Una situación casi real
Una silueta de mujer avanzo tímidamente y cerró la puerta a su espalda. Olía maravillosamente. Se arrodilló, me bajó los pantalones y metió mi polla en su boca.
UNA SITUACION CASI REAL
No recuerdo como nos pusimos en contacto. Bueno, quizás lo recuerde pero no viene al caso. Ella estaba interesada en la sumisión aunque el solo hecho de planteárselo le causaba una gran contradicción. La contradicción necesaria que todos experimentamos al principio como consecuencia de haber sido educados en una moralidad que ahora nos es ajena.
Unos principios que en algún momento de nuestras vidas nos replanteamos. Unos principios tan débiles como un castillo de naipes. Por eso, cuando hablas con un desconocido por Internet existe una gran pasmosa para expresar y fantasear sobre situaciones que nos atraen, no obstante con el tiempo esas fantasías son tan reales que acaba desapareciendo toda barrera moral, educacional o simplemente racional.
Una lluviosa tarde de Vienes estába chateando con L., intercambiando puntos de vista sobre la sumisión cuando salió el tema de la felación. Es decir, de las mamadas. Había llegado el momento de ser menos comedidos. Ella había leído mi relato "Dos mujeres: dos bocas" y estuvimos hablando sobre la situación que allí se describía. Ir a casa de un desconocido para, en penumbra y sin decir palabra, abrir la boca y poco despues sentir el semen corriendo por tu garganta o tu cara.
Después limpiarte y desaparecer sin decir palabra. Sin palabras que estropeen un escenario así, solo respiraciones y silencios. Reconozco que lo que en un principio era solo una situación hipotética comenzó a cobrar sentido a medida que hablábamos, yo estuve mirando las fotos que ella me ponía en el chat. Era una mujer con la edad precisa, una mujer con los deseos precisos, una mujer terriblemente inteligente (algo absolutamente irresistible para mi).
También era una mujer hermosa. Yo estaba sentado cómodamente en el salón de mi casa pero ella chateaba desde el trabajo. Estaba comenzando a desearla cuando de repente se me ocurrió preguntarle que donde trabajaba. Su respuesta me dejó clavado.
Estaba demasiado cerca de mi casa. Se lo hice saber. Ahora los dos lo sabíamos. Ella lo evitaba y yo lo deseaba. Quizás en otro momento, en otro lugar, con otras personas, la situación hubiese acabado de manera más razonable. Pero no era nuestro caso. Ella dijo que se iba. Yo le di un número de móvil. Ella no contestó. Simplemente desapareció. Seguía lloviendo cuando transcurridos 15 minutos recibí un mensaje en el móvil desde un teléfono desconocido.
Decía simplemente: "dime tu dirección". Tenia que ser ella. No podía ser nadie mas. Tenia que ser ella, lo deseaba con todas mis fuerzas. Le contesté con mi dirección y diez minutos mas tarde picaron a la puerta. Apague las luces y me dirigí a la puerta, la entreabrí y retrocedí unos pasos. Una silueta de mujer avanzo tímidamente y cerró la puerta a su espalda. Olía maravillosamente. Se arrodilló, me bajó los pantalones y metió mi polla en su boca. Sus manos temblaban, su cabeza también. Puse ambas manos en su pelo y la acompañe en un ritmo pausado. Indicándole como hacerlo pero si decir palabra. Cogi una de sus manos y la acerqué a mis testículos. Ella lo entendió y comenzó a masajearlos. Pronto dejó de temblar y comenzó a utilizar la lengua. Me la estaba chupando de una manera increíble. Mis manos descendieron hasta sus pechos.
Ella aumentó el ritmo de la mamada y de repente note una corriente eléctrica que subía por mi espalda. Di un paso hacia detrás y cogiendome la polla con la mano dirigí los chorros de semen hacia su cara. En la penumbra pude ver como ella cerraba los ojos, abría la boca y sacaba la lengua. Cuando me hube corrido volví a meter mi polla en su boca y L. me la limpió hábilmente. Después habló.
-Tu turno dijo simplemente mientras se tumbaba en el parquet.
Yo me arrodillé y le saque los pantalones, después ella se sacó el tanga. Acerqué mi cabeza a su sexo depilado y hundí mi nariz. Si el perfume que emanaba de su pelo era maravilloso aquel perfume a sexo era el nirvana de las sensaciones olfavitas.
Comencé a comerla. Primero lentamente, pasando mi lengua por todos lados, después me dedique a mordisquearle el clítoris mientras uno de mis dedos se adentraba suavemente en su ano. Intentaba explorar sus emociones, escuchar sus gemidos, interpretar su respiración. Ella no tardó en correrse lanzando un grito que me hizo estremecer. Después me acerque a ella, limpié los rastros de semen de su cara con un pañuelo y la ayudé a levantarse. Finalmente nos fundimos en un beso y abrí la puerta. Ella se marchó. Simplemente.
Así es como lo habíamos planeado en nuestras cabezas y así sucedió. O quizás no sucediese. Pero es lo que yo recuerdo de aquella lluviosa tarde de Abril en que conocí a L.
(este relato mezcla de ficción o no- está dedicado a L.)
--