Una tarde de placer
Hacía tiempo que no nos veíamos con tiempo suficiente para disfrutar poco a poco con tu cuerpo y tu con el mio. Exploré tu cuerpo y dejé que exploraras el mio hasta conseguir arrancarte y tu ami unos orgasmos que hacia tiempo que no teníamos.
Desde que abrí la puerta y te vi, supe que, por fin, por mi primera vez, me ibas a dar el placer de atender mis deseos sexuales, que lo que tantas veces te había pedido, por fin lo iba a tener. Aquellas botas “panamá”, tus calcetines de lana y lo que presumía que había debajo de tu abrigo despertaron en mi un instinto sexual y una excitación que no sé cómo puede reprimir. Tras los primeros minutos de relax, disfruté de que por fin habíamos encontrado la, tan esperada, oportunidad de contar con unas horas solas para poder disfrutar, sin que nada ni nadie nos pudiera molestar. Vino a mi mente el recuerdo de las pocas veces que te había tenido y disfrutado sin prisas y en un lugar cómodo. Me plantee disfrutar de ti y de las horas que teníamos por delante. Poder follar una y otra vez sin que las prisas, ni los ruidos próximos pudieran perturbarnos impidiendo que pudiéramos hacer lo que nos diera la gana y como nos diera la gana. Fui notando mi excitación y percibiendo como, con solo pensarlo, mi polla crecía dentro de del pantalón.
Para poder disfrutar de nuestro tiempo y nuestra situación de absoluta soledad, te pedí que me acompañaras a la cocina y me ayudaras a preparar unas bebidas. Me excitaba tenerte en mi casa, toda para nosotros, toda tu para mí y, desde un principio, te hubiera desnudado y me hubiera gustado tenerte desnuda, pudiendo disfrutar de tu cuerpo desnudo a mi entera disposición. Si follar contigo me iba a excitar, regodearme en poder tocarte, abrazarte y besarte sin nada ni nadie que lo impidiera, era igualmente excitante.
Mientras serbias las bebidas te toque el culo con autentico regodeo, te palpe las tetas y te bese el cuello desde detrás, mientras acercaba mi polla y la frotaba contra tu cuerpo. Me hubiera gustado darte la vuelta, desabrochar tu abrigo y tocarte los pechos y, mientras te besaba, llevar tu mano a mi polla para que me hicieras una paja ycuando estuviera a punto de correrme metértela en la boca y que me hicieras la estupenda mamada que nunca había conseguido. Todos esos deseos y toqueteos no hacían más que incrementar las ganas que tenia de ti.
Disfrute de tu tranquilidad y de tu relajo. Como me habías prometido tantas veces, si tenías tiempo y tranquilidad suficiente, estabas dispuesta a disfrutar del sexo conmigo. Por eso cuando, besándome, deslizaste tu mano hacia mi bragueta, la abriste pausadamente y me la cogiste, creí enloquecer. Me deje llevar, deje que, con tu maestría ya demostrada tantas veces, fueras frotando arriba y abajo mi verga que se ponía cada vez más gorda. Cuando veías que estaba al límite hábilmente cogías tu copa con hielo, enfriabas tu mano, me la volvías a poner alrededor de mi polla y la excitación y mi polla se relajaban. ¡Que cabrona! Como sabias hacer que fuera y viniera para impedir que me corriera allí mismo. Nos besamos y tocamos tanto como quisimos y, sin que soltaras mi pollita, te di la vuelta para poder acceder a tu entrepierna. Intente desabrocharte el abrigo para meter mi mano y poder pajearte, poder disfrutar de tu coño en mi mano y que tu disfrutaras de una buena paja. Pero claramente no estabas por la labor, más tarde sabría porque, conseguiste sin darte la vuelta, con tu culo pegado a mi cuerpo, sin soltar mi abultado instrumento, seguir frotando arriba y abajo, llevarme hasta tal limite que te pedí que continuaras hasta que me corriera. Conseguí hacerme con una servilleta de papel y cuando mi miembro empezó a correrse pude recoger mi corrida y disfrutar una vez más. Seguía lamentándome de no haber podido hacerte una paja, a la vez que tú me hacías la mía, pero estaba claro que tú tenías tus propios planes y yo estaba dispuesto a dejarme llevar.
Metiste mi polla en el pantalón, me cogiste de la mano y con una mirada picarona y tu copa en la otra mano me llevaste hacia el dormitorio. Alli vi, de reojo, al desabrocharte tu abrigo, que habías hecho caso a mi demanda en tu vestimenta, “botas panamá, calcetines y braguitas” nada de pantalones ni faldas, por eso no me dejaste desabrocharlo, no querías que lo descubriera tan pronto. Mis deseos de poseerte se aceleraron y me costó reprimirlos, desee quitártelo yo mismo y disfrutar de esa imagen que tanto deseaba, pero preferí aguantar y disfrutar con verdadera alevosía de ese momento. Tú lo sabías y te regodeabas, creo que incluso disfrutabas al saber la excitación que me provocaba la situación. Vi cómo me mirabas la entrepierna y disfrutabas viendo que el bulto volvía a aparecer debajo de mis pantalones y que sabias que sería tuyo esa tarde, todo el tiempo que quisieras. Te regodeabas y como una “astuta putilla” disfrutabas con mi excitación. Te excitaba la situación y lo notaba en tus mejillas sonrojadas y en los movimientos de tu fosas nasales al respirar, una respiración que empezaba a revelar que estabas caliente.Lo que estabas pensando, y lo que sabias que yo estaba pensando en hacerte, te excitaba.
Antes de que te quitaras el abrigo, ya desabrochado, me acerque a ti para abrazarte y cuando metí las manos dejado del abrigo, creí enloquecer de placer al notar que, de cintura para abajo, solo llevabas unas preciosas braguitas y que podía tener tu culito en mis manos con solo deslizarlas desde tu cadera, sin tener que desabrochar ni apartar ningún molesto pantalón. Cómo me regodee tocando tus nalguitas mientras besaba tus labios y mordía tu cuello. Por un momento pensé que me volvía a correr allí mismo del placer que me producía tenerme tan a mi disposición yque habías venido dispuesta a satisfacerme en todas mis fantasías. Las que tantas veces te había contado. Hubiera prolongado esos momentos durante horas, pero sabía que el tiempo que teníamos no era eterno y quería hacer tantas cosas, que preferí dejar de disfrutar de tus nalguitas y labios para pasar a disfrutar del resto de tu cuerpo. No obstante antes de soltarte deslice mi mano por debajo de tu culito hacia tu coñito para meter un dedo y comprobar que, como sospechaba, lo tenías mojado y listo para una tarde maravillosa. Ahora no te podías negar y además sabía que te apetecía. Te di media vuelta y desde detrás busque tu clítoris con mis dedos, lo masaje suavemente notando como se iba poniendo gordito y por tus gemidos y tu forma de besarme note que había dado en el clavo. Gemías y te dejabas llevar, pude oír ese “uhm” tan característico tuyo y decidí no parar hasta que notara correr por mis dedos los jugos de tu corrida. Mientras frotaba suavemente tu coñito, conseguí deslizar la otra mano, por el lado contrario, y meter mi dedo índice en tu chochito. Con un dedo frotaba tu clítoris y con el otro entraba y salía en tu coño. Te oía gemir y disfrutaba tanto como sifuera yo quien se iba a correr. Empujabas con tu culo mi entrepierna queriendo sentir mi polla, que, dura, te empujaba por detrás. Mis dedos hábilmente te llevaban más y más alto. Tus gemidos cada vez eran más prolongados y tu orgasmo se veía venir. Tus piernas tersas flojearon y tu orgasmo llego con tanta fuerza que soltaste un pequeño grito de placer. Por fin conseguía arrancarte un orgasmo con mis manos. Estaba claro que cuando estabas relajada disfrutabas tanto como yo. No sabes lo que me reconforto esa sensación. Te diste la vuelta, te cogí entre mis brazos, deslice mis manos por tus nalgas, acerque mi mano a tu entrepierna y note como corría por tu pierna un pequeño hilito de flujo de tu sexo, flujo de placer, fruto de tu corrida.
Por fin te quitaste el abrigo, me lo diste para que lo dejara sobre la silla y entonces pude comprobar que habías decido complacerme a tope. No sospechaba en ese momento hasta dónde estabas dispuesta a llegar esa tarde. Percibí tus maravillosos pezones, redondo y gordos, absolutamente en punta y desproporcionados con tus tetillas, pequeñas pero excitantes, que me hacen enloquecer aun antes haber empezado a tocarlos con mis manos, a comerlos con mis labios o lamerlos con mi lengua. Debajo de un finísimo jersey de lana apuntaban hacia mí y creo que con el roce de la lana se excitaban minuto a minuto.
Quería saber que te apetecía hacer, por donde querías empezar, si teníasalguna preferencia.Me dijiste, como no, que querías que nos diéramos una ducha caliente para relajarnos y luego irnos a la cama. Imposible no hacer caso a un deseo tan apetecible, pero reconozco que primero me apetecía tocar tus pechos por debajo de tu jersey y disfrutar viendo y sintiendo como los pezones crecían y se ponían duros para poder chuparlos y lamerlos con mi lengua, mientras con mis dedos me entretenía en tu clítoris. Te tumbe en la cama y sin pausa me regodee en mis apetencias hasta arrancarte un orgasmo, un pequeño pero sabrosísimo orgasmo.
Ahora sí que nos vendría bien una duchita. Te deje ducharte tranquila y cuando llevabas un rato en la ducha, oí que me llamabas para que me duchara contigo. Me metí contigo en la ducha, te bese y toque a placer debajo del agua mientras tú me tocabas la polla y yo tu mojado chochito. Que placer dejar correr el agua por el cuerpo mientras te abrazaba y besaba a placer. Cuando me pediste que saliéramos te hice caso aunque me hubiera estado allí toda la vida. Te pedí que me dejaras secarte. Estabas desconocida. Me estabas dando todos mis caprichos y dejando que disfrutara de cada palmo de tu cuerpo.
Nos fuimos a la cama y nos metimos debajo de las sabanas. Te vi relajada y me deslice hacia tu entrepierna para disfrutar de tu coño y de tu clítoris con mi lengua, con mis labios, con mis dedos. Note como te ibas calentando y como tus piernas se relajaban con el placer de sentir mi lengua y mis dedos entrando y saliendo en tu coñito. Me cogiste la cabeza con tus manos. Con tus movimientos note que querías que me concentraran en ello y que deseabas correrte con mi mamada. Me concentre en ello, mientras te lamia tu clítoris te metía dos dedos en tu coñito y te lo manoseaba por dentro, notaba como mis dedos se iban empapando con los flojos de tu coñito corriéndose, te tocaba el clítoris por fuera y por dentro y te retorcías de excitación, disfrute y te oí gritar de placer y sentí un orgasmo prolongado que hacían temblar tus piernas. Alce la cabeza te mire a los ojos y los vi ponerse en blanco mientras te corrías. Tiraste de mi cabeza hacia arriba para que me pusiera encima de ti. Cuando tenía mi cara a la altura de la tuya, me besaste con pasión y, con una habilidad exquisita me cogiste la polla totalmente dura y la dirigiste hacia tu rajita. Tenía tantas ganas de metértela que, con un placer que no puedo describir, te la metí hasta dentro con una fuerza y unas ganas que me hacían enloquecer. Con fuerza y con un movimiento pausado y rítmico entraba y salía dentro de tu coño disfrutando y tratando de retrasar todo lo que pudiera mi corrida para poder disfrutar más.
Apretabas tu coñito y por dentro, con tus músculos, presionabas mi polla como si quisieras exprimirla. Yo entraba y salía lentamente, con ritmo pausado pero enérgico. A ratos te dejaba la puntita en la entrada de tu chochito para hacértela desear y tú con un suave movimiento de cadera te la metías hasta dentro y presionabas con tanta fuerza que cada vez me costaba más aguantar la corrida. Incorpore mi cuerpo apoyando mis manos a ambos lados de tu cuello, quería ver tu cara de placer cuando te corrías. Te metía y sacaba mi pene lentamente y me regodeaba en cada embestida. Deslizaste tu mano por encima de tu barriguita hasta alcanzar tu clítoris y, mientras yo te daba lentos empujones, te la metía y te la sacaba con calma, te empezaste a sobar el clítoris hasta que te corriste con tal intensidad que me agarraste con fuerza empujaste de mi hacia tu cuerpo y me dijiste al oído “métemela con fuerza y córrete en mi coño conmigo”. Me miraste pidiéndome que te la diera toda, que me corriera dentro de ti. No pude resistir esa mirada de deseo y de placer y con un empujón definitivo te la clave en tu coño mientras me corría y notaba como te corrías. Te oí gemir, gritar en un tono mi bajo pero muy placentero. Mientras dejaba dentro de ti toda la pasión que había acumulado, te besaba, te comía, me dejaba comer los labios y te dejaba empujar tu coño contra mi polla como si quisieras que la dejara dentro de ti para siempre. Te di la vuelta y sin sacar mi pollita de tu jugosa vagina te puse encima de mí. Note como se me ponía dura la polla por momentos. Despacio, pausadamente empecé a bombear mi polla dentro de tu coñito que no había parado de correrse y ya sin fuerzas me volví a correr, una pequeña corridita, pequeña pero tan placentera que fue tan buena como la anterior. Sin dejar de besarte y comerte tus labios me escurrí dentro de ti y mi polla se quedó pequeña, agotada.
Te deje caer a un lado de la cama, te bese los labios con placer y con una pasión y calma acorde con el deseo que sentía por ti.
Nos quedamos dormidos después de tanto ajetreo. Yo no quería dormirme porque me parecía que teníamos poco tiempo y que si al despertarnos no teníamos tiempo de seguir follando un buen rato me iba a arrepentir por no haberte follado más veces, pero no quise presionarte y estaba dispuesto a renunciar con tal de que te sintieras cómoda y te quedara la sensación de lo que habíamos disfrutado y que un polvo demasiado rápido te cambiara esa buena sensación. Después de una pequeña siestecita me desperté y te vi tan plácidamente dormida que no quise despertarte. Deseaba subirme encima de ti o que te subieras encima de mí y volver a sentir mi polla caliente dentro de tu coño. Me parecía tan agradable esa sensación de mi polla mojada de tus flujos vaginales, entrando y saliendo dentro de ti y viendo tu cara de felicidad y éxtasis que tuve que reprimir mis ganas. Me levante me prepare un café y decidí espera a que te despertara tu solita. Al poco rato, cuando ya había terminado el café que me tome sentado en la cama a tu lado vi como habrías tus ojos y me sonreías con cara de placer. Cogiste tu teléfono, viste la hora y me dijiste, con cierta pena, que te quedaba poco tiempo. Si queríamos echar otro polvito teníamos que darnos prisa. Te di a elegir y te pedí que me dijeras con sinceridad que te apetecía, si echar un último polvo antes de separarnos o relajadamente esperar que llegara la hora de marcharte.No sé pero, creo que para darme gusto, me dijiste que te gustaría follar otra vez. Te subiste encima de mí, desnuda, con tus tetas a mi alcance y tus pezones en punta, y empezaste a besarme apasionadamente. Mi pene ya estaba tieso y duro preparado para meterse dentro de ti y disfrutar de tu coñito…………..