Una suegra con el coño ardiendo
A la suegra le ardía el coño y el yerno tenía para apagarlo
Tenía Paco por aquel entonces 25 años, era pelirrojo, delgado y guapo. La vida sexual con su esposa era una mierda. Eso iba a cambiar radicalmente aquel día que fue a la casa de su suegra, que era y es la curandera del pueblo.
La casa estaba lindando con el monte. Llamó a la puerta y le abrió su suegra, de nombre Camila, que era una mujer de 48 años, morena, doble, alta, con media melena de cabello color marrón, ojos negros, nariz aguileña, con tremendas tetas, culo gordo y una boca con labios gruesos que en su vida pintara, ni pintaría. Le preguntó:
-¿Qué pasó, Paco?
-Vengo cómo enfermo.
-Sígueme.
La siguió hasta la cocina mirando como sus gordas nalgas iban de un lado al otro: "Tras, tras, tras, tras, tras, tras..." En la cocina había un perro de edad y raza indeterminada echado encima de una estera al lado de una cocina de hierro encendida, al que le dijo:
-Arreando, Pepe.
El perro se levantó lentamente, miró a Paco y con andar cansino se fue de la cocina.
-Tu dirás.
-Pues verás, Camila, llevo un tiempo estreñido y siento dolor al defecar.
Fue cómo si le hablara en chino.
-¡¿Al qué?!
-Al cagar.
-¡Ah! Al cagar ¿Sangras?
-No.
-Baja los pantalones.
Paco se bajó los pantalones y Camila vio su tranca flácida y colgando junto a unos huevos importantes. Se puso detrás de él le miró el culo, y le dijo:
-Voy a tener que hacerte lo de la pera.
Hacer la pera en mi pueblo era masturbarse. Paco no se lo podía creer. Con las ganas que le tenía a su suegra aquello era la hostia, ya que después de la paja suponía que vendría el resto, le dijo:
-Hice una pera antes de venir para acá, pero si te apetece...
-Inclínate. ¿Es que mi hija no te da lo que necesitas para que tengas que volver a lo de las peras?
Paco se inclinó.
-Si me lo diera no las haría, pero me casé con una santa, y las santas nunca tienen ganas.
-Así vais a acabar mal. En fin, te voy a meter un dedo en el culo para ver si tienes almorranas.
Le metió un dedo en el culo y lo movió alrededor. La tranca de Paco hizo. "Plin", se estiró, engordó y se puso mirando al techo. Camila la vio, sonrió, sacó el dedo, y le dijo:
-No tienes almorranas. Vamos a por la pera. Para cagar no hay mejor cosa.
-Pues dale, dale.
La mujer fue a la alacena y en un cajón cogió una pera grande, roja y de goma con una cánula negra. Paco, desilusionado, le dijo:
-¡¿Esa era la pera?!
Llenándola de agua templada que tenía en una tartera, y poniendo cara de pocos amigos, le dijo:
-Esta era la pera. ¿Querías una de las otras, guapo de cara?
-La idea era jodida, Camila, la idea era jodida.
-O sea, que me joderías si te dejara.
-Te jodería hasta dejarte los ojos en blanco.
-Sí que la idea era jodida, sí.
Fue a su lado, le metió la cánula en el culo, apretó la pera y le desatascó el conducto. Paco, en nada, subió el pantalón y salió corriendo hacia el cagadero que estaba en la parte trasera de la casa, o sea, en la huerta de las verduras.
Al acabar se limpió el culo con unas verduras y volvió a la casa. Camila, sentada en una banqueta, le dijo:
-Por un tiempo debes evitar lo salado, lo picante, las carnes rojas, el pan blanco... ¿Fumas mucho?
-Sí.
-Debes dejar de fumar tanto. ¿Bebes mucho?
-Bastante
-Debes dejar por un tiempo el vino tinto, el coñac... Deja los plátanos, las manzanas, el chocolate, las zanahorias.
-Dejaré todo eso por un tiempo.
-Come pescado, verduras y fruta.
-¿Algo más?
-¿Hace mucho que no jodes con mi hija?
Paco, cómo buen gallego que era, le respondió con otra pregunta:
-¿Hace mucho que no follas con Federico?
-¿Qué si hace mucho? Más de tres meses y menos de seis. ¿Y tú cuánto tiempo hace?
-Un par de meses
-Un par de meses es mucho tiempo para la edad que tenéis. No me extraña que te la peles ni me extrañaría que mi hija se la esté rascando. ¿Vas a putas?
La pregunta venía al pelo para decirle:
-No, no voy, pero contigo si que iría.
-¡Y vuelve el burro al trigo!
-Pensé que buscabas algo.
-Y busco, busco, pero creo que fuiste a putas.
-¡Qué no fui!
-Vuelve a bajar los pantalones. Te vi la cabeza de la picha muy colorada. Voy a oscultar los cojones y la picha por si cogiste alguna infección.
-¡Qué no fui de putas, coño!
-Entonces no te importará que te osculte.
-¿Qué vas a hacer qué?
-Oscultar tu picha y tus cojones.
Paco bajó los pantalones. La polla la tenía morcillona. Con los pantalones bajados, le dijo:
-Será auscultar. ¿Tienes un fonendoscopio?
-Tengo algo mejor.
Volvió a abrir el cajón de la alacena y sacó una caracola marina, de esas con las que se hacían las bocinas, se puso en cuclillas delante de Paco, y le auscultó los huevos poniendo en el oído el agujero por donde se soplaba la bocina.
-Tienes el corazón acelerado y la tranca se te puso dura. ¿No será por la cercanía de mi boca a tu picha?
-Va a ser que sí, Camila.
Después auscultó la polla, cabeza incluida. Camila ya iba lanzada.
-Me pregunto por qué echará tanta aguadilla y por que late con tanta intensidad. ¿Será por que necesitas correrte?.
-Debe ser por eso, Camila. ¿Notas algo?
-Noto calor, mucho calor. Estoy ardiendo
-¿Qué te arde?
Camila ya fue a por su presa.
-El coño. Tengo fuego en el coño.
Paco fue a por la causante de sus pajas.
-Yo tengo leche para apagarlo.
-No estaría bien que cogiera lo que es de mi hija -le mamó el glande un par de segundos-, pero peor es quedarse con este calentón -le lamió y le chupó los huevos-. Es que si no me corro me da algo.
-Y a mí, Camila, y a mí, si no te lleno el coño de leche me explota la gaita. Tenemos que hacer algo.
Le hizo una pequeña mamada, y después, le dijo:
-Me quedó la cama sin hacer. ¿Me ayudas a hacerla?
Paco estaba viendo el canalillo de las grandes tetas de su suegra, y se moría por meter su polla entre ellas.
-¡Yo a ti te hago lo que quieras!
Al levantarse, le cogió el moflete derecho con dos dedos, se lo apretó, y le dijo:
-A ver si es verdad, guapo de cara.
Paco la agarró por los hombros, hizo que se volviera a agachar y le puso la polla en la boca.
-Chupa.
Camila abrió la boca, le cogió la polla y se la mamó saboreándola, muy poco tiempo, ya que Paco tenía prisa, hizo que se levantara y se fueron a la habitación... De pie, al lado de la cama, le quitó los botones de la bata gris, el sujetador y las bragas... Quedó vestida solo con unas medias negras y unas ligas blancas. Paco vio sus enormes y decaídas tetas con tremendas areolas rosadas y pezones gruesos y largos y vio su coño, un coño que parecía estar en el interior de un bosque negro. Su tranca si fuera caballo relincharía de contento, pero no lo era, así que se limitó a soltar unas gotitas de aguadilla. Paco le dijo:
-¡Qué buena estás, Camila!
Camila se hinchó cómo una pava con el halago.
-¿Cómo de buena?
-¡¡Buenísima!!
Le cogió la polla y le dijo:
-¡Pues anda que tú!
Paco le comió la boca, bueno, se comieron las bocas mientras le cogía el culo y la apretaba contra él. Cómo Paco era un poco más bajo que su suegra, su polla se metía entre las piernas y pasaba después entre los mojados labios del coño. Luego se agachó y le clavó la tranca de una estocada. Camila, exclamo:
-¡Qué gustazo!
Paco estaba tan cachondo que se corrió en un tris. Camila se llevó una decepción.
-¡Qué rápido!
La decepción le iba a durar poco... Después de quitar la polla de su coño se agachó y se lo comió mientras su leche salía de él. Camila no se viera en otra igual, el morbo que le dio hizo que en menos de cinco minutos le llenara la boca con los jugos vaginales de una tremenda corrida.
Después de correrse Camila, Paco, se desnudo.
Paco tenía un secreto, y es que era un obseso de los culos, prefería comer un culo que un buen asado. Así que se puso detrás de su suegra, la besó en el cuello, bajó besando y lamiendo su espalda, besó y lamió sus nalgas, la nalgueó, y después se las abrió y le lamió y le folló el ojete con la punta de la lengua y le masturbó el coño con dos dedos. Al rato decía Camila:
-¡Joder, joder, joder! ¡¡Me voy a correr otra vez!!
Paco se levantó y le frotó la verga en el ojete. Camila le preguntó:
-¿Te gusta dar por culo, guapo de cara?
-¡Me encanta!
-Pues desvirga el mío.
Mentía, pero Camila, que era un putón desorejado, conocía bien a los hombres, sabía que son muy simples y se creen todo los que le interesa creer.
Paco la trincó por las tetas con sus grandes manos y le clavó la polla en el culo hasta la mitad de un solo trallazo. Camila se quejó.
-¡Bruto!
Suavemente le metió el resto. Luego le giró la cabeza y le comió la boca. Camila movía el culo alrededor y jadeaba cómo una perra. Sintiendo que estaba cerca, Paco, le dio caña brava al tiempo que le acariciaba el clítoris con cuatro dedos. Camila, viniéndose, susurrando y mirándolo a los ojos, le dijo:
-Me corro.
Camila temblando y apretándose las tetas con sus manos y apretando y soltando la tranca con su culo se corrió cómo una cerda.
Al acabar de correrse y después de quitarle la polla del culo se dieron un beso con lengua, largo, tan largo que acabaron sobre la cama con Camila encima de Paco, diciendo:
-¡Te voy a dejar seco, guapo de cara!
Camila montó a su yerno, cogió la polla, la acercó al coño y bajando el culo la metió hasta el fondo. Aquel tremendo pandero comenzó a subir y a bajar cómo un ascensor estropeado: "Plin plas, plin plas, plin plas, plin plas..." Paco lo azotaba cada vez que su polla se enterraba en el coño... En cinco o seis minutos Camila se corría cómo una loca.
-¡Me vas a matar de gusto!
Tiempo después, Paco, se corrió dentro de su suegra. Nada más acabar, Camila, le puso el coño en la boca, y le dijo:
-Quiero correrme otra vez en tu boca.
Con su leche y los jugos de su suegra cayendo sobre su lengua, le comió el coño hasta que Camila se volvió a correr.
Al acabar de correrse, le dijo Paco:
-¿Sabes que me gustaría que me hicieras, Camila?
-No. ¿Qué te gustaría que te hiciera?
-Una cubana, con esas tetas...
Camila con voz maternal, le dijo:
-Anda, ven, vicioso, ven y riega mis tetas.
Camila apretó la polla entre sus tetas y Paco se las folló hasta que sintió que se corría, en ese momento se la llevó a la boca, masturbó la polla y se corrió en su cara, luego lamió su leche, la besó con la lengua pringada de semen, le dio la vuelta, y le frotó la verga en el ojete. Camila sonrió, y no era para menos, no había cosa que le gustase más que los orgasmos anales.
No lejos de allí, otro culo más pequeño y más duro subía y bajaba con una polla dentro: Plin plas, plin plas, plin plas..." Era el culo de Felisa, la mujer de Paco y la polla era la de su padre, Felisa le decía:
-¡Ay, Federico! Tú si que sabes lo que quiere una mujer guarrilla cómo yo.
-Paco no sabe lo que se pierde.
-Ya, pero es que mi Paco es tan limpio, tan pulcro...
Quique.