Una rica señora (1)

Lo rico que me la pase cogiendo con una señora que tenia la edad de mi madre, muy rico que ma la pase.

UNA SABROSA SEÑORA

¡Hola mis estimados lectores!, en esta ocasión le platicaré cuando tuve en mis brazos a una señora mucho mayor que yo, mi edad era de 19 o 20 años

Resulta que un viernes acudí a una reunión de un compañero de la Universidad del primer semestre, pero casi no conocía a nadie, su hermana era la anfitriona, entre las asistentes vi a una señora trigueña, aproximadamente de unos 50 o 55 años, de buen cuerpo y bonita cara, vestido bastante ajustado que marcaba sus amplias caderas y una blusa que marcaba sus grandes pechos, además bailaba muy sensual, tanto, que quise bailar con ella, estaba tomando una copa mientras llegaba a su mesa, cuando finalizó la melodía, se retiró de la pista y fue a tomar asiento, me acerqué a ella y le pedí que bailara conmigo, a lo cuál aceptó de buena gana, ya estando entre las parejas, iniciamos la plática:

  • ¡Qué bien bailas! – le dije con la mejor de mis sonrisas- mi nombre es M

  • Gracias, no es para tanto – respondió con un ligero gesto de fingida pena -, hago lo que puedo, el mío es Lourdes, pero me prefiero que me digan Luly.

  • Pues lo haces perfectamente Luly, ¿Dónde aprendiste? – pregunté.

  • En casa todos bailan bien, así que no me costó ningún trabajo aprender, además tú también eres bueno en esto – dijo mostrando su perfecta y blanca dentadura.

  • Ahora me toca a mi agradecer el cumplido – respondí -, solo es cosa de sentir la música y moverse al compás, ¿no crees?

  • En eso tienes razón, porque no todos los bailes son iguales, hay algunos que me ha costado más trabajo que otros, como el rock and roll, ese prácticamente no lo se bailar – comentó con sinceridad.

  • ¡Tu problema está resuelto, es mi baile favorito!, cuando gustes podría enseñarte – le propuse con medida intención.

  • Eres casi un niño para mí, pero te voy a tomar la palabra, algunas veces he ido a fiestas y me quedo sentada cuando tocan esa música – dijo volteando hacia mí -, ¿lo harías por mi?

  • Sería un tonto si hago lo contrario, ¿Cuándo quieres que comencemos? – mi pregunta era para saber su dirección o su teléfono y seguir en contacto con ella.

  • ¿Tienes tiempo mañana?, es sábado y no tengo compromiso.

Mi mente trabajó al mil por hora, estaba a punto de conseguir la dirección de una de las mejores mujeres de la fiesta, era algo increíble, tomé mi celular y me dispuse a registrar su número telefónico.

  • ¿Cuál es tu número? – pregunté con emoción contenida.

Puse especial cuidado al anotarlo, no deseaba que por un error perdiera la oportunidad de salir con ella, le repetí el número y ella asintió confirmando que era correcto.

  • ¿Por dónde vives? – inquirí para averiguar algo más de ella.

  • Vivo por…, me puedes llamar por las mañanas que no hay nadie en casa que nos interrumpa.

Mi asombro iba en aumento, era prácticamente mi vecina, vivía muy cerca de mi casa, decidí seguir indagando más acerca de ella.

  • ¿Por qué en las mañanas? – curioseé para saber si tenía marido.

  • Pues porque mi esposo está trabajando y no quiero que se entere que tengo un nuevo amigo, ¿satisfecha tu curiosidad? – su voz era suave e invitante.

  • ¡De acuerdo!, mañana te llamo a las 11 a.m., ¿esta bien? – ella asintió y mi curiosidad estaba satisfecha, ahora todo dependía de mi, seguimos balanceándonos con las notas musicales un par de canciones más, platicamos de cosas sin importancia hasta que la llevé a su lugar.

Mi compañero de Universidad se acercó a comentarme:

  • ¡Qué suerte tienes hermano!, bailaste con la señora Luly, es de las más buenas de la reunión, ¡te envidio!

  • ¡Gracias hermano!, lo que pasa es que me gustó a pesar que es mayor que yo, me llamó mucho la atención.

  • ¡Pues adelante hermano!, que haya suerte con esa rica mujer – finalizó diciendo.

El festejo continuó hasta altas horas de la madrugada, para mi mala suerte Luly se retiró temprano, casi no bailé, pensé en ella mientras tomaba unos tragos de tequila, mi mente divagaba en cómo sería tenerla en mis brazos, mi vida sexual en aquellos días era normal pero no perdía oportunidad de tener una experiencia totalmente diferente a las anteriores.

Al día siguiente, en cuanto desperté con una tremenda erección, pensé en llamarla, no tenía ni idea de la hora, voltee a ver el reloj y me pareció que su andar era demasiado lento, eran apenas las 10, recobrando la compostura me fui a bañar y me arreglé para acudir a la cita, le llamé y su voz al otro lado de la línea era más sensual que en persona, le pregunté a qué hora podría ir a verla y me contestó:

  • Tienes hasta las 4:30 p.m., mi esposo llega a las 5, así que decídelo tú.

¿Te parece que vaya dentro de 15 minutos?- inquirí tratando de ocultar mi ansiedad.

  • Prefiero que sea dentro de media hora, no me gustaría causarte una mala impresión, déjame que me arregle un poco y estaré lista para las clases de baile – su tono no dejaba lugar a duda, debería ser puntual.

  • De acuerdo, llevaré algo de música, la mejor que tengo y ya verás que no es nada difícil – mi cuerpo estaba a punto de temblar de la emoción, colgué y me dispuse a encontrar lo mejor de mi repertorio musical.

Llegué a su casa como si hubiera sido transportado mágicamente, llamé a su puerta y apareció ataviada con unos jeans súper ajustados, dejando ver la amplitud de sus caderas, su cabello atado en forma de cola de caballo, una playera blanca y algo holgada cubría sus apetecibles melones pero resaltaba el color de su piel, el leve maquillaje hacía que sus labios se me antojaran más, me recibió con un beso en la mejilla y me hizo pasar.

  • ¡Gracias por la puntualidad!, es algo que me encanta – dijo mientras tomábamos asiento en la espaciosa sala.

  • No tienes que agradecer nada, una dama como tú se merece eso y más – respondí.

  • ¡Qué galante eres! – comentó con algo de sonrojo en sus mejillas -, estoy lista para la clase.

Tomó el disco compacto y lo llevó hasta el estéreo, el volumen estaba a un nivel bajo y audible para no interrumpir mis indicaciones.

Me puse de pié tomando su mano para ponerla frente a mí, le dije que todo era cuestión de dejarse llevar por el ritmo, moví mis pies lentamente para que se familiarizara con los movimientos, después, se puso a mi lado acercándose poco a poco hasta quedar juntos, mi mano rozó su cadera, ella sonrió y me alentó a continuar con la clase como si no hubiera pasado nada, poco después, la tomé en mis brazos para que se acostumbrara a la pareja, ella simplemente redujo el espacio entre nuestros cuerpos hasta que quedamos fundidos en un ardiente abrazo, el baile iba acrecentando nuestros deseos al principio, los besos fueron leves, las caricias, tímidas, poco a poco fueron aumentando de intensidad, pasados unos instantes, sin asomo de pena me dijo:

  • Eres un pequeño lindo y caliente, ¿te gustaría metérmela?

Me quedé atónito ante la pregunta, era demasiado directa como para asimilarla, sin dejarme siquiera responder tomó la iniciativa, sus labios se pegaron a los míos en forma fogosa, sus manos tomaron mi cabeza para acariciar mis cabellos, por mi parte, la tomé de la cintura y pegué mi creciente bulto a su cuerpo, respondió con movimientos hacia delante y atrás en forma alternada, luego lo hizo en círculos, con eso logró que mi erección fuera total, me puso súper caliente en cuestión de segundos.

Se deshizo de entre mis brazos y me tomó de la mano diciendo:

  • Ven pequeño, ahora vas a saber lo que es el placer.

Mi mente estaba pensando en lo que se avecinaba, no pude articular palabra, por lo tanto ella me condujo escalera arriba hasta la recámara, me tumbó sobre el mullido lecho y se balanceó al compás de una imaginaria melodía, sus caderas se movían como si algún invisible amante la estuviera penetrando, se fue despojando lentamente de su playera mientras lanzaba besos hacia mí, al sacarla sobre su cabeza, pude apreciar el tamaño de sus hermosos melones, estaban cubiertos por un sostén prácticamente transparente de color negro, con un movimiento de cintura hizo que se balancearan frente a mis ojos, alcé mis manos para tocarlos pero me lo impidió alejándose un poco, giró su cuerpo para mover sus paraditas nalgas ante mí, rápidamente se las acaricié antes de que se apartara, luego, comenzó a bajar los jeans que poco a poco fueron descubriendo esas amplias nalgas que sabía mover tan rico, llevaba puesta una tanga del mismo color y tela que el sostén, así que pude ver la oscura zanja que separaba los cachetes posteriores, giró dándome el frente y aprecié una espesa mata de vello negro que cubría su sexo, en ese momento mi pene comenzaba a expulsar unas gotas de líquido pre-seminal, el cuál humedeció notoriamente mi pantalón, Luly lo notó de inmediato y me plantó un soberbio beso, su lengua hurgaba ávidamente el interior de la mía como si fuera una serpiente, una de sus manos de posó sobre mi henchida herramienta y la sobó deliciosamente, pasados unos instantes, se piso de pié frente a mi y me dijo:

  • Parece que estás listo y no quisiera que tu leche se derramara fuera de mi cuerpo, ¡tómame, soy tuya!

Esa orden no dejaba ni asomo de duda, me levanté y comencé besándola en los pechos, ella cooperó despojándose del sostén liberando de su prisión aquellos enormes pechos que bailaron frente a mi boca, rápidamente atrapé uno y lo besé frenéticamente hasta arrancarle unos gemidos, mi mano buscó a tientas el peludo triángulo entre sus piernas, en cuanto sintió mi caricia, arqueó su cuerpo para que alcanzara a llegar un poco más adentro, sus pechos se movían por lo agitado de su respiración, mis dedos luchaban por apartar la tela que me impedía alcanzar su sexo, Luly nuevamente me ayudó y bajó hasta medio muslo su tanga, se apartó unos centímetros de mi y me ordenó:

  • ¡Bájalas con los dientes!

Obedecí y mordí la orilla para hacer lo que me pedía, ella movió las caderas ayudando a que llegaran hasta sus tobillos, alzó una pierna y la sacó, hizo lo mismo con la otra, su diminuta prenda quedó colgando entre mis dientes, la tomó y me la puso en la cara para que olfateara su aroma, es obvio decir que era de una hembra muy caliente, tomé sus pies con mis manos y comencé a acariciar y besar esas columnas que sostenían a tan ardiente mujer, separó sus piernas y, en cuanto llegué a su monte de Venus y introduje un dedo en su rajada, gimió fuertemente como si hubiera logrado un orgasmo, me tomó de los cabellos y me acercó a su panocha para que la lamiera, lo hice como loco, en cierto momento logré meter la lengua y saboreé ese salado líquido que lubricaba su interior, me apretó más y más la cabeza contra ella hasta que se mojó completamente por dentro, jadeando por el placer, me levantó y lamió sus propios jugos tanto de de mis labios como de mi lengua, luego inició la labor de desvestirme, a cada parte que descubría de mi piel, la colmaba de besos, esto hacía que mi macana casi estallara de excitación, cuando bajó mi ropa interior, me dio una formidable mamada que me transportó a mundos insospechados de placer, tanto se tragaba mi caramelo, que sus labios llegaron a tocar mis bolas, parecía que deseaba llenar su cavidad bucal con mi esperma, de repente se detuvo y me dejó a punto de explotar, se subió a la cama y abrió sus piernas al máximo, asió mi arma y la dirigió hacia el espeso mechón de vello púbico, el cuál apartó para dejarme ver la rosada entrada vaginal, le clavé mi ardiente arma y ella me contuvo diciendo:

  • Quiero que lo hagas despacio para que no te vengas tan rápido, necesito gozar con tu rico pene hasta hartarme – en su enrojecida cara se notaba que su pareja lo había desatendido, así que respondí con voz entrecortada por la calentura:

  • Dime cómo quieres que lo haga y te obedeceré en todo, necesito saber qué necesitas para hacerlo, quiero aprender a coger como el mejor de los amantes.

Como única respuesta movió su sexo lentamente haciendo que el ritmo de mis embestidas fuera el mismo, su boca se entreabrió incitante para que la besara, mis manos pellizcaban sus oscuros pezones que crecían y se endurecían más y más, minutos después, me pidió que la dejara montarse sobre mí, cambiamos de posición y tomó mi tranca y la colocó en la entrada de su concha, se dejó caer de golpe y enterró hasta la empuñadura mi estaca, soltó un leve grito y comenzó a mover su cintura como si bailara hawaiano, mis caricias sobre sus melones arreciaron, lo pellizcos, leves al principio, ahora eran fuertes, jalaba sus botoncitos como si deseara arrancarlos, quitó una de mis manos de su pecho y la puso entre las piernas, mi dedo buscó el botoncito de placer entre la espesa mata de pelos, al encontrarlo, lo sobé tratando de proporcionarle a Luly mayor placer, supe que estaba en el lugar exacto porque sus ojos quedaron en blanco, su respiración se tornó excesivamente agitada y sus gemidos iban en aumento, sus uñas se clavaron en mi pecho al punto que me causaron dolor, se levantaba y volvía a dejarse caer sobre mi verga, mi cuerpo se tensó ante el irremediable orgasmo, al sentirlo, arreció sus movimientos, mi torrente de leche bañó el interior de su ardiente cueva, sus melones quedaron aprisionados en mis manos, unos segundos después, cerró sus ojos y susurró:

  • Me estoy viniendo, déjame la verga dentro, ¡quiero exprimir toda tu leche!

Después que se vino, cayó exhausta sobre mi pecho, pasados unos minutos mi flácido miembro se salió de la que fuera su funda durante el encuentro sexual, me dejó descansar un buen rato, pero, después volvió a chuparme la reata, la que reaccionó levantándose…, pero eso se los platicaré en mi siguiente relato

Don Pato

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