Una tarde con mi amante
La mujer pasa la tarde con su amante y hace que su marido disfrute viendola por el móvil.
El tanga era diminuto. Pero tenía el inconfundible olor de mi mujer y una generosa manchita de su flujo en medio de la tela de la entrepierna.
Cuando la dejé en la puerta de la casa de nuestro amigo ella estaba nerviosa, excitada y muy caliente, en una mezcla explosiva. Apenas habló durante el camino, pero no dejaba de moverse en el asiento, haciendo girar levemente sus caderas y rozando al descuido sus pezones por encima de la seda de su blusa. No llevaba sujetador y se perfilaban nitidamente a través de la tela.
Unas manzanas antes de llegar me hizo parar a un lado de la carretera. Sin decir palabra comenzó a acariciar mi polla por encima de los pantalones. Yo separé los muslos y dejé escapar un suspiro mientras ella bajaba la cremallera, me sacaba la verga y se la introducía glotonamente en la boca. Estuvo mamándola varios minutos, llevándome al borde del orgasmo. Pero de pronto paró, volvió a meterla en el pantalón y me ordenó arrancar.
- No vas a correrte todavía, habrá tiempo después, cuando yo te lo diga...
Llegamos a la casa de nuestro amigo, ya anochecido. Justo antes de salir del coche, con un gesto rápido, se quitó el tanga y me lo entregó.
- En un rato tendrás noticias nuestras. Vigila tu móvil...
La señal de whatsapp sonó como un trueno en el coche, donde seguía esperando, con la mano en la polla, acariciándome muy despacio mientras imaginaba las tórridas escenas de sexo que estarían sucediéndose apenas a cien metros de donde me encontraba. Un leve resplandor salía por la ventana del dormitorio. Sin duda esas luces temblorosas eran de unas velas repartidas por la habitación. Pero unos momentos antes la persiana había estado bajada...
Cogí el móvil y consulté el programa. Había un mensaje para mi, de mi mujer, con un vídeo adjunto... Con el corazón acelerado pulsé el icono y el vídeo arrancó.
La polla se me puso como una hierro ardiendo al ver en la pequeña pantalla cómo mi mujer estaba abierta de piernas, encima de la cama, pidiendo con voz ronca que nuestro amigo le clavara la polla. Y él no se hacía de rogar y, asiéndola por las caderas, enterraba un buen pedazo de rabo en el pequeño coñito de mi mujer. Casi al instante ella cerró muy fuerte los ojos y un sordo gruñido escapó de sus labios.
Arqueó la espalda y se abrió un poco más a la placentera invasión mientras sus puños se cerraban sobre la sábana y hacía fuerza para aguantar la lujuriosa embestida. El vídeo era pura dinamita y me estaba poniendo al borde de eyacular, ya con la polla en la mano, masturbándome dentro del coche, al cobijo de las sombras de la calle. Ver su cuerpo penetrado y su rostro tenso por el placer me tenía encendido.
Y en ese momento giró su cara hacia la cámara y susurró:
- ¡Estoy a punto de correrme...! ¡Ahora, córrete tu también!...
Y un tremendo orgasmo acompañado de leche saliendo disparada de mi polla coincidió con el momento en que todo su cuerpo se quedó tenso, los dedos agarrotados en los brazos de nuestro amigo y las calderas soldadas a su pelvis, recibiendo, a su vez, un buen chorro de leche en su coñito...