Una sutil dominación (y 9)
De como finaliza mi relación con Marta.
Deje que Marta experimentara un par de semanas con su nuevo juguete para que lo disfrutara y le sacara todo el provecho posible. Si bien los primeros días no le hizo el más mínimo caso, pasado un tiempo prudencial llegó casi a hacerse adicta al aparato. A veces me llamaba por la noche contándome lo último que había descubierto o incluso para masturbarse con él mientras oía mi voz. Eso sí, siempre me decía que prefería algo más natural pero que aquello le había solucionado los períodos de soledad cuando yo no estaba a su lado. Eso sí me hizo alegrarme ya que poco a poco iba alargando el cordón umbilical que la unía a mí.
Justo antes de irme vacaciones quedé con Marta para comer al mediodía cerca de su oficina. Durante toda la comida me comporté como si no estuviéramos juntos (que no lo estábamos) y trataba de incitarla a que buscara más allá de mi persona. La conversación derivó de tal manera que le hice afrontar la dura realidad de un posible final cuando volviera de mis vacaciones. Sinceramente ella ya se lo esperaba, ya que no le afectó en absoluto.
Desde el principio sabía que en cualquier momento podías dejarme y no volver a verte nunca más. Si te digo la verdad ha durado más de lo que creía. No me arrepiento de nada de lo que hemos hecho y estoy muy agradecida por todo. Solo te pido que si al final decides distanciarte de mí tras el verano, cosa que comprenderé, espero que hasta entonces pasemos otros buenos momentos.
Yo solo pude decirle que estaba muy orgulloso de ella y que por supuesto podíamos aprovechar todo el tiempo que queríamos paras seguir "experimentando" con su cuerpo. Tras pensarlo un momento me invitó a comer en su casa el domingo para ir luego al cine si nos apetecía, me prometió que se portaría como una buena sirvienta (incluso sugirió ponerse un modelito y todo entre risas) y me dejaría hacer lo que quisiera con ella para que me llevara un grato recuerdo en mi viaje durante las vacaciones.
El resto de la semana pasó sin pena ni gloria, incluso me extraño que Marta no me llamara o me enviara ningún mensaje. Recuerdo que incluso llegué a llamarla el viernes a la noche cuando estaba cenando con otra chica para confirmar que lo del domingo seguía en pie. Me comentó que había estado muy liada durante toda la semana con el trabajo, con el que iba retrasada, y que no había tenido tiempo para nada. Sabía que estaba mintiendo, no se lo dije pero sabía que el motivo real era que ella misma quería poner tierra de por medio para que la situación no fuera más dolorosa.
El domingo llegó y la hora especificada me planté en la puerta de su casa. Marta me abrió la puerta y me dio un beso en la cara como si no la conociera de nada. No iba vestida de forma especial y la comida era simplona, además durante todo el almuerzo estuvo muy seria y casi no dijo palabra alguna durante la sobremesa. Si ese era el grato recuerdo que deseaba darme no entendía nada entonces. Tan silenciosa como hasta ahora se levantó de la mesa tras el postre y me cogió de la mano para conducirme hasta su cuarto. Me hizo sentarme sobre un butacón y ella procedió a desprenderse de toda su ropa de forma metódica, luego se tumbó desnuda sobre la cama y me miró directamente a los ojos. Yo no sabía que decir o que hacer, simplemente me quedé quieto esperando el devenir de los acontecimientos.
Marta dejó de mirarme para cerrar los ojos y concentrarse mejor. Sus manos comenzaron a moverse por su cuello para luego descender hasta sus pechos. Con calculada habilidad fruto de la experiencia rodeó con ambas manos por debajo sus sabrosas tetas y comenzó a masajearlas cuidadosamente, luego sus manos buscaron sus pezones frotándolos primero y pellizcándolos después hasta que se endurecieron lo suficiente para poder agarrarlos con dos dedos y estirarlos arrancando los primeros gemidos de su garganta. Continuó así un rato hasta que decidió pasar una de sus manos a lo largo de su vientre para comenzar a jugar con la pelusilla de su entrepierna. Más tarde comenzó a frotar lentamente sus dedos juntos sobre su acalorado clítoris. De vez en cuando pasaba toda la palma de su mano por su vulva acto que hizo que tuviera que entreabrir sus piernas bastante. Entonces volvió a abrir sus ojos para mirarme fijamente y comprobar que estaba disfrutando del espectáculo.
De forma metódica y pausada continuó jugando con sus pezones a la vez que se frotaba su lindo coñito disfrutando de cada momento sin dejar de mirarme. De vez en cuando llevaba su mano hacia su boca para oler sus fluidos o introducir sus dedos en su boca para lubricarlos y meterlos de forma cuidadosa en el interior de su vagina. Marta estaba muy excitada y su respiración entrecortada dejaba escapar gemidos de gozo y placer. Cuando notó que su sexo estaba a punto alargó la mano en pos de la mesilla de noche y sacó el dorado vibrador que lubricó primero con su saliva introduciéndolo en su boca y luego con el gel que yo le había regalado. Sin encenderlo lo pasó por su clítoris varias veces disfrutando nerviosa y luego lo introdujo en su coñito lentamente una y otra vez.
Yo estaba disfrutando como un poseso de todo ello y siempre que podía le devolvía la fija mirada a Marta. Mis pantalones estaban a punto de explotar conteniendo la tremenda erección de mi herramienta. Poniéndolo a la velocidad más baja Marta dejó el vibrador a medio introducir en su vagina y con ambas manos se entretuvo con sus inmejorables pechos disfrutando sobradamente. Al rato volvió a coger el vibrador para moverlo por todo su sexo e introducirlo y sacarlo de su conejito. Antes de acelerar su juego de muñeca aumentó la velocidad de vibración en un punto intermedio y su cara se contorsionó fruto del inmenso placer que recibía de su propia masturbación. Sus grititos se mezclaban con el run-run de la máquina y casi se hacían audibles cuando aumentó la velocidad al máximo. Podía ver como su mano apretaba fuertemente su teta cuando el placer aumentó a la misma vez que los movimientos de la dorada herramienta en su interior. Poco a poco sus gemidos se hicieron más sonoros y alargados y su cuerpo se convulsionaba de forma espasmódica sintiendo como el orgasmo crecía en su interior y recorría todo su cuerpo cuando se corrió salvajemente. Jadeante siguió mirándome cuando olió los jugos que su coño desprendía al pasar el ronroneante vibrador cerca de su nariz.
Colocándose a cuatro patas, dándome una grata visión de sus posaderas, se pasó dos o tres veces su metálico juguete por entre los glúteos de su lindo trasero luego como quien no quiere la cosa lo apuntó hacia la entrada a su ano y posó su punta vibrante en él. Yo aguanté la respiración expectante hasta que se giró de nuevo y lo apagó. Entonces comprendí lo que quería. Deseaba que yo la desvirgara por detrás aunque no le gustara. Aguantaría la humillación por complacer mis deseos.
Como una gata en celo vino caminando a cuatro patas hacia mí y se arrodilló delante mía posando su cabeza sobre mis rodillas. Yo le acaricié sus cabellos en señal de agradecimiento y tras mirarme comenzó a desabrocharme los pantalones dejando libre mi dura polla. Con una mano la sujetó mientras con su lengua recorría toda su extensión haciendo mis delicias. Luego la introdujo levemente en su boca y comenzó a succionar mi glande. Sus chupetones hacían que apretara mis muslos con cada sacudida de placer. ¡Que manera de darle gozo a un hombre! Su áspera lengua jugaba con mi sexo lubricándolo con su saliva, sus manos acariciaban mi mástil a la vez que toqueteaban mis testículos y sus ojos me devolvían la mirada de vez en cuando para comprobar cuanto estaba gozando. A veces frotaba sus duros pezones contra mi polla buscando la mutua excitación.
Tiempo después volvió por donde había venido y volvió a colocarse a cuatro patas sobre la cama. Sin prisa me desvestí contemplándola en todo su esplendor y luego me coloqué tras Marta que me ofrecía su trasero y su coñito ambos listos para ser penetrados por mí. Pero antes preferí hacer otra cosa. Deje caer un poco de mi saliva sobre el ojete de su ano y la restregué con mi dedo por toda su superficie. Luego cogí parte sus fluidos que aun chorreaban de su sexo y también los mezclé cuidadosamente. Por último volví a escupir sobre él y bajé mi cabeza para comenzar a besar sus glúteos y a lamerlos mientras los acariciaba con mis manos. La punta de mi lengua se dirigió curiosa hacia la entrada de su vagina, saboreando todo su sexo y llenando mi boca de su sabor salado. Mis lametones y caricias volvían loca a Marta que se retorcía nerviosa cada vez que conseguía tocar su pequeño clítoris. Cuando comencé a penetrarla lentamente con la lengua sus gemidos se hicieron más audibles y su vagina volvió a expulsar un nuevo surtido de fluidos para ayudarme en mi labor. Apretando fuertemente mi cara contra su entrepierna mi lengua hurgaba en su interior hasta que note como comenzaba a revolverse ya que se encontraba al borde del orgasmo, entonces paré de repente.
Dejé que se calmará por unos instantes y entonces escupí en el ojete de su lindo trasero. Lentamente con mi lengua comencé a restregar mi saliva por su ano y a tocarlo delicadamente con la punta de la misma. De vez en cuando volvía a pasar la aspereza de mi lengua por su vulva, intercambiando las caricias en su culito por otras en su clítoris, en ningún momento dejé que se corriera pero llegó un momento en el que sin tocarla no pudo aguantar más y lo hizo por si sola jadeando profundamente.
Sigue. me dijo volviendo su rostro hacia mi.
Con delicadeza tomo los dedos de mi mano y comenzó a chuparlos, pasando su lengua por entremedias de ellos y saboreándolos una y otra vez. Luego dirigió mi mano a su entrada posterior para que continuara con mi trabajo. Con mi húmedo dedo índice fui tocando pausadamente su salivado ojete, haciendo círculos sobre él y pulsándolo levemente. Luego lo fui perforando poco a poco deteniéndome repetidas veces para comprobar que no la estaba dañando. Cuando estaba casi completamente en su interior lo moví ligeramente para que lo sintiera y así agrandar su esfínter. De vez en cuando sacaba el dedo y lo introducía en su vagina para así conseguir mejor lubricación y seguir explorando su cavidad anal. Marta estaba tan excitada que no se le oía en absoluto. En cuanto pude dejé el índice en su lindo culito y mi pulgar entró directo en su conejito. Con suma calma fui moviendo ambos mientras ella acompañaba con el movimiento de sus caderas mi trabajo manual. Era su primera penetración doble y la disfrutó como una loca, gozando y gimiendo hasta que un nuevo orgasmo la hizo caer rendida sobre la cama disfrutando de esta nueva corrida.
Decidida a llegar hasta el final volvió a colocarse en posición y esta vez fui yo el que me puse de rodillas tras ella para incrustarle mi herramienta en su caliente sexo. Lentamente fui embistiéndola por detrás mientras mi dedo seguía trabajándole su culo a la vez. De vez en cuando volvía a escupir humedeciendo más aun su esfínter hasta que pude introducir dos dedos, entonces Marta no tardó en moverse más deprisa aún haciendo que mis embestidas la llevaran de nuevo al techo del placer y se corriera con un sonoro orgasmo.
Buscando como una desesperada en su mesita de noche sacó el tubo de gel lubricante, el cual me dio para que embadurnara mi pene y su culito. Luego con calma puse la punta de mi mástil en la puerta de su ano. Delicadamente lo fui introduciendo poco a poco, dejando que se fuera acostumbrando al grosor de mi polla y que el dolor nunca fuera superado por el placer de la penetración. Cuando estuvo completamente en su interior estuve un tiempo parado hasta que Marta me hizo una indicación para que comenzara a moverme. Desde el primer momento los grititos que salían de su boca fueron una amalgama de placer y dolor que iban en aumento a la vez que mis empujones se hacían más y más rápidos. Una vez se hubo acomodado totalmente a la nueva situación mi dura polla entraba y salía de su culito de forma vertiginosa. Ella, lasciva, no dudó en tocarse su clítoris para aumentar más el placer llegando de nuevo al orgasmo pero sin dejar de moverse. Después de esta nueva corrida su ano era un flujo constante ininterrumpido por lo que me fue más fácil seguir embistiéndola.
En ese momento me pidió moverse ya que empezaba a estar cansada de la misma postura. Hizo que me tumbara y se colocó sobre mí dirigiendo mi polla de nuevo a su entrada trasera. Instantes después continuó botando sobre mí mientras sus manos recorrían su anatomía, entreteniéndose en pellizcarse sus pezones o en frotar su clítoris. Yo tuve que aguantar duramente para no correrme ya que el fuerte ritmo que había impuesto casi hace que me corriera al instante. Sabiendo que ambos estábamos de nuevo al borde de un nuevo asalto de placer se levantó y se tumbó boca abajo dejando su culito a mi antojo, el cual penetré ya sin miramientos buscando el orgasmo mutuo que alcanzamos instantes después. Mi caliente leche inundó el interior de su trasero y entonces comprobé que Marta estaba llorando. Esta había sido la última prueba de su sumisión, se había humillado, se había aguantado las ganas de gritar y de salir corriendo durante todo este tiempo, pero las ganas por cruzar todos los límites por ella conocidos habían superado las fronteras de su rígida educación. Ahora todo había acabado, sabía que este era el fin.
Un par de días después comencé mis vacaciones. Cuando volví de mis viajes no la llamé dejando un espacio de tiempo mayor desde la última vez que nos vimos. Casi dos meses después me llamó preguntándome por como me iba y para ver si podíamos quedar para tomar algo.
Mientras tomaba café con ella comprobé que algo había cambiado en su mirada. Marta ya no se comportaba como una sumisa chica sino que me trataba de igual a igual. Charlamos largo y tendido durante toda la tarde. Sus palabras me indicaron que había superado esta etapa y que se encontraba en disposición de explorar nueva vías. Ninguno de los dos hizo ademán por irnos a la cama.
Pasó más tiempo antes de volver a vernos, entonces me comentó que había decidido llevar la voz cantante en sus relaciones y que algunos chicos se habían asustado al tratar de dominarlos en la cama. Aun así estaba disfrutando de lo lindo. De forma metódica Marta había intercambiado su papel y ahora era una mujer dominante en sus relaciones. Me sorprendió por un lado pero no me extrañó por otro. Ella era una mujer fuerte solo necesitaba serlo en todos los aspectos de su vida para estar completa.
Un mes después me contó que se había echado un novio al que trataba como su esclavo y con el que estaba empezando a experimentar el poder de la dominación total. Dos semanas después volvimos a encontrarnos y aquella vez si acabamos acostándonos de nuevo juntos. Fue algo totalmente distinto, ambos queríamos llevar la voz cantante y al final fue un encuentro un tanto extraño mitad sexual mitad demostración de fuerza física, pero en definitiva placentero. Por supuesto le contó todo con pelos y señales a su nuevo novio para demostrarle quien mandaba. Desde entonces nos hemos ido distanciando. De vez en cuando volvemos a hablar por teléfono pero ya no quedamos.
Hace poco comencé a leer sobre el tema de la dominación y la sumisión, y me di cuenta de que mi relación con Marta era un caso ejemplar de ello, sin haber llegado a la violencia física o al dolor ella se había sometido a todos mis requerimientos sin rechistar.
La verdad es que echo de menos a alguien que cumpla mis deseos sin objetar nada a cambio, aunque fuera solo por Internet, quien sabe quizás tú, mujer que lees esto, podrías llegar a ser mi nueva esclava y disfrutar de ello. Escribe y demuestra que eres digna de serlo.