Una tarde con Venus
Una pareja de amantes se encuentra en un apartamento disfrutando una tórrida tarde de amor y sexo.
Tu cuerpo sigue enervándome como la primera vez que lo vi. Sigue siendo maravilloso, adorable. Tiene algo felino, con esas piernas largas, fuertes, esos pechos altivos y ese culito tan duro y suavemente respingón.
Es imposible permanecer a tu lado e impedir que las manos vuelen a acariciarte y los labios ardan deseando recorrer tu piel. Cuando te desnudas lánguidamente, mientras yo estoy sentado en el sofá, tus ojos toman un brillo especial y tu boca se frunce en un gestos lascivo. Esos labios tan expresivos dicen cómo estás por dentro, cómo te gusta que te admire y te desee. El top de lycra se ciñe a tus pechos y los pezones se marcan insolentes. Cuando lo vas retirando y lo sacas por tu cuello tus tetitas saltan hacia delante. Parece mentira que sean tan redondas y se mantengan tan altas sin haber pasado por ningún quirófano. Se diría que están rellenas de silicona, sin embargo no es así, son totalmente naturales y al tiempo fantásticas.
Tu faldita es diminuta, con razón me dijiste por teléfono que más que falda era un cinturón ancho. Se ciñe a tus caderas muy abajo, permitiendo mostrar tu ombligo en medio de tu vientre plano, haciendo guiños mientras bailas seductoramente. En el lateral buscas un pequeño botón y la cremallera, desabrochas uno y deslizas lentamente la otra, dejando ver la cinturilla de tu tanga color violeta.
No me explico como consigues hacerte con una ropa interior que siempre me dispara todas las alarmas. Cuando ha caído la falda tu tanga que apenas te cubre realza maravillosamente tus curvas. Y qué decir cuando te das la vuelta... tu culito es delicioso y la prenda perdiéndose entre los cachetes de tus nalgas hace que resalte más aún su redondez. Lo pones a pocos centímetros de mi cara y lo mueves cadenciosamente mientras bajas un poquito el tanga y lo subes enseguida hasta su sitio. No puedo evitar abrir la bragueta y sacar la polla fuera de los calzoncillos. La tengo dura desde que nos encontramos en el pub irlandés y pedimos nuestro Baileys. Al sentarte en la banqueta de la barra me diste una buena visión del triangulo de tu tanga metido a medias en los labios de tu coñito. Apoyaste una de tus manos en mi muslo muy cerca de la ingle y, con la voz más seductora, adecuada al momento, me comentaste en voz baja cómo te subía la temperatura esa bebida en concreto, mientras tus dedos apuntaban hacia mi paquete que ya estaba tomando buen tamaño.
Como quien no quiere la cosa aprovechaste para, como al descuido, pasar tu manos encima de mi polla. Eres una diosa y un diablo todo junto. Porque además de controlar las miradas de los hombres que estaban en el local y que se fijaban con unanimidad en tus piernas y en la tensión de tus tetas sobre el top, me controlabas a mí, exhibiéndote para calentarnos a todos y a la vez haciéndome el regalo de insinuarme que sólo serías mía.
Ahora que estás casi desnuda, casi peor que desnuda, jugando otra vez a tirar de la entrepierna del tanga y metértelo en los labios del chochito, ya no me aguanto más y comienzo a masturbarme delante de ti.
Es mi pequeña venganza porque sé que te pone muy caliente, como una auténtica zorra chorreante el ver mi polla, surcada de venas, mientras la sacudo lentamente arriba y abajo. Tu mirada delata tu deseo y cómo te sube la temperatura. Así que completo el trabajo bajando los pantalones hasta los tobillos, para que tengas plena visión de mi polla, mis huevos llenos de leche, pesados y tensos, y mis piernas abiertas.
Terminas por quitarte el tanga, lo acercas a tu nariz, como para cerciorarte que está lleno de tu olor de hembra caliente, bien blanquecino en la entrepierna por el flujo que llevas destilando hace rato, y haciendo una pelotita me lo tiras a la cara. Lo recojo, lo llevo hacia mi boca y saco la lengua para lamerlo. Eso te dispara, te hincas de rodillas y te giras para mostrarme el culo en pompa y con un movimiento premeditado te vas acariciando desde el cuello, pasando por las tetas, hasta tu vientre. Y ahí te abres los labios del coño y me lo muestras obscenamente. Me estás provocando, invitando a que te clave la polla o le hinque los dedos simultáneamente a tu coño y a tu ano. Tu estrellita está dilatada y rezuma gel... seguro que has estado jugando con ella esta mañana muy temprano, mientras te vestías anticipando de que mil maneras me ibas a calentar. Sé que te gusta tenerlo dilatado y no escatimas en juguetes e imaginación para tenerlo siempre listo a mis embestidas.
Te acercas reculando, con las rodillas separadas, hasta ponerme tu coño y tu culo a escasos centímetros de mi polla. Quieres verme saltar sobre ti como un salvaje, quieres que pierda e control y te folle. Y or si fuera poco te separas las nalgas para que no quede duda de que tu culo me desea, que está preparado y limpio, perfectamente lubricado y listo.
Esta vez lo has conseguido, porque de un salto me subo encima de ti. Incluso te ha sorprendido la rapidez con que mi cuerpo se ha plantado en un instante sobre e tuyo. Tanto que caes al suelo. Con mis rodillas separo tus piernas más aún y tú colaboras hasta que las dejas en un ángulo imposible, completamente abiertas. Y me dejo caer sobre ti, mi peso te abruma, y mi polla comienza a buscar un agujero por donde penetrarte. La cabeza arrastra tu flujo que encharca la entrada de tu coño y se dirige a tu estrellita. De un solo golpe te clavo la mitad. Intentas apartarte pero es inútil, porque te sujeto las muñecas y mi peso te aplasta contra las baldosas. Y comienzo a bombearte el ano, clavándote por completo, gritas que me aparte, que soy un cabrón asqueroso, pero eso sólo me pone más caliente y me empuja follarte con más violencia.
Eres una verdadera puta y así te voy a follar, guarra. Te voy a destrozar ese culo de zorra, toma buena ración de polla, cabrona.
Pierdes los papeles completamente, casi aúllas de placer porque todo tu culo está dilatado al máximo y comienzas a apretar tus esfínteres para intentar estrangular mi polla. Una enculada por la fuerza es uno de tus puntos flacos. Y yo no ahorro energía en darte a más no poder, con mis cojones golpeándote los labios del coño, goteando sudor sobre tu espalda que se comba como un arco.
Mi polla entra y sale, perfectamente lubricada, en ese delicioso culo que tanto me gusta invadir. Tus gemidos entrecortados por los envites me dicen que estás a punto de correrte. Tus orgasmos en una enculada son tan fuertes como cuando te penetro el coño. Y siento que se está acercando el momento en el que explotarás de placer. Así que acelero el ritmo y la fuerza de la penetración, yo mismo estoy al borde de reventar. Y quiero llenarte el culito de leche.
De pronto tu cuerpo comienza a temblar, se tensa y un gemido in crescendo escapa de tus labios...
Sí, sí, follame, cabrón, dame... me corro, me corro...
-Tómala, te voy a llenar de leche zorraaa...
Arañas el suelo, los dientes apretados... te estás corriendo mientras mi leche invade tu culo a borbotones y aprieto tus tetas con ambas manos.
Uhmmmmm... te dejas caer, sudorosa, satisfecha, relajada...
Sigo encima de ti, te beso el cuello, los labios... nos acurrucamos en el suelo, juntos...