Una tarde de domingo en el cine 10 - Juguetona
Los domingos por la noche siempre son deprimentes por eso de volver al trabajo, a clase, a la aburrida rutina. La mejor solución para este problema es acostarte con tu propia madre y follártela toda la noche, sobre todo si está como un tren sin frenos.
DOMINGO NOCHE
Hoy domingo ha sido un día completo en el que mi cipote ha trabajado sin descanso con tanto mete-saca.
Después de tirarme a la madre de mi amigo por la mañana, y a mi madre en la hora de la siesta, me he pasado toda la tarde viendo cintas grabadas por cámaras espías en la que he podido ver una y otra vez a mi madre follando, así como a la madre de Jorge. Hay más cintas pero las he dejado para ir viéndolas más adelante, poco a poco, ya que ahora prefiero concentrarme en mi madre y, en menor medida, en la madre de Jorge, aunque solo sea por si necesito utilizarlas para chantajearlo.
Eso sí, he grabado todas las cintas y las he guardado en lugares que he considerado mínimamente seguros, por si tengo que devolver los originales a su dueño.
Ya estoy cansado, y salgo de mi habitación buscando algo para cenar.
Oigo el ruido de la televisión en el salón, es un partido de futbol. Mi padre está viéndolo solo, sentado en su sillón favorito, mientras se toma un whisky con unas aceitunas.
Mi madre no está, le pregunto por ella, y me dice, sin dejar de mirar el partido, que se ha ido a ver a su amiga Carmen, que anoche dice que tuvo algún problema con la policía.
¡No me lo esperaba! Mi madre se ha ido a ver a su putísima amiga, que la pedía que fuera a verla para que se la follara su pareja actual, Adriano, y así poder ella descansar.
Si hay ido, es seguro (o casi, conociendo a mi madre) que la han echado un montón de polvos.
Mis sentimientos son contradictorios. Siento que se la follen sin que yo pueda disfrutar viéndolo. Además tengo algo así como celos de que se la follen otros, y no sea yo el único que se la folle.
Cojo el periódico y me siento en el sofá para ojearlo, mientras echo alguna mirada al partido, esperando inquieto que venga mi madre.
Voy pasando las páginas, mirando los titulares, hasta que de pronto me encuentro un titular que dice:
- Un hombre fue sodomizado por mendigos en el parque de la Polvorosa.
¡Es el parque donde ayer sábado mi madre y Carmen fueron violadas repetidamente!.
Me pongo a leer la noticia que dice escuetamente:
- Un hombre A.M de veinte años de edad fue este sábado pasado rescatado por la policía. Cuatro mendigos fueron detenidos en el lugar de los hechos mientras le sodomizaban. La víctima que estaba completamente desnuda, sufría una fuerte conmoción cerebral y graves desgarros en el ano y zona genital, por lo que fue ingresado en el hospital “La Virgen del Parque”.
Pero ¡coño!, si se refieren a Andrés, mi compañero de clase, el bestia que quería follarse a mi madre por todos sus agujeros, y ha resultado ser él que al final se la han metido por todos los suyos.
Mi padre me mira asombrado mientras me río. No puedo parar por las ironías de la vida, por lo que me dice malhumorado:
- ¡Con lo que está cayendo y vas tú y te ríes de las noticias! ¡Ya veremos si te ríes cuando seas tú la víctima!
Espero no ser yo el mismo tipo de víctima que he leído.
En ese momento oigo la puerta de la calle. Es mi madre que entra en casa.
Aparece en la puerta del salón y nos saluda alegremente, mientras se va hacia su habitación para cambiarse para la cena.
¿De qué viene alegre? ¿de vernos, de los polvos que la han echado o de los polvos que la vamos a echar?
Me pregunto si va a cambiarse de ropa o a vestirse, ¿llevará algo debajo del vestido? ¿vendrá con ropa interior? o ¿se la habrán arrancado antes, durante o después de follársela?.
La pregunto:
- Me ha dicho papá que te has ido a ver a Carmen, que ayer la detuvo la policía ¿Qué tal está?
A punto estoy de preguntarla:
- ¿Qué tal los polvos que te han echado? ¿te han dado también por culo?
La oigo decirme por el pasillo:
- ¡Ya os contaré! ¡que susto ha pasado la pobrecilla!.
¿Susto ella? Para susto el de los policías que los detuvieron. Me imagino la cara que pondrían los policías cuando vieron salir del coche a Carmen desnuda, con todas esas tetazas botando y recién magreadas y a su coño abierto de par en par, y a Adriano, también en pelotas, con la polla todavía tiesa como una farola.
No sabrían que hacer primero, si follarse a Carmen o esposar a Adriano antes de que los diera por culo.
Maliciosamente la pregunto:
- ¿Cómo has venido? ¿has cogido un taxi?
La oigo responderme desde su dormitorio:
- Como no llegaba para la cena, me ha traído Adriano en coche. Carmen se quedó en la cama, por lo agotada que estaba.
Sería agotada por los polvos que la echo Adriano, o se quedaría en la cama esperando que volviera para echarla más polvos.
Y mi madre, sola en el coche con Adriano, significa que, a los polvos que la echaría en casa, se sumarían también los que la echaría además en el coche.
¡Vamos que ha venido pero que muy bien requetefollada!
Si a esto sumamos los polvos que la han echado durante el fin de semana, hacen … ni se sabe cuántas veces se la han follado.
Nos ponemos a cenar en la mesa del salón, delante de la televisión donde echan el partido.
Mi madre lleva puesto solamente un vestido corto ligero muy alegre que suele llevar en casa, de falda muy corta de vuelo y tirantes. Se ve que no lleva sostén, pero ¿llevará al menos un tanga debajo del vestido?
Mi padre continúa absorto con el futbol, mientras cena. Me pregunto si hablará con alguien en el trabajo, por qué en casa solamente dice lo mínimo que considera necesario. ¿Será autista? ¿tendrá algún tipo de enfermedad mental?, o ¿simplemente le parecemos, su familia, unas cosas totalmente superfluas, innecesarias, de poco interés fuera de su maravilloso mundo laboral?
Mi madre me saca de mis pensamientos, comentando muy animadamente lo que la ocurrió a su amiga con la policía.
No la escucho mucho, pero no dejo de mirarla, ¡qué cara tan hermosa tiene, con esos ojazos, esos labios, esos colores morenos que tan bien la sientan!
Veo su boca, sus labios gruesos, golosos y brillantes, y me la imagino haciendo una mamada, ¡seguro que es una glotona, una golosa, que la encanta y que hace las mamadas de maravilla!.
Recuerdo la cara que pone cuando me la follo, cuando se la follan, como abre su boca, como mueve su lengua, los colores que se le ponen en sus mejillas, como se le encienden los ojos, que brillo cogen mientras la cogen, mientras la cogemos.
Veo como gesticula emocionada, como mueve sus manos explicando la experiencia de su amiga con la policía, y pienso que es una gran actriz, que su emoción no viene por lo que está contando, sino por los polvos que la han echado y por los polvos que está deseando recibir.
¡Que hermosa es la vida! ¡que hermosa es mi madre!.
Miro a mi padre, y no nos presta ninguna atención, solo está concentrado con la televisión, ¿nos querrá realmente? ¿sabrá cómo es su mujer? ¿qué se la follan con frecuencia y que a ella la gusta? ¿qué también se la folla su hijo?
Me entran ganas de tirar la comida de mi plato a la cara de mi padre, de golpearle con la bandeja de la comida, de apuñalarle con mis cubiertos. Pero también me entran ganas de coger a mi madre delante de él, y tumbarla sobre la mesa, arrancarla toda la ropa y follármela una y otra vez, sin dejar de besarla, de sobarla, y decirla que no busque más hombres, que aquí estoy yo, su hijo, preparado siempre para hacerla feliz, para follarla cuando quiera, siempre y en todo momento.
De pronto en mi excitación, noto algo sobre mi pene y pego un brinco en mi asiento, echando hacia atrás mi silla y mirando el lugar donde he notado el contacto.
Pero no hay nada, ¿qué ha sido lo que me ha tocado? ¿me lo he imaginado en mi excitación?
Mi madre se ríe divertida, ante mi sorpresa.
Mi padre continúa absorto con el partido, como si no pasara nada.
¡Ha sido mi madre! ¡Me ha sobado la polla con su pie por debajo de la mesa!
Tras un breve instante, mi madre continúa explicándonos las aventuras de Carmen con la policía, por lo que me acerco otra vez a la mesa sin dejar de mirarla.
Hago como si se cayera mi servilleta al suelo y me agacho para recogerla, mirando por debajo de la mesa hacia mi madre. Veo sus sandalias en el suelo y sus pies descalzos. Luego sus piernas, largas, hermosas, torneadas, morenas. Sus muslos desnudos que, lamentablemente, no permiten ver tan bien como desearía sus encantos más íntimos debajo de la falda corta de su vestido que se le ha subido casi hasta la cintura. Por debajo de la falda si veo sus caderas desnudas. ¡No lleva bragas la muy puta!.
Me levanto, volviéndome a sentar a la mesa para que mi padre no sospeche.
Mi madre continúa hablando y mi padre más pendiente del partido que de la explicación.
Al rato, vuelvo a notar el pie descalzo de mi madre encima de mi polla, por debajo de la mesa. Esta vez aguanto, sin moverme, como presiona y se restriega sobre el bulto de mi pantalón, que crece y crece.
Mi madre continúa explicando como si no estuviera sobándome el paquete. Es una auténtica actriz digna de un óscar a la mejor interpretación femenina o no es ella la que me está sobando.
En este momento me pasa por la cabeza un pensamiento delirante: ¿No será mi padre el que me está sobando el cipote?
Miro y … ¡es el pie de mi madre el que me lo está sobando! ¡Gracias a Dios!
Cada vez se restriega con más insistencia, aumentando el ritmo, arriba y abajo, arriba y abajo, presionando con ganas, cada vez más y más.
Pero mi madre continúa hablando muy animada sin parar, y la televisión sigue retransmitiendo el partido.
No me muevo de mi asiento, tengo la vista vidriosa fijada en las tetas de mi madre, agarrado con las dos manos fuertemente a la mesa, intento no eyacular, y comienzo a sudar pero no me muevo para que mi padre no lo note.
Mi polla cada vez está más grande, más tiesa, por lo que temo que me vuelva a correr, desparramando esperma por toda la mesa, por toda la habitación, ante la atónita mirada de mi padre. O rompa el pantalón y se expanda mi pene enorme por debajo de la mesa, como si fuera una bestia del espacio, un alienígena, que se meta dentro de mi madre y se la folle nuevamente.
Estoy a punto de correrme, cuando mi padre dice algo al que no presto atención, y mi madre retira su pie interrumpiendo mi orgasmo casi seguro.
Mis padres se levantan de la mesa. Miro hacia la televisión. ¡Y es que el puto partido ha finalizado!.
Mi padre se va al sofá y mi madre se pone a recoger la mesa. Y yo sentado en la mesa, sin moverme y sin poder levantarme para que no vean mi enorme erección. Mi cipote ha crecido tanto que pega en la parte de abajo de la mesa.
No puedo aguantar sentado más tiempo sin que mi padre se pregunte que me pasa, que soy un vago que no quiere recoger la mesa, así que me levanto con cuidado de que no vea mi erección, y, de espaldas a él, empiezo a recoger, como puedo, la mesa para llevar lo que pueda a la cocina.
Voy llevando los platos, los cubiertos, todo, a la cocina, donde está mi madre metiéndolo en el lavavajillas. ¡Es la primera vez en este fin de semana que mi madre mete algo, no la meten algo!
Ya está todo dentro del lavavajillas y, lo que es mucho más importante, mi erección ha bajado y puede pasar casi desapercibida.
Voy a salir de la cocina, y aprovecho para tocarla el culo, cuando me dice que espere un momento.
Se gira, me da la espalda y se dobla de cintura, poniendo el culo en pompa. La veo las piernas por detrás, desde el talón hasta casi el chumino.
Me deja un tanto perplejo, ¿qué quiere? ¿qué se la meta por detrás ahora mismo?
Abre un armario y busca algo en un estante de abajo.
Aprovecho para agacharme un poco para verla el conejito.
Esto a punto de vérselo cuando se levanta rápidamente con algo en las manos. Son unas bandejas que acaba de coger.
Me dice que la ayude, que lo va a subir a un estante de otro armario.
Coge una pequeña escalera de unos tres escalones que hay detrás de la puerta de la cocina, y comienza a llevarla hacia un armario, para acabar llevándola yo.
La abrimos, me da las bandejas y me dice:
- Sujeta la escalera para que no me caiga.
Se quita las sandalias que lleva puestas y comienza muy ligera a subir por la escalera, mientras yo la sujeto.
Una vez arriba, su culo está a la altura de mi cara. Abre el armario, mientras yo sujeto la escalera, sin dejar de mirarla las piernas e intentar verla la vagina.
Debe estar moviendo algo arriba por el ruido que hace pero yo no dejo de mirarla el culo y las piernas, como se mueve y tensa sus músculos.
Se inclina un poco hacia delante, poniendo el culo en pompa, lo que aprovecho para bajar un poco mi cabeza y meterla debajo de su falda. Efectivamente no lleva bragas. Su conejito depilado luce maravilloso entre sus piernas prietas, sin nada que lo tape, totalmente expuesto a mi mirada.
Tengo su vagina a la altura de mi boca. Podría comenzar a lamerla en este mismo momento.
Pero la escalera se mueve un poco por los movimientos de ella, y me dice que la sujete, por lo que hago como si entendiera que quiere que la sujete a ella, y pongo mis manos sobre la parte externa de sus muslos, bajo su falda.
No dice nada, continúa como si no pasara nada, como si fuera una cosa normal.
Me dice que la dé las bandejas, por lo que la suelto un momento y se las doy, para volver a colocar mis manos otra vez bajo su falda, esta vez un poco más arriba, a la altura de la parte baja de sus glúteos.
Tiene las nalgas calientes y suaves al tacto.
Noto como se tensan los músculos de sus glúteos mientras se mueve colocando la parte superior del armario.
Meto otra vez mi cabeza bajo su falda con la intención de comenzar a lamerla el chocho, cuando en ese preciso momento comienza a bajar, chocando sus glúteos con mi cara. Me dejan un poco conmocionado. Están duros como piedras.
Al notar que ha chocado conmigo, se para un instante y me avisa que baja, como si no me hubiera dado cuenta, por lo que me aparto para que baje sin problemas.
Una vez llega abajo, se gira y rápidamente mete su mano derecha por la parte de arriba de mi pantalón, agarrando por sorpresa mi miembro erecto.
Por un instante, me encojo un poco como si hubiera recibido un golpe, emitiendo un sonido gutural, de sorpresa.
Me quedo paralizado, sin saber qué hacer, pero ella comienza a tirar de mi cipote arriba y abajo, con energía, para masturbarme.
La sorpresa hace que me agache un poco más hacia adelante, apoyándome con mis manos en sus caderas, disfrutando avergonzado del momento y de las tetazas de mi madre que están medio salidas del escote de su vestido, mientras oigo el sonido que hace mi pene bajo el pantalón con los tirones que me da.
Estoy a punto de correrme, cuando oigo a mi padre llamando a mi madre:
- ¡Deja ya la cocina y tráeme algo de postre, que ya es muy tarde y mañana hay que madrugar!
Mi madre deja de masturbarme y sale ligera de la cocina, diciéndome alegremente que deje la escalera en su sitio.
La oigo decir de la misma forma a mi padre:
- ¡Ahora mismo te llevo tu postre, cariño!
Me ha dejado conmocionado, con la polla tiesa y palpitando, a punto de eyacular y sobresaliendo como un enorme nabo por la parte de arriba del pantalón. Mis piernas tiemblan, y me tengo que sujetar a la mesa para no caerme al suelo.
No sé qué hacer, si acabar de masturbarme, pero en su lugar me guardo el rabo bajo el pantalón y coloco con cuidado la escalera en su sitio para irme a continuación al baño hasta que baje nuevamente mi erección.
Cuando vuelvo a mi estado normal, me acerco nuevamente al salón, no para ver la televisión con mis padres antes de irme a la cama, sino para ver que juego perverso tiene ahora mi madre en mente.
Mi madre está sentada, medio tumbada, en el sofá, delante de la televisión. Y mi padre está tumbado sobre ella, boca abajo, con la cara entre las piernas de mi madre, moviéndola arriba y abajo. Le oigo lamer, chupar. ¡La está lamiendo la vagina! ¡la está masturbando!
Mi madre le sujeta la cabeza entre sus piernas, y ¡levanta su cara, mirándome directamente a los ojos, sonriendo!
Me quedo paralizado, mi madre me ha vuelto a sorprender, no sé qué hacer.
Me doy la vuelta despacio, sin hacer ruido, y me voy a mi dormitorio, de puntillas para que mi padre no me oiga, no sepa que le he visto comiéndole el coño a mi madre.
Al entrar en mi dormitorio, cierro la puerta, pero estoy inquieto, sin saber qué hacer.
Recuerdo al vecino mirón, que debe estar disfrutando de un nuevo espectáculo porno con mi madre como protagonista, por lo que me acerco a la ventana y cierro la persiana para que no me espíe también a mí.
Enciendo el ordenador y activo las cámaras para ver lo que ocurre.
Ahí está mi madre y mi padre continúa comiéndola el coño.
Mi madre disfruta plenamente, tiene la cara encendida, mordiéndose y lamiéndose los labios.
Poco a poco se va tumbando en el sofá, y mi padre continúa lamiéndola el coño.
Ahora mi padre se levanta, está de rodillas sobre el sofá, se quita la camisa, le veo su espalda peluda y sus lorzas grasientas que le cuelgan a los lados de su espalda.
Se levanta del sofá, y se baja el pantalón, se lo quita sin dejar de mirar a mi madre, enseñando a la cámara su culo fofo y peludo.
Se vuelve a poner de rodillas entre las piernas de mi madre, tantea con su pene medio flácido y se lo mete poco a poco entre sus piernas, en su vagina, empezando poco a poco a bombear.
No puedo seguir mirando, siento vergüenza de lo que veo, y apago las cámaras y el ordenador.
De pronto me doy cuenta que estoy agotado, no puedo más, me acuesto en mi cama y caigo dormido al instante.
No recuerdo que sueño, hasta que hay algo que me despierta, el ruido de la puerta de mi dormitorio al abrirse.
Alguien entra, cierra la puerta, pasos ligeros de pies descalzos que se acercan a mi cama, aparta la sábana y se mete dentro, dándome la espalda.
Noto junto a mí un cuerpo caliente, rozo con mis manos su cuerpo, ¡es una mujer! ¡y está desnuda! ¡Es mi madre!.
Susurra:
- ¡No puedo dormir! ¡Tu padre se ha quedado dormido y no para de roncar! ¡Así que me vengo contigo para descansar un poco!
¿Descansar dice? Yo soy el que quiere descansar, ella a lo que viene es a follar, ¡es incansable!.
Pega su cuerpo al mío. Mi pecho contra su espalda, mi verga erecta bajo el calzón pegado a sus nalgas prietas, una de mis manos descansa sobre su cadera y la otra bajo su cuerpo.
Me he despertado al instante, así como el deseo de volver a poseer a mi madre.
Se mueve y noto como endurece los músculos de sus nalgas contra mi cipote, apretándolo aún más.
Mis manos se deslizan a sus tetazas, agarrándolas, y las noto duras, redondas, enormes con unos pezones duros del tamaño de cerezas que crecen al contacto de mis manos.
Empieza a mover sus caderas y sus glúteos adelante y atrás, adelante y atrás, presionando mi polla tiesa, enorme y llena de deseo.
Sus piernas se doblan hacia delante, dejando aún más expuesto y duro su culo macizo.
La doy un largo lametón en su oreja izquierda y la oigo gemir, ¡noto como se le pone la carne de gallina en ese lado de su cuerpo!
Intensifica el ritmo de su balanceo y mi polla se asoma por encima del calzón, restregándose contra sus glúteos.
Deslizo una de mis manos a sus muslos y caderas y noto su piel erizada de deseo.
La muerdo la parte de arriba de la espalda, cerca de los hombros y chilla débilmente como una perra en celo.
Mi cipote ya está fuera del calzón frotándose sin piedad sobre sus glúteos, intentando penetrarla por su agujero más próximo, por todos sus agujeros.
Mi madre percibe mi insistencia, y levanta un poco una de sus piernas para dejar paso a mi cipote, que lo agarra con una de sus manos y lo dirige a su coño.
Ahora soy yo el que gime con ella cuando noto como mi polla la penetra sin encontrar resistencia.
Empiezo yo también a moverme adelante y atrás, como mi madre, a follármela, acompasando mis movimientos con los de ella.
El sonido que hace mi verga entrando y saliendo es acompañado por nuestros gemidos y por el ruido insistente que hace mi cama al chocar una y otra vez con la pared.
Un fuerte olor inunda la habitación, ¡es mi madre!
Deslizo una de mis manos hacia su vagina y la encuentro húmeda, chorreando.
La exploro con mis dedos inquietos y encuentro su clítoris palpitante, enorme. Luego la entrada a su vagina y a mi verga entrando y saliendo de su coño.
Acaricio insistentemente con mis dedos su clítoris para aumentar su placer.
Sus gemidos son cada vez más fuertes, más placenteros.
Nuestros movimientos cada vez más rápidos, más enérgicos, hasta que toda ella, toda mi madre, vibra por el placer del orgasmo que la estoy provocando.
¡Sus gemidos dejan paso a gritos de placer! ¡Y su orgasmo motiva aún más la llegada del mío! ¡Un placer intenso me inunda y grito, yo también, de placer!
Nuestros movimientos se detienen, para disfrutar del placer que brota de nuestras entrañas.
Nos quedamos quietos un rato, quizá varios minutos, todavía con mi pene dentro, hasta que ella, con un solo suave movimiento, se lo saca y se levanta de la cama, dejándome ahí, a su hijo, sobre la cama deshecha.
Oigo sus pasos dirigirse a la puerta del dormitorio y, una vez traspasada, perderse en la oscuridad.
Estuve toda la noche despierto, esperando ansioso que volviera conmigo a la cama, pero la ansiedad se convirtió en melancolía según nacía la luz del nuevo día.
¡Será puta!