Una tarde cualquiera (2).
En este caso una mañana...
**Nota previa:
el relato es la segunda parte del que escribí hace tanto tiempo** .
La gente me rodeaba airada. Conocidos y amigos, ahora supongo que no eran muy amigos, dirigían insultos y gritos contra mí. Estaba muy cansado y exhausto, no sabía muy bien que hacer, únicamente quería salir de allí y que pasara el tiempo.
¿Qué hacía allí? ¿Cómo había llegado hasta ahí?
El gentío no tenía fin, todo parecía una conspiración contra mí. Largas hileras de personas se disponían haciendo un pasillo para poder faltarme al respeto ordenadamente. Y ese Sol, un Sol abrasador del peor día de verano sobre mí. Sin embargo a ellos no les parecía afectar.
Quería salir de allí, quería que la tierra me tragara y no salir hasta que se hubiesen marchado.
Avanzaba mientras se prolongaba mi agonía. Cada vez me importaba menos la gente y me molestaba más el Sol cegador.
Un destello del Sol me impactó a los ojos y caí de espaldas.
…
Abrí los ojos y di una patada al aire. Estaba tumbado a lo largo de un sofá. El Sol, que me había despertado del mal sueño, se filtraba a través de las persianas semibajadas del salón. No había nadie alrededor, la televisión que el día anterior habíamos dejado encendida ahora estaba apagada.
Mire alrededor intentándome situarme, recordaba lo que había hecho anoche, no estábamos borrachos, solo que nos dejamos llevar…
Álvaro se habría despertado antes y sin avisarme habría apagado la televisión y había desaparecido de su casa sin dejar rastro y sin despertarme. No auguraba nada bueno, me sentía raro ante tal reacción, aunque tampoco sabía nada, así que no podía juzgar en base a suposiciones e invenciones de mi imaginación.
Mi ropa se encontraba esparcida por toda la habitación, pero no había ni rastro de la de Álvaro. Recogía mi ropa del suelo la vez que me vestía.
No sabía que hacer, esperaría a que volviese de donde quiera que estuviera. Mientras tanto desayunaría, o almorzaría, dada la hora que era. Me rugía el estómago de hambre.
Recorrí el salón y parte del pasillo hasta llegar a la cocina. La nevera gris metálico se alzaba entre azulejos blancos. Abrí la puerta de la nevera y me decanté al final por unas buenas y sabrosas natillas. Cerré la puerta de la nevera y mientras buscaba una cuchara en algún cajón de la encimera vi como había no una nota, parecía que alguien iba a dejar alguna nota pero al final decidió no hacerlo. Una nota en blanco y al lado un bolígrafo con la punta sacada.
Ahora estaba sentado desayunando, luego tendría tiempo para pensar, si Álvaro no venía antes. No me iba a sentar mal el desayuno calentándome la cabeza.
Una hora pasó y sin nuevas noticias. ¿Dónde se había metido? No tenía sentido, era su casa. Cogí el móvil de mi pantalón vaquero, accedí a la agenda y llamé a Álvaro. De pronto sonó un tono de llamada familiar, se había dejado el móvil en casa. Parecía clara la intención de Álvaro de tomarse un tiempo libre.
¿Se arrepentiría de lo que hicimos? ¿Acabaríamos pactando olvidar y no mencionar el tema? ¿Era algo serio? Un mar de dudas inundaba mi cabeza. Preguntas sin respuesta como olas se estrellaban contra mi pensamiento.
Pero ahora pensaba yo. ¿Qué había sido para mí? Me gustaba, sí, pero era uno de mis mejores amigos. No quería perder esa relación… Pero podía seguir siendo incluso más que un amigo y un hipotético rechazo acabaría seguramente con la amistad actual.
Debía aclarar mis dudas para cuando regresase Álvaro y explicarle mi punto de vista. Pero, tampoco sabía muy bien lo que querría él. No quería crearme falsas expectativas.
¡Qué lío! Y encima no sabía ni cuando volvería.
Crucé la cocina y media casa y llegué al baño. Una buena ducha me despejaría ayudándome a pensar y a la vez me asearía. Me quité la camiseta y la arrojé al suelo. Mi mirada se dirigió al espejo que tenía en frente. Me vi reflejado en él.
Tenía el pelo revuelto e indicaba que había estado durmiendo recientemente. Hacía tiempo que había decidido no llevarlo muy corto, era de color negro oscuro. Mis ojos de color gris se realzaban. Era un color muy raro, no conocía a nadie excepto mi padre con ese color.
Tenía los rasgos algo afilados pero armoniosos. Nariz un poco grande y labios carnosos.
Bajé la mirada un poco, y miré mi cuerpo, tenía el cuerpo bastante musculado a mis 18 años. No era muy moreno, pero tampoco era un blanco enfermizo. Acabé de desnudarme y me metí en la ducha.
Al principio me costó regular la temperatura a la que salía el agua, pero en poco tiempo conseguí dominarla y pude pasar a pensar en los temas anteriores. El agua chocaba contra mi cabeza, surcaba y recorría mis hombros y se deslizaba por mi cuerpo a modo de un masaje.
Me gustaría tener una relación con Álvaro… Pero recordé la pesadilla que había tenido. No quería pasar por ello… Tenía miedo de lo que pensara la gente si se llegase a enterar. Si se llegase a enterar, ¡jamás se enterarían, maldita sea!
Aun así tenía miedo, lamentablemente en mi entorno no sería acogida la decisión bien, es más, ¿qué pensaría Álvaro de todo esto?
Terminé de ducharme y cogí la única toalla que había en el baño. Me sequé y fui a mirarme al espejo pero ahora se encontraba empañado por el vapor. Terminé de vestirme y salí del baño.
Así que fui a su habitación, donde mis dudas habían comenzado e igual terminaban. Encendí el ordenador, tardo lo suyo en iniciarse, y al final accedí a Internet, concretamente al historial. Iba a ver las páginas que había. Eran de ayer antes que viniese a visitarle, sin duda tenía que haber sido él ya que ningún miembro de su familia había estado ayer.
- ¡Vaya, vaya!, conozco a alguien a quien le gusta mucho el porno- dije absurdamente en voz alta a nadie.
La temperatura de la habitación estaba empezando a subir, al igual que algo escondido en mis pantalones.
En la pantalla del ordenador había en escena un chico rubio muy guapo en una sesión fotográfica poniendo poses seductoras y mirando con sus ojos marrones a la cámara lascivamente. Pasaba las manos por su pelo, que estaba en una crestita y se despeinaba un poco, sacó la lengua de forma pícara y luego se mordió el labio inferior intentando provocar al fotógrafo. Éste no era de piedra, de hecho, era muy vulnerable a sus encantos. Me recordaba a alguien el actor…
Empezó a hacer un striptease muy lento, jugaba con su camiseta antes de quitársela. Parecía estar disfrutando del jueguecito, mientras sonreía con su preciosa sonrisa aniñada. La camiseta voló por la habitación, y había comenzado a pasarse las manos por su cuerpo moreno. Se metió las manos por detrás debajo del pantalón tocando su culo respingón, ¡bfffff, cómo me estaba calentando!.
El fotógrafo no pudo aguantar más y tuvo la obligación de palpar el culo del chico, esta vez por debajo del pantalón. El rubio apartó las manos que lo tocaban, las llevó a la cintura de su compañero y se acercó a él. Le abrazó rodeando su espalda y plantó un beso sin lengua en los labios. Tras esto empujó delicadamente a su compañero hasta un sillón donde lo sentó.
Comenzó el turno del pantalón, desabrochó lentamente el primer botón de sus tejanos negros. Y seguidamente los siguientes, cayendo los pantalones por la fuerza de la gravedad. Un slip rojo vivo se abrió paso a la escena, conjuntaba con el rubor de las mejillas del rubio. A la vez seguro que tímido, no imaginaba como podía aguantar el fotógrafo.
Ante tal calentón, el fotógrafo se deshizo de su camiseta y se levantó del sillón acercándose a él. Le abrazó apasionadamente pasándole las manos por el culo y empezó a mordisquearle el cuello y el lóbulo de la oreja alternando. Mientras, el rubio ayudaba a deshacerse del pantalón beige del fotógrafo. El fotógrafo no tenía ropa interior bajo los pantalones.
Yo había decidido no recurrir al onanismo, solo miraría al vídeo para hacer tiempo.
Había empezado a jugar con el miembro descubierto del fotógrafo, pero solo lo estaba calentando más. Se moría de deseo y el rubio estaba convencido a prolongar su agonía. Así que no tuvo más remedio de agacharse, bajarle el slip y agarrar su mástil de carne y empezó a lamerlo. Debía forzarle a dejar de jugar y pasar a disfrutar.
El rubiales se dejó hacer mientras una lengua acariciaba su capullo rosado y una mano le comenzaba a pajear. Arriba abajo, arriba abajo… Rodeó con la boca el glande y sus manos pasaron a jugar con sus testículos. Había comenzado a gemir un poco.
Le apartó de su tarea, el rubio quería llevar el ritmo y hacer disfrutar a su compañero. Tumbó en el suelo al joven fotógrafo moreno y se sentó sobre su torso, se inclinó y empezó a besarle ahora con lengua lujuriosamente. Separó sus labios y pasó su mano hacia atrás para masturbar al moreno mientras miraba a sus ojos y sonreía.
De pronto, alguien llamó al timbre de la puerta. Me sobresalté y cerré el video. Lo que me faltaba, ahora sería algún comercial y esperaba que no se fijase en el bulto que causaba la erección.
Llegué a la puerta, y a través de la mirilla vi a Álvaro. De pelo rubio, Álvaro, se había dado cuenta que alguien había movido la mirilla e intentó mirar a través de ella con sus ojos azules. Tocó el timbre de nuevo y le abrí.
-Hola- alcance a decir en casi un susurro.
…
Espero que os haya gustado, gracias por leerme ;D