Una sesión en el hotel (2)

Lo que había preparado para aquel día en la habitación del hotel lo iba a recordar el resto de su vida. Aunque ya había tenido varias sesiones conmigo y había sido convenientemente iniciada, tiempo después me confesaría que recordaba con mucho cariño la sesión del hotel, que siempre llamaba su nacimiento real como sumisa.

Lo que había preparado para aquel día en la habitación del hotel lo iba a recordar el resto de su vida. Aunque ya había tenido varias sesiones conmigo y había sido convenientemente iniciada, tiempo después me confesaría que recordaba con mucho cariño la sesión del hotel, que siempre llamaba su nacimiento real como sumisa.

Tras atar sus muñecas por la espalda con unas esposas, le ordené que se arrodillara ante su Amo. Automáticamente cayó de rodillas delante de mí, con su cara muy cerca de mi sexo, que palpitaba desde hacía rato dentro del pantalón. En esa posición, cubrí sus ojos con un antifaz para privarla de contacto visual, pues quería que se concentrara en sus otros sentidos.

Deslicé la cremallera de la bragueta de mi pantalón. Lo hice lentamente para que pudiera escucharla y tuviera tiempo de imaginar mi falo saliendo duro de su prisión dentro del pantalón. Cuando lo liberé, quedó extendido justo a la altura de su nariz. Puesto que llevaba ya un rato excitado, había empezado a segregar líquido preseminal y su aromas se elevaba dentro de las fosas nasales de mi sumisa.

¿Te gusta el olor de la polla de tu Amo, puta?- pregunté.

Sí, Amo. Me encanta.- respondió. Y pude ver en su boca la humedad que seguro estaba también ya bajando por sus piernas. Los labios rojos e hinchados parecían gritar de deseo. Deseo de introducirse el miembro de su Amo en la boca y chuparlo.

Abre la boca.- ordené. Su boca se abrió describiendo un círculo, del tamaño perfecto para el diámetro de mi pene.

Le introduje aproximadamente un tercio de la longitud del pene en la boca y le ordené cerrarla, pero no lamer ni chupar. Ella obedeció y mantuvo el miembro dentro de su boca, pero no osó acariciarlo con la lengua, que era lo que deseaba de forma casi insoportable. Mientras mi polla estaba dentro de su boca se mantuvo quieta, sin moverse, firme, esperando instrucciones para lamerla y succionarla. La sensación de tener la polla en la boca, dura y cada vez más dura, pero no poder lamerla, como desea de forma tan desesperada, la estaba volviendo loca, produciéndole una sensación de mareo. Los ojos tapado, la habitación en silencio, las manos a la espalda. Sus sentidos casi se habían reducido al tacto de su lengua y al olfato. Su mente no tenía otro estímulo que estos sentidos y su imaginación. Por su pierna empezaba a deslizarse la primera gota de humedad íntima de otras muchas que seguirían después y eso sí que lo notaba. Su sexo comenzaba latir desenfrenado, hinchado.

Pero el momento que tanto espera no ha llegado aún. Al empezar cada sesión me gusta explicar a mis sumisas sucintamente lo que va a suceder después. La anticipación es importante porque excita la imaginación. Y me gusta hacerlo en esa posición, con la sumisa de rodillas y mi pene dentro de su boca. En aquella ocasión, expliqué a mi sumisa que ése había sido el día elegido por mí para decidir sobre la colocación de su collar. Después de varias sesiones había llegado el momento en que había decido tomarla oficialmente como mi esclava para mi uso y disfrute, pero antes de ello quería hacer una última prueba. Estoy seguro de que aquellas palabras, pronunciadas de forma un tanto solemne, en aquella situación, hicieron mella en su interior, porque noté cierta debilidad en la firmeza que había mantenido hasta entonces. Por supuesto no iba a permitir debilidades, así que le ordené que se pusiera bien recta y que abriera la boca y saqué mi pene, que quedó bien erecto otra vez a la altura de su nariz, rozándola por momentos según se movía para hablar.

¿Tienes algo que decir?-le espeté.

Con su permiso Amo, me gustaría decirle que estoy muy agradecida por su generosidad y los detalles que tiene conmigo.- respondió.

Está bien- repuse.- ¿Estás dispuesta a aceptar el collar que te voy a imponer? ¿Entiendes lo que significa?

Si, Amo – respondió, y siguió.- Entiendo que con la imposición del collar, usted me toma como su sumisa de forma definitiva y yo estoy dispuesta a servirle y a merecerme ese honor.

Ya has dicho suficiente. Pero para ello, debes pasar una última prueba, en la que demostrarás tu deseo sincero de servirme en todo lo que yo te ordene. ¡Chupa puta!- grité, e introduje violentamente mi polla en su boca, esta vez en toda su extensión, hasta la garganta.

Impelida por la orden, su boca comenzó a succionar mi miembro con fruición, retrayéndose hasta que el glande salía de la boca, apoyándose en sus labios y entonces volviendo a succionar hasta presionar en su garganta. Realizó ese movimiento varias veces, parando de vez en cuando para lamer el hinchado glande con la lengua. Había aprendido ya cómo me gusta la felación, y sabiendo que estaba a prueba lo hizo con la mayor habilidad que pudo. El resultado fue que en poco tiempo, estuve a punto para el orgasmo. El miembro se tensó y comenzó a derramar su líquido dentro de su boca, al tiempo que pronunciaba una exclamación de placer. Ella recibió toda mi leche evitando derramar ni una gota, manteniéndola en la boca, sin tragarla, como le había sido instruido ya en otras ocasiones, hasta recibir la orden correspondiente. Cuando terminé de eyacular, le permití tragar el semen y le ordené limpiar el pene con la lengua, hasta que no quedó una sola gota. Puesto que tenía los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, con una mano me sostenía el pene, mientras que con la otra dirigía su cabeza hacia las zonas por donde quería que pasar su lengua. Al terminar de limpiar, solté su cabeza y, como si fuera una niña pequeña, le pregunte:

¿Qué tienes que decir a tu Amo?

Muchas gracias por permitirme saborear su semen, Amo. Es un gusto para mí poder ser el recipiente de su líquido adorado.- respondió, siempre obediente y solícita.

De nada, preciosa.-contesté, mientras acariciaba su cabeza como el que acaricia a un perro al que tiene mucho cariño.- Ahora ha llegado el momento de que pases la prueba definitiva para la colocación de tu collar. Pero antes, me ha dado sed, así que tráeme una cerveza del bar, y siéntate en el suelo a mi lado.

Le quité el antifaz y le desaté las manos. Se puso en pie, me trajo una cerveza del frigobar y se sentó en el suelo, a mi lado. Me pidió permiso para abrazarse a mis piernas, permiso que concedí, y esperó sentada a recibir nuevas instrucciones. Sus ojos brillaban de alegría y una leve sonrisa se esbozaba en sus labios, aún hinchados, al saber que su Amo había decido imponerle su collar. Era algo que había estado soñando desde el día de su iniciación y que ahora iba a conseguir. Si pasaba la prueba, claro….