Una siesta en domingo
Una siesta en una tarde de domingo nos llevó a mi sobrina y a mí a una situación inesperada...
Ocurrió hace unos tres años. Era un domingo cualquiera, en el cual yo pensaba cocinar en casa y pasarme el resto del día tirado en la cama, viendo televisión; cuando pensaba en qué cocinar, sonó el timbre: tras echar una mirada por la ventana de mi departamento, no pude más que soltar una mueca de disgusto: era mi sobrina Bárbara. Mi sobrinita era hija de mi hermano mayor, y tenía la costumbre de venir a visitarme sin avisar, cada vez que se le antojaba, o cuando se peleaba con sus papás y buscaba "desaparecer", por un rato. De mala gana me vestí para abrirle la puerta (adiós a pasarme el día en calzoncillos!, pensé, ); como me lo podía imaginar, mi sobrina adolescente venía a pasar algunas horas conmigo, debido a una pelea en casa.
En aquella oportunidad, mi sobrina venía a verme vestida de manera muy casual: zapatillas de colores -al igual que sus agujetas-, unos jeans a la cadera, con aplicaciones bordadas, un top rosa, que dejaba descubierto su ombliguito y una diminuta casaca, también en tela jean celeste. Barbarita como le decimos todos-, había entonces ya pegado un buen estirón, pero aún era un tanto bajita: me llegaba al pecho en estatura. Si bien sus formas ya estaban haciéndose notorias (sus pechitos triangulares y parados alzaban ya sus tops, y sus caderas se habían ensanchado, formándole un culito redondo y parado), no dejaba de tener ese rostro angelical de beba, resaltando su juvenil belleza, su piel tersa y aceitunada, sus ojos negros inmensos y su melena azabache, ondulada y desordenada.
Tras hacerla pasar y escuchar la recatafila de quejas que tenía sobre cómo le trataban en casa (y aconsejándole como buen tío, cómo comportarse), Barbarita me hizo saber lo que tenía planeado al verme: deseaba almorzar conmigo. Tras hacerle saber que al menos debía ayudar en algo si deseaba comer conmigo, le dí dinero y le ordené que fuese al mercado a comprar lo necesario; como no sabía cocinar, Barbarita aceptó de buena gana. Cuando regresó, me di con la sorpresa: le pedí que trajese pescado; tras su retorno, me puse a cocinar, mientras Barbarita miraba la tele. Una hora después, mi sobrina y yo degustamos una sabrosa sopa de pescado, papas y verduras. Tras lavar yo el servicio (mi sobrina no hace nada, ), fui al dormitorio: en mi cama, mi sobrina ya estaba acostada en ella, y miraba aburridamente la tele.
Barbarita estaba tendida de costado, a un lado de la cama: tras negarse a hacerme espacio (es muy engreída), no me quedó más que acostarme a sus espaldas y ver la tele con ella. Decir que veíamos la tele es un decir: a ambos se nos cerraban los ojos de sueño, por lo que al poco rato yo cerré los ojos, y me quedé profundamente dormido. Pasada una hora, desperté de golpe; la tele seguía prendida, pero Barbaría estaba profundamente dormida a mi lado. Mi sobrina suspiraba de cuando en cuando muy profundamente; yo también estaba cansado, pero aún así constaté con sorpresa, que Barbarita se me había pegado mientras dormía.
Hasta ese momento, nunca había yo visto a mi sobrina de otra manera, pero, en esa posición, ambos de costado, con su culito alzado casi apretado contra mi pieza, no tardé casi nada en sentir los efectos de su cuerpo caliente pegado contra el mío, haciendo que mi verga se endureciese sin remedio. Llevaba yo muchísimo tiempo sin compañía femenina, y Bárbara había crecido de una manera realmente inmejorable: su culo, enfundado en un jean apretado como el que llevaba puesto ese día, no tenía nada que envidiarle a nadie. Sentía yo con delicia, al tenerlo cerca a mi pieza endurecida, cómo sus duritas nalgas casi apretaban mi pieza, aún dentro de mis pantalones, pero calzando perfectamente entre ellas: al mismo tiempo, el aroma de su piel, me estaban encendiendo sin remedio. Si hasta ese momento tenía yo dudas acerca de lo que quería hacer, desaparecieron por completo.
Barbarita seguía muy profundamente dormida, así que ni se percató de mi cercanía: nerviosamente, comencé frotar mi cuerpo contra el suyo, primero suavemente; primeramente meneé mis caderas, sobando mi pieza contra su culo. Luego, acerqué mi pecho a su espalda, aspirando yo con delicia el perfume de mujer joven de su cabello y su dulce piel. Pasado un rato haciendo eso, ví que mi sobrinita no reaccionada, bueno, salvo en un momento en el que, soltó un gruñidito de satisfacción, para luego acomodarse en su posición, y pegando aún más su culo contra mí. Me sobresalté, así que me detuve un buen rato, para asegurarme que aún dormía. Ya dispuesto a todo, tendí mi mano temblorosamente hacia ella. Dudé un rato entre acariciar su delicioso culo o no, así que empecé por acariciar su cinturita estrecha, suave como la seda.
Empecé a jadear contenidamente, mientras me arriesgaba a descender con la mano aún más. Poco a poco, mis dedos empezaron a deslizarse dentro de sus jeans. Conteniendo la respiración, comencé a alzar el elástico de sus bragas, ¡estaba yo hirviendo de deseo de seguir más adelante!. Mi aliento se volvía pesado, caliente, y ya sin ningún pudor, se lo descargaba en su nuca. Desde esa posición, empecé a atisbar por encima de su top: su sostencito blanco se asomaba pícaramente. Saqué mi mano de sus jeans y me decidí: quería acariciarle los pechos. Con infinita delicadeza, hice rodar por su hombro el tirante de su top, para luego introducir mis dedos dentro de su prenda; no tardé casi nada en sacar por encima, su senito derecho, exhibiendo así su pezoncito rosado, ¡estaba erecto por completo, era un delicioso botón sonrosado!!!. Mi verga ya tenía en ese momento una erección asombrosa, mientras que yo ya sudaba de la excitación. Sin perder un instante, aprisioné por completo su seno, jugueteando insistentemente con su pezón, ¡tomándola del pecho, la acerqué hacia mí, mientras frotaba mi pieza contra su culo con vehemencia!!!!; Barbarita no se inmutaba, seguía dormida, suspirando quedamente.
Mil y una ideas rondaban mi cabeza mientras manoseaba a mi sobrina, hasta que fui interrumpido: mi celular comenzó a sonar. Asustado, apagué el aparato. Barbarita apenas se desperezó un poco, abrió los ojos un instante, y de nuevo siguió durmiendo. Tras observarla un rato, comprobé que ni se había inmutado: mi sobrina seguía dormida, y con su tetita afuera. La cabeza la tenía yo completamente embotada, y con la idea de seguir,
Ya decidido a todo, retomé a meterle la mano por dentro del jean: deslicé mi mano ahora por adelante, tratando de llegar a su conchita. Mi mano se deslizó apenas con dificultad hasta hundirse dentro de sus braguitas; ¡casi me da un vuelco el corazón al sentir su precoz vellosidad! Jadeante, pugné por llegar a su rajita, pero no pude: Barbarita recogía las piernas dormida, y me lo impedía. Todo el cuerpo me abrasaba de deseo, así que seguí insistiendo: saqué mi mano de dentro de sus pantalones y, me la acerqué al rostro; ¡mmmmh!!, las puntas de mis dedos estaban húmedas y disfruté del delicioso aroma de su coño, ¡estaba mojándose! Sin saber si estaba completamente dormida o no, decidí que deseaba disfrutar de su entrepierna mojada, pasara lo que pasara.
Volví a la carga, metiéndole la mano por detrás: ya más confiado y excitado-, metí mi mano dentro de sus jeans, para levantar casi al instante sus bragas y hundirme más y más adentro: mi verga soltaba gotas de semen incipiente mientras yo cerraba los ojos y sentía la increíble suavidad de sus nalgas. Poco a poco las fui recorriendo con mi pulgar e índice, acariciándole en medio de sus dudas y redondas nalguitas, bajando cada vez más: primero acariciándole su anito apretado, para luego seguir más y más abajo,...
Barbarita quebró su cinturita y echó su culito hacia atrás, hacia mí: ese movimiento inconsciente, tras soltar un suspiro, permitió a mi mano intrusa, tener ya completo acceso a su rajita. Tras avanzar unos milímetros más, me detuve sorprendido: ¡su calzoncito estaba hecho un charco: durante todas mis caricias mi sobrina se había excitado, soltando sus jugos sin parar!!! En ese instante, comencé a dudar acerca de que si mi sobrinita estaba o no consciente de esta incestuosa sesión de caricias que estábamos teniendo, ¡PERO YO YA NO DABA A MÁS: QUERÍA COGÉRMELA!!!
De golpe, hundí dos dedos dentro de su rajita estrecha y húmeda por completo: ¡su concha hervía por dentro, mis dedos entraron con facilidad, mi mano casi se empapó por completo!! En ese preciso instante Barbarita despertó de golpe; su primera reacción fue de sorpresa, casi pasmo, a la vez que se cortaba de golpe un jadeo en su garganta y abría inmensos sus ojos al sentir mi mano intrusa dentro de sus jeans y mis dedos clavados en su agujerito húmedo:
¡TÍO: NO HAGAS ESO, Ahhhh!!!,
Yo estaba al borde de la locura y no me detuve: apenas habló, enterré casi con furia mis dedos en la concha de mi sobrina. No le di tiempo a reaccionar, con un mete y saca furibundo, le hice descargar una marea de sus jugos vaginales, mientras una descarga de excitación recorría s cuerpo por completo.
.¡Naaaa!!!, .¡ahhhhh!!, ¡OHHHH!!!,
Barbarita jadeaba de desespero mientras trataba de comprimir sus piernas, pero era inútil: mis dedos se hundían en su estrecho conducto hasta el fondo, haciéndola gemir y llenarse de ese gozo incestuoso que yo le estaba dando; fue cuestión de segundos para que mi sobrina no pudiese contenerse, disfrutando del placer que la hacía convulsionar y no tratar de impedirme ya nada. En ese momento enloquecí: a la fuerza la tomé de ambos tobillos y le dí vuelta, acostándola boca abajo. Mi sobrina lo único que hizo fue prenderse con ambas manos de las cobijas, paralizada de miedo. Sin perder un segundo me saqué los pantalones, liberando mi verga tiesa palpitante; de tres zarpazos le fui arrancando los jeans con furia, pero Barbarita trató por un instante de impedírmelo, logrando solamente que quedase expuesto ante mis ojos su culito apretado y su coñito velludo.
¡Apenas los vi, me le fui encima como un animal salvaje!!! Olvidé por completo que era su tío y cogiéndole las nalgas, se las abrí a la fuerza, introduciéndole mi lengua salvajemente, lamiendo con loco desespero su rajita y su ano alternadamente. ¡Era delicioso el sabor de su concha, que se inundaba una y otra vez!!; se notaba que mi sobrina jamás había sentido una lengua larga y experta, recorriendo su más profunda intimidad, ya que lo único que atinó a hacer fue crispar las manos, contraer con fuerza las nalgas, y dejarse hacer, .
¡NOOOO TÍO: NOOO, !!!! suplicó jadeante-, ¡NO ESTÁ BIEN, NO ESTÁ BIEEEENNN!!!!, ¡Ahhhh!, ¡AAAhh!!!, ¡Mmmmhaaaa!!!,
Todo mi rostro se inundaba con los jugos de su entrepierna que salían sin parar con cada húmeda caricia de mi lengua. Barbarita no paraba de gemir y jadear, mientras que desde en medio de sus suaves y deliciosas nalgas, veía cómo se daba de cabezazos contra la almohada, alborotando su ondulada melena azabache: gozaba y a la vez trataba en vano de reprimirse. Poco a poco, comenzó a alzar el culito, como buscando que mi lengua se le introduzca más adentro.
¡AAAAhhh!!!,.. ¡Ahhhh!!!, ¡Oooohhh!!!,
Mi sobrinita tenso su cuerpo casi por completo, para luego dejarse caer sobre la cama, rendida: la había hecho correrse, tal vez como nunca en su vida. Sabiéndola exhausta e indefensa, seguí adelante: hice volar por los aires sus zapatillas y finalmente le saqué los pantalones y sus braguitas, dejándola desnuda de la cintura para abajo salvo sus medias de colores-; como si no pesara nada, le dí vuelta, abriéndola de piernas para mí: al fin tenía frente a mis ojos su rajita de labios rojizos, delgados y apretados. Me desnudé por completo y tomando sus piernas, me le puse encima; mi sobrina no reaccionaba, solo cerraba los ojos y jadeaba.
Ninguno de los dos dijo nada: mi sobrinita se dejó mansamente penetrar; ¡mi verga entró en su conchita apretada hasta el fondo!!!, ambos hervíamos descontrolados, jadeando como animales, mientras mi grueso aparato se abría paso dentro de sus entrañas; Barbarita comenzó a contraer sus piernas, rodeándome, haciendo más y más intensa la sensación de estrechez de su concha. Le subí su top hasta el cuello: casi no paré de lamer y mordisquear sus pezoncitos mientras la penetraba con furia!!
..Aaaaaahhh!!!, ¡¡¡AAAhhh!!!, ¡dueleeee!!!, . ¡Ahhhh!!!, -casi gritaba sin cesar, abrazándome con fuerza el cuello, con ambos brazos.
La cogida era tan salvaje que no tardé mucho en venirme dentro de mi sobrina: mi lechada le inundó la vagina casi por completo, saliéndose, mojándome hasta los huevos; con insano placer le ví fijo a los ojos, mientras ella los abría inmensos y los volteaba hacia atrás, mientras mi semen caliente y espeso le recorría por dentro. Estábamos hechos polvo los dos, pero yo aún deseaba más: me dediqué buen rato a seguir embistiéndole el coño rebosante. En eso estaba cuando el teléfono sonó: me incorporé de pronto y me senté al pie de la cama; era una llamada importante y tardé mis buenos minutos con ella. Cuando terminé, giré para ver a Bárbara: se había ido mientras yo hablaba; se había vestido en silencio. Pasé varios días intranquilo, aunque al final nada pasó, salvo que transcurridas unas tres semanas, un sábado en la noche, mi cel sonó: era Barbarita, mi sobrina.
Tío, - me preguntó como cualquier cosa-, ¿qué vas a cocinar para el almuerzo mañana?,