Una tarde de domingo en el cine 5 - Laberinto

Quinto relato de la serie que comenzó en “Una tarde de domingo en el cine”.

SABADO

Después de lo ocurrido la tarde del viernes en el que Jorge violo a mi madre, y esta le devolvió la pelota (o le arranco las pelotas), dejándole en paradero desconocido, me quede la noche del viernes sin salir de casa, mientras que mi madre se fue a cenar con mi padre, como siempre y como si no hubiera ocurrido nada.

Nada mas desayunar volví a llamar a la casa de Jorge. Como el día anterior, volvió a ponerse su madre para decirme que estaba en la cama, con gripe y que hoy no saldría.

Si tener gripe significa que le han arrancado las pelotas, estoy seguro que tiene una gripe muy fuerte.

Llame luego a varios amigos de la pandilla para concretar planes para la noche, y quedamos por Alonso Martínez cerca de las once de la noche.

Después de tantas llamadas, mi madre, que estaba contenta, me dijo que había quedado con su amiga Carmen para dar una vuelta y comer de tapas, y que debería ir con ellas para tomar un poco el sol, ya que tenia un color amarillento de estar tanto tiempo encerrado entre cuatro paredes.

Carmen es una amiga que mantiene mi madre desde hace muchos años. Tiene aproximadamente su misma edad, algo más baja que ella, algo rellenita, pero, siempre que puede, lleva minifaldas que enseñan sus piernas algo musculosas para mi gusto. Su lenguaje es ocasionalmente soez, al contrario de mi madre que es bastante discreta en este sentido.

A falta de un plan mejor, acepte. Además me apetecía disfrutar de un día soleado y caluroso, en el que siempre podría echar mas de una mirada a las tetas, piernas y culo de mi madre y de su amiga.

Dando un paseo, nos hemos sentado en una terraza de un parque, tomando unas tapas al ser casi la hora de comer. Por la hora que es, solamente está el camarero que sirve las mesas.

Están ellas hablando de sus cosas, sin prestarme ninguna atención, por lo que aburro un montón, lo que hace que me fije en las piernas de Carmen, que, en ese momento, las tiene cruzadas y que, al tener la minifalda bastante subida, la veo los muslos y casi las bragas.

El aburrimiento, el calor y la cerveza hacen que me ponga un poco cachondo.

Después de un rato, Carmen cambia de postura con las piernas. Ahora las ha descruzado y las tiene algo abiertas, por lo que la veo algo sus bragas, rojas.

Como estoy cachondo y ellas hablan como si no existiera, me agacho como a coger algo, a atarme el zapato debajo de la mesa.

Allí entre sus muslos, en su entrepierna, están sus bragas, cubriendo su conejo, que se marca bajo la fina tela.

Un vistazo a mi madre, me permite ver también sus muslos debajo de su minifalda y unas bragas blancas, pero mi objetivo ahora no es ella.

Una parte de las bragas de Carmen está en la penumbra de la falda, y quiero distinguir mejor su conejo, que me atrae como un toro al capote rojo, por lo que me meto debajo de la mesa y me acerco más a las bragas de Carmen sin perderlas de vista.

He metido la cabeza entre sus muslos, cuando los cierra y me aprisiona la cabeza.

La oigo chillar. Instintivamente intento sacar la cabeza, pero sus muslos me la retienen.

Logro sacarla, pero vuelco la mesa, levantándome entre el ruido de cristales y platos al romperse.

Las oigo chillar. Mi madre me pregunta chillando que hago.

Su amiga grita que estaba viéndola las bragas, que la había puesta la boca en su coño y lo estaba lamiendo, que soy un pervertido.

Mi madre está muy enfada, y me da un par de bofetadas, mientras me grita cosas.

Todo esto motiva que paguemos a continuación nuestras consumiciones y nos marchemos.

Mientras caminamos permanezco callado y cabizbajo, mientras mi madre, muy enfadada, me grita cosas que ni escucho. Carmen también, pero la veo sonriendo, está alegre.

Poco a poco se van tranquilizando y vuelven a hablar de sus cosas, pero yo, a pesar de la bronca, continúo cachondo.

A lo lejos en el camino vemos algo más lejos a unos chicos de unos veinte años tomando unas litronas.

Las ven y empiezan a decirlas cosas, que vayan que se las van a follar, que las van a arrancar la ropa y que las van a sobar y a meter la polla por todas partes.

Ellas, muy coloradas, nos hacen retroceder y tomamos otro camino, caminando rápidamente. Se las ve angustiadas pero los chicos no nos siguen, por lo que al rato se tranquilizan y vuelven a hablar de sus cosas.

Llegamos a unas atracciones que hay en el parque.

Como es la hora de comer, no hay casi nadie, y están todas las atracciones cerradas. Todas menos una: el laberinto de los espejos.

Hay una chica, mas o menos de mi edad, que está con su madre entrando en el laberinto.

Nos acercamos a la taquilla, compramos también los tickets y entramos.

Nos movemos por unos pasillos de un metro y medio de ancho con espejos que cubren las paredes de casi tres metros de alto, y que nos permite ver nuestro propio reflejo desde distintos ángulos. Algunos espejos devuelven imágenes que no son nuestras, que corresponden a otros pasillos, a otras estancias, a la mujer y a la chica de espaldas a nosotros caminando, incluso me parece ver a unos hombres de aspecto brutal que desaparecen rápidamente.

Después de caminar  dentro del laberinto durante unos cinco minutos, de pronto se quedan quietas, como heladas.

Hay imágenes en un espejo de tres figuras, dos hombres y una mujer.

La veo las tetas, unas manos las agarran, su culo, unos genitales masculinos, un rabo enorme muy tieso.

La mujer está de frente a nosotros, tiene la cara muy asustada, es la mujer que entraba con la niña.

Detrás están dos hombres, uno se la está follando por detrás, el otro la sujeta por las tetas. La están violando.

Los hombres nos han visto, nos miran.

Mi madre y Carmen se dan la vuelta y echan a correr muy rápido hacia donde hemos venido.

Mi madre me empuja para que vaya delante de ella, y detrás de Carmen que abre la marcha.

Estoy cachondo y las quiero hacer una jugarreta.

Carmen toma un camino, pero yo tuerzo por otro.

Veo por un espejo de la pared que mi madre me sigue.

De pronto, ella chilla.

Por el espejo veo que la dan un tirón, que la arrancan el vestido.

La veo el pequeño sostén, el tanga, todo blanco, y sobre todo sus tetazas a punto de salirse del sostén.

Continuamos corriendo.

Inmediatamente otro tirón, la arrancan el sostén, la veo las tetas, enormes, con aureolas oscuras, botando.

Seguimos corriendo, otro tirón, la arrancan el tanga, la veo el conejito.

Choca contra un espejo y  la imagen desaparece, ya no la veo, solamente pasillos sin gente.

Continúo corriendo, más despacio pero no veo a nadie por los espejos ni nadie está detrás de mío.

Me paro, continuo sin ver a nadie.

Quiero ver a mi madre, no para salvarla sino para disfrutar de su cuerpo desnudo y como se la follan.

Camino en sentido contrario sin dejar de mirar por los espejos, pero no la veo.

De pronto, ¡me da un vuelvo el corazón!, ¡hay un tanga blanco en el suelo delante mío!, ¿son las de mi madre?.

Las cojo del suelo, están rotas, se las han arrancado.

Creo que estarán disfrutando de mi madre en la siguiente esquina.

La tuerzo rápido, y veo un hombre de pies de espaldas a mí.

Está desnudo, sus musculosos glúteos apuntan en mi dirección, contrayéndose.

Veo a Carmen, su cara, está de frente al hombre, pegado a él.

Él está de pies y  la sujeta por las nalgas, subiéndola y bajándola, con la fuerza de sus brazos. Lo veo reflejado en un espejo detrás de ellos.

Carmen está abierta de piernas, que salen por los costados del hombre.

¡Se la está follando!.

Les oigo jadear por el esfuerzo.

Me quedo a verlo, ella me ve, y la sonrío abiertamente como venganza.

Hay un tanga en el suelo, rojo, es el de Carmen.

Lo cojo, roto, se lo han arrancado también.

Vuelvo a mirar a Carmen, como se la follan.

Por los espejos la veo las nalgas, como se mueven por las embestidas del hombre, las tetas, las piernas, como el hombre la mete el rabo en su conejo, como aparece y desaparece dentro.

Continuo sonriendo abiertamente, me vengo de ella, la humillo, viendo como se la follan, como la humillan.

Ella balbucea algo, grita algo.

El hombre se para y comienza a darse la vuelta para mirar.

Giro sobre mis pasos, corriendo, huyo con las dos bragas en la mano.

Continúo corriendo, huyendo y buscando a mi madre, con los tangas ahora en mis bolsillos.

Llego a una estancia más grande, como un cuadrado también con espejos en las paredes.

Hay una chica en la estancia, más o menos de mi misma altura, de espaldas a mí, mirando a los espejos que tiene delante.

Por la forma de vestir creo que es la chica que iba con su madre.

Miro al espejo hacia donde dirige sus miradas y percibo movimiento.

Hay reflejado un cuerpo, no, dos, un hombre desnudo, de frente a nosotros, con un rabo tieso, enorme, que tiene sobre sus hombros a una mujer.

La veo el culo, está desnuda, sentada con sus piernas sobre los hombros del hombre, con el conejito sobre la cara de él.

Las manos del hombre la sujetan por sus nalgas, una sobre cada cachete.

La está comiendo el conejo.

Por otro espejo, veo la cara de la mujer. ¡Es mi madre!.

Los ojos cerrados y la boca semiabierta, la lengua entre sus labios rojos, dejando ver unos dientes blancos y regulares.

Sus tetas son enormes y están erguidas.

La está masturbando, me quedo viendo como está teniendo ahora un orgasmo.

Las manos de ella se apoyan sobre el espejo que tiene de frente y sobre la cabeza del hombre.

El hombre esta totalmente desnudo, con un rabo enorme, tieso, lleno de venas abultadas que apuntan al conejo de mi madre.

De pronto él comienza a bajarla, despacio, manteniéndola con las piernas abiertas restregando el conejo sobre su cuerpo y las tetas sobre la cara de él.

Poco a poco la va metiendo el rabo entre las piernas, en el conejito, las manos en el culo, en las piernas.

Ella abre mucho los ojos y la boca.

Ahora la sube otra vez, la baja, la vuelve a subir, se la está follando.

La chupa las tetas mientras suben y bajan, cada vez suben y bajan más rápido.

Se detiene, la desmonta y comienza a girarla.

Quiere follársela por detrás.

Mi madre aprovecha un momento que no la sujeta y hace un amago como de correr, de huir, pero, solamente ha recorrido menos de un metro, cuando el hombre la agarra por un brazo.

La gira hacia él, se agacha y la sube boca abajo sobre sus hombros.

Veo el culo blanco de mi madre a través de un espejo, y en medio su conejito más oscuro, como si fuera el centro de una diana a la que hay que acertar, a la que hay que meter un buen dardo.

El hombre la sujeta con un brazo, y con la otra mano la da un buen azote en el culo, luego otro, cada vez más fuerte.

Mi madre mueve sus piernas, subiéndolas y bajándolas de forma alternativa, pateando.

Él la mete mano entre las piernas, por detrás, en el conejito.

Ella deja de mover las piernas, y el hombre aprovecha para meterla bien la mano dentro de su conejito, y mover los dedos dentro. Luego saca los dedos y los vuelve a meter, y así varias veces, como si estuviera follándosela.

Se acerca a donde estaba antes follándosela, la baja al suelo y la gira hacia el espejo donde la veía antes de espaldas.

Ahora la veo de frente, las tetas erguidas y enormes.

La empuja hacia el espejo, donde apoya las tetas y la cara, la inclina, la pone con el culo en pompa y la mete el rabo otra vez por detrás en el conejito.

Comienza otra vez a follársela, las tetas aplastadas sobre el espejo, de frente a mi, se despegan y pegan más al espejo en función de los empujones del mete-saca.

Por otros espejos, veo desde varias perspectivas como se mueve su culo en pompa, mientras la sujeta por las caderas y se la folla.

De pronto, la chica que está a mi lado echa a correr y choca con el espejo donde veo reflejado como se follan a mi madre. Dejo de ver como se la follan, veo ahora solo pasillos vacíos.

Reacciono y corro rápido detrás de la chica, enfadado, para castigarla.

Llego casi a su altura, estiro la mano para agarrarla del cuello, pero la agarro la parte de atrás del vestido y tiro.

Ella se para un poco, pero da un tirón.

Oigo como se rasga su vestido y sorprendentemente me quedo con él en la mano.

La chica sigue corriendo, la veo de espaldas como se aleja, lleva puestas unas bragas y un sostén rosas.

Desaparece detrás de una esquina, continúo detrás de ella.

La vuelvo a ver, como mueve su culo cuando corre y me entran ganas de desnudarla.

Estiro los brazos y la sujeto por las caderas, reteniendo su marcha.

Subo una mano y la suelto el sostén por detrás.

Pega un tirón y continúa su marcha, corriendo.

Su sostén cae al suelo, paso por encima.

Ahora la agarro las bragas, tiro, ella se para un rato pero tira, se rompen sus bragas y me quedo con ellas en la mano.

Desaparece en una esquina, pero la sigo.

Ahora corre desnuda delante de mí, no deja mover sus piernas y sus nalgas blancas.

La doy un buen azote por detrás en una de sus nalgas. Suelta un gritito. La tiene muy dura. Repito en la otra nalga. Suelta otro gritito. Me encanta.

La vuelvo a agarrar por detrás con las dos manos por la cintura, lo que retengo su carrera, y subo las dos manos agarrándola las tetas.

Hace un ruido como si la faltara aire.

Se gira rápido hacia mí, yo me mantengo a su espalda sin soltarla las tetas.

Se retuerce, quiere soltarse y se gira.

La veo las tetas de frente, pequeñas y puntiagudas.

La apoyo sobre la pared, bajo la boca a sus tetas y empiezo a besarlas, a chuparlas, a lamerlas. Tiene los pezones cada vez más tiesos y duros.

Una de mis manos las bajo a su conejo y comienzo a sobarlo y a acariciarlo, a masturbarlo. Está gimiendo.

Estoy así un rato, hasta que noto como ella tiembla, la oigo chillar de placer. Ha tenido un orgasmo.

Ahora me toca a mi, me saco el cipote, erguido y duro.

Me agacho un poco, la sujeto por las caderas y se la meto poco a poco.

Comienzo a follármela, los dos de pies.

Mi pene entra cada vez con más facilidad, más rápido, más profundamente.

Ella se queda quieta hasta que eyaculo.

He finalizado, se la saco y comienzo a subirme el pantalón.

Me siento extraño, una mezcla de vergüenza y de orgullo.

Solo atino a decir si la he hecho daño, a lo que ella me responde con una sonrisa:

  • Me gustó.

Y, para mi asombro, me da un beso en la boca.

Se da la vuelta y camina desnuda por donde hemos venido, yo voy detrás, disfrutando de la visión de su culo.

Ahí delante están sus bragas en el suelo, se agacha a cogerlas y tengo una mejor visión de sus nalgas y de su conejito.

Me estoy otra vez entonando.

Sus bragas están rotas, las deja caer al suelo y continúa caminando.

Me agacho a cogerlas del suelo sin quitar mi vista de sus nalgas.

Al ver su sostén en el suelo, también se agacha a cogerlo.

Aprovecho para sobarla el culo y meterla mano en el conejo.

Exclama algo, “¡Hey!, y se reincorpora sin llegar a coger su sostén.

Me mira y vuelve a agacharse hacia su sostén.

Ahora la agarro por las caderas, acercando mi rabo, bajo el pantalón, a su culo, apretándome y restregándome en él.

Me lo saco y vuelvo a apretarlo y a restregarlo por sus glúteos.

Se abre de piernas para no caerse, lo que aprovecho para volver a metérsela por detrás.

Mi polla aparece y desaparece una y otra vez dentro de su conejo.

La oigo gemir, es de placer.

Jadeo y cada vez se la meto más rápido, con más energía, hasta que vuelvo a tener un orgasmo.

Grito, me paro y, después de breves segundos, se la saco lentamente.

¡La he echado dos polvos seguidos!.

Se reincorpora con el sostén en la mano, como si no hubiera pasado nada.

Como el sostén no está roto, se lo pone y yo se lo abrocho por detrás.

Su vestido está más adelante, en el suelo.

Lo coge del suelo, está rasgado por delante, pero aun así se lo pone, y lo sujeta con unos imperdibles que lleva en los bolsillos.

Caminamos juntos, sin decir nada, por los pasillos cubiertos de espejos hasta encontrar la salida.

Allí está su madre, la chica corre hasta ella y se marchan sin decirme nada, no sin que antes la chica se diera la vuelta y me sonriera.

No pasan más de quince minutos cuando aparecen Carmen y mi madre.

No van precisamente arregladas pero al menos llevan puestos sus vestidos, aunque se les notaba arrugados, ajados, con polvo.

Parecen exhaustas, se las han follado con ganas.

El vestido de mi madre está roto por delante, pero sujeto con algún imperdible lo que impide que se abra del todo, pero permite vislumbrar en cada movimiento que debajo no lleva nada, que está desnuda. Incluso alguna costura está reventada, dejando ver su carne sonrosada.

La ropa de Carmen parece que aguanta mejor, al ser un conjunto de minifalda y camiseta se lo habrán quitado sin romperlo de forma apreciable, aunque debajo de la camiseta se nota que no lleva sostén, ya que sus pezones se marcan con todo detalle, amenazando con perforar la camiseta.

Tanto ella como Carmen permanecen calladas, agotadas, doloridas.

Los hombres que las han violado no aparecen, no se les por ninguna parte, ¿continuarán dentro del laberinto violando a alguna otra incauta que haya entrado?

Por si aparecen y desean seguir follándolas, nos alejamos del laberinto tan pronto como podemos, lo que no es muy rápido, ya que ellas van como arrastrando los pies.

Ahora nos queda el camino de vuelta a casa.