Una tarde de domingo en el cine 9 - Madre amante

Una semana ha pasado desde que vi a mi madre follando en una película porno y que mejor forma de celebrarlo que volver a follar a mi propia madre.

DOMINGO TARDE

Después de follarme a la madre de mi amigo, llego a casa con la bolsa de deportes cargada de cintas grabadas.

Entro por la puerta principal utilizando mis llaves y veo a mi madre preparando unas ensaladas en la cocina para comer.

Un beso en la mejilla que me sabe  a muy poco, después que ayer me la follara, pero parece que para ella es como si no hubiera ocurrido.

Me pregunta por la bolsa que llevo, a lo que respondo que Jorge me ha prestado unas cintas para preparar las clases de la próxima semana.

Dejo en la bolsa en mi habitación y me pongo a comer con mis padres.

Una vez finalizamos la comida, mi padre dice que va a echar un vistazo al coche, y mi madre se dirige al teléfono.

No quiero pasar la oportunidad de saber con quién habla y de que habla, por lo que me voy a un teléfono supletorio donde sin hacer ruido me dispongo a oír la conversación.

Es su amiga Carmen la que se pone al otro lado del teléfono.

  • Carmen, soy Violeta. ¿Te encuentras bien? Te he llamado varias veces y no lo cogías.
  • ¡Ah, hola!.

Tiene la voz cansada, y durante un rato no dice nada, por lo que mi madre le vuelve a preguntar.

  • Pero ¿te encuentras bien?, ¿te ha pasado algo?
  • ¡Bueno! Me encuentro cansada y dolorida después de lo de ayer.

¿No sabes que acabamos en la comisaría?

  • ¿Cómo? ¿en la comisaría?. Pero ¿por qué? ¿qué pasó?
  • ¡El Adriá que es zoquete y una mala bestia! ¡Tú ya le conoces! ¡Nunca se cansa de follar! ¡Y cuanto más folla más quiere follar!.
  • Pero ¿la policía?
  • Pues mira, te cuento. Ayer cuando os dejamos en el portal de tu casa, el Adriá estaba a mil ya que quería echarte más polvos y yo no le dejé.

Se puso otra vez pesado, quería volver a follarme en el coche. Intente que se tranquilizara, que esperara hasta llegar a casa, pero nada, ¡que quería hacerlo allí mismo!.

Le puso tantas ganas al asunto que, estando el coche aparcado, lo movió y golpeó a otro aparcado, disparando su alarma. Pero él ni caso, a lo suyo, y los vecinos asomados a los balcones y quejándose, y él venga a follar y a follar.

Hasta que vino un coche de policía, y al Adriá no se le ocurrió otra cosa que huir con el coche.

¡Imagínate la policía detrás nuestro haciendo sonar su sirena y nosotros en pelotas dentro del coche! ¡Parecía una película, y no precisamente de las que nosotras hacíamos!.

Pero nuestra huida no llegó muy lejos. El Adriá tomo una curva muy rápido y se empotró con otros coches aparcados. Solo se le ocurre a él, con esas calles tan estrechitas y él a todo trapo.

Total, que la policía nos llevó a comisaría, y hemos estado allí hasta hará cosa de dos horas que nos ha dejado irnos a casa.

Pero desde que hemos llegado el Adriá no para de follarme.

Se para un momento y dice angustiada:

  • ¡Coño, vente para acá y así te folla también a ti y yo descanso un poco!

¡Vente por Dios! ¡me lo debes!

Y se oyen unos ruidos de ropa, de muelles, hasta que se oye a Carmen gemir y las pelotas de Adriano golpeando con el perineo de Carmen, mientras se la folla, cortándose la comunicación.

Colgué yo también con cuidado para no ser oído y pensando en la conversación que acababa de oír y si mi madre iba a ir para que se la volvieran a follar.

Mientras pensaba llegué a mi habitación deseando ver las cintas grabadas.

Enciendo mi ordenador, me quedo solamente con mi pantalón corto y abro la bolsa de deportes. Ahí están cintas a cual a priori más excitante, pero lo primero que quiero ver son las que está mi madre.

Encuentro dos de ellas que estaban encima, una que indica en el gimnasio y otra en el coche de Pedro, ¿Quién es este Pedro?. Las dos cintas tienen indicadas fechas y son de este mismo año. Me doy cuenta que estoy empalmado.

De pronto, oigo a mis espaldas  abrirse la puerta de mi dormitorio. ¡Es mi madre!.

Me pregunta:

  • ¿Quieres tomar un café?

Pero al verme de espaldas escondiendo algo se acerca:

  • ¿Qué haces? ¿Qué escondes ahí? ¡Déjame verlo!.
  • ¡Nada, nada!.¡ Vete que ahora, que no quiero tomar nada!.
  • ¡Déjame verlo, que soy tu madre!.

Me empuja para verlo, pero no la dejo, estoy atrapado y no quiero que se entere que tengo estas grabaciones y me impida verlas.

Ve que tengo cintas en las manos y una bolsa llena a los pies, y me dispara, mientras no deja de empujarme, de intentar quitármelas:

  • ¡Cuántas cintas! ¿Son tuyas? ¡Quién te las ha dejado? ¿Qué tienen  grabado? ¡Déjame verlas!.
  • ¡Me las han dejado!. Y no son cosa tuya, ¡déjame en paz!.

En el forcejeo, me empuja sobre mi cama y caigo sobre ella, con mi madre encima intentando quitarme las cintas. Levanto los brazos para que ella no llegue a quitármelas, pero se mueve sobre mi cuerpo, estirando también sus brazos y me agarra las manos, poniendo sus tetas sobre mi cara.

No puedo respirar y se me caen las cintas de las manos al suelo.

Noto como desliza sus tetas sobre mi cara al moverse para coger las cintas que se han caído pero la agarro por los glúteos para que no llegue a cogerlas. Su falda se le ha subido y mis manos se ponen directamente sobre sus glúteos, notando su tanga debajo de mis dedos.

Se retuerce para soltarse de mis manos y noto como el escote de su vestido se le ha movido dejando al descubierto sus tetas, que, sin sostén, se restriegan sobre mi cara.

La oigo reírse divertida, lo que me motiva para bajarla el tanga por detrás hasta los muslos y, con sus movimientos, logro bajárselos también por delante hasta debajo de las rodillas y restregarla mis dedos en su conejo por detrás, mientras la sujeto por los glúteos con la otra mano.

Está húmeda y yo estoy empalmado, por lo que empiezo a pensar en follármela y logro bajarme el pantalón por delante, dejando al descubierto mi pene erguido que lo restriego sobre su conejo.

La oigo decir riéndose:

  • Pero ¿qué haces? ¡que soy tu madre!

Para ponerse a continuación de rodillas sobre mí.

Tiene la cara encendida, y una mirada entre feroz y divertida que hace que deje de sobarla el conejo. Se levanta el vestido y se lo quita por la cabeza, dejándolo caer al suelo.

Sus tetazas están espléndidas, enormes, morenas, erguidas y redondas, con pezones oscuros y enormes que salen de unas aureolas casi negras.

Mi madre baja la cabeza, agarra mi pene erguido y lo dirige a la entrada de su vagina, metiéndolo dentro.

Me mira otra vez, con una sonrisa en los labios, y empieza a cabalgarme, primero lentamente para ir poco a poco aumentando el ritmo.

Subo mis manos a sus tetas, suaves pero increíblemente duras, como macizas, que se bambolean arriba y abajo en función de las cabalgadas de mi madre.

Después de un rato, miro hacia abajo y veo como mi pene entra y sale del conejo de mi madre, entrando y saliendo.

Bajo mis manos de sus tetas a sus caderas, las acarició, maravillándome de su suavidad, y las cojo mientras veo como me folla mi madre, para a continuación moverlas a sus glúteos, duros, macizos.

Pero no me corro, por lo que mi madre me desmonta, se echa para atrás, baja la cabeza y comienza a lamerme el pene, pasando la lengua de arriba abajo, una y otra vez, concentrándose por un momento en la cabeza de mi pene.

Su cabeza oculta mi pene, por lo que dirijo mi vista a su espalda y comienzo a acariciarla.

Noto como mi pene entra en la boca de mi madre, como se lo mete hasta el fondo y como lo saca, una y otra vez.

Después de un rato, se levanta y se vuelve a sentar sobre mi pene, pero ahora mirándome hacia los pies.

Veo sus glúteos espléndidos, respingones, morenos, macizos.

Vuelve a agarrar mi pene erguido y se lo vuelve a meter en su conejo, hasta el fondo, hasta que desaparece.

Empieza a subir y a bajar, mientras mi pene aparece y desaparece, una y otra vez, cada vez más rápido.

Mis manos se posan en sus glúteos sin poderlos abarcar en su totalidad, la agarro las caderas mientras no dejo de observar como sube y baja, como se mueven sus glúteos en cada movimiento.

Se agacha hacia adelante, sin dejar de subir y bajar, por lo que aprovecho para separar sus glúteos y ver su otro agujero, el ano, pequeño y prieto del tamaño de un botón. ¿Cuántas veces se la habrán metido también por aquí?.

En este momento noto como me viene un orgasmo, no quiero que ocurra, quiero seguir disfrutando de mi madre, pero no puedo evitarlo, y, rugiendo, me corro dentro de mi madre, que en ese momento se detiene, deja de botar, para que pueda disfrutar plenamente.

Espera un rato sin moverse, hasta que me descabalga, se levanta de la cama, me mira con una sonrisa irónica, y coge del suelo su vestido y una de las cintas que he dejado caer, lee la etiqueta y me dice sonriendo, con una voz muy sugerente:

  • Parece interesante. Siempre me ha gustado verme follando. Espero que lo veamos juntos.

Lo que me deja perplejo.

La deja sobre la cama, y se marcha desnuda de mi dormitorio, moviendo sus caderas y tarareando una canción. Lo último que recuerdo son sus glúteos macizos desapareciendo por el pasillo.

Oigo cómo se va a su dormitorio y abre la ducha.

En ese momento, oigo la puerta de la calle, es mi padre que entra en casa.

Me doy cuenta que estoy totalmente desnudo encima de la cama, con la puerta abierta, y mi cipote todavía medio erguido, lleno de esperma, por lo que me levanto rápidamente de la cama y cierro la puerta, vistiéndome rápidamente a continuación.

Mi padre llama a mi puerta. Le hago esperar un momento mientras  me acabo de vestir, y le abro la puerta.

Me ha traído una gorra mía que se ha encontrado en el coche.

Mira detrás de mí y me dice que  espera que no vaya a ver todas las cintas hoy.

Me giro y ahí están las cintas que he traído.

Antes de que le responda, me dice que espera que no sean mías, no sé a qué se refiere, por lo que me vuelvo a girar hacia donde mira, y veo el tanga de mi madre, arrugado sobre la cama deshecha.

No se que decir, pero al girarme mi padre ya no está, se ha ido a hacer alguna otra cosa por la casa.

Me quedo quieto, sin saber que hacer, y cierro la puerta de mi habitación quedándome dentro sin saber qué hacer después de lo que ha ocurrido.

Me doy cuenta en ese momento que la ventana de mi habitación está abierta, confió que no estuviera el mirón viendo todo, por lo que cojo mis prismáticos y miro hacia el edificio de enfrente.

¡Ahí está el mirón mirando por su telescopio! ¡Levanta una mano y me hace el gesto de la victoria! ¡El muy cabrón ha visto con todo lujo de detalles como me follaba a mi madre!

No me atreví a salir de mi habitación en toda la tarde, aunque, eso sí, me vi varias cintas que había traído, y estaban cargadas de auténtico morbo.

Si no me masturbe viéndolas fue porque estaba más seco que una pasa en el desierto.

Aunque eso sí, todo lo vi con la puerta cerrada con cerrojo y la persiana totalmente bajada.