Una sesión de fotos muy especial

Así fue como una sesión de fotos en mi casa, con un fotógrafo amigo nuestro, se convirtió en los primeros cuernos que le puse a mi marido. Mientras follaba con el. En nuestro sillón.......pero sin que mi marido lo advirtiese.

UNA SESIÓN DE FOTOS MUY ESPECIAL

La conversación surgió sin más. No habíamos hablado antes de ello. El planteamiento fue sincero.

-Me encantaría tener unas fotos tuyas….

-Ya tienes fotos mías.

-Desnuda. Me dijo mi marido.

-¿Desnuda?

-Si. Con el paso del tiempo podré admirar el cuerpo que tienes ahora. No solo perdurará en mi mente. Tendré una imagen con la que reconfortarme.

-Pues como tienes una cámara, hazme las fotos que quieras. Le dije.

Así fue como empezó todo. Así fue como mi marido me hizo las fotos que ahora vuelvo a ver en mi ordenador. Fotos que nada tienen que ver con el motivo que me impulsa a escribir esto.

No sé muy bien lo que siento al verlas. Tengo la confianza que al escribir esto, pueda aclarar mis sentimientos. Tengo la confianza que al escribir esto pueda descansar mi mente de una vez por todas.

Todo sucedió una tarde. En este mismo ordenador, mi marido y yo estábamos revisando las fotos que me había dejado hacer por el. La verdad es que estaban muy bien echas. Mi cuerpo aparecía esplendoroso. No era para menos, pues mis 28 años aún estaban de muy buen ver. Cuando terminamos de visionar las fotos, mi marido me pidió algo más. Algo que en un principio no me importó mucho, pero de lo cual ahora no sé si me arrepiento.

-Estas fotos están de maravilla.

-Si. No he salido mal. Es una buena cámara. Dije.

-Una buena cámara y un buen modelo. Me dijo el.

-¿No te gustaría que te hiciera yo a ti unas fotos desnudo? Le pregunté.

-Si, por que no.

-Pues cuando quieras te las hago. Le dije.

-Hay algo que me gustaría más. Me dijo él.

-¿Qué cosa?

-Que nos hiciéramos unas fotos follando.

-¿-?, ¿Follando?

-Si. Eso si sería interesante.

-No sé como podemos hacernos unas fotos follando. Como no sostengas la cámara con el pijo….

-No es necesario.

-¡Ah no!

-No.

-¿La pondrás en un trípode y la dejarás que tire fotos y más fotos?

-No. Yo había pensado en Emilio.

-¿Emilio? No te entiendo. ¿Qué quieres decir?

-Emilio es fotógrafo casi profesional. El nos haría unas fotos de cine.

-¿Pero que estas diciendo? ¿Cómo vamos a ponernos a follar delante de Emilio?

-El ya ha hecho fotos de esas. Me lo ha dicho.

-Pero somos sus amigos….

-Razón de más para que el nos hiciera las fotos. ¿Quién mejor que un amigo nuestro?

-¡Estas loco! Le dije.

-No. No veo por que te pones así.

-Me pongo así porque no estoy dispuesta a desnudarme delante de nadie y menos, por supuesto, a ponerme a follar mientras alguien, que nos conoce, nos hace fotos. Se te ha ido la cabeza. Definitivamente.

-¿No me has dicho que a ti también te gustaría que tuviéramos unas fotos haciéndolo?

-Si. Pero de ahí a que Emilio sea el fotógrafo….

-Pero si llamamos a un profesional……nos cobrará una pasta y al final tendremos que follar delante de el.

-Si quieres fotos, ya tienes suficientes en el ordenador. Ya me has hecho bastantes. Dije yo.

La conversación se interrumpió bruscamente. No volvimos a hablar de ello en un tiempo relativamente largo.

Habían pasado dos meses desde aquel día y mi marido, recién estrenado marido, pues llevábamos casados 8 meses, no me había vuelto a hablar de aquello. Lo tenía olvidado. Eso parecía.

Una tarde al salir de mi trabajo, recibí la llamada de mi marido. Me citaba en una cafetería cercana a mi lugar de trabajo. Me dijo que estaba con Emilio tomando un café. Que se había encontrado casualmente con el y que me acercara hasta allí y luego, de saludar a Emilio, nos iríamos a casa en el coche. Así lo hice. Fui a la cafetería donde los vi sentados en una mesa. Charlaban y fumaban animosamente y se reían.

-Hola. Saludé a la vez que ellos dos se levantaban y me besaban.

-¡Diana! Cuanto me alegro de verte. Le comentaba a Pedro que hacía que no te veía casi desde vuestra boda. Por lo que veo te ha sentado bien casarte. Estas muy guapa.

-Gracias. Le dije sonriendo mientras tomaba asiento con ellos.

-Me he encontrado con Emilio aquí cerca y le he invitado a tomar un café. En vista de la hora que era y como sabía que ibas a salir ya, te he llamado para que nos reuniéramos aquí. Dijo mi marido.

-Si. He venido a hacer unas gestiones. Pero los cafés los pago yo. Voy a cobrar un trabajo, si es que lo puedo entregar. Indicó Emilio.

-Como quieras hombre. No vamos a discutir por quien paga cinco euros. Dijo mi marido.

-Eso está bien. Señaló Emilio.

-Bueno, si hubierais discutido más, hubiera pagado yo. Dije sonriendo.

-Bueno ¿Y como os va la vida de casados coño?

-Pues bien. Muy bien. Apuntó Pedro.

-¿Y tú Diana como lo llevas? Preguntó Emilio.

-También bien. Ahora todo resulta nuevo. La casa, comidas, ropas. Ya sabes, esas cosas que hacen los matrimonios.

-Con el tiempo todo será más sencillo. Supongo. Comentó Emilio.

-Tienes que buscarte una novia y casarte. Ya es hora que sientes la cabeza Emilio. ¿Qué edad tienes ya? Le pregunté.

-31. Son pocos. Vosotros es que habéis sido muy prematuros. Dijo el.

-No te creas Emilio, yo tengo 30 y Diana 28. Le explicó Pedro.

-¿Pero tienes novia ya? Le pregunté.

-No. Tengo amigas. Además ahora estoy muy ocupado en abrirme camino con esto de las fotos. Dijo señalando un sobre que había sobre la mesa.

-¿Qué tal te va? Le pregunté.

-Bien, bien. Ahora venía a una casa aquí cerca, a entregar estas fotos que hice, pero no están. Me he encontrado con Pedro y nos hemos venido a tomar un café. El tenía que hacer tiempo para recogerte y yo para que estos clientes lleguen a su casa.

-Eres difícil de ver Emilio. Le dije.

-Lo sé. Pero es que ando muy ocupado con lo de las fotos. No quiero perder ninguna oportunidad. Me he jurado que tengo que ser alguien en este mundo. Al menos lo voy a intentar con todas mis fuerzas. He invertido mucho dinero en equipo. Voy haciendo trabajillos y me los van pagando bien. Estas fotos que traigo a este matrimonio son de…., bueno os lo diré, pero no os riáis de mí. Son de un cadáver.

-¿De un cadáver? Preguntó Pedro.

-¡Jesús que cosas! Exclamé yo.

-Si. Del padre de el. Ha fallecido hace una semana. Un tío con pasta. Como me anuncio en varios sitios extraños, porque estoy abierto a cualquier tipo de fotos, se pusieron en contacto conmigo y me lo propusieron. Yo tenía que ir al tanatorio y hacer fotos allí. Pero es curioso, no sólo querían fotos del muerto, si no que también querían que hiciera fotos a todos los que se presentaban por allí a darles el pésame o a acompañarlos. No es que me guste, pero me lo pagan bien. Hay gente muy rara por el mundo.

-¡Que barbaridad! Fotos de un muerto. Hay que ser morboso. Dije.

-La verdad es que parece que les falta un punto. Dijo Pedro.

-Mira, yo llegué, hice las fotos, fui al cementerio, hice unas doscientas fotos, las metí en este DVD y ya está. Reportaje y listo. 300 Euros tienen la culpa. Me pidieron discreción y yo se la doy. Nunca se sabe. Eso sí, la gente al verme hacer fotos al cadáver, alucinaba. Pero me daba igual, yo tiraba y tiraba fotos. Luego descarté las que yo he considerado que no estaban bien y el resto las he guardado en este DVD. Ahora ellos si quieren, que las impriman o que hagan lo que deseen con ellas. Mi trabajo termina, cuando dentro de un rato, me paguen mis trescientos.

-¡Joder Emilio fotos de un cadáver! Exclamo Pedro.

-Lo sé. Lo sé. Yo quiero hacer otro tipo de cosas. Echarme a la calle y fotografiar la realidad de la vida cotidiana. A las gentes de a pie. Al que va a trabajar. Pero eso no se paga. Para eso tengo que tener un nombre. Y luego, con un nombre hecho, podré exponer esas fotos que voy haciendo de cuando en cuando. Tengo algunas muy buenas. Son increíbles. Eso me abrirá las puertas de las revistas y de los periódicos.

-Hay mucha competencia en todo Emilio. Le dijo Pedro.

-Lo sé. Pero modestia aparte, soy muy bueno. Me gustaría que vieras las fotos de este cadáver, dijo señalando el sobre que descansaba en la mesa, parece que esta vivo.

-No gracias. No creo que sea muy agradable ver un tipo muerto. Dijo Pedro.

-Pues es como hacer una foto de un árbol. Esta quieto. Dijo riendo. Bueno, todos salimos quietos en las fotos. Algún día se harán fotografías que tendrán un chip y la persona fotografiada se moverá e incluso nos dirá algo, como por ejemplo un saludo….! Que se yo!

-Eso esta muy lejos. Dije.

-No te creas Diana. Se avanza muy deprisa. Aprendes a hacer algo y cuando ya lo has aprendido, hay otra cosa que aprender. Todo se queda obsoleto. Avanzamos demasiado deprisa.

-Eso si es cierto. Dije pensativa.

-Bueno, pues aún me queda media hora hasta que estos tipos vengan. ¿Queréis otro café? Es decir, si no tenéis prisa.

-Vale. Tomaremos otro. Dijo Pedro.

-Yo soy muy cafetera. Dije.

-¿Cuándo nos vas a hacer una visita? Le preguntó mi marido.

-Pues cuando tenga tiempo. Vosotros ahora estaréis saliendo constantemente. Será difícil pillaros en casa.

-Me llamas un sábado y te pasas a tomar algo. Salimos, si. Pero también estamos en nuestra recién estrenada casa. Somos novatos y todo eso. Le dijo mi marido.

-Os llamo un día que tenga libre y os hago una visita si estáis. ¡Joder hacía cuatro meses casi nos os veía!

-Yo en mi trabajo, y Diana en el suyo. Y luego la casa. Los muebles y poner todo en orden. No te creas que hemos tenido tanto tiempo libre. Dijo Pedro.

-Me hubiera gustado haceros las fotos de la boda. Dijo Emilio.

-Lo sé. Pero las normas del restaurante eran claras. Y además, lo tuvimos que firmar en el contrato. No lo pensamos bien. Pero los padres de Diana querían ese lugar para la cena a toda costa. No hubo manera.

-Mis padres es que son muy anticuados. Allí se celebró la boda de ellos y querían que la nuestra se celebrase en el mismo lugar. Dije yo.

-Bueno, de todas formas os quedaron muy bien, por lo que recuerdo. Dijo Emilio.

Tomamos el café y nos fumamos un cigarrillo. Yo estaba apagando el mío cuando oí la voz de Pedro.

-Emilio

-Dime. Contesto el.

-¿Tienes alguna máquina de fotos que pueda ser capaz de estar tirando fotos sobre un trípode una hora?

-¿Una hora?

-Si. O un tiempo sin determinar.

-Tengo varias cámaras. Tengo una que adquirí hace dos meses que tiene memoria en disco interno. Es complicada, pero si la dejas sobre un trípode, te puede estar haciendo fotos durante mucho tiempo. Se usan mucho para la naturaleza. Los animales. Los nidos. Esas cosas. La dejas camuflada frente a un nido y te vas. No se escapa nada de lo que pase en el nido. Me costó una pasta. 4000 pavos. Ya veremos si la amortizo. Es que me encargaron un trabajo en la sierra de Madrid. Sobre los lobos. Bueno, me lo pagaron bien. 2000 euros. Pagué la cámara y ya he amortizado la mitad. ¿Pero la amortizare del todo? Espero que si. Tengo mucho dinero metido en esto. Todo lo que gano lo invierto. Os diré lo que voy a hacer. Cuando vaya a vuestra casa os regalaré una cámara, que yo ya no voy a usar. Esta nueva, pero a mi se me ha quedado antigua. Para hacer fotos en las vacaciones y esas cosas, os servirá. Dijo Emilio. ¿Pero para que quieres una cámara que pueda tira fotos una hora?

-¡OH no! para nada. Era sólo una curiosidad. Dijo mi marido.

-Pues si, ya os he dicho de mi ultima adquisición. Es complicada la maquinita en cuestión, pero ya le he cojido el rollo. Ahora sólo espero que me encarguen otro trabajo y la pueda amortizar. Quedaron contentos con mis fotos. Fijaos, de todas las que hizo la máquina, sólo se aprovecharon 106.

-¡Que barbaridad! Exclame yo.

-Ahora eso si, 106 fotos del lobo que aparecerán en distintas revistas. Y no sólo aquí en España. Habrá publicaciones en varios países. Quedaron muy bien y ellos muy contentos. Y yo con mis dos mil, también.

-Emilio, te puedo preguntar algo….Dijo mi marido.

-Dime Pedro.

-Si yo quisiera, es un suponer, hacer unas fotos de desnudos…. ¿Con que cámara debería hacerlas?

-¿Quieres hacer fotos? ¿De desnudos? Preguntó Emilio.

-No. Bueno es sólo una curiosidad. Dijo mi marido ante lo que empecé a ponerme nerviosa.

-Tengo una máquina especial para eso. Hace fotos en blanco y negro, en color y con tonos. Se usan mucho en las pelis, bueno en los rodajes porno. Como te he dicho tengo todas las jodidas cámaras de fotos del mercado. Calculo que llevo gastado en material 50 o 60.000 euros.

-¿Y esas cámaras cuestan mucho? Preguntó Pedro.

-¿Cuál la de los desnudos?

-Si.

-Pues hombre a mí creo que me costó unos 4000 pavos. ¿Te quieres comprar una?

-No. No, que va.

-Ya te veo venir, tú quieres hacer fotos a Diana. Dijo sonriendo.

-No hombre, era sólo curiosidad.

-Mirar si queréis unas fotos de desnudo, solo tenéis que decírmelo. Yo os las hago encantado. Somos amigos y no os cobraré nada.

-Yo no quiero unas fotos desnuda. Dije yo levantando la voz.

-Os puedo hacer fotos sin que se os vea nada. Os lo garantizo.

-¿Y como es eso? Preguntó Pedro muy entusiasmado.

-Hay muchas posturas. En mujeres y hombres. Se aprecia el desnudo integro pero no se ve nada. A ella ni se la ven los pechos ni nada y en los hombres igual. Hombre el culete, si que se ve, al menos frontalmente. Pero hay un campo muy grande de posiciones para ocultar. Es lo que hacen básicamente en la pelis pornos. Hacen fotos serie B. No son pornográficas. En realidad, las hacen de dos tipos. Unas donde se ve todo, con sexo y eso, y otras donde no se ve nada, solo la postura. Tienen distintos mercados. Ambas se pagan bien. Pero hay países en que la pornografía no entra. Y revistas donde no se pueden publicar. Pero vamos, si queréis unas fotos así, no tenéis más que decirlo.

-A mí si me gustaría tener unas fotos de Diana así. Dijo mi marido.

-Pues si a ti no te importa, dijo mirándome, voy a vuestra casa y os la hago cuando queráis.

-A Diana le da vergüenza. Dijo Pedro.

-Soy profesional Diana. Cuando hago fotos, sólo hago fotos. No veo a las personas, veo la imagen que voy a retratar. Lo que voy a inmortalizar.

-Yo se que Pedro quiere tener unas fotos de ambos desnudos. Lo sé. Pero me da vergüenza. Una cosa es que le deje que me haga alguna foto con la cámara digital y otra muy distinta es que me las haga un fotógrafo.

-Es lo mismo. Sólo que un fotógrafo te las hará magníficas. Con una buena cámara. Para enmarcar.

-A mi no me importa. Dijo Pedro. Si Diana acepta, si me gustaría.

-¿Que te gustaría que Emilio nos hiciera unas fotos desnudos? Pregunté alarmada.

-No me importaría. Es nuestro amigo. Dijo Pedro.

-En serio os lo digo. Si lo pensáis, solo tenéis que decírmelo. Yo, encantado de poder serviros de utilidad. Yo y mi experiencia.

-Diana es muy recatada. ¿No la ves? Dijo Pedro.

-No soy recatada, pero me da vergüenza.

-¿Qué clase de fotos queréis haceros? Preguntó Emilio.

-Ninguna. Dije yo.

-Pues de desnudo. De cuerpo entero. Dijo mi marido.

-Pero…. ¿Queréis mostrar todo? Quiero decir si querías mostrar….

-Claro. Sería lo razonable. Dijo Pedro.

-¡Estás loco si crees que me voy a dejar fotografiar desnuda!

-¿Porqué el fotógrafo es Emilio? Pregunto el.

-Por que no. Dije yo.

-¿Si lo que te preocupa Diana es que sea yo quien os haga las fotos y os pueda ver desnudos os puedo mandar a un amiguete que se dedica a lo mismo? Pero este os cobrará. Y esas fotos son caras. Pero vosotros no andáis mal de dinero. No creo que sea un problema.

-No es eso Emilio, es que me da cosa.

-Veréis, lo pensáis bien. Si decidís que queréis tener unas fotos así, me lo decís. Yo puedo hacerlas. Os doy unas indicaciones y ya está. Y no temas Diana, no es necesario que te vea desnuda….

-¿Entonces como vas a hacer las fotos? ¿Con los ojos vendados? Dije.

-No. Quiero decir que no es necesario que te vea "todo". Que hay posturas, que yo te indicaría y cuando estuvieras preparada, haría 10 o 15 fotos de cada posición y luego escogeríamos las mejores de cada postura. Y a ti Pedro igual. Pensarlo y me llamáis. Ahora me tengo que marchar. Estos ya habrán venido.

-¿Dónde vas luego? Pregunto Pedro.

-A mi casa. Dijo el.

-¿Te importa que te acompañemos y luego te vienes con nosotros al barrio?

-Sería fantástico. No tendría que volver en metro o en taxi. No tardaré en la gestión.

A mí no me gustó mucho la iniciativa de Pedro porque sabía por donde iban los tiros. Pero lo acepté. A fin de cuentas Emilio era nuestro amigo.

Emilio entregó las fotos del cadáver. Le pagaron y nos montamos en el coche de regreso a nuestro barrio. Por el camino, Pedro volvió a la carga. Secundado por Emilio.

-Pero si nos haces las fotos, te las tengo que pagar. Dijo.

-No insitais Pedro. No os cobraré nada. Sois mis amigos.

-Pero gastarás material y esas cosas.

-No me supone ningún gasto. Son digitales. Luego si queréis imprimirlas, lo hacéis vosotros. Os recomendaré un sitio muy bueno. Y barato.

-Bueno, si Diana quiere…….. Dijo mi marido.

Yo callaba. En el asiento de atrás pensaba como sería aquello de una sesión de fotos con Emilio como fotógrafo. Les oía hablar sin prestar atención hasta que algo me devolvió a la realidad.

-Si, te lo juro que las hice. No te las puedo enseñar porque no tengo ni copia de ello. Yo, ese tipo de fotos, cuando las hago, las descargo en el DVD y se lo entrego a ellos.

-¡No jodas, no me lo puedo creer! Decía mi marido.

-No te miento. Te lo juro. Contestaba Emilio.

-¡Que fuerte, tus vecinos!

-Y no pasa nada. Nos vemos en el portal, en la escalera y "hola" y "Adiós". Como siempre. Esto es así Pedro. Soy profesional. Ya te lo he dicho.

-¿Qué les hiciste unas fotos a tus vecinos haciéndolo? Pregunté.

-Si. Como lo oyes. Me dijeron lo que querían y les dije que yo no tenía problemas. Fueron fotos porno en toda regla. Las basculé en el DVD y se las entregué. Luego, como me negué a cobrarles, me hicieron un buen regalo. Una escultura traída de Pakistán, de un viaje que han hecho hace poco. En agradecimiento.

-¿Y no les daba vergüenza que estuvieras viendo lo que hacían? Pregunté asombrada.

-No. Ellos se centraron en lo suyo y yo en lo mío, que no era otra cosa que hacer las mejores fotos que podía. Luego las visionamos en el ordenador y les ayude a descartar las que a mi juicio estaban peor.

-De esas si me gustaría tener a mi unas cuantas con Diana. Dijo Pedro.

-Vosotros mismos. Me tenéis a vuestra entera disposición. Fijar el día y allí estaré. Me decís que es lo que queréis y ya está.

-Diana es muy…..Empezó a decir Pedro.

-Diana no es muy……Diana es normal. Lo que la pasa es que no la gusta que la hagan fotos desnuda. Dije muy digna.

-Bueno yo no me meto en eso. Son cosas vuestras. Pero si decidís hacerlo, que sepáis que podéis contar conmigo. Ya hemos llegado. Dijo Emilio.

Bajó del coche ante la frustración de Pedro y abrió la puerta de atrás, me dio un beso de despedida.

-Me alegro mucho haberos visto y haber estado con vosotros. Y pensarlo. Llamarme. No es tan grave Diana. No te veré nada que no queráis que vea.

Se alejó saludando con la mano y emprendimos la marcha hacia nuestra casa. Ya allí, me enfrenté a Pedro.

-¡No me puedo creer que le hayas dicho a Emilio lo de las fotos!

-No he quedado en nada con el.

-¡No me puedo creer que no te importe que me vea desnuda!

-Es fotógrafo. También te ve el coño el ginecólogo, e incluso te mete sus dedos, y no pasa nada.

-No es lo mismo Pedro.

-No. Tienes razón. Emilio nos haría unas fotos. El ginecólogo te soba con sus dedos.

-Ya pero es un cortazo Pedro. Es un cortazo que un amigo nuestro nos haga fotos desnudos. Ya sabes que no me importaría tener unas fotos desnuda. De hecho ya me has hecho fotos así, pero Emilio…..me da vergüenza que me vea desnuda.

-Ya nos ha dicho que no verá lo que no le queramos enseñar.

-De todas formas Pedro, si nos hace unas fotos desnudos, nos verá. Es inevitable. Dije yo.

-Pues nos ve. ¡Qué más da! Además, si queremos unas fotos que inmortalicen nuestros cuerpos….

-¡Esta bien, lo haremos! Dije sin mucha convicción.

-¿Qué quieres decir? ¿Que no te importa que Emilio nos haga las fotos?

-Hombre, si que me importa, pero si lo que quieres son las fotos, podemos valorar la idea. Le dije.

-De acuerdo. Mañana mismo le llamo.

Al día siguiente Pedro le llamó. Hablaron largo rato. Al término de la conversación, mantuvo otra conmigo.

-¿Qué te ha dicho? Pregunté.

-Nada. Que de acuerdo. Que viene el viernes por la tarde. Tiene libre este fin de semana.

-¿El viernes?

-Es lo que me ha dicho él. Tendrá algo que hacer el sábado, o le vendrá peor. No me iba a poner a discutir con el sobre el día. No nos va a cobrar nada.

-Ya, ya. ¿Y que más te ha dicho?

-Nada. Traerá la cámara de fotos esa, la de los desnudos. Me ha dicho que si queremos fotos limpias o totales….

-¿Cómo limpias?

-Si. Que si queremos fotos del cuerpo sin que se nos vea nada o si las queremos en las que se nos vea todo.

-¿Y tú que le has dicho?

-Que queremos fotos desnudas, en las cuales si se nos tiene que ver todo, pues que se nos vea.

-¿Me estas diciendo que le has dicho que me va a ver el coño?

-¡Como nos va a hacer fotos de desnudo si no nos ve enteramente Diana! Nos tendrá que ver en algún momento al cambiar de posición, así que lo mejor es que nos vea desde el principio. El mismo te lo dijo, es un profesional. Y además es nuestro amigo. También me ha sugerido alguna cosa.

-¿Cómo qué? Pregunte algo molesta y no exenta de nervios.

-Me ha sugerido que nos apañemos un poco.

-¿Qué nos apañemos un poco?

-Si. Que nos arreglemos el pubis. Que tú te depiles los vellos de las piernas. Dice que sale muy feo en las fotos. Pero que al el le da igual. Que como queramos hacerlas, las hará.

Ese día era jueves. Al día siguiente Emilio vendría a nuestra casa. Sigo sin saber como acepté, pero me dispuse a ello. El viernes a mediodía, después de comer me duché. Mejor dicho me bañé. Antes me había depilado el pubis a conciencia. No enteramente, pero confieso que le di una imagen muy sensual. Y excitante, incluso para mí. Pedro también se recortó algo el vello, según me dijo, para que su pene se mostrara esplendoroso y sus pelos no quitaran protagonismo a su polla. Luego, me maquillé y esperamos a que llegara Emilio. Mis nervios iban en aumento. Estaba a punto de decirle a mi marido que me echaba atrás, cuando sonó el timbre de nuestra puerta. Era el. Era Emilio.

-Puntual como te dije Pedro.

-Pasa, pasa. Deja esto aquí. ¡Pues si que has traído equipo!

-Soy profesional y mi trabajo procuro hacerlo lo mejor que sé. Dijo dejando los bolsos en el suelo.

Pasó al salón y me saludó con un beso en la mejilla. Luego nos preguntó donde íbamos a hacer las fotos, si en la habitación, el baño, el salón. Pedro le dijo que en salón y a el le pareció bien. Estuvo mirando con un aparato la luz que había en el salón y quitó un par de cuadros, cambiándolos de sitio. Luego empezó a sacar artilugios de los bolsos y preparó una cámara que por la pinta que tenía debía valer algo más de 4000 euros. Yo serví unos refrescos y empezó todo.

-Bueno, pues ya os podéis desnudar cuando queráis. Os ponéis una bata, preferiblemente de raso o seda si tenéis, y os venís acá.

Nos fuimos a nuestra habitación y nos desnudamos en silencio. Cuando estábamos desnudos completamente, Emilio abrió la puerta de nuestra habitación sorprendiéndonos. Me giré de espalda a el y traté de cubrirme con la bata a duras penas.

-Disculpar, venía a deciros que si queréis, ya que vamos a hacer las fotos, podéis poneros algo encima. No sé, tú Diana, medias, unas bragas o un tanga. Siempre son bellas y eróticas ese tipo de fotos y tú Pedro una corbata, una camisa desabrochada que te tape algo, no todo. En fin que he pensado que ya que vamos a hacer fotos, hagamos muchas de todas las formas, luego descartamos las que no os gusten. Y cerró la puerta.

Me planté unas medias, un liguero, y un tanga. Arriba puse un sujetador. Parecía una puta. Pedro se puso una corbata encima de una camisa blanca que dejó desabotonada y un slip muy gracioso. Parecía un tanga. Luego nos cubrimos con la bata, yo sola, pues Pedro salio tal cual, y nos fuimos al salón donde Emilio esperaba fumando un cigarro.

-Estupendo. Dijo.

-Me he puesto esta corbata y esta camisa como me has dicho ¿Estoy bien? Pregunto Pedro.

-De maravilla. Y tú Diana ¿Te has puesto algo?

-Abre la bata mujer, que te vea. Pidió Pedro.

Como pude, no sin cierto rubor, abrí la bata de seda blanca para que el me viera.

-Maravilloso Diana. Bata blanca y ropa interior negra. Un buen contraste. Esto me da opción de hacer unas fotos más.

Nos dijo que nos sentáramos, pero que antes trajésemos una sábana de color para echarla sobre el sillón. Le traje una verde que tengo y la echaron por encima del sillón. Luego nos sentamos los dos mientras el preparaba la cámara.

-Ahora tú Pedro, deja sóla a Diana en el centro del sofá. Y tú Diana, ves abriendo tu bata lentamente. Yo haré fotos. Ábrela y sácatela, despreocupadamente, como si estuvieras sóla.

Me puse en pie, abrí mi bata y me la saqué. No sé las fotos que hizo Emilio. Luego supe que en esos instantes tan breves saco 50. Luego le tocó el turno a Pedro. Hasta ahí todo iba bien. Luego todo se complicó cuando me dijo que me desnudara.

-Bueno ahora siéntate ahí, y lentamente desabróchate el sujetador. Y te lo sacas, procurando levantar los brazos para que tus pechos se vean bien.

Más fotos. Muchas. Un gesto de fastidio se notó en su cara.

-¿Ocurre algo? Le pregunté con la boca seca por los nervios.

-El sujetador. Te ha dejado marcas. Saldrán en las fotos. Esperaremos un rato y mientras haremos las de las piernas. Necesito que te quites el liguero a un ritmo normal, como si acabaras de llegar a tu casa de una fiesta y te desnudaras. Luego, una vez quitado el liguero, te quitas el tanga y te quedas con las medias.

Ante mi pasividad y su espera con la cámara en ristre, levantó la mirada hacia mí.

-¿Qué pasa Diana?

-Es que me….da vergüenza….

-¡Vamos mujer! ¡Desabróchate el liguero y quítate el tanga! Seré rápido.

Me puse en pie frente al sillón y me quité el liguero. Luego me bajé el tanga dejando mi pubis frente a el. Emilio disparaba con celeridad una vez tras otra. Me moría de vergüenza. Pero todo dura lo que dura. Al cabo de 500 fotos, más o menos, ya me daba igual que me estuviese viendo desnuda. Mi marido también se había desnudado y había inmortalizado en la cámara de Emilio su cuerpo, incluida su polla y testículos.

Las marcas del sujetador habían desaparecido y pudo hacerme fotos de mis pechos. Ya se permitía tocar mi cuerpo para cambiarme de postura. Hasta ahí todo normal. Es un decir. La sesión llevaba unas 1000 fotos hechas. Sacó una tarjeta de memoria y tomó otra cámara. Y como si tal cosa, lo soltó de sopetón.

-¿No queréis inmortalizar vuestro sexo?

-¿Qué quieres decir? Pregunto Pedro.

-Que os puedo hacer unas fotos semi porno si quereis.

-¿Como...como...es eso? Pregunté.

-Pues como hacemos en las pelis porno. Ya sabéis. Dijo Emilio.

-No. No sé. Dije yo.

-Pues como si estuvierais haciendo sexo. Dijo sin inmutarse.

-Pero…no te entiendo….no sé….Dije sin entender nada.

-Lo que Emilio dice es que si queremos podemos follar y el nos hace fotos mientras lo hacemos.

-¿Cómo vamos a hacer eso? Dije.

-Diana, no pasa nada. Vosotros podéis hacer lo que queráis sin pensar que yo estoy aquí. Yo me limitaré a disparar fotos. Estamos entre amigos.

-Pero yo no soy una actriz porno. Dije.

-Lo sé. Pedro tampoco lo es. Pero yo soy un fotógrafo que ya he hecho fotos de esas. Saldrán bien.

-No. No quiero. Dije.

-Mira, te haré una pequeña demostración. Déjame guiarte. Ven, siéntate en el sillón.

Me senté en el sillón, aún con las medias puestas. Luego rodó todo por azar o por previsión, pero rodó y rodó.

Me senté en el sillón. Mantenía mis medias puestas hasta medio muslo. Me dijo que levantara las piernas encima del sillón apoyando los talones en el borde del mismo. Pedro estaba desnudo completamente. Su pene flácido delataba angustia. Sentada con los talones apoyados en el borde del sillón, Emilio separó mis rodillas dejando al descubierto por entero mi coño. Mi raja se apreciaba enteramente. Casi, metió la máquina entre mis piernas para hacer fotos de mi sexo. De esa guisa le dijo a Pedro que se sentara a mi lado. El obedeció. Le dijo que me besara y lo hicimos. El sacó más fotos. Luego la mano de Pedro, siguiendo las indicaciones de Emilio, se posó encima de mi pubis. El seguía haciendo fotos y de vez en cuando decía lo que quería de nosotros. Así fue como Pedro me tocó la raja y mis pezones se pusieron duros. Y su polla también. Momento que sirvió para hacer un descanso. Me puse la bata por encima y serví mas bebidas. Pero ahora no eran refrescos. Ahora tocaban unos cubatas. Tres. Uno para cada uno. Mientras bebíamos y fumábamos un cigarro Emilio nos comento lo que le parecía bien.

-Yo, si no os da vergüenza, os haría unas fotos porno.

-¿Cómo serían? Preguntó Pedro.

-Pues tendrías que actuar como si estuvierais solos. Tendríais que follar y esas cosas, dejándome espacio para buscar los mejores ángulos.

-¡Yo no me voy a poner a follar! Dijo Diana.

-Es el momento Diana. Me tenéis aquí. Os puedo sacar todas las fotos que queráis. Mataremos tres pájaros de un tiro. Fotos vestidos, desnudos y follando. ¿Qué me decís?

-No sé. Dijo Pedro.

-Como queráis. Tenéis fotos eróticas con ropa, sin ella. Solo faltan estas y estaréis completos. Yo estoy a lo que me digáis.

-No sé…..a mi no me importa, si quiere Diana. Dijo mi marido.

-Pero Pedro por dios, como nos vamos a poner aquí en el sillón a follar con Emilio delante.

-Esas fotos son muy caras. Se paga mucho porque te las hagan. Y os garantizo que quedan de la ostia. Pero si no queréis, guardo la máquina y finito.

-Yo si quiero. Dijo Pedro.

-Tenemos que querer los dos. Dije.

-Diana, una vez llegados hasta aquí, no veo nada malo en ello. Por mí no os preocupéis. Soy vuestro amigo. Todo quedará aquí. Y las fotos las descargaré en vuestro ordenador. Me iré como he venido. Limpio.

A duras penas me dejé llevar por las circunstancias. Pedro se arrimó hacia mí y empezó a tocarme. Los pechos, el vientre, el pubis, mi raja. Su dedo iba y venía como midiendo la longitud de mi grieta.

Noté con cierta incredulidad como su pene iba creciendo. Parecía que no le importaba lo más mínimo la presencia de Emilio. El mientras, se afanaba en tirar y tirar fotos. No recuerdo como me vi con la cabeza agachada sobre las piernas de mi marido. Su pene entraba en mi boca una y otra vez. La presencia de Emilio me pasaba inadvertida ya. Yo ya estaba excitada. Me sentía mojada. De hecho ya no notaba la presencia de Emilio. Me estaba dejando llevar por el deseo de ser follada por Pedro. Me apliqué en la felación. Su polla estaba demasiado dura. Como si de una señal se tratara, Pedro la arrimó a mi raja y se deslizó dentro de ella. Yo estaba muy mojada. De inmediato empecé a sentir placer. Emilio se afanaba en tirar y tirar fotos. Le vi un par de veces metiendo la cámara entre nuestros cuerpos. Me importaba muy poco que nos viera follando. Es más, me gustaba que nos viera hacerlo delante de él. Pedro fue más osado. Fue más allá. Me la sacó de dentro y me cambió de postura. El quería que se la chupara otra vez. Y lo hice. Pero entonces la presencia de Emilio se hizo notar. Me dio unas indicaciones de cómo tenía que hacer la felación y contrariamente a lo que yo pensaba, le hice caso. Luego le indicó a Pedro cómo se la tenía que menear. Pedro se había masturbado varias veces. Lo sé. Pero Emilio le decía cómo tenía que poner la mano para que las fotos que el estaba haciendo, salieran bien y no le taparan la polla. Perfectas, en palabras de Emilio. Como Pedro no entendía lo que le decía Emilio, este hizo algo que no era ni lo normal, ni lo esperado. Bajó la cremallera de su pantalón vaquero y se sacó el pene. Lo tenía duro. Vaya si lo tenía duro. Hizo algo que me excitó mucho. Abrazó su tronco con la mano y trató de demostrarle a mi marido como debía hacerlo el. Pero el pantalón se lo impedía. No sé si lo hizo pensando o no, pero soltó la cámara y se bajó los pantalones y los calzoncillos, dejando que estos reposarán alrededor de sus tobillos. Entonces presté atención a lo que se estaba representando en mi salón. Sentada en el sillón pude ver como Emilio empezaba a masturbarse. Pensé que se estaba haciendo una paja. Pero no. Estaba tratando de explicar a Pedro como se la tenía que menear para que el pudiera hacer las fotos. Pedro hizo exactamente lo que Emilio le decía. Al ir a tomar de nuevo la cámara para seguir tirando fotos, tropezó con sus propios pies debido a que tenía los pantalones bajados. Quizá lo hizo sin darse cuenta. No lo sé. Pero Emilio, ayudado por sus pies, sacó sus zapatos y dejó sus tobillos, apretándolos uno contra el otro, liberados de pantalón y calzoncillos. Emilio se había desnudado. Solo mantenía su camiseta ajustada a su cuerpo. Mientras Pedro seguía meneándosela, me dijo que yo abriera mis piernas y me masturbara a la vez que me tocaba el pecho. Lo hice. Yo estaba fuera de sí. Estaba salida. Abrí mis piernas y comencé a acariciar mi raja. A Emilio no debió gustarle cómo lo hacia y ahora fui yo quien recibió sus indicaciones. Pero esta vez, el se acercó con su mano a mi raja y me puso sus dedos en ella para tratar de indicarme cómo debía hacerlo. Mi réplica no se hizo esperar.

-¡Ey, ey! ¿Qué haces Emilio?

-¡Oye Emilio, tú haces fotos! ¿Qué es eso de tocar? ¡Coño! Dijo Pedro.

-Perdonad, yo sólo quería mostrarte como se hace para que la foto salga bien. Lo siento. Dijo disculpándose.

-No te pases ni un pelo. Le dijo mi marido. Tú a hacer fotos y ya está. En eso hemos quedado.

-Bien, bien….no os preocupéis. Yo sólo quería enseñarle como se hacía. Siento lo que ha pasado. Me he dejado llevar. Es lo que hago en los rodajes.

Yo me quedé como paralizada. Emilio me había tocado. Ligeramente, si. Pero me había tocado mi coño. Y lo peor es que ya no había remedio. El se mantenía desnudo, pero su polla estaba apuntando para el techo. Estaba dura. A Pedro se le pasó el ligero atisbo de enfado con Emilio, pues enseguida se puso manos a la obra. Me levantó del sillón donde me encontraba sentada y se sentó el. Emilio no decía nada. Disparaba fotos una tras otra. Como le parecía.

-Ven Diana, chúpamela. Me dijo mi marido.

Naturalmente me hinqué de rodillas en el suelo y metí mi cabeza entre las piernas de mi marido. Tomé su polla en la mano y la engullí dentro de mi boca. Emilio seguía a lo suyo que no era otra cosa nada más que tirar fotos. Inicié los vaivenes con la boca de subida y bajada proporcionándole a Pedro un intenso placer. El cerró los ojos y dejó caer su espalda sobre el respaldo del sillón. Los abrió al oír la voz de Emilio.

-Me vais a perdonar, pero si te pones en pompa Diana, podré tirar unas fotos alucinantes desde entre tus piernas. A la vez que podré plasmar el coño en primer plano desde una perspectiva distinta.

-Levanta Diana, ponte como dice Emilio, pero no pares en lo que haces. Me dijo mi marido.

Me puse en pompa y me agaché de nuevo para continuar con lo que hacía. Puse mucho empeño. Tanto que Pedro, que en un principio acariciaba mis pezones, se cruzó las manos detrás de la nuca, para así poder centrarse más y mejor en lo que sentía en mi boca. Yo seguía a lo mío. Emilio a lo suyo. Yo estaba muy excitada y mojada y con la mano sobrante, la llevé hasta mi entrepierna y me toqué. Emilio bajo la cámara y se puso ciego a hacerme fotos con mis dedos enredados en mi vello. Cerré los ojos, pero los abrí de inmediato al sentir algo en mi glúteo. Miré a mi marido. Seguía con sus manos en el mismo sitio. Y con los ojos cerrados. Giré la cabeza. Era Emilio. Había posado la palma de su mano en mi culo. Lo miré a la cara y no dije nada a la vez que giraba la cabeza otra vez para engullir el pene de Pedro. Eso le debió dar alas. Su mano fue más sagaz y bajó hasta mi raja. Allí se junto con mis dos dedos. Tanteó mi abertura y palpó a su gusto deleitándose en la humedad de mi vagina. Yo no dije nada. Emilio me estaba tocando el coño. Abrí los ojos y miré a Pedro que con sus labios apretados no paraba de suspirar por el placer inflingido. Emilio penetró sus dedos dentro de mí y di un respingo y un bufido a la vez. Creí que me iba a correr. Y entonces me asaltó la idea. Recordé la polla de Emilio, tiesa, dura, apuntando alto. Me incorporé y abandoné el pene de Pedro en una larga y dolorosa espera. Me puse en pie. Emilio había sacado sus dos dedos de dentro de mí. Mi marido abrió los ojos.

-¿Queee…queee...que pasa? Dijo.

-Ahora vuelvo. Dije por toda respuesta.

Me ausenté del salón con mis pechos balanceándose hacia los lados y cuando salí por la puerta les eché un vistazo. Allí estaban ellos. Pedro sentado con su polla tiesa clamando expulsar sus líquidos y Emilio de pies, con su camiseta puesta y su pene duro apuntando a la cara de Pedro. Regresé de inmediato. Ellos seguían igual. En la misma posición. Un poco desconcertados, diría yo. Volví de mi habitación con un pañuelo negro en la mano.

-Te voy a vendar los ojos Pedro.

-¿Pero….para qué? Protestó él.

-Sólo con ellos vendados lo sabrás. Gozarás de mi boca.

No le di tiempo a protestas inútiles. Le puse el pañuelo alrededor de la cabeza y lo até fuertemente en su parte de atrás. Lo siguiente que hice fue tirarle hacia un lado del sillón de mi salón. El sillón es grande, demasiado grande. Se tumbó todo lo largo que es y abrí sus piernas. El esperaba que yo me fuera a su verga de nuevo, pero le puse mi coño en la boca para que lo lamiera. Y vaya si lo hizo. Emilio estaba anonadado. Le dije que siguiera tirando fotos y a duras penas tomó la cámara y continuó con su labor. Al cabo de unos minutos y en vista del placer que me estaba dando la boca de mi marido, me retiré de ella y me arrodillé encima del sillón, entre sus piernas y fui otra vez a su polla con mi boca. Empecé a gemir y a dejarme llevar por la salided que sentía. Le estaba haciendo una felación suave. Sin darme cuenta, me descubrí a mi misma acariciándome un pecho. Crucé la vista con Emilio que me miraba sin decir nada, y sin hacer fotos. Tal vez con esa mirada breve me delaté. Emilio se acercó tras de mí y volvió a tocar con sus dedos mi raja expuesta. Separé mis rodillas más, para dejarle más espacio. Para dejarle que su mano penetrara donde quisiera. Ladeé mi culo hacia la parte exterior del sillón mientras seguía con la felación a Pedro, que con sus ojos vendados apretaba una y otra vez sus labios más y más deseoso de que acabara aquello. Lo sé, soy su mujer. Emilio seguía sondeando más y más mi raja. Su pene me rozó el culo y ese fue el momento en que eché mi mano hacia atrás y lo tomé abrazando aquel tronco duro y caliente. No sé que cara puso Emilio. No le miré. Pero se debió sorprender cuando lo acerqué a mi raja. Todo lo demás, vino solo. Abandoné el tronco de Emilio en ese lugar y con esa misma mano tanteé los testículos de mi marido y con la otra mantenía el pene erguido para poder seguir subiendo y bajando mi cabeza por esa barra. Noté como el pene de Emilio me daba en el culo y con un movimiento hacia los lados traté de fijarlo lo más cerca posible de mi raja. Emilio lo guió hasta el orificio y se introdujo rápidamente en mí. Abrí y cerré los ojos. No sé que esperaba Emilio que pasara. Pero no paso nada. Yo no dije nada. Al contrario, me apreté contra el. Aquello lo debió interpretar como lo que era. Quería que me follara. Y vaya si lo hizo. Con sumo cuidado, sin movimientos bruscos, fue entrando y saliendo de mí con suavidad. Me estaba embargando el placer. Mis pezones hacía más de una hora que estaban duros, pero los noté más hinchados con el miembro de Emilio dentro. Un movimiento certero desató mi corrida. Ahogada, en silencio. Sin poder moverme. Estaba gozando como una loca. Estaba sufriendo y gozando un gran orgasmo que provocó en mí unos temblores notorios a todas luces. Entonces mi marido se incorporó ligeramente y abrió su boca.

-Ahhhh….me cororooooo…ooo….Ohhhhh….

Dejé que se vaciara en mi boca. Emilio sacó su pene de dentro de mí y apretó su mano en su glande. Salió disparado al baño para poder terminar de correrse. La polla de Pedro seguía dura, pero limpia. Se desató el pañuelo y me dijo algo parecido a….

-Tenías razón. ¡Como me he corrido! Como nunca. ¿Y Emilio?

-Ha debido ir al baño. Le dije mientras me sentaba en el sillón y ahogaba en mi interior los últimos vértigos de placer que sentía en mi vagina.

Sonó la cisterna y Emilio regreso con su pene flácido y su camiseta ajustada. Miré la máquina de fotos que yacía sobre la mesa. Un parpadeo rojo procedente de un botoncito, llamó mi atención. No le di importancia. Emilio me miró y luego miró a Pedro. Estaba nervioso. Pedro le notó raro.

-¡Joder Emilio parece que has visto al mismísimo demonio!

  • Lo único que ha pasado es que no he podido soportar más y me he ido. Dijo a modo de disculpa.

-Espero que hayas hecho muchas fotos. Dijo mi marido.

-No ha parado de hacer fotos. Contesté.

El asintió con la cabeza. Tomó su pantalón y sus calzoncillos y se los puso.

-¿Ya hemos acabado? Pregunto mi marido.

-Yo creo que si. Dijo Emilio. He tomado muchísimas fotos.

-En ese caso me vestiré. Dijo Pedro sin pensar para mí en nada. No hacía falta. Yo ya me había corrido con la polla de Emilio y el también lo había hecho con mi coño. Aunque se hubiera corrido en su mano.

Emilio recogió las cosas y dijo que se marchaba a toda prisa. Se le veía nervioso. Tomó la máquina de fotos y extrajo la tarjeta de memoria de ella. La dejó en la mesa y nos dijo que la visionáramos en el ordenador. Que elimináramos las que no nos gustasen.

-¡Pero tendrás que ayudarnos a elegir! Dijo mi marido.

-No es necesario que yo vea las fotos Pedro. Yo las hice como profesional, ahora vosotros las podéis admirar. Sois mis amigos y no creo que este bien que yo me recree en las fotos.

Aquello convenció a mi marido. Es más, hasta le gustó lo que le dijo Emilio. Lo que Pedro no podía ni imaginar es que Emilio me había follado mientras yo se la chupaba a él.

Emilio nos dejó. Se llevó su equipo excepto la tarjeta. Nos dijo que ya se la daríamos. Que tenía más. Yo le dije que pasara un día por casa a recogerla. Se despidió con un beso y Pedro, una vez solos, trajo el ordenador portátil y descargó las fotos. Tuve suerte. Pedro se levanto al baño, a orinar según me dijo, justo en el momento en que después de tres fotos más, aparecieron las fotos de Emilio follándome por detrás. Había dejado la máquina encima de la mesa con el disparador temporizado sin darse cuenta. Como la máquina no hacía ruido, fue fotografiando la secuencia del polvo que me echó Emilio. Nadie nos dimos cuenta. Ya sé que Emilio tampoco se dio cuenta. Saqué la tarjeta del ordenador y cuando Pedro regresó me tiré encima de él como una leona.

-¡Basta ya de ver fotos! Ya me he excitado otra vez. ¡Fóllame ahora mismo!

Aquello fue lo que me libró de que marido viera aquellas fotos. Fotos que al día siguiente, ya sola en casa, pude deleitarme viendo a la vez que me masturbaba. Aquellas fotos las guardé en un CD y las tengo a buen recaudo.

Emilio vino otra vez a mi casa a por su tarjeta y a por un regalo por habernos hecho las fotos. Mi marido le compró un estupendo reloj de pulsera. Yo le obsequié en su estudio, previa visita anunciada, con un polvo. Pero esta vez se corrió dentro de mí.

Así fue como una sesión de fotos en mi casa con fotógrafo amigo, se convirtió, quizás por las circunstancias, en los primeros cuernos que le puse a mi marido. Y en mi propio sillón y con el delante.

Coronelwinston