Una semana en la playa

De cómo durante una semana en la playa llegué a conocer mejor al novio de la amiga de mi hermana.

Buenas gente, llevo ya un tiempo registrado en TodoRelatos y por fin me he animado a escribir mi primer relato. Espero que os guste.

Esto ocurrió hace unos años, cuando yo tenía 21. Ese verano íbamos a pasar el verano a la playa, como todos los años. La novedad es que ese año a mi hermana la acompañaban una amiga suya, Eva, y el novio de ésta, Andrés.

Eva era una chica guapa de cara, pelo castaño y buen cuerpo, bastante atractiva; pero con el que se me cayó la baba desde el principio era con Andrés. Un chico de 28 años, 1’95 de estatura así a ojo, con su barbita de dos días, sus ojos verdes y su pelo moreno un poco largo pero sin llegar a melena, estaba realmente para comérselo entero. Por lo visto solía jugar al baloncesto, y se le notaba, no tanto en la altura (apenas me sacaba cuatro dedos de alto) como en su complexión: fuerte, robusto sin llegar a gordo, y (según pude comprobar después) un tórax y abdomen fuerte y musculado pero sin exagerar.

Al presentarnos me dio la mano fuerte, con una media sonrisa y mirándome fuerte a los ojos. Bastó eso para que mi polla diera un salto.

“Parece que este verano será más entretenido que los otros”, pensé, y no me equivocaba.

Una tarde estábamos en la playa mi hermana, Eva y Andrés, tumbados en la arena. Serían las 7 de la tarde.

  • Puf, ya estoy un poco aplanada de estar aquí tumbada. ¿Os apetece que hagamos algo?

Andrés y yo no contestamos. Eva dijo:

  • Me gustaría ir a ver algunas de las tiendas que hay en el paseo del mar - y empezó a levantarse de su toalla.

  • ¿Os venís alguno? - nos preguntó mi hermana. Andrés y yo nos miramos y decidimos que estábamos muy bien donde estábamos. -Vale, no trabajéis tanto. Volveremos dentro de un rato.

Ellas se fueron y nosotros aprovechamos para estar un rato más tumbados. De paso yo aprovechaba para repasar bien a Andrés aprovechando que su novia ya no me tapaba la visión de su cuerpazo. Eso sí, mirando lo justo para evitarme una erección que me delatara.

Pasado un buen rato Andrés se incorporó y me dijo:

  • Parece que las chicas tardan lo suyo.

  • Sí, ya se sabe que cuando las mujeres van de compras... jeje.

  • Yo estoy un poco harto de estar tumbado, pero es que no me apetecía nada acompañarlas a comprar. Mi novia se pone muy pesada con los trapitos.

  • Je, y mi hermana.

  • Lo que echo de menos es practicar un poco el baloncesto. Desde que terminó la última liguilla no he hecho nada. Me estoy quedando fofo.

"Y una mierda, estás tremendo cabrón" pensé yo para mí, pero me guardé mucho de decirlo, claro. Sólo comenté:

  • Bueno, por el paseo del mar hay un par de canastas. Si quieres vamos allí a echar un uno contra uno y les mandamos a las chicas un mensaje para que no nos esperen.

  • ¿Tenéis balón en el apartamento?

  • Mmm, no, eso es lo malo, pero por el camino podemos comprar alguno, aunque sea malillo ya nos valdrá.

  • Vale.

Total, que fuimos para allá mientras por el camino comentábamos cosas sin importancia. Hay que decir que era un tipo majo, de los que te hacen coger confianza enseguida.

  • ¿Tú que tal juegas al baloncesto? - me preguntó al llegar.

  • Puf, pues la verdad es que soy bastante malillo. Seguro que me pegas una paliza.

  • Bueno, no te creas, que yo estoy un poco desentrenado, llevo dos meses sin hacer nada, antes sí jugaba más.

  • Jeje, pues yo llevo cuatro años sin hacer nada, desde que jugaba en el instituto.

  • ¿En serio? pues tampoco se te ve muy fondón.

  • Bueno, hago bastante ejercicio. La universidad me pilla a 2 km y voy andando todos los días, así que haz cuentas. Además, voy a nadar y más o menos controlo lo que como. Aunque tú estás más fuerte que yo, vamos (eso último no me lo pude callar).

  • Jeje, bueno, tampoco es nada especial no te creas. Hay gente de mi equipo que está bastante más fuerte que yo. Claro, que esos además se tiran las horas muertas en el gimnasio, y alguno se cicla de mala manera. Bueno, ¿echamos una pachanguilla?

Empezamos a jugar y por supuesto él me pegaba una paliza monumental. Siempre que me tocaba defender a mí él conseguía escaparse y tirar a canasta. Yo pocas veces llegaba a tirar. Aunque eso era lo de menos, claro, lo genial era el roce y las oportunidades para sobarlo un poco, jejeje. El cabrón además tenía un culazo de esos que lucen bien hasta en un bañador holgado, y el que llevaba en ese momento, sin ser ajustado, no dejaba mucho a la imaginación precisamente.

Hasta que llegó un momento, en una de las ocasiones en las que él atacaba y yo defendía en las que me puse detrás de él para ir a por el balón... excepto porque mi polla, que si no morcillona ya iba un poco, digamos, "despegada" para ese momento, se encajó entre sus nalgas... y empezó a reaccionar. El roce apenas duró un segundo, lo justo para apartarme antes de que mi polla empezara a crecer más de la cuenta. Tiró el balón a la canasta y me miró jadeando, con una sonrisa.

  • Pierdes 11 a 3. ¿Seguimos?

Quizá fuera cosa mía, pero aunque todo seguía normal, en su mirada me pareció notar un brillo curioso por lo que acababa de pasar. El caso es que justo entonces llegaron mi hermana y su novia con los trapitos y ya nos fuimos todos al apartamento. Esa tarde y noche me hice un par de pajas memorables dedicadas al cuerpazo y culazo de Andrés.

Al día siguiente por la mañana yo aproveché para quedarme en casa a estudiar para septiembre mientras todos los demás se iban a la playa. Pero al rato me aburrí y me puse a pensar en lo que había pasado el día anterior. Empecé a sobarme un poco el paquete, pero cuando ya la tenía semi dura se me ocurrió algo mejor.

Entré en la habitación donde dormía Andrés. Tenía algunas camisetas encima de la cama, entre ellas la que había llevado puesta el día anterior, una sin mangas que le daba aspecto de chulazo. La cogí y la olí. Joder, me encantaba ese olor, en parte a limpio, y en parte a macho. La olí dos o tres veces para llenarme bien de su olor hasta que me fijé en las zapas que había en el suelo. Unas adidas superstars blancas con las rayas grises, bastantes nuevecillas, con sus calcetines dentro. Una idea perversa cruzó por mi cabeza y cogí una de las zapas. Sin sacar el calcetín acerqué mi nariz y aspiré: un olor a limpio, ligeramente a sudor. Saqué el calcetín y olí la zapa: el olor del cuero hizo que se me pusiera como una piedra. Fui al lavabo para poder pajearme a gusto soltando toda la lefa sobre el lavabo: sin exagerar, debí de soltar unos diez gotazos. Joder, ese tío me estaba volviendo loco, pero parecía como si no se diera cuenta de nada. Yo había tenido muy pocas experiencias con hombres, y me imaginaba que esta vez la cosa tampoco pasaría de ahí, de las películas que yo me montaba y de oler un poco su ropa.

Andrés y su novia pasaron esa tarde juntos, cenaron fuera y llegaron al apartamento justo para ir a acostarse. No me habría importado compartir la cama con ellos, jejeje. El caso es que desde lo del baloncesto pasó un día entero sin que pudiéramos hablar. La mañana siguiente también me quedé solo en casa intentando estudiar, y justo cuando ya estaba pensando en darme otra vuelta por el cuarto de Andrés llamaron al timbre. Eran Andrés y Eva.

  • Hola, ¿cómo es que volvéis tan pronto?

  • A Andrés le ha picado una medusa.

Se encerraron en el cuarto de baño, mientras se lavaba y le ponía la crema antimedusas... y bueno, supongo que algo más harían. Al rato salió Eva.

  • Bueno, me bajo a la playa otro rato.

  • ¿Y Andrés?

  • No, él se queda, dice que ya ha tenido bastante playa por hoy. ¡Hasta luego!

  • Hasta luego.

Se formó una idea extraña en mi cabeza. Lo tenía al lado, tenía que hablar con él, aunque fuera por cualquier tontería. El picotazo de medusa podía ser un tema para empezar. Llamé a la puerta del cuarto de baño.

  • ¿Andrés?

Cualquiera hubiera dicho "espera, aún me queda un momento", pero él me dijo:

  • Sí, pasa.

Abrí la puerta y entré. Por poco se me cae la mandíbula al suelo: el cabrón estaba con unos boxer ajustados marcando todo lo marcable.

  • ¿Qué querías? - dijo en un tono algo seco pero sin llegar a ser maleducado

  • Ehm, no nada, sólo saber qué tal estás -joder, cada palabra me parecía una confesión de culpabilidad.

Andrés esbozó una sonrisa.

  • Gracias por preocuparte. La verdad es que la muy hija de puta me ha dejado el brazo hecho polvo, pero ya estoy un poco mejor.

Dijo esto sin dejar de mirarme a los ojos. Yo no sabía muy bien qué pensar. Entonces continuó como si tuviera algo que ver:

  • Mañana tenemos que echar otra pachanguilla al baloncesto.

  • Ah, me alegro de que te lo pasaras bien.

  • Sí, y tú también te lo pasaste bien, parece- dijo con una cierta intención. Yo intenté disimular:

  • Bueno, estuvo divertido la verdad.

  • Sí, ya. Pero vamos a ver Javi, ¿te crees que no me he dado cuenta de cómo me miras?

Joder qué corte, y yo que pensaba que eran miradas discretas.

  • Y ya de remate lo de antes de ayer, que por poco me la clavas allí mismo, jejeje.

  • Entonces, ¿no te molesta?- yo ya estaba un poco más relajado.

  • Mmm, no, estuvo bien -dijo ampliando su sonrisa. Sonrisas como esa son las que me pierden.- ¿Por qué me iba a molestar que te guste mi culo? Venga, no te cortes, míralo.

El cabrón se puso de espaldas y se bajó los boxer, poniendo el culo en pompa. Un culo duro, firme, sin vello, de esos que te los puedes estar comiendo durante horas. Y encima recién duchado. No sé lo que él pretendía exactamente con ese gesto, pero el caso es que cuando me quise dar cuenta de lo que hacía ya tenía mis labios recorriendo aquel culazo, dando bocados suaves sobre sus glúteos, disfrutando bien de su tacto y separándolos poco a poco para meter mi lengua entre ellos, buscando su ano. Él gemía suavemente. Cuando mi lengua empezó a juguetear con su ano empezó a gemir más fuerte y a hacerse una paja. Yo lo penetraba con mi lengua cada vez con más ganas, luchando por métérsela cada vez más adentro, aunque me doliera. Andrés se retorcía de placer gimiendo de tal manera que me estaba poniendo a mil. Me tuve que sacar yo también la polla y los dos empezamos a pajearnos como cabrones en celo. Nos corrimos casi a la vez; yo solté algunas gotas en mi mano, él se corrió como un bestia, llenando de semen el suelo del cuarto de baño. La cosa no había durado ni cinco minutos, pero eso sí, muy intensos. Con cierto pesar tuve que retirarme de su culo.

  • Puff, habrá que limpiar un poco esto- dijo sin ninguna emoción especial, como si aquello hubiera sido un accidente. Cogió la fregona y el cubo mientras yo me lavaba las manos y empezaba a preparar un aperitivo. Hasta que llegaron las chicas simplemente miramos la tele, sin decirnos nada.

Pasaron varios días y no volvimos a hacer nada más; de hecho Andrés apenas me dirigía la palabra o me miraba. Tampoco volvimos a jugar al baloncesto. Intenté concentrarme en los estudios, pero no podía evitar dejar de pensar en que la había cagado a base de bien. Eso sí, durante esos días me maté a pajas de mala manera con la ropa de Andrés. Era el único consuelo que me quedaba.

La última tarde por fin Andrés habló conmigo. Estábamos los dos solos en el apartamento.

  • Oye, quiero comprarme un collar como el que llevas -en esos días yo solía llevar un collar más o menos surfero, de esos de cuentas de madera-. ¿Me acompañas al puesto donde lo compraste?

Por supuesto acepté. Por el camino no dijimos nada, simplemente llegamos al puesto, eligió el que le gustaba y pagó. Lo que me sorprendió un poco más fue lo que vino después:

  • Ven, vamos a dar una vuelta. Aún falta para que lleguen las chicas, y tenemos que hablar.

Tras unos segundos de silencio, empezó:

  • La verdad es que aquel día yo sólo quería enseñarte mi culo, no que me lo comieras.

No parecía enfadado, sólo un poco divertido. Continuó:

  • Pero no te voy a negar que me gustó.

  • Sí, ya me di cuenta - añadí sin poder evitarlo.

  • Jejeje. Pero es que después me sentí muy raro. Yo a Eva la quiero un montón. Y tú eres el hermano de su amiga, que también es mi amiga. Me habías caído bien, empezaba a verte como un colega y de pronto...

  • Lo siento.

  • Pues no lo sientas. Estos días he estado dándole muchas vueltas a la cabeza y he pensado que el que seamos colegas no es incompatible con hacer otras cosas. Me encantó cómo me comiste el culo. Me dio cierto morbo lo que pasó el otro dia en el baloncesto, aunque no me va que me la metan. Y -aquí dudó un poco- igual te parece una burrada pero...

  • Dime.

  • Pues verás... nunca he conseguido que Eva me haga una mamada. Y ya sabes que los tíos tenemos nuestras necesidades. Así que había pensado que... bueno... como es el último día y ahora tenemos el apartamento para los dos solos...

  • Vale, no digas más; vamos para allá. Pero me tienes que prometer una cosa.

  • ¿El qué?

  • Que si te gusta cómo te la chupo, me la tienes que chupar tú a mí.

  • No, tío, no me sentiría cómodo, yo no soy gay.

  • Ni yo tampoco. Pero también me gusta que me la chupe un tío.

  • Jejeje, bueno, lo intentaré. Pero no te puedo asegurar nada.

Fuimos al piso a aprovechar el tiempo que quedaba antes de que las chicas volvieran de sus cosas. Al cerrar la puerta me sorprendió cómo se tiró a mi boca y empezó a pegarme un morreo monumental. Y yo que pensaba que tendría que insistirle más; definitivamente este chaval era una caja de sorpresas.

Me encantaba su forma de besar. Su lengua se entrelazaba con la mía llenándome toda la boca, con ansia pero sin prisas, sólo ganas de disfrutar el momento. Yo correspondía a su morreo con la misma fuerza mientras las manos se me iban a todas las partes de su cuerpo. Qué gustazo poder sobarlo entero. Masajeé su culo, su polla, sus brazos, su espalda, su pelo, otra vez su culo... no se terminaba nunca.

Fuimos hacia su habitación y allí tomé yo la iniciativa. Lo empujé suavemente para que se tumbara en la cama. Yo me tumbé encima de él y seguimos morreándonos mientras le desabrochaba la camisa. Luego me retiré un poco para desabrocharle el cinturón, mientras él se quitaba las zapas con un movimiento de pies. Le quité los calcetines y lamí la planta de sus pies. Él pegó un respingo, se ve que tenía cosquillas. No quise hacerle sufrir más y fui subiendo lamiendo sus piernas velludas, el único sitio donde me gusta que un tío tenga vello. Sabían un poco a la sal del mar y tenían el ancho y la musculatura perfecta. Seguí subiendo hacia sus muslos, empezando a notar el aroma de su polla, que ya se marcaba bien dura a través del boxer blanco. La acaricié mientras subía los labios hasta su abdomen, jugueteaba un poco con su ombligo y saboreaba su tableta de chocolate. Qué bien olía el cabrón.

Lamí un poco sus pezones para arrancarle un gemido y enseguida me arrastró hasta sus labios para morrearme hasta dejarme sin aire. Hacía tiempo que en esa habitación sólo se oían suspiros y gemidos. Por fin, dejé de sobar su polla y empecé a comerla por encima del boxer, marcando bien la forma. El olor de su polla ya empezaba a penetrar mis fosas nasales así que le bajé los boxer... y allí vino la sorpresa mayor de toda la semana. Nunca es lo mismo ver una polla por debajo de los calzoncillos que verla "en directo", y aquello era un pollón considerable, de unos 19 cm de largo, con la cabeza pequeña pero que se iba ensanchando hasta llegar a la base donde mediría más de tres dedos de ancho. Decidido a meterme dentro todo lo que pudiera, me la metí a la boca sin más preámbulos. Los gemidos de Andrés hubieran derretido un trozo de hielo. No paraba de decir, "síii", "joder tío qué bien", y cosas por el estilo que me ponían a mil. Mientras yo había aprovechado para ir desabrochando mis pantalones, sacarme la polla y empezar a pajearme suavemente (no quería correrme hasta que Andrés no cumpliera su promesa, jeje).

Disfruté ese pedazo de rabo todo lo que pude. Pasaba mi lengua por todo el largo mientras acariciaba sus huevos, hacía pasadas ocasionales por el glande que lo volvían loco, metía mi lengua en el agujero del glande, y finalmente me metía su pollón hasta donde podía, combinando la mamada con un pajote a saco. A veces sacaba la polla un momento, dejaba resbalar toda la saliva por el largo de su pene y seguía chupando.

Así hasta que me avisó de que se corría. Y aunque normalmente no me gusta tragarme el semen, tanto por el sabor como por las enfermedades, estaba tan cachondo después de todas las emociones de esa semana que no pude evitar seguir pajeándolo evitando que sacara su polla de mi boca. Me tragué todo el semen que soltó mientras me pajeaba mirando su cara de placer. Por poco me corro yo también a la vez. Su leche era espesa y tenía un sabor fuerte pero no del todo desagradable.

Andrés se quedó tumbado jadeando mientras su polla se iba deshinchando lentamente mientras yo me pajeaba y lo miraba a los ojos. De pronto, sin decir nada más, se incorporó de un golpe, quitó mi mano de mi polla con algo de brusquedad y se metió de golpe en su boca mis 16 cm casi enteros.

Para ser la primera vez que mamaba una polla no lo hacía nada mal y además el cabrón aprendía rápido. Chupaba y me pajeaba con ansia, dispuesto a devolverme de golpe todo el placer que yo le había dado a él. Y lo consiguió: no duré ni dos minutos hasta que me corrí. Él no se lo tragó, pero apartó la cara demasiado tarde y el primer lefazo fue directamente a su mejilla. Para mí ver su cara morbosa manchada de mi semen fue la apoteosis de la semana. Él puso una sonrisa de circunstancias y fue al lavabo a limpiarse.

Tuvimos el tiempo justo de recogerlo todo y ventilar un poco la habitación antes de que llegaran mi hermana y la novia de Andrés.

Al día siguiente tocaba hacer las maletas. Andrés me dio su número y quedamos varias veces durante algún tiempo para repetir lo de la playa, siempre como colegas que juegan al baloncesto. Luego él cortó con Eva, le salió trabajo en otra ciudad y ya le perdí la pista. Creo que decidió seguir su nueva carrera de bisexual en solitario.