¿Una ruptura, o el inicio de algo nuevo?

Una noche de fiesta en el que el objetivo inicial era pasarnoslo bien, y olvidar ciertas penas. El objetivo final fue disfrutar y gozar todos los placeres junto a mis mejores amigos

Saludos a tod@s, me llamo Raúl tengo 31 años, mido aproximadamente un metro setenta, mi complexión sin ser atlética tampoco está del todo mal (sólo un poco de barriga que se empeña en afearme la figura), y pelo castaño. Hechas las presentaciones os voy a relatar lo que me ocurrió hace unos 10 meses:

Era abril, yo había roto con mi novia hacía tan solo 2 meses, después de casi cuatro años de noviazgo. En estos cuatro años poco a poco nos fuimos acostumbrando a una vida más tranquila, me explico aunque mi novia y yo seguíamos saliendo con los amigos a tomar unas copas por ahí, estas salidas cada vez eran más espaciadas hasta el punto de llegar a salir tan sólo una vez cada dos meses, lo fuimos cambiando por tardes más tranquilas de película en el sofá de casa y cosas por el estilo. Esto se tradujo en que los amigos ya no nos llamaban y cada vez contaban menos con nosotros (tan sólo esperaban que si queríamos salir ya nos preocuparíamos nosotros en buscarles).

Así pues, cuando nuestra relación se rompió (que sin ser una rotura especialmente dramática tampoco fue agradable), a mí me daba vergüenza recurrir a los amigos a los cuales yo había dejado un poco de lado en este tiempo. Sin embargo ellos me demostraron que ese planteamiento "era una gilipollez" (literalmente). Así que tras 2 meses de soltería a mis espaldas, hay estaba yo rodeado de toda mi antigua tropa tomando copas, bromeando y riéndonos de las penas como si tuviéramos quince años menos.

Las horas iban pasando, los cubatas cayendo, y la gente poco a poco se iba marchando, cuando tan sólo quedábamos cinco: María, Edu (estos dos pareja), Rosa, Pablo y yo; Dije de ir a por otra ronda (me negaba a irme, no quería que esa noche acabara), pero la parejita se despidieron excusando que al día siguiente tenían comida familiar, y se ofrecieron a acercar a Rosa a su casa, pues ésta vivía bastante lejos.

  • Lo siento chicos pero yo me quedo un poco más – se negó Rosa.

Así a las cinco de la mañana quedamos nosotros tres: amigos, bebidos, alegres y a falta de poco tiempo de que cerraran los bares.

Paso ahora a describiros a mis más fieles compañeros en esa noche de ahogar las penas. Rosa es una chica extrovertida, más o menos de mi estatura y un poco rellenita, unos 80 kg. para su metro setenta, de cara redondita pero muy guapa, tetas no muy grandes a pesar de su figura (normalmente una chica gordita suele tener más pecho) y un culo redondo muy acorde en su tamaño con las proporciones del resto del cuerpo que resalta pero sin estar caído, resumiendo: un culo que ya quisieran tener muchas chicas delgadas. En lo personal, Rosa está soltera, aunque ha tenido muchas parejas, sobre todo una época en su vida que ella misma describió como "la mala vida", en la que demostró bastante promiscuidad. Ahora sigue mostrando una vida abierta y liberal, pero sin la actitud de aquellos años, en los que llegó a asustarse debido a algunos problemas que tuvo y que no vamos a contar ahora.

Pablo es nuestro amigo "exótico" por decirlo de alguna manera, es un año menor que yo, mide un metro ochenta y cinco, y es moreno. Es el guapo del grupo, desde siempre ha tenido bastante éxito con las chicas, pero él nunca se ha considerado un ligón, "si surge, surge" era su frase favorita, y "surgía" muchas veces. Lo exótico viene porque hace tres años nos confesó su homosexualidad, nos contó como de forma casi fortuita se lió con un chico y de como le gustó. A partir de ahí se declaró abiertamente gay, al principio con miedo por si había rechazo por parte nuestra, pero en nuestro grupo de amigos no tuvo ese problema. Como nota curiosa está el hecho de que le hemos sorprendido alguna vez liado con una chica, y él al verse descubierto nos decía "es que esto es como montar en bici, nunca se olvida".

Así con nuestra nueva ronda de cubatas en la mano, y con el pub ya a medio gas (los más trasnochadores se habían ido desplazando a las discotecas) nuestra conversación iba tomando derroteros sexuales. El tema preferido de ellos dos, es que viéndome ahora libre de pareja iba a ir detrás de las chicas más salido que un adolescente en celo.

  • Vamos confiésalo, ahora vas a dar salida a tus impulsos reprimidos de estos 4 años – me picaba Pablo.

  • Seguro, si ya se le nota hasta en la mirada, se le salen las hormonas hasta por las orejas – Rosa estaba disfrutando con la conversación, estaba como hacía mucho tiempo no la había visto.

  • Dejadme tranquilo, chicos, ya no soy un chaval que vive gobernado por su polla.

  • Cómo que no, hasta yo me he dejado gobernar por pollas – me interrumpió Rosa – así que vosotros que sois esclavos de las vuestras ya me contaréis.

  • Déjalo, seguro que si esta noche no pilla cacho, se va de putas. Es la libertad recién estrenada – terció Pablo riendose.

  • Anda Pablo date una vuelta a ver si te encuentras un buen macho, y me dejas tranquilo un rato – empezaba a picarme, aunque para ser sinceros más de broma que en serio y ellos lo notaron, porque seguían con el monotema.

  • Para qué, si te tengo aquí a ti - y dicho esto me tocó el culo, puso su mano en mi nalga derecha y apretó con firmeza.

No era la primera vez, no, ni mucho menos, pero si la primera desde que nos confesó que era gay. Antes de adolescentes, y luego más adelante, en los partidos de fútbol, o incluso de fiesta, nos habíamos tocado el culo entre los amigos, como una broma a la que nadie daba más importancia, pero desde que salió del armario, de una forma inconsciente dejamos de hacer esa broma, pero ya no sólo con Pablo, sino entre el resto de amigos. Llamadnos acomplejados, pero fue así.

  • Si sigues tocándome el culo me vas a ahorrar el tener que irme de putas – mi comentario sonó más en serio de lo que pretendía, pero a esas horas de la noche esperaba que se interpretara como otra broma más. Me equivocaba.

  • Todo sea por ahorrarle algo de dinero a un amigo – y dicho esto Pablo volvió a acercar su mano, pero esta vez no fue al culo, sino a mi paquete: lo levantó y presionó suavemente pero con seguridad.

Mi polla hasta ese momento en estado de letargo, reaccionó, no con una erección pero sí poniéndose algo morcillona. Si esto era una prueba por parte de Pablo para valorar mi reacción (y no me refiero sólo a la parte física de mi cuerpo), mi respuesta debió convencerle, o darle confianza, porque ante mi pasividad, él siguió atacando: acercó su boca a la mía y me besó en los labios. Un pico suave, corto y tierno, después retirada lenta y sólo algunos centímetros, los justos para poder ver mi cara y saber si había rechazo en ella. No, no lo había; Por lo que otra vez volvió a recorrer esa corta distancia para volver a besarme. En este momento yo reaccioné, pero de una forma muy distinta a la que él temía, le esperé con mis labios abiertos (mi primer morreo con un hombre), y con mi mano libre de cubata, le agarré el paquete y se lo apreté de una forma más brusca que él antes conmigo. Me encontré con una polla dura, que debía llevar en ese estado bastante tiempo, anticipando en la imaginación de mi amigo lo que ahora mismo ocurría.

En todo este tiempo Rosa no se había atrevido apenas a moverse, por miedo a interrumpir la escena que estaba presenciando. Más tarde nos confesó que nunca antes se había excitado tanto en tan poco tiempo, y tan sólo con la idea de ver a dos amigos hacer de forma improvisada lo que parecía imposible media hora antes.

Cuando el morreo terminó y nos separamos, se produjo un corto pero muy tenso silencio. Nadie nos atrevíamos a mover ficha. Fue Rosa la que rompió el hielo:

  • Cabrones, ahora me vais a dejar toda la noche de "sujetavelas"

No respondimos, al menos no con palabras, pero en ese momento ni yo mismo me conocía, me giré hacia ella y fui directo a su boca, sus labios no esperaron a que llegara, vinieron a encontrarse conmigo a mitad de camino. Y ahí estábamos, mi segundo morreo con dos personas diferentes en menos de 2 minutos.

Mientras duraba ese beso tanto Rosa como yo notamos unas manos, yo en la nuca Rosa en el culo, era Pablo que quería dar a entender que a ese juego estábamos jugando los tres.

Después de unos minutos en los que nos faltaban manos y lenguas para ocuparlas en todos los sitios que deseábamos, nos hicimos conscientes de la situación, y ésta era que nos habíamos convertido en el centro de atención de la ya escasa clientela y curritos del bar. Habíamos pasado de ser, a ojos de la gente, una pareja de gays más de los que suelen frecuentar el pub, a ser un trío de lo más morboso.

  • Chicos que os parece si nos vamos a un sitio más tranquilo – ofreció Rosa – parecemos un documental de National Geographic.

  • Vamos a mi casa – propuse, vivía en una casa de alquiler en la que me embarqué después de la ruptura con mi novia.

Según salimos del bar pasaba un taxi libre por la calle, al que Pablo echó el alto sin preguntarnos, mientras se acercaba, se giró y nos dijo:

  • Así llegaremos más rápido – todos estábamos de acuerdo.

Durante el trayecto no nos atrevimos ni a hablar, lo único que se oyó fue la dirección que le dimos al taxista.

Pero nada más cerrar la puerta de mi casa, sin decirnos nada, nos dimos todos los besos, y nuestras manos tocaban todo lo que no habíamos hecho en el taxi. Mientras Pablo y Rosa se besaban yo me coloqué detrás de ella y desde la espalda le masajeaba las tetas, al mismo tiempo que Pablo luchaba por meter una mano entre la cremallera del pantalón de Rosa.

Poco a poco llegamos al salón, directos al sofá, al llegar a él, Rosa ya iba sin su blusa, y al no llevar sujetador nos mostraba sus pequeños pechos, pequeños pero impresionantes, duros, turgentes y con unos pezones erectos que parecían retarnos. La recosté en el sofá para comenzar a mordisquearselos, primero suavemente con los labios, luego los dientes, y a cada embestida de mi boca le correspondía un gemido de Rosa, mientras Pablo aprovechó para sacar mi camiseta de dentro del pantalón y meter su mano por dentro iniciando un suave recorrido a lo largo de mi espalda, un escalofrío me recorrió todo el cuerpo, mi respuesta fue desabrocharme el cinturón y el pantalón sin dejar el manjar que tenía en mis labios. Pablo supo ver mi invitación y desde atrás mío fue quitándome el pantalón y el calzoncillo, moviéndome sólo lo justo para salvar mis rodillas y los pies. Nos dio a Rosa y a mí unos instantes de cortesía en los que aprovechó para desnudarse.

Me cogió de los hombros y suavemente me obligó a abandonar mi postura encima de Rosa, para que fuera yo el que se apoyara en el respaldo del sofá, en el recorrido también desapareció mi camiseta. Una vez recostado, Pablo a mi derecha empezó a mordisquearme los pezones mientras me acariciaba la parte interior de mis muslos. Rosa a mi izquierda se dedicaba con deleite a besar mi oreja, mi mandíbula, mi cuello. Otra vez Pablo dirigiendo la situación me giró hacia Rosa, hacía su apetecible cuerpo, mientras el se encargaba de acariciarme suavemente, arrancándome sensaciones hasta ahora inimaginables. Y fue en ese mismo momento en que me di cuenta de lo que estaba ocurriendo: Pablo estaba llevando la iniciativa todo el tiempo, procurando que yo no tuviera que tomar una actitud demasiado activa hacia él, tenía miedo de que me asustase y me echara atrás, por eso intentaba que yo me centrara más en Rosa mientras que él hacía de apoyo a los dos. En cuanto entendí esto supe lo que tenía que hacer:

Di un beso a Rosa, me giré y apoyando mi mano en el pecho de Pablo le empujé con cierta brusquedad para que apoyara la espalda, quedando sentado en el sofá, me bajé a la alfombra y de rodillas me puse frente a él, le miré brevemente a los ojos y pude ver miedo, miedo y deseo al mismo tiempo porque hiciera lo que iba a hacer. Lo hice, metí su polla en mi boca, primero el glande, luego, ajustando los labios a todo el diámetro de su tronco fui bajando mientras intentaba lubricar en el trayecto todo lo que pudiese su polla con mi saliva. Me recreé en la subida, vaya si lo hice, creía que me iba a dar algo de repulsa, pero al descubrir que no era así disfruté la subida como no había hecho en la bajada. Al llegar otra vez al glande, me detuve un instante y esta vez mi mirada fue para Rosa, que estaba inmóvil, mirándonos con una cara de excitación capaz de despertar la líbido hasta de las piedras. En ese momento reaccionó y no quiso quedarse fuera de juego, se arrodilló junto a mí y agarró con sus labios la base de la polla, mientras yo volvía a atrapar el glande entre mis labios.

Empezamos una lenta mamada entre los dos, intercalando nuestros movimientos, mientras uno chupaba la polla, el otro mordisqueaba o masajeaba los huevos, o simplemente acariciaba el interior de los muslos. Teníamos una coordinación tan buena como si lo hubiéramos ensayado toda nuestra vida (cuando lo llevábamos haciendo tan sólo 5 minutos).

  • Quietos chicos, parad o me voy a correr, y no quiero que esto acabe tan pronto – la interrupción de Pablo nos sacó del trance en el que parecíamos encontrarnos.

Rosa y yo reaccionamos igual, ambos nos tumbamos en la alfombra boca arriba, yo me giré y empecé a comerle otra vez los pechos mientras mi mano bajó hasta su sexo, tan abandonado hasta ese momento. Y Pablo hizo, lo que llevaba esperando toda la noche, bajó del sofá y se metió mi polla en su boca. Lo hizo despacio, con lentitud y recreándose en toda su longitud, ni el ni yo teníamos prisa en que llegara al orgasmo.

La que sí que llegó fue Rosa, estaba tan excitada desde que nuestra historia empezó una hora antes en el pub, que con unas pocas caricias en sus labios y su clítoris alcanzó un orgasmo intenso, prolongado y ruidoso, que nos encantó a los tres. Hubo una tregua de unos segundos en la que ni la boca de Pablo, ni mis manos trabajaron, queríamos disfrutar del goce de nuestra amiga. Cuando Rosa se recuperó un poco y se incorporó, volvimos a activarnos.

Me giré hacia Pablo, éste me miró intensamente: en su mirada había una pregunta, en mi mirada había una respuesta, y Rosa como testigo de esta muda conversación entendió lo que nos estábamos diciendo: se puso de rodillas y me ayudó a mí a ponerme a cuatro patas, mientras Pablo para no perder tiempo, sacó un preservativo de su cartera que se puso rápidamente, y un sobrecito unidosis de lubricante, que repartió entre su polla y la entrada de mi ano, masajeando este en pequeños círculos, los cuales hacían que me recorriese una oleada de placer por toda mi espalda.

Rosa quería ser espectadora de lujo, así que se encargó de abrir mis nalgas mientras Pablo apoyaba su glande en mi ano, lentamente fue empujando para abrirse paso en mis entrañas.

  • Relájate, y verás como no te duele, lo haré con mucha suavidad – me tranquilizaba Pablo, pero no me hacía falta, no estaba siendo doloroso por contra de lo que esperaba, la dosis de lubricante así como la excitación de la noche estaban consiguiendo que fuera una experiencia de lo más placentera.

Pablo, al ver que no me quejaba ni ofrecía resistencia fue entrando de forma constante hasta meterme toda la polla entera, la dejó unos instantes y comenzó un bamboleo suave. Rosa mientras tanto había dejado tranquilas mis nalgas y recorría nerviosa y de rodillas toda la alfombra, quería ver todo y desde todos los ángulos diferentes, hasta que se dio cuenta que no era posible, y se decidió por hacer algo más productivo, se puso en la espalda de Pablo y desde atrás le cogía el pecho, mientras que con la cadera empujaba su culo en un intento de ayudarlo en mi penetración. Pablo se giró y le dijo,- vete con Raúl, él va a disfrutar ahora cualquier caricia más que yo.

Mientras Rosa se acercaba a mí, Pablo cambió de opinión y se salió de dentro mía, yo estaba tan en trance que no me di cuenta hasta unos segundos después cuando mi culo abierto palpitaba buscando el compañero que hasta ahora tenía alojado dentro.

  • ¿Qué pasa? ¿quieres parar un momento? - pregunté.

  • No, no es eso, quiero cambiar de postura. Túmbate en el sofá boca arriba, con el culo fuera. Quiero verte la cara mientras te follo – apuntilló Pablo, cosa que me puso a mil (y no sólo a mí, a juzgar por la cara de Rosa).

Ya en la nueva postura, Pablo volvió a penetrarme, con mis piernas levantadas, y teniendo una visión de todo mi cuerpo. Le hizo un gesto a Rosa, que ésta entendió perfectamente, pues ya lo tenía ella en mente, se sentó a mi lado en el sofá y mientras Pablo follaba mi culo Rosa empezó a chuparme la polla.

Que voy a contaros, en ese momento estaba recibiendo más placer que en cualquier otra ocasión en mi vida, por las experiencias nuevas, por lo morboso de la situación, por la mezcla en el ambiente de pasión, deseo, confianza y buen rollo, con las personas que siempre he llamado amigos.

Y ahí en ese momento de éxtasis me corrí, la primera bocanada la recibió Rosa en la boca, se apartó y las siguientes cayeron sobre mi pecho y abdomen. Ante esa visión Pablo aceleró sus embestidas y también se corrió. Le tembló todo el cuerpo. Fue extraño, pero al ver como se estremecía me llené de orgullo, pensé "mi culo es el responsable de ese orgasmo".

Rosa como avergonzada por haber quitado la cabeza cuando me corría (también fue culpa mía porque no le avisé) quiso enmendarse y empezó a lamer mi pecho recogiendo con la lengua mi semen. Pablo se unió a ella, y ahí los tenía a mis dos amigos lamiendo mi semen en mi propio pecho.

Se incorporaron, nos miramos, no nos dijimos nada y nos fuimos a mi cama, y allí nos dormimos los tres desnudos, compartiendo nuestro olor y nuestro sudor obtenido tras una noche de placer que ninguno de los tres nos imaginamos.

CONTINUARÁ...