Una tarde calurosa

Este es mi primer relato, espero lo comenten para poder mejorar o dejar de escribir si es que se me da muy mal.

Era una de esas tardes calurosas, la temperatura pasaba los 40°C, así que decidí tomar un taxi, me monte sin fijarme en la persona tras el volante, sin siquiera mirarlo le indique hacia donde nos dirigíamos y me entretuve leyendo, siempre traigo un libro conmigo. Pasaron unos minutos hasta que el hombre inicio una conversación, se notaba su interés por cortar el silencio, tomo el trillado tema del clima, estuvimos haciendo comentarios de lo insoportable que estaba la temperatura durante un rato, yo en ningún momento aparte la mirada de mi libro, le respondía al chofer sin parar de leer, hasta que aprovechó un semáforo en rojo para voltear y decirme que de solo verme se podía notar mi inteligencia, esto me dio mucha gracia, que manera de tratar de llamar la atención, pero efectiva, logró que yo apartara los ojos de mi libro para mirarlo a él dedicándole una sonrisa, era un hombre muy guapo, tenía un rostro muy masculino y agradable a la vista y su cuerpo lo complementaba, se notaba que se ejercitaba.

Mantuvimos una fluida conversación que se basaba principalmente en sus halagos y mi respuesta a ellos, hasta que llegamos al típico:

-          Taxista: ¿Cómo puede una niña tan linda como tú estar sin novio?

Siempre tengo respuestas distintas y ocurrentes para esa pregunta, pero esta vez sólo respondí:

-          Yo: Vueltas de la vida.

-          Taxista: Pues de verdad que es una vida extraña, mírame a mí, Dios me premio con grandes dones y gracias a ellos no me han hecho falta las chicas, uno de ellos es mi elocuencia y los otros prefiero demostrarlos a contarlos.

En cuanto dijo esas palabras dio un brusco cruce saliendo de la vía, justo en ese instante empecé a sentir miedo, pero traté de calmarme, el hombre había sido muy amable además era un señor de más de cuarenta no tenía nada que temer, el sólo estaba buscando un atajo, pero para qué atajo si no había tráfico, además yo conocía esa zona como la palma de mi mano y esa dirección sólo nos haría el camino más largo, podía ser eso lo que él quería, buscaba una forma de hablar un rato más conmigo, si era eso. Trataba de convencerme a mi misma que era eso, pero su silencio no me dejaba calmar, por qué no había dicho nada más, yo por no decir nada imprudente decidí unirme a él y también permanecer callada, ya en muchas otras ocasiones malicie de alguna situación y nunca pasó nada, así que me tranquilicé un poco pensando que sólo eran malinterpretaciones de mi parte.

Todo cambio cuando si darme cuenta oscureció y el auto se detuvo, yo para tratar de disimular mi miedo había vuelto a clavar los ojos en mi libro sin mirar el camino, ¡mierda! por qué no confié en mis instintos. Me encontraba atrapada, estaba dentro de un estacionamiento completamente cerrado, aun así mantuve la calma, a pesar que cada centímetro de mi cuerpo temblaba descontroladamente yo trataba de encontrar la forma de librarme de la situación y se me ocurrió que podía querer solamente dinero, cuando lo tuve en frente no pude articular palabra, sólo tuve fuerzas para tirarle mi cartera en la cara y acurrucarme sobre el asiento del auto.

-          Taxista: ¿Qué? ¿Crees que lo que quiero es tu dinero? No te preocupes preciosa, tus pertenencias se mantendrán intactas yo lo que quiero es mostrarte mis dones, enseñarte por qué las nenas enloquecen por mi después que me conocen bien, pero lamentablemente no todo puede ser perfecto, podría tener las chicas que quisiera, pero eso a mí no me satisface, a mi me gusta que no me quieran lo que en verdad me excita son las lagrimas que derrama una mujer al sentirse indefensa, al sentirse a merced del hombre que tiene en frente sin poder hacer nada, esas lagrimas que derramas tu ahora – Mientras me decía esto me cargo como a una bebe y me monto sobre una mesa que quedaba a la altura de su cintura.

-          Yo: Por favor, no me haga daño, déjeme ir – Le dije con la voz quebrada por el llanto.

-          Taxista: ¡Ufff! No sabes cómo me pone que supliquen ya empezaré a creer que estas coqueteando conmigo, no te preocupes nena que no te haré daño, al contrarío te daré el mayor placer de tu vida y claro que te dejaré ir, pero te irás cuando ya no quieras irte, cuando supliques por más de mi, allí es cuando me desanimo y tengo que obligarlas a irse, por eso trabajo como taxista para poder encontrar nuevas nenas cada que quiera.

-          Yo: Conmigo eso nunca pasará, nunca desearé estar contigo.

-          Taxista: Eso ya lo veremos.

Mi opresor dijo estas palabras acariciando muy suavemente mi rostro, apartando el cabello de mi cara y mirándome fijamente a los ojos, traté de mantenerle la mirada, para hacerle creer que ya había perdido el miedo, trate de devolverle una mirada sexy e insinuadora, para que perdiera su interés en mí, pero sus ojos brillaban con un fuego lujurioso que me intimidaba enormemente, mi plan no funcionaría, por más que quisiera no podría engañarlo. Era de esos hombres que tienen el alma de Dominante, que vuelven sumisa a cualquier mujer con sólo mirarla, yo creía que esos hombres no eran más que un mito, pero allí estaba frente a uno de ellos resignada a que sería su juguete de paso, así que ya no me quedaba más que rogar para que el tiempo pasara rápido.

Sus caricias eran suaves, pero firmes, a pesar del gentil gesto no se dejaba de sentir que quien las proporcionaba tenía completo control sobre mí, ya había mirado todo el lugar y no tenía escapatoria, tampoco valía la pena luchar era un hombre muy grande y musculoso, con una de sus manos podía atrapar mis dos muñecas sin ningún problema y el estado de shock en el que me encontraba no me dejaba gritar aunque eso tampoco era mucha ayuda, luego me di cuenta que nos encontrábamos en un lugar alejado de todo. No había escapatoria, ese hombre me usaría a su antojo.

Él trato de besarme en los labios, eso me saco del shock en el que me encontraba, lo empuje con todas mis fuerzas, trate de quitármelo de encima, forcejeé con él todo lo que pude, le grité con todas mis fuerzas que me soltara que no le permitiría que abusara de mí, pero él hacía caso o miso a todo mi esfuerzo, como si de una muñeca se tratara me quito la camisa dejando mi brasier al descubierto.

-          Taxista: ¡Ah! Encajes, me encanta, tendré que ver el conjunto completo.

Con gran facilidad me quito los pantalones dejándome en mi conjunto de encaje negro, yo no podía parar de llorar, ya me había cansado de golpearlo por todas partes y por la altura de la mesa en la que me había colocado no tenía acceso a sus genitales a los cuales con gusto les habría dado una gran patada. Al parecer decía la verdad, el muy carbón había hecho esto unas cuantas veces, así que ya lo tenía todo fríamente calculado.

Llego el punto en el cual el cansancio era tal que no pude hacer otra cosa más que darme por vencida, deje de luchar contra él, me dedique únicamente a esperar, la rabia que sentía hacia que llorara con mayor intensidad, las lagrimas corrían como cascadas por mis mejillas, el se dedico a lamerlas gimiendo de excitación, las lamia como si de mis fluidos vaginales se trataran, como si no quisiera que se le escapara una sola gota, eso me causo un gran asco lo que me hizo dar una arcada y el muy pendejo se excito aun más al notar mi repulsión hacia él. Mientras lamia mi rostro con una mano me quito el brasier y empezó a lamer por todo mi derrotado cuerpo, su lengua bajaba por mi mejilla en dirección a mi oreja donde se detuvo un rato para jugar con mi lóbulo e introducirla en mi oído lo que me produjo otra arcada, mientras hacía esto me quitó la panty, ni me miraba, el únicamente continuaba lamiendo, bajo por mi cuello dando salvajes chupones, trate de alejarlo de nuevo si seguía así me dejaría marcas, pero él tomo mis muñecas con sus manos y mis piernas estaban en la orilla de la mesa presionadas con su cuerpo con lo cual me dejo completamente inmóvil, su labios continuaron bajando yo sentía cada vez más asco.

-          Taxista: Así es nena ya te cansaste, me haces el trabajo mucho más fácil y gracias por las arqueadas, las tomare como un halago.

-          Yo: Estas enfermo, ya termina rápido con lo que estás haciendo.

-          Taxistas: No te preocupes que tú determinaras el tiempo.

Entre palabra y palabra continuaba lamiéndome, yo ya no tenía fuerzas ni para hablar, continué llorando silenciosamente. Cuando sus lamidas llegaron a mis senos todo cambio, no esperaba que su lengua fuera tan experta, dibujo círculos con ella alrededor de mi aureola y al notó la dureza de mi pezón paso la punta de su lengua por el casi sin tocarlo lo hizo una y otra vez cada vez más rápido, no sabía que alguien pudiera mover su lengua tan velozmente, no podía creer la destreza que tenía ese hombre, pero mucho menos podía creer mi reacción, me estaba mojando y no sólo eso, mojarse es un acto involuntario, podía culpar a la naturaleza por eso, pero no, no era sólo eso, yo quería más, quería que continuara, que fuera con el otro seno, de no ser porque sus manos tenían presas las mías abría jugado con mi otro seno mientras el expertamente me devoraba. La situación estaba cambiando radicalmente de pronto y sin mas chupo mi seno como cual lactante, solté un gemido tímido, aun no quería admitir el placer que sentía, pero no pude evitarlo, esto fue su indicativo para cambiar al otro seno, repitió la operación hasta obtener otro gemido esta vez más intenso.

Soltó mis manos para echarme hacia atrás mientras con su lengua seguía recorriendo mi cuerpo, ya no sentía asco, me encontraba enormemente excitada, su lengua llego a mi ombligo y la introdujo sin previo aviso lo que me hizo dar una arqueada, pero de placer, la movió rápidamente como sólo él sabe hacerlo, jamás imagine que por el ombligo se pudiera recibir tanto placer. Caí en cuenta que estaba gimiendo suavemente, me encontraba entregada completamente a ese hombre que un minuto atrás me produjo tanto asco, disfrutaba su lengua sin importarme como había llegado hasta allí. Sus labios continuaron bajando por mi vientre lamió mi depilado monte de venus como si de un helado se tratara la espera de lo que estaba por venir me hizo estremecer, pero él cambió su dirección, bajo por mi muslo lamiendo la parte interna lo que me hizo dar otra arcada de placer, el muy maldito sabía exactamente donde tocarme y yo lo disfrutaba como una zorra.

En el momento que pensé pasaría de un muslo a otro me dio un gran lengüetazo en la vagina, esta vez el gemido fue descomunal el factor sorpresa aumento el placer, me empezó a lamer el coño como loco, no necesitaba sus manos para separar mis labios, su lengua se abría paso ágilmente, me lamia el clítoris con rápidos movimientos, lo succiono y mordisqueo hábilmente, con la presión justa para no hacerme sangrar, me dolía porque lo hacía muy fuerte, pero el placer era mayor, introducía y sacaba su lengua de mi agujero rápidamente y cuando me sentía a punto de explotar de placer disminuía el ritmo, me negó el orgasmo durante un buen tiempo hasta que se decidió a dármelo, soltó mis manos para con sus dedos estimular mi clítoris y así comprobé que su lengua no era la única experta, ¡ah que dedos! mientras hacía esto su lengua me penetraba una y otra vez, así llego esa sensación de electricidad recorriendo mi cuerpo, como una bomba que explota en mi sexo y se descarga viajando por toda mi columna vertebral, dando fuertes chispazos de energía que dejan mis extremidades sin movimiento, que hacen que mi cuerpo sufra espasmos temblando indeliberadamente, me provocó uno de los más placenteros orgasmos que había sentido hasta el momento, inconscientemente grite pidiendo más y más, le pedí a gritos que no se detuviera que quería sentir su verga dentro de mí y estas fueron las palabras mágicas para detenerlo. Busco mi ropa y me la tiro diciéndome:

-          Taxista: Fui especial contigo, porque por tu actitud te creí diferente, creí que serías más fuerte, que tendrías más aguante que las otras, pero ya veo que eres más puta que cualquiera con las que he estado, debo admitir que tardaste mucho más tiempo en pedir por más, pero nunca había escuchado un deseo tan sincero y desesperado como el tuyo, vístete y vete, caminando unas calles para abajo encontraras una avenida donde podrás detener otro taxi.

-          Yo: No me quiero ir, si soy una puta lo admito, pero no cualquier puta, soy tu puta, tú me has hecho tuya.

-          Taxista: Cállate, no te quiero escuchar más, vete antes que use la fuerza para sacarte de aquí.

-          Yo: Ok, me iré, pero sé que tú también me deseas, por eso te has detenido – dije esto mientras me vestía apresuradamente y tomaba mis cosas – No te diré adiós, diré hasta luego, porque sé que me buscaras.

Dejé una de mis tarjetas sobre la mesa, él la miro, pero no la tomó, no volvió a pronunciar palabra, fue hasta la puerta donde introdujo un código en el mecanismo de seguridad, la puerta se abrió y yo salí en cuanto pude si mirar atrás, extrañamente no me sentía mal, no me sentía sucia, ni rechazada, ni nada por el estilo, al contrario mientras caminaba se dibujo una sonrisa en mi rostro, me sentía afortunada por lo que había vivido.