Una rica señora (3)

La sorpresa que me lleve cuando nos fuimos a coger con su marido...

UNA SABROSA SEÑORA III

La semana se me hizo eterna, no hallaba lo hora de irme a verla para tenerla nuevamente ensartada, Luly era excelente en la cama, de todos modos mis nervios no estaba tan tranquilos, cogérmela frente a su esposo era algo inquietante.

El viernes recibí la llamada que tanto anhelaba, la voz de Luly sonó al otro lado de la línea:

  • ¡Hola!, soy yo, espero que estés preparado para mañana, te esperamos a las 8 a.m., ¿está bien?

  • De acuerdo, nada más dime que necesito llevar para no desentonar con ustedes.

  • Llévate ropa cómoda, vamos a nadar y asolearnos un poco, nada especial, solo en la cama

Me quedé pensando mientras cortaba la comunicación, ¿de veras estaba dispuesto a ir con ellos?, había que pensarlo bien, no deseaba ninguna sorpresa.

El despertador inició su repiqueteo a las 6:30 a.m., me levanté rápidamente y me fui a bañar, mi mente aún daba vueltas con lo que pronto sucedería, es más, ni siquiera conocía al esposo de Luly, despejé las dudas y me dispuse a pensar positivamente, el agua corría sobre mi cuerpo, toqué levemente mi herramienta y pensé "que suerte tienes, vas a coger rico", terminé del baño y me arreglé para salir, a los poco minutos me encontraba frente a su puerta, toqué y salió a recibirme la más rica aparición de señora, iba ataviada con una apretada falda arriba de las rodillas, sus piernas lucían sin nada que impidiera tocarlas, no llevaba medias, la blusa rosa le sentaba muy bien a su color de piel, además, dejaba adivinar que debajo de ella se encontraban unos pechos bastante antojables, me recibió efusivamente con un beso en la mejilla, me hizo pasar para presentarme con el que iba a ser mi socio de aventura sexual.

Escuché una fuerte voz que llegaba desde la parte superior de la casa, diciendo:

  • En un momento estoy con ustedes, no tardo.

No niego que mis nervios estaban al punto del colapso, los segundos corrieron lentamente hasta que por las escaleras apareció un señor de cabello cano, algo fornido, de semblante alegre y que estrechó efusivamente mi mano diciendo:

  • Bienvenido, espero que esté listo para divertirte el día de hoy, ¡ya verás que la vamos a pasa de lo mejor!

  • Gracias – contesté en forma automática – eso espero, vengo listo para todo.

  • Así me gusta, se ve que lo haremos como un gran equipo, me llamo Agustín.

No supe si se refería a la diversión en la piscina o en la cama, de cualquier forma ya me encontraba con ellos y no había forma de echarse para atrás.

Metimos las cosas en la parte posterior de una lujosa camioneta y partimos rumbo a la carretera, la plática se inició con temas sin importancia, poco a poco derivó hacia la semana anterior, él quiso saber mi opinión de la acontecido y se lo platiqué tal y como ocurrió, se notaba muy complacido porque dijo:

  • Luly me dijo que la dejaste muy satisfecha, en verdad no es fácil que alguien logre hacerlo, tal vez sea por la juventud, ya que a tu edad puedes hacerlo 3 o 4 veces en una noche, ¿no es así?

  • Gracias – dije quedamente, no estaba acostumbrado a que se hablara de mi sexualidad tan abiertamente -, espero no defraudarlos hoy.

Continuamos sobre el tema hasta que llegamos a Cuernavaca, fuimos directamente a una casa que estaba en las orillas, de estilo rústico pero el decorado era de buen gusto, pasamos a descansar unos minutos mientras ella nos preparaba unas bebidas frías, brindamos los tres y nos fuimos a cambiar de ropa.

Al salir a la sala, me encontré con Agustín y a poco llegó Luly, lucía un minúsculo bikini blanco, la parte superior apenas cubría sus oscuros pezones, bajo la tanga se adivinaba su espesa mata que cubría la rica concha que ya había saboreado, nos besó a ambos en la boca y dijo coquetamente:

  • Estoy estrenando este modelito, espero que les guste y los ponga a tono

Giró para que apreciáramos su pequeño atuendo y sus nalgas se desbordaban cubriendo la parte posterior de la tanga, realmente lucía deliciosa, sus amplias caderas invitaban a la lujuria, era todo un monumento a la sexualidad a pesar de no tener un excelente cuerpo. Agustín las tomó por los hombros y la detuvo frente a mí permaneciendo por detrás de ella, la hizo inclinarse un poco para que pudiera ver sus pechos, tomó una de mis manos y la puso sobre ellos, los acaricié tímidamente pero él me instó a hacerlo mejor diciendo:

  • Es toda nuestra, puedes hacerle lo que quieras, está dispuesta a saborear nuestras vergas en todas las formas imaginables.

Ante tales argumentos, me despojé de lo poco que me quedaba de inhibición y apreté aquellos impresionantes melones con ambas manos, ella comenzó a respirar acaloradamente, las manos de Agustín recorrieron las caderas y sexo de la hembra, nuestras bocas de fundieron en un ardoroso beso mientras ella se entregaba a las sensaciones de placer, agustín la fue despojando poco a poco del sostén, sus pechos saltaron hacia delante como agradeciendo haber sido liberados de su prisión, mi boca buscó ansiosamente los pequeños botoncitos que resaltaban contra la blanca piel, al atrapar uno entre mis labios, escuchamos que la respiración de Luly se agitaba, la mano de su marido se perdió entre la tanga y alcanzó el monte de Venus, el cuál supongo, ya se empezaba a mojar producto de la excitación, sentí que movía las caderas porque Agustín estaba frotando su pene contra las abundantes nalgas de su mujer, mis labios alternaban las caricias a los pezones que iban enrojeciendo producto de las chupadas y mordidas que les daba, ella, deteniendo nuestra labor de excitarla, nos dijo:

  • ¿Les gustaría que bailara para ustedes?

  • ¡Claro que sí! – respondió su esposo -, quiero ver como mueves todo tu rico cuerpo.

Yo simplemente asentí con la cabeza, ambos tomamos asiento y nos dispusimos a presenciar el erótico espectáculo que estaba a punto de iniciar, Luly de dirigió a poner algo de música suave, en cuanto las notas llenaron la estancia, comenzó a moverse en una forma que parecía que lo hubiera hecho por toda su vida, sus pies apenas se despegaban del piso, su cadera se movía rítmicamente en forma excitante, haciendo círculos, agitaba el torso para que sus melones se balancearan de un lado al otro, la expresión de su cara era de total gusto, ya que nos tenía embelezados por su forma de bailar, se despojó lentamente de la pequeña tanga dejando totalmente desnudo su ardiente cuerpo, luego, humedeció sus dedos con saliva y, abriendo las piernas, introdujo uno hasta el fondo de su concha, la expresión del rostro se tornó definitivamente en lujuria, continuó metiendo y sacando el dedo hasta que estuvo completamente mojado en sus jugos, lo pasó por nuestras caras y dejó que saboreáramos la miel que casi se escurría, sin detener su danza, nos expresó:

  • Creo que ya es hora que alguno de ustedes me ayude.

Jaló con delicadeza a su marido y lo atrajo hacia el espeso mechón que tiene entre las piernas, el cuanto él inició el ataque a la intimidad, me llamó y me atrajo hacia las espléndidas nalgas para que le chupara el culo, al sentir que las dos lenguas se paseaban por sus partes sensibles, gimió quedamente como para hacernos saber que estábamos en el camino correcto, su respiración estaba sumamente agitada y no podía contener los jadeos, poco a poco se rindió a las placenteras caricias y terminó en un ansiado orgasmo; pasados unos instantes, se sentó en el mullido sillón y pidió ser penetrada, su marido me instó a que me la cogiera en la forma en que mejor me pareciera, cosa que acepté con gusto ya que mi reata estaba parada a más no poder, me quité el húmedo short, y me dispuse a darle lo que deseaba, una caliente y lechosa verga, me dio una exquisita mamada para lubricarla y, abriendo las piernas, dejó que se la enterrara de patitas al hombro, Agustín se colocó de forma en que podía apreciar cómo se la metía a su mujer, de vez en cuando me alentaba diciendo:

  • ¡Cógete a esa puta, le encanta tenerla hasta adentro, métesela rico…!

Seguí en el mete saca por espacio de varios minutos hasta que ella me pidió que cambiáramos de posición, se hincó en el piso para ofrecerme su extenso trasero, por supuesto no pensaba despreciarlo, con las manos abrió sus nalgas para dejar al descubierto su estrecho ano, como mi espada ya estaba lubricada, se la clave por el oscuro anillo sin dificultad, emitió un suspiro, mezcla de placer y dolor, luego, se agachó hasta casi tocar el suelo con la frente y, extendiendo su brazo por debajo, me acarició los testículos mientras mi reata se abría paso entre sus entrañas, su esposo se quitó la ropa y se colocó de forma en que su garrote quedara cerca de la boca de su mujer, ella, inmediatamente los succionó como si se tratase de un apetitoso dulce, las arremetidas de mi herramienta arreciaron, deteniéndose por un momento de la rica chupada al pene se su esposo, gritó:

  • ¡Qué rico me estas cogiendo!, sigue, sigue, no te detengas, ¡me estás haciendo gozar mucho!

Su voz hacía enervar al máximo mis sentidos, mi pene estaba henchido por la excitación, la jalé por los cabellos impidiendo que siguiera con la felación, escuché a Agustín decir:

  • Ahora es mi turno, déjame metérsela a esta puta.

Me salí de su culo para dejar que él la atravesara con su lanza, me deleité viendo como la carne de ella temblaba ligeramente, vi cómo entraba cada centímetro de carne dentro del ano de la ardiente mujer, luego, me puse frente a ella para ver la expresión que tenía cuando le llenaban el culo de verga, era realmente una expresión de placer, pasados unos instantes, Agustín sacó su pistola de la apretada funda y le preguntó a su mujer:

  • ¿Le dijiste cuál era nuestra condición?

  • No papi, creí más oportuno decírselo cuando estuviéramos los tres juntos y cogiendo – respondió ella con voz entrecortado por el gozo -, ahora es buen momento para que lo sepa.

Mi expresión era de total duda, no sabía a qué se referían, deseba saberlo ya que mi orgasmo estaba cerca.

  • Espero que no te extraño lo que te vamos a pedir – dijo Luly -, hemos hecho todo lo posible para que disfrutes este encuentro y deseamos que hagas algo por nosotros.

  • ¿De qué se trata? – inquirí.

  • De que te cojas a mi marido mientras me chupa la concha, eso nos excita tanto y nos hace venirnos muy rico, ¿aceptas?

Dudé por unos instantes, la calentura era demasiada y no podía aguantar más la leche, la petición no me era del todo desconocida, ya había tenido algunos encuentros con homosexuales y respondí con seguridad:

  • Si después me dejas venirme dentro de tu esposa, ¡adelante!

Una gran sonrisa de dibujó en sus caras como signo de aprobación, se acomodaron en el suelo para llevar a cabo su fantasía, Luly se sentó y separó las piernas, quitó la espesa nata de pelos frente a su sexo y abrió sus labios vaginales con las manos para permitir que la lengua de su esposo llegara hasta adentro, él puso su cara frente a la abierta vagina se ella poniéndose de perrito y levantó las nalgas para mostrarme el masculino orificio que deseaba ser penetrado, me pasó un condón que me coloqué en mi camote, escupí sobre su aro y me dispuse a metérsela hasta la empuñadura, iniciamos prácticamente al mismo tiempo, ella gimió fuertemente al sentir que la lengua atacaba sus partes íntimas, mi cañón se deslizó, no sin algo de esfuerzo, dentro del anillo de Agustín, el culo que estaba rodeando mi virilidad realmente estaba rico, un poco más flojo que el de Luly pero lo apretaba para aumentar el placer, en cuanto ella vio que le clavé toda la macana, me dijo:

  • ¡Pégale en las nalgas!, eso le encanta, ¡dale con fuerza para que sienta quién es el amo!, ¡quiero oír que chille como el cerdo que es!

Sin pensarlo le asesté una sonora nalgada sobre su trasero, como había dicho ella, chilló al sentir que mi mano se estrellaba contra él, repetí el golpe solo que ahora un poco más fuerte, los gemidos de ambos llenaban toda la sala, continué haciéndolo hasta que la carne quedó enrojecida y con mis manos marcadas en ella, sentí un espasmo desde mi interior, ¡el orgasmo estaba cerca!, moví mi pene rápidamente entrando y saliendo de la masculina cueva hasta que la leche brotó a borbotones inundando la funde de látex, mientras me estaba viniendo escuché a Luly que anunciaba su orgasmo:

  • ¡Ya, ya, ya me estoy viniendo, síguele Agus, sigue mamándome la panocha!

En cuanto terminó de dejó caer hacia atrás como si hubiera sido fulminada por un rayo, poco después Agustín se levantó para masturbarse y vaciar todo su blanquecino líquido el la cara de su esposa, gruñó levemente mientras la leche caía en la boca abierta de ella, la saboreó como si se tratara del más exquisito manjar, luego caímos los tres en una reconfortante siesta.

Me desperté cuando escuché que Agus me hablaba:

  • Eres muy bueno cogiendo, me hiciste gozar plenamente y me pude venir sobre ella como hace mucho no lo hacía.

  • Gracias – musité levemente sin atinar a agregar algo más.

  • Nos gustaría repetir el encuentro en otra ocasión, no sé si estas dispuesto a acompañarnos nuevamente.

La invitación era realmente atrayente, por un lado una mujer que me enseñaría a coger como todo un experto,, también podría seguir teniendo experiencias homosexuales, no representaba gasto alguno para mí, excepto el físico.

Por supuesto que acepto la invitación, cuenten conmigo para todas las sesiones sexuales.

En otra ocasión les platicaré otros más de estos calientes encuentros

Don Pato

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