Una tarde con Irina
Basada en una historia real, una historia que nos puede pasar a cualquier, sobre todo cuando llevamos una vida normal y de repente te descontrolas sin saber muy bien la razón.
No me preguntéis porque lo hice, ni en que estaba pensando, solo se que desde que me preguntó si escribía sentí unas ganas locas por que me leyera, y esas ganas locas derivaron en unas ganas locas de ella, todo un sin sentido porque la conocía desde hace mucho tiempo y jamás me pude imaginar que sentiría ese deseo incontenible por tenerla.
Le escribí uno y se lo entregué, lo escribí para ella, así sin más, no me dio vergüenza por lo que pudiera pensar, tampoco es que yo sea un gran escritor, ni siquiera escritor, simplemente me limitaba a plasmar sobre un folio historias que se me ocurrían, a veces basadas en hechos reales, otras en la más pura imaginación, y este relato que le pasé era una historia más, escrita con la única finalidad de despertar en ella lo que en mi nacía cuando escribía, retazos de excitación para salir un poco del día a día.
Pasó bastante tiempo hasta que me dijo que lo leyó, pensé que tenía poco interés y no pregunté mucho hasta que me dijo que quería más, quería leer otro, yo intenté sacarle si le había calentado, si había conseguido excitarla algo pero poco me dijo, -me gusta y quiero otro, ¿te basta con eso?-.
Eso me dio por pensar, la empecé a ver de otra manera, empecé a fantasear con ella, me la imaginaba desnuda leyendo mis relatos y autocomplaciéndose, veía sus manos acariciar su esbelto cuerpo, sus grandes pechos que yo ansiaba poder disfrutar, su boca, sus labios, en fin, me la imaginaba en sesiones masturbatorias en las que quedaba satisfecha por lo leído y por lo tocado.
Le pasé otro y seguía igual me gusta pero quiero más, yo a esas alturas ya no me la imaginaba solo tocándose sino que era yo el que la tocaba y con mis caricias conseguía que se corriese en mis manos, deseaba explorar todos sus puntos de placer, ansiaba poseerla, penetrarla, hacerla mía pero tenía claro que nada de eso iba a suceder y cuando la veía intentaba no pensar en nada, solo disfrutar de su compañía como hacía años que lo así lo hacía.
Pero un día algo ocurrió, fui a visitarla donde trabajaba, tenía una pequeña tienda en el centro de la ciudad, era una tienda pequeña llena de zapatos, cinturones y complementos que a duras penas te dejaba caminar y que cubría por entero la estancia. De vez en cuando pasaba a saludarla y tomarme un café con ella, este día era tarde, cerca de las dos, mas que un café sería una cerveza, la salude como siempre, una sonrisa y un hola, hacía tiempo que no le daba dos besos cuando la veía porque me ponía nervioso al hacerlo y no quería que notase nada raro, y esta vez fue igual. –espérate, cierro y nos tomamos algo-, me dijo con su dulce voz, -termino de recoger enseguida-, mientras cerraba cajas de zapatos que había esparcidas por el mostrador donde se encontraba la caja registradora y una inmensa pila de accesorios de cuero y plata.
Yo seguía mirándola, ordenando cajas de un lado hacía otro, hasta que desapareció por una pequeño puerta que daba al almacén, - Alvaro, ¿puedes venir?-, dijo con voz normal, yo me acerqué y la ví subida a una escalera subiendo los bultos que antes había recogido, intentando ordenarlas por modelos y tallas, ¿me puedes alcanzar esas?, señalándome un montón de cajas que quedaban a mis pies. –claro, yo te ayudo guapetona-, mientras le daba la que más cerca tenía. No paraba de mirarla, allí arriba de esa pequeña escalera, con los brazos en alto ordenando paquetes, con su pelo marrón corto y lacio tapándole media cara, con un vestido de cuero negro que marcaba claramente su figura, sobre todo sus pechos, que eran grandes y que de perfil se insinuaban más poderosos, apenas marcando culo, algo que me encantaba a mi de las mujeres y con unas bonitas piernas cubiertas por unas medias negras acabadas con unas botas del mismo color que la hacían totalmente irresistible, ya no le dí más cajas, solo me dediqué a observarla y ella se percató de que la observaba, tampoco me pidió ninguna más, solo se limitaba a hacer como que buscaba pero que no encontraba, incluso en ese silencio pude escuchar como su respiración se había acelerado, algo nerviosa por sentirse observada pero a la vez segura por captar toda mi atención.
No se que me ocurrió y porque lo hice, fue un impulso incontrolable, acerque mis manos a su pierna derecha, con sumo cuidado y empecé a acariciarla con mis manos, ella no dijo nada, su respiración se aceleró, mis manos estaban nerviosas pero firmes, manos que comenzaron a escalar mientras iban moldeando esas piernas con lentitud como si de una escultura de barro se tratase, la media era fina y no prestaba resistencia, mis manos llegaron a la rodilla, yo seguí callado, ella seguía respirando, la luz blanca del almacén parpadeaba levemente y se escuchaba el faro de neón titiritar, tras unos segundos de quietud, ella abrió ligeramente las piernas invitándome a subir y no dudé, seguí moldeando sus firmes muslos hasta que llegué al final de la media atada por un liguero rugoso que no pude ver y contacté con su piel, mucho mas suave que la tela, volví a pararme y ella habló, -esto está mal, esto es un límite, deberíamos parar.-, sus manos ya habían bajado y las tenía puestas sobre sus caderas con los dedos mirando hacia abajo, una de mis manos las buscó,- ¿por qué has abierto las piernas, entonces?, le dije mientras mi mano izquierda rozaba sus dedos y la derecha oscilaba casi inapreciablemente de arriba abajo sobre la parte superior de su muslo. –no lo sé, mi cabeza dice que no, pero mi cuerpo no obedece, me tienes mojada desde hace tiempo y no puedo controlarlo-.
Al escuchar esas palabras, mi mano izquierda apretó sus dedos y la derecha busco su sexo para comprobar que sus bragas estaban totalmente empapadas, ella gimió al sentir primeros mis nudillos aprisionando su sexo, y cuando cambié la mano y puse mi palma para abarcarlo entero, suspiró fuertemente y cerró sus piernas aprisionando mi mano y moviéndose contra ella. ¡dios, como me gusta, me correría ahora mismo solo de pensar en lo que podríamos hacer!, y dicho esto, se soltó de mi mano que tenía cogida sus dedos, abrió las piernas y con seguridad apartó la otra de su ardiente sexo, ¡para, así no, así no va a ser, te deseo con todas mis fuerzas pero así no!, y casi sin darme cuenta bajó de la escalinata y se puso delante mía. ¡lo siento, esto es una locura, pero no es como me lo había imaginado, ya sabes que lo deseo más que tú, pero no debemos, además no es el sitio ni el momento!.
En ese instante desee más que nunca besarla, me resultó tan segura de lo que decía, tan consciente, tan maravillosa que me quedé sin palabras, mi mano acarició su mejilla, tenía una piel suave, firme, nadie diría que tenía 40 años, dos hijos y una vida normal, no la besé, -perdona.-, le dije –no se que me ha pasado, me he flipado un poco, se me ha ido la pinza, no haré nunca nada que te pueda molestar o que no quieras hacer, no haré nada que no quieras que hagamos, perdóname-, y dicho esto acerqué mis labios a los suyos y ahora si la besé, muy despacio, sintiendo su calor, su pasión y su deseo. ¡venga, vamos a tomarnos una cerveza que se nos baje esto!, ella me miró, sonrió, me cucó el ojo, cerramos y nos fuimos.
La situación se normalizó un poco, decidí no pasarme con mis calenturas de cabeza y solo interaccionaba con ella cuando ella se ponía en contacto conmigo, yo no iba a decidir nada, y si algo tenía que ocurrir sería porque tenía que ocurrir y porque ella así lo querría, lo que menos pretendía era que esta extraña situación la llevase por un camino poco recomendable, si al final era solo tontería, sería solo tontería, si quería sexo, tendría sexo, y si quería algo más, amor, tendría que tener claro que no lo iba a tener porque yo jamás le permitiría que hiciese nada que pusiera en peligro a su familia, quizá era un hipócrita porque con nuestras tonterías habíamos cruzado el límite de lo políticamente correcto y cualquier salida de tono podría tener consecuencias desastrosas, pero ni me percataba de ello, porque la deseaba con una locura desmedida, quería besarla, acariciarle, hacerle el amor, follármela, quería hacer de todo con ella y no pensaba en nada más.
Un día le entregué otro relato, era una garrula con el ordenador, vivía en el Medievo tecnológico, tenía media controlado el Iphone y el whatsupp, pero como le pidieses algo más, la tenías jodida, y pensar en enviárselo por internet o al correo electrónico podría ser mortal porque seguramente lo vería todo el mundo menos ella, así es que se los listaba y se los daba en papel, sin firma, por si la pillaban “por garrula”, que nadie me pudiese pillar a mi. El relato iba sobre ella, sobre mí, quizá lo escribí porque necesitaba decir lo que sentía, bueno, ella ya lo sabía pero solo a grandes rasgos, lo teníamos los dos muy claro pero quizá me hacía falta expresarlo en papel, ó quizá yo era un simple cabrón hijo de puta que quería encenderla tanto a ver si por fin se decidía a consumar lo que tantas veces habíamos hablado, o lo mismo quería que me mandase a la mierda de una vez y que se nos acabase la tontería que teníamos los dos y que no nos llevaba a ningún sitio, o presumiblemente fuese un relato más en el que no despertase nada nuevo y que todo quedase igual, ciertamente ni yo sabía lo que quería, porque como ella, me invadían mil dudas y tenía claro que no quería arrepentirme de algo y cargar con ello el resto de mi vida, yo sabía las consecuencias si alguien nos pillase, incluso si pasase de una tontería a algo más, y por mucho que la desease no estaba dispuesto a asumirlas, y ella tampoco, así es que si algo ocurría entre nosotros debería de ser secreto, cauteloso y lo más controlado posible.
Como dije, le entregué el relato, en el venía a contar una historia ficticia entre ella y yo en la que nos hinchábamos a follar como perros, en la que disfrutábamos de tardes y noches de loca pasión, en la que disfrutábamos de una aventura sin límites en la que todo era posible, oral, anal, incluso hacíamos tríos, orgías, intercambio de parejas, de todo, y todo girando alrededor del sexo pero con una complicidad, confianza y compresión que hacía de aquella historia la relación perfecta, pero como toda perfección tenía su parte mala y al final éramos descubiertos y las oscuras y catastróficas consecuencias que tanto miedo nos daban al final se hacían realidad, me lo podía haber ahorrado, pero joder, era lo que pensaba y había que tener claro que todo podía ocurrir, y grosso modo, ese era el resumen del relato.
No tardó tiempo en llegar el whatsapp, “eres un cabrón, me has puesto fatal y la verdad es que estoy cansada de estar así y yo también quiero más, no se como lo vamos a hacer pero tenemos que organizar algo porque me muero de ganas de follar contigo”, yo me quedé petrificado, nervioso, no sabía que decir, me esperaba todo menos eso, tenía ganas de echar a correr y desaparecer, me agobiaba llegar a esa situación pero al mismo tiempo la deseaba tanto que me estaba volviendo loco, “lo soy pero tu si que me tienes fatal a mi, y si, yo también quiero follar contigo, y ya, quiero follarte ya, ahora mismo”.
Quedamos una hora después en mi casa de la playa, queda a 40 minutos de donde vivimos, era una tarde de invierno, anochecía pronto y al ser martes poca gente habría por allí y sería difícil que alguien nos pillase. Yo llegué primero, encendí la chimenea, puse algo de música y me serví un whisky para ver si me tranquilizaba un poco y también lograba desinhibirme, temores de ser descubierto, de que no viniese, de que fuese un desastre me asaltaban sin parar, así es que casi sin darme cuenta me había bebido la primera copa y ya tenía la segunda en la mano cuando el timbre sonó, abrí rápido y más rápido entro ella, estaba hecha un flan, nerviosa a más no poder, -¿es whisky?, preguntó, yo asentí, me lo cogió y se lo bebió de un trago, lo dejó sobre la mesa del recibidor, donde estábamos, un salón de unos quince metros cuadrados, presidido por la chimenea, un sofá de color rojo enfrente de ella, una mesa de dos metros con sus sillas a los lados pegada a la ventana que quedaba oculta por un estor marrón, la habitación estaba iluminada por el fuego de la chimenea y una pequeña lamparita que estaba situada en la misma mesa donde Irina dejó el vaso, vaso que sonó con fuerza, la misma con la que ella resopló, ¡dios, no sé porque he venido, tengo el corazón que se me sale por la boca, me va a dar algo, estoy loca y tu tienes la culpa-, me miró, se acercó a mi y me besó abrazándome con fuerza, nuestras lenguas se buscaron y se saludaron, me aprisionaba contra sus pechos, que por fin los sentía.
-estas helada-, su piel estaba fría y sus manos temblaban, no se si por el frío que hacía o por los nervios que tenía, -pues por dentro estoy ardiendo.- contestó mientras me abrazaba más fuerte clavándome sus pechos en el mío y apretando su sexo sobre mi sexo que por aquel entonces ya estaba bastante hinchado. Nuestras lenguas jugaron un rato, acompasadas, sabrosas, húmedas, mis manos acariciaban su espalda, subiendo hacía su cabeza abarcando su pelo, mientras nuestras bocas no se separaban, besos cálidos, conocidos y excitantes.
Nos dirigimos al sofá, el fuego estaba fuerte, ella tomó la iniciativa y casi sin darme cuenta tenía los pantalones bajados y ella se encontraba de rodillas sobre la alfombra beig mirándome fijamente a los ojos mientras con sus manos me quitaba el bóxer y cogía mi polla con fuerza iniciando una masturbación frenética, sus manos abarcaron todo mi mástil, dejando al descubierto un glande morado a punto de estallar, sus ojos se clavaron en él, acercó sus labios y lo beso mientras con las manos iba bajando y subiendo, volvió a besarlo, esta vez con mas calma, pasando su lengua por la punta, proporcionándome una sensación indescriptible de placer, soltó sus manos de mi miembro y empezó a desabrocharse el vestido verde que llevaba puesto, que rápidamente dejó por la cintura, dejándome a la vista sus maravillosos pechos con los que tanto había soñado. Me volvió a mirar, y con sus manos cogió las mías y las puso sobre ellos mientras se inclinaba en iba introduciéndose toda mi verga que a estas alturas estaba gorda y dura a más no poder. Mis manos masajeaban sus grandes pechos sobre el blanco sostén de puntillas que llevaba, hice un giro tras ella y logré desabrocharlo, dejándolo caer al suelo, ella seguía concentrada en la mamada que me hacía, muy despacio subiendo y bajando a veces paseando la lengua sobre ella, otras restregándose la polla sobre su cara, estaba fuera de sí.
Tras un rato, puse mi miembro entre sus pechos, eran grandes con dos pezones enormes que los presidian, y empezó a masturbarme con ellos, a penas pude aguantar unos segundos, -me corro Irina, me corro, joder, te voy a llenar, me estoy corriendo-, grite entre gemidos mientras chorros de esperma empezaron a salir de mi falo, algunos llegaron a su cara, el resto quedaron por su garganta y sus pechos, ella seguía frotándome con ellos vaciándome, orgullosa de haberme proporcionado un placer maravilloso.
Estuve jugando un rato con mi semen sobre ella, esparciéndolo sobre sus pechos, metiendo mis dedos pringados en su boca, viendo como lo saboreaba, se sentó a mi lado y terminé de quitarle el vestido, y posteriormente unas bragas que hacían juego con el sostén y que me dejaron ver un sexo depilado, grande con unos labios rugosos y brillantes. -¿Cuántos dedos te metes cuando te masturbas?-, le pregunté mientras mi mano que acariciaba su muslo iba abriéndose paso ante esa majestuosa fuente de placer, -normalmente me meto dos, pero si estoy muy excitada acabo con tres, incluso un día intenté follarme con toda la mano, pero no pude-, Irina abrió mas sus piernas, mostrándome su sexo húmedo, mi mano se acercó, con mis dedos separé los labios que marcaban su vertical sonrisa, acerqué mi boca y busqué su clítoris que se mostraba altivo en impaciente ante mí, y comencé a chuparlo. - ¡Aghhhhhhhh, así, sigue así, chúpamelo, que gusto!, no pares, sigue así-, yo seguí chupándolo y luego lamiendo su abertura de arriba abajo, pasando mi lengua por todas partes, llenándome la boca y la barbilla de sus jugos, estaba chorretosa, me encantaba la sensación de comerle el coño, sobre todo cuando sus manos se apoyaron en mi cabeza y la apretó contra su sexo.
Mi otra mano lo buscó también e introduje dos dedos en su sexo, entraron sin problemas, el chapoteo que hacían en cada entrada era cada vez más fuerte, Irina tenía los ojos cerrados, mi boca chupaba su punto de placer y mis dedos se la follaban cada vez más rápido, ahora con tres, con más fuerza, sus gemidos se incrementaron, ¡aghhhhhhhhh, sigue, sigue, me voy a correr, Álvaro, sigue, no pares!!!!!, yo seguía , sus gritos se hacían cada vez más fuertes. ¡me corro, joder, me corro, diosssss!!!!, y comenzó a correrse, sentí en mi boca un leve chorro de sus jugos vaginales, mi mano estaba totalmente mojada, Irina se contorsionaba, no podía resistir las sensaciones que venía, me apartó bruscamente de su sexo todavía con algún espasmo que la acompañaba, yo estaba de nuevo encendido, mi polla volvía a estar erguida, y antes de que me dijese nada, me puse sobre ella, busque sus labios, la bese, y la penetré. Mi polla entró como un resorte cuando salta, ella la sintió entrar con fuerza pero la recibió con alegría, la había clavado hasta el fondo, no me moví, dejé pasar un poco de tiempo hasta que ella se recuperó y comencé a moverme.
Sentía sus manos sobre mi espalda, sus piernas se habían abierto y me rodeaban con fuerza, yo seguía a un ritmo constante, con mis manos sobre su cabeza, mirándola a los ojos y besándola, nos acompasamos enseguida, marcamos un ritmo y así estuvimos un rato hasta que ella decidió ponerse encima. Y así, con ella encima, mis manos abarcando sus pechos, y sus movimientos oscilantes iniciamos un nuevo compás. Mis manos pasaban de sus pechos a sus caderas, acariciando cada trozo de piel por el que pasaba, mi movimientos pélvicos se acompasaron a sus oscilaciones, ¡joder, Álvaro, que gusto, joder, me voy a correr enseguida otra vez!, yo al escuchar eso aceleré el ritmo, intenté incorporarme para chupar sus pezones, ella, me seguía montándome, ¡sigue así, no te corras dentro, sigue, sigue, que me voy a correr ya!, ¡córrete rápido, que no aguanto más!, le dije mientras ella empezó a contorsionarse más rápidamente hasta que no pudo más, ¡me corro, me corro!, y volvío de nuevo a correse, mis huevos estaban empapados por la cantidad de jugos que ella desprendía, ella seguía gimiendo, me mordió la barbilla con fuerza, yo estaba a punto de correrme también, ¡estoy apunto Irina, estoy a punto, dime donde me corro, dímelo!, ella se levantó de encima mío, se puso de rodillas y me dijo ¡córrete en mi cara, dame toda tu leche, la quiero, córrete sobre mí!,- yo al escuchar eso no aguanté mas, me reincorporé poniéndome de pie sobre ella, y dirigiendo mi polla hacia su cara comencé a llenarla de lefa, dos grandes chorros que impactaron de llenos sobre sus coloradas mejillas, ellas busco mi miembro con la boca y comenzó a extraerme todo el semen que me quedaba hasta que me limpió entero y me dejé caer sobre el sofá.
Ella se sentó a mi lado, nos quedamos abrazados mirando el fuego, cansados, pero satisfechos, nos volvimos a besar, nos echamos una manta encima y nos quedamos un rato disfrutando del momento, habíamos disfrutado de un momento mágico y no sería el único.