Una sesión real (1)

Acerqué mi pulgar a sus labios. Lo besó, pero se dio cuenta de que yo esperaba algo más que un simple beso y entreabrió su boca, permitiendo que mi dedo se internase en ella...

I

Nos habíamos citado en la cafetería de un céntrico hotel. Después de varias semanas de intercambios de correos electrónicos, largas conversaciones telefónicas y un par de sesiones por Messenger, habíamos acordado vernos en persona.

Llegue a la cita deliberadamente pronto y me ubiqué en una de las mesas desde la que se veía toda la cafetería. Jugaba con ventaja, pues ella no me conocía, yo a ella sí.

Un minuto antes de la hora acordada la vi llegar. Vestía según mis indicaciones un vestido de verano, por encima de las rodillas. Le había indicado que no quería en ella anillos, ni reloj, ni pendientes, nada salvo el vestido, las medias, los zapatos de tacón, un tanga  y su móvil. Parece que había cumplido como se esperaba de ella.

Se sentó en la barra, en el sitio en que yo le había indicado que lo hiciera. De este modo, quedaba de espaldas a mi. Se la notaba nerviosa, algo completamente normal al encontrarse sola en el local y sin un euro para pagarse un café. Esa situación me gustaba, el nerviosismo y la excitación vuelven a las sumisas más vulnerables, más "accesibles".

Le mandé el mensaje que tenía previamente preparado en mi móvil: "Buenas tardes Marta, supongo que ya habrás llegado. Yo me retrasaré un par de minutos. Mientras llego entra al servicio y mastúrbate para mi, sin quitarte el tanga, quiero que se empape de tus jugos. No creo que tenga que recordarte que no quiero que te corras. Lanncelott"

Tras un segundo su teléfono emitió un leve pitido. Con avidez cogió el aparato y  leyó el mensaje. Dudó unos instantes y se dirigió a los baños. Esperé al menos diez minutos y me dirigí a la barra. Marqué su número.

  • Te espero

  • Enseguida voy - Su tono de voz no dejaba lugar a dudas, estaba cumpliendo mis órdenes.

Un instante después salía de los baños. En su cara se reflejaba la excitación mezclada con la vergüenza que sentía, estaba roja como un tomate. Me ahorré cualquier comentario que la avergonzase aún más. Estaba temblando y no quise forzar demasiado la máquina.

  • Te apetece tomar algo?

  • Cualquier cosa fría, gracias - Respondió mientras bajaba la mirada

  • Dos colas, por favor - Pedí al camarero - Nos sentamos?

  • Si, por favor

La guíe hasta una de las mesas del final del local.

  • Como te encuentras?

  • Puff!! Como si estuviera montada en una montaña rusa.

  • Tienes miedo?

  • Cada vez menos. No pienses que hacer esto es algo habitual en mi - Volvió a bajar la mirada. Tenía madera.

  • Qué es "esto"?

  • Comportarme así, como...como una puta.

  • No lo eres?

  • La verdad, ahora no lo se.

  • Te gustaría serlo?

  • Creo que si, pero no lo se... - No era capaz de sostener mi mirada

  • Tienes frío? - Pregunté mientras mi mirada se clavaba en sus pezones marcados a través del vestido.

  • No - Enrojeció - Estoy excitada

Alargué mi mano y acaricié uno de ellos, mientras Marta entornaba los ojos. No había que ser un experto para advertir que estaba a cien. Lo masajee suavemente advirtiendo que se endurecía todavía más. Sin que lo esperase comencé a apretarlo entre mis dedos. Un gemido escapó de su boca, a la vez que se mordía el labio inferior y su frente se contraía. Lo solté lentamente mientras llevaba la mano a su mejilla, acariciándola suavemente. Busco con su cara un contacto más fuerte, cosa que no le negué, y acerqué mi pulgar a sus labios. Lo besó, pero se dio cuenta de que yo esperaba algo más que un simple beso y entreabrió su boca, permitiendo que mi dedo se internase en ella. Durante unos segundos lo succionó como si de una polla se tratase.

  • Estas muy caliente...

  • Si que lo estoy, Amo.

Esta respuesta me había aclarado que no tenía dudas sobre lo que yo esperaba de ella.

  • Entonces vámonos, tenemos muchas cosas que hacer esta tarde.

Sonrió mientras me clavaba sus ojos color miel que me decían que Marta sería una alumna excelente.