¿Una ruptura, o el inicio de algo nuevo? 3

Primera semana de esta nueva relación entre Rosa y yo, junto con las fantasías que ambos tenemos en mente para un futuro muy cercano

Tumbado boca arriba, contemplaba la espalda de Rosa, que sentada de rodillas sobre mi pelvis cabalgaba mi polla con frenesí. Según iba notando que se acercaba mi orgasmo, arqueé la cintura, señal percibida por Rosa que echó su cuerpo hacia atrás forzando el ángulo de la penetración para que mi pene sintiera aún más el roce con su encharcada vagina. Y llegué, me corrí de un modo espectacular, igual que todas las veces en estos últimos días. Tras escasos (muy escasos) segundos de cortesía disfrutando de ese temblor que me recorría todo el cuerpo. Rosa se giró, se tumbó encima mío y a pocos centímetros de mi cara, me dijo con una sonrisa y la voz más dulce que sabía poner:

  • No te duermas en los laureles, ¡a trabajar!, que ahora me toca a mí.

Dicho esto, se echó a mi lado y abrió las piernas sugiriéndome una labor, que yo no tardé en cumplir. Me metí entre sus piernas, acerqué mi boca a su húmedo coño, impaciente ya por que llegara con mi buen hacer; Normalmente al hacerle una comida, suelo cuidar mucho el calentamiento previo, no voy directamente a la "pepitilla", sino que me entretengo en mordisquear los muslos, acercar mi aliento a sus labios, jugar con los labios menores y mis dientes, etc. Pero no esta vez, si en esta ocasión hubiera hecho todo eso, Rosa me habría matado: quería un orgasmo y lo quería ya, su coño ya estaba suficientemente caliente. La prueba de ello es que no tardé mucho en notar las convulsiones de su cuerpo.

Nos quedamos en la cama unos minutos más, desnudos, hablando de cómo nos había ido el día, hasta que empezamos a notarnos activos de nuevo, momento en el que Rosa se levantó y comenzó a vestirse.

  • Quédate esta noche a dormir – le dije.

Era miércoles, sólo habían pasado tres días desde que sellamos nuestro pacto, y sin embargo sólo habíamos dormido juntos la noche del martes que yo me quedé en su casa, ni el domingo ni el lunes compartimos nuestra noche a pesar de haber estado por las tardes juntos: hablando, riendo, follando. Era extraño, pero era así, estábamos muy a gusto juntos, ambos queríamos vernos, pero teníamos miedo de empezar demasiado fuerte esta relación, así que inconscientemente dejábamos que el tiempo marcase la pauta a seguir.

  • No, prefiero irme a casa que me pilla más cerca del curro – se excusó – así madrugo menos.

  • Quédate al menos a cenar.

  • Está bien, me quedo, que no me apetece guisar en casa – dijo riendo.

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El jueves a las cinco de la tarde más o menos, llamé a Rosa por teléfono, tenía algo muy importante que decirle:

  • Rosa, soy Raúl, ¿a qué no sabes que sorpresita me acaba de traer una agencia de transportes?

  • ¿Lo has abierto ya? – me preguntó de sopetón.

  • No todavía no, porq...

  • Vale, voy para allá – me interrumpió – como lo abras antes de que llegue, te capo – y colgó.

No habían pasado ni 20 minutos cuando sonó el timbre. Le abrí a una Rosa en estado de excitación, que me miró con lujuria y sin decir nada más se pasó al comedor a buscar el paquete.

  • ¿Donde está?

  • Buenas tardes a ti también – le dije con sorna – si te hubieras parado a hablar conmigo te habría dicho que está en el dormitorio.

Apenas terminé la frase pude ver como Rosa corría hacia la habitación, y según llegaba me llamaba a gritos:

  • Pero quieres venir de una vez.

Cuando pasé, ya estaba el papel externo del embalaje de la agencia roto y por los suelos, y empezaba a romper el de la empresa del sexshop. Aparecieron las dos cajas de los arneses junto con un bote de lubricante adquirido especialmente para la ocasión, Rosa tomó primero la caja del arnés con el pene interior, me miró resoplando, y la abrió. Nuestros temores se cumplieron, la braga en la que venían insertados los consoladores era de una talla muy pequeña y no le estaba a Rosa, y eso que lo intentamos.

Tras la desilusión inicial, que se reflejaba sobre todo en la cara de Rosa, nos recuperamos y ella dijo:

  • Bien, éste tendremos que prestárselo a las visitas femeninas que tengamos – y me guiñó un ojo con picardía.

Olé por mi chica, que hasta en los momentos de frustración sabe sacar un punto positivo (y morboso).

Abrimos el otro arnés, en este caso no encontramos ningún problema, por lo que en una fracción de segundo (fue visto y no visto) Rosa se quitó los pantalones y el tanga, y se puso el arnés. Después y ya más despacio, se quitó el resto de la ropa y desnuda y descalza (maldijo entre dientes no haber traído un zapato de tacón para habérselo dejado puesto) se acercó al espejo de cuerpo entero que tengo en el recibidor del piso. Allí despacio, degustando el momento, se contemplaba desde todos los ángulos, su cuerpo desnudo, sus pezones apuntando al cielo, la redondez de su culo, todo parecía complementar a ese falo recién estrenado.

Yo la miraba atónito, tenía la polla a reventar, ya la tenía "morcillona" desde que la llamé, pero verla así me había puesto en un estado casi salvaje. En ese momento Rosa se estaba agarrando la polla de plástico con la mano derecha, como si se la masturbara preparándola para un cercano polvo, me miró y me dijo:

  • ¿Qué haces aún vestido?, date prisa tenemos que estrenarlo.

Al contrario que cuando entró en mi casa, esta vez no había urgencia en su voz. No, no tenía prisa, íbamos a disfrutar de este momento plenamente, pero sin precipitación ninguna.

Allí mismo, en el recibidor, empecé a desprenderme de mi ropa dejando un rastro de prendas que llevaban hasta el dormitorio. Rosa se colocó de pie delante de mí, me besó mientras pegaba su cuerpo al mío, momento en el que noté ese pene de plástico presionando mi escroto. La mano derecha de Rosa hurgaba entre mi pelo a la altura de la nuca, mientras su mano izquierda cogía y levantaba mi culo. Había asumido de forma natural su papel de macho, yo, sólo me dejaba llevar.

  • ¿A qué esperas?, chúpame la polla – me dijo con un fuego en la mirada, como el que tenía la noche que estuvimos con Pablo.

Me arrodillé delante de ella, miré con descaro esa polla retadora: era más gruesa que la de Pablo, no mucho pero si una diferencia apreciable, también más larga, pero eso me preocupaba menos, siempre se podría introducir hasta la altura que nosotros quisiéramos (luego descubrí que quien marcaba cuanto iba a entrar esa polla no era yo, sino mi hembra/macho: Rosa). Y con una pasión como si esa polla fuera la de nuestro amigo, me la metí en la boca y comencé una felación digna de la mejor película porno. Mis manos agarraron el culo de Rosa, lo estrujaron, lo abrieron, masajearon la entrada del culo y siguiendo por el periné buscaron sus labios mayores y la entrada de su vagina, que era hasta donde me permitía llegar la abertura que tenía la braga del arnés. Cuando mis dedos exploraron la entrada de su coño, descubrí que estaba encharcado, tenía una cantidad de flujo tal que incluso resbalaba por mis dedos. Rosa se estaba excitando mientras le chupaba "su" polla de plástico más que en ninguna de las ocasiones en las que habíamos follado en esta semana.

Con mi reciente descubrimiento aún retumbando en mi cabeza, levanté sin sacar la boca del arnés, mi mirada hacia arriba, y me encontré los ojos de Rosa y una sonrisa con la que se hacía cómplice de mi hallazgo.

  • Vamos princesita, ha llegado la hora de follar en condiciones – me dijo, dirigiendo al mismo tiempo mis movimientos.

Me colocó a cuatro patas en el borde de la cama, abrió el bote del lubricante y con una pequeña cantidad en su dedo fue masajeando la entrada de mi agujero, después tomó algo más de cantidad y se recreó, como había hecho ante el espejo, en una simulación de paja. Yo giraba la cabeza para verla, y desde ese difícil ángulo, contemplaba una escena de lo más morbosa: un culo en pompa esperando ser abierto en canal y una hembra en estado de éxtasis, recreándose con anticipación de lo que iba a hacer.

  • Mira hacia delante putita, quiero que centres todos tus sentidos, todo tu ser en lo que te va a entrar por el culo – e inmediatamente apoyó la cabeza de la polla en mi ano, y empezó a empujar de forma suave pero constante.

Debido a su diámetro costó un poco que entrase los dos primeros centímetros, tuve que hacer algo de esfuerzo para ayudar a los empujones de Rosa, el precio también fue un repentino dolor (que no había sentido cuando me lo hizo Pablo), pero eso a ella no le importaba. Pasados estos centímetros, Rosa se detuvo dándonos tiempo a que tanto yo como mi culo nos acostumbráramos al nuevo inquilino. Aprovecho ese parón para añadir un poco más de lubricante en el resto del pene.

Y siguió empujando, esta vez el dolor era inexistente, y me dediqué a disfrutar cada sensación. Rosa no se detuvo hasta que llegó al final, tenía toda esa tranca en mi culo, las caderas de ella se apoyaban en mis nalgas, y en ese momento su mano buscó un hueco entre nuestras piernas para llegar hasta mi polla, la cual agarró y pajeó suavemente para comprobar que estaba dura como si de una piedra se tratase; Recogió unas gotas de líquido preseminal que coronaban mi glande y se las llevó a sus labios. El lamer esas gotas y comprobar mi excitación fue el pistoletazo de salida para que empezara el movimiento de salida. Lo sacó casi entero, pero en cuanto se acercó la punta, volvió a empujar para introducirlo otra vez más hasta el final, las medias tintas no iban con Rosa.

Comenzó un bamboleo suave al principio pero con un ritmo que se iba acrecentando poco a poco, hasta llegar a un punto en el que Rosa empujaba y sacaba esa polla con una velocidad, fuerza y pericia como si hubiera nacido con ella. Entonces se acordó de Pablo (según me contó después), y me sacó la polla de forma brusca, y sin darme explicaciones, ni tiempo para ninguna pregunta, me empujó en un costado para que girando sobre mi mismo, cayera en la cama de espaldas. Levantó mis piernas y volvió a penetrarme en la misma postura que lo había hecho Pablo cinco días antes.

Sin bajar el ritmo del mete-saca, cogió un poco de lubricante entre sus manos y empezó a masturbarme. La imagen era espectacular: yo boca arriba con las piernas levantadas en "V", Rosa follándome a un ritmo espectacular mientras que con sus dos manos me trabajaba la polla, sus dos pequeñas tetas se bamboleaban lo poco que les permitía su tamaño, los pezones que las coronaban se veían hinchados (lástima no llegar a tocarlos)... Conclusión: me corrí. De mi polla salieron varios chorros de semen con bastante cantidad y gran presión lo que hizo que uno de esos chorros me llegó incluso a la cara, quedándose el resto en mi pecho y abdomen. Al ver esa escena, Rosa dio un último empujón metiendo toda la polla del arnés en mi culo, y echando su cuerpo sobre el mío con el fin de llegar con su boca a atrapar ese pegote de semen que había quedado en mi barbilla.

No me dio tiempo a reaccionar, cuando fui a buscar su lengua para darnos un buen morreo, Rosa ya se había levantado. Se echó en la cama, cogió el otro arnés que estaba en la mesita y sin quitarse el que llevaba puesto se penetró con la polla negra del arnés hasta ahora inútil. Comenzó desde el principio con un ritmo rápido y fuerte, tenía la cara desencajada por el placer, se olvidó de todo lo que había en la habitación (yo incluido) hasta que no llegó a un orgasmo que la hizo arquear todo su cuerpo y emitir un gemido profundo, intenso y cargado de placer que hizo que se me pusieran los pelos de punta.

Este orgasmo dejó a Rosa exhausta, sin fuerzas para nada que no fuera respirar y centrarse en disfrutar lo que acababa de sentir. Quedó tumbada con las piernas abiertas el falo del arnés apuntando al techo y con la polla del otro todavía en su interior. Me tumbé a su lado y pasé mis brazos a su alrededor. Al rato alcanzó a decir:

  • Ha sido maravilloso. Esa sensación de sentir el poder, de tener a un hombre entregado a mí, de follármelo a mi voluntad... uufff, tenemos que repetirlo muchas más veces- sentenció.

  • Todas las veces que quieras, mi amor.

Se giró, me miró, sonrió y esta vez sí: me dio el beso que antes no tuvo tiempo de darme.

  • Mañana tenemos que salir de fiesta – cambió de tema – tenemos que enseñar a nuestros amigos, que hay una nueva pareja en el grupo. Bueno pareja, trío o lo que se tercie cada noche – aclaró mientras se reía de su propia broma.

CONTINUARÁ...

Pd. agradezco a tod@s los comentarios que me enviáis y que me animan a seguir contándoos esta historia. También disponéis de mi email de forma visible si queréis añadir algún comentario que precise de más espacio. Muchas gracias.