Una sesión muy placentera
Una sesion de fotos con un conocido fotografo por instagram termina en una videollamada y en una posible realidad la mar de placentera
Una sesión muy placentera
Pensar que he terminado de ducharme, que me he puesto fresquita y me he metido en la cama a ver “Valeria” de Netflix con la única intención de desconectar del mundo, de mi vida, de la rutina y del día de mierda y estrés que llevo para terminar con la cabeza más enrevesada aún.
Estoy con mis ojos puestos en la serie, oyendo “emergency de Icona POP”, rememorando aquel libro que tanto me enamoró y con el que tanto me identifiqué en algún momento de mi vida, cuando mi móvil vuelve a sonar, recordándome que se me había olvidado quitar el Wifi.
Cómo no puedo evitarlo lo miro y veo que ha sido un mensaje de Instagram, de aquel fotógrafo que conocí hace unos años con el que hablo muy a menudo y que nos llevamos muy bien.
Hace unos años cuando nos conocimos a través de Twitter donde yo ponía mis fotos provocativas me daba sus buenas impresiones y consejos sobre mis fotografías. Llegando en alguna ocasión a proponerme posar para él y hacerme alguna sesión fotográfica.
Perdimos el contacto para poco después volvernos a encontrar y retomar nuestra relación twittera dándonos nuestros Instagram privados como parte de la confianza que habían cosechado los años en la red.
Sonriendo como si tuviera una percha en la boca leí su mensaje que venía con foto y con la misma proposición desde que empezó la cuarentena. “¿Hacemos una sesión de fotos por web Cam?”.
La idea era bastante tentadora, extraña porque no sabía que eso existía, pero era de lo más apetecible. Pero le dije que no, y le mandé una foto mía, tirada en la cama, con el pijama de verano que dejaba muy poquito a la imaginación, a la par que tierno por ser del Rey León.
Sin la ropa interior debajo y con el aire acondicionado, sumado a que estaba recién salida de la bañera, tenía los pezones tan marcados que amenazaban con romper la camiseta.
No esperaba menos que un comentario salido de tiesto como era habitual en él.
Y evidentemente lo hizo, haciendo que me olvidara de que Valeria estaba a punto de liarse con Víctor por primera vez y que… ay, perdón, no os soltaré el spoiler. Comenzó a decirme ciertas cosas que de sólo imaginarlas en mi cabeza la cosa empezó a calentarse. Y tanto se calentó que terminé abierta de piernas y con la mano entre mis piernas acariciándome por encima del pijamita marcando cada vez más mi coño en la tela, con unas ganas inhumanas de seguir… seguir y correrme mientras entre fotos y varias insinuaciones nos poníamos los dos bastante caldeados.
Encima digamos que a mí el calor me sienta muy mal, o bien, depende a quién tenga cerca y para qué.
Resumiendo, eran las 11 de la noche pasadas y yo estaba espatarrada en la cama con un calentón que cualquiera se ponía a ver una serie o a dormir. Y entre jijjis y jajas, se lo comenté y terminamos teniendo un rato bastante… “agradable”, recordándome al final que le gustaría esa sesión de fotos conmigo y que algún día aceptaría la propuesta.
Y como yo recién corrida soy todo felicidad y aceptación dije que sí. Acepté esa loca propuesta de hacer una videollamada, posar para él y que mientras tanto él desde el otro lado en grande, con su cámara réflex, lo fuera fotografiando.
Una idea n tanto curiosa y rebuscada que se habría inventado alguien en la locura de la cuarentena.
Aún en fase 2, que podíamos salir, preferí seguir la táctica de la videollamada.
A los dos días en el salón de mi casa y con todo despejado hice lo que él me fue diciendo. Delante de la pared blanca como si fuera un fondo profesional, me coloqué con un pequeño vestido azul de tirantes, escote con botones, debajo ropa interior de encaje negra, y descalza sobre la alfombra.
De manera casera improvisamos un escenario con cosas que yo tenía por casa. Que si unas flores, que si en la zona de la ventana, sobre el sofá, mirando a la nada, pero sobretodo donde más interés mostró fe delante de la pared cuando llegamos a la parte en la que la ropa empezaba a sobrar.
Pero no adelantemos acontecimientos. Vayamos por los pasos que dimos en ese camino del arte corporal y la provocación.
Mirando por la ventana a través de la cortina con un tirante deslizándose por mi hombro y mi pelo despeinado.
Oliendo las flores que recogía en mis manos y a las que sonreía.
En la siguiente foto estaba sentada en el sillón con el vestido un poco subido y las piernas en el posabrazos, dejando ver parte de mis braguitas semitransparentes.
Y así fuimos haciendo varias fotos en diferentes posturas. Una que me gustó especialmente fue en la que salía sentada sobre la mesita baja, abierta de piernas empujando el vestido hacia abajo para que no se me viera nada, mientras me inclinaba con dos botones desabrochados viendo mi escote y el encaje del sujetador.
Las siguientes fueron con el vestido semisubido, apoyada contra el mueble, se veía parte de mi culo en esa postura y mis brazos cruzados bajo mi pecho para sujetarme los inclinaba dejando que se viese más.
Delante de la pared blanca y de cara a ella y de espaldas a la cámara me bajé el vestido hasta la cintura, dejando de ahí para arriba mi espalda al descubierto viéndose sólo el sujetador.
La siguiente en el suelo, de rodillas, abierta de piernas y subiendo parte de mi vestido por el culo, dejando parte de las bragas y los cachetes a la vista y la cabeza echada hacía atrás.
El vestido fue cayendo hasta mis pies, haciendo otra foto apoyada en la pared de espaldas a ella y mirando a la cámara sonriendo.
Y ahí seguimos con unas cuantas fotos más en posturas más insinuantes. Que si a cuatro patas, que si inclinada, que si agarrando los pechos sin sujetador, sentada en el suelo con las piernas abiertas y apoyada con las manos hacía atrás… hasta que me pidió fotos desnuda y dije que no.
Cuando vi las fotos dos días después me enamoré de esa cámara. Y la idea de quedar y hacer una sesión en persona no me parecía tan descabellada ni loca ahora que me había semidesnudado y posado (y tocado hablando con él en más de una ocasión) para él.
Con su cara de asombro me mando otra foto, donde cabe destacar que lo último que miré fue su cara.
Quedamos para el domingo, todo cerrado al público y nosotros dos solos en su estudio.
Cuando llegué tenía todo preparado con una zona cubierta de pétalos de rosas rojas, varias ristras de tela de seda en tonos claros y varios fondos preparados para cambiar.
La tensión y los nervios de vernos por primera vez para esto y en estas circunstancias me estaba comiendo por dentro. Pero tras una copa de vino la cosa empezaba a ser más llevadera. Y tras la segunda ya ni te cuento.
Me metí en el baño con la tela y salí con ella tapando mis partes más llamativas, llegué al “escenario” y me había preparado una cama con los pétalos de rosas. Me indicó que me tumbara, extendiera mi pelo y abriera un poco las piernas. En la cámara se me veía costada sobre el suelo, no de frente a ella.
Poco a poco la cosa se fue calentando un poquito más y empezó él a venir a “acomodarme” para la sesión.
Cabe decir que mi cara estaba roja como los pétalos y que empezaba a sentir el cosquilleo de la excitación tanto mío como suyo en el ambiente.
Fui claramente consciente de cómo sus ojos se perdían por mi cuerpo y se paraban en seco en mi pecho, que empezaba a dar constancia que tenía los pezones duros por el momento y el roce de la tela.
La foto en la que salía mirando a un lado cubriendo sólo mis pezones con la seda y dejando un primer plano del tatuaje de mi cuello me enamoró en cuanto la vi.
Y llegó el momento que supuse con los pétalos, y me pidió que me quitara la tela y me tapase mis partes íntimas con ellos, que él no miraría, pero envalentonada por el vino y porque ya empezaba a estar cachonda perdida y subidita de ánimos por ver como empezaba a tensarse, le pedí que me ayudara a taparme.
En un principio se rio, vino hacía a mí se arrodillo en el suelo y mirándome a los ojos me colocó los pétalos sobre el pecho, rozando levemente mis pezones duros y haciendo que me estremeciera y que inconscientemente me mordiera el labio mirando a su cara. Cuando se levantó pude ver como su paquete había crecido en unos leves segundos.
Algo dentro de mí se agrandó (igual que con él ¡ja!).
Cuando echó algunas fotos así, y me estaba enfocando con la cámara nuevamente, abrí las piernas y los pétalos resbalaron por mi piel dejando mi sexo al descubierto, se apartó del objetivo y me sonrió. Le respondí con una sonrisa en mi boca y pasé mi mano por mi sexo, abriendo mis pliegues mientras miraba a la cámara y me incorporaba un poco para que el resto de pétalos cayeran al suelo y se me viera el pecho.
Con una mano en la cámara que sujetaba en el trípode, la otra se fue perdiendo en sus pantalones, apretando su mano contra él, gesto que cuando vi me hizo morderme el labio y pasar mi lengua por el mientras me seguía acariciando.
Metió su mano en los pantalones y empezó a acariciarse despacio mientras me observaba a través del objetivo.
Así que me di la vuelta y me puse a cuatro patas, desnuda sobre los pétalos de rosas rojas, mirando por encima de mi hombro a la cámara y moviendo el culo mientras mi mano asomaba por debajo de mí para pasarla por el interior de mis piernas. Me incorporé, me giré y mirándole me agarré los pechos y los masajeé mientras observaba como su mano perdida en su polla empezaba a moverse más bajo la tela.
Fui gateando hasta él mientras mis tetas se movían con mis movimientos y cuando estuve a sus pies aparté su mano de la cámara, sobre la que se sostenía levemente mientras me observaba arrodillarme delante de él.
Acerqué mi cara a su paquete y la pasé por él, haciendo que sacase su mano y notase su erección en mí. Pasé una mano, agarrando con la otra la cintura de su pantalón y tirando hacía abajo, haciendo que su polla chocase con mi boca al salir, esperándola con la lengua fuera.
Agarró mi cabeza, acariciando mi pelo y mientras me miraba empecé a recorrer con mi lengua todo su miembro y lo llevaba a mi boca, mientras le rodeaba con mis labios la punta y se iba perdiendo en el interior hasta mi garganta. Me cogió el pelo y me apretó contra él, quedando privada de aire momentáneamente mientras su polla dura palpitaba en mi interior. Me apartó, intentando controlar el ritmo, sacándola de mi boca cubierta por mi saliva que goteaba levemente por mi barbilla.
La agarré con una mano, mientras la volvía a introducir donde antes estaba y empecé a mover mi cabeza acogiendo su miembro con mis labios, apretando conforme entraba y salía haciéndole estremecerse con mi mamada.
Llevé mi mano libre a mis pechos y los acaricié, mientras pellizcaba mis pezones y empezaba a bajar por mi cuerpo hasta llegar a mi coño, empapado, deseando de tener la misma atención que yo estaba prestando. Y empecé a tocarme despacio mientras se la comía bajo su atenta mirada y sus gemidos ahogados cada vez que me movía con él en mi boca.
Notaba la presión de su mano en mi cabeza intentando llevar el control y ejerciendo la presión justa que me gustaba. Me apartó tras un rato, y me agarró la barbilla, metió su polla en mi boca hasta llegar al fondo y salió, varias veces hasta que me indicó que me levantase.
Me llevó hasta la cama improvisada de pétalos y me tumbé. Sobre mí y con sus manos apoyadas a ambos lados de mis hombros me besó, colando su lengua hasta rozar la mía mientras se pegaba muchísimo a mí y notaba su miembro latir en mi coño. Pasó a mi cuello, mientras su mano se perdía en mis muslos acariciando poco a poco y metiéndose entre mis piernas, rozando con la yema de los dedos mi sexo e impregnándose de mi humedad la extendió por el.
Rozando mi cuello con los dientes descendió hasta mis pechos, agarrándolo con la mano libre para apretarlo y llevarlo a su boca, perdido en mis pezones que mordisqueaba haciendo que me arqueara con la sensación y con la visión de tenerle ahí, mirando hacia a mí.
Su otra mano volvió a subir para apretarlos contra su cara y restregarlos en ella mientras se volvía loco devorándolos, deleitándose conmigo.
Abracé su cintura con mis piernas y lo apreté más aún si es que era posible, a mí.
Descendió por mi vientre con su lengua mientras iba abriendo mis piernas nuevamente y pasaba su boca por mis muslos, por el interior, rozándome con sus labios y besando el camino que me iba a llevar al placer.
Agarré su cabeza y le empujé contra mí, pero se negaba a hacerlo rápido, y se deleitó un rato con mis muslos, cerca, muy cerca, de mi coño, que empezaba a pedir atención a gritos.
Y como si hubiera leído mis ganas al fin llegó esa deseada atención, agarró la parte alta de mis piernas y abriéndome acercó su cara a mi sexo, rozándola con él, sacando la lengua y pasándola lentamente por mi coño. Me iba a volver loca, acaricié su pelo mientras empezaba un baile con su lengua que me estaba haciendo estremecerme, igual que yo había hecho con él.
Le miraba. Dios… mirar hacia abajo y verle ahí, comiéndome, despacio, atento, disfrutando, torturándome… iba a perder la cabeza. Levantaba mis caderas para rozarme con él mientras con mi mano le apretaba para que se hocicase con mi sexo.
Su mano subió hasta mis tetas y agarró, apretó y pellizcó cada centímetro de ellas. Con su otra mano acariciando mi muslo, subió hasta mi sexo y, mientras me introducía un dedo, su lengua me recorría.
Me contorneaba bajo su atención y su mimo embaucada en un remanso de placer agónico que me estaba sobrepasando y me hacía ansiar más, olvidando por completo cómo había llegado hasta ahí. Ahora sólo quería disfrutar y correrme bajo en su boca.
Dos dedos entraban ahora en mí mientras restregaba su boca y acogía con sus labios los míos, y así, al compás que él marcaba, me empecé a mover yo también inconscientemente, hasta que sentí cómo mi corazón se disparaba, como un cúmulo de nervios y sensaciones me inundaban el pecho y descendía hasta la parte interna de los muslos para contraerme, corriéndome en su boca mientras respiraba acelerada y gemía, tapando mi boca con mi mano y agarraba su pelo con fuerza.
Subió besando mi cuerpo hasta mi boca, comiéndome y mojándome de mi misma. Agarré su polla con mi mano y la llevé hasta mi coño, para restregarla conmigo mientras él me besaba, hasta que sonrió en mi boca y se apartó.
Me pidió que me diera la vuelta mientras él iba a su cartera, sacó un condón y se lo colocó, vino hasta a mí que estaba a cuatro patas y se puso entre mis piernas, colocó su erección en mi entrada y la metió muy despacio mientras su otra mano apretaba mi culo clavándome con él.
Jadeé hasta que estuvo dentro y gemí al sentir como me llenaba. Comenzó un suave movimiento mientras me abría para él y sus manos se perdían entre mi cintura que acercaba a su cuerpo y mis pechos que intentaba acoger.
Apoyada con mis manos en el suelo me apretaba contra él en cada embestida, haciendo que una tras otra fuese más profunda, llevándome por el camino del placer mientras la mano que antes estaba en mis pechos, recogía mi pelo en una coleta improvisada y tiraba de ella hacía atrás para clavarse por completo en mi interior intentando llevar el control absoluto.
Penetraciones cada vez más bruscas, más profundas y más rápidas que me estaban haciendo enloquecer, hasta el punto de que ya no evitara hacer ruido gimiendo, me daba absolutamente todo igual, lo único que quería era vivir el momento con él.
Salía por completo y volvía a entrar, dándome una sensación de necesidad. Aferrado nuevamente a mis caderas aumentó el ritmo mientras yo llevaba una de mis manos a mi sexo y me acariciaba en busca del segundo orgasmo.
Salió de mí, me dio la vuelta y de rodillas aún él sobre la cama, me puso sobre él y me la metió de una embestida hasta el fondo, indicando que me quedase sentada sobre él unos segundos, mientras me comía la boca, indagaba en ella con su lengua y me mordía los labios. Agarrando con una mano mi culo y con la otra uno de mis pechos.
Ahora yo me movía sobre él, subiendo y bajando, apoyada en sus hombros y con mis pechos rozando el suyo mientras se perdía nuevamente en mi cuello, besando cada centímetro de él. La escena era tan erótica como placentera, follando como animales sobre los pétalos de flores y frente a la cámara que nos apuntaba.
Puse las manos sobre su pecho y le empujé, haciendo que cayera de espaldas al suelo conmigo aún encima. Apoyada en él empecé a follarle a un ritmo lento mientras veía sus ojos clavados en el movimiento de mis pechos que se balanceaban al compás. Metía los dedos en mi boca para que chupara mientras me movía y le miraba, agarrando uno de los pechos y bajando hasta mi cintura para apretarme la piel, dejando seguro sus dedos clavados en mi carne.
Me movía cada vez más rápido hasta que se salió sola de mí, resbalándose, y antes de volver a ponerle mi entrada cerca y que entrase nuevamente ella sola, restregué mi coño con su polla.
Volvió a mi interior y la fricción de mi cuerpo contra el suyo adelante y hacía atrás hizo que me volviera a tensar y que los espasmos de placer delataran mi orgasmo mientras chupaba sus dedos y los mordía.
Entonces llevó sus manos a mi culo y apretando me incitó a moverme más rápido otra vez, subiendo y bajando, notando hasta el fondo de mi ser su enorme erección que me estaba reventando.
Fue entonces cuando aceleró aún más si podía el ritmo y en su cara pude ver como las ansias por correrse lo delataban.
Clavando las uñas en su pecho subí y bajé hasta que noté como su polla se vaciaba en mi interior bajo el fino látex del condón.
Durante toda la sesión la cámara había estado en modo grabación, y lo supe, igual que mi intención al ponerme encima era que después pudiera verme en primer plano cuando viera el vídeo.