Una sorpresa para Silvia

Ella abrió mucho los ojos mirándole, mientras el la sostenía del cuello. Estaban en medio del garaje y, aunque era muy tarde, cualquiera que bajara en ese momento podría verles.

Relato basado en hechos muy reales.

Cuando entraron en el garaje la comunidad, ella no paraba de sobarle la polla por encima del pantalón. La notaba gorda y dura.

  • Tengo muchísimas ganas de comérmela, Dios!!!

  • Te vas a hinchar, morenaza. Dime cuál es tu plaza.

  • Aquella del fondo, junto a la pared.

Dio marcha atrás con el Mercedes y, después de varias maniobras, hecho el freno de mano y se lanzó a comerle la boca a ella.

  • Me tienes a mil, gatita – La dijo mientras le apretaba las tetas que llevaba admirando toda la noche, desde que se conocieron en un pub del centro – No sé si vamos a llegar a tu casa sin que te meta el rabo.

  • Joder, como estas!!! – le apretaba la polla mientras buscaba la cremallera. Quería liberar toda aquella presión.

  • Sal del coche, zorrita. Aquí estamos incomodos para todo lo que te voy a hacer.

Ella cogió su bolso y ambos salieron del coche. Silvia caminaba hacia la puerta de salida delante de él. Tenía un culo increíble y sabía cómo moverlo para provocarle. El no pudo contenerse y le soltó una hostia en ese culazo que le ponía loco.

  • Uhmmmm – gimió ella. – Bruto.

Su queja no evito que le cayera otra hostia más, más fuerte. El eco del manotazo resonó por todas las paredes del parking

  • Joder, pica – Se paró, mirando hacia atrás sin darse la vuelta. Vio la sonrisa de él y esos ojos de vicio que la habían cautivado. – Me vas a dejar el culo rojo.

  • Y abierto. – Desde detrás, se pegó a ella. Con una mano la sujeto del cuello, mientras la otra se introducía por dentro de sus leguins para sobarle ese culazo con fuerza. – si es que se ve que lo estás deseando, viciosilla ¿No te gusta lo que te hago? – los dedos dentro del pantalón buscaron su ano. Con el del medio empezó a presionar, haciendo círculos sin entrar.

  • Buffff… Me tienes empapada

  • Y más que vas a estar. Voy a hacer todo lo que me apetezca contigo… y lo sabes – Poco a poco empezó a introducirle el dedo en su culito.

Ella abrió mucho los ojos mirándole, mientras el la sostenía del cuello. Estaban en medio del garaje y, aunque era muy tarde, cualquiera que bajara en ese momento podría verles. Aun así, el noto como ella comenzó a mover el culo para notar su dedo cada vez más dentro. Silvia cerro los ojos y se dejó llevar por el tsunami de sensaciones que estaba sintiendo. Pero sin previo aviso, la soltó del cuello y despacio le saco el dedo del culo.

  • Camina cariño, ya casi hemos llegado a tu casa. – Dijo el sonriendo

El la cogió de la cintura y la animo a caminar, mientras ella le miraba con deseo. Continuaron la marcha y el abrió la puerta que daba acceso al descansillo del ascensor. Ella busco el interruptor de la luz, pero no pudo encontrarlo antes de que se cerrara la puerta y el la empujara contra la pared. Allí, la oscuridad no era completa, la luz de emergencia daba una débil luz que hacia posible reconocer las siluetas de cada uno. El la apretaba contra la pared, mientras le comía la boca y sus manos bajaban hasta los cachetes del culo de Silvia, para abrirlos, apretarlos y empujarlos hacia su pelvis para que notara lo grande que tenía la polla en ese momento. Las manos de ella soltaron el bolso y no perdieron el tiempo. Buscaban desabrocharle el pantalón y liberar lo que tanto deseaba llevarse a la boca. Lo consiguió a duras penas y metió la mano para cogerle la polla, apretarla y sentir como palpitaba.

  • ¿Eso es lo que querías con tanta ansia? – Le pregunto el acercándose a su oído

  • Siiiiii – Contesto ella con cierta satisfacción.

  • ¿Cómo la notas? ¿te gusta lo que tienes entre manos?

  • Mucho…. Esta gordísima!!!!!

  • Quiero verte las tetas. Enséñamelas – Y subió hasta el cuello, de golpe, el jersey ajustado que llevaba ella. – No se te ocurra soltarme la polla o te tendré que castigar.

  • No lo hare. No quiero que me castigues. – Dijo ella sin saber por qué. Nunca la habían tratado así y la amenaza del castigo, en vez de preocuparla, la calentaba más aún.

  • Me encanta que seas obediente, preciosa – y de un tirón del sujetador, le saco al aire las tetas – Pero que tetazas tienes, joder. No voy a parar de comérmelas hasta que tengas los pezones bien duros. – Y se lanzó a chuparlas mientras ella no paraba de gemir.

  • Ahhhh… Me has mordido!!

  • No te quejes tanto, zorrita. Si te encanta. – y continuo chupándole los pezones que estaban ya como piedras. Ella no dejaba de jadear, sin soltarle el rabo. – Y ahora cariño, lo que tanto estabas deseando. Baja y empieza a comerme la polla.

Ella tardo unos segundos en reaccionar, mientras él se separaba un poco para permitirla bajar hasta lo que había tenido bien agarrado desde hace un rato. Se deslizo por la pared y descendió hasta tener la polla a la altura deseada. Se puso de rodillas con el culo apoyado en sus talones, ya que el no dejaba que ella separase la espalda de la pared.

  • Bésala si tanto la quieres. – Ella acerco sus labios al glande y le dio un beso con lengua – Pero que cariñosa eres con ella. Como me gusta. – y empezó a restregársela por la cara, mientras Silvia la buscaba con su lengua.

Entonces él se detuvo, se cogió la polla con la mano derecha y llevo la punta a los labios de ella. Con la mano izquierda, la agarro del pelo y la sujeto para que no se moviera. Ella solo podía sentirla rozando sus labios, abría la boca y la lamia levemente con la lengua. Él lo hacía lento, tomándose su tiempo. Parecía no importarle que cualquier vecino pudiera venir en ese momento. La atmosfera era muy caliente y excitante. La tenia de rodillas, con las tetas al aire. Y el cogiéndose la polla, mientras la restregaba en los labios de Silvia, que no paraba de buscarla con su lengua, a pesar de estar casi inmovilizada.

  • Y ahora abre la boquita, preciosa. Y dime cómo quieres que te la meta ¿Despacio o fuerte?

  • Despacio, métemela despacio.

  • Respuesta incorrecta. – Y empujo las caderas para introducirle en su boca prácticamente toda la polla, ante la sorpresa de Silvia. – Toda dentro, joder. Cómetela cariño. – La mantuvo dentro unos segundos y la volvió a sacar para que ella cogiera aire. Y volvió a empujar para metérsela hasta la garganta - Bufffff… que manera de tragar.

El mantenía la cabeza de ella apoyada contra la pared e inicio un movimiento de cadera con el que no paraba de follarse la boca de Silvia. La follaba duro y metía su polla todo lo profundo que podía. Ella no hacia ni intención de separarle de lo sorprendida que estaba, solo intentaba tragar ese trozo de carne cubierto de saliva, que no paraba de entrar y salir de su boca. Y siguió así, hasta que él se la metió y noto que la nariz de ella tocaba en su tripa. Entonces, con toda la polla dentro de su boca, se detuvo y la mantuvo así mientras la acariciaba el pelo.

  • Aguanta putita, toda dentro. Seguro que notas como me palpita en tu garganta ¿Verdad? Pero que bien lo haces y como me gusta que sigas todas mis órdenes. – y se la saco poco a poco. Su polla estaba llena de saliva, que también caía por la barbilla de ella, goteando sobre sus tetas. – Ya puedes levantarte preciosa. Lo has hecho de puta madre.

  • Dios!!! Que fuerte!!!… ¿Que me haces? – Silvia no se esperaba un sexo así. Nunca lo había tenido de esa manera.

  • Te hago lo que me sale de los cojones ¿No te gustas?

  • Siiiiiiii!!!!! Me encanta que me trates como una guarra.

  • No eres una guarra. Eres MI guarra. He sido yo quien ha hecho que descubras lo cerda que puedes llegar a ser… y aun te queda mucho por aprender. Así que vamos a tu casa a terminar lo que hemos empezado.

El la ayudo a que se incorporase y se puso de pie sujetándose en la pared. El seguía estando pegado a ella con la polla colgando. Silvia espero unos segundos para tomar aliento y en la oscuridad se miraron a los ojos que ya se habían acostumbrado a la oscuridad. Comenzó a colocarse el sujetador y el jersey, pero el la detuvo.

  • Ni de coña, putita. Vamos a subir y vas a llevar las tetas al aire, para que pueda jugar con ellas mientras llegamos.

La probabilidad de que alguien bajara o que su vecino de enfrente pudiera verla con las tetas por fuera del sujetador, eran muy pocas, pero no era impensable. A pesar de ello, se volvió a subir el jersey, mientras el cogía uno de sus pezones con dos dedos y empezaba a apretarlo. Primero suavemente, pero poco a poco cada vez más fuerte.

  • Ahhhhh… Vas a hacer que me corra y aun no me has tocado el coño.

  • Te vas a correr muchas veces esta noche, no te preocupes. Llama al ascensor. Vamos para arriba.

Busco el bolso en la penumbra, sabía por dónde había caído. Lo encontró y saco de él las llaves para llamar al ascensor. Él se situó detrás de ella frente a la puerta del ascensor. Sus tetas seguían al aire. La puso mirando hacia la puerta y, abrazándola desde atrás con un brazo, empezó a apretarle uno de los pezones. La otra mano volvió a perderse en el interior de sus leguins desde atrás, para apretar haciendo círculos en ese culito tan rico. Hasta que empezó a meterse en su ano poco a poco. Ella se estremecía y apoyo su cuerpo contra él, retorciéndose de placer.

En ese momento el ascensor llego y esos segundos de incertidumbre antes de abrirse la puerta, la volvieron loca ¿Y si bajaba algún vecino dentro? ¿Qué pasaría si la viese de esa manera? Se arriesgaba a que la conocieran como la puta de la comunidad desde ese mismo dia. Pero la daba igual, el morbo y el deseo la tenían poseída. No dejaría que nada parase esas sensaciones extraordinarias que nunca había sentido de esa manera. Las puertas se abrieron y estaba vacío.

  • Entra viciosilla – y la empujo suavemente dentro del habitáculo. – Pulsa.

Pulso el número de su planta y el la apoyo contra la pared opuesta al espejo, para que pudiera verse con el sujetador bajado, el jersey al cuello y ese par de tetas con los pezones erectos y libres. Silvia clavo su mirada en él, que sonreía y la miraba con deseo. Un trayecto rápido y el ascensor se paró.

Y de nuevo esa incertidumbre de saber que habría detrás de la puerta al abrirse. El único vecino de su planta era un viejo médico que no debería estar despierto a estas horas, pero quien sabe. Sabía que no la dejaría bajarse el jersey, así que ni siquiera hizo intención de hacerlo. La puerta del ascensor se abrió y la oscuridad reinaba al otro lado.

  • Sal y abre la puerta, preciosa

Nada más salir, la luz ilumino el estrecho descansillo. No pudo evitar mirar hacia la puerta de su vecino ¿Y si estaba mirando por la mirilla? Le dio la espalda a la puerta del vecino lo más rápido que pudo y fue hacia la suya para abrir. En el mismo momento que introdujo la llave en la cerradura, el la azotó el culo desde detrás. Un golpe fuerte y seco que se debió escuchar en todo el edificio a través de las escaleras. Aunque la sorprendió, abrió la puerta rápidamente, desconecto la alarma y entro dejándole paso, para que pudiera acceder a su casa.

  • Que prisas te han entrado, zorrita. No puedes esperar a lo que te toca ahora ¿Verdad? – Dijo entre risas y entro a casa de Silvia.

Ella cerró la puerta deseando que el hiciera uso u disfrute de ella durante toda la noche. Pero eso será tema para otro relato.