Una sutil dominación (1)

De como conocí a la que luego acabo siendo mi feliz esclava.

Con este relato comienzo una serie sobre una de las relaciones más tormentosas, extrañas y excitantes que he tenido en mi vida. Espero que os guste y que esperéis cada capítulo tan ansiosos como yo esperaba cada encuentro con la chica que lo protagoniza.

Nunca en mi vida he conocido a una mujer igual a Marta. El día que la conocí no imaginé cuan lejos iba a llegar en el viaje a lo más profundo y oscuro del sexo que en aquel momento estaba comenzando. Quizás no era mi intención en un primer momento, pero he de reconocer que cuando todo empezó a acelerarse no dude ni un solo instante en seguir adelante ya que toda aquella situación no solo me agradaba sino que encima me atraía enormemente.

Pero comencemos por el principio.

Acababa de aterrizar en la ciudad en la que vivo actualmente y durante las dos primeras semanas no hice nada salvo aprender como moverme, desempaquetar muebles y devorar periódicos e informativos para conocer toda la información posible sobre el 11-S (el cual había sucedido un día después de que yo llegara). Conocía solo a unas pocas personas en la ciudad y la mayor parte de ellas eran compañeros de trabajo, así que mis relaciones personales y sociales dejaban mucho que desear. Ávido por conocer más gente comencé a salir de noche con uno de mis compañeros del curro (Rafa) que enseguida me presentó a su círculo de amistades. Todos ellos eran jóvenes profesionales bien posicionados que provenían de las más prestigiosas escuelas de negocios y que paseaban sus títulos universitarios y postgrados en los centros más caros como si del pedigrí de un perro de raza se tratara. No eran mala gente pero a veces eran un poco huecos en sus comentarios y muchas conversaciones acababan en un monólogo mío cuando hablabas de ese mundo real que apenas llega a final de mes y que ellos desconocían por completo.

Rafa tenía dos grandes amigas del período que estuvo en la universidad: Mireia y Marta. Conocí a ambas una noche en una fiesta en el piso de Marta. Aunque Mireia iba detrás mía no me atraía físicamente en absoluto por lo que no le hice ni caso pensando en mi principal objetivo: Marta.

Dejadme que os describa a Marta con detenimiento ya que, sobre todo, su personalidad, su educación y su cultura son muy importantes para lo que luego sucedió. Físicamente era una mujer nada fuera de lo normal, de la media, que no destacaba por encima de las demás podríamos decir, en lo que se refiere a su aspecto físico. Bastante alta (un poco más que yo), morena de pelo rizado, piel muy blanca salpicada de pecas, ojos marrones, largas piernas y caderas anchas que la hacían tener un buen trasero. Marta provenía de una familia adinerada que poseía viñedos y tierras en cantidad, lo que satisfacía cualquier necesidad que su hermana menor y ella tuvieran. Fue educada en el mejor colegio de la ciudad y luego consiguió su título universitario en una universidad de pago antes de hacer un postgrado que la llevo por media Europa y Estados Unidos. Actualmente trabajaba en una empresa auditora como supervisora de sección teniendo a bastante gente a su cargo y ganando lo suficiente como para permitirse haberse comprado un piso ella sola en el centro de la ciudad. En el trabajo tenía fama de ser una mujer dura, implacable, segura de si misma y muy resolutiva. Fuera de él era un poco más amable, menos borde, pero igual de seria y responsable.

Habiendo preguntado convenientemente a varios de sus amigos sobre ella me hice una idea de cómo podía actuar si quería tener alguna posibilidad con ella. Pero ¿por qué me había decidido tan rotundamente por una mujer así, una mujer que no me atrajo en un primer momento y que no merecía más atención que la necesaria? Pues lectores míos fue por el reto en sí, la posibilidad de conseguir algo que no era fácil de antemano y tener que luchar por ello. Así que en cuanto me la presentaron y ella me dedicó una de sus típicas borderías me quedé prendado de su hacer y decidí abordarla para poder decir que la había conquistado y domado a la vez.

La mejor manera de llamar la atención de una mujer como Marta es hacer que se enfade levemente contigo para que su "odio" hacia ti haga que no pueda dejar de pensar en ti. Para ello solo tuve que dejarle caer un par de comentarios hirientes sobre su físico y su persona, para luego dedicarme a tontear con alguna que otra chica delante suya para comprobar que no me quitaba los ojos de encima debido a su tremendo cabreo. De vez en cuando volvía junto a ella para charlar un rato pero esta vez lo hacía de forma más melosa, halagadora y condescendiente, haciendo que su mente se encontrara en una encrucijada y que no pudiera hacerse una idea clara de mis intenciones.

Cuando la fiesta finalizó me quedé junto a Rafa y Laura para echarle una mano a recoger todo lo que había por medio. Luego nos sentamos alejados el uno del otro en el sofá de su salón y comenzamos a charlar junto a la otra pareja de amigos. En menos de media hora tanto Rafa como Laura dormían plácidamente acurrucados en sus respectivos sillones y Marta y yo seguíamos discutiendo sobre un tema sin sentido. Yo poco a poco me había ido acercando a ella, hasta tenerla a menos de medio metro, y seguía tratando de que la conversación fuera acalorada para que no se quedara dormida como su amiga.

No creo que eso sea lo que una mujer prefiera precisamente. – sentenció Marta en su último comentario.

Las mujeres no sabéis nunca lo que queréis, hemos de ser los hombres los que os lo digamos. – mi comentario buscaba que su demostrada valía como mujer hubiera sufrido alguna grieta al ser torpedeada de esa manera.

Eso es lo que tú te crees. – contestó aireada – No podéis saber lo que una mujer desea tan fácilmente.

¿Qué no? – le dije con sorna – Puedo saber perfectamente que es lo que quieres ahora mismo.

¡Ah, sí! ¿Y que es si se puede saber? – me preguntó interesada.

Te mueres porque te dé un beso. – dije sonriendo.

Si lo haces te parto la cara. – contestó rápidamente muy seria.

Rápidamente me acerqué a su rostro y la bese en los labios fugazmente. El dolor inundó mi cara cuando su mano la cruzó con un sonoro bofetón. Sujetándola fuertemente por la muñeca la volví a besar y ella hizo además de volver a golpearme con la otra mano, pero fui más rápido que ella y se la aguanté antes de que impactara en mi rostro.

Ves como sabía lo que querías. – sus ojos irradiaban ira pero el que no hubiera apartado la cara cuando la había besado las dos veces me indicó que la tensión que se respiraba en el ambiente era completamente sexual.

Con fuerza fui haciéndole bajar los brazos y doblándoselos por el codo hice que los tuviera a la espalda mientras mis manos los sujetaban. En ningún momento dejó de mirarme fijamente a los ojos. Con dificultad conseguí sujetarle ambas muñecas con una sola mano y con la otra la sujeté por la nuca obligándola a acercar de nuevo sus labios hacia los míos. Aunque ofrecía resistencia se dejó besar y pronto su lengua buscó ansiosa a la mía para empezar a jugar entrelazándose con ella.

Poco a poco fui aflojando la presión en su nuca para comprobar que no separaba sus labios de los míos, entonces la obligué a ladear la cabeza para así poder lamer su cuello y saborear el lóbulo de su oreja. Su respiración entrecortada me demostró que todo aquello le gustaba pero sus manos aun pugnaban por escapar de la mía.

¿Te gustan las cosas difíciles? – le pregunté - ¿o simplemente que te dominen?

Marta no supo que contestar y volvió a buscar con desesperación mi boca. Mi mano mientras tanto bajó por su cuello y comenzó a manosear su pecho por encima de la ropa. Ella se separó de mí e intercambiaba miradas entre mi mano, mi rostro y sus amigos durmiendo allí al lado. Se la notaba nerviosa, en cambio a mí me gustaba cada vez más aquel juego.

¿Te gusta que te haga esto? – le pregunté sin recato. Ella asintió. - ¿Y esto?

La pille totalmente desprevenida cuando mi mano se introdujo en su entrepierna y se acomodó entre las estrecheces de sus vaqueros. Marta dio un respingo y enseguida volvió a mirar a sus amigos. Su forcejeo había cesado de inmediato, su rostro se había tornado blanco y su mirada fija vigilaba que sus amigos no se despertaran y la encontraran en tan embarazosa situación. Al darme cuenta de que estaba en situación muy morbosa para ambos, no dude en dejar las manos de Marta por fin libres para ver su reacción. Ella estaba paralizada y no dejaba de mirar a sus durmientes acompañantes y a mí. Entonces no dude en meter mis manos bajo su camiseta y tocar sin pudor sus pechos desnudos, para ello tuve que liberarlos previamente del sujetador que los oprimía. Los sopesé, los masajeé, jugué con sus pezones y los pellizqué sin compasión. Luego desabroché su cremallera e introduje la palma de mi mano bajo sus bragas mientras mi otro mano seguía estirando sus pezones. Entre jadeos Marta vigilaba a Laura y Rafa mientras mis expertas manos se dedicaban a proporcionarle todo el placer posible. Mis dedos se frotaban con dureza y rapidez contra su clítoris y mi mano tuvo que luchar contra la suya propia cuando comenzó ella misma a tocarse sus pechos también. Disfrutando como una loca tuvo que morderse los dedos para no gritar y despertar a los otros cuando su cuerpo empezó a moverse preso del orgasmo que se estaba gestando en su interior. Sus músculos se tensaron y su cuerpo se puso rígido cuando se corrió sobre mi mano gozando al límite de ese momento.

Nerviosa Marta se puso en pie en seguida y se abrochó los pantalones de nuevo. Acercándose a Laura la zarandeó para despertarla y le preguntó si quería quedarse a dormir en casa. En ese momento aproveché para ir al baño. Cuando regresé al salón ambos se habían marchado sin despedirse para ir a dormir a casa de Rafa. Marta también había desaparecido del salón. Tuve que inspeccionar la casa para encontrar su dormitorio y descubrir que se había acostado con la ropa puesta y todo.

¿Quieres que me vaya? – le pregunté al verla en tal situación.

Haz lo que quieras. – me dijo sin mirarme.

Entonces me introduje bajo el edredón detrás de ella y sin más preámbulos coloqué mi mano sobre su pecho. Podía notar su corazón palpitando con fuerza. ¿Por qué le gustaban las cosas difíciles a esta chica?

Haciendo que se volteara se quedó tumbada y mi mano no tardó en volver a perderse en su anatomía. Ella mientras tanto no se movía en absoluto.

No soy muy buena en esto. No tengo mucha experiencia. – me confesó.

No te preocupes, déjate llevar. – le contesté.

Vale, pero que conste que te he avisado. - sentenció.

Con torpeza la ayude a desvestirse a la vez que yo hacía lo propio. Luego se quedó muy quieta mientras yo lamía sus pechos a la vez que introducía uno de mis dedos en su húmeda vagina. Marta alargó los brazos y se agarró al cabecero de la cama como si estuviera atada al mismo. Parecía como si aquello le gustara de sobremanera. Mis movimientos en su ardiente coñito enseguida hicieron que su garganta expulsara más y más gritos de placer, hasta que por fin acabó corriéndose cuando dos de mis dedos la perforaban una y otra vez.

Luego hice que levantara las rodillas y me fui bajando hasta que mi cabeza quedó colocada entre sus piernas. Lamiendo el interior de sus muslos hice que su piel se erizara y acto seguido dediqué el mejor de mis juegos de lengua a su clítoris, recogiendo el sabor de los jugos que su sexo había expedido durante su anterior orgasmo. Parecía como si nunca le hubieran hecho eso antes. Marta se movía como una loca y no paraba de gritar y gritar de placer. Enseguida tuvo un nuevo orgasmo.

Colocándome con cuidado un preservativo me tumbe sobre ella y la penetré suavemente. Para mi sorpresa ella me cogió las manos y las colocó sobre las suyas por encima de su cabeza. Decididamente a aquella chica le gustaba que la ataran o simplemente que la sometieran. Aquello prometía. Sin compasión mi cadera impuso un fuerte ritmo del que ella parecía disfrutar sobradamente. Su boca buscaba ansiosa a la mía y me mordía allí donde podía. Su gemidos se mezclaban con sus jadeos y su cadera se empezó a mover acompasada a la mía buscando una nueva corrida, cosa que obtuvo a los pocos instantes entre gritos de placer.

Para finalizar la coloqué a cuatro patas y la penetré por detrás. Esta vez era yo el que dominaba y ella se mantuvo quieta. Mi ritmo se aceleró debido a la posición y a querer buscar el fin también. Marta sin embargo disfrutaba y no soltaba palabra. Un rato después me corrí salvajemente y caí cansado sobre su espalda. Ella sudaba al igual que yo y estaba tan cansada como si acabara de correr la maratón.

¡Dios! Ha sido... – exclamó convencida. Yo no contesté, para mí había sido un polvo normal y corriente.

Marta no tardó mucho tiempo en quedarse dormida, momento en el que aproveché para escabullirme y escapar con sigilo de su cuarto y de su casa.

Al llegar a la mía sopesé lo ocurrido y pensé que quizás aquella chica tenía posibilidades por descubrir. ¡Que ignorante fui entonces! Sabiendo lo que ocurrió después no hubiera dudado tanto en ir a por más con ella, pero para saberlo tendréis que esperar aún.

Comentarios y misivas serán bienvenidos.