Una técnica más

Hace tiempo, un señorito arrastra a un dependiente de Almacen hasta las calientes sábanas de su cama y logra que éste lo formique como un toro de Miura... No una vez, sino muchísimas veces...

Una Técnica Más Por Eduardo de Altamirano

En mi juventud confesar públicamente la homosexualidad equivalía a condenarse a la más terrible y dolorosa de la segregaciones... A menos que uno tuviera algún don que se cotizara muy bien en el mercado, y con el cual pudiera ejercer presiones sobre la sociedad, obligándola a aceptar "lo inaceptable" (por el interés baila el mono), siempre era preferible ocultar las inclinaciones sexuales, cuando ésta no eran del tipo de las oficialmente aceptadas...

Y ocultar la inclinación sexual, en general, no era cosa difícil... Bastaba con imitar, sin pasarse de vueltas, la conducta de quienes no eran como uno, de los que militaban en el bando de los 100% machos, que a veces no lo eran tanto...

El tema pasaba por cómo satisfacer las necesidades íntimas... Para muchos era un verdadero drama... Un drama que los enloquecía... Se imponía, entonces, ser ingenioso; pulir técnicas que, resguardando la seguridad personal, abriera cauce a las posibilidades de buenos enganches, de buenos levantes...

Yo empleé un nutrido número de técnicas, o estrategias, o como quiera llamárselas... Una que me dio muy buen resultado en cierto número de oportunidades es la que les voy a narrar a continuación, relatando el primer caso...

En aquellos tiempos, la mano no sólo era brava para los homos, también los heteros se las veían feas... La virginidad de las niñas era cuidada celosamente... En consecuencia, los Adanes, aún cuando tenían el escape de los prostíbulos, andaban siempre alzaditos... Esto, bien visto, generaba un buen recursos para los amantes de la colgantes, entre quienes me conté desde la más tierna infancia...

Resulta que, a cuadra y media de casa, había un almacén donde trabajan el propietario, un señor entrado en años; su esposa, una señora también entrada en años, y el sobrino de ambos, Mauricio, un mocetón que daba las doce antes de hora... Para la época en que acaecieron los hechos narrados, rondaba los 20 años... Yo, por mi parte, frisaba los 27... Pués he aquí que me calenté con él a más no poder... El pantalón negro de fajina remarcaba un bulto de la gran puta, enorme... El culo se me derretía pensando en semejante trozo...

Vuelta a vuelta me acercaba al almacén para charlar con sus dueños de política y otras trivialidades... Un día, Mauricio estaba en la puerta del negocio y yo me puse a su vera... Habíamos intercambiado algunas insustanciales palabras cuando, por la vereda de enfrente, acertó a pasar una hembra merecedora de un premio al culo... A Mauricio le hirvió la sangre... Gastó algunos epítetos de grueso calibre en honor de la niña y más luego, dirigiéndose a mi, me dijo:

  • Usted Eduardo, no tiene algo así para presentarme...

Esa pregunta me dio pie para el desarrollo de una operación que se me ocurrió al instante y que, en una de esas, podía tener muy buenos resultados... Como al descuido le contesté...

  • Como esa, exactamente, no tengo... Tengo otra cosa; pero, no se si te puede llegar a gustar...
  • ¿Qué es lo que tiene?...
  • Ahora no te lo voy a decir... Esperemos otro momento en que podamos hablar en forma reservada...
  • ¡Cuánto misterio!...
  • Ningún misterio... Para todo hay momentos y momentos...

Dejé ahí la cosa, como para hacer ver que mi interés era un tanto relativo, que el asunto no me desesperaba en lo mas mínimo...

Tal como lo presentía, menos de una semana después, me encontré nuevamente con Mauricio, en la misma situación: parados en la puerta del almacén, viendo la gente pasar... No tuve que aguardar demasiado para que el mozo se despachara...

  • Y, Eduardo, ¿qué pasa con lo que me iba a presentar?...
  • Yo no dije que te iba a presentar nada... Lo que dije fue que tenía otra cosa, pero dudaba que te llegara a interesar...
  • Y,¿qué es lo que tiene?...
  • Un muchacho...
  • ¿Un muchacho?... ¡No joda!...
  • No jodo... Te digo lo que es... Dudaba que pudiera llegar a interesarte y, por tu reacción, creo que no me equivoqué...

Se produjo, entonces, un silencio vibrante... Yo seguí como si nada, viendo la gente pasar; pero, percibía que Mauricio se había puesto algo nervioso... Rompí el silencio con una acotación sobre el tiempo... Por el cielo se estaban extendiendo unas nubes como lana de oveja... Dije: "Cielo aborregado, suelo regado.... Esta noche o mañana vamos a tener lluvia... Hace mucho que no llueve y va a ser bueno"...

Mi digresión le dio pie a Mauricio para volver, con una pregunta, sobre el tema...

  • Y, ¿cuánto hace que lo conoce a es muchacho?...
  • De toda la vida...
  • Y, ¿es de confianza?...
  • De la más absoluta confianza.... ¿Qué pasa?.... ¿Te está interesando?...
  • Puede ser; pero, mis tíos ni nadie se tendría que enterar...
  • A menos que vos lo andes ventilando; por mi nadie se va enterar de nada... Para estas cosas soy una tumba...
  • Y, ¿qué se puede hacer con este muchacho?...
  • De todo... Es un artista para estas cosas...
  • ¡Qué bárbaro!

Después de esta exclamación, volvió nuevamente a instalarse el silencio; pero, era evidente que el pez había mordido el anzuelo... Si bien por dentro me regocijaba, no dejaba escapar ninguna señal de mi estado interior ni se me ocurría cantar victoria... Ya lo dice el refrán: "no cantés victoria aunque en el estribo estés, que el gaucho más prevenido puede quedarse de a pie"...

Esta vuelta estaba decidido a no darle ninguna ayudita al Mauricio para salir de su mutismo... Dejaría que él solito se embretara.... Y así ocurrió... Al cabo de unos cuantos minutos me pregunto...

  • Y ¿cuándo se lo puede ver a este muchacho?...
  • Calculo que en cualquier momento... Tendría que avisarle y ver cómo se organizan las cosas...
  • Y, ¿a dónde hay que ir para verlo?...
  • Bueno, si él está de acuerdo, sería cuestión de organizar un encuentro en la casa de mi abuela... Ahí yo tengo disponibles para mi las piezas del alto que tienen salida directa al jardín... De noche puedo entrar y salir sin que nadie se entere y es algo que hago casi todos los días... Ahí tengo mis libros, mis cosas y es como atelier...
  • Ir de noche, ¿cómo a qué hora?...
  • Como a eso de las once, las doce... ¿Te parece mal?...
  • No, me parece bien... A esa hora no andan ni los gatos...
  • Bueno, entonces, si vos querés, organizo las cosas...
  • Si, metalé; pero, por favor que mis tíos no se enteren...
  • Quédate tranquilo, no se van a enterar...

El asunto estaba ya casi cocinado... Todo era cuestión de ir dando los pasos que tenía "in mente"... Dejé pasar el tiempo, confiando en que volvería a la carga y volvió... Si no lo hacía en un lapso prudencial, atacaría yo; pero, no fue necesario... Tres días después, Mauricio me preguntó si había arreglado... Le contesté que no, que me había comunicado con el muchacho, anticipándole algo y que ese día volvería a comunicarme... Mauricio me rogó que lo mantuviera al tanto... Evidentemente la calentura del mocetón aumentaba a pasos agigantados...

Al día siguiente me acerqué al almacén con el pretexto de comprar cigarrillo y, como al pasar, muy discretamente, porque la tía rondaba por el mostrador, le dije que tenía hablarle... Salí y me paré en la puerta... Un minuto después salió Mauricio y se puso a mi lado...

  • ¿Qué pasa?...
  • Ya está todo arreglado... La cosa se hace el viernes en lo de mi abuela, aprovechando que el sábado es feriado y no se trabaja... Estate en la esquina de 48 y 10 a las 11 de la noche... Yo te voy a estar esperando... De ahí nos mandamos para lo de mi abuela, son doce cuadras... El muchacho caerá por allí a eso de las 11 y media...
  • Bueno, bueno, a las 11 me estoy en 48 y 10...

Y así ocurrió... Unos minutos antes de la hora llegué a la esquina convenida y sobre el pucho cayó Mauricio... Se lo notaba un poco nervioso... Sin tardanza emprendimos la marcha hacia lo de mi abuela... En ese entonces, todo se hacía a pie... Once y veinte estábamos abriendo la puerta de servicio y once y veintiuno nos hallábamos instalados en mi atelier, al cual yo había arreglado convenientemente... Nos sentamos frente a la mesa a esperar... Lo convidé con una ginebra... Acepto... Conversamos de bueyes perdidos... Me pregunto varias cosas sobre mi atelier... Estaba maravillado con todas las cosas que había allí y, sobre todo, con confort que se respiraba... Al parecer, los tíos lo hacían dormir en un cuarto que, además de dormitorio, funcionaba como depósito de artículos del almacén... Mi atelier, en cambio, eran dos enormes piezas separadas sólo por una arcada y adaptadas al servicio que me prestaban, con más un baño grande. Dentro de un mueble empotrado, que robaba algo de espacio al baño, funcionaba una kitchinete, que era un invento mío...

Bien, los minutos fueron transcurriendo y la ansiedad de Mauricio fue creciendo al compás del reloj... Cuando ya habían se acercaban las 12 de la noche, me preguntó si el muchacho vendría... Contesté que me extrañaba la tardanza, ya que siempre era muy puntual, y que pensaba que algo serio podía haberle sucedido... A partir de ahí, comencé el ataqué directo... Dándole un color íntimo al diálogo, le pregunté si estaba caliente, y lo fui llevando, llevando hasta proponerle que pelara el instrumento y me dejara ver cuan grande era...

Con algo de vergüenza, se paró, desabrochó su bragueta y sacó a relucir la verga... ¡Mamita querida, que pedazo de pija!... Medio muerta era un trozo espectacular... Hasta ese momento, yo no había visto nada igual... Como mis amables modales y no sin pedir permiso, se la agarré.... Dos o tres toquecitos tan solo fueron necesarios para que esa poronga sin igual llegara a su máxima dimensión... Era algo de no creer... Cuidadosamente le aflojé el cinto y completé el desabroche de la bragueta, para que nada encarcelara a esa maravilla del sexo... Sin oponer resistencias, Mauricio me dejó hacer... Yo no hacía más que cantar a alabanzas a la hermosura de su verga, sin dejar de acariciarla ni un segundo... En medio de mis elogios, solté un

  • Cuando aquel te la vea se va a enloquecer...
  • ¿En serio?... ¿Le gustará?...
  • Seguro, con lo que le gusta, se va a derretir...
  • Y, ¿vendrá?...
  • No sé... Esperemos un poco más... ¿Vos estás apurado?...
  • No, no tengo apuro...
  • Mientras tanto, yo te la puedo acariciar para entretenerla... ¿Te gusta?...
  • ¿Qué le parece?...
  • Vos sabés, Mauricio, que te veo la pija y me dan ganas de chupártela.... ¿Te gustaría que te la mamara un poquito?...
  • ¿Qué le parece?...

Ese "¿qué le parece?" era menos una pregunta que un aceptación; de manera que, sin pensarlo dos veces, me arrodillé delante de él y, en menos de lo que canta un gallo, tenía su maravillosa pija entre mis labios... A esta altura de la soirete, la poronga de Mauricio estaba más dura que un garrote y él era toda una masa ardiendo en libidinosos deseos... Me pedía que se la mamara, que me la tragara toda, que lo hiciera gozar... Obediente, yo no hacía más que cumplir todas sus ansías... Si bien para tragarse esa poronga se necesitaba la boca de un cocodrilo para tragarse semejante verga, yo puse todo mi empeño y, de acuerdo a la técnica que me había explicado un viejo "colega", logré que la pija me entrara bien adentro en la garganta... Hacía todo lo posible para el chico recibiera una mamada maestra y, al decir de sus quejidos de gozo, la estaba recibiendo...

En pocos minutos traspasamos las barreras del recelo que cada uno podía tener... Mauricio quería gozar fuera como fuera y yo estaba en su misma tesitura... Le propuse que nos desvistiéramos y que usáramos la cama para maniobrar mejor... Su respuesta fue ponerse en bolas con la velocidad de un rayo... El rústico tenía un cuerpo de puta madre... Musculado a fuerza de levantar bolsas y cajones...

Se tendió largo a largo de la cama, mientras yo me ubicaba de forma tal que pudiera mamarle la verga y, al mismo tiempo, ofrecerle mi culo para lo que gustara hacer... Como no tomaba la iniciativa, agarré una de sus manos y se la guié hasta mis nalgas... Fue todo lo que tuve que hacer... Una vez que poso sus dedos en mi culo, ya se mandó solo... ¡Y en qué forma!...

Cuando comprendió que mi culo era suyo y que podía hacerme lo que se le antojara, Mauricio se convirtió en un volcán en plena erupción... Mientras se la mamaba con toda mi furia, él exploraba mi culo, buscando dilatar mi agujero y ponerlo en condiciones de recibir su gran pija... Me metía saliva a lo bobo... Como pude, saqué de la mesa de luz un potecito de vaselina y se lo entregué... Con ese lubricante la cosa cambió por completo... Los dedos se deslizaban dentro de mi ano con toda facilidad... Uno, dos, tres... y pará de contar, porque tres dedos de su enorme mano equivalían a una buena poronga....

Lo único que yo deseaba, en esos momentos, era que me metiera la pija y me hiciera gozar... Nuestros deseos eran coincidentes, porque evidentemente lo único que deseaba Mauricio era meterme su vergota y gozar con mi culo... Como, a pesar de esto, el asunto no se resolvía, lo apuré para que me la pusiera.... Me puse de espaldas sobre la cama, coloqué la almohada doblada bajo mi cintura, levanté bien arriba mis pierna y le pedí que me la enchufara...

Como un experimentado cogedor, el chico arrimó la cabeza a la puerta de mi ojete y me empezó a dar... Con los primeros rempujones me hizo entrar la cabeza y un buen trozo del tronco; pero mi culo, aunque experimentado en tragar, no soportaba semejante verga... Tuve que pedirle que me la sacara, porque el dolor se me hacía insoportable... Me la saco para darme un respiro y yo aproveché el minuto para untarme con m\as vaselina...

Pasados unos instantes, Mauricio atacó de nuevo... Esta vez, por efecto del lubricante, su pija se me acomodó mejor y lentamente me fue entrando toda... No es que no me doliera... Doler, me dolía ¡y cómo!... Pero podía aguantar el dolor y lo aguantaba porque sabía que después vendría la gloria...

Cuando ya me la había metido toda entera dentro del culo, Mauricio hizo algo que ni por las tapas me hubiera imaginado... Me separó las piernas, volcó su robusto cuerpo sobre el mío, buscó mi boca con su boca y me besó apasionadamente... Reaccioné de inmediato, prendiéndome a su boca como sanguijuela... Pasé mis brazos alrededor de su cuello para que no se me escapara, y la cogida continuó de una manera ardiente y desenfrenada, donde los terribles pijazos que le sacudía a mi culo, se intercalaban con besos y mordiscones como nunca había recibido en mi vida...

Cuando la temperatura del coito alcanzó su más alto nivel, Mauricio se deshizo en una acabada de órdago... No terminaba de salir leche de su tremenda pija... Me inundó el ojete... Y, lo increíble, me hizo acabar a mi, sin necesidad siquiera de tocar mi sexo...

Al retornar a nuestros cabales, todo quedó claro... Sin preguntas, sin enojos, Mauricio comprendió que lo del "muchacho que iba a venir a la 12" había sido un invento mío... Un grato invento para él y para mi...

Salimos de la cama para higienizarnos... Yo demoré un poquito en el baño... Mientras me jabonaba el ojete, se me hacía que Mauricio debía estar vistiéndose; pero no, cuando salí del baño me lo encontré desnudo y tirado largo a largo en la cama.... No la tenía parada; de todos modos lucía espléndida... La situación era por demás elocuente... El mocetón quería seguir la guerra... Yo tenía el culo destruido, más no podía negarme... Hubiese sido una descortesía inaudita...

Me iba a acostar cuando el estiró el brazo, invitándome a ponerme cerca suyo y me abrazó... No recuerdo quien de los dos apagó la luz... En un de repente Mauricio se convirtió en un pulpo... Me apretaba por todas partes y me enchufaba unos besos, que era como si le estuviera chupando la pija, porque me hacía entrar la lengua hasta la garganta... En un respiro le pregunté si le había gustado... "Buenísimo, buenísimo" me respondió y continuó encendiendo la hoguera de mis deseos...

No se cómo volví a estar prendido a su pija, a su enorme y deliciosa pija, mamándola desaforamente... Tampoco se cómo quedé boca abajo, con todo el peso de su cuerpo sobre mi cuerpo, y con toda su rotunda poronga dentro de mi culo, entrando y saliendo, saliendo y entrado vertiginosamente...

Fueron tantos y tan tremendos los pijazos que Mauricio me acomodaba, que sentía como que me iba a desmayar... Las fuerzas me abandonaban... Sólo sentía su poronga golpeando en mi culo... Me hablaba, me decía cosas; pero, yo no estaba en condiciones de entender nada... Me iba... Por suerte, su orgasmo puso fin al demoledor ataque de su sexo... Acabó con todo y quedó exhausto encima mío... Y más exhausto quedé yo...

No recuerdo el tiempo que nos demandó reaccionar... Cuando nuevamente estuvimos en nuestros cabales, intercambiamos algunos arrumacos y algunos besos, y repetimos la operación higiene...

Después, Mauricio no volvió a repetir la escena de tirarse en la cama... Cuando salí del baño se estaba vistiendo... Yo hice lo mismo... Lo miraba y no podía creerlo... ¡Que pedazo de macho!... ¡Imponente, a pesar de no ser muy alto!...

Una vez vestidos, emprendimos la retirada; haciendo el camino inverso al que nos había traído a ese nidito de placer... Casi no hablábamos... Al llegar al almacén, le pregunté:

  • Y, Mauricio, ¿cómo sigue esto?...
  • No sé, como usted quiera... Lo único que yo quiero es que mis tíos no se enteren de nada...
  • Por eso, estate tranquilo... Yo soy una tumba... Ni tus tíos ni nadie sabrá, por mi boca, nada de nada...
  • Gracias...
  • No tenés que agradecerme nada... ¿Te parece bien que en algún otro momento, más adelante, repitamos este jueguito?
  • Si, usted me avisa y yo estoy listo...
  • Bueno...

Una sola vez tuve que avisarle, las veces siguientes que fueron muchas, pero muchas, y se extendieron a lo largo de unos cuantos años, él se encargaba de tomar la iniciativa... O bien me llamaba por teléfono para proponerme que fuéramos al atelier; o bien cuando iba por el almacén a comprar cigarrillo, se apuraba para atenderme y, de paso, me hacía saber su necesidad de verme...

La primera vez que Mauricio me garchó fue algo espectacularmente bueno; algo de antología... Algo que perdura en mi memoria... Las veces posteriores no le fueron en saga... Con el paso del tiempo, pese a nuestras diferencias sociales y culturales, entre nosotros se trenzó algo familiar... Cuando estábamos entre las paredes de nuestro "nidito de amor", yo era el ángel de sus sueños, el objeto de sus deseos... Y me daba pija a más no poder...

Todo cambió cuando, a poco de morir el tío, la tía trajo una muchacha para que la ayudara... Mauricio se enamoró de la gordita y terminaron casándose... Al final se quedó con el almacén y una respetable posición económica... Hoy es todo un señor... Cuando de casualidad nos vemos, aunque solo nos demos la mano, vibra entre nosotros el eco de aquella vieja pasión... El sigue tratándome como el señorito que alguna vez fui...

La técnica que utilice para engancharlo a Mauricio la usé muchas veces y siempre me dio muy buenos resultados... Si algún lector tuviese dudas acerca de su aplicación en algún caso particular, puede escribirme a decubitoventral@yahoo.com.ar y con mucho gusto le arrimaré mi consejo y pondré a su disposición mi experiencia...