Una sorpresa
Hola me llamo Michel, la verdad que tengo que reconocer que soy un salido, es más, pienso que tengo un problema serio con el sexo. Mi mujer Elisabeth no es modelo, pero podría pasar por una profesional de las pasarelas. Aún después de casi 10 años casados la miro y la deseo.
UNA SORPRESA
Hola me llamo Michel, la verdad que tengo que reconocer que soy un "salido", es más, pienso que tengo un problema serio con el sexo.
Mi mujer Elisabeth no es modelo, pero podría pasar por una profesional de las pasarelas. Aún después de casi 10 años casados la miro y la deseo, su culo me pierde, me encanta follar con ella y encima hago casi todo lo que cualquier hombre puede desear hacer en la cama con una mujer, me refiero a que tenemos sexo anal, me hace unas mamadas con tal devoción que aún hoy consigue asombrarme y jugamos a todo tipo de juegos, incluidos juegos de dominación. Pero aún así suelo escaparme y tener mis encuentros sexuales fuera de casa. Por eso creo que soy adicto al sexo, un enfermo "sin control".
La vida me va bien, buen trabajo, una casa enorme con un jardín que rodea la piscina y que mi mujer se encargó de diseñar, tres niñas no tan niñas que adoro, y mi coche, si lo digo con aire de satisfacción es porque no es un coche cualquiera y me costó dicho sea de paso un triunfo convencerla, pero ahí está en la puerta, flamante, siempre impoluto, él es mi cómplice en mis devaneos amorosos.
Últimamente una idea me ronda la cabeza y es lo que realmente me está preocupando, se me ha metido en ella mezclar los dos mundos. A veces cuando estoy en la cama con mi mujer y me pongo muy "caliente", empiezo a decirle cosas al oído que pueden ser muy peligrosas, no porque pueda pillarme respecto a mis escarceos, sino porque pienso que si lo hago toda mi vida cambiaría sin remisión, casi seguro la perdería. Me explico, el otro día estuve una hora con ella en la cama más o menos, acabé follándola por todos lados, me noté más salvaje que de costumbre y lo curioso es que ella se puso a cien. No me decía que "no" a nada, lo digo más que nada porque siempre es ella la que lleva la voz cantante. Así que mi cabeza comenzó a funcionar a toda máquina y le dije lo que en otras ocasiones similares le había comentado, al principio fue un susurro, pero poco a poco se convirtió en un monólogo mirándola a los ojos con tono dominante.
"Joder Elisabeth, un día voy a buscarte un tío, pero un tío con un pollón enorme, te voy a atar, vendar los ojos y sin que sepas quién es voy a hacer que te folle mientras yo miro".
Ella no paraba de reír y animarme a que siguiera contándole lo que haría, parecía deleitarse con mi "historia" y yo por su actitud y supongo que ella por el jueguecito que nos traíamos acabamos corriéndonos a la vez.
Total que han pasado días, meses y he decidido tomar cartas en el asunto viendo como ella reacciona ante mis fantasías y quién sabe, a lo mejor también está acostumbrada a tener sus encuentros extramatrimoniales, así que si lo hace mejor delante mío y con quién yo elija, que por su cuenta. Como soy, hasta yo me creo lo que digo.
He seleccionado entre un montón de "amigos" y candidatos y al final he cogido a un mulato que miedo me da que le guste demasiado, porque tiene unos atributos que quitan el hipo.
Como en breve es nuestro aniversario ahora a primeros de Noviembre he reservado una suite en un hotel para llevarla esa noche, la misma que ya tengo "pactada" con Francis, el mulato o el "trípode" como le llaman por ahí, el pobre está asustado por si se monta un lío padre y nos tiramos los trastos a la cabeza, pues le he explicado la situación y lo que quiero que haga exactamente y que en verdad no sé como va a reaccionar Elisabeth. Pero al final ha accedido, claro que viendo a mi mujer en fotos ha sido fácil hacerle cambiar de opinión. Ando un poco nervioso con todos los preparativos, pero a la vez estoy muy cachondo y nuestro ritmo sexual se ha acelerado en los últimos días, cosa que ella no ve nada raro sabiendo como soy y los venazos que me dan. Según va llegando el día me siento cada vez más alterado, en casa ya le he dicho que tengo una sorpresa y a parte de "esto" iremos antes a cenar para que vaya entrando en calor a base de vino y la calidez de una buena conversación.
El día "D":
He escrito a Francis unos cuantos mail estos días y he hablado por teléfono para recordarle los puntos a seguir esta mañana. Desde el restaurante mientras cenamos le haré la llamada de confirmación dándole la habitación y deberá esperar en la cafetería mi segunda llamada para subir. Creo que así es mejor por si al final decido no hacerlo. Si todo va bien desde allí una vez que ella esté excitada y atada le haré subir.
A mediodía he pasado por el hotel para dejar la maleta con nuestros juguetes sexuales y decir que me suban fresas y un ramo de flores. En la habitación a solas me he quedado un buen rato sentado en la cama pensando, la verdad es que a veces no me creo las cosas que hago y esta pienso que es una de mis mayores locuras, pero estoy decidido a llevarla a cabo.
El día se me ha hecho eterno, pero al fin con unos nervios tremendos que encima tengo que disimular nos hemos empezado a vestir. Ella como siempre lleva ya tres o cuatro vestidos, trajes y que se yo más probados. En el baño la verdad que mientras me afeitaba me he excitado sólo de pensar en lo que pretendo hacer, una buena ducha ha conseguido relajarme un poquito. Elisabeth no hace más que preguntarme si me pasa algo, que me nota un poco raro, pensativo.
Si tú supieras. me digo a mi mismo.
La contemplo mientras se maquilla y a través del espejo sigo su mano como si fuera yo el que pinta sus labios de morado intenso, me encanta ese color. Confieso que alguna vez se lo he quitado para pintarme yo.
¿Nos vamos ya mi vida?
Ve bajando tú si quieres, aún no he terminado. ¿Cómo me ves, estoy guapa?
Claro que lo estás, estás preciosa.
Que vas a decir tú.
Vale, pues estás horrible.
¡Anda cállate!
Por fin consigo hacerla llegar hasta el coche, conecto la radio y pongo un poco de música para relajarme, por Dios, que nervios tengo por dentro. Me ha parecido a la vez el trayecto más largo y el más corto de mi vida. He escogido un italiano bastante "fino" pero nada ostentoso, mi mujer es muy especial con las comidas, por eso he elegido sobre seguro y he preferido no complicarme con algo más "especial". Antes de que llegue el maître le digo que no se le ocurra pedir una pizza en un día como hoy. Se ríe, me mira y me contesta lo que ya sabía de antemano.
Pues es lo que voy a pedir.
He estado a punto de protestar, pero para qué, siempre hace lo que le viene en gana. Total que al final entre risas que el pobre maître no entiende pedimos pizza para los dos. Al menos me ha dejado pedir el vino y agua y terminamos la cena con una tarta de chocolate que se le ha antojado. Es curioso lo cómodo que me siento después de tanto tiempo a su lado, cualquier cosa que hacemos juntos no sé explicarlo pero todo es muy fácil con ella. Al pagar la cuenta una nueva oleada de nervios me acomete desde el estomago, ahora si que queda poco.
¡Joder! Tengo que llamar a Francis.
Con el pretexto de ir al baño aprovecho para avisarle que se dirija ya al hotel. ¡El muy capullo está ya en la cafetería! Cuando inicio la marcha ya de camino al hotel, el itinerario le hace preguntar.
¿Dónde vas mi vida?
Tranquila es una pequeña sorpresa.
Pues ya me la estás contando.
¿No te puedes esperar? Deja de mirarme así, vale, vale te lo cuento, vamos a un hotel.
Mmmmm, a un hotel, ¿Qué tramas?
Ese siempre ha sido nuestro problema, no puedo ocultarle nada, es como un juego en el que siempre pierdo, bueno, es un juego. Yo me hago el difícil, pero la verdad lo debo hacer de pena. Por esta vez como si quisiera participar en mi sorpresa no me sonsaca nada más y me deja seguir tranquilo, es un alivio porque ya tengo suficientes nervios como para que me cree unos cuantos más, y sinceramente sabe como poner nervioso.
Al ver el hotel se sorprende bastante, este si que es lujoso y cuando después de atravesar el enorme hall llegamos a la recepción y me dan la llave de "su suite, Señor" su cara es un poema. Su sonrisa, justo la que tiene ahora mismo me fascina, creo que es una de las cosas que más me satisface, el ser capaz de sorprenderla.
En el ascensor no se hace esperar su "ataque" y mi oreja sufre las consecuencias de sus nervios, me arrincona y su pierna se desliza entre las mías para aprisionarme la entrepierna a la vez que me empuja contra la esquina. Su boca devora mi cuello y mi vello al igual que mi polla no tardan en reaccionar. Lo más curioso es que no estamos solos en el ascensor. Apenas me deja meter la llave y con mis propios nervios tengo que recogerla del suelo en dos ocasiones. Las carcajadas se oyen a lo largo del pasillo, se ríe con tantas ganas que me dan ganas de taparle la boca por el qué dirán (¡Hasta dónde llegan mis nervios!)
La habitación es fastuosa, pero apenas se para a contemplarla, aunque el jacuzzi si que lo mira detenidamente, cuando me doy cuenta estamos sobre la cama y ella encima avasallándome. Lo que me faltaba jajajaja
¡Anda! Pero si has traído nuestra maleta. Jajajajajaja.....
¿No te habías dado cuenta?
¡Ábrela!
No sé porque me da que esto no va a salir ni mucho menos como pensaba y más aún cuando la veo coger un montón de cuerdas.
¿Por favor, déjame atarte?
Creo que fue el tono o lo impropio de mi petición en un momento así, pero increíblemente accedió.
Sin mucho tiempo de reacción por su parte procedo a atar con suavidad sus manos y tobillos dejándole algo de holgura para que no se agobie mucho. A base de besos y de tocar su coño que está empapado consigo terminar mi proeza, incluido taparle los ojos con el antifaz que había escondido previamente debajo de la almohada.
Mis dedos recorren sus labios y su clítoris y mi boca muy cerca de su sexo le trasmite el calor de mi aliento. Sus efluvios son captados por mi nariz y mi sexo de nuevo reacciona, sin tardanza agarro el móvil antes de que me arrepienta y hago la llamada.
No tarda en sonar la contraseña contra la puerta y Elisabeth se queda callada, por un instante deja de jadear y se queda quieta como esperando algo. Me levanto y abro la puerta, los nervios se agolpan ya en mi boca y no precisamente en la del estómago.
Sin decirnos nada el uno al otro pasa a la habitación y se queda parado mirando a mi mujer tumbada en la cama. Cuando la miro casi pego un bote al verla sin el antifaz sonriendo y mirando a Francis.
¡Desátame!
¿Cómo?
Que me desates, ¿Tengo que repetírtelo?
Los segundos parecen minutos, mi "amigo" estupefacto no sé si por ella o por la situación sigue parado en el mismo sitio sin moverse, parece una estatua. La cara de ella me hace reaccionar, acercarme y desatarla mucho más rápido de lo que la ate.
¿Así que esta es tu sorpresa? Me gusta.
¿Cómo te llamas?
Francis.
¿Y a que esperas a desnudarte?
Parecía como si le hubieran dado con una vara en el culo, el muy cabrón no se dejó ni los calzoncillos. Al ver su polla pensé, "putos mulatos" la envidia que es muy insana.
Menudo pollón has buscado. ¿Es para mí o para ti?
Me puse rojo como un tomate y la reacción de él hizo comenzar un juego que ni por asomos hubiera imaginado al lado de mi mujer.
Cuando me di cuenta ya estaba detrás de mí ordenándome que pusieras las manos atrás, me ató con fuerza y en poco tiempo estaba inmóvil de rodillas encima de la cama atado de pies y manos y mirando como ellos dos mientras conversaban se iban metiendo mano, cuando vi las manos de mi mujer coger su miembro erecto y sonreír a la vez, un escalofrío recorrió mi espalda y más aún cuando él le confesó lo mucho que yo le gustaba y que en verdad era más homo que hetero. Las risas de ambos no me gustaron en absoluto.
Elisabeth le abrazó, le tumbó sobre la cama mirando ella hacia mí y sin dejar de hacerlo inició una mamada de las suyas, jugosas, relamiéndose como si jugara con su juguete preferido. Los gemidos se agolparon en el interior de mi oído y sin saber el porqué giré la cabeza para el otro lado. La mano firme de mi mujer tiró de mi cabello con fuerza doblándome el cuello.
Quiero que mires bien como se come una polla. Porque ahora se la vas a comer tú.
Mi risa nerviosa inundó la habitación, pero no me atreví a reprochar nada. Sujetó y tiró con más fuerza de mi pelo, con tanta que caminé de rodillas hasta ellos aún estando atado de pies, forcejé y más aún cuando ese pedazo de miembro se acercó con peligrosidad a mi cara. La muy zorra se subió encima de mí a caballo, me sujetó la cabeza con ambas manos tirando del pelo hacía ella. El ya de rodillas se aproximó aún más, agarró también mi cabeza y entre los dos hicieron que me comiera aquella polla con la que a la primera de cambio me atraganté de golpe.
¡Qué te pasa! Chupa zorra, si es lo que deseabas.
No puedo, me ahogo. Pude decir entre embestida y embestida.
Y tú, no pares de follarle la boca pero no te corras, quiero que se la claves bien en el culo.
¿Qué te gusta zorra mía? Me decía mientras empujaba mi cabeza contra su polla.
Vamos hazlo bien y ten cuidado con los dientes.
¿Lo hace bien Francis?
Sí, aunque puede hacerlo mejor como tú lo hacías.
Ves, no sabes ni chuparla, por eso te la va a meter hasta el fondo.
Me sentía humillado, avergonzado, pero increíblemente excitado, tenía razón una parte de mí quería "probar" y me estaba sintiendo más puta que en toda mi vida, sí, he dicho puta. Y claro no me había dado cuenta hasta ese momento de que sin querer había elegido al mejor jugador para lo que estaba pasando. Porque el muy hijo de su madre estaba disfrutando mucho más de lo que se esperaba y encima tenía aguante.
De repente le frenó, se levantó, se sentó sobre mi cabeza y cuando la sujetó entre sus piernas con fuerza supe lo que iba a pasar. Mordí las sábanas mientras pedía inútilmente que no lo hicieran y una lágrima salió de mis ojos en cuanto aquella "cosa" llegó hasta el fondo de mi culo. Me quejé mil veces y pedí, supliqué que parara, la llamé de todo, pero ni se inmutó. Él quiso parar con mis gritos, pero mi mujer le debió agarrar para que siguiera y tanto se excitó que noté como su polla empezaba a llegar al orgasmo con las nuevas embestidas. Parecía que me iba a romper por dentro. Pero para nuestra sorpresa le gritó que se detuviera justo cuando estaba a punto de correrse, Francis no hubiera hecho caso sino es por la torta que le propinó.
Ven, quiero que me folles en su cara. ¿A eso venías no? A follarme a mí.
Sí, sí balbuceó aún inmerso en su asombro por la bofetada que acaba de recibir.
Tú perro, colócate al revés y túmbate.
Estaba tan sumamente "herido" en mi orgullo que no me atreví a contestar y acaté su orden despacio con aire resignado y compungido. Ni caso me hizo al verme así. Se tumbó a cuatro patas encima mío, con su coño al lado de mi boca y le pidió que empezará.
Aún tengo sus gritos pidiendo más y más metidos en mi cabeza.
¡Joder! ¡Joder! ¡Dios! Sigue coño, no pares sigue.
Sus jugos empezaron a gotearme en la cara de tanto entrar y salir la polla, no paraba de penetrarla y yo allí viéndolo y sin poder hacer nada. Pero ya lo que más me .no sé ni que sentí, fue cuando le dijo:
Quiero que te corras encima de su cara y tú cierra los ojos y la boca.
Por dentro la odie a muerte, la insulté y sé que ella lo sabía, pero no le importaba, es más creo que se excitaba aún más. Fue decirle esto a Francis y por arte de magia, ¡Zas! Comenzó a gemir, sacó la polla y se corrió. Creo que fue por instinto y no por lo que me había dicho, pero cerré fuerte los ojos y la boca. Noté como me salpicaba el cuerpo y la cara y el olor intenso del semen se me metió hasta el cerebelo. No pude frenarme y exclamé:
¡Hija de puta!
Lo hice con tanto odio cuando comenzó a restregármelo por toda la cara que se volvió a correr entre gritos y espasmos que no vi, pero que si sentí. Al notar sus dedos en mi boca y nariz supe que se había estado masturbado con ellos. Los dos se tumbaron encima mío un rato. Hasta que él fue a por papel al baño para mí. Con mucho cuidado y mimo Elisabeth me limpió el rostro. Sí pensé, ahora mímame cabrona, pero una parte de mí estaba , mejor dicho me sentía más suyo que nunca.
Nos quedamos después de despedirnos de él a solas en la habitación y hablamos un buen rato sobre todo lo que había pasado y como nos sentíamos además de contarle como lo había planeado todo. Pasado un rato no me dejó descansar más y acabamos follando. Cómo necesitaba y que grato era sentir como me quería en ese momento.
No hace falta decir que desde aquél día nuestras experiencias matrimoniales han dado un giro brutal y que ahora ninguno tiene que mentir. Aún guardamos el misterio que hace que la llama siga viva en nuestra relación, pero los dos sabemos todo lo necesario y lo que se debe saber. Ha pasado ya más de 5 años desde el encuentro con Francis, al que por cierto nunca más volvimos a ver.
Fin.
Un relato de Madrid.