Una semana sin él

Los días en soledad, con su recuerdo, imagino tantas cosas... Cuando está su presencia alimenta mis deseos.

UNA SEMANA SIN ÉL

Hoy hace ya una semana que se fue y me ha llamado desde el aeropuerto: en una hora estoy en casa, ha dicho.

No se imagina lo cachonda que estoy desde que se fue; he visto cada noche la película porno que compramos en aquel sex-shop y esta noche lo tendré en casa otra vez. Me excito sólo de pensar en todo lo que le voy a hacer y que él no sospecha.

Desde que se fue he rememorado las escenas secretas que sólo yo conozco y que tanto me excitan; es inevitable pensarlas y no sentir como mi vulva palpita llena de deseo.

Y dentro de una hora estará aquí

Atrás quedarán los momentos vividos en soledad, en mi bañera…; las caricias propias apoyando mi culo en la lavadora…; mis dedos dentro de mí cuando el actor negro de tremenda verga destroza el culito de la rubia recauchutada

Esta noche la protagonista seré yo.

Desde la ventana lo veo bajar del taxi muy elegante, tan varonil él, y sonrío al pensar qué dirían sus clientes si lo oyeran llamarme perra con los ojos llenos de lujuria y pasión. No puedo evitar sentir como el flujo circula mojando mis braguitas y desconecto la luz de casa.

La puerta se abre y desde el salón en penumbra le oigo llamarme. Ya estoy aquí, dice, tratando de encender las luces que, claro, no se prenden.

Cuando sus ojos se acostumbran a la semioscuridad me ve sentada en su sillón, con las piernas abiertas acariciándome el coño empapado. Sus pantalones caen y emerge la forma de su verga aún prisionera del interior. La mamo sin liberarla, rozándola con mi lengua, marcando unos límites que se agrandan a cada segundo. Mis pezones duros exigen sus manos pero él batalla por deshacerse de la corbata. Ya imagino sus violentas embestidas dentro de mí pero quiero saborearlo por entero. Me encanta sentir como crece en mi boca, como se endurece hasta casi no dejarme respirar y sus jadeos son la música que desboca mis mares interiores.

He atado sus manos con la corbata y está a mi merced, sobre el sillón. Se retuerce de placer cuando mi lengua lubrica su ano y empiezo a masturbarlo. Se llena de saliva su boca y quiero que la escupa sobre mí pero no puede moverse. Me chilla puta, perra… sin importarme que nos oigan los vecinos y me excito aún más imaginando que nos oyen. Mi coño está inundado y él es un salvaje aún amarrado.

Lo libero y me lanza al parquet con una fuerza descomunal. Sus músculos se tensan y de su garganta se escapa un "te vas a enterar zorra" que casi me hace alcanzar el orgasmo. Yo trato de oponerme pero no puedo (ni quiero) resistirme a su potencia. De rodillas siento como dos dedos lubricados en mis fluidos me rasgan el culo hasta retorcerme de dolor. Y de placer… Separo mis nalgas con las manos y escupiéndome otra vez introduce otros dos dedos pero ya mi culo está dilatado y le pido que lo posea, que lo destroce. Embrutecido, con su mano dentro de mi culo, embiste cada vez con más fuerza. Ese dolor me lleva al clímax derramándome en su mano. No puedo evitar estallar de gozo con chorros de flujo que salpican el suelo y su cuerpo; sintiendo su mano ocupar todo mi culo. No quiero que pare y mis insultos le imprimen más velocidad a su potente brazo sintiendo cómo lo mojo todo, chorreándome. Me llena, ocupando la negra cavidad y, gritando mi penúltimo orgasmo, su leche cálida me inunda

Volverá a irse y mis escenas secretas lo seguirán siendo porque cuando lo tengo a mi lado él es el centro de mi existir y de mi placer

Margarithe Porlamer