Una temporada en el paraiso (2)
Una pareja novata que comienza a conocer la realidad de los gustos de sus recientes amigos.
Carlos y Laura llegaron a la habitación y cerraron la puerta detrás de ellos. El se aflojó la ropa y se sentó en el borde de la cama, y haciéndole una seña a Laura le indicó que se sentase a su lado. Ella lo obedeció y en cuanto se sentó Carlos la recompensó con un delicioso beso en el que se enredaron sus bocas, sus lenguas, y sus ardientes deseos por varios minutos.
-Te gustó ¿cierto?- le preguntó Carlos en cuanto se separaron
-Si, mucho.- respondió ella
Carlos apoyó la mano sobre la rodilla de ella. Mientras que hablaban la deslizaba lentamente hacia arriba. Podía sentir la suavidad de su piel en su mano, podía apreciar el calor de su piel debajo de sus dedos, y casi podia sentirla temblar con su contacto.
-A mi tambien me gustó mucho, Laura.- le dijo él palmeandole sus muslos
-¿Que pensas?- le preguntó a continuación
-¿De que? -preguntó ella intentando evitar la respuesta
-De lo que hizo Roberto al final.- aclaró él
-¿Sabes lo que hizo no?- preguntó
-Creo que los dos nos imaginamos.- respondio ella mientras el sentía como sus muslos se tensaban al pensar la respuesta
-Si, pero que pensas- le insistió él subiendo su mano sobre su pubis, sintiendolo mojado completamente
Ella no respondió. Solo se limitó a apoyar su cabeza sobre el hombro de Carlos. Fue una respuesta mas que elocuente. Sumado a la humedad y el calor que sentía debajo de sus dedos Carlos supo lo que iba a suceder.
-¿Serías capaz de hacer lo que yo te pidiera sin preguntar ni objetar nada?- le preguntó él al oido.
-Si mi amor.- le susurró ella al oído mientras acariciaba con sus manos la entrepierna de él
-¿Absolutamente todo?- insistió él
-Soy toda tuya- dijo ella dejando caer su espalda sobre la cama y entreabriendo sus labios.
La mano de él recorrió el borde de su falda, acarició su rodilla y comenzó a subir lentamente. Laura respiraba agitada. Suavemente abría sus piernas, dejando pasar esas caricias por donde él deseara. El calor de ese contacto inundaba la habitación y las miradas decían todo sin necesidad de palabras. Inclinándose sobre ella Carlos deslizó una mano dentro del escote del vestido, y lentamente los breteles comenzaron a correrse de costado dejando a la vista las primeras carnes de sus deliciosos pechos.
Poco tardó el en desnudarla por completo, y menos aún en cubrirla de interminables besos haciéndola retorcerse en un éxtasis de placer. Laura, ya excitada de antemano sintió que su sangre le hervía, que su cuerpo flotaba, entregada a su amor. Ansiosa y caliente, estiró la mano hasta el cinturón del pantalón de Carlos, desabrochandolo por completo. Mientras ella desabrochaba el pantalón, el se iba desabotonando rápidamente la camisa. Una mano de Laura comenzó a acariciar su pecho mientras la otra continuaba abriendo el pantalón, bajando su cremallera y corriendolo torpemente hacia abajo. Por fin, de entre la ropa de él saltó a la vista su enrojecido e inflamado pene. Sin darle tiempo a nada Laura lo tomó entre sus dedos y comenzó un suave movimiento de sube y baja, recorriendolo de punta a punta. Carlos la miraba a los ojos y ambos se sonreían.
Laura entonces bajó su rostro hacia la entrepierna de él, y sin dejar de miralo a los ojos comenzó a engullirlo. Primero con la punta de sus labios, luego ya mas adentro de la boca, chupando con fuerzas. Carlos gemía y gozaba como loco. Sus manos acompañaban el lento vaiven de la cabeza de ella, apoyados sobre sus suaves cabellos. Sus ojos entrecerrados en un disfrute total, mordiendo su labio inferior, sintiendo como su amada le daba placer.
De repente, el la tomó del rostro y la quitó de donde estaba. Con cierta violencia, pero sin lastimarla la arrojó de espaldas sobre el colchón. Luego la tomó de las rodillas y las abrió amplia y violentamente. Ella se sintió volar al sentirse deseada tan salvajemente, al saberlo transformado. Su rostro se llenó de deseo y eso excitó aún mas a Carlos. Casi como en una zambullida cayó entre sus piernas con su rostro sobre su pubis. El cuerpo de Laura temblaba, sus manos abiertas sosteniendose del colchón.
Carlos no fue directo a su objetivo, se tomó su tiempo. Con delicados besos y caricias fue recorriendo los muslos, el pubis, toda la entrepierna de Laura. Ella volaba de deseo. Deseaba con locura que él la tomara, que la poseyera, que se enterrara dentro de ella y la abriera al medio. La lengua de Carlos abriendo su sexo suavemente, explorando su clítoris, acariciando la puerta de su vagina, la hizo enloquecer y dar extraños grititos y alaridos de placer.
En menos de lo que ella se dió cuenta Carlos había subido sobre ella y se preparaba para penetrarla. Cuando lo hizo, ella se sintió en el cielo. Su verga suave y caliente la abría suave pero implacablemente, la acariciaba en profundidad, la hacía volar de placer. Tomándolo de las nalgas, ella lo apretó dentro suyo. Lo deseaba alli por siempre. No quería dejarlo escapar. El lento y profundo movimiento de Carlos arrancó los primeros gemidos de ella. Estaba muy caliente, muy excitada ya como para aguantar mas. Su pubis se movía al compás del de él.
El calor y la pasión subieron hasta límites increibles. Tremendamente excitados, ambos desbordaron una pasión que no habían sentido nunca antes. Cruzando sus piernas detrás de él Laura lo apretaba fuertemente hacia ella, como tratando de meterlo aun mas adentro. Con las manos entrelazadas y sus brazos abiertos en cruz ambos se agitaron un buen rato. Casi como si un rayo hubiera impactado en el cuarto, el orgasmo de los dos llegó y los sacudió violentamente. Gemidos y gritos guturales acompañaron el mejor orgasmo que hubieran tenido en varios años. Por varios minutos continuaron temblando hasta que una calma infinita los envolvió a los dos. Exhaustos, rendidos, traspirados, los cuerpos de los dos quedaron en la cópula por largos minutos.
Cuando por fin reaccionaron nuevamente, un profundo beso de amor unió sus labios. Se miraron con ternura y se acariciaron el uno al otro. Se acomodaron en la cama y cayeron profundamente dormidos.
Una hora despues, los sobresaltó el teléfono de la habitación. Carlos se preguntaba quien podía ser. Del otro lado del teléfono una voz familiar lo despertó.
-¿Carlos?- se escuchó
-¿Roberto?- respondió extrañado Carlos
-Perdoname ¿estabas durmiendo?- se disculpó
-Bueno... solo estaba descansando de una noche maravillosa.- dijo mirando a Laura que aun continuaba durmiendo.
-Me alegro.- dijo Roberto
-Te llamaba para invitarte a ver algo que estoy seguro te va a gustar.- agregó Roberto
-Pero si ya estabas durmiendo, no quiero molestarte.- continuó
-Hmm.. la verdad, si, estaba durmiendo, pero me dejas con mucha curiosidad.- dijo sonriendo Carlos
-Creeme, vale la pena que te levantes y vengas.- dijo riendo Roberto desde el otro lado
-Bueno, pero... ¿y Laura? ella está durmiendo.- se contrarió Carlos
- No te preocupes por Laura. Solo serán unos minutos, despues volves con ella.- resolvió Roberto
-Bueno... dame 5 minutos, me visto y bajo.- aceptó Carlos
-Ok, nos vemos en 5 minutos en el Lobby.-
Carlos se levantó de la cama haciendo el menor ruido posible. En silencio tomó sus pantalones y su camisa y se vistió. Se arregló un poco la cara y el pelo frente al espejo, y despues de dejar una nota a Laura por si se despertaba, tomó las llaves de la habitación y salió.
En el amplio lobby del hotel había varios sillones de pana. Algo de iluminación difusa gracias a lámparas de bronce a los costados, y una música funcional muy suave y agradable. Sentado en el medio de los sillones estaba Roberto, con un vaso de whisky en su mano, haciendo girar sus hielos y esperando. En cuanto lo vió a Carlos, se puso de pie y lo invitó a sentarse a su lado.
-¡Carlos! Vení, sentate acá que tengo algo para contarte.- le dijo con una amplia sonrisa
Curioso y extrañado, Carlos caminó hasta él y despues de saludarlo se sentó a su lado. Roberto llamó al barman y le preguntó a Carlos qué iba a tomar. Carlos, sorprendido, solo atinó a elegir un Martini seco. Los dos se miraban y tomaban sus bebidas, hasta que Roberto rompió el silencio.
-Bueno Carlos. Primera noche aqui ¿verdad?- le preguntó
-Si, claro. Ya sabés, es la primera vez que venimos los dos.- respondió Carlos
-¡Bien! Contame... ¿como la viste a Laura esta noche? ¿algo especial?.- preguntó
-A decir verdad, estaba muy cariñosa.- respondió Carlos
-Pero No vine a hablar de mis intimidades, vos me dijiste que tenías algo para mostrarme.- agregó
-Bueno, no te sientas molesto. Te puedo asegurar que yo tengo cosas mucho mas íntimas para mostrarte.- respondió con una sonrisa y minimizando la queja de Carlos.
-¿Te puedo hacer una pregunta mas?- dijo Roberto
-Bueno- arriesgó Carlos
-Te acordas del casino supongo. Bien... y supongo que tambien te acordarás de lo que hizo Patricia ¿no?.- preguntó Roberto
-Si, claro que me acuerdo. Me acuerdo perfectamente.- dijo Carlos mientras sentía algo de verguenza por sus deseos oscuros con la esposa de su amigo.
-¿Te gusta Patricia?- preguntó directamente Roberto
-¡Claro que me gusta! Es una mujer muy sensual y muy bella. Pero es tu mujer. ¿no?- dijo Carlos dejando en claro las cosas.
-Bien. Lo suponía.- sonrió él
-Y creo que no sos el único.- agregó sin romper su sonrisa
-Si, la verdad, esa mujer es la envidia de todo hombre.- rió Carlos
-Laura tampoco se queda atrás.- comentó Roberto
-No, la verdad que no... ja ja ja .- rió Carlos
-Todos los hombres me la miran.- agregó
-Si, sobre todo cuando se saca la bombacha en público.- dijo Roberto guiñandole el ojo
-¿Que querés decir?- dijo Carlos un poco enojado
-No quiero decir nada. Solo quiero que lo descubras por vos mismo.- dijo Roberto sin perder su buen humor.
-¿Que tengo que descubrir?- dijo intrigado Carlos
-Mira. La primera vez que vine a este lugar, hace unos tres años, nos pasó algo parecido a lo que les pasó a Uds. Claro que en ese momento Patricia y yo estabamos tan sorprendidos como vos y Laura. Pero un amigo me hizo las mismas preguntas que yo te hago a vos. Esa noche, despues del casino Patricia y yo tuvimos el mejor sexo que habíamos tenido en nuestras vidas. En cuanto llegué a la habitación, el sexo de ella chorreaba aguas por sus piernas y si la hubiera dejado, me hacia el amor ella a mi.- contó Roberto
- Hasta alli todo era lo que vos sabes hasta el momento. Pero luego mi amigo me acompañó a un lado y me mostró algo que me cambió la vida. Lo mismo que te voy a mostrar yo ahora.- continuó poniendose de pie
-Acompañame- dijo finalmente dejando el vaso en la mesa
Carlos lo observó y la adrenalina le subió a mil. Apoyó su Martini sobre la mesa y se dispuso a seguirlo. Caminaron hasta el ascensor y esperaron dos minutos, que a Carlos le parecieron eternos, hasta que abriera sus puertas. Una vez adentro Roberto tomó la tarjeta magnética de su bolsillo, la insertó en el control del asensor y el indicador del PentHouse se iluminó solo. Las puertas se cerraron, y el ascensor comenzó a subir. Carlos sentía mucha curiosidad por lo que iba a encontrar alli arriba.
En cuanto se abrieron las puertas Roberto salió del ascensor y caminó por un pasillo al costado abriendo una puerta secundaria. Una cómoda pero pequeña sala de unos 3 x 5 mts se iluminó tenuemente ante ellos. Un espejo de pared a pared cubría una de las paredes de 5mts, mientras dos sillones muy cómodos miraban al espejo. Roberto invitó a sentarse a Carlos y de un frigobar al medio de ambos sillones sacó algunas bebidas que ofreció a su amigo.
Roberto miró la hora en su muñeca y sonrió. Se acomodó el en sillón, y tomando el teléfono que estaba a su lado marcó un número.
-¿Estas lista?- preguntó
-Bien.. si... yo estoy con mi amigo Carlos acá en el salón.- agregó
-Bueno, te espero.-
Roberto cortó el telefono y con una sonrisa renovada se acomodó en el sillón a esperar. Carlos sentía como los nervios y la curiosidad lo comían, pero confiaba en su amigo.
De repente, la puerta de la habitación se abrió y por ella entró una figura femenina algo extraña. Un vestido rojo, tremendamente escotado le caía a la perfeccion. Un tajo amplio y profundo mostraba sus piernas. Pero cuando Carlos vió el rostro, su corazón se sobresaltó.
-¡Patricia!- dijo sorprendido
-Si Carlos. Yo misma.- respondió ella sonriendole
-Veo que no necesitas presentaciones.- rió Roberto
-Te ves esplendida.- dijo Roberto a Patricia
-Si, la verdad, estas infartante.- rió Carlos algo desinhibido por la bebida
-¿Te gusto?- dijo ella apoyandole uno de los pies sobre su rodilla y mostrándole toda la pierna casi hasta su pubis.
Carlos se ruborizó y miró de inmediato a Roberto. Su amigo le sonrió y se acercó a ellos. Con sus dedos corrió lo que quedaba del vestido de Patricia mostrando una infartante tanga blanca que apenas cubria el sexo de ella.
-¿Apuesto a que querías saber de qué color era?- rió él
-ja ja ja ja ja...- rió nerviosamente Carlos
Patricia tomó su mano y la apoyó sobre su muslo comenzando a refregarla suavemente. Carlos sintió como una tremenda erección crecía entre sus piernas y mirandola a los ojos acarició toda su pierna a lo largo.
-¿No está buena?- preguntó Roberto
-Es deliciosa Roberto. Pero Laura...- balbuceó Carlos
-Decime. ¿Serías capaz de tener sexo con ella?- le preguntó Roberto sin dejarlo terminar
-¿Que?- giró la cabeza Carlos sorprendido
-Es... es tu mujer...- agregó
-Amor... Los muchachos me esperan.- dijo Patricia sonriendo
-Si, ellos estan ansiosos... y vos tambien...- dijo Roberto metiendo una mano sobre su sexo por el tajo de su vestido
-Andá con ellos. Nosotros te miramos desde acá.- dijo palmeandole la cola.
Patricia se despidió de Roberto con un profundo beso en la boca. Salió por la misma puerta por donde había entrado y se fue.
-¿Que fue eso?- preguntó Carlos con una sonrisa en los labios
-Eso Carlos, es una mujer caliente... es mi putita.- dijo palmeandole el hombro
-Ahora preparate, que viene lo mejor.- le dijo mientras tocaba un boton a un lado del sillón.
Como si se corriera una cortina, el gran espejo delante de ellos se transformó en un cristal transparente. Del otro lado, un gran salón de unos 7 por 5 metros se abría delante de ellos. En ese salón, había numerosos sillones, mesas, y hasta una cama en el medio. Carlos se puso un poco nervioso, pero Roberto lo tranquilizó, indicándole que nadie los veía de ese lado del espejo polarizado. Sentados cómodamente ambos hombres observaron las seis personas que había dentro del cuarto.
En ese momento, una puerta se abrió de costado. Inundada por una luz brillante estaba Patricia. Con total naturalidad caminó hacia el centro de la habitación. Una música suave comenzaba a sonar en el ambiente, y con movimientos sensuales Patricia bailaba sin quitar sus ojos del espejo.
Uno de los hombres, se puso de pie y comenzó a bailar con ella, luego otro mas, y un tercero. Casi rodeándola los hombres se movían y no quitaban los ojos del cuerpo de ella. El que estaba detras, de repente se acercó a ella y la abrazó suavemente por detras, mientras apoyaba su pubis y se refregaba sobre sus nalgas. Patricia parecía encenderse con ese contacto, y llevándose las manos a los pechos comenzó a acariciárselos a traves del vestido. Las manos del hombre envolvían su cuerpo y comenzaban a acariciar su cintura, sus brazos, y tambien sus pechos, enredándose con las de ella.
Viendo esto, los otros dos hombres avanzaron tambien. Mientras uno de ellos besaba el cuello de Patricia, el otro acariciaba sus muslos. Sin dejar de mirar al espejo Patricia abrió sus brazos y comenzó a acariciarles el cabello a los dos hombres delante de ella. Se notaba el placer en sus ojos. Su cuerpo, estimulado por muchas manos a la vez, temblaba como una hoja y hervía de deseo. Muy pronto las manos de los hombres se metieron bajo su vestido, por el escote, acariciando en directo su piel. Patricia parecía ronronear debajo de esas numerosas manos que la recorrían y le provocaban sensaciones por todo su cuerpo al unísono.
Los dedos de uno de los hombres comenzaron a mover los breteles del vestido hacia el costado del hombro. Uno de un lado, el otro del otro lado los corrieron hasta que el vestido comenzó a caer lentamente. Acariciando la suave piel de Patricia a su paso y deslizándose lentamente, el vestido cayó como un rojo telón que se abre, dejando a la vista un cuerpo excitado y caliente, ávido de caricias y sexo.
Los hombres la observaron y sonrieron. Patricia era una mujer bellisima en todo aspecto. Sus pechos, difícilmente sostenidos por un corpiño sin mangas se movían ténuemente al compas del lento jadeo de su respiración. Mas evidente era en su vientre, la sensación de la excitación se hacía muy visible en su ombligo que se alteraba vibrando a cada contacto con su cuerpo de las manos de los hombres.
Uno de ellos acarició su espalda, y con lentitud y delicadeza abrió el cierre del corpiño por detrás, haciéndolo caer al suelo delante de ella. Sus pezones durísimos en sus pechos firmes y abundantes excitaron mas a los hombres, que se obsesionaron en sus pechos por unos minutos, volviéndola loca de placer.
Patricia había quedado vestida solo por sus medias, sus portaligas, y sus zapatos de taco alto en el medio de la habitación. Uno de los hombres deslizó los dedos por su portaligas y comenzó a subir hacia su entrepierna. Una sonrisa perversa apareció en su rostro.
-No te pusiste bombacha, putita.- le dijo frente a los otros hombres
-No, perdí la última en el casino hace un rato.- respondió con una sonrisa Patricia
-Hmmm... perdiste mucho mas que eso.- rió otro mientras le acariciaba el pubis
-¡¡Como te gusta perder, putita!!- dijo el que primero le había acariciado el pubis
Uno de ellos, que se había apartado del grupo hacía unos momentos regresó. Totalmente desnudo y con una potente erección ya preparada con su preservativo, tomó los cabellos de ella por detrás y le susurró algo al oido. Patricia sonrió y caminó hasta el sillón mas cercano al espejo. A escasos 5 metros de Carlos se arrodilló sobre el sillón y empinó su trasero hacia el hombre que tenía detrás. Lentamente abrió las piernas dándole tódo el lugar para actuar.
Carlos sintió que el calor le hervía en el cuerpo. Miró de costado a Roberto, que con una sonrisa en el rostro disfrutaba de la escena y volvió a prestar todos los sentidos a Patricia. Detrás de ella, el hombre se acomodaba de pié y comenzaba a apuntar su verga en el sexo de ella. Con las manos a ambos lados de la cintura de Patricia, el hombre comenzó un suave movimiento hacia adelante. Muy pronto estaba totalmente dentro de Patricia, que excitadísima entreabría su boca al sentir la penetración. Luego se tomó mas firmemente, y esta vez sin miramientos empujó rápidamente hacia el fondo.
Los otros hombres ya se habían desnudado y formaban un círculo alrededor de ella. Estirando sus manos Patricia tomaba los miembros de los hombres y los masajeaba suavemente mientras su cuerpo se sacudía por los embates de esa verga que la penetraba por detrás. Algunas de las manos de ellos acariciaban sus cabellos, otros jugaban con sus pechos, cada uno disfrutándola como mas le parecía.
La escena no duró mucho. Muy pronto el hombre dentro de ella comenzó a temblar, y en menos de lo que pudo darse cuenta, una descarga potente de semen llenaba el profiláctico dentro de ella. Patricia sonrió, y dándose media vuelta acarició el rostro del hombre besándole la mejilla.
El siguiente hombre la tomó de los brazos y la hizo ponerse de pie. Abrazándola fuertemente refregó su sexo duro como piedra sobre el pubis de ella mientras sus manos acariciaban y manoseaban sus redondas y apetitosas nalgas.
-Tomame... soy toda tuya...- le susurró al oido
-Me calentás mucho, putita.- le respondió el
Casi como enajenado la soltó, la tomó de los hombros y sin miramientos la apretó con su cuerpo por detrás contra el espejo. Su cuerpo pegado, sus piernas abiertas, su cara de deseo y el instinto animal de él que la penetró vaginalmente por detrás estampillándola contra el cristal.
Del otro lado, Carlos no podía creerlo. La tenía a escasos 2 metros, pegada al vidrio, gozando como una perra mientras el hombre la penetraba siguiendo sus instintos mas salvajes, liberando la bestia que tenía dentro para lograr en ella los mas intensos y auténticos gritos de placer.
Se podía escuchar la respiración agitada y los gemidos de placer de los dos en el rítmico entra y sale que continuó. Esta vez Patricia explotó en un orgasmo increible y con su cara haciendo muecas de placer miró hacia Roberto.
Cuando por fin se separaron Patricia miró hacia atrás y vió los dos hombres que le quedaban. Con una sonrisa autenticamente perversa les hizo señas con el dedo índice para que se acercaran. Parados uno al lado del otro, los dos hombres no pudieron creer como esa mujer se colocaba de rodillas entre ellos y comenzaba a sorberles las vergas en forma alternada. Era un placer verle el disfrute en ese rostro cuando su boca se llenaba de la tiesa carne de alguno de ellos, pero tampoco eran despreciables las muecas de los hombres ante la habilidad con que ella los mamaba.
Tan calientes quedaron que muy pronto uno de ellos la arrastró al piso, y sin miramientos la penetró en la mas clásica posición del misionero. Con embates violentos y profundos, el hombre arrancaba gritos de placer constantemente de ella. Cuando él se cansó, ella giró colocándose sobre él. Lo cabalgó con una lujuria y frenesí pocas veces vista mientras sentía como el otro hombre, tremendamente excitado tambien, recorría su espalda, sus pechos, sus muslos, todo el cuerpo con sus caricias.
De repente el ultimo hombre la inclinó hacia adelante y abriéndole las nalgas con sus dedos escupió el orificio, dejando caer lentamente una gran gota de saliva que se escurría y la excitaba.
-Rompeme el culo, hacemelo, papi.- pidió ella
No hacía falta que se lo rogaran mucho. El hombre se colocó en posición detrás de ella y apuntando su verga al ano, la penetró lenta y dolorosamente. Patricia se quejaba un poquito, pero le encantaba la sensación. En unos minutos el hombre estuvo totalmente dentro de su recto y comenzó a meter y sacar su verga de ella. El otro, debajo de ella hizo lo mismo. La escena era muy caliente y Carlos no pudo evitar llevarse la mano a su verga para mitigar semejante erección que tenía. Del otro lado del espejo Patricia era penetrada doblemente y sin piedad, arrancándole los gemidos y los gritos de placer mas estremecedores y calientes que Carlos hubiera escuchado.
Patricia no tenía un orgasmo detrás de otro en una seguidilla que prometía llevarla al borde de la histeria. Por fin, los hombres tambien emitieron sus guturales gruñidos y ambos se descargaron en sus profilácticos dentro de ella.
Tan inusualmente como la escena había comenzado, terminó. Patricia dió un beso en las mejillas de cada uno de sus compañeros sexuales y tomando el vestido en sus manos se retiró. Antes de irse, uno de los hombres, que había estado hablando en secreto con los demás, le obsequió un vaso con un poco de de un extraño liquido blanco mientras sonreía perversamente. Se había quitado el profiláctico y había volcado el abundante contenido dentro del vaso. Lo mismo habian hecho los demás, logrando juntar casi medio vaso de viscoso y caliente esperma.
Patricia sonrió tambien, observó el liquido en el vaso girándolo y examinándolo y guiñandole un ojo prometió preguntarle a su marido y si el lo indicaba iba a brindar con eso.
Unos segundos mas tarde, la puerta del cuarto donde estaban Carlos y Roberto se abrió. Sonriendo Patricia entró con el vaso en la mano y caminó hasta Roberto. Su cuerpo olía excitantemente a una suave mezcla entre su propia traspiración, su perfume, y el olor característico del sexo. Carlos sintió que su erección se volvía de piedra mientras la veía pasar a escasos 20cms de él.
-Amor, los muchachos me obsequiaron este trago y quieren que me lo tome.- dijo ella sonriendo
-¿Y a vos te gusta putita?- le preguntó el acariciándole el sexo mientras ella abria sus piernas
-Mucho, amor.- le contestó ella gimiendo con las caricias
-Entonces no tengo problemas.- dijo él
-Pero quizas quieras agregar dos dosis mas al trago.- le comentó
-Será mas que un placer.- dijo ella poniendose de rodillas delante de Carlos
Carlos no atinó a hacer nada. Por un momento pensó en Laura en su habitación, sola. Pero cuando las hábiles manos de Patricia sacaron su verga afuera y la metieron en su boca quedó indefenso y solo atinaba a gemir y gruñir sintiendo ese placer increible que Patricia le daba. No tardó ni cinco minutos en perder el control bajo las poderosas succiones y la lengua inquieta de Patricia. En un orgasmo increible comenzó a eyacular dentro de la boca de ella, mientras ella le acariciaba el pecho con pasión. Colocando el vaso debajo de su barbilla Patricia recogió en él todos los restos de semen que ya desbordaban de su boca, luego abrió su boca completamente repleta de semen, su lengua cubierta de blanco y escupió su contenido en el vaso para luego relamerse antes de ponerse de pie.
-Gracias Carlos... estuvo delicioso.- dijo ella sonriendole muy caliente
Luego se inclinó delante de Roberto y mientras él la manejaba con sus cabellos hizo exactamente lo mismo con él hasta llenar , buche tras buche, un poco mas el vaso. Sonriendole Roberto tomó su botella de whisky de al lado suyo y regió con un abundante chorro el vaso, que luego Patricia mezcló con su dedo relamiendolo con una sonrisa.
Una vez mas con el vaso en la mano Patricia salió nuevamente a escena. Colocó un oscuro mantel de plástico sobre el piso y se sentó sobre él. Con los hombres en semicirculo alrededor de ella comenzó a tomar el líquido en su boca. Delante de todos hizo buches con el semen, lo movió con la lengua y lo tragó un par de veces. Otras tantas lo dejó caer sobre su cuerpo y con la ayuda de los hombres lo desparramó, logrando que su cuerpo brillara pegajoso y oliendo a semen y alcohol. Muchos de ellos, al ver esto se excitaron y comenzaron a masturbarse delante de ella. Patricia tomó las vergas en sus manos y con gran habilidad los ordeñó sobre su rostro, su cabello y su pecho. Toda ella era un muestrario de semen, pero sobre todo, bajo su entrepierna, un pequeño charco con sus jugos indicaba cuando la excitaba la situación. Finalmente, y cuando apenas quedaban dos dedos de liquido en el vaso, uno de ellos se lo quitó y lo vació desde la altura dentro de su boca y por sobre todo su cuerpo. Patricia brillaba, húmeda por todos lados. Sus dedos de la mano derecha le recorrían su piel juntando el nectar y llevándoselo a la boca, mientras su mano izquierda masturbaba su clítoris.
Esta vez fue Roberto quien la fue a buscar al escenario, observandola mientras con sus ojos perdidos ella se contorsionaba en un nuevo orgasmo delante de todos. Por fin, cuando ella cayó exahusta la tomó de la mano, llevándola hacia su habitación a bañarse. Ambos estaban muy satisfechos por esa noche.
Carlos, por su lado se arregló la ropa. Miró su reloj, eran las 3:00AM. Habían pasado dos horas desde que había dejado a Laura sola. Volvió a su habitación y en silencio se volvió a meter en la cama. Pero con todo lo que había visto, no lograba conciliar el sueño. Miró a su amada Laura y sonrió. Por un momento la imaginó envuelta en ese vestido rojo, dentro de la habitación, y una tremenda erección creció entre sus piernas. Le acarició el cabello y suspiró, pensando cómo le contaría lo sucedido a la mañana siguiente. Se abrazó a ella debajo de las sábanas y soñando con esa imagen que no abandonaba su mente, se durmió con una sonrisa en sus labios.