Una rica mamada entre amigos

Esta historia ocurrió hace años, cuando era mucho más joven tendría alrededor de 18 ó 19 años no más...

Esta historia ocurrió hace años, cuando era mucho más joven tendría alrededor de 18 ó 19 años no más, pasado el tiempo en este momento quiero compartirla con todos los lectores por lo supuso para mí en su día, fue únicamente un instante pero inolvidable para mí.

El hecho sobrevino como producto un travieso juego de adolescente entre tres personas, dos chicas y un servidor, si bien aunque no nos montamos el típico trío me supuso una enorme satisfacción sexual, máxime en aquellos tiempos de juventud en el que cualquier conquista libidinosa dejaba una huella imborrable, al menos para mí.

Les comento, eran dos chicas entre de 17 y 18 años aproximadamente, con cuerpos de buen ver y mejor catar, muy desarrollados para su edad, realmente físicamente aparentaban más edad. Vamos a llamarles Rocío y Susana, para no dar sus verdaderos nombres por discreción aunque hallan pasados muchos años; Rocío era una morenaza, muy española, con una simpatía natural y espontánea que hacía que me encontrase cómodo a su lado, alta, con pelo corto que le quedaba extraordinariamente bien, con un cuerpo de pecado con buenas tetas y un magnífico culo, los amigos en ocasiones la animábamos a que intentara ser modelo; por su parte Susana del mismo modo disfrutaba de un cuerpazo, pero no tanto como el de su amiga si bien con una cintura más estrecha, parecía el prototipo de mujer del este, era rubia con media melena ondulada, de similar altura a la de Rocío, su piel era más blanca y tenía unos ojos de gata rasgados de color verde que mareaban, de pechos tenía menos que Rocío y su culo también era apetecible, bastante apetecible para mi gusto, lo tenía más alzado que su amiga y eso me ponía cantidad, sobretodo en el día de marras que sucedió lo que a continuación narraré.

Hice amistad con ellas a través de un grupo de amigos entre el que se encontraba el hermano de Rocío, por cosas de la vida entablé gran amistad con ésta y, por ende, con Susana, su mejor amiga, que acabó siendo novieta de mi hermano. La madre de Rocío y su hermano trabajaban, y cada mañana acudía a casa de Rocío quedándome mucho tiempo a solas con ella y con Susana que acudía a media mañana a casa de su amiga, Rocío me decía que los vecinos cuchichearían y pensarían que me la estaba follando todos los días, ¡que más hubiese querido yo!, sin embargo nunca tuve nada con ellas salvo lo que me dispongo a relatar, tampoco lo intenté y con los años uno ha llegado a pensar que de haberlo intentado con Rocío posiblemente hubiese habido algo, pero nunca la vi por la labor, yo más bien parecía el amigo gay o el pagafantas al que le contaba todo, venturas y desventuras, por lo demás Rocío tenía novio pero le acababan de poner los cuernos con una que ya hubiese querido ser como ella, y Susana era por entonces la reciente novieta de mi hermano… Como dije, nunca intenté nada con ninguna de las dos.

Una mañana como tantas, bien avanzada, nos encontrábamos los tres tranquilos sentados en el sofá del salón viendo la televisión, recuerdo que era una serie americana que a Rocío le gustaba,lo que de verdad le gustaba era el actor protagonista de la misma, cuando de repente Susana comienza a conversar con su amiga sobre sujetadores y que tenía que ir a la tarde a comprar algunos, a lo que pregunté “que talla tenéis” , me la respondieron y no quedé conforme sobretodo con respecto a la de Susana, a lo que me contestó algo enojada, “¿me quieres medir las tetas para que te convenzas?” , quedé algo sorprendido, teníamos confianza pero nunca pensaba que para tanto, Rocío intervino también , “venga, buena idea, mídenos los pechos, puede ser divertido” . Se levantaron del sofá, abrieron un cajón y Rocío sacó del mismo un metro de aquellos amarillos. Bueno, al menos echaríamos un buen rato y unas risas con mi amiga y mi entonces cuñada.

Me acuerdo que entramos en la habitación de Rocío y echó las cortinas de la ventana. Rocío vestía una fina camiseta blanca y el pantalón de un pijama rojo marcándole todo, sobretodo el culazo; de igual forma Susana vestía muy de andar por casa, no recuerdo su prenda superior pero si la inferior, nunca se me olvidará, unas mallas azules que parecían una segunda piel dejando apreciar perfectamente la raja del pipón que tenía y, por supuesto, el trasero perfectamente dibujado advirtiéndose la rabadilla y la separación de los nalgas, todo muy bien señalado, tanto que para salir a la calle se colocaba una prenda en la cintura pero dentro de la casa, en confianza, no le importaba mostrarse de esta forma, en ocasiones pensaba que no llevaba bragas.

Bien, Rocío fue la primera, me pasó el metro despojándose de la camiseta que la cubría, se quedó con un pequeño sujetador blanco dejando buena carne a la vista, me dio la espalda y me aproximé a ella quedándome a pocos centímetros de ella, mi pene estaba muy cerca de su culo, esto no era nuevo pues algún roce inocente ya habíamos tenido durante tantas mañanas, pero esta vez era diferente y mi tranca reaccionó, más cuando pasé el metro desde adelante hacia atrás palpándole los pechos. Todo quedó ahí, sin más…, pero empezaba a excitarme y, sin duda, lo notarían rápidamente.

Llegó el turno de Susana, de mi cuñada, la promotora de la idea. Tras realizar el mismo ritual previo, su sujetador azul ocultaba más que el de su amiga, se colocó de espaldas y, mmmmmmm, vaya culazo respingón que me puso, aquel pandero de Susana me puso más nervioso que el de Rocío, estaba perfectamente definido como ya he expresado, a diferencia de Rocío sin querer sí rocé mi polla con la redondez del culo de mi cuñada mientras le medía las tetas, se me puso enorme y ella lo notó en seguida, como días más tarde me contó, pero no quiso apartar su culo del miembro erguido, al inclinarme para medir se la estaba metiendo por la rabadilla a mi cuñada.

Terminamos, pero en realidad fue cuando comenzó todo, de bromas comenté que aunque había sido un placer no tenía gracia, lo bueno era haber medido sin sujetadores; “de eso nada listo” , me replicó Rocío, pero Susana más pícara dijo aquello de “¿y porque no?, a mí me parece una buena idea, después de todo estamos entre amigos, pero pongo una condición: después te medimos la polla” , al principio me cerré en banda, sin embargo en el fondo quería,aquello estaba tomando un cauce peligroso, Rocío entre risas apoyo la idea y consentí a regañadientes, “es justo después de todo siempre salgo ganando” , les dije pensando que a la hora de la verdad se rajarían.

Lo que no esperaba es que se quitaran los sujetadores ante mi vista, ambas quedaron desnudas de cintura para arriba, la primera fue Susana a lo que al verla la siguió Rocío, -con el paso del tiempo he pensado en porqué no propuse medirle también las caderas-, ambas tenían los pezones ya puntiagudos, estimuladas por la excitación del juego, como ya sabía y había medido Rocío tenía más tetas que mi cuñada, eran casi perfecta pasando de la talla 95, eran unas tetazas duras con unas aureolas y pezones colosales de color marrones; Susana por su parte tenía menos pecho como ya he comentado, no alcanzaba la talla noventa, pero del mismo modo eran deliciosos, eran más blancos y sus aureolas y pezones eran pequeños de color sonrosados, se agitaban como flanes y eso le daban un punto erótico. El ceremonial era el mismo, yo pasaba la cinta por delante de sus pechos hacia atrás, colocaba el metro sobre sus pezones que me servían como guía, comprobando que estaban endurecidos, todo esto me produjo una gran erección, sobretodo cuando tuve que medir a Susana, ocurrió lo mismo que unos minutos antes pero en esta ocasión movía el culo hacia atrás, a la vez que yo me encontraba inclinado hacia adelante encajando bien la polla entre los cachetes del culo de mi cuñada, por su respiración agitada advertí como la muy puta saboreaba mi tranca meneando en redondo ese pandero, perfectamente definido por las mallas, para ajustarla mejor entre sus nalgas, noté como tenía un buen calentón. Estuve a punto de correrme pero afortunadamente pude contenerme…

Al finalizar de medirles las tetas, el resultado fue aproximado pero ya esto era un juego erótico entre ellas y yo, daba igual, me hice el distraído pero las dos sin cubrirse el torso me llamaron sonriendo para cumplir mi parte. Me negué nuevamente en rotundo, pero fue inútil, me quité los pantalones y la ropa interior quedando la polla totalmente empinada y arqueada como un plátano mirando al techo, no era para menos después de los rozamientos y ver esos cuerpazos semidesnudos delante de mí, comenzaron reírse lo que en principio no me hizo nada de gracia, pero rápidamente al ver mi cara me dijeron que no era por el tamaño sino por la situación, algo que me tranquilizó. Rocío se me acercó con el metro amarillo en la mano y se agachó a medírmela, comenzó a hacerlo pero sin palparme el miembro, se la notaba nerviosa viendo aquella vigorosa polla erecta con el capullo fuera, al colocar el metro sobre la misma me palpó el tronco y la cabeza, aquello comenzó a ponerse más largo y más gordo, yo suspiraba e intentaba no correrme, sentía un enorme cosquilleo, la situación era cómica. Susana apuntó medirla de otra manera, extendida hacia adelante, esto era peor, o mejor según se mire, puesto que o bien la sostenía con mis manos o me la atrapaban, cosa que apresuradamente hizo mi cuñada extendiéndomela hacia adelante mientras Rocío me la volvía a medir, observar a pocos centímetros aquellas chicas inclinadas hacia mí con sus tetas colgando, los inevitables roces, y el manoseo a mi polla me hizo sentir un gran cosquilleo en la misma y pensaba que eyacularía pronto llenándolas a las dos de viscosa y pegajosa leche, en mi opinión las notaba muy excitadas, sobretodo a Susana. Si me hubiesen dado a elegir a cual follarme de las dos seguramente hubiese optado por Rocío, aunque en realidad me hubiese preferido tirarme a Susana por detrás mirándole el culo, pero por entonces era mi cuñada y eso pesaba mucho.

No quería decir nada, pero estaba deseando acabar para ir al baño a cascármela pensando en las dos, tenía dos bellezones en tetas, con sus respectivos pezones endurecidos y en punta por la excitación que ambas estarían sintiendo, tocándome el nabo a lo largo y a lo ancho, también calcularon lo gorda que la tenía, cuando terminaron Susana se retiró un tanto moviendo sus medianas tetas como flanes, me gustaban, pero Rocío la tenía aún sostenida por la cabeza y, en un acto reflejo como después me reveló, me echó el prepucio hacia atrás y hacia adelante, dándome suaves friegas, no podía creérmelo pero comenzó lentamente a masturbarme con la mano, pasándome al mismo tiempo la lengua por la parte inferior del tronco, se acomodó en cuclillas e inmediatamente se la introdujo enterita en la boca iniciando una suave felación, a esa edad y el aquel tiempo me la habían comido pocas veces, desde mi altura la miraba y la advertía concentrada en la mamada que me estaba proporcionando, agitándose las tetas suspendidas a compás, por mi parte ni hablaba por no romper el improvisado momento, recuerdo que jadeaba mucho del placer que me daba, e incluso cerré los ojos pensando en el culo de mi cuñada mientras su mejor amiga me la comía, relamiéndola bien y a mí me estaba sabiendo muy rica la felación, estaba como una moto, me acuerdo que no sabía que hacer con las manos y comencé a acariciar el cabello de Rocío. A los pocos minutos no pude aguantar más, sentí un gran hormigueo y llegaron las convulsiones descargando sin avisarla abundantemente entre su boca y cara, todavía me acuerdo como tuve dos descargas, succionó todo mi semen y posteriormente se limpió con la lengua el resto que se encontraba en la cara y en las comisuras de los labios, a la vez que colgaban hilillos desde la boca. Fue un momento que no olvidaré ante la mirada atónita de Susana sorprendida ante la reacción de Rocío. Lo que a mí me sorprendió es que fuese Rocío la más lasciva y no mi cuñada a la que noté bastante caliente durante toda la broma, o travesura,…, como la quieran llamar.

Nos fuimos hacia el lavabo a limpiarnos, de la misma guisa, ella en tetas y un servidor desnudo de cintura para abajo moviéndose la polla como un péndulo, nos limpiamos haciendo bromas aunque con algo de rara tensión en el ambiente, sin embargo no le importaba rozar su trasero con mi tranca que volvía a empinarse y robustecerse. Susana ya se había vestido y rompió el hielo sobre lo ocurrido, nos prometimos que no lo contaríamos a nadie y, porque no, reconocimos que lo habíamos pasado bien, “sobretodo nosotros dos” refirió al fin Rocío entre risas con su simpatía acostumbrada.

Tras aquella improvisada e inolvidable sección erótica, continué frecuentando aquella casa como de costumbre, aunque para mi infortunio no volvió a ocurrir nada más, de vez en cuando Rocío y yo nos acordábamos del episodio, sin arrepentirse por hacer lo que el cuerpo le pidió en aquellos momentos.