Una temporada en el campo 3

Sigue el sexo campestre y familiar

Llegamos a la granja y descargamos los sacos en el granero. Cuando acabamos, mientras Pili guardaba el tractor yo me acerqué a la casa. Mi tía esperaba en la puerta. Había oído el sonido del tractor y esperaba.

―¿Qué tal, Nesto? ¿Tu prima ha abusado de ti? ―preguntó con una sonrisa que podía significar muchas cosas.

―Hola Pilar. Se ha portado muy bien ―contesté siguiéndole el juego.

―Pues venga. Ahora te puedes asear un poco y dedicarte a lo tuyo. Si no va a parecer que te explotamos ―dijo mientras se giraba para entrar.

―Yo encantado de que lo hagáis.

Se quedó parada en la puerta y se giró. Me miró con gesto neutro y poco a poco una sonrisa apareció en su rostro.

―Cuidado con lo que dices. A ver si te vamos a secuestrar para abusar de ti todos los días.

―¿Abusar? Si me tratáis a cuerpo de rey ―contesté con toda la intención.

―Anda. Que luego igual la que se queja es tu madre. Dirá que no te dejamos trabajar ―dijo antes de entrar sonriendo.

Me fui al baño y me lavé la cara y las manos. Después entré en mi dormitorio y cogí mis cosas para escribir un poco antes de comer. Cuando bajé, mi tía esperaba bajo la parra con una botella y dos vasos.

―¿Y esto? ―pregunté sorprendido.

―Los escritores tenéis fama de borrachines ―rió ella mostrando la botella de vino.

―¿Te parezco un borrachín? ―pregunté simulando estar ofendido.

―Anda. Que un vaso no te sentará mal. Y te abrirá el apetito para la hora de comer ―repuso ella sirviendo dos vasos. Un tercer vaso esperaba vacío.

Bebimos en silencio. Yo admiraba el paisaje desde el patio de la casa. Al fondo, muy lejos, se veía un pueblo. Y en medio, solo el bosque, los prados y los sembrados. Desde la casa el terreno se inclinaba hacia el cauce de un rio no muy caudaloso. Había una diferencia de varias docenas de metros de altitud. Tras cruzar el rio, el terreno volvía a elevarse poco a poco hasta llegar al pueblo que se veía al fondo.

―Esto es precioso ―dije admirando el paisaje.

―Sí que lo es ―admitió mi tía siguiendo mi mirada.

Un rato después se nos unió Pili. Se había puesto una camiseta limpia.

―Que cara tenéis. Os ponéis a tomar los vinos sin avisarme ―protestó bromeando mientras se servía.

―Calla y bebe, protestona ―bromeé yo mientras le hacía cosquillas.

―Mamá, defiéndeme. Mi primo pretende abusar de mí ―reía ella.

―¿Abusar de ti? No creo ―se rió mi tía mientras se llevaba el vaso a la boca―. A ver si no eres tú la que abusa de él.

―¿Y tú qué sabes? ―contestó Pili bromeando.

―Yo lo sé todo. Tengo oídos ―rió mi tía dejándonos cortados a los dos.

―Será… Pues yo también tengo buen oído―contestó sonriendo con sorna tras un titubeo. Mi tía casi se atragantó con el vino. Yo no sabía dónde meterme.

―Al final tu tía nos matará por abusar de su hijo ―dijo al cabo de un rato mi tía estallando en carcajadas que mi prima secundó al cabo de unos segundos.

―Que par de bichos tengo por familia ―dijo yo resignado pero aliviado.

―Tendrás tú queja ―dijo mi tía haciéndose la ofendida mientras me daba un pico.

―Ninguna ―acepté encantado mientras me reía.

Las dos mujeres se miraron guiñándose un ojo. Vi el gesto por el rabillo del ojo en la cara de mi prima. Casi tuve miedo de lo que pretendían.

―¿Y de las escenas que escribes, alguna de ellas la llevaste a cabo? ―preguntó mi tía.

―Claro. No son tan raras. Son escenas de sexo normales y corrientes. De los asesinatos ya te digo ahora que no ―me reí.

―Bueno. Las de sexo no todas son tan... normales ―contestó mi prima arrastrando las palabras..

―¿Ah no? ¿Cómo cuál?

―Hacia el final de la novela describes un trío. ¿También lo has hecho? ―preguntó

―Bueno. Esa escena era necesaria para dar sentido a la novela. Pero no. eso no lo he hecho nunca.

―¿Por qué?

―Sencillo. Para empezar nunca he tenido la oportunidad. Y no creo que sea capaz de contentar a dos mujeres a la vez. No me creo lo de las películas porno ―me reí defendiéndome.

―¿Y si tuvieses la oportunidad ? ―preguntó ahora mi tía mirando de reojo a su hija.

―No lo sé ―dije tragando saliva―. Supongo que lo intentaría…

Pili acercó una mano a mi entrepierna mientras su madre me agarraba la cara y me besaba.

―Tal vez sea hora de probar ―dijo al separarse de mí―. Yo creo que sí eres capaz de contentar a dos mujeres a la vez.

Mi prima sonreía pícara mientras acariciaba mi paquete. Mientras mi tía volvía acercar su cara a la mía y me besaba de nuevo. Tomó una de sus manos y la llevó a su pecho. “Al carajo todo” ―pensé. Sin dudarlo apreté su pecho. Ella emitió un gemido al notar la presión de mis dedos. Después acaricié su pezón sobre la tela. Ella lo agradeció sonriendo mientras llevaba su mano también a mi paquete. Entre las dos soltaron mi cinturón y el pantalón.

No sé cuál de las dos fue la primera en agarrar mi polla. Giré la cabeza y besé a mi prima mientras buscaba uno de sus pechos. No llevaba sujetador y sus pezones se marcaba amenazadores contra la tela. Se puso en pie y se sacó el pantalón y la braga a la vez. Después se sentó sobre la mesa ante mí invitándome a comer su coño. Mientras tanto mi tía me masturbaba despacio. Miraba a su hija sin dejar de hacerlo.

―Venga, Nesto ―me invitaba Pilar.

Sin dudar hundí mi cabeza entre las piernas de Pili. Ella se abría el coño con las manos invitándome a entrar hasta lo más profundo.

Mi polla sintió el calor de la boca de mi tía. Su boca se cerró sobre el glande mientras la lengua jugueteaba con él. Busqué su coño con mi mano por debajo del vestido. Ella abrió las piernas en cuanto sintió mis intenciones. Mi mano se coló por debajo de su braga y acaricié su vello. Pilar se acomodó para sentir mis caricias mientras seguía chupando mi polla. Mientras tanto seguía acariciando el coño de Pili con la lengua. La pasaba a lo largo de la raja haciendo cada vez más presión. Los labios se abrían generosos, húmedos de deseo. Jugué con su botón del placer arrancándole gemidos cada vez más fuertes. Mientras yo jugaba con su sexo, ella lo hacía con sus pechos.

Mi tía seguía chupando mientras jugaba con una de sus tetas al tiempo que yo hundía mis dedos en su coño. Su cueva estaba encharcada y se movía involuntariamente buscando ser follada. Se notaba su veteranía chupando pollas. Se la tragaba entera mientras la envolvía con su lengua para después retirarse poco a poco hasta jugar con la punta de la lengua sobre el glande.

Al cabo de un rato mi tía se puso en pie y se dedicó a amasar y jugar con las tetas de su hija. Pili se dejó hacer con una sonrisa dibujada en la cara. En poco tiempo su gesto cambió. Su frente se arrugó y sus ojos se cerraron con fuerza.

―Me voy a correr ―avisó. Nosotros seguimos jugando con ella hasta que su cuerpo se tensó como un arco. Sus piernas intentaron cerrarse al sentir el primer calambrazo de placer, pero mi boca no se separó ni un momento de su sexo. Mientras chupaba su clítoris, la follé con dos dedos. Al sentir los primeros espasmos de placer aumenté el ritmo haciendo que estallase en un tremendo orgasmo. Seguimos acariciando y chupando hasta que su cuerpo se relajó. Mi tía se colocó a su lado.

―Ahora quiero que me folles a mí. Tengo el coño que se derrite por una buena polla ―dijo ansiosa mientras se tumbaba al lado de su hija.

Me puse en pie y acerqué mi polla a la entrada de su coño. Mi tía lo abría deseosa de ser follada. Apoyé la punta en la entrada y empujé despacio mientras aguantaba sus piernas abiertas con mis brazos, disfrutando del momento, sintiendo la calidez del roce de mi polla en las paredes de aquel coño divino. Cuando llegué al fondo, mi tía soltó un suspiro de placer. Me quedé quieto un segundo mientras disfrutaba del instante en que mi polla estaba totalmente enterrada en ella.

Después comencé a moverme despacio. La sacaba casi del todo para luego enterrarla hasta el fondo. Poco a poco fui incrementando el ritmo.

Mientras tanto mi prima había recuperado el aliento y jugaba ahora con las tetas de su madre. Había abierto el vestido y deslizado los pechos de Pilar por encima del sujetador. Lamía con ansia los pechos de su madre mientras ella le sujetaba la cabeza para que no parase. Desde mi posición era una vista increíblemente morbosa.

Incrementé el ritmo de la follada y Pilar lo disfrutó a tenor del incremento de sus gemidos. Su mano libre se agarrotaba en el borde de la mesa intentando empujar su cuerpo contra mi polla. Seguí bombeando con todas mis fuerzas mientras Pili le comía las tetas. A los pocos minutos mi tía alcanzaba también su orgasmo.

―Me corroooo. Dios que gusto. No pares, Nesto. No pares por dios…

Su cuerpo se tensó apretándose contra mi polla en el momento en que alcanzó el clímax. Su respiración era agitada. Pili había dejado de chupar sus tetas y ahora se limitaba a acariciarlas mientras sonreía. Me miró y sin decir nada se acercó a mí y me besó.

―Pues no lo estás haciendo mal, primito.

―No creí poder aguantar ―admití―. Estaba a punto de correrme.

―Entonces no podemos dejarte así. Ahora me follarás a mí ―ofreció ella girándose.

―No tengo aquí los condones. Espera que voy a por ellos.

―Olvida los condones. Estoy tan caliente que quiero que me folles el culo ―dijo con una voz que sonó como el culmen de la lujuria.

―Será un placer ―admití.

—¿Por el culo? —preguntó mi tía con cara de sorpresa.

—Claro mamá. No me dirás que nunca lo has hecho.

—No, hija. Creo que me dolería demasiado.

—Pues tienes que probarlo. Es fantástico —dijo mi prima sonriendo.

Se tumbó sobre la mesa al lado de su madre dejando el culo en pompa. Mi tía se giró para darle un pico mientras Pili le retorcía un pezón para placer de su madre.

Metí un dedo en el culo de Pili. Ella soltó un apagado grito de sorpresa. La follé un rato con el dedo hasta que el agujero se relajó lo suficiente como para admitir el segundo. Cuando su anillo estuvo lo suficientemente dilatado acerqué al punta del rabo a la entrada.

De un empujón metí la cabeza. Ella gritó de dolor y sorpresa.

―Despacio ―protestó.

―Perdona. Es que tienes un culo que es un vicio ―confesé. Ella se giró para mirarme sonriente.

―Pues fóllatelo Pero con cariño ―dijo sin dejar de sonreír.

―Será un placer ―contesté yo empezando a empujar.

Sus ojos se cerraron con fuerza al notar al intruso. Mi tía se puso a mi lado y con sus manos abría el culo de su propia hija para que lo follase. Acercó la cabeza y dejó caer una gota de saliva sobre mi polla para lubricarla. Después me miró y mientras sonreía me besó. Su lengua buscó la mía con ansia y cuando se encontraron se enredaron con frenesí.

Cuando se separó sonreía.

―¿Alguna vez soñaste con follarte a tu prima y a su tía? ―preguntó libidinosa.

―Es un sueño ―admití.

—Pues calla la boca y dale con ganas —dijo mi prima girando la cabeza el tiempo que empujaba el culo contra mí.

—A la orden, señorita —contesté y empujando de golpe para enterrar mi polla hasta la mitad provocando un grito de dolor y sorpresa por parte de mi prima.

—Cabrón —protestó ella—. Más despacio.

—Claro que sí. Perdona —dije mientras me retiraba un poco para volver a empujar.

Mi tía se acercó a la cara de mi prima. Cogió su cara y le plantó un beso en todos los morros que me encendió. Mi prima se incorporó un poco despegando sus tetas de la mesa.

—Amásame las tetas, por favor —pidió a su madre jadeando. El dolor comenzaba a dar paso al placer.

—Claro que sí, cariño —dijo su madre agarrando los pechos de Pili.

Jugó con ellos con cariño. Acarició sus pezones provocando que Pili se estremeciese de placer mientras yo seguía empujando poco a poco hasta que al fin mis huevos chocaron con sus nalgas. Pili soltó un largo suspiro al sentir toda aquella barra de carne. Se llevó una mano a su coño para dedicarle unas caricias y se giró para mirarme.

—Dale duro, primito —dijo mirándome lujuriosa.

—Será un placer follarse este culo divino —contesté yo sacando la polla casi del todo para volver a empujar.

Ella cerró los ojos como si así pudiese disfrutarlo más al tiempo que se acariciaba el sexo. No podía verlo, pero por sus movimientos, estaba seguro que se estaba acariciando el clítoris.

Yo comencé a follarla despacio. Procurando darle el máximo placer al tiempo que retrasaba el momento de mi corrida. Cuando ella me lo pedía incrementaba la intensidad de la follada. Pronto su culo estuvo totalmente relajado y abierto para recibir mi polla sin sentir más que placer. Mientras tanto mi tía jugaba con sus pechos y de vez en cuando le daba un morreo.

No pude aguantar mucho más y la avisé.

—No puedo más, Pili. Me voy a correr.

—Dámelo todo. Yo también me corro —anunció para mi alivio—. Me corro mamá. Me corroooo.

Cuando sentí que estaba a punto de explotar la clavé hasta el fondo y allí me dejé ir. Sentí el escalofrío que precede al orgasmo y enseguida mi leche comenzó a inundar el culo de Pili. Ella lo notó en el mismo momento que alcanzaba su orgasmo. Sus gritos de placer se fundieron con mis gruñidos. Tras la primera descarga la follé un poco más mientras mis huevos se vaciaban en sus entrañas prolongando su orgasmo. Me miró con un gesto de felicidad pintado en la cara. Mi tía se incorporó y me plantó un morreo ansioso al que respondí con ganas. Finalmente empujé de nuevo hasta el fondo para acabar de descargarme. Cuando terminé me quedé quieto unos segundos. Me incliné sobre la espalda de Pili y le besé la espalda. Ella respondió alargando el brazo para acariciarme la cadera.

Lentamente me retiré. Mi polla comenzaba a perder rigidez. Pili soltó un largo suspiro mientras sentía al intruso salir de su interior. Cuando ya estuve fuera del todo le acaricié el culo y ella se dejó caer sobre la mesa, sonriente y satisfecha. Me senté de nuevo y mi tía hizo lo propio a mi lado. Sirvió dos vasos de vino y me pasó uno de ellos. Pili seguía tendida sobre la mesa. Mi tía alargó una mano para pellizcar el culo de su hija que protestó riendo.

—¿No quieres un vaso de vino? —preguntó Pilar—. Siéntate a tomar uno.

—Eso será si puedo —rió mi prima. Yo acaricié sus nalgas con cariño. Su culo comenzaba a cerrarse de nuevo.

Pili se incorporó y tomó el vaso que le tendía su madre. Después se sentó pegada a mí. Cuando todo su peso se apoyó en el banco dio un respingo.

—Joder. Me has destrozado el culo, primito —rió.

—¿No era lo que querías? Ahora te jodes —contestó mi tía riendo a su vez.

—Justo eso era lo que quería. Que me lo jodiese —afirmó Pili haciendo que su madre y yo estallásemos en carcajadas.

—Perdona si fui muy brusco —me disculpé con mi prima besando su hombro.

—Que va. Me ha encantado —contestó sonriendo.

—No sé si querré volver a casa —me sinceré apoyando mi espalda en el respaldo del banco.

Las dos mujeres se rieron al tiempo que se abrazaron a mí. Las dos dijeron que podía permanecer allí el tiempo que quisiese antes de besarme, primero mi tía y luego Pili.

—Mamá —dijo Pili al cabo de un rato con expresión de curiosidad—. ¿A ti no te apetece que te follen el culo?

—¿A mí? Quita hija, que eso tiene que doler mucho.

—Que va. Todo es abrir el agujero con cuidado y tiempo. Hay que hacerlo con calma y cariño. ¿Quieres probar?

—Uy, no sé, hija. Es que mira que pedazo de polla gasta tu primo —dijo señalando mi polla que comenzaba a despertar animada por la perspectiva de follarse el culo de mi tía. Lo tenía más grande que Pilar. Era un culo grande y hermoso, de un color blanco inmaculado que pedía a gritos que alguien se lo follase a base de bien.

—Te gustará. Te lo aseguro —insistió Pili.

Mi tía se mordía el labio de esa forma que me encendía tan característico de las dos mujeres.

—Ay. No sé. No me atrevo —se notaba que lo deseaba a pesar del miedo al dolor.

Yo acaricié sus nalgas. Pilar me miró con intensidad. Volvía a morderse el labio.

—¿Tú me lo follarías? —me preguntó muy seria.

—Lo haría encantado. Pero solo si tú quieres, por supuesto —respondí esperanzado porque se decidiese a dar el paso.

Mi prima comenzó a masturbarme para que su madre viese mi polla en plenitud. Ya casi la tenía dura del todo. Mi tía se fijó en ella.

—Joder. Es que es mucha polla para un culo virgen como el mio —se le notaban las ganas de sentarse sobre ella y ensartarse del tirón.

—Lo haremos con cariño —la tranquilicé mientras seguía sobando su culo y subía una mano hasta sus tetas. Su respiración era más acelerada—. Si no quieres seguir pararemos cuando tú lo digas —dije para tranquilizarla.

—Vale. Pero despacio. ¿Eh? Por ahí nunca ha entrado nada más grande que un supositorio. Y tengo miedo —añadió.

—Te lo prometo —dije sonriendo antes de besarla.

—¿Que hago? —preguntó insegura.

Pili se puso en pie y se puso a su lado. Tiró de ella para que se levantase. Después empujó su espalda para que se inclinase sobre la mesa. Mientras tanto yo seguía acariciando sus nalgas y dejaba resbalar mi mano hacia su coño. Sentía como su respiración era agitada, anhelando y temiendo el momento en que algo entrase en su esfínter. Mi prima hizo que su madre abriese un poco las piernas. Yo me situé detrás y pasé la lengua desde el coño de mi tía hasta su esfínter. Mi tía reaccionó con sorpresa y hubo de reprimir el instinto de cerrar las nalgas. De todos modos yo tenía abierto su culo con mis manos.

Las siguientes caricias las recibió ya con placer. Su respiración se agitaba y comenzaba a gemir. Jugué con la lengua alrededor del anillo para relajarlo. Noté como dejaba caer su pecho sobre el tablero de la mesa, totalmente entregada. Empujé con la lengua e introduje la punta. Un gritito de sorpresa se escapó de su boca. Mi prima, sin perdernos de vista se había vuelto a sentar en el banco y tenía una pierna sobre el asiento para alcanzar con comodidad su sexo y masturbarse.

Metí un dedo en la vagina de mi tía. Un gemido que indicó que le había gustado. Después llevé ese dedo lubricado a la entrada de su culo y empujé despacio. Ella aceleró la respiración.

—Si te duele, avísame. ¿Sí? —dije para tranquilizarla.

—Sí, cariño. Puedes seguir —aceptó ella.

Empujé el dedo en su interior hasta que entró del todo. Enseguida comencé a follarla. Mi prima no se perdía detalle mientras se metía los dedos en el coño. La miré. Ella vio mi mirada y se acercó para besarme.

Tras un minuto follando el culo de mi tía con un dedo creí que había llegado el momento de meter un dedo más. Lo lubriqué e introduje los dos dedos despacio, atento a cualquier reacción por parte de Pilar. Ella contuvo la respiración hasta que llegaron al fondo. Después soltó el aire e intentó relajar el culo.

—¿Te duele? —le pregunté.

—No te preocupes. Sigue. Creo que mi culo se va acostumbrando —dijo girándose para mirarme. Si frente estaba perlada de sudor pero sonreía feliz.

—De acuerdo —contesté besando su nalga.

Seguí penetrándola con los dos dedos hasta que sus jadeos me indicaron que disfrutaba del castigo que proporcionaba a su culo.

—¿Crees que podrás aguantar ahora la polla? —pregunté.

—Inténtalo. Pero despacio, por favor.

Mi prima se inclinó sobre mi polla y se la metió en la boca de un solo empujón, lubricándola con su saliva. Cuando la sacó me miró con un gesto de picardía en la mirada.

—Fóllate ese culazo, primo —me invitó juguetona.

Acerqué la punta del rabo a la entrada del culo y empujé despacio. Mi tía gemía asustada. Mi prima se masturbaba con ganas de nuevo mientras fijaba su vista en mi polla entrando lentamente en el culo de su madre. Empujé con más fuerza y el glande entró entero. Mi tía gritó, creo que más por la sorpresa que por el dolor.

—¿Cómo estás? Pregunté acariciando su espalda.

—Bien. Puedes seguir. Pero despacio, por favor —su voz sonaba nerviosa.

—Empuja tú para marcar el ritmo —le ofrecí. Ella se limitó a asentir con la cabeza y comenzó a empujar su culo contra mí.

Lo hacía despacio y de vez en cuando se paraba. A ese ritmo le llevaría todo el día tenerla toda dentro. Pero temía hacerle daño. Agarré su cadera con una mano y llevé la otra hasta su coño para masturbarla. El placer de su coño pareció apagar el miedo y empezó a empujar con más fuerza. Sus gemidos eran cada vez más fuertes pero se notaba que eran fruto del placer.

No tardó en tenerla toda dentro. En ese momento se detuvo. Su respiración era agitada, como si estuviese llevando a cabo un gran esfuerzo.

—¿Te gusta, mamá? —preguntó mi prima ansiosa. Daba la impresión de que deseaba ser ella quien tuviese la polla metida en su culo.

—Sí, cariño. Pero duele. Joder que cosa más grande —protestó.

—Relájate, Pilar —la animé mientras comenzaba a retroceder.

—Como si fuese tan fácil —se quejó ella.

Volví a empujar mi polla dentro de aquel maravilloso culazo. Ahora parecía ser más placentero para ella. Repetí el movimiento varias veces, sacándolo cada vez un poco más para volver a hundirlo hasta el fondo.

—Más rápido —pidió mi tía.

Por toda contestación incrementé el ritmo. Sus gemidos se convirtieron casi en gritos, pero ahora eran de placer. No tardó en pedir más y más, frenética. Su culo se había acostumbrado ya a mi polla y disfrutaba la follada al tiempo que mis dedos se introducían en su coño provocando una doble follada.

—Ay, dios. Que me voy a correr —anunció—. Me voy a correr. Increíble. Que gusto, diosss.

Yo no tardaría tampoco en correrme, así que aceleré mis movimientos. Ahora le daba con todas las ganas, follándome aquel culazo como si estuviese acostumbrado a tener una polla en su interior. El anillo del esfínter me apretaba la polla en una sensación maravillosa. Era una sensación genial desvirgar un culo. Y más un culo grande, prieto aun y blanco como aquel. Cuando sentí que Pilar alcanzaba su orgasmo aceleré el ritmo y poco después yo también descargaba lo que quedaba en mis pelotas dentro del culo de mi tía. Cuando terminé me incliné sobre ella y besé su espalda. Después me quedé allí un instante, sintiendo su piel contra la mía. Podía sentir su respiración agitada. Besé de nuevo su espalda y salí de ella dejándome caer de nuevo en el banco.

Pili estaba en el banco retorciéndose al alcanzar un nuevo orgasmo. Por lo visto la escena de ver a su primo follándose en culo de su propia madre era muy excitante.

Pilar se incorporó y se dejó caer sobre mi regazo. La agarré por los pechos y ella buscó mi boca.

—Gracias, cariño. Sabía que lo harías con cariño —dijo sonriéndome.

—Ha sido un placer. ¿Te ha gustado? —pregunté aunque la respuesta era obvia viendo su cara.

—Me ha encantado. No sabía que podía disfrutar tanto del culo. Eso sí. Al principio me dolió. Estuve tentada a parar.

—Te dije que te gustaría —intervino Pili acercándose para besarla.

—Pero ahora mismo no podría ni poner un supositorio —bromeó la madre—. Lo tengo muy sensible.

—No podrías ponerlo porque se caería —contestó Pili arrancando nuestras carcajadas.

Nos quedamos allí los tres unos momentos recuperando el aliento.

El resto de la semana que tenía pensado pasar allí fue un calco. Por la noche decidieron turnarse para dormir y follar conmigo. Pero por el día me las follé, o más bien me follaron ellas a mí, todos los días. Esperaban a que dejase el trabajo para lanzarse sobre mí que las recibía ansioso.

Fue una semana deliciosa. El trabajo por fin avanzó y el sexo fue fantástico. Me habría quedado más tiempo, pero los tres estuvimos de acuerdo en que era mejor que volviese para casa. Temíamos caer en el hastío, así que decidimos que iría al menos a pasar un fin de semana con ellas cada mes.