Una tarde poco tranquila...

Con un solo paso dentro de mi casa las hormonas empiezan a corretear por el largo pasillo invadiendo sin permiso hasta el último rincón del resto de las habitaciones, alguna aún virgen en el placer de amar.

-UNA TARDE NO MUY TRANQUILA-

Con un solo paso dentro de mi casa las hormonas empiezan a corretear por el largo pasillo invadiendo sin permiso hasta el último rincón del resto de las habitaciones, alguna aún virgen en el placer de amar.

En un intento de paliar ese alboroto paulatinamente llegamos a una conversación serena y llena de experiencias personales que sin duda engrandecen nuestro querer saber uno del otro que llega mas allá del conocimiento físico que aún solo nos tenemos pero que sin duda queremos seguir investigando comenzando por ese contacto salival que se produce con el segundo paso al interior de la casa.

Esa mezcla de sabores y textura acompañados de movimientos de lengua sin sentido, perdidas en los rincones oscuros de la concavidad de nuestras bocas, es una fiesta de sensaciones que hace revolucionar el interior de nuestro estómago señal de que nuestros órganos sexuales empiezan a despertar de la una hibernación no muy larga pero suficiente para despertar risueños y llenos de curiosidad ante el expectante día que les espera.

Con su corpulencia es capaz de elevarme, con un suave gesto ayudado de sus brazos alrededor de mi culo, al nivel de sus caderas, con mis piernas alrededor de él y apretando fuertemente para acercar al máximo su sexo contra el mío para sentir en lo posible el bulto que sobresale de sus finos pantalones, que levemente dejan notar el pene erecto lleno de soldados con ganas de luchar en el campo de batalla que hoy será fuera de aquí, a mi pesar por el tiempo perdido hasta llegar al destino elegido.

Después de bajarme de su cuerpo, y de un apasionado y profundo beso nos dirigimos hacia su coche donde minutos después abrochamos nuestros excitados cuerpos con el cinturón, que servía de separación física pero el habitáculo era pequeño y nuestras fantasías podían mezclarse sin control haciendo empañar con nuestra respiración los cristales aún traslucidos al atardecer primaveral que nos acompañaba.

Eran mis manos deseosas de palpar las que dieron el primer paso a comprobar que todo seguía en el mismo sitio y que en breve podría darle la liberación que sin mediar palabra me pedía sopesado con un suspiro de gozo provocado por una succión inesperada a su erecto falo; el movimiento era lento como saboreando el mejor de los helados en una tarde calurosa de verano, el juego de mi lengua alrededor del glande dejó rastro de saliva a lo largo del miembro, pasando a morder, lamer y chupar a la misma velocidad que su respiración empezó a trabajar, era magnifica la situación de excitación extrema a la que le sometía ya que su mente perturbada debía ignorarme para poder controlar ese exceso de velocidad al volante pero la expulsión del semen estaba por llegar y el mando lo seguía teniendo yo, pero no por mucho tiempo. Mis manos no dejaban de estrujarle los testículos y mi húmeda boca con movimientos rápidos pero eficaces hicieron que durante unos segundo sufriera una tortuosa pero frenética eyaculación, acompañada de un gemido interminable y aplacado con una espléndida sonrisa de placer que me llenaba de satisfacción al poder sacar una vez más ese calor que le abrasaba en su interior pero que aún embargaba el mío haciéndose notar con el sudor vaginal que recorría mis minúsculas bragas que se ocultaban bajo mi falda.

El destino elegido era un no muy oscuro paraje alejado de la civilización, bajamos del coche despacio con miedo a lo que aquello nos iba a deparar, la primera visualización de la zona nos hizo dirigirnos hacía grupo de hayas que parecía resguardarnos de cualquier mirada curiosa que por allí pudiera sorprendernos. Tras minutos caminando juntos entre ramas, y hierbas, despertando cualquier animal que descansara por allí, llegamos a lo que en un primer momento era el lugar idóneo para el escarceo amoroso el cual nos había conducido hasta allí.

En un primer contacto nuestros brazos y manos hicieron que nuestros ardientes cuerpos se juntaran para no perder ni un minuto en seguir manteniendo el contacto, arrancando de un tirón la camiseta que ocultaba su terso pecho y desabrochando así mi camisa dejándola caer sin preocupación de donde cayera.

Me besó hasta que me tragué su lengua, froté mis pechos duros contra sus tetillas enervadas, y dejé un rastro de saliva a lo largo su esternón, su vientre, volviendo otra vez a sus enrojecidas orejas susurrando con mi aliento lo cachonda que me ponía esa situación. De pie en medio de aquel bosque y apoyado en un altísimo árbol, baje sus pantalones para poder ver su cuerpo totalmente desnudo, apoyé las manos en sus hombros elevando mi pierna derecha sobre su cadera y haciendo notar ya sin ropa su enorme sexo contra el mío mediante fricciones que hacían sentir que mi excitación era cada vez mayor, acariciando con mi mano sus huevos aún asustados por la situación, acerqué mi mano a su falo para por fin introducirlo lentamente a través del estrecho pero flexible anillo de mi vagina, tras segundos de sentir aquel trozo de carne dentro de mí, lo deslizó de nuevo fuera de mí pero dejando la punta para no perder dirección y volver a meterla tan fuerte que hizo despertar en mi una lujuria mayor, que me hizo gemir de placer a la vez que mirar al cielo y llenarme gusto por tan excitante gozo, mientras la primera gota de lluvia caía en mi entreabierta boca. Mi vagina en acto reflejo apretó su miembro cual boca succionando lo cual le provocó un hormigueo interior que hizo que los movimientos de nuestros cuerpos fueran más seguidos, era un choque constante de masas, húmedas por la incesante lluvia que empezaba a descargar sobre nuestros casi desnudos cuerpos, los cuales no podían desengancharse por el ansia de seguir follando.

Uno frente al otro, nuestras miradas se cruzaron tímidas en un acto de intentar demostrar el lado salvaje que ya no podíamos controlar, un acercamiento de su cara a mi cuello mojado exaltó por completo la paz de aquel lugar, el mordisco provocó un grito estremecedor que no alteró el trote de nuestros sexos pero sí a nuestra actitud más parecida aún a animales sin domar, yo a horcajadas en sus caderas resbaladizas, con mis manos sujetas a las ramas de aquel abrupto árbol, dejé todo mi peso a merced de aquel balanceo dominada por sus enormes manos apretando mis duros glúteos haciendo abrir con uno de sus dedos mi inexplorado orificio anal, profundizando en él intentando encontrar el punto donde las dilataciones de mi vagina eran más intensas, la aleación entre el nerviosismo ante lo desconocido, el placer por lo que sabía que iba a llegar y el morbo por las miradas atentas de la flora que ahí nos rodeaba nos adentro en una cúpula de frenética situación de intensa excitación suscitada de gemidos más parecidos a la reacción de una desagradable experiencia que a lo que realmente lo producía.

Sin dejar de dilatar pero soltando toda tensión anterior, volteó mi cuerpo, ya posado en el suelo, con un movimiento seco pero seguro quedando mi culo a merced de lo que su sexo decidiera hacer con él; mi pelo mojado se pegó a la cara, mi espalda se irguió, mis muslos se tensaron a la vez que descargué un alarido desesperante por el insufrible dolor del ensanchamiento anal que provocaba un estrujamiento de su polla dentro de mí en un intento afortunado de provocar una perdida de virginidad mutua que teníamos pendiente de extirpar de nuestras vidas y que por fin se daba la situación de esa primera vez.

Eran movimientos suaves, llenos de agonía placentera, vacíos de perjuicios que nos animaban a seguir con mi mano palpando sus huevos llenos de semen en un intento de profundizar dentro de la tensión acumulada en su ano y que se iba aflojando con el contacto suave de mi dedo anular en un delicado movimiento de primera exploración y convertido en muchos segundos después en una sublevación hacia el indefenso órgano, mientras mi clítoris erecto, preso de los dedos de su mano derecha, chorreante de agua de lluvia que se deslizaba desde las espaldas, por los brazos hasta nuestras manos ocupadas, se contraía cada vez más deprisa sin poder tener control sobre él al igual que las irresistibles contracciones vaginales que dejaba latente el comienzo del final de un orgasmo haciendo flaquear mis piernas carentes de circulación acumulada en el núcleo de la conjunción sexual. Alzó mi tronco hacia el suyo agarrándome con fuerza quedando paralelo mi tronco al suyo, abrazada por sus extremidades, imposibilitando una huida en ese momento no deseada, necesitábamos expulsar ya toda tensión producida en este escarceo, las rápidas pulsaciones mostraban que nuestro corazón latía a la misma velocidad que mis contracciones, mi flujo vaginal entremezclado con el agua de lluvia recorría mis muslos lubricando todo roce que nos permitía el momento, su pene había aumentado su volumen siendo totalmente duro y erecto, el aliento rítmico que salía desde lo mas profundo de nuestras gargantas motivaba gritos de gozo que secaba nuestras bocas entreabiertas donde las gotas de lluvia humedecían nuestros labios tan cercanos que se dejaban lamer las que se escurrían por las comisuras.

Un susurro final en su oído le advertía de la llegada de tan esperada explosión, no podíamos más, el cuerpo tiritaba, vibraba por la guerra de sexos, las contracciones eran tan fuertes como si una campana sonara dentro de mí, mientras él escupía con intermitencia dentro de mi culo todo el semen acumulado, llenándome de su pastoso flujo sin darme tregua a poder palpar con mis manos el proceso de vacío.

Los dos ya inmóviles sentíamos, silenciosos la calma de dos corrientes marinas enfrentadas pero conformes a llevarse bien, aliviados ya, separamos lentamente nuestros cuerpos para volvernos a juntar con un agradecido abrazo, sintiendo la satisfacción de habernos ayudado a llegar al placer más absoluto y colocándonos así una sonrisa que sin duda nos duraría un sin fin de días.

Le ayudé a ponerse esa camiseta amarilla que se le ajustaba tan bien al cuerpo, me ató el sujetador que recogido del suelo casi formaba parte del paraje en el que nos encontrábamos, la camisa semi-abrochada dejaba ver mi canalillo al agacharme para ponerme mis bragas, mientras se colocaba los pantalones en la cintura, observaba fijamente por si mis pechos volvieran a tomar vida propia .

Sin demora avanzamos hacia el abandonado coche, nos volvimos a abrochar nuestros relajados cuerpos con el cinturón, que servía de separación física pero el habitáculo era pequeño y nuestra satisfacción con aroma a sexo se podía oler claramente, el anochecer primaveral que nos acompañaba, dejaba una luz tenue alrededor, ambientando los pensamientos que volaban por nuestras mentes, nos miramos una última vez agradeciendo sin mediar palabra el frenético día pasado.

Cerré los ojos en un intento de despedir con un beso al hombre que ese día me regaló la mejor de las sonrisas y al volver a abrirlos para ver su cara por última vez figuraba una pared, la misma pared que me despertaba todas las mañanas, el mismo olor a suavizante que envolvía mis sábanas y el mismo ruido al pasar de coches que habitualmente pasan por mi calle, pero sentía calor y no era el mismo que todos los días. Un brazo envolvía mi cuerpo desnudo, su pene se hundía con ligeros movimientos entre mis muslos, inmóvil deje hacer entonces supe que mi fantasía no sería solamente parte de la vida de mi imaginación sino que la haría parte de mi propia vida para que todas las sonrisas que como en aquel momento se estaba engrandeciendo la pudiera llevar siempre conmigo sin necesidad de cerrar los ojos para regalarme un gozo semejante.

FIN