Una rica follada en la casa del tio

En este último mes me embargaba el sentimiento sobre la negación de escribir, pero gracias a una chica que leyó uno de mis relatos, incentivó mi creatividad, morbosidad y lo más importante: sentimiento para volver a escribir, así que este relato va para Natalie.

Después de tanto tiempo sin ver a mi mejor amigo, un mes antes de mi cumpleaños el me confirma que viene a mi cuidad. Martin que era el hombre del cual me había enamorado hace 4 años atrás, llego al país hace en abril. Claro, yo esperaba ansiosamente verlo, pero solo lo pude ver en julio, aunque yo estaba muy incómoda porque gracias a su incompetencia no nos habíamos podido ver (larga historia que no va con el relato).

Era miércoles, decidí llamarlo para ver donde como arreglábamos su estadía y saber a qué hora llegaba, me confirmo que venía  el viernes a las 3 de la tarde agregando que se iba a quedar en casa de su tío. Pasaron esos días que nos separaban, me acuerdo que falte a la clase de la mañana para arreglarme, pintarme las uñas, secarme el pelo, elegir muy minuciosamente mi ropa y zapatos; para que al final solo me arreglara el cabello, limpiar las uñas y ponerme una vestimenta normal con sandalias.

Cuadre todo en mi casa, llegaría tarde, tome un taxi y me dirigí a la parada del bus, ahora que escribo mi historia quiero hablar del puto taxista que mínimo tiene que ser idiota, tomo todas las calles que no debía, haciendo que perdiera la paciencia y atrasarme en la hora del encuentro, 5 minutos después, pero soy casimente la princesa de la puntualidad.

Al llegar a la parada, tuve que adentrarme en el mar de gente que saludaba a personas que no veían, besando a sus respectivas parejas, cargando esas maletas llenas de dulces, muy típico del país, madres reprimiendo a sus niños; hasta que por fin encuentro a este chico con bermudas color crema, t-shirt rosado, unas zapatillas, gorra azul y mochila en un esquina con cara de ansioso; mantuve un paso rápido para llegar a donde el, me miro y me abrazo, ese acercamiento tenía un toque de ´te extrañé mucho´.

Hablamos un poco, tratamos de ver a donde él quería ir, llame un taxi y nos fuimos. Dimos a parar a un lugar donde venden donas, comimos y nos quedamos largas horas, en las cuales los besos se podían regalar, su tío fue a llevarle las llave del apartamento y podría decir que fuimos directamente allá pero la verdad no, tuve que ir a mi universidad a entregar un trabajo, para luego ir a cenar, y más tarde ir al aposento.

Ese lugar era espectacular, muy lujoso, espacioso, con una cocina de revista y sala de rey, Martin entra a la habitación, para durar una eternidad, mientras yo lo esperaba, no sé qué hacía, así que desespere y grite:

-Puedo?

-Si! Claro! Veni.

Camino pro el largo pasillo, entro en la habitación que él estaba, para tirarse en la cama y decirme que me acueste con él. Me acomodo de una manera para que nuestras bocas estén juntas, y sea fácil besarnos. Termino comiéndome la boca como si necesitara todo de mi, tocando mi cuello, mi panza, mis senos.

-Hagámoslo- estaba desesperado.

-Vamos- solo salieron esas palabras de mí, estaba tan excitada que lo deseaba dentro de mí.

Busco un condón, pero antes se acercó.

-Mójalo un poco.

-No, mételo ya, te quiero adentro.

-Pónmelo- me dio el condón, muy delicadamente lo puse en la punta, lo desenrollé un poco, y con mi boca tomando el sumo cuidado de no pegar los dientes, lo baje por su pene completamente. Lo tenía erecto, con una cara de excitado.

Me tumbo en la cama, comenzó a comerme el cuello, los senos, y pasarme la mano por el clítoris, disfrute ese momento como nunca.

-Martin, estas esperando que te ruegues que me lo metas.

-Si! Jajajaja

-Métemelo!

Solo se rio como nunca, me atrajo a la horilla de la cama y me lo metió de un golpe. Lo sentía todo llenándome, nunca había tenido un pene que me llenara completamente, cada centímetro sin dolerme nada. Disfrutaba tenerlo adentro, todo, completo.

Comenzó a moverse, era algo de otro mundo, se sentía tan diferente a las otras que yo no entendí él porque, encantaba como lo hacía.

-Cambiemos de lugar- dijo el, me atrajo al piso, que quede claro, nunca lo había hecho ahí.

Se acostó, y yo me subí en él, para moverme de la manera en que se me antojaba, sentía como su pene me completaba, para casi arrojarme a un excitante orgasmo, hasta que exploté en éxtasis.

Creía que nunca llegaría, aunque el recorrido fue tan placentero.  Caí encima de él. Para que luego me susurrara:

-Bañémonos juntos.

Nos metimos a la ducha, nos mojamos, para calentar otra vez, no podíamos hacerlo en el baño, yo era muy pequeña y pesada para cargarme, así que me saco de la bañera, me seco, me condujo al mismo lugar para luego decir:

-Túmbate.

Cuando ya estaba tirada en el piso, me regalo un beso, uno de esos que no querrías cambiar ni por la comida preferida, metía la lengua desesperadamente en mi boca como si fuera necesario abrir paso. Usaba sus manos para jugar con mis pezones, torcerlos, para luego bajar una de sus manos a mi clítoris y tantearlo, sonrió como si hubiera encontrado lo que deseaba:

-Esta mojadito por aquí abajo.

Yo sabia que lo estaba, pero no lo suficiente. Subió mis piernas a sus hombros y empujo con deliberada presión su pene en mí, fue ligeramente brusco pero suave. Solté un grito de excitación, tal vez tenía una cara de SIGUE FOLLANDOME RICO, que hizo que se moviera con suavidad pero firmeza, fue delicioso, su pene encajaba en mi concha, parecía que estaba hecha para mí.

Era tan excitante, que me encontré arañando el piso, comenzó a embestirme con más firmeza, me la entraba de un empujo, mientras yo gozaba y gritaba, era algo espectacular, mientras me lo metía, besos mis labios que estaban deseosos de él, dijo bajito:

-Me corro

Y de buena envestida soltó su semen caliente en mi vagina, para luego tumbarse en mi cuerpo y besarme el rato completo. Cinco minutos después de acompasar nuestras respiraciones, se levanto, ayudándome a incorporarme, sentí como se salía a borbotones su leche de mi, yo cerrando mis piernas para que no callera nada al piso, nos condujimos otra ves a la ducha, para ahí durar una eternidad besándonos y jugando.