Una tarde que lo cambió todo
Mi mujer me pide que acompañe a una amiga suya a hacer varios encargos ¿que podría ocurrir?
Estábamos a primeros de abril y me había decidido tomar unos días de fiesta (cómo era mi propio jefe, me lo podía permitir). Hobbies tenía pocos y al no tener hijos (después de tres años de casados y ambos rondando los treinta y cinco), podía disponer de casi todo el tiempo del mundo, aunque no sabía que hacer tampoco con él.
En mi vida personal, siempre me había costado relacionarme con la gente, pero por extraño que parezca, mi conexión con las féminas siempre había sido mejor (no de forma guarra, para que me entendáis). Algunos se pensarán que soy un Adonis, pero no es el caso: 1.75 de altura unos 76 kilos, ojos verdes azulados y un cuerpo cuidado, pero sin abusar del ejercicio.
Aquella vida normal y sin sobresaltos empezó a cambiar un día que estábamos en casa. A Esther (mi esposa) le sonó el móvil y vi que se alejaba de dónde me encontraba yo. Lo único que lograba escuchar era: "Yo no puedo, pero Álex seguro que te puede dar una mano con todo eso, no temas". Vi cómo Esther miraba su agenda, mientras yo no paraba de pensar quién era aquella persona y sobre todo en que la podía ayudar. Aquella conversación tenía un tono muy distendido y cuándo acabó mi esposa se dirigió hasta dónde estaba yo poniéndose muy melosa, fijo que quería algo.
E- Amor mío.
A- Dime ¿qué querías o que necesitas? -algo quería-.
E- Sabes el otro día quedé con Melania la esposa de Jorge ¿la recuerdas?
A- Sí, recuerdo haberla visto en un par de ocasiones ya que salís a caminar juntas, ya que es la esposa de un compañero tuyo del trabajo.
E- La misma, pues mira habíamos quedado en que mañana pasaríamos toda la tarde juntas para ir a comprar varias cosas para la casa que ella necesita, pero me había olvidado de que mañana tenemos una reunión y que no podré atenderla, por eso pensando que tú tienes tiempo libre le podrías dar una mano en lo que necesite.
A- ¿Qué coño pinto yo con Melania toda la tarde, que no la puede ayudar su marido? -bastante irritado-.
E- Jorge su marido trabaja conmigo y él también tiene que acudir a esa reunión. Por favor hazme este favor, no te pido más.
A- Lo haré, aunque no creo que tengamos muchas cosas en común de las que hablar ella y yo.
E- Tú ayúdala en lo que necesite para que no cargue peso y seguro que al final te lo pasarás bien.
Aquella idea de Esther no me hacía mucha gracia y no es que tuviera nada en contra de Melania. La había visto en un par de ocasiones en la que habíamos intercambiado algunas palabras, aunque pensándolo bien tampoco me iría mal salir para tomar un poco el aire.
Al día siguiente me vestí lo más informal posible para mi "cita". Esther me comentó el planning del día: ir a buscar a los niños al colegio, dejarlos en las extraescolares y después que la acompañara a comprar varias cosas que necesitaba al Bauhaus.
Llegué un poquito antes de la hora que me indicó Esther, dónde Melania me esperaría. A la hora en punto apareció un Renault Espace de color negro y vi que era ella. Abrí la puerta y al sentarme y mirar a mi alrededor pensé que allí había tenido lugar la tercera guerra mundial. Todo lleno de restos de comida, juguetes y con las dos sillitas allí detrás. ¡Madre dios que planazo que me esperaba!
Tras aquel shock inicial me fijé detenidamente en Melania y es que a sus 37 años (me lo había comentado mi esposa) se veía un auténtico bellezón. Ese día el sol apretaba de una forma inaudita y me fijé en la ropa que llevaba: Una camiseta de tirantes típica del Decathlon de color negro a conjunto con unos jeans de color azul oscuro que le quedaban perfectamente bien. Su tipo a pesar de haber tenido gemelos no parecía haber hecho muchos estragos en ella: Morena y con su melena que le llegaba a la altura de sus hombros, ojos marrones y una sonrisa siempre en la cara, su pecho me pareció normal, esos sí sus piernas por lo que intuían se veían bastante bien tonificadas debido al ejercicio que debía hacer regularmente.
Nuestro primer encargo del día fue ir a buscar a las niñas que eran gemelas y que tenían seis años, vaya ruido que hacían aquellas dos y preguntando que quién era yo y cosas varias.
M- Bueno Álex ahora que ya hemos dejado a las niñas, me acompañaras a buscar varias cosas de decoración al Bauhaus y sé que tú me ayudarás a cargar todos los trastos en la mitad de tiempo.
A- No soy Hulk Hogan, pero algo haremos.
M- Me ha gustado lo de Hulk Hogan -no paraba de reírse-.
A- ¿Por cierto a qué hora tenemos que ir a buscar a las niñas?
M- Sus abuelos se encargarán de ir a buscarlas.
Entramos en el Bauahus (tendrían que darte un plano, para no perderte) y la ayudé a cargar varias cosas que ella necesitaba. Le di varias ideas y logré hacerla reír en más de una ocasión. Por extraño que fuera aquella tarde estaba yendo mejor de lo que me esperaba. Tras finalizar las compras y cargar las cosas en el coche decidimos ir a tomar un café y vi que ella me quería invitar.
A- No Melania, te invito yo.
M- Muchas Gracias.
Nos sentamos y comenzamos a hablar de forma distendida.
M- No me imaginaba que tuvieras tantas ideas de decoración, aparte de muchas cosas más, y es que las pocas veces que hemos coincidido me ha dado la sensación de que eras poco hablador.
A- Sé de muchas cosas, pero a veces saber de mucho no sirve de nada.
M- Estoy de acuerdo en lo que dices. Yo tengo una buena carrera que me ha permitido ganarme bien la vida, pero ahora mi único empleo es ser madre a jornada completa y es cómo si todo lo que hubiera hecho antes de tenerlas a ellas ya no sirviera para nada. Tengo la inmensa suerte que mi marido se gana muy bien la vida y es que su sueldo nos permite vivir a los dos perfectamente, pero a veces pienso que la vida se me escapa.
A- Te pasa lo mismo que a mí, la diferencia es que tú tienes a dos niñas que parecen un sol.
M- Ellas son mi mundo, aunque mi marido no está muy pendiente de ellas, parece que ambos las deseábamos, pero ahora él se encarga lo mínimo de ellas.
A- Debe estar cansado de su trabajo.
M- No sé a lo mejor...perdona que te pregunté algo, si quieres no me contestes.
A- Dime.
M- ¿Vosotros no habéis pensado en tener hijos?
A- Mi mujer está muy centrada en su trabajo y tampoco veo que tenga un instinto muy maternal. Sin duda si pudiera me cambiaba por tu marido y me quedaba con tus niñas y contigo.
Justo cuando acabé de decir aquellas palabras, pensé en que había dicho una de las mayores barbaridades de todos los tiempos. Le estaba diciendo algo totalmente descabellado. Esperaba que me mandara a la mierda por el comentario que acaba de decir, me sentía totalmente avergonzado en ese momento.
M- No tienes por qué sentirte avergonzado por lo que has dicho, es más lo considero cómo un halago que una persona cambie a otra incluso sabiendo que tiene hijos.
A- Lo siento, yo no quería.
M- No pasa nada, simplemente que no me lo esperaba.
Aquella conversación ayudó a romper el hielo entre nosotros definitivamente.
M- Escucha Alex si te pido que me acompañaras a un sitio ¿lo harías?
A- Si no es ir a robar un banco yo te acompaño.
M- Muy buena esta-se puso a reír a carcajada limpia-.
De la manera en que reía, noté que se lo estaba pasando bien. En ningún momento me imaginé que ella fuera así y es que cualquier ocurrencia mía por tonta que fuera la hacía reír.
A- ¿Por cierto que tenías pensado pedirme?
M- Necesitaría que me acompañaras a El Corte Ingles, aunque como hombre sé que a lo mejor no es un sitio al que te apetezca mucho ir.
A- Que va, a mí me encanta ir de tiendas, pero el problema es que cuando voy con mi mujer acabo a tiros.
M- ¿Y esto?
A- Pues porque me dice que le dé la opinión de la ropa y cuando no es la que ella quiere oír se enfada.
M- Yo no tengo ni esta suerte, mi marido siempre se las ingenia para no acompañarme.
A- Pues esta tarde te acompañaré yo y será un placer darte mi opinión.
M- Muchas gracias-me cogió la mano y me sorprendió-.
Nos dispusimos a ir a "El Corte Inglés", tras estacionar el coche en el parking, subimos directamente a la planta de moda mujer. Estuvo mirando entre varias secciones y al final acabamos en la de vestidos de fiesta, me imaginé que debía ser algún evento muy especial.
A- Veo que debe ser muy importante el acontecimiento, aunque creo que mi opinión quizás no sea la mejor.
M- Cómo te he dicho antes, me parece que sabes mucho más de lo que parece.
A- Gracias por la opinión que tienes sobre mí.
Eligió varios vestidos para probarse y ninguno le quedaba bien: uno parecía que le hacía el pecho caído, otro le marcaba demasiado la barriga y otros la hacían parecer mucho mayor de lo que era. Yo le daba mi opinión, pero pensaba que a lo mejor se enfadaría y es que con la tontería se había puesto ya cinco vestidos que habían elegido entre ella y una dependienta.
Mientras ella se probaba el siguiente vestido, decidí darme una vuelta cuándo y mirar si encontraba alguno diferente cuándo encontré uno muy bonito: era de color azul eléctrico y que le quedaba justo por encima de la rodilla. Era muy elegante y en ningún caso sin caer en lo provocativo, además la falda tenía un poco de vuelo y pensé que le quedaría perfecto (por intentarlo no perdía nada).
Cuando salió con el último vestido, vi que ese era el peor de todos. Ella vio que yo llevaba un vestido entre mis manos con cara de sorprendida
M- ¿En serio este vestido?
A- Por intentarlo no pierdes nada.
M- No es mucho mi estilo, pero bueno.
A- Tú pruébatelo.
M- Pero no confío en que me quedé bien. No tengo el tipo de una veinteañera.
A- Te quedará bien, ¿por cierto que talla de zapatos tienes?
M- Una 39-40, ¿por qué?
A- Simple curiosidad.
No sé porque me veía empujado a ayudarla en la elección del vestido. Ayudar y dar mi opinión es algo que me gusta (con Esther nunca lo lograba). La dejé probándose el vestido y aproveché para ir a la sección de calzado de mujer, dónde esperaba encontrarme a una vieja amiga que trabajaba allí y la cuál quizás me podía prestar unos zapatos para Melania.
Me di bastante prisa y logré encontrarla, ella estuvo muy contenta de verme. Cuando iba con mi mujer nunca la podía saludar (ya conocéis que si saludas a una más guapa que tu mujer...), le comenté que había venido con una amiga de mi esposa y que se estaba probando un vestido. Le pedí si fuera posible que me prestará unas bonitas sandalias de fiesta, que estaban en una estantería detrás de ella.
Me las prestó y al final tardé más de lo esperado y vi que Melania estaba afuera esperándome con el vestido puesto, mientras la dependienta le intentaba decir que no le quedaba bien del todo (se ve que estaba interesada en otro modelo que a Melania le quedaba como el culo).
M- ¿Dónde has ido?, pensaba que te habías cansado
A- Es que he pensado que a lo mejor con estos zapatos te vería mejor.
M- Ya tengo zapatos.
A- Es solamente para ver cómo te quedan con el vestido.
Yo me iba a esperar a fuera cuando me dijo.
M- Puedes pasar a dentro que no muerdo.
A- Es que...
M- No eres mi marido, pero puedes pasar
A- Mejor me espero aquí.
M- Cómo quieras.
Al cabo de unos minutos salió con aquellas sandalias plateadas de unos diez centímetros de tacón que aún la estilizaban más. Estaba bellísima con aquel vestido que parecía haber sido diseñado para ella. En todo caso la elección era solo suya, yo tan solo la había acompañado y buscado un vestido.
M- Te tendrías que dedicar a ser personal shopper.
A- ¿Por qué?
M- Yo no me lo hubiera comprado nunca y has acertado con todo, me lo quedo, aunque me falta un complemento que necesito que me ayudes y esta vez tienes que entrar.
A- De acuerdo.
Entré al probador y vi que de su bolso sacó una caja con un collar.
M- Me ayudas a ponérmelo por favor.
A- Y tanto.
Me acerqué hacia su espalda y noté su piel algo sudada, debía ser de haberse probado tantos vestidos. Abrí el cierre y le abroché aquel bonito collar en su cuello y lo que sentí fue extraño. Hacía mucho tiempo que no había estado con una mujer que no fuera la mía y aquella situación me parecía muy extraña en aquellos momentos, pero a la vez especial (no sabía cómo definirlo).
Tras abrochárselo ella se giró hacía mí y ambos nos miramos fijamente a los ojos. Aún no sé cómo ocurrió, cuándo noté que ella se lanzó hacía mis labios y yo no hice nada para separarme de ella. Es más, recibí cada caricia que me regalaba con sus labios y cómo su lengua iba introduciéndose dentro de mí boca, como si fuera la primera vez, que alguien me daba un beso. Mis manos aún no sé cómo empezaron a deslizarse por su espalda hasta llegar casi a la altura de su culo. Aquella situación me estaba superando y tenía que parar con todo aquello cuánto antes.
Decidí separar mis labios de los suyos ya que todo aquello iba camino de ser una infidelidad en toda regla.
A- No está bien lo que estamos haciendo Melania.
M- Lo siento no sé lo que me ha pasado, he pensado que tú a lo mejor...deseabas algo de mí.
A- No tienes que disculparte, ha sido un malentendido y punto. Eres una gran mujer y ambos tenemos alguien en casa que nos esperan: tú tienes a tu marido y a tus hijas y yo a Esther a la cuál no sabría cómo mirar a los ojos si continuáramos con esto.
M- Que tonta he sido.
La abracé y ella se puso a llorar desconsoladamente.
M- ¿Por qué lloras mujer?
A- Necesito que alguien me ame-en mi vida había oído a una mujer tan sincera-.
M- Tienes a tus hijas y a tu marido.
Sus lágrimas no paraban de brotar de sus ojos y con mi dedo índice las iba apartando de su rostro.
M- Menuda vergüenza te hecho pasar, lo siento no sé qué me ha ocurrido.
A- No pasa nada mujer, si me regalas una sonrisa lo olvidamos todo.
Me sonrió y ahora si le quité el collar y salí afuera. Cuando salió pagó el vestido y acto seguido fuimos a la zapatería dónde adquirió las sandalias a mi amiga.
De camino al coche mantuvimos un silencio casi sepulcral, pero cuando entramos en el coche, Melania me abrazó con todas sus fuerzas y volvió a ponerse a llorar nuevamente. Algo fallaba en ella, para que llorará de esa forma y veía que necesitaba desahogarse con alguien sin ninguna duda.
A- Explícame que te pasa, si quieres
M- Mi marido ya no me desea.
A- Debe ser una etapa y los niños dicen que también quitan tiempo.
M- ¿Tiempo? no creo y que desde el mes de agosto que ni me toca y yo he probado de todo: vestiditos, lencería sexy, juguetes eróticos, pero nada él no me hace caso y ya no sé qué hacer.
A- ¿Y piensas que yo hubiera sido un parche para tus problemas?
M- Más bien una válvula de escape, esta tarde me he sentido tan a gusto contigo, que quizás te parecerá una tontería he llegado a pensar que te comportabas cómo el marido que desearía tener.
Realmente yo hacía tiempo que no me sentía tan a gusto con una mujer que no fuera la mía, pero lo que ella deseaba en aquel probador se podía definir con una sola palabra: sexo.
A- Eres guapísima y si no estuviera casado no dudaría en tener algo contigo, pero no quiero llegar a casa y mirar a mi mujer a los ojos y sentir que he hecho algo malo.
M- Eres encantador y yo una tonta, con lo bien que había ido la tarde y todo se ha ido al traste por mis ansias de cariño.
A- No mujer, que cosas dices, esta tarde contigo ha ido mejor de lo esperado y que tú me comentarás tus problemas es algo que te agradezco, pero ahora se está haciendo tarde y creo que lo mejor es que me acerques a casa.
M- Será mejor.
Cuando arrancamos la marcha me fijé en ella y por extraño que fuera me la miraba de una forma diferente. No lograba comprender como el prepotente de su marido (un tío que nunca me había caído bien), despreciará el cuerpo de su mujer y que no se implicará con sus hijas.
Cuando estábamos cerca de llegar a mi casa ella se detuvo.
M- Necesito hablar contigo antes de dejarte en casa.
A- ¿De qué quieres hablar?
M- De nuevo quería disculparme por lo de esta tarde, hacía tiempo que nadie me cuidaba de esta manera y contigo ha sido precioso y ahora ya no querrás volver a quedar conmigo nunca más.
A- No es eso mujer, pero ambos tenemos nuestras vidas. Tu beso ha sido precioso y sé que eres una mujer extraordinaria. Me da miedo de que yo acabé sintiendo algo por ti y que nuestros matrimonios acaben destrozados habiendo niños de por medio.
M- Tú siendo hombre pareces tener las ideas más claras que yo.
A- Ya quisieran muchas personas tener tu aguante y con dos niñas preciosas.
M- Gracias.
Me la miré y no entendía lo que había sucedido aquella tarde, pero lo justo era dejarlo allí y guardarlo como un simple recuerdo. Cuando la vi cómo que me quería decir algo.
M- ¿Puedo pedirte un último favor?
A- Dime.
M- Necesito que me abraces, sólo un abrazo.
Al acercarse hacía mí, noté como volvió a llorar cómo en el aparcamiento.
A- No llores mujer ¿o que dirá tu marido?
M- Ni se va a fijar.
Tras estas palabras decidí hacer algo que sabía que no estaba bien. Ahora el que iba a dar un paso era yo. Me acerque a sus labios y la besé, no sé por qué lo hice, pero ya estaba hecho, no estaba dispuesto a que derramara una sola lágrima más. Aquel beso fue muy breve, pero a la vez intenso.
M- ¿Por qué me has besado ahora, si has dicho todo aquello antes?
A- Verte llorar me ha roto el corazón. Me considero una persona muy sensible y con lo bien que nos lo habíamos pasado esta tarde, quería que al menos nuestra despedida fuera bonita.
M- Gracias Álex. Que suerte tienen algunas de tener un marido como tú-mirando el reloj del coche-y creo que ya va siendo hora de que cada uno de nosotros regrese a su casa y olvidemos cuánto antes lo sucedido esta tarde.
Dos minutos más tarde me dejaba ante mi portal y mirándonos los dos a los ojos nuevamente.
M- Eres una buena persona
A- Tu también.
De esa forma nos despedimos. Al llegar Esther ya estaba en casa y al mirarla me sentí mal por lo que había hecho. Todo lo sucedido en el probador y en el coche, era algo que no podría olvidar jamás. Había sido bonito, pero aquello no podía pasar de allí. Tanto Melania como yo entendíamos que todo aquello había sido por un cúmulo de circunstancias y que nuestros matrimonios (aunque aún no comprendía cómo su marido, la tenía tan abandonada sexualmente), no merecían romperse. Habíamos hecho lo correcto y es que entre nosotros no iba a suceder nunca nada más.
Al ver a Esther a mi lado entendía que tenía una suerte inmensa, pero Melania había tocado algo dentro de mi que nunca hubiera imaginado.
PD: Como siempre los que me conocéis son bienvenidos tanto los comentarios positivos, cómo los negativos. Llevo bastante tiempo sin publicar debido a que la persona con la que comparto mi vida, no apoya este mundo, ni su lectura y escribir cuándo los ánimos no son buenos, hace mella. Por eso os pido paciencia si veis que me demoro en la entrega de mis relatos...sólo os pido esto.
Gracias a todos.