Una tarde de cine

Sesión caliente en una sala de cine. Una joven espera a una amiga para entrar en un cine, al no acudir su compañera por un contratiempo del trabajo, decide entrar ella sola en la sala para ver la película. Alguien la observa y se compadece de su soledad, ofreciéndole compañía y algo mas.....

UNA TARDE DE CINE

Habían puesto en los cines de la ciudad una película muy exitosa, de tema atrevido y rompedor, que además había conseguido algún premio importante, por lo que todo el mundo recomendaba no perdérsela. Lorena, una de mis buenas amigas, me propuso ir a verla cualquier tarde después de salir del trabajo. Como me encanta el cine, tanto para verlo en casa como en una buena sala, acepté la idea y quedamos para ir juntas a una sala de reciente apertura, equipada con los sistemas mas avanzados de sonido y visión.

El día concertado, salí de mi trabajo, fui directamente al cine, llegando a nuestra cita unos minutos antes de las 8:00 la hora de inicio. El tiempo pasaba y Lorena sin aparecer, comencé a ponerme nerviosa, menos mal que ese día era jueves y no había mucha gente en las taquillas. En esto, me suena el teléfono dentro del bolso, y al abrirlo veo que era ella.

Me llamaba para avisarme de que se le había complicado el trabajo, lo sentía mucho por mi pero su jefe había montado una reunión inesperadamente y no podría salir hasta que terminara. Confiaba en acabar pronto pero me aconsejó que entrara en la sala y me ubicara a la derecha los más atrás posible, cerca de la puerta de entrada. Ella intentaría venir lo antes posible y reunirse conmigo en el cine, pero si en media hora no llegaba, podía hacer mi marcha sin contar con ella, ya que tan tarde ya no le valía la pena venir.

Entonces, me apuré para tomar una entrada y meterme en la sala, ocupando un asiento en la última fila de la derecha, tal como había convenido con Lorena. No se por que razón, sería por el día de la semana o por la hora, pero la sala estaba poco concurrida; así, los pocos asistentes se habían colocado en las butacas del centro. Yo atrás en la última fila, en mi asiento, me sentí desubicada por tan alejada de los demás, estuve a punto de cambiarme y agruparme con el resto de la gente, pero tenía que respetar el lugar en que Lorena podría encontrarme fácil si entraba a oscuras.

Yo no tengo la costumbre de ir al cine sola, como otras gentes que si suelen hacerlo; siempre había ido a ver cine acompañada de amigas o de algún hombre. Por eso, me encontraba un poco rara, allí sola en un asiento apartado. Era la hora en punto y pronto apagarían las luces, estuve mirando hacia la puerta esperando que Lorena entrara de un momento a otro y nada.

En vez de mi amiga, en la misma puerta había un tipo de unos cuarenta y tantos años, con el cabello entrecano y abundante, vestido informalmente pero con cierta clase. Nada más reparar en mi, me miró como sorprendido de mi presencia en un rincón solitario de la sala. Luego, su mirada se hizo invasiva, me estuvo retratando con todo detalle. Me sentí aturdida por el acoso visual del caballero, comencé a mirar a la puerta insistentemente como dando a entender que esperaba a alguien, aunque rehuyendo su mirada.

Seguramente el hombre estaba intrigado imaginando quien podía ser la joven solitaria, que, aún sentada como estaba, dejaba ver sus hermosas piernas, apenas tapadas en una cuarta parte por una minifalda negra, además de la melena rizada que descansaba abundante sobre sus hombros redondos y bien torneados, bien al descubierto por una escasa camiseta de tirantes y de generoso escote. Lo más probable es que en medio de la desértica sala al hombre le llamara la atención esa chica de buen ver, con su cabellera copiosa y de buen estilo que enmarcaba su cara, adornándola y añadiéndole un toque de sensualidad.

Avanzó unos pasos lentamente, y se sentó en la misma fila que estaba yo, en el centro de la sala un poco detrás del resto del público. Se redujo la iluminación y comenzó un pase de trailers de películas de próximo estreno, que duro unos diez minutos. Después se encendieron las luces de nuevo, él tipo siguió mirándome descaradamente, se levantó y salió al vestíbulo donde estaba el servicio de bar. Yo seguía allí agazapada sin saber cual era mi papel de espectadora perdida entre los asientos de la amplia sala y a todo esto, Lorena sin llegar…..!

Estaba yo volteando la cabeza para mirar la entrada cuando entró de nuevo, sin que pudiera evitar que nuestras miradas se cruzaran. En lugar de ocupar su puesto, se dirigió adonde yo estaba con una sonrisa leve y misteriosa, se quedó parado junto a mi y me habló lo siguiente:

-Hola, que haces aquí tan arrinconada..? parece que te gusta la soledad.

Su forma de abordarme fue tan educada y natural que me pareció innecesario estar defensiva, aunque reaccioné mirándole de lado como sorprendida por nuestra conversación un tanto injustificada. Le contesté segura.

-No, es que estoy esperando a alguien, que se ha demorado.

-Ah..! pues muy mal hecho por ese alguien, no es lo que merece una belleza como tú.

Yo le respondí con una sonrisa de circunstancias, aunque pensé que el tipo tenía buena pinta a pesar de ser algo entrometido. Él se dio la vuelta y se fue a sentar en la misma fila pero esta vez más cerca de mi, dejando una distancia de cuatro o cinco butacas.

Se hizo oscuro en la sala y comenzó la película, a poco, en las primeras escenas aparecen dos adolescentes en bolas que se ponen a follar abiertamente en la camita de la chica. El tío se giró hacia mí, como si la pantalla del cine estuviera en mi cara. Mientras hubiera distancia y oscuridad en la sala yo podía seguir allí refugiada en mi asiento, pasando del tipo que no me perdía de vista ni me dejaba tranquila. Sólo él y yo éramos conscientes de nuestra presencia en el cine, el resto de los espectadores seguían apelotonados en el centro del local ignorando nuestra existencia tan cerca de ellos.

Habría transcurrido un cuarto de hora, cuando pude observar que se movía de su asiento y se estaba aproximando a mí. Silenciosamente llegó y se sentó a mi lado. Le miré indiferente, con desaprobación. Él se escoró contra mi asiento, inclinando su cabeza para hablarme en susurros y evitar ser oído o molestar al público.

-Perdona que insista pero ese acompañante que esperas te ha fallado. Me cuesta creer que alguien te haya dado un plantón tan imperdonable. –dijo

-No es problema suyo si viene tarde o no viene mi amiga. Y ahora, quiere dejarme a solas, por favor? – le contesté defensivamente.

-Ni pensarlo…no voy a dejarte aquí aburrida y desatendida.

-Estoy bien así, no necesito nada!

-Esta película es demasiado truculenta para disfrutarla a solas.

-Hay muchos asientos libres en la sala, no tiene porqué sentarse a mi lado, y estar haciendo comentarios que estorban mi atención y no me interesan.

-Si, pero mi entrada me da derecho a ocupar un asiento vacío y este lo está.

Había pasado ya el tiempo razonable para que Lorena hubiera llegado. Seguro que se le hizo tan tarde que se marchó a casa desde su oficina. Mi asunto ahora era que hacer con este seguidor impenitente, que tenia en el asiento de al lado, escorado hacia mi y cuchicheando a mis oídos, sin dejarme concentrar en la película. No sabia que hacer…las alternativas que tenia ante mi eran cambiarme de asiento, pero el se cambiaría también, levantarme y quejarme de abuso a los empleados del cine, con lo que se iba a armar buen escándalo o marcharme a casa de inmediato. Todo eso pasó por mi mente en unos segundos, para terminar pensando que me iba a quedar en mi sitio, tomándolo por el lado bueno y ver la película, sin darle más importancia.

A partir de entonces, depuse mi actitud hostil y comencé a contestar a sus comentarios de forma amistosa, como si fuéramos dos conocidos.

La película era un tema dramático pero tenía intercaladas muchas acciones de sexo. Esto le daba pie a comentarios más o menos osados y escabrosos.

-Oye…a ti no te pone lo que estás viendo en la peli?- me preguntó.

-No, al fin y al cabo es ficción, es cine.-le dije indiferente.

-Pues a mi me tiene al rojo vivo, te lo digo. –concluyó él.

Algo de eso debía de estar ocurriendo, porque por momentos se iba poniendo muy pegajoso, se revolvía en su asiento, me tocaba el brazo con su mano, sus labios rozaban mi oído al hablarme, su aliento cálido inundaba mi cuello y su respiración era cada vez más fuerte.

-Me puedes decir como te llamas, princesa? –siguió.

-No es necesario que lo sepa! – respondí evitando el tuteo.

-Que mal tiene que seamos amables entre nosotros? Yo me llamo Gabriel.

De mala gana le dije mi nombre. Se alegró de mi confidencia y me dijo:

-Tienes que ser encantadora, Rocío..! Un exquisito bombón desaprovechado, si …!

-Oiga, por qué no se calla y vemos la película? Nos van a llamar la atención por su culpa!

-Si, si…tienes razón nena, pero desde que te he visto a ti, ha dejado de interesarme esa historia. Si quieres tu miras el cine y yo me dedico a ti entretanto, sin molestarte…!

-A ver si es verdad y deja de distraerme, por favor.

-Es que no me explico como se puede dejar una joyita como tu abandonada.

-Yo te puedo dar ciertas atenciones que de seguro te mereces, niña Rocio. –seguía.

-Solo tienes que ser comprensiva y amable conmigo y ya veras…!

En ese momento en la pantalla estaba sucediendo algo muy fuerte, suficiente para remover nuestra adrenalina. Se trataba de una escena de alto contenido erótico, donde una señora iniciaba a un adolescente en el sexo oral.

Al mismo tiempo que me decía esto apoyó su mano abierta sobre mi muslo, quedándose inmóvil a la espera de mi reacción. Inmediatamente yo le agarré la mano con firmeza y la separé de mi pierna, pero el aprovechó para atrapar mi mano con la suya y mantenerme con fuerza aprisionada. Intenté forcejear, pero era imposible soltarme.

-Mira….la gatita quiere pelea, si..?

-Venga, suélteme de una vez…Gabriel, si es que se llama así!!

-Jaja…para ti seré Gaby. Tu esclavo y humilde servidor.

-Tienes unas manitas divinas, Rocio. Cuantas cosas se podrían hacer con ellas!!

-Si te portas bien y me dejas llevarte todo irá mejor, nena.

-Veamos la pantalla ahora, mira que mamada tan genial le esta haciendo al muchacho..!

-Qué me dices ahora…no te gustan esos ejercicios? – él seguía con su monólogo.

Me dediqué a mirar a otro lado, pero empecé a sentirme vulnerable, con mi mano entre la suya. Entre el acoso de este inesperado admirador y el cuadro de la pantalla, me quedé aturdida, sin capacidad de reacción. Este hombre porfiado, de buena presencia y maneras educadas no se que se había propuesto conmigo, pero la realidad es que me tenía enredada como si fuera lo mas natural del mundo, condenada a no levantar la voz ni dar lugar a una bronca que alarmara a los espectadores. Me di cuenta entonces que me estaba enrollando con él poco a poco como si le conociera de siempre. Y a este tipo no lo había visto nunca.

Por fin me soltó la mano, respiré con alivio, pero sin mediar palabra extendió su brazo atenazándome por la espalda para atraerme más a su lado, sujetándome para acercar su cara a la mía. Comenzó a besarme las mejillas y el cuello. Estiré el cuerpo intentando apartarme, impidiendo que él siguiera adelante.

-Perdona, no quería forzarte…me he dejado llevar por lo que estaba viendo.

-Gracias…eres un caballero. –le dije sin saber bien por qué.

El hombre se estiró en su asiento, con las piernas abiertas, tocándose en su zona genital por encima de la ropa.

-Pero es que no te dan envidia estos niñatos de la película? –inquirió incrédulo.

-No se porqué, ellos tienen que hacer su papel y punto. –le contesté

-Pues ya ves…ellos se la están pasando tan bien, mientras tu y yo sufrimos aquí en la butaca como dos tontos?- insistió.

-Sabes..? creo que nosotros también tenemos nuestro papel aquí y ahora.

Al decirme esto, pegó tanto su boca a mi oreja que pudo lamer mi lobulillo varias veces, y sin detenerse bajó su cara hasta mi hombro para mordisquearlo suavemente.

-Hummm…sabes que tu cuerpo huele a gloria, despides un de aroma delicioso…. que perfume usas, corazón?

Yo me había quedado sin habla, había perdido el control de la situación, me había despistado del hilo de la historia de la pantalla, me sentía sometida a los peligrosos escarceos de mi vecino de asiento; tenía un infierno en la butaca de al lado. Él, seguía ajeno a la película, se había desentendido del entorno para dedicarse a mí, tal vez había notado mi acaloramiento y se lanzó a aprovecharlo sin dejar que me enfriara.

Sin perder más tiempo me tomó por el cuello, haciendo ademán de besarme en la boca. Había conseguido meterme en su juego, contagiándome su fuerte deseo, y siendo que nadie nos iba a ver, sorprendiéndome a mi misma, le ofrecí mis labios, dejándole hacer complaciente al principio; poco a poco fui liberando mis remilgos, correspondiéndole a su beso con entrega y pasión, facilitando que su lengua ardiente entrara a jugar con la mía, y relamiera mis cálidos labios, saboreándolos a placer. El beso había sido largo e intenso, húmedo e impregnado de fuerte carga química y de emoción.

Al acabar, me abrazó extendiendo sus brazos por debajo de mis axilas, apretando mi pecho con su mano, hundiendo su cara en mi desprotegido escote para llenarlo de besos. Liberó una de sus manos, con la que me subió la camiseta, buscando mi ajustado y repleto brasier. En seguida, con habilidad, logró soltarme el prendedor por la espalda, dejando al descubierto la turgencia suave de mis senos a merced de su boca, lengua y manos. Me palpaba ansiosamente, amasando mis dos tetas con delicadeza, después su lengua inició un delicioso recorrido terminando en una caricia aspirante, pues sus labios como si fueran dos potentes ventosas, me chupaban los pezones con exagerada avidez

Mi pecho comenzó a agitarse, moviéndose al compás de mi respiración acelerada. El resto del mundo había dejado de existir para nosotros, estábamos cegados por la galopante excitación. Él se mostraba desesperado por gozar, más que cachondo, hambriento de sexo y de avances más atrevidos. Estábamos hacia la mitad de la proyección de la cinta, la sala en penumbra, nadie cerca, nadie a la vista y nosotros rodando nuestra propia película, ebrios de lascivia y de lujurioso placer.

Mi acompañante, seguro de haber vencido mis reservas defensivas, se sentía dueño del territorio y seguía besando mis pechos, chupando y lamiendo con fruición insaciable. A continuación, bajó una mano hacia mis muslos, acariciándolos minuciosamente, abriéndolos un poco para deslizar una mano por debajo de la falda, rozando mi sexo con sus dedos por encima de mi ropa íntima, luego apartó la braguita para frotar tiernamente mis labios en carne viva, tocándome con ansia y suavidad mi portal del placer, ya caliente y húmedo, después de haber restregado hábilmente las yemas de sus dedos sobre mi vibrante clítoris.

Mi estado era tan febril que mi cuerpo se removía agitado en la butaca. Él se dio cuenta de mi trance de calentura e intentó desbordarme y rematarme haciéndome estallar de gusto. Me levantó la falda y se inclinó para poder apagar el fuego mi sexo con su lengua, pero el respaldo del asiento le impedía alcanzar bien su objetivo. Así y todo, apoyando una de sus rodillas en el suelo en un ejercicio casi acrobático, consiguió hacerme sentir sus esforzados lamidos, explorando largamente mi concha y el endurecimiento de mi clítoris. La persistencia de su lengua, durante unos minutos, me fue extasiando, avivando el rico ardor de mi coño, arrancándome mis primeros suspiros de placer, mientras yo me agarraba fuertemente a su cabeza para dirigir sus succiones. Por un momento, creí que me venía en un subidón de gusto. Quise evitar correrme estando su boca en mi sexo y le aparté la cabeza hacia arriba.

Él, al ver que yo boqueaba ávida de oxígeno y de algo más, metió su dedo pulgar en mi coño, lo untó de mis jugos y luego lo introdujo en mi boca, invitándome a chuparlo con entusiasmo y fruición, haciéndome disfrutar de mi propio sabor.

Mientras chupaba su dedo con gran deleite, yo miraba de reojo hacia el resto de la gente en la sala, que seguía ignorando nuestra presencia. Él, notando mis recelosas miradas alrededor me dijo:

-Relájate preciosa mía, que nadie nos ve! –me tranquilizaba dándome dulces besos en la cara.

-Se van a dar cuenta…esto es demasiado! –protesté

De repente, me tomó una mano y la guió con firmeza hacia su cuerpo, obligándome a posarla sobre su entrepierna. Por encima de la ropa pude notar la esplendidez de su dotación, ya en plena erección. Le hice un tímido frotamiento exacerbando aún más su dureza. Él seguía manteniendo el dedo de la otra mano en mi boca, disfrutando de la sensualidad de mis interminables chupadas, premonitorias de lo que se adivinaba a venir.

En la zona sur de nuestra guerra particular, él se abrió discretamente la cremallera y puso en mis manos su crecida verga, totalmente parada y a punto de arder.

-Oooh..! Dios mío….!-exclamé sorprendida al contacto de su carne suave y caliente.

Comencé a acariciarla, masajeándola suavemente. Entonces él sacó su dedo de mi boca y sujetando mi cabeza, doblegó mi cuerpo sobre el suyo poniéndome su enorme polla entre los labios. Con la voz entrecortada por la excitación aún pudo decirme algo.

-Tómala nena, es toda para ti, lo estás deseando….te va a saber a gloria…!!

El efecto sensorial de chuparle el dedo anteriormente, me había predispuesto a disfrutar de una verdadera succión, pero no imaginaba que iba a ser la de aquel pene glorioso y desconocido. Por eso, le propiné una mamada insaciable, voraz e intensa, alternando chupadas y lametones a lo largo de todo el tallo. Se puso tan rígido que empezamos a temer una avenida explosiva e incontrolada. Sacó su verga de mi boca y metiendo las manos por debajo de mi falda me retiró la braguita jalándola hasta las rodillas.

-Quítatela del todo y guárdala en el bolso, cari!! –me espetó con tono autoritario.

-Pero….de qué vas hombre? ya hay bastante…!!

-Tenemos que terminar la fiesta antes de que acabe la película.

-Noo…no podemos hacerlo aquí. Es una locura…!!

-Si, será la locura más hermosa de nuestra vida.

Sin esperar mi acuerdo, sacó la braguita por mis pies.

-Me voy a quedar con ella como recuerdo de tus encantos. –me dijo mientras se la guardaba en un bolsillo.

Acto seguido, me agarró por la cintura con las dos manos, levantándome de mi asiento y colocándome sobre él, quedando su rígido mástil entre mis muslos.

-Espera….no me penetres todavía, ponte esto. – le pedí al tiempo que extraía un pequeño envoltorio redondo de mi bolso.

Él, lo abrió y enfundando su pene con el adminículo de látex, apuntó entre mis labios vaginales, hundiéndolo en mi sexo en toda su longitud. Yo estaba sentada sobre sus piernas, de espaldas, dejando que el me ensartara desde atrás con su polla, mientras se agarraba a mis pechos con ambas manos. Luego tomándome por la cintura, me hizo mover el cuerpo de arriba abajo, para aumentar el efecto de sus embestidas, metiendo y sacando frenéticamente su verga de mi vagina durante unos minutos. Poco después, pegó su cara a mí, dándome unos furiosos mordiscos en la nuca, me estaba haciendo daño con sus dentelladas, pero a la vez me produjo un breve estremecimiento, que me hizo sentir una agitación especial, por el efecto de una fulgurante corriente que recorrió mi médula espinal. El siguió soltando resoplidos amortiguados, para no ser oído por el público de la sala, hasta que noté sus convulsiones y los latidos de su polla, señal cierta de la descarga de su orgasmo.

Me liberó de su abrazo, sacando su polla y retirando el preservativo. Se subió los pantalones, arreglando su ropa. Yo hice lo propio, reajustándome el sujetador y bajándome la camiseta. Se acercó a mí y me dio un beso prolongado y cálido.

-Gracias..Rocio, perdona por asediarte de esta forma, pero era una tentación irresistible tenerte ahí abandonada mientras nos mostraban en la película el camino a seguir.

-Hemos rodado una bonita película, muy nuestra, superando en mucho a los actores de la pantalla..

-Contéstame….has podido disfrutarlo como yo, mi preciosa?

Yo por toda respuesta le miré a los ojos fijamente, moviendo la cabeza en la oscuridad. –Nunca pensé, ni en sueños, tener un encuentro como éste, lástima que no pueda repetirlo…! Ha sido de cine, nunca mejor dicho.-me dijo por toda despedida.

Rápidamente se levantó y desapareció por la puerta sin esperar a que terminara la proyección. Yo me quedé ensimismada, flipando, preguntándome si aquello había ocurrido así o si había sido un sueño, o una fantasía calenturienta por las emociones de la película. Terminó la sesión, se encendieron las luces, salí a la calle mirando alrededor sin que pudiera ver a mi vecino de butaca, al desconocido Gabriel, ni a nadie que hubiera sido testigo del evento excitante y extraordinario que acababa de vivir. Me fui a casa con la carga de las recientes sensaciones, con un cierto regusto placentero, dedicándole un pensamiento a mi amiga Lorena, que gracias a su oportuno contratiempo me dejó a solas. Si me preguntaba alguna vez por el argumento de lo que había visto en el cine, tendría problemas para contarle, pues apenas me enteré de la película. La historia que yo me sabía era otra menos confesable.

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