él?
-Pues claro que sí, cariño, anda toma.
-¿Sabes Lucía? Qué extraño me está pareciendo todo.
-¿Y eso?
-Verás, anoche conducía con mi coche y oí la voz de Julián por la radio, hoy te encuentro en esta cafetería, de repente me veo transportada a 1996.
- Ah sí, Julián, aquél novio que tuviste. Ja, ja, ja. Sí, al final ha conseguido levantar algo de cabeza y mira que empezó mal, estuvo perdido dos o tres años después de que lo dejarais, algunos dicen que estuvo metido en drogas.
-¿Julián, traficante de drogas?
- Ja, ja, ja, no tonta, yonki, Julián por lo visto cayó en la droga. Dios sabe por qué, pero estuvo a punto de palmarla de una sobredosis. Desapareció por completo y me dijeron que apareció medio muerto junto a la vía de un tren poco después de que sus padres murieran en un accidente de tráfico. Al final consiguió recuperarse, heredó la fortuna de sus padres. Aunque estaban de capa caída, sí que pudo conseguir un pellizco bastante importante y montó un Bar de Copas, “El Juli” creo que se llama, qué egocéntrico, por Dios.
-¿Dices que cayó en la droga?, -pregunté sin poder dar crédito a lo que oía. ¿Julián, mi Julián en la droga? ¿Por qué?, si él era un voluntario convencido de un centro de desintoxicación . Había luchado siempre contra la droga, habría salvado la vida de centenares de drogadictos. Mi Julián y Fran estaban siempre al pie del cañón en esos temas. Siempre comprometidos con los servicios sociales, hasta ayudó al amigo ese de Albert. ¿Qué había pasado?-
-Sí, ahora que lo pienso, menos mal que Juan Carlos y yo hicimos esa apuesta, ¿no?
-¿Apuesta, qué apuesta? Inquirí interesada
-Bueno, una tontería, Amaia. ¿No te lo contó Juan Carlos?, Ja, ja, gracias a esa apuesta acabaste saliendo con Juan Carlos.
¿Cómo?, pensé, ¿una apuesta? ¿qué estaba diciendo?
Puse la mejor de mis sonrisas y le insté a continuar.
- Cuenta, cuenta, me tienes en ascuas
-¿No te lo ha contado Juan Carlos?, Ja, ja, ja, pues sí, cariño . Por aquél entonces estabais saliendo Julián y tú y, entre nosotras, erais el escándalo de la zona la chica bien y el gamberrete revolucionario de dos familias acomodadas. La verdad es que no pegabais ni con cola, ja, ja, ja.
Tú apenas tenías amigas, ya no ibas con Fran, “me molestan esos aires de superioridad que tiene” me decías constantemente. “Parece la mujer perfecta, debería sacarse esa escoba que tiene metida por el culo y, de paso alejarse de “mi Julián”. Siempre decías eso, Amaia, “mi Julián”.
Aquello se estaba poniendo interesante
-Es verdad, Lucía, ya no me acordaba, qué buena memoria tienes. Y, dime, que pasó después.
-Ay, cariño cómo te gusta sonsacarme. Pues verás, un día estábamos sentados en un banco Juan Carlos y yo, no me preguntes por qué, ya no me acuerdo del motivo, pero estábamos sentados fumándonos un porro de “maría”, pero de la buena, no de ese hachís de mierda que fumaban los chicos del barrio de al lado. Y, entonces, os vimos juntos a ti y a Julián, juntos, de la mano, y Juan Carlos soltó, “Qué buena está Amaia y qué suerte tiene el hijoputa ese” no veas cómo te quería ya por aquél entonces Juan Carlos.
“Seguro, pensé, por eso me puso los cuernos tantas veces”.
-Sí, siempre me ha querido muchísimo, deberías ver cómo nos respetamos, Lucía
-Lo sé, tuviste mucha suerte. El caso es que entre calada y calada le dije a Juan Carlos que si tanto le interesabas, por qué no iba a por ti. Total, un chico tan guapo, coqueto y con tan buena planta y de buena familia no le costaría mucho conquistarte. Pero él no lo tenía tan claro, “Qué va Lucía, ella está coladísima por Julián, está fuera de mi alcance”
Qué bien lo sabía el muy cabrón.
-Juan Carlos siempre se ha creído menos de lo que verdaderamente vale -mentí descaradamente-.
-Eso mismo le dije yo, cariño, y aposté con él que yo conseguiría que tú te fijases en él como muy tarde el día de tu cumpleaños para el que solo faltaban 15 días. Y el resto es historia, cariño. Te hablé de lo mucho que valía Juan Carlos y de lo poco que te valoraba Julián y al final hiciste la elección lógica. ¿Sabes? creo que es de esas cosas de las que más orgullosa me siento. Te veo así, tan guapa, tan inteligente, tan emprendedora y me digo. “hice bien”.
“Puta, puta, puta, cabrona, cabrona, tú, tú -me resistía a soltarle una bofetada para borrarle esa sonrisa de hija de la gran puta de la cara-. Tú, tú, me buscaste la ruina, zorra, desgraciada”.
-¿Y cuál fue la contraprestación, Lucía?
-¿Qué contraprestación, cariño?
-Bueno, amiga, si algo me ha enseñado hacer negocios es que siempre hay una contraprestación. Yo hago algo por ti, tú haces algo por mí.
-Ah, ja, ja, ja, verás, por aquél entonces yo no estaba muy en mis cabales, ya sabes, las drogas y eso pero reconozco que Julián me ponía muchísimo, y como yo sabía que no estabais hechos el uno para el otro, pues …
-Acordaste con Juan Carlos que él haría para que Julián cortara conmigo y tú para que yo cortara con él, ¿es así?
-En realidad, no. Acordamos que si él conseguía conquistarte me daría 25.000,00 pesetas.
Qué barato trabajó mi querida amiga, reflexioné.
-Pues yo habría pensado que lo suyo era que él me conquistaba y tú conquistabas a Julián.
-Para nada, yo tonta no soy, cariño.
-¿Y eso?
-Verás Amaia, yo sabía que Julián te amaba con locura y que no soportaría que le dejaras. Estaba claro que si le abandonabas le romperías el corazón y yo lo único que tenía que hacer era recoger los pedazos de su orgullo. Si encima me sacaba 25.000,00 pesetas pues mejor ¿no?
-Ja, ja, ja, -sonreí cínicamente-, vaya y, dime, ¿te salió bien el plan? ¿conseguiste acostarte con Julián?
-No, qué va, cariño. No volví a verle, y mira que le busqué y pregunté por él. De repente se esfumó. Me acerqué a ese Centro de desintoxicación en el que colaboraba y no supieron darme paradero, Fran ni me contestó, pero esa ya hacía tiempo que no me podía ver. Hasta pregunté a Albert pero se limitó a mirarme, a ladear su cabeza sobre su hombro derecho y, con una sonrisa rara, me dijo: “No lo sé, pero si lo supiera, no te lo diría.”
¿Sabes? recuerdo que me pareció un payaso ese día. Qué vueltas da la vida, años después se hizo abogado y su compañera me llevó el divorcio y me levantó de la miseria. Ya ves, aquí estoy, aconsejándote que vayas para que te asesore y hablando de lo majo que es.
En serio ve a verle. Es bueno. Muy bueno.
-Sí, es posible que vaya a verle -dije con desgana-
-Eso está bien, Amaia, no te vas a arrepentir. Por cierto, dale recuerdos a Juan Carlos.
-Lo dudo mucho, Lucía. Hace dos años que me divorcié de él
-Huy, pues no sabía nada de eso, cariño.
-Sí, verás, me puso los cuernos a los seis meses de casarme y aguanté todo lo que pude hasta que me cansé de ser la cornuda oficial de Málaga. Pero pude crear mi propia empresa con mi dinero y con mi esfuerzo hasta que decidí que quería iniciar una nueva vida sin anclas del pasado y, créeme “amiga”, Juan Carlos era un ancla, más bien un lastre alcohólico y traicionero.
-Lo siento, mucho Amaia
-No te preocupes, se la devolví, con creces.
-Has tenido que sufrir mucho, cariño. Sé lo que es. ¿Puedo ayudarte en algo?
-No gracias, ya me ayudaste demasiado ¿no te parece?
- ¿Vas a ver a Julián?
-Adiós, Lucía, le dije sin responder mientras pensaba “a ti te lo voy a decir, chafardera de mierda”
NOTA: Este relato continúa narrado por Fran.