Una tarde en las dunas
Una tarde para disfrutar del exhibicionismo y... algo más.
Ya no hacía el calor de las horas centrales del día, lo prefería así. Sin sombrillas y sin ninguna sombra cerca, en la arena de la playa y luego entre las dunas me agobiaría demasiado calor.
Sí, era un día de finales de verano que desperté con ganas de vivir algo intenso, algo excitante y desconocido, algo que me hiciera sentir deseable y a la vez entregada. No soy una chica despampanante, soy de lo más normal, cualquiera que puedes ver por la calle y que no te llama la atención pero, a la vez, creo ser capaz de despertar el morbo suficiente para excitar a cualquier hombre.
Así pues, me cogí el coche y me fui a una playa no demasiado concurrida en estas fechas pero que estaba muy bien; con su parte nudista y con unas dunas preciosas salpicadas con los típicos arbustos de ese ecosistema. Mucho espacio natural para disfrutar y… bueno, también para poder satisfacer ese calor interno que me lleva sofocando desde que me levanté esta mañana.
Aparqué el coche y me cogí la mochila y la toalla. La playa es larga, por suerte aún no está masificada y tiene diferentes zonas interesantes: un amplio arenal para pasear, luego zonas más bien familiares y al final un espacio donde suele practicarse el nudismo. Debo decir que no me va mucho eso, es como si me diera la sensación de que se pierde un poco el morbo al estar todo el mundo totalmente desnudo, prefiero las zonas comunes, ese morbo de que te vean, de la sensación de mostrar piel cuando hay mucha ropa en la gente alrededor. Sí, es cierto que me considero un poco exhibicionista, me excita calentar a los hombres y sentirme deseada. Muchas veces, la mayoría, sólo me quedo en eso; otras intento ir más allá y aprovecharme.
Caminando con mi bikini a lo largo de la playa pude ver chicas en topless, muchas de ellas más guapas que yo, es cierto. También podía ver algo de movimiento entre los arbustos de las dunas que se veían más allá, alguna sombrilla, algún hombre completamente desnudo… es evidente que son zonas frecuentadas tanto por parejas como por ambiente gay. Hay de todo y me gusta ver que hoy hay movimiento.
Llego hasta el final de la playa pero no me quiero quedar allí en la zona nudista, así que me voy a la derecha y me empiezo a meter en la zona de dunas. No hay mucha gente, la verdad, se ven muchos huecos entre arbustos escondidos que son ideales para tomar el sol allí, cerca y lejos a la vez de la playa, para disfrutar del calor y a la vez quizás de otros placeres.
Por el caminito de tierra veo un chico desnudo a unos 30 metros que va caminando como buscando un hueco propicio para tirar su toalla. La visión de su culo perfecto caminando reconozco que me hizo subir más la temperatura y fue cuando me di cuenta de que ese iba a ser un día especial. Me quité la parte de arriba del bikini y dejé mis tetas (de tamaño normal) libres y sintiendo la brisa marina que me endurecían los pezones. Así fui caminando manteniendo la distancia con el chico que ni me había visto. Sí que me vieron otros, sí, porque según iba por el caminito caminando tranquilamente, a mi derecha iba dejando esos huequecitos escondidos que, en algún caso, estaban ocupados por hombres desnudos solos a los que veía disimulando a través de mis gafas de sol dándome cuenta perfectamente de que no me quitaban ojo.
Como no hay cosa que más me excite que sentirme observada y deseada empecé a notar una humedad conocida en la braguita del bikini. Disimulaba yendo por el camino buscando un huequecito para tomar el sol yo también mientras me sentía devorada por las miradas de los pocos chicos que, de vez en cuando, veía por allí.
De pronto vi como el chico que iba caminando delante encontró por fin su lugar y al pasar cerca fue la primera vez que me vio. Yo no me detuve pero de reojo pude contemplar más de cerca ese culo que me llamaba la atención y, de propina, un pene que se adivinaba más que interesante…
Al final fue un chico más porque seguí adelante en “mi exhibición” por el camino. En un momento que me paré a coger de la mochila una botella de agua pude ver como detrás de mi a distancia aparecía algún chico, imagino que alguno de aquellos que me vieron pasar. La cosa se ponía interesante, es evidente que les había gustado lo que habían visto y que querían tener la posibilidad de ver más.
No esperé más y me metí en un hueco que vi rodeado de arbustos, discreto pero de muy buena visión para cualquiera que se acercara un poco. De hecho no muy lejos se adivinaban huecos parecidos también dispuestos a ser utilizados. Así que me lo tomé con calma, extendí la toalla, me eché algo de crema y de reojo a través de mis gafas de sol empecé a ver como alguno de aquellos chicos pasaban por el camino mirándome sin intentar disimular. Iban desnudos, conté al menos 5, en un hueco próximo también pude ver a otro, detrás iban dos juntos hablando…
¿Hablarían de mí? Seguramente. Si dejaron sus sitios y me siguieron sería por algo. ¿Qué estarían diciendo: “Esa tía tiene pinta de guarra e igual hasta nos la follamos”? En mi interior desearía que comentasen eso, me ponía muy caliente, la cuestión es si sería capaz de dejar que el deseo ganase ese día.
Me quité las braguitas del bikini y me puse de pie mirando al mar dando la espalda al caminito mientras sentía mi culo atravesado por miradas. Siempre disimulando colocando mis cosas, al girarme pude ver esas miradas, quería actuar con naturalidad, que pensasen que simplemente buscaba pasar un día de playa. Ellos no veían mis ojos, escondidos tras las gafas de sol, que no se perdían detalle y estudiaban la situación. Aún veía a alguno paseando y los huecos cercanos estaban ocupados, uno de ellos con los dos chicos que parecía que iban juntos y que estaba apenas a diez metros del mío.
No tenía prisa, ya tenía muy claro lo que deseaba y lo que me interesaba era vivir el morbo lo más intensamente que me fuera posible. Me tumbé allí de espaldas primero, luego bocarriba, siempre de cara en dirección al camino para ver bien a los improvisados mirones. Llegué a escuchar cuchicheos de los chicos pero no alcanzaba a entender que decían, una lástima…
Fue entonces cuando sucedió algo que me descolocó por completo y que produjo que todo avanzara ya sin control por mi parte. De repente según estaba tumbada de espaldas siento como se me acerca un chico que muy educadamente me pregunta si quiero que me eche crema… Cuando me giré vi que el chico tendría unos 30 años y estaba completamente desnudo; de reojo también pude comprobar cómo había más chicos contemplando la escena, siempre a una prudente distancia, tanto alguno caminando a lo lejos como los de los huecos cercanos. Durante unos segundos me quedé sin palabras y cuando el chico ya se empezaba a disculpar para marcharse, el morbo de una situación descontrolada y con un final impredecible me hizo contestarle. Como no podría ser de otra manera le dije que sí, que me vendría bien un poco de crema para no quemarme.
Mientras sentía sus manos recorrerme la espalda de reojo seguía viendo a los improvisados mirones atravesar mi piel con su deseo. Mi calentura iba creciendo exponencialmente según me iba tocando, primero probaba y cuando veía que no oponía resistencia iba aprovechando para probar nuevos lugares que untar con la crema.
Cuando me estaba tocando el culo descaradamente empecé a oír los primeros cuchicheos más altos pero aún no llegaba a entender que decían. La verdad es que el chico sabía lo que hacía: recorría mis piernas, llegaba a mis glúteos, se detenía en ellos, me acariciaba… y todo allí, con unos cuantos tíos salidos desnudos viendo la escena casi en primera fila.
Seguía tanteándome, sé que aún no estaba seguro de hasta dónde podía llegar y parecía muy educado, siempre dispuesto a respetar donde pondría yo el límite. Yo en ese momento me sentía dominando la situación, viviendo mi morbo de la forma que más deseaba aunque también empezaban a pasárseme por la cabeza el deseo de sentirme ofrecida y utilizada más adelante.
Me preguntó si me daba la vuelta para echarme por delante y no le hice esperar. Mi cuerpo ya estaba totalmente expuesto y a través de mis gafas de sol podía ver toda la situación de forma ideal, sin que nadie supiese si tenía o no los ojos cerrados. Así, mientras me echaba crema suavemente por mis piernas pude ver en el camino a dos hombres que miraban sin disimulo y con las manos en sus miembros. También en los huecos cercanos de reojo veía a más afortunados espectadores.
Mientras tanto seguía tanteando y así a mi lado, mientras me echaba crema por los hombros sentí que arrimaba su polla a mi brazo, una polla que empezaba a ganar tamaño aunque soy de las que piensan que el tamaño no lo es todo, es más la sensación de dureza junto a mi piel, una dureza causada por mi cuerpo. No quité mi brazo y entendió que podría seguir experimentando. Parece que no le importaba nada que hubiera otros hombres atentos a lo que estaba haciendo, no le importaba la intimidad, quizás también le gustaba el morbo de la situación como a mí.
Cuando rozó levemente mis pechos y vio que no hice ningún gesto parece ser que entendió que tenía vía libre y se puso ya sin disimulo a echarme crema por mis tetas deteniéndose en ellas todo el tiempo del mundo. “Sóbale bien las tetas a la zorra”. Fue el primer murmullo que entendí bien de aquellos dos chicos y, lejos de molestarme, me pusieron a mil. Al chico no pareció importarle el comentario, no se inmutó y ni miró hacia ellos, siguió amasando mis tetas, jugando ya con mis pezones duros. Desconozco si ya se imaginaba que podría llegar a lo que quisiera conmigo ese día o quizás sólo trataba de vivir el momento y aprovechar todo lo que pudiera por si, de verdad, lo único que deseaba es un poco de crema y luego tomar el sol tranquilamente.
Me sentía muy excitada por la situación, estaba incluso deseando escuchar más cosas de ese tipo porque aunque ellos no lo sabían, sí, es cierto que me sentía como una auténtica zorra y además totalmente en celo.
Allí sin moverme, sintiendo su pene rozando mi brazo noté a mi desconocido como abandonaba mis tetas y buscaba echarme crema primero por mi vientre y luego por mis piernas. Utilizó la misma táctica, primero probaba con la máxima cautela y, si veía vía libre, aprovechaba la situación. Fue así cuando me empezó a echar crema por los muslos abriéndolos ligeramente sin encontrar oposición. Tuvo una imagen directa de mi vello púbico recortado y mi rajita ligeramente abierta que, a buen seguro, notó que estaba humedecida.
Masajeó mis muslos rozando “sin querer” mi coño, y yo dejándome hacer con los ojos bien abiertos tras mis gafas contemplando bien toda la escena. “Está caliente la zorra”. “Qué puta es”. Escuchaba los cuchicheos en voz baja pero ya sin cortarse un pelo de mis voyeurs favoritos y, mientras tanto, algún que otro mirón viendo la escena y escuchando los mismos comentarios…
Fue entonces cuando sentí el primer dedo en mi rajita, no pude evitar estremecerme aunque sin hacer ningún movimiento brusco que denotase que no quería que siguiera. Ese morbo de ver al chico metiéndome un par de dedos en el coño acariciándome el clítoris y sentir a mí alrededor a unos cuantos tíos salidos viéndome así me elevaron casi a mi primer orgasmo. Fue el momento que me quería sentir usada, quería que me hiciera lo que quisiera, no iba a oponer ninguna resistencia y deseaba que todo el mundo lo viera, sería su juguete sexual de carne y hueso.
Entre el camino y los huequecitos habían no menos de cinco chicos desnudos viendo la escena y alguno con su miembro en la mano. Supongo que sólo esperaba un detonante para que todo se disparase y pronto iba a llegar. Con la polla del chico posada sobre uno de mis muslos y notando sus dedos dentro de mi escuché a alguien decir un “fóllate a la puta” en una voz ya audible para todo el mundo. Fueron diez segundos de silencio expectante, un momento de shock en el que ya me sentí totalmente dispuesta a ser usada ese día, ya no había vuelta atrás.
Me incorporé y, aunque no lo hice de forma brusca, seguro que el chico pensó que me había molestado y se terminaría el juego. No iba a ser así. Llena de excitación y ante la sorpresa de todos mis voyeurs me volví a agachar colocándome de rodillas ofreciéndole todo mi culo en pompa al chico y a todos los que me quisieran ver así. Era la mejor forma que tenía de decirles que deseaba ser usada. Varios murmullos a la vez llegaron a mis oídos aunque en esta ocasión no llegué a entenderlos, ese morbo de sentirme así de ofrecida sin siquiera aún tocarme nadie, hacía que mi coño empezase a encharcarse.
Superada la sorpresa el chico no tardó en aprovechar el regalo y al momento sentí su pene intentar abrirse paso en mi vagina, al principio con suavidad, luego cada vez más fuerte con una sobreexcitación evidente ante mi pasividad y por los ya constantes comentarios de unos chicos que de reojo veía que estaban cada vez más cerca para no perderse la escena. “Qué buena está la puta”, “como se deja la zorra”, “nos la vamos a follar todos”, “clávasela bien y reviéntala”… Y yo allí, levantando bien el culo para que el chico viera que lo que deseaba era que siguiese bombeándome una y otra vez y que todos oyesen el “chof chof” constante de su cuerpo chocando contra el mío.
Sentí unos espasmos dentro de mí y acto seguido noté el calor de su caliente líquido espeso inundándome, mi orgasmo ya había llegado también pero quería más, estaba completamente entregada al deseo, quería que me poseyeran. Por eso, ante la sorpresa de más de uno, cuando se fue el chico yo no me moví, seguí allí a cuatro patas con mi intimidad totalmente expuesta. Era la confirmación definitiva que esperaban para tener la certeza absoluta que ese día iban a poder disponer de una chica gratis.
Era una verdadera sumisión, toda una invitación que no tardarían en desaprovechar ya que en segundos sentí como alguien me agarraba por las caderas y trataba de meterme el pene de forma brusca. No llegué a ver al chico que me follaba, creo que me daba más morbo sentirme así usada por verdaderos desconocidos, sin saber si eran guapos o feos, delgados o gordos, altos o bajos… sólo quería que me deseasen y poder darles placer. Movía mis caderas acompasando su movimiento de pelvis, levanté la cabeza y vi varios chicos casi al lado, uno de ellos empezó a sobar mis tetas que colgaban agitándose con los movimientos que me daba el chico de detrás. Por supuesto no opuse resistencia y dejé que me las cogiera, que pellizcase mis duros pezones. No creo que aquellos hombres cuando llegaron a la playa ese día se imaginasen que iban a tener a una chica así a su voluntad.
Unos nuevos espasmos dentro de mí y más semen que pronto sentí que empezaba a rebosarme por las piernas, nunca me había sentido más cachonda allí expuesta para el uso de quien quisiera. Tampoco me moví esa vez, me mantuve allí a cuatro patas con mis orificios ofrecidos, los comentarios humillantes se sucedían, en pocos segundos tuve a otro hombre detrás que en voz alta le dijo a otro “se la voy a meter por el culo a la puta” y sí, en efecto sentí como algo duro trataba de hacerse camino por ese orificio que, sinceramente, no me habían profanado mucho en mi vida hasta entonces. Por suerte pasó la polla por mi coño antes y la humedeció por lo que el dolor no fue tan intenso, tan sólo dejé escapar unos gemidos que al parecer les ponía más cachondos aún ya que al levantar la cabeza me encontré de pronto con un chico que, agarrándome del pelo, acercó mi cara a su pene erecto. Abrí la boca y al instante sentí los movimientos del gran trozo de carne entrando y saliendo, la sentía llegar hasta mi garganta y con mi lengua trataba de recorrerla intentando darle el mayor placer posible a ese desconocido del que tampoco había visto su rostro siquiera. De reojo al ver a algún chico más pensaba en la imagen que estaba dando allí siendo follada por dos desconocidos a la vez mientras alguno se acercaba a tocarme nuevamente las tetas.
Me corrí nuevamente y ya perdí la cuenta, entre sus humillaciones y mi éxtasis apenas me percaté esta vez cuando se iban a vaciar en mi y casi a la vez me encontré llena nuevamente de semen y parte del que descargó en mi boca me lo tragué por que el chico no tenía muchas ganas de salirse y mantenía su miembro ya algo flácido para que se lo limpiase bien.
Cuando terminó empecé a notarme cansada y me dejé caer tranquilamente tumbándome bocabajo, aunque no terminaría ahí la cosa ya de que los mirones que quedaban había quien quería su parte. Así, apenas un minuto después noto como uno de forma algo brusca me da la vuelta, iba a ser el primer chico al que le iba a ver la cara y ellos a mi también ya que mis gafas de sol descansaban en el suelo después del movimiento anterior.
Mirándome a los ojos y en voz alta para que lo oyera bien el resto me dijo “abre bien las piernas zorra”. Mi respuesta fue al instante y le obedecí, abriendo las piernas al máximo que pude le mostré el camino que podría seguir su polla si lo deseaba. Mi morbo de sumisión sólo hacía que acrecentarse según notaba más dominación, más “sentirse machos” entre ellos. Me folló de forma brusca y no pude evitar gemir con cada envite pero, aunque cansada, me sentía aún lo suficiente cachonda como para disfrutarlo.
Después de él pasaron dos más, ¿o quizás fueron tres? Al final acabaron yéndose todos entre comentarios nuevamente humillantes que seguían avivando mi llama. Cuando me puse las braguitas del bikini casi al instante se me inundaron de la cantidad de semen que tenía en mi interior. Me sentía cansada, dolorida… pero había disfrutado como nunca y rebasado unos límites que pensé que nunca podría alcanzar.
Cuando fui a coger el coche en el aparcamiento noté como muchas miradas se clavaban en mí, alguno de aquellos seguro que había estado dentro de mí; de más de uno aún conservaba sus restos, ya sea en la ropa o en mi interior. No podía evitar una media sonrisa cuando me fui, esa tarde había sido un juguete sexual para unos cuantos desconocidos, había sido la chica más fácil del mundo, me habían humillado… sí, pero había disfrutado como nunca.