Una relación privada

Un anuncio en el periodico: Una relacion privada. Has visto la pelicula? la fantasia del anonimato. No me conoces, no te conozco...unicamente nos une la misma fantasia, el mismo deseo.

Una relacion privada

Una relacion privada. Has visto la pelicula? la fantasia del anonimato. No me conoces, no te conozco...unicamente nos une la misma fantasia, el mismo deseo.

Nos citamos en un bar, y nos vamos (o no) directamente a un hotel. Sin nombres, sin saber nada el uno del otro, que solo nos quede el recuerdo de un instante, el tacto de una piel una tarde de verano, un olor a perfume tal vez...

Bueno, y algun dato, los minimos, hombre, civilizado y una direccion ss2002@transmail.com

Asi empezaba... unas notas previas, para aquellos que no hayan visto la pelicula. Una pelicula muy francesa. Ella, la protagonista, pone un anuncio deseando tener una relacion pornográfica (ese es el titulo en francés), el contesta al anuncio. Se citan una tarde en un café, ella ha reservado un hotel, y van allí, sin preambulo, sin conversacion, sin nombres, dos cuerpos anonimos. A lo largo de unos meses, una tarde por semana, se encuentran en el bar, y van a la habitacion. Nunca se ve lo que sucede alli, nada sabemos de lo que es la "relacion pornográfica". Una tarde, al despedirse, ella pregunta si quiere cenar con ella, cenan, y durante la cena ella le dice que quiere hacer el amor. Y vuelven. Y hacen el amor, por primera vez. La pelicula sigue.

Pero ya el resto no me interesó, soñando en el anonimato de la relacion privada, de una relacion epidermica, de cuerpos, de olores, de una tarde de verano sin mas compromisos que el placer compartido. Sabia que no era sencillo encontrar a una mujer que buscase lo mismo (¡son tan complicadas las mujeres!), una mujer que leyese ese mismo periodico y a quien mi anuncio, forzosamente breve, interesase, sedujese... porque claro, de haber publicado el anuncio a media página de un diario de distribucion nacional, el mismo texto hubiese obtenido respuestas de personas inquietas, interesadas, curiosas. Pero un pequeño anuncio de las últimas páginas de un periodico local....

Sabia que, de aparecer, seria una mujer desinhibida para reconocer que lee la página de anuncios por palabras, una mujer valiente, para osar contestar a un anuncio que como unica pista daba el haber sido puesto por "un hombre civilizado", una mujer audaz, para aventurarse a encontrarse con un desconocido con la voluntad declarada – y exclusiva - de hacer el amor. Sin sentimientos, sin retóricas, sin ninguno de los argumentos que pudiesen justificar a sus ojos de mujer el terminar en la cama. Una unión sin cena previa, ni cava, ni conversacion, ni seduccion, en la que tan solo quedaba, desnudo, el deseo...

Una mujer interesante, a priori

O un hombre, claro.

Asi estaba yo pues, a la expectativa de lo que iba a aparecer en mi cuenta (anonima) de correo.

No apareció nadie, ni el primer, ni el segundo ni el tercer dia, hasta que....

me suena ideal. Soy extranjera, estoy de paso en Barcelona trabajando unos dias y me gustaria pasar un rato contigo. Se que no he quedado anonima, pero tu puedes seguir siendo el hombre sin nombre...

Tengo que ir a cenar con clientes cada noche, pero podemos quedar a medianoche, esta noche mejor. Dejame saber si estas interesado, dime donde y a que hora, hoy si es posible mejor que mañana, no vaya a cambiar de opinion. Mirare mi correo electronico cuando regrese esta noche.

Sorpresa. Total y absoluta. Habia un remite, efectivamente, un nombre, Luisa (de mujer, ufff), una direccion de email de una empresa, no era una relacion tan anonima, al fin y al cabo... no pude resistir la tentacion de ir a la página web de la multinacional en la que ella tenia la direccion de correo. Pero no quise seguir con las indagaciones.

Contesté.

Luisa, si este es tu nombre, puede o no ser tu nombre verdadero, en

Internet nunca se sabe...sigue siendo para mi un nombre anonimo.

Me encanta la idea, me encanta que me hayas escrito, pero me resulta

imposible quedar hoy, viajo enormemente, y me pilla tu mail fuera de

España.

Pero si quieres la semana que viene, tal vez sea posible. La verdad es

que me parece mejor la tarde, es menos... ¿como decirlo? comprometido. Es

más fácil por la tarde, hacer lo que nos apetezca, compartir tres horas,

y despues "toca marcharse" que el estar juntos y quedarse a dormir,

eso invita mas a hablar, a hacerse confidencias, y que se pierda la magia de lo desconocido.

Veo mas anonimato en la version de tarde, pero podemos hacerlo como quieras/prefieras.

Y Luisa contestó

Otra vez digo, que es una lastima...

Si pudieses estar aqui a las cinco en punto de la mañana, bien, porque por bueno o malo, soy muy responsable y normalmente me levanto a las siete para poder llegar con tiempo a la reunion que tengo, y como soy yo quien la lleva, tengo que llegar temprano y tengo que estar preparada...ya ves....

Si no puedes estar aqui, temo que no tendriamos bastante tiempo para disfrutarnos bien de lo que ambos queremos en este momento...como dije, esto no es mi estilo, conocer a alguien de esta forma, pero estoy sintiendo, no se las palabras en castellano, pero podre decir ansias para estar fisicamente unida con un hombre, tocarle, besarle, pasar la boca por su cuerpo....y por cierto te botare a las siete.

Aqui estoy con los dedos en las teclas pensado si estoy loca por considerar mandar en que hotel y habitacion estoy.... Bueno, te lo digo, y si vienes bien, y so no, pues tal vez nos veremos algun dia. Estoy en el Hotel Juan Carlos I, habitacion 612

No se si has entrado en el hotel alguna vez, pero es entrar, subir el ascensor un piso para llegar a recepcion, ir a la izquierda, y otra izquierda inmediatamente para llegar a los ascensores a las habitaciones, hasta el sexto piso, hasta el 12, hasta....

Hasta ?????? Luisa

¿Anonimato? más que ese, imposible. Porque mi deseo, que me parecia atrevido, de encontrarme en un bar con una desconocida para ir directamente a un hotel tenia al menos la ventaja que, en el tramo que me llevaba desde el lugar de la cita hasta la habitación me dejaba un resquicio para salir huyendo, para recordar un compromiso ineludible, el bautizo de un nieto, un juicio pendiente por malversacion o estupro, un viaje urgente al corazon de Asia...

Pero claro, presentarse a las cinco de la mañana en la habitacion de un hotel, para conocer a una mujer con la que solo habia cruzado dos emails...presentarme: hola, soy yo, eres Luisa? y después? El que el hotel fuese de lujo, era una garantía... pero... ¿y si todo era una broma?. ¿y si no existia la habitacion?, y si, lo que es peor, ¿la habitacion estaba ocupada por alguien que nada tenia que ver con Luisa, alguien que no sabia nada y llamaba a Seguridad al ser despertado a las cinco de la madrugada? ¿y si Luisa no era Luisa, si no Luis, con todos sus atributos, y ganas de marcha?

Todas esas preguntas me hacia yo, mientras me dirigia hacia el hotel, circulando cada vez mas despacio por las humedas calles de Barcelona de madrugada. Cada semaforo en rojo me daba un momento de respiro, y mas ganas de darme la vuelta de regresar a mi vida rutinaria, de olvidar esta aventura.

Pero finalmente llegué al hotel. Nada hay mas desolado, mas vacío, mas hueco que el hall de un hotel a las cinco de la mañana. Mis pasos resonaban como en una catedral. Unicamente, agazapado detrás de un mostrador, estaba un ordenanza vestido de general prusiano, observandome. Lo que menos deseaba yo en aquel momento es que nadie me examinase, tener que dar explicaciones, quien era, donde iba... ¿cómo podia yo explicar que iba a la habitacion 612, donde me esperaba Luisa? porque ni sabía yo si la habitacion 612 existia, ni siquiera, si, de existir, iba a estar Luisa alli.

Me dirijo, decidido, hacia el observardor.

Voy a la habitacion 612, ¿es la de Dª Luisa ****?

Si, lo es, ¿le está esperando? ¿quiere el señor que la avise?

¿Cree Vd. que me presentaría a las cinco de la madrugada si no me esperase? no, no hace falta que le avise, ya llego tarde.

Giré, escapé, mas bien, a la izquierda, y me dirigí hacia el ascensor. Bueno, la habitacion 612 existia. Y Luisa, también. Pero ¿quién seria Luisa?. ¿Una americana jubilada, teñida rubio platino, divorciada de un petrolero de Texas y que gastaba algunos barriles de su pension de divorcio cada mes ofreciendose los mejores gigolós europeos? ¿Una mexicana del PRI, que habia decidido dar una tournée por Europa en busca de aventuras antes de que su marido perdiese el poder, y las comisiones a él asociadas? ¿ una pareja argentina, aburrida de la relacion conyugal y que desaba poner un poco de morbo en su polvo semanal? ¿una colombiana con un alijo de cocaina, que se sabia vigilada, y que deseaba colgarle a alguien el marrón?

El ascensor se acercaba al sexto piso...

Se detuvo.

Salí.

Giro a la izquierda, dejo atrás un cartel 601 al 608, continuo...

609, 610, 612.

Llamo,

Silencio

Vuelvo a llamar.

Se entreabre la puerta.

¿Luisa? soy Carlos

Me dejan entrar en una habitacion con olor a noche, con olor a sueño. En la luz que dejaba pasar la puerta entreabierta, medio pude adivinar la mancha blanca de una camisa de dormir, sobre la que se destacaba una cabellera suelta, morena (bueno, al menos no está teñida de platino, me digo). Un abrazo cálido, como una vuelta a casa despues de un día de trabajo. Un beso, un rozar de labios, y Luisa se marcha por un pasillo en direccion a la habitación. A la luz de la puerta entornada dejo en el suelo la chaqueta, cierro la puerta, ya no veo nada más que la mancha blanca que se aleja. La sigo, en la oscuridad. Adivino por el ruido de muelles, mas que veo, una cama.

Me tiendo junto a ella. Nos abrazamos, cálidos. Trato de conocer su cuerpo, su edad. Cuerpo de mujer joven, no es una niña, ni tampoco una mujer madura. Imposible saber nada mas. Recorro sus formas, no tengo, no tenemos prisa. Solamente noto un vago temblor en todo su cuerpo, los nervios del encuentro, posiblemente, el deseo tambien. Aventurar mis manos sobre su silueta, ella en camisa de dormir, yo aún con la camisa y la corbata puestas, de haber luz parecería Le Déjeuner sur l’Herbe, el cuadro de la fiesta campestre en una isla del Sena, al final del siglo pasado, dos hombres de pie, completamente vestidos, aun con canotier y chaqueta, y dos mujeres sentadas en el suelo, medio desnudas, enaguas blancas que se destacan sobre el verde de la hierba por toda indumentaria.

Pechos de mujer, para perderse en ellos. No nos hablamos. Nos besamos cariñosamente primero, con mayor fuerza al poco, a medida que nuestras manos se pierden sobre los cuerpos.

Ella se quita el camisón, ya arrugado por encima de su cintura, yo salto de la cama, y, en la mas completa oscuridad, dejo toda la ropa en el suelo.

Trato, claro, de poner unas facciones sobre el alfabeto braille de mis dedos, trato de traducir los relieves de su cuerpo en una imagen, unico parámetro que soy capaz de reconocer, junto, claro está con el tacto de su piel, el de su pelo espeso, su olor que ha variado, antes sueño, ahora deseo.

No logro traducir, no logro imaginar como es ella. Es joven eso lo se por su cuerpo, por su respiracion, por sus respirar, por la dureza de su carne y por sus suaves fuentes de sal y agua. No es una niña núbil tampoco, eso lo siento en la certeza de sus manos sobre mi cuerpo, en la eficacia de su lengua que me descubre.

Pero nada mas, no se nada mas. Sé, tambien, que está tensa como un arco de violín. Y que de esta manera, no podrá ser ella, dejarse llevar en las alas de ángeles desbocados, está tal vez asustada, quizas inquieta... le ofrezco un masaje... si, hubiese resultado mas sencillo el hacer una pausa, el encender la luz, el hablar un rato, el conocernos hasta donde fuese posible, comprobar yo que estabamos solos en la habitacion, comprobar ella que no era yo un enfermo ni un tarado. Pero eso hubiese sido excesivamente fácil, se hubiese perdido la magia de lo desconocido, porque parece que solo conocemos aquello que vemos.

Fui al baño... me hice con una botella de crema hidratante que siempre está en los cuartos de baño de los hoteles, sin duda para estas ocasiones. Ella se tumbó dandome la espalda y entonces si que pude recorrer con calma todo su cuerpo, moldear su carne, desenlazar, desanudar cada musculo, mis manos separando fibra a fibra los tendones, casi penetrando en ella a través de su piel, desligando las fibras, aflojando los nervios, abriendo asi la puerta a otras caricias.

Y bueno, el resto, ¿para que lo voy a contar? ¿qué puedo explicar que no sea conocido? ¿cómo describir invenciones, explicar otros gestos, descubriros nuevas suavidades distintas a las que todos conocéis?. Imaginad tan solo la situacion, a solas, sin otro compromiso que la complicidad compartida, tratando de descubrir, sin palabras, sin luz, por gestos, por respuestas, los gustos del otro. Lo que detesta, lo que le motiva, lo que le disgusta, lo que le hace que su cuerpo se tienda hacia el vuestro, en invitacion, en petición, en ruego, en exigencia. Sin palabras, corresponder, guiar sus pasos, conducir su lengua, encaminar su abrazo, gobernar sus caderas. Y eso, con la persona más sensual que hayais conocido, aquella que adivina en una súbita tensión de vuestro cuerpo la fuerza que debe dar su abrazo, el tempo de su movimiento, la cadencia de su ondulacion...

Eran las siete, empezaba a hacerse de día tras las persianas, y terminaba mi tiempo, nuestro tiempo. Me duché. Solo. Me vestí, a oscuras, y quedó solamente en mi cuerpo el olor de la crema hidratante de su habitación de hotel. Y el recuerdo

Y para no perder el olor, desde aquel dia tengo un frasco de su crema hidratante en mi cuarto de baño.

Y para no perder el recuerdo, escribo esta historia

Barcelona, 12 de julio de 2000