Una Razón

La vida de un muchacho, llena de dolor, cambia con la llegada de su media hermana.

Una razón

Recuerdo hace un tiempo, no mucho, quizás unos 5 años, haber leído a un autor de este tipo de relatos, era un relato extraño y del tipo que me gustan. Su nombre no lo sé, firmo como "anónimo". Pero decía algo que me dejo pensando por mucho tiempo y que sigo pensando.

El decía; "Pensar que la vida nos pone situaciones excitantes cada día de nuestra vida, es en realidad, un tremenda falacia". En teoría estoy de acuerdo, la vida no esta llena de estas situaciones, y no es que sea malo, solo que nuestra sexualidad es tan poderosa, que no se puede comparar con la de ningún otro animal, de hecho es tan poderosa que se diversifica en millones de actividades que ejecutamos todos los días todas las personas. Es decir, aunque a muchos les cueste trabajo aceptarlo, cada acción que realizamos, lo hacemos gracias a nuestra energía sexual. Si lo quiere en palabras bonitas, lo hacemos gracias a nuestra energía positiva, la de amor, la de vida. No es de extrañarse que no haya situaciones cachondas a cada momento de nuestra vida en el sentido sexualmente explícito de la palabra, sino que hay sexo donde quiera que uno mire.

En lo personal, puedo decir con toda seguridad que tales experiencias son nulas en mi vida, soy un tipo muy solitario que puede pasar semanas sin hablar con otra persona. Pero no por eso debo pensar que mi vida es mala. Y a fin de cuentas, uno siempre se puede entretener, con o sin morbo, de las experiencias de otras personas, quizás con un poco de celos, pero basta comprender que si no nos toco vivirlas, fue porque probablemente no nos hubiera gustado, o mas probablemente, porque en realidad no las deseábamos lo suficiente para buscarlas... Así que si uno quiere tener esas experiencias, debe buscarlas, con la mejor voluntad y con poco egoísmo, sin pensar en perjudicar a otra persona Ahora, también hay casos en que la suerte tiene su parte, pero uno debe comprender que es eso, suerte, nada mas y uno debe aceptarlo, no porque tenga que hacerlo, sino que es la verdad, y la verdad siempre nos hará felices... en fin....

Todo esto va, porque tengo que aceptar, que tengo una increíble envidia y celos con Alfredo, el protagonista de esta historia... aun que pensando en lo que le ha tocado vivir el resto de su vida, quizás no debería de estarlo.

Hay cosas que no recuerdo muy bien sobre estos hechos, pero me acuerdo de ellos. La época en que pasaron, así como mi edad actual no tiene importancia, lo que me importa son los hechos... y quizás la edad que tuve por aquel entonces.

Vivía en un departamento de una zona residencial un poco alejado del centro de la ciudad de México, en teoría era hijo único. Pero solo en teoría. Mi padre era gerente de un banco, y debo reconocer que no era precisamente un tipo de lo mejor. Sin duda me quería, pues era su único hijo... varón.. y el único que nació bajo... digamos... un marco legal de matrimonio. Así que tenía su afecto y cuidaba sus atenciones conmigo, pero sin duda era un patán con las mujeres. Por alguna razón nunca pudo transmitirme su desprecio por las mujeres y el saber tratarlas como objetos de placer y lujo. Tal vez la influencia de mi madre en mis primeros ocho años de vida fue muy decisivo al respecto. Mi madre era una mujer fuerte, decidida que no se dejaba pisotear por nadie, pero hizo el terrible error de enamorarse de aquel hombre que era mi padre.

No tardo en darse cuenta que el hombre en cuestión era un mujeriego cualquiera, si bien no era un borrachote, esto era mas por su responsabilidad en el banco dónde trabajaba. Después de 10 años de matrimonio, decidió largarse, muy, muy lejos, ahí dónde la nieve es casi eterna, la gente es amable y el seguro social es efectivo. Desde entonces la veía muy pocas veces, algunas navidades o veranos.

Sin embargo, no permití que la personalidad de mi padre me dominara, y de hecho, creo que era la actitud dominante de mi padre lo que lo impidió. Pero bueno, solo tenía 12 años cuando mi vida comenzó a cambiar de forma tan radical como lo había sido la separación con mi madre.

Ella llego un día soleado y precioso de primavera, un día tan radiante que hasta podría jurar que el ambiente olía a flores, que la gente era feliz y que todo iba bien. Su llegada no fue sorpresiva, arreglamos una recámara para ella, solo con lo indispensable, ella sabría que hacer con su espacio.

Su edad al llegar, 22 años, su nombre; Ana. Un nombre común, tal vez muy corriente, y tal vez a primera instancia su apariencia era corriente, pero bastaba abrir un poco los ojos, mas de lo que uno hace al caminar en la calle, para darse cuenta de su belleza, distinta a una sociedad que exige a la belleza piel blanca y ojos claros.

Ana era alta, morena, con unos enormes y magníficos ojos color negro, un cabello igualmente negro y largo, como una noche sin luna, una verdadera piel de bronce.

Supongo que para seguir hablando de ella, me debo de olvidar un poco de mi tono melodramático e intentos de metáforas con el que me gusta escribir, para soñar que soy un escritor gordo e importante.

Seré claro con ella. Aparte de los niños y mi padre, no me parecía conocer a nadie que no tuviera una erección al verla. Unos pechos grandes y sensuales, una cintura estrecha, llena de armonía y perfección, y unas caderas redondas, firmes y eyaculatoriamente sensuales, piernas largas y jóvenes, que obligaban a la mente masculina a imaginarlas rodeándole a uno.

Esa fue la impresión que me dio Ana, a pesar que solo tenía 12 años y sabía poco de mujeres y el sexo... solo tenía 12 años... y ella era mi media hermana.

Era mayor que yo por 10 años. Fue el resultado de una borrachera de mi padre y un sexo pasajero y poco protegido. Mi padre no la reconocía auténticamente suya, pero igual ayudaba a ella y a su madre en la manutención de ella. Por supuesto, mi padre no era de las personas favoritas de Ana, para ella, él solo había sido un cabrón desgraciado que la había plantado y se había echado a correr.

Sin embargo ahora tenía que aprovechar que era, a fin de cuentas, su padre. Ella era de Jalisco, y ahora que tenía 20 años, tenía que ir a casa de aquel hombre que detestaba para poder cursar una carrera que no existía en su estado natal... o al menos no en una escuela muy prestigiosa y cara.

Así que mi padre se ofreció a pagarle los estudios, mantenerla, y dejar que viviera en su casa con su hijo.

Tengo que reconocerlo de él. Aparte de su madre, (y a veces lo dudo) Ana era a la única mujer que trataba bien y sin desprecios. De todas sus hijas que dejo botadas, ella fue la única que mas o menos reconoció, y a la única que le dio algún tipo de atención.

Pero bueno, dejemos la chachara sentimentalista de recuerdos familiares y anécdotas que interesan poco, y hablemos de algo mas importante, de Ana, y algo menos importante, de mi.

Mientras no estuviera presente mi padre, Ana era una joven muy social y locuas, su actitud abierta y a veces desinhibida contrastaba mucho con la mía. Era agradable, quizás a veces neurótica, pero era algo que los hombres pasaban por alto por su salvaje sensualidad que desprendía por cada poro de su piel. Podía decir cosas que uno no se imaginaba fácilmente en cualquier momento. No tuvo problemas en hacer amigos y amigas en su universidad, y mucho menos en hacerse con un novio apuesto y considerado.

Ella tenía sus ideales y su forma de vivir, era responsable y madura, como se podría esperar de una niña que creció sola con su madre, aprendiendo rápidamente sobre el valor del dinero, de los amigos y del amor.

¿Qué puedo decir mas de ella?

Yo era un niño de 12 años, de piel un poco blanca, cabello castaño oscuro y ojos casi del mismo color cuando ella llego a la casa por primera vez vestida con una blusa rosa y unos pantalones de mezclilla poco ajustados. Y sin embargo me dejo profundamente impresionado. Había empezado a tener mis primeras erecciones y sueños húmedos hacía pocos meses, y su presencia hizo que tales cosas fueran mas frecuentes. Para mi, ella no era una hermana, y ni siquiera la veía como a una prima, apenas si nos habíamos visto en mis 12 años de vida. Para mi ella era una hembra candente y deliciosa, que de repente, se venía a vivir a mi casa... y a los pocos meses fue la principal, si no única causa de hacerme venir.

Quizás fue que yo me desarrolle mas rápido que los otros muchachos, o tal vez por la presencia de Ana lo que me hacía masturbarme cuando menos una vez al día. Al principio eran orgasmos en seco, mientras tenía su figura en mi mente. Pero en cuanto mas pensaba en ella mas parecían reaccionar mis cojones por efecto, y así, a los pocos meses mi orgasmo se acompaño con un líquido un poco transparente y un poco blanco, para después transformarse en autenticas lecheradas volcánicas que dejaban hecho un desastre el lavabo, pero que me llenaban de orgullo. Para mis adentros, entre mas leche sacara, mas hombre era, y por supuesto, en mi imaginación todo iba a parar entre las piernas de Ana.

Mi imaginación no iba mas aya de verla desnuda o de imaginarme con ella haciendo el amor. De nuevo, por el temor a mi padre y a sus represalias no me atreví jamás a investigar mucho sobre el sexo, y mucho menos a tener revistas o películas sobre el género. Tampoco en la escuela fui muy instruido en eso, y por supuesto que no me refiero a clases especializadas sobre el tema, sino que mi escuela, al ser privada, era férreamente católica antigua, y el tema del sexo jamás se tocaba. Tan católica que cuando decíamos los 10 mandamientos, nos cambiaban el "No fornicarás" con un "Te respetaras a ti mismo" o algo así, con tal de no explicarnos que es fornicár.

Y con los amigos era igual, nadie tenía material de ese tipo, pues teníamos padres similares, y si había alguien que llegaba a tener algo, no se atrevería a llevarlo a la escuela, la pena por ser sorprendido era la deshonrosa expulsión. Tampoco se podía aprender algo por la práctica, pues mi colegio era para varones exclusivamente, incluido el profesorado también.

El aprender a masturbarme fue de las únicas cosas que realmente aprendí en la escuela, y no fue algo muy directo que digamos, algunos de mis amigos mas extrovertidos platicaban de aquello sin ningún descaro, y en cierta medida nos "educaron" en como se hacía, aun que fuese solo diciéndonos como lo hacían ellos.

Ahora, mi relación con Ana era algo extraña. Como dije, para mi era la materialización del orgasmo, casi no me acercaba a ella y trataba de no tener mucho trato, tan solo tenerla cerca causaba placentera incomodidad en mi entre pierna, a veces me tranquilizaba lo suficiente para platicar un poco con ella en la noche, cuando no llegaba muy tarde. Pero era difícil hablar con ella, pues yo era el "hermanito pequeño". El hermano que ella nunca tuvo... bueno... que tenía pero no... Me llamaba simplemente "Fito" o mas frecuente "Alfredito".

Mientras los días pasaban, mi rutina fue acostumbrándose a ella poco a poco, trataba de verla como lo que era, una hermana, pero no podía. Mi joven entrepierna no parecía comprender el parentesco familiar y sanguíneo que había, ella solo era una tía buena que se había mudado a mi casa y que dormía a no mas de 10 metros de mi. No usaba ropas muy atrevidas, mucho menos en la casa, pero por mas discreto que fuera su atuendo, el solo verla caminar con sus largas piernas por la casa hacía que la sangre me hiciera ebullición y corriera a darme satisfacción al baño.

Esa era mi rutina; escuela, amigos, estudios, Ana, orgasmo, ver la televisión y a dormir. No dejaba de pensar en alguna cosa con la cual acercarme a Ana, y en cierto sentido, me reprimía hacerlo, en el fondo, no quería que pasara nada, si es que podía pasar, pero también en el fondo, deseaba verla desnuda rodeándome con sus piernas.

Pero bueno, como siempre pasa en estas historias, algo tenía que pasar. Fue una sucesión de eventos que pasaron al azar, y a los cuales poco a poco tuve el valor de que ocurrieran a mi voluntad. Esto fue ya con varios meses de tener a Ana en la casa, unas semanas después de mi treceavo cumpleaños.

Un sábado cualquiera, en la noche. Yo me encontraba mirando tranquilamente la televisión, Ana acababa de salir del baño recién duchada, iba a salir a una reunión un poco elegante. Como siempre, el verla solo cubierta de una toalla, me había endurecido un poco, y en realidad no miraba la televisión, estaba jugando en mi mente con Ana, cuando de repente, ella salió de su cuarto, como si nada, a recoger su vestido que había dejado sobre el sofa, llevaba puesto solamente un sujetador, unas bragas de color rojo, muy discretas, muy pequeñas, y magníficas y unos zapatos de tacón altos. Camino al sofa, y se inclino para levantar su vestido. Naturalmente yo no le había quitado el ojo encima del monte de su pubis, y en cuanto se inclino, mi vista fue a sus pechos ligeramente atrapados en la escasa tela.

  • ¿No has visto mi enchinador? – me pregunto levantando la cabeza, apenas si me dio tiempo de levantar la vista.

  • No... no lo he visto – respondí pasmado, con cara de muerto.

  • Hmm.. bueno...

Tomo su vestido, dio la vuelta y mentiría si dejara que miré otra cosa que su culo perfecto con una tira de color rojo entre los glúteos.

Antes de que cerrara la puerta de su cuarto, yo ya podía sentir como se iba empapando mi ropa interior producto del orgasmo que tuve al verla. Apenas si reaccione, si me moví, simplemente mi semen salió como por voluntad propia, inundándome de placer sin que yo mismo lo notara.

Tuvieron que pasar un par de minutos para que me diera cuenta de lo que había pasado y fuera a asearme.

Ese día me di cuenta que me gustaba la ropa interior femenina. Ahora, en mis fantasías, ya no me imaginaba a Ana desnuda, sino con ese conjunto rojo.

Poco a poco me atreví a acercarme a las tiendas de ropa interior femenina, tan solo para ver los modelos, e imaginarme a Ana con ellos. No paso mucho tiempo antes de que deseara de nuevo verle en ropa interior, de hecho hasta desapareció el deseo de verla desnuda.

La pregunta era como.

A Ana le gustaba suficientemente su intimidad para siempre dejar la puerta de su habitación cerrada. El hecho de que esa fuese apenas la primera vez que la veía con poca ropa en todos sus meses en la casa me parece que puede comprobarlo.

Las puertas, tanto del baño como de su recámara tampoco ayudaban, no había aberturas y hay que aceptarlo, ya no hacen cerrojos grandes como antes.

También pensé en ocultar una cámara en su cuarto, pero ¿qué cámara?. Mi padre tenía sus cosas cuidadas bajo llave, y yo no tenía acceso a su cámara de video, y una fotográfica no servia si yo no estaba ahí para apretar el botón.

Eso me hizo pensar en ocultarme en su armario para espiarla, los armarios de mi casa tenían aberturas perfectas para poder espiar. Pero también pensé que si entraba a su recámara para cambiarse después de un baño, probablemente abriría el armario para tomar la ropa. Eso tampoco funcionaría.

Después pensé en entrar en su habitación por la noche, descubrirla y mirarla, pero no me atraía la idea en lo mas mínimo, Ana parecía tener el sueño ligero y se despertaba por cualquier cosa.

Así que después de pensar en los planes complicados, pensé en los mas simples; que le pidiera de favor si podía caminar con ropa interior por la casa...

La opción me atraía bastante porque eso me haría las cosas tan fáciles, ella solo tenía que aceptar, y mi pincha estaría feliz eyaculando dentro de mis pantalones al verla por la casa. Hasta me imaginaba que ella llegaría a preguntarme que conjunto me gustaría que usase ese día... Un agradable pensamiento.

El único problema era que se trataba de arriesgar mucho, y en un raro momento de lucidez, me di cuenta que las probabilidades de que aceptara eran casi nulas.

Nunca he sido muy inteligente, así que mis "brillantes" planes se detuvieron en eso. Me di cuenta que tan solo pensar en preguntarle cuando ella estaba presente, hacía que temblara de miedo. Su belleza intimidaba bastante.

Un día, en la tarde después de volver de la escuela, tuve una pequeña idea. Ella había salido con su novio y probablemente no regresaría hasta muy tarde. De mi padre, ni hablar, ya fuese por trabajo o por diversión, no volvía a la casa hasta después de las 10 de la noche. Lo dude un poco, pero tome una decisión.

Me metí a su recámara, con el corazón a mil por hora, sin creer lo que estaba a punto de hacer. Abrí su armario y me puse a hurgar en sus cajones.

No tuve que buscar mucho, en el primer cajón que abrí, encontré sus calcetas y medias, eso no me interesaba, al menos no en ese momento, pero al segundo encontré sus sujetadores.

El cajón estaba bien acomodado, y tuve cuidado de no desarreglarlo ni hacer nada que indicara mi presencia ahí. Mi pene estaba muy atento a lo que hacía, admire las piezas por un momento, y luego me puse a observar cada una con detenimiento. Me sorprendió que casi todas eran iguales a las que veía en las tiendas de lencería. Pequeños, con encajes, suaves y hermosos, pase mis manos sobre ellos, al mismo tiempo que con la otra mano me acariciaba. El color negro y rojo predominaba, también el blanco pero menos, y uno que otro de verde y azul.

Cerré el cajón, pensando en volver a él después, y abrí el siguiente. De igual forma que con los sujetadores, me encontré con sus bragas, y digo bragas con duda, porque en realidad todas eran tangas, pequeñas y diminutas, de muy variados y vistosos colores. Los rosas mexicano, azules y amarillas eran de tela común, pero solo eran triángulos para cubrir el pubis y el resto eran puro hilo y resortes. Los rojos y negros, que eran de nuevo la mayoría, eran de encaje, con un poco mas de tela, pero no mucha, no se podría hacer ni un pañuelo pequeño.

Me di cuenta que todo ese tesoro sensual estaba a mi disposición, siempre y cuando Ana jamás me descubriera.

Volví al cajón de los sujetadores. Con mucho cuidado y fijándome en los dobleces, saque uno negro, que me gusto en cuanto lo vi, me lo lleve al baño, y con él con una mano, me di una gozada de leyenda, con mucho cuidado de no manchar en lo absoluto la prenda. En cuanto termine, volví a su habitación y lo deje exactamente como lo había encontrado.

Estuve expectante los dos días siguientes, por si ella había notado que había hurgado su ropa. Había sido muy cuidadoso, pero mi miedo a ser descubierto me hacía temblar. Por supuesto, no lo noto, y no había signos de que lo hubiera notado.

Después hice otro experimento, tome unas bragas suyas, de las que estaban mas escondidas en el cajón, y lo oculte en el cesto de la ropa sucia, entre algunas sábanas. Si ella notaba que faltaban, probablemente lo anunciaría.

Sin embargo, paso una semana, luego dos, y ella parecía no haberse percatado de que le faltaba ropa, hasta como la tercera semana, descubrió que la prenda estaba al fondo del cesto, a pesar que ella ya había lavado su ropa.

No lo dude mas, y al día siguiente, tome un sujetador y una tanga, me metí a mi cuarto, me quite la ropa, y me puse a palpar esas prendas y a masturbarme con ellas en la mano. Me paso por la mente enrollar las prendas en mi pija, pero el riesgo a ensuciarlas y ser descubierto era altísimo.

En realidad, no duraba mucho masturbándome, por el episodio de la sala, se habrán dado cuenta que era bastante precoz a la hora de eyacular. En mi defensa debo decir que tenía muy poca educación sexual, yo no sabía que lo mejor del sexo era eso, el tener sexo, frotar los cuerpos, mantenerse unido con otra persona y disfrutar cada minuto de las sensaciones de la piel y las caricias, los besos... y no un simple orgasmo rápido.

Así que mi "pequeño delito" era especialmente pequeño en la duración. Terminaba, limpiaba, y dejaba las prendas justo donde las dejaba. Con algunas (como el conjunto rojo que le vi en la sala), llegaba a quedármela 2 o 3 días, pasándolas por mis manos y mi cara durante la noche.

Esas prendas favoritas, me gustaron lo suficiente para empezar a arriesgarme a enrollarlas en mi pija, con un pañuelo casi amarrado en la punta. Me gustaba especialmente enrollarme con sus sostenes, pues tenían mas tela, y en cuanto me los ponía, bastaban un par de jalones para hacerme eyacular.

Ahora que miro el pasado, me parece que era bastante patético lo que hacía, pero debo aceptar que fueron meses felices.

Se acercaba el cumpleaños número 23 de Ana, y aun que no había razón para que le regalara algo, me sentía obligado a hacerlo, por los momentos de placer que obtenía a su costa. Camine en algunos centros comerciales tratando de encontrar algo que se acomodara mi corto presupuesto, pensé en un anillo, collar, pulsera, quizás un muñeco de felpa, o unos chocolates finos, hasta que pasé frente a la tienda de lencería. Ese era el regalo perfecto, algo que la haría feliz a ella... y especialmente a mi.

Sin embargo, no tuve ni que entrar a la tienda para ver la dura realidad, los precios en él aparador lo decían todo. Nada de eso entraba en mi presupuesto, hasta el conjunto mas sencillo triplicaba mi capital disponible.

Algo abatido, volví a la casa para entretenerme con la ropa de Ana, pero mientras abría los cajones se me vino... digo... llego una idea a mi mente. Revise los cajones bien para confirmar y anote su talla en un papel y fui corriendo a una tienda de artículos deportivos.

Ana no tenía un traje de baño.

Me dio bastante vergüenza buscar los trajes de baño para damas, y los empleados se fijaron al momento. De inmediato tenía a mi lado un muchacho, como de 22 años, algo extrañado por la situación.

  • ¿Le ayudo en algo? – dijo en tono amable, pero serio.

  • Si... bueno... – pensé en que iba a decir. La verdad no sonaba mal – Quiero comprar un traje de baño para mi hermana.

  • Bueno... tenemos estos...

Me señalo los que ya había visto. Un poco cohibido con su presencia, busque alguno que me gustara a mi. Pero tenía miedo de tan solo remover los modelos y tenía ganas de tomar el que fuera e irme.

  • ¿Cómo que buscaba? – volvió a interrumpir el empleado.

  • Pues... algo sexy... usted sabe... un bikini – me atragantaba el decirlo.

El muchacho sonrió por primera vez, como si comprendiera a que iba todo eso, busco algo y me lo mostró, un precioso modelo de tiras cruzadas, pero el precio seguía estando fuera de mis probabilidades. Se lo dije, y me mostró uno dentro de mi presupuesto, era uno negro, algo pequeño, justo lo que buscaba. Le di el papel con las medidas que buscaba y sonrió sin creer las medidas.

  • Disculpa amigo – dijo con tono de demasiada confianza – pero creo que si tu hermana esta un poco gordita, le gustara mejor un traje completo...

  • No esta gorda...

  • Bueno... si tu lo dices... – lo pensó un momento - ¿Esta buena tu hermana?

  • Pues... – eso era demasiada confianza en la relación vendedor-comprador – Pues si, creo que sí...

  • Hmmm... – fue a buscar en la bodega y volvió en unos minutos – No hay de esa talla ¿Qué tal si le damos una talla un poco mas chica?...

  • Bueno, sí... ¿por qué no? – Hasta después me di cuenta del obvio cambio que eso tendría.

  • Esta bien... por cierto... sino le queda bien, no hay cambios, pero si viene ella y habla conmigo, puedo cambiárselo... pregunta por Javier...

  • Bueno....

Recuerdo esa conversación bastante bien, era como si la atracción que generaba Ana en los hombres, tuviera influencia aun si no la conocían. El vendedor solo quería ver si podía ligarse a mi hermana, el cabrón.

Compre el modelo, revisando que no fuera excesivamente chico, solo era una talla en lo ancho y en las copas y me fui contento a mi casa. Tuve deseos de jugar con el traje antes de regalárselo a Ana, pero note algo por primera vez... Pensar que ella todavía no lo usaba, no me excitaba nada.

Llego el día de su cumpleaños. Por supuesto, no lo pasó en casa sino con sus amigos, afuera. No pude entregarle mi regalo hasta el día siguiente. Era sábado y me presente en su habitación. Ella leía algunos libros de su carrera.

  • ¿Qué pasa Fito? – me pregunto.

  • Pues... nada... solo que... – mostré el paquete envuelto que llevaba oculto en mi espalda – quería darte mi regalo.

Dio un brinco de alegría al ver el paquete y me dio un fuerte abrazo... El sentir sus pechos debajo de mis hombros me parecía que bien valía el dinero que pague por el regalo. Un momento después, estaba rompiendo la envoltura.

  • ¡Gracias! – exclamo admirando el traje – ¿Cómo sabías que no tenía traje de baño?.

  • Pues... lo intuí...

  • Gracias, juro que te comprare algo grande para navidad.

  • No... no es necesario... solo quería regalarte algo... digo... no nos conocemos muy bien... pero a fin de cuentas somos hermanos...

  • Si... y tu eres mi hermanito...

Volvió a abrazarme. Lo que había pagado por el traje se quedaba corto con las ganancias. Se separo de mi, y guardo el traje.

  • ¿No te lo vas a probar? – pregunté esperando poder verla con él.

  • Después... estoy estudiando... deja miro la talla... – la checo – es ligeramente chica, pero me va a quedar bien, los que tenía los pedía de esta talla...

  • Bueno, no había de tu talla en la tienda..

  • No te preocupes... no hay... – dudo un momento, y entonces se dio cuenta – Oye... ¿Cómo sabías cual era mi talla?.

  • Este... pues... – Estaba en verdaderos aprietos... – lo intuí...

Era una respuesta bastante estúpida, pues ya había dicho que estaba seguro de su talla exacta. Me tomo de la mano y me sentó en su cama.

  • Di la verdad, Alfredo – me dijo mirándome a los ojos con tono muy severo - ¿Hurgaste en mis cajones?

  • Pues... – estaba a nada a de echarme a llorar y confesar todos mis pecados – Pues si... pero... – saque un poco de valor del baúl de mi mente – Pero era porque quería saber tu talla para comprarte el traje..

  • Y hurgando te diste cuenta de que no tenía traje de baño, ¿no?.

  • Si... digo, No, claro que no... lo intuí... y bueno – tenía que sacar algo rápido – quería regalarte algo que realmente necesitaras, no un anillo o unos chocolates, y había oferta en la tienda... así que revise si tenías traje, al ver que no, copie tu talla y la lleve a la tienda... perdón...

Me miro fijamente, tratando de averiguar mas, pero sonrió.

  • Esta bien, Beto, te creo, pero la próxima vez pregunta.

  • Si lo hacía, no iba a ser sorpresa...

  • Hmm... cierto, bueno, entonces regálame otra cosa. ¿bien?.

  • Si... lo haré...

  • Bueno, gracias de nuevo.

Volvió a abrazarme.

  • ¿Sabes? – me dijo al separarnos – Creo que no nos abrazamos mucho...

  • No... creo que no...

  • Pues hay que hacerlo mas, ¿eh?. Hasta luego.

Me levante y salí de la habitación, sabiendo que me había sumergido, pero no me había mojado.

Pasaron unas semanas en que no me atreví a tomar su ropa, me parecería obvio que ahora que sabía que había entrado, pensaría si no había entrado a algo mas. Pero después de la tercera semana, volví a correr el riesgo, pues las ganas me consumían. Si me sorprendía, le diría que creía que mi ropa se había mezclado con la suya en el cesto. Tome un par de prendas, hice lo mío y las deje en su lugar. Nada paso.

Me daba cuenta que era bastante cuidadoso, y no temí volver a mi anterior rutina, ahora con una prenda mas, después del conjunto rojo, el traje de baño negro era en lo que mas me gustaba rodear mi pija... .

Un mes después, decidí quedarme con el traje un par de días, para disfrutar el fruto de mi dinero... y ese fue el error.

Miraba la televisión tranquilamente, echado en el sillón un martes, apenas había tomado el traje el día anterior. Cuando la puerta del cuarto de Ana se abrió de golpe, pero Ana salió con tranquilidad, y con la misma tranquilidad se sentó en el sofá. Me miro un instante, luego se levanto, y apago la televisión. Fue cuando supe que me había descubierto.

La cosa era obvia, al tener tanta ropa interior, ella no notaba que faltaba alguna prenda en particular cuando tomaba alguna, pero al tener solo un traje de baño, su falta era evidente.

  • ¿Por qué tomaste mi traje de baño? – pregunto tajantemente apenas se volvió a sentar.

Ya sabía a lo que iba, pero mi mente no pensaba en ninguna buena excusa, simplemente no había una excusa ni cuento para salir de eso, se me había descubierto, y no tenía nada que hacer... ¿Tendría que decirle que me masturbaba con él y con todas sus prendas íntimas?.

  • ¿Por qué lo tomaste, Alfredo? – Volvió a preguntar

  • Bueno... – me senté y frote mi cara con las manos – pues... por curiosidad Ana...

  • ¿Por Curiosidad?.

  • Si... es que... veraz... tenía curiosidad de saber como era la ropa íntima de una mujer y... ayer tome en traje y me puse a observarlo... pero entonces llegaste tú y no me dio tiempo de ponerlo en su lugar.

  • Ah... – dijo sin quitar su expresión sería - ¿Y por qué el traje de baño y no otra prenda?.

  • Pues... Como lo compre yo... pensé que tenía algún derecho sobre él... y...

  • ¿No tuviste mucho tiempo después de que lo compraste para satisfacer tu curiosidad?.

  • Si... pero... tu no...

  • No lo había usado.

Ana no era nada estúpida. Ya no sabía que decir.

  • ¿Te masturbas con mi ropa? – pregunto simple y brutalmente.

  • Si... – conteste casi en un susurro, no tenía nada que decir mas que la verdad.

En un segundo ella se levanto, me sostuvo la cara con una mano, y me abofeteo.

  • ¡Eres un cabrón desgraciado! – grito con un tono que jamás le había escuchado – ¿Cómo te atreves cabrón de mierda? ¿Quién crees que soy? ¿Tu puta?. Saliste igual a tu padre, un escuincle mamón de mierda, lo que deberias hacer es ir con tu mami a que te de tus nalgadas y te de tu chocolate para dormir.

Todo fue muy rápido. Me sobé la parte afectada de mi cara, y en silencio, comencé a llorar.

  • Uuuuyyy... mira – me dijo en burla – la niñita de papi no aguanta el golpe de una mujer.

Me costo trabajo hablar pues se me nublaba la voz por el llanto, pero hable.

  • No lloro por el golpe – le dije sin mirarla.

  • ¿No? ¿Entonces porque? ¿Porqué ya no te la vas a estar jalando con mi ropa?.

  • Tu no sabes nada...

Me dio otra bofetada, entro en su cuarto por su bolsa y salió, no sin antes ponerle llave a su habitación.

Paso una semana en la que ni siquiera nos mirábamos, la puerta de su cuarto estaba cerrada a todas horas, y aun que hubiera estado sin llave, no me habría atrevido a entrar en su cuarto y hacer mis cosas. Ni siquiera toque el traje de baño que aún estaba en mi poder, ella no me lo pidió, no quería nada mío.

También demoraba mas en llegar a la casa, y en cuanto lo hacía, apenas comía algo y se encerraba en su cuarto. Mi padre, por supuesto, no noto nada de eso, el estaba muy ocupado en sus parrandas.

Paso una semana exacta, y me di cuenta que debía hacer algo. No por sexo ni nada, solo quería estar bien con mi hermana... jamás había tenido una hermana... o alguien de mi familia en quien confiar... solo mi madre, y ella estaba ahora muy lejos. Y bueno... tenía a mis amigos, los de verdad, pero... Ana era mi hermana... mi hermanita...

El Miércoles llego Ana temprano, solo me dijo un "Buenas Tardes" y se encerró en su habitación. Sabía que era el momento para actuar. Tenía que hacer las paces de alguna forma. Toque a su puerta.

  • ¿Qué quieres pendejo? – me contesto desde el otro lado.

  • Ana... quiero hablar contigo.

  • Estoy estudiando, ve a jalártela al baño.

  • Ana... en serio... tenemos que hablar.

  • No hay nada que hablar, vete, me interrumpes.

  • Yo... Tengo que disculparme Ana, perdóname, no debí hacerlo, fue una estupidez.

  • Eso lo debiste pensar antes...

  • Ana, solo escúchame 5 minutos.

  • Te estoy escuchando

  • Por favor, Ana, déjame explicarte el porque lo hice...

Ya no contesto, me quede parado frente a la puerta, esperando que se abriese y me diera una oportunidad, pero no paso, di media vuelta y me encerré en mi cuarto a llorar. Después de un rato me quede dormido.

No recuerdo bien que soñé, pero no debió ser algo importante, pues lo olvide en cuanto sentí que alguien me sacudía el hombro.

  • Alfredo – me dijo Ana mientras me sacudía – Alfredo, ¿Querías hablar, no?.

Me desperece un poco y me senté. Pasaron unos minutos.

  • Bueno... – dijo – Querías decirme porque te masturbaste con mi ropa, porque supongo que no solo lo hacías con el traje de baño, y también supongo que esto ya llevaba algún tiempo.

  • Si... es verdad... – le dije en tono algo seco, pues seguía adormilado.

  • Bien, te escucho.

Tarde unos minutos mas en despertar por completo y en pensar que iba a decir.

  • Ana... – empecé - ¿Sabes porqué llore aquel día?.

  • No...

  • Bueno... ¿en serio crees que soy como papá?.

Ana lo pensó un momento, ella se refería a mi padre simplemente como "Aquel señor".

  • No lo sé – contesto al fin.

  • Por eso lloraba.

  • Pero... es que lo que hiciste me humillo ¿entiendes?, me hizo sentir como una puta. Sucia.

  • Ana... ¿Sabes cuantas mujeres me han abrazado en mi vida?.

  • No.

  • Mi mamá, mi tía Carmen, y tú.

Se puso cabizbaja, y se acaricio un brazo. Continué.

  • Hace unos meses, quizás tu no te acuerdas, saliste de tu cuarto en ropa interior a recoger un vestido sobre el sofá, preguntaste sobre tu enchinador... Ana... cuando saliste fue la primera vez que veía la ropa interior femenina... bueno, también en la televisión... pero... jamás había visto esa ropa... en vivo...

  • Si... me acuerdo de ese día...

  • Pues.... demonios, imagínate que paso en mi... Te vi con esa ropa y no pude pensar en otra cosa, así que después me metí a tu habitación a buscarla... Perdón Ana, es solo que... bueno... no importa...

Paso un momento silencioso en extremo.

  • Creo que entiendo – dijo Ana.

  • Mira, papá me tiene en una escuela para hombres, no puedo ver, ni oír, ni aprender nada que a él no le parezca, tú no lo sabes, porque no lo hace contigo, pero cuando yo salgo los domingos, papá se mete a mi cuarto a esculcar mis cosas, y ver que no tenga nada que a él no le agradé. Y no estoy hablando de pornografía o algo así, si lo encontrara, me correría de la casa.

  • ¿De qué hablas?.

  • Hace 2 años, compre un libro, un libro sencillo de ciencia ficción, a mi me pareció lo mas normal del mundo, pero en cuanto papá se dio cuenta, lo rompió frente a mi y me lo aventó a la cara. Me dijo "Esos libros son pura mierda escrita por personas sin talento, no gastes tu tiempo ni mi dinero en esa basura".

  • Espera – la idea la empezó a asustar - ¿Significa que también se mete a mi habitación?.

  • No... no te preocupes, solo yo tengo esa carga... no se atreve, sabe que volverías con tu madre si lo descubrieras... mientras que yo... estoy atado a él... además... él te quiere mas que a mi...

Ana le medito un momento, y pude notar que me comprendía, y se daba cuenta que yo odiaba tanto a nuestro padre como ella.

  • ¿Sabes? – dijo al fin – Creo que ya entiendo porque lo hiciste. Si él señor aquel supiera que tienes una novia sin su consentimiento, te mataría, y... yo soy lo mas cercano a una novia para ti.

  • Pues... sí...

  • Mira... – y sonrió por primera vez en una semana – No volvamos a hablar sobre esto, ¿ok?, no se lo diré a tu papá ni nada, aun que lo había pensado, te soy sincera. Solo no vuelvas a tocar mi ropa ¿Esta bien?.

  • Si, me parece bien... discúlpame...

  • Te disculpo... supongo que fue natural que hicieras eso... pero no lo vuelvas a hacer, ¿esta claro?.

  • Si, te lo prometo.

Se levanto y se enfilo a la salida, pero antes de cruzar la puerta la detuve.

  • Oye... ¿no quieres tu traje de baño? Aun lo tengo.

  • Si... claro... es mi regalo de cumpleaños ¿no? – y me sonrió.

Lo saque de mi cajón y se lo entregue, nos miramos un momento, me sonrió de nuevo y acaricio mi mejilla.

  • Todo va a salir bien, Alfredo – me dijo con dulzura.

  • Sí... lo sé... al menos tengo esperanzas en ello.

  • Yo estoy segura.

Y se marcho.

Las cosas volvieron a la normalidad. Logre hacer las pases con ella, sin confesarle que era ella, y no su ropa, lo que me volvía loco. Perdí su ropa y el placer que me daba, pero al menos estábamos en paz y me había perdonado, quizás no lo olvidaría pero no lo recordaría con furia y resentimiento.

Solo que a partir de entonces estábamos ligeramente mas unidos, hablábamos mas, y ella ya no me trataba como un niño, solo como un puberto cualquiera. Yo seguía pensando en ella y seguía masturbándome pensando en ella, pero ya ni siquiera pensé en tomar su ropa o en espiarla, simplemente viviría mi vida como antes.

Pasaron mas meses, noviembre, diciembre, navidad, enero... Recuerdo que por las fiestas me regalo un conjunto de ropa, nada mal y se me veía bien... debió pensarlo mucho, pues no sabía que le podría gustar a mi padre, pero el que se hubiera acordado de mi me bastaba, yo le regale finalmente unos chocolates.

En esos meses entrene mi cuerpo, aprovechando la facilidad que me daba la edad, mientras mis músculos crecían, también mis genitales y el tamaño de mis corridas. Me sentía bastante satisfecho con mi apariencia a mi edad, solo echaba en falta poder compartir mi cuerpo con alguien... Y solo el pensamiento y la presencia de Ana me consolaba. También aprendí mas a contener mi orgasmo, y a disfrutar del acto de masturbarme, no solo buscar la eyaculación rápida.

Una tarde fresca de enero Ana llego temprano de la escuela para descansar, todavía no entraba en los semestres difíciles de su carrera para quitarle todo su tiempo, pero aquel día decidió volver a la casa y pasar el día conmigo, en lugar de su nuevo novio o sus amigos.

  • Oye Fito... – me dijo mientras mirábamos televisión en la sala - ¿Podemos hablar?

  • Si, claro – conteste mirando la televisión, pensé que me iba a hablar sobre su novio o algo similar.

  • Estaba pensando... sobre lo de hace unos meses... tu sabes... lo de mi ropa.

Fruncí el seño.

  • Pensé que lo olvidaríamos – dije secamente.

  • No te preocupes – dijo sonriendo – no es para recriminarte ni nada, solo me entraron algunas dudas...

  • Pues bueno... lo hacía... eso es todo...

  • Vamos, solo contéstame algunas preguntas sobre eso, ¿ok?, me lo debes.

  • Bueno... esta bien...

  • Bien... solo dime ¿cómo te masturbabas?... no me refiero a como lo haces, sino, que hacias con mi ropa..

  • Pues... la tenía en mis manos y pues... lo hacia...

  • ¿Nada mas?.

  • Pues sí... nada mas...

  • Se franco, Fito, no te voy a gritar ni nada, solo que... nunca me había pasado algo similar.

  • Las tenía en mis manos... a veces me las ponía en la cara... eso es todo.

  • ¿Nunca te las pusiste?.

  • NO, para nada...

  • Bien, no quiero descubrirte ciertas tendencias – se río, sin saber que yo no sabía de que hablaba – Pero... ¿nunca te lo acercabas... ahí?.

  • Este...

  • No te preocupes, no me enojo.

  • Pues... enrollaba las prendas en mi pene... – dije con toda la vergüenza imaginable. No sabía ni porque le decía eso... Tal vez por que ella parecía siempre saber cuando mentía.

  • Ah... y nunca... pues... ¿nunca acabaste sobre mi ropa?...

  • No entiendo...

  • Tu sabes... no le echabas tu semen a mi ropa.

  • ¡No! Jamás... ni se me ocurría, tenía miedo de que si las ensuciaba me descubrirías...

  • Ya veo... ¿pero nunca te dieron ganas de hacerlo?.

  • No, para nada...

  • ¿Qué te gustaba mas de mi ropa?.

  • Pues... las tangas me gustaba tenerlas en las manos... y me... bueno... me enrollaba tus sostenes..

Ella se rió.

  • Ay, Fito, Fito, Fito... – dijo entre sonrisas

  • Bueno... ¿y para qué quieres saber?.

  • Pura curiosidad..

  • No sé en que te puede servir saber eso...

  • Es que... esto... ¿Te masturbarías de nuevo con mi ropa?.

  • No, claro que no, me dejaste muy en claro que lo olvidara.

  • Digo... si te diera permiso... ¿lo harías de nuevo?.

  • Pues...

No lograba entender lo que me proponía, no podría creer que unos meses antes casi me matara por lo que había hecho y que ahora me estuviera ofreciendo su ropa para mis actividades... ¿o es que me estaba probando?.

  • ¿Por qué quieres saber? – le pregunte antes de comprometerme...

  • Hmmm... Te dire... Fito, he estado pensando estos meses sobre tu situación, comprendo que no es fácil para ti conocer a otras mujeres de tu edad y que... estas en una edad donde quisieras cuando menos estar a lado de una novia o algo así... sé que no puedes tener algo que te... pues... te desahogue sin que tu padre lo sepa... y bueno... no puedo ayudarte en nada... Así que pensé luego... ¿Qué tan malo es dejar a mi hermano que juegue con mi ropa un poco?. Si no la rompe ni la maltrata... y si la lava si es que la ensucia... pues...

Me levante y me arrodille a su lado lleno de emoción.

  • ¿¡lo permitirías, Ana?!

  • Pues... si... creo que te puedo ayudar cuando menos con eso...

Una explosión de felicidad salió de mi corazón.

  • ¡Gracias Ana! ¡Gracias! MUCHAS GRACIAS... – casi brincaba de la alegría.

  • Ya, ya cálmate – me decía sonriendo – no es para tanto, solo es ropa.

  • Es que.. significa mucho para mi, es... es genial...

  • Me alegro que te haga feliz...

Me tomo de las manos, y me dio un beso en la frente.

  • Ahora prende la televisión, que ya empiezan los programas buenos...

Lo hice, y vimos la televisión tranquilamente sin volver a hablar sobre el asunto, pero yo me preguntaba el porque del cambio de mi hermana... y por supuesto, cuándo tendría acceso a su ropa.

Ya en la noche, antes de que llegara mi padre, (que en promedio era después de las 10 cuando menos, pero lo regular era hasta las 12), me encontraba en mi cuarto, acostado en mi cama haciendo la tarea, cuando Ana toco a la puerta.

  • Pasa, pasa – le dije.

  • Oye Fito... ¿Qué haces?.- me dijo, llevaba ya su pijama puesta.

  • Repaso unos apuntes... nada importante, ya iba a dormir...

  • Ah.. Oye... estaba pensando sobre lo que hablamos en la tarde...

  • Ah... – me entro la desilusión – No habrás cambiado de opinión... ¿verdad?.

  • Pues... si... la verdad es que ya me arrepentí..

  • Oh... – no pude decir nada, tampoco podía repelar – si tu lo dices...

  • Bueno, no es tanto que ya haya tomado la decisión, solo quiero... pues... ver como lo haces.

Abrí los ojos y sentí que me desmayaba.

  • Solo quiero ver como lo haces.. y que... bueno... manches mi ropa... para ver como queda.

Me quede callado e inmóvil, sinceramente jamás se me paso por la mente correrme sobre su ropa, ¿por qué insistía tanto ella en eso?. Y... tener que hacerlo frente a ella...

  • Si no quieres.. pues no.. – me dijo.

  • Es que... – por fin pude articular algo – Es que me da pena.

  • No te preocupes... es solo un poco de curiosidad... como te dije, nadie jamás lo ha hecho y me da algo de morbo. Vamos... acepta... creo que te va a gustar... – sonrió...

  • Pues... – mi mente tenía dudas, pero mi entrepierna no, como tambien tenía la delgada tela de la pijama, ella noto mi erección.

  • Anda... se ve que tienes ganas – me señalo – toma.

Me dio un conjunto negro, no de los mas bonitos pero era suficiente, ya no lo dude mas. Con pena, pero con muchas ganas me baje los pantalones, mire a mi hermana que asintió con la cabeza y me baje el boxer. Mi pene ya estaba durísimo, mi glande se mostraba grande, jugoso y mas rojo que nunca, con abundante líquido saliendo por el orificio, mire a mi hermana, que miraba muy atentamente mi aparato. Me sentí orgulloso.

  • ¿Te gusta? – le dije muy galantemente.

  • Si... digo... esta bien... – sonrió por lo que se le escapo.

  • Bueno... ¿ahora qué?.

  • Pues... has lo de siempre... lo que hacías con mi ropa.

Desenrolle la ropa, y con cuidado enrolle el sujetador a mi miembro, me di cuenta que tenía algo menos de espacio, pues me había crecido la polla en esos meses, y también enrolle su tanga, pero como dije, con cuidado, sentía que me correría en cualquier momento.

  • Y bien... ¿no vas a.... tus sabes? – hizo el movimiento con la mano.

  • Es que... me voy a correr muy rápido...

  • Pues de eso se trata ¿no?.

Con esas palabras sentí la pincha a punto de reventar, mire a mis pantalones en busca de pañuelos.

  • Correte sobre mis prendas – me dijo al notar mi mirada

¿Por qué insistía en eso?. No lo sabía, pero al oírla como me lo ordenaba, por primera vez me dio gusto el hacerlo, tanto, que apenas tuve tiempo de mover las prendas para recibir mi lecherada, que fue acompañada del mas sublime de los orgasmos. No se cuanto duro, pero sé que mi hermana no apartó la vista de mi pito ni un segundo.

Al terminar solo pude sonreír.

  • ¿Estuvo bueno? – me pregunto con picardía.

  • Buenísimo... – dije entre suspiros.

  • A ver... dame mi ropa...

Extendió la mano, y se las di, sin pensar que estaban totalmente empapadas.

  • ¡Dios mio! – exclamo – están totalmente perdidas.

  • Perdón...

  • No te preocupes... yo te di permiso... ¿verdad que se siente mejor corriéndote sobre la ropa que solo tenerlas en la mano?.

  • Si...

  • Bueno.... ya sabes... la próxima vez que quieras... solo pregunta... ¿ok?...

  • Esta bien... y gracias...

  • No hay problema – sonrió – este será nuestro secreto.

Dio media vuelta y salió. Aun recuerdo lo bien que dormí esa noche.

Durante varias semanas, Ana me dejo masturbarme con su ropa. Yo no comprendía en lo absoluto su cambio de actitud, pero lo disfrutaba. Ella llegaba en la noche, pero en cuanto lo hacía se quitaba la ropa interior que trajera ese día, y entrábamos a mi cuarto para que hiciera lo mío, aun que esto no pasaba todos los días, entendía que días llegaba con buen humor y cuales no, o que días llegaba muy cansada. Sin embargo, no entendía su insistencia de verme siempre hacerlo, aun que yo lo agradecía, la miraba a los ojos mientras me masturbaba, pero ella no lo hacía, no hacía mas que mirar a mi entrepierna.

En el resto del día, nuestra relación se mantenía como si nada, pero en cuanto decía "Oye... ¿podríamos..." ella entraba a su cuarto a quitarse la ropa interior.

Aun que no me molestaba, y me parecía que era lo mas lejos que podría y querría llegar, me apenaba pensar que estaba confundido por ese cambio. Entendía sus razones, que era lo mas cercano a una novia que podría tener, pero aún así había algo que no me gustaba del todo.

La confronte un día que llego temprano, y cenaba tranquilamente en la cocina.

  • Oya Ana... – le dije después de saludarla – quería hablar contigo...

  • ¿Hablar? Pensé que venías por mi ropa – dijo sonriendo, sostenía una tasa de té.

  • No... quería hablar de eso...

  • ¿Si? ¿Qué pasa? ¿Acaso ya no quieres hacerlo?

  • No es eso... es solo que me preguntaba.. pues... ¿por qué eres tan buena con migo?. Digo... comprendo que puede ser molesto estar lavando y lavando tu ropa por mi culpa y... tú no estas obligada a nada... Creo que... estoy abusando de tu bondad.

Me miro algo extrañada. Tomo un sorbo de su té, pero no dijo nada.

  • No creas que te estoy reprochando o algo así... – le dije, sin saber que mas decir – es solo que... bueno... no tienes que hacer todo esto, si no te gusta o crees que estas haciendo un sacrificio, sería mejor que no continuáramos... a veces me siento extraño, contigo mirándome mientras me pajeo...

  • ¿No quieres que te mire mientras lo haces?.

  • No es eso... me gusta... no se porque... las primeras veces me daba mucha pena, pero después me ex... bueno... si, me excitaba que me vieras... Pero te digo, no tienes que hacerlo.

  • Me gusta hacerlo – dijo tajantemente.

Me quede sorprendido, pues no esperaba esa respuesta, aun que de hecho, no esperaba nada, ni siquiera sabía que estaba diciendo ni porque, casi le proponía que interrumpiéramos lo único sexual de mi vida... Y ahora me decía que lo hacía porque le gustaba...

  • ¿En serio? – le dije sin poder creerlo.

  • Pues... sí... no se porque... – guardamos un momento de silencio, pero prosiguió – Cuando supe que te masturbabas con mi ropa, lo primero que tuve fue ira, no podía creer que entrabas a mi cuarto como un ladrón, para satisfacerte... y eso me enfureció. Pero... – miro hacia abajo, con pena – después que me explicaste tu situación... y lo que hace tu padre contigo... no pude culparte... entendí que no tenías otra opción... es decir, yo también tuve 13 años y se que dan ganas... pero claro, yo tenía mis novios y... me la pasaba bien... pero tú... Si tu padre se entera que tienes una novia... y ni puedes tener revistas o videos que son casi algo obligado en el cuarto de un adolescente...

  • Pero no tienes que hacerlo, Ana – le dije pues veía que no contestaba mi pregunta – en serio que no... siento que te tengo como una muñequita que me da su ropa...

  • Espera, todavía no termino... – tomo otro sorbo y continuo – Lo supe, pero aparte de apoyarte, no sabía que hacer... entonces pensé en darte mi ropa... pero por varios meses me negué porque no me gustaba la idea... pero hace unos meses, con mi novio después de... – dudo un momento en confesarme algo tan personal – bueno... digamos que después de que paso algo con mi novio, me dio morbo pensar que a los chicos les gusta correrse en la ropa interior de una mujer... al menos a algunos... así que... desde entonces tome la decisión de darte mi ropa... y ver como lo hacías... me gusto y... eso es todo...

Estaba mas que impresionado, sin mencionar excitado. Ahora ya no tenía dudas ni molestias. Mi silencio se lo dijo todo.

  • Apuesto que ya se te paro, ¿verdad? – me dijo guiñándome.

  • Si.. – dije sin pena.

  • Bueno vamos arriba.

Como era la rutina, entramos a mi cuarto, pero ella salió indicándome que esta vez me quitara toda la ropa. Así lo hice, y estaba ya listo para una gozada sentado en mi cama, como siempre.

Pero la gozada fue mejor de lo que imaginé.

Ana entro solo con su ropa interior puesta, el conjunto rojo que tanto me gustaba y con la que empezó mi fetiche con la ropa femenina.... con los mismos zapatos rojos de tacón alto.

  • ¿Te gusta? – me dijo sonriéndome, con el cabello levantado, con su busto levantado, su abdomen plano, su pubis que parecía exhalar fuego y sus piernas gruesas, se veía como una diosa griega.

Yo no pude decir nada, me sentía correr con solo verla.

  • Anda... – me indico – haz lo que tanto te gusta... no seré una revista para caballeros, pero sí algo mejor.

Con la boca abierta y sin mover mi vista ni un momento de su hermoso pubis, cubierto por la hermosa tanga con encajes. Instintivamente lleve mi mano a mi aparato que vomitaba fluido transparente muy caliente. Lo hice lentamente, aprovechando cada segunda al máximo.

Ella, por su parte, se agacho sonriéndome para tener mi atención, y junto sus pechos con los brazos, con las manos en las rodillas, ahora mi vista no se apartaría de ahí. Movió los brazos un poco y sus pechos se contonearon con ellos, después de un momento, se dio la vuelta y agachándose de nuevo, me mostró sus firmes nalgas, separándolas con las manos para que viera el resto de su ropa interior bien metido entre ellas. Las agito un poco, se volteó y se hincó frente a mi. Avanzo un poco hasta estar justo entre mis piernas, yo no entendía bien que pasaba, y el movimiento de mi mano se hacía mas lento, pues ya me sentía explotar. Después se agacho mas, sacando las nalgas, y dejando su rostro a la altura de mi verga.

  • ¿Ya te vas a correr? – dijo sin quitar su sonrisa.

Moví afirmativamente la cabeza, seguía con la boca abierta.

  • Entonces... apunta aquí... – y abrió la suya.

Yo no lo entendía, no sabía que quería, ¿quería que eyaculara en su boca?. No sabía que ganaría.

Al ver que no me movía para nada, ella puso su mano sobre la mía y empujo mi miembro hacia abajo. Al saber que en realidad quería que le eyaculara en la boca, por alguna razón detono mi orgasmo, apenas note lo cerca que estaba su mano y su boca de mi miembro.

Nos miramos a los ojos mientras ocurría y su boca se llenaba poco a poco de mi leche. Cuando termino, me limpio el pene con la sábana de mi cama. Yo aún no escapaba de mis sensaciones, y no sabía lo que ocurría. Ella, teniendo el control total sobre la situación, cerro los ojos, se levanto y me cerro la boca antes de que los huevos de mosca empezaran a eclosionar.

  • ¿Estuvo bueno, no? – dijo – Ahora a dormir...

Me empujo sobre mi cama y me puso las cobijas encima. Salió de mi habitación sin decir nada mas.

Perdí la noción del tiempo, yo estaba fuera de mi cuerpo desde que ella entro a la habitación, me había mostrado sus curvas, y se había arrodillado frente a mi... en cuanto pensé en lo último, me quede dormido.

En las siguientes dos semanas, evite a Ana en todo momento. Salía mas tiempo con mis amigos, a pesar del riesgo que tenía con mi padre por hacerlo. Me pasaba las horas en el cine y estudiando en casa de ellos. Me mantenía callado y parecía un zombi. Por supuesto ellos lo notaron, así como sus madres, pero cuando preguntaban algo yo respondía "No... no me pasa nada... es solo un problema pequeño que tengo en la casa". Mis amigos insistían, pues sabían que algo no estaba bien conmigo, pero yo me negaba a darles explicaciones, respondía siempre lo mismo y jamás detallaba sobre de que problema se trataba.

Le tenía miedo a Ana... no sabía de lo que era capaz... Esperen, miento, no le tenía miedo a Ana, le tenía miedo a mi padre, de que descubriera lo que hacíamos... no... tampoco era eso... le tenía miedo a ser feliz... me había pasado lo mas maravilloso en mi vida, y me sentía feliz, y tenía miedo de que Ana o mi padre le pusieran fin a esa felicidad. Era felíz porque Ana "jugaba" conmigo... y porque le gustaba jugar conmigo...

Supe esto de mi mucho después, ahora, cuando lo escribo. Pero en ese entonces me daba miedo encontrarme a Ana, y escucharle decir... "Ya no lo haremos mas".

Sin embargo, ya empezaba a ser una carga para mis amigos, no entendía porque estaba así y no podían divertirse si yo casi desesperadamente los acompañaba a cualquier lado, con mi cara muerta. No tuve mas remedio que volver a casa temprano un día, casi temblando del miedo de encontrarme a Ana.

Pero ese día no llego temprano, pasaron las horas, seis, siete, ocho de la noche, y no llegaba, me sentía algo aliviado. Como a las nueve me dispuse a dormir, para evadir cualquier contacto con ella. Pero no pude dormir, estaba nervioso.

Dieron las diez, las once... nadie llegaba, finalmente me tranquilice y me dormi.

Cuando desperté, ahí estaba Ana, en la silla de mi escritorio, viéndome dormir.

  • ¿Te desperté? – pregunto en cuanto me noto un poco lúcido.

  • No... solo me desperté... es todo...

Nos mantuvimos callados un momento.

  • ¿Qué día es hoy? – pregunté

  • Es sábado – contesto de forma sencilla.

  • ¿Y papá?.

  • Se fue hace media hora, tenía que atender no sé que cosa.

  • Ah...

Estuvimos callados.

  • ¿Por qué me huyes, Fito? – pregunto llanamente.

  • No te huyo... – dije dándome la vuelta para no verla. Tenía su pijama de tela delgada.

  • Oye... discúlpame si lo del otro día fue muy fuerte... pensé que te gustaría...

  • Si me gusto...

  • No tienes que contestar que sí, solo para sentirte hombre, si no te gusto no hay problema.

  • Si me gusto... ya te dije – fui algo brusco.

  • Pero... Bueno, disculpa.

La escuche levantarse y marcharse. Las ideas me daban vuelta, y no sabía que hacer. ¿Quería que se repitiese? Fue algo muy grato, sin duda, pero tenía miedo, y entonces no sabía de qué. Pero tome una decisión, me levante y me fui a la cocina, ahí estaba Ana tomando un café.

  • Buenos días – me dijo con algo parecido a la pena.

  • Buenos días – le respondí, pero le sonreí.

Ella noto mi sonrisa y me la devolvió. Pero no se atrevió a decir nada. Tome mi desayuno y comencé a comer. Me daba cuenta que cada segundo que dejaba pasar, Ana se alejaba mas y mas... Tenía que enfrentar el miedo que desconocía.

  • Estuvo muy bueno... – dije de pronto.

  • ¿Eh? – estaba distraída en sus ideas – Ah, gracias, lo prepare hace unos momentos pero no sabía si vendr...

  • No hablo del desayuno – la interrumpí.

Ella se rió de forma maravillosa.

  • Pensé que no querías hablar de eso... – dijo después.

  • No es eso... es que.. no sé.. tenía miedo...

  • ¿De que se repitiera?

  • No... de otra cosa... no sé...

Acepto mi respuesta sin sentido.

  • Apuesto a que no sabías que te podías correr en las bocas de las chicas – me dijo ya con el tono usual coqueto.

  • No... en lo absoluto... ¿no te pasa nada?.

  • En lo mas mínimo.

  • ¿Y les gusta a las chicas?.

Se rió.

  • Mira, no te voy a mentir. No a todas las chicas les gusta el semen en sus bocas, algunas sí, otras no.

  • Y tu eres de las que sí – le dije con malicia.

  • Bueno... sí... no es que solo busque eso, pero de vez en cuando confieso que se me antoja.

  • Gracias, Ana, fue genial.

  • No hay de qué, sé que todos los hombres lo adoran – se rió como si supiera todo sobre los hombres - ¿qué sentiste?.

  • Pues.. no sé, en cuanto me dijiste que lo hiciera, sentí un gran placer... no sé... supongo que porque era muy guarro.

  • De eso se trata... jaja.. ¿tienes ganas de repetirlo?.

  • ¿Ahora? SI

  • Bueno, no ahora, tengo una cita con mis amigas. Pero después.

  • Claro, fue genial.

  • Esta bien, pero luego, ¿esta bien?.

  • Bueno...

El resto de ese día, siguió su rumbo normal. Sin embargo, yo aun tenía miedo, esta vez, de lo que sentía, por lo que por algunas semanas no me atreví a hacerle ninguna insinuación a Ana, y todo marcho con la rutina normal.

Un sábado de nuevo, volví a despertar con ella en mi habitación.

  • ¿Ya despertaste flojo? – me dijo sonriendo, con el mismo atuendo que la vez anterior.

  • Si, si, si, si... – le dije sin ganas, pues aun estaba adormilado.

  • Anda, levántate ya – fue cuando me di cuenta de lo preciosa que estaba, no solo por la ropa interior, ni por sus curvas, parecía haberse maquillado un poco y haberse pintado los labios.

  • Eh... ahorita bajo a desayunar... – le dije mientras empezaba a tener una erección.

  • Bueno.. – me dijo sonriéndome y subiéndose mi cama – si quieres no te levantes.

Se puso a cuatro, sobre mi, me tenía completamente controlado y a su disposición. No sabía que pensar, y por un tiempo, pensé que seguía soñando. Mi vista se entretuvo con sus pechos, apretados en el sujetador. Ella sonrió al notarlo.

  • ¿Eres de los niños a los que les gustan los pechos, verdad?.

  • Eh... – me saco de mis sueños – NO... digo... si... digo...

  • No tiene nada de malo... – paso una de sus manos por mi cabello – Si quieres dales un beso.

Cada vez me sorprendía mas por aquello, y cada vez creía mas que se trataba de un sueño.

Delicadamente ella acerco su busto a mi cara. "Aquí..." me dijo señalándome la parte descubierta de sus pechos. Tímidamente acerque mi boca, y cerrando los ojos, le di un prolongado beso a su pecho izquierdo, saboreando la piel, sintiendo su tersura, su blandes y su sensualidad, hice lo mismo con su pecho derecho.

  • ¿Te gusto? – me pregunto pícaramente cuando me hubo separado.

  • Mucho...

Sonrió y se incorporo, y se arrodillo a mi lado, sobre la cama, poniendo sus nalgas a unos centímetros de mi cara.

  • ¿Le has tocado las nalgas a alguna chica? – preguntó.

  • No... nunca...

  • ¿Ni siquiera por accidente? ¿O en el camión o en el metro?.

  • No... jamás...

  • ¿Y a un chico?

Ese comentario me hizo reír, y finalmente comprendí que no era un sueño. Me comporte mas natural.

  • No, ni lo pensaría – dije entre sonrisas.

  • Deberías intentarlo, te va a gustar.

Y metiendo sus manos debajo de mí, me apretó el culo, me dejo tan sorprendido que di un brinco, removiéndome las sábanas, y dejando mi boxer al descubierto, con la obvia erección. Ella sonrió y lo ignoro por un momento.

  • Anda... puedes tocarme... si quieres...

Sin poder creerlo, moví muy lentamente mi mano a su cuerpo, pero por la emoción, temblaba demasiado, finalmente ella tomo mi mano y la posó en sus glúteos sonriendo. Ahora mi mano ya no tenía timidez, palpe con algo de fuerza, pero cuidado de no poner demasiada, sus glúteos, sus muslos, sintiendo la suavidad y la firmeza en todos y cada uno de sus músculos, acercando un poco mi mano a su tanga. "ahí..." me dijo, cuando pase la mano entre sus piernas, y empecé a frotar durante un tiempo, ella cerraba los ojos y gemía dulcemente, mientras aceleraba el movimiento de mi mano en esa zona, subiendo un poco, hasta que ella soto un suspiro, y un momento después, movíó mi mano de nuevo a sus nalgas.

  • Atrévete... – me dijo con una cara sonrojada que no me pude explicar – sigue acariciándome... que también me gusta.

Seguí sus ordenes y me deleite aun mas con su carne. Pero ella ya había puesto sus ojos en mi erección. Con cuidado, y sin preguntarme me quito los boxers, dejando al aire libre mi erección.

  • ¿Quieres correrte? – me pregunto melosa

  • ¡SI! – conteste llevando mi mano libre a mis partes, pero ella me detuvo.

  • ¿Quieres que te la casque yo?

No tuvo que esperar su respuesta, con delicadeza poso su palma sobre mi miembro que descansaba sobre mi abdomen, el simple contacto con su mano me dio un verdadero choque eléctrico, pero por alguna razón no me corrí. Restregó su mano izquierda sobre mi miembro, haciendome ver estrellas, sin darme cuenta le apretaba mas fuerte su culo, pero ella no protesto. Se dio un poco la vuelta, para facilitarle el acceso a mi polla, dejándome un poco alejada su nalga derecha de mi mano, pero no me importo.

Ya cómoda, enrollo sus dos manos sobre mi polla, y comenzó a hacerme una lenta, pausada y deliciosa paja. Mis sentimiento estaban confundidos, no entendía a donde pararía todo eso, tampoco porque lo hacía Ana. Pero lo que mas me perturbaba, era que ya no quería correrme, quería sentir sus manos sobre mi, quería sentir sus cuerpo en mis manos, no quería que eso terminara nunca. Pero verla ahí, tan terriblemente sensual, empeñada en la paja, con mi pene apuntando a mi cara, no pude resistir... y termino.

Acompañado con un potentísimo orgasmo que me hizo literalmente temblar, mi semen se desparramo sobre mi pecho y abdomen... y sobre las manos de Ana, que no detuvo su deliciosa atención hasta que logre calmarme un poco, unos minutos después.

Y entonces, después de retirar sus manos de mi sexo, se desabrocho su sostén, y lo uso para limpiarme. No podría creerlo, aun con todo lo que ocurría, todo se ponía aun mejor, finalmente veía sus pechos, los pechos de una mujer hermosa y joven. Grandes, gorditos, morenos, con un pezón oscuro y pequeño en su centro.

El poco tiempo que Ana tardo en limpiarme y que yo use para mirarla, me parecieron horas y días, cuando volví en mi, Ana ya había terminado, y se había vuelto hacía mi, dejándome contemplar la perfección de sus curvas aun mas.

  • ¿Ya vez? – me dijo – eres de los que prefieren las tetas a cualquier otra cosa.

Sonreí algo apenado, sin saber que decir. Pero ella, como unos minutos antes, acerco su busto a mi cara, y dijo "Aquí..." señalando sus pezones.

Sin saber ni porque lo hacía, pero haciéndolo, sabiendo perfectamente en el fondo de mi que hacer, le di un beso a su pezón derecho, y no me detuve, empecé a chuparlo, con ansia, esperando que algo se desprendiera de ahí. Ella tuvo que separarse para que le diera la misma atención a su compañera.

Cuando terminé, me dio un beso en la mejilla y me dijo:

  • Solo recuerda, Alfredo, que todo lo que se diga y se haga en tu habitación, se queda en tu habitación, nada sale, y cuando salga, haremos como si nunca hubiera pasado. ¿Esta bien?.

Asentí sin comprenderla, pues todos mis sentidos estaban ofuscados y sin hacer correctamente sus funciones. Ella tomo su ropa y salió.

Baje a desayunar unos minutos después, y la encontré mas vestidita comiendo. En la plática quise tocar el tema de lo que había ocurrido, pero ella lo cambiaba bruscamente, solo dijo "Lo que se hace en tu habitación..." y comprendí perfectamente desde entonces.

Pasaron las semanas y algunos meses, y mi relación con Ana continuaba igual que cuando me tocaba con su ropa, solo que ahora, no servía de nada que yo digiera "Oye... ¿Podríamos..." porque ella cambiaba la conversación al instante. Ella era la que entraba en mi habitación, a una hora que ella suponía que era la correcta, con algún conjunto sexy de ropa interior, de vez en cuando me dejaba tocarle el culo. Pero la hora de mi corrida era fantástica, pues ella misma me hacía los movimientos finales, para echar mi corrida en su boca.

La situación no podría ser mejor cuando ella comenzó a tomar la costumbre de pasear en ropa interior en los días calurosos. Yo, teniendo miedo al principio, comencé a tocarme sobre la ropa mientras la veía descansar en el sillón, o simplemente caminar por ahí. Pero ella no parecía prestarme atención. Llegue incluso a bajarme los pantalones y a cascarmela al aire libre, pero ella seguía como si nada.

Todos los sábados me despertaba con la esperanza de vela de nuevo en mi habitación, que me pidiera de nuevo que le chupara los pechos. Y sobre todo, deseaba poder hacerle el amor. Pero eso no ocurría.

Y eso era algo que no me quedaba muy en claro. Creía que ella lo hacía para darme un poquito de felicidad en mi gris vida, pero entonces no comprendía porque no llegábamos a... pues... a mas.

Un sábado en la tarde, mientras estudiaba sobre mi cama, Ana entro en mi cuarto, luciendo el traje de baño que le regale el día de su cumpleaños.

Lo que debía seguir era la rutina, yo me quitaría mi ropa, ella haría unos movimientos, y terminaría corriéndome en su boca. Pero esta vez quería hacer algunas preguntas.

  • Hola flojo – me dijo al entrar - ¿tienes ganas?.

  • No Ana... – conteste un poco frío.

  • ¿No? Bueno... quizás mas tarde...

Enfilo a la puerta, pero tomándola del brazo y sentándola en la silla frente a la cama la detuve.

  • Quería hablar esta vez... – le dije.

  • Ah... supongo que sobre lo que hacemos ¿no?.

  • Pues sí... parece ser el único lugar donde podemos...

  • Mira Fito, quiero mantener la discreción sobre esto, por eso me parece que solo hablemos de esto en tu cuarto, lejos de papá y de cualquier otro, ¿Esta bien?.

  • Si, lo comprendo, pero no quería hablarte solo de eso.

  • ¿Entonces?

  • Mira... yo te agradezco mucho lo que haces... es para mi.. pues lo único sexual que puedo hacer, ¿entiendes?.

  • Por supuesto, por eso lo hago, y antes que lo digas, a mi también me gusta, Fito, no creas que estas abusando ni nada...

  • Entonces... ¿por qué no hacemos algo mas?.

  • ¿Cómo que? ¿quieres que te la mame?

No entendí muy bien la palabra, y mi expresión se lo dijo.

  • Tu sabes... – me dijo cruzando las piernas y adoptando un aire de control – Sexo Oral.

  • No te entiendo...

  • ¿Pues no sabes que es el sexo oral?... bueno... supongo que no... mira, sexo oral es cuando una chica se mete el pene del chico en la boca o cuando el chico... digamos que mete su lengua en la vagina de la chica...

  • Ah... jamás lo habría pensado... como que es algo asqueroso...

  • Pero si vieras lo bien que se siente – y se rió.

  • Bueno... no esta tan mal... – me empezó a gustar la idea.

  • Pero... espera – parecía confundida - ... entonces, ¿a que te refieres con que "hagamos algo mas"?.

  • Pues... a... hacer el amor...

La proposición no la asusto ni la sorprendió, pero se recostó en la silla y guardo un silencio. No tengo idea de lo que paso por su mente.

  • Alfredo... – dijo al fin – Somos hermanos... tal vez no hermanos convencionales, pero somos hermanos... Lo que he hecho hasta ahora no ha tenido nada de malo, pero lo que tu propones... no puede ser...

  • ¿Por qué no? – pregunte con mas aire de curiosidad que de protesta.

  • Pues porque los hermanos no deben hacer eso... no es... natural... ni psicológicamente sano... Espero que me entiendas...

  • Pues no mucho... – le dije bastante desilusionado – Pero supongo que si no quieres, has de tener tus razónes.

  • Las tengo, y son muy fuertes, incluso con lo que hacemos ahora, me siento algo... pues no culpable exactamente, pero creo que estoy llegando al límite, simplemente no podemos hacer mas porque... pues... simplemente no podría.

  • Supongo que entiendo – dije ya resignado – solo que tenía ganas...

  • ¿Pues no es suficiente con todo lo que hacemos? – me dijo borrando su seriedad, y volviendo a una actitud alegre.

  • Si, si, esta muy bien... solo que.. bueno, ¿tenía que intentar, no?.

  • Te comprendo, pero solo entiende que no puedo hacer mas... simplemente no me sentiría a gusto...

  • Esta bien, si tu no quieres, esta todo bien. Así que... bueno... – hice intención de quitarme la ropa.

  • Espera... – me detuvo – Te voy a mostrar hasta donde puedo llegar.

Esas palabras volvieron a hacer latir mi corazón y a empezar una buena erección, mirando las curvas tan bien marcadas que dejaba ver el traje de baño que le había comprado. No era la primera vez que me lo mostraba, pero ese me encantaba, incluso mas que le conjunto rojo. Pero no duro mucho.

Ante mis ojos, Ana se desprendió del top del bikini, dejando al aire sus preciosas tetas.

  • ¿Qué tal? – me pregunto.

  • Son fantásticas, Ana... ¿puedo chuparlas como la otra vez?.

Espera... todavía no termino... – dijo en tono misterioso.

Y se quito la tanga del traje. Dejándome ver por primera vez, la intimidad de una mujer. Mi vista simplemente no pudo separarse de aquella zona, tan hermosa, y que, por alguna razón, me excitaba a mares, un precioso pubis, justo debajo de una cintura estrecha, tenía finamente recortado el pelo en la zona, con una muy atractiva forma de "V", plano la zona hasta donde se encontraban sus labios, que ya se mostraban rozados y tan excitados como yo.

  • Esto es una vagina – dijo en tono explicativo mientras caminaba hacia mi – aquí es donde las chicas nos divertimos.

  • Es hermoso...

  • Oh, créeme que lo es – me dijo sonriendo pícaramente, su pubis ya estaba a centímetros de mi cara – míralo bien... Estos son los labios mayores... – señalo a zona, tomo mi mano derecha y se lo llevo a la boca – tócalos.

Llevo con dulzura mi mano hasta su zona, que ardía como las mismas llamas del infierno, su piel tan tersa, caliente y erótica, casi me hacen disparar.

  • Estos son los labios menores

Y llevo mi mano hasta esa delicada zona, suave y delicada como los pétalos de una rosa. Me mantuvo frotando esa zona por un tiempo, hasta que continuo.

  • Y esta zona... – me llevo un poco mas arriba – esta cosita que lo que nos vuelve locas, es el clítoris.

Moviendo un poco sus labios, me mostró aquel botoncito mágico, pequeño y discreto, mas caliente que la roca fundida. Y me indujo a frotarlo.

  • Así es como nos gusta a las chicas... – dijo cerrando los ojos, me empujo mas a la cama y se arrodillo a mi lado. Todo su cuerpo palpitaba al ritmo de mi mano, que no tardo en aprender como moverse y como apretar con los dedos tan pequeño paraíso.

Ella, notando que ya había aprendido un poco, llevo sus manos a sus pechos, apretándoselos con algo de violencia, y pellizcando sus pezones, mas duros que roca sagrada. Solo fue un instante, después tomo mi otra mano, se la llevo a la boca para humedecerla, y la puso a hacer el trabajo de la otra.

  • Ahora... te mostrare otro lugar... – dijo con voz muy cortada.

Y lentamente metió dos de mis dedos en su ardor. La sensación de mis dedos era inexplicable, era como sumergirlos en una olla de aceite hirviendo, con ayuda de ella, me fue llevando hasta un rinconcito liso, palpitante, cuyo contacto me hacía derretir.

  • Aquí... es el lugar favorito de las chicas cuando follan...

Comencé a frotarlo, ahora, mis dos manos se dedicaban a darle placer a Ana, poco me importaba mi erección, o el follar, poco me importaba ya la escuela y mi vida, poco me importaba ya mi padre y mi sufrimiento.

En ese momento, supe que era feliz, pues hacía feliz a alguien, una calma, un calor extraño inundo mi cuerpo, mientras me concentraba en mover mis dedos, mientras que Ana volvía a pellizcar sus pezones.

Algún tiempo paso, no se cuanto, si pudiera dar una cifra mas exacta diría que unos 2 años con 4 meses, duro aquello, hasta que Ana se dejo caer sobre mis manos, mientras soltaba un profundo suspiro y todo su cuerpo tembló por un momento, parecía haber terminado, cuando sentí en toda la extención de su cuerpo una vibración mas fuerte, y como mis dedos se iban empapando de algo mas viscoso y espeso que lo anterior, que al rodear mis manos, fue como si rodeara todo mi cuerpo.

Rendida, Ana se dejo caer hacia atrás, descansando un poco.

Me acosté a su lado, recargando la cabeza sobre mi brazo, admirando su cuerpo cubierto de transpiración, su respiración agitada y sus ojos cerrados. Estuvimos ahí largos segundos, hasta que finalmente ella abrió sus ojos.

  • ¿Qué tal? – le pregunte de la misma forma que ella preguntaba cuando me corría en su boca.

  • Fantástico... – me dijo suspirando – Para ser la primera vez que lo haces, me haz dejado rendida.

Ahora sí, me sentía como todo un hombre.

  • ¿Aun quieres follar? – me pregunto pícara.

Me lleve la mano derecha, quería saber que sabor tenía, para decidir. Quizás no detecte ningún sabor fuera de lo común, pero lo excitante de hacerlo, hizo que me supiera a gloria.

  • Si. – le dije de forma simple, pero firme.

  • Ay Fito... Lo siento...

  • Bueno... ¿Qué tal el oral del que tanto me hablaste?.

Ella se echo a reír.

  • ¿Tanto te hable? Apenas si te dije de que trataba... ya te voy a poner un mal vicio...

  • Quizás no me gustará...

  • Oh... todo te gustaría... pero... lo siento Fito... no puedo... no podría...

  • ¿Y si yo te lo hago?.

  • Es lo mismo... incluso peor... no podría disfrutarlo... disculpa...

Me sentí algo triste por las palabras.

  • Bueno... pues ni modo... no te preocupes, comprendo...

En realidad no comprendía, bien era cierto que para mí, Ana jamás fue exactamente una hermana, llegue a llamarla así, y a tratarla como una hermana, pero en el fondo, para mi era una "hermana mujer perfecta". El erotismo que despertaba en mi, era mas que el cariño de hermana.

Pero con Ana era diferente, desde un principio, todo lo que había echo había sido por su amor de hermana hacia mi. Incluso también lo que sentía. Ahora que lo pienso, haberse abierto conmigo, y haber permitido que le diera placer, debió haber sido algo difícil para ella. Pues su amor de hermana consistía en dar, no en recibir.

Y eso me hacía sentir egoísta y miserable...

Mientras pensaba en eso, nos manteníamos callados, hasta que ella, una vez mas, llevo mi mano izquierda a sus pechos. Lo que me saco de mis pensamientos.

  • ¿Qué, ya no te gustan?. – me dijo muy seductoramente.

Volví a sentir una gran calentura al sentir los suaves y aterciopelados pechos de Ana, disfrutando de su suavidad y su delicada dureza, apretando sus pezones, y tratando de hacer que cupieran en mis manos. No tarde en agacharme y comenzar a chuparlos, dulce y tiernamente, entre los suspiros de Ana.

Pero después de un rato, ella me separo.

  • ¿Aun quieres follar? – pregunto retándome.

  • Claro...

  • ¿y si te hago algo que es mejor que follar?.

  • ¿Algo mejor? – pregunte escéptico - ¿qué podría ser mejor?.

  • Ya veras... ve quitándote la ropa.

Se levanto de la cama, y salió de mi habitación contoneando su cuerpo al ritmo de mi corazón. Sin perder un segundo, me desprendí de mi ropa, dejando al aire mi palpitante erección. Tardo un poco en volver.

Volvió, y no note diferencia, a excepción de haberse puesto sus zapatos de tacón alto rojos.

De inmediato, se puso de nuevo su bikini, al menos el sujetador. Me pidió que me sentara en la cama. Ella se acerco, y se sentó sobre mi paquete, poniendo mi pija entre sus nalgas. Movió sus caderas mientras que yo una vez mas veía estrellas, y no podía moverme de la impresión de sentir su carne y su piel revolotear. Me hubiera corrido en ese instante si ella no se hubiera detenido.

Se levanto, y adopto una pose de mujer importante.

  • ¿Te excito Alfredo? – preguntó como si no fuera nada la pregunta.

  • Muchísimo...

Sonrió y se arrodillo entre mis piernas, como lo hacíamos antes, tomo mi polla entre sus manos comenzó a cascarme la paja. Pensé que eso sería todo, pero ella dijo.

  • No te emociones mucho con lo que sigue, pues no va a durar...

Y acto seguido, engullo mi polla hasta la base, el calor de su boca y su lengua me enloqueció, lentamente y con su lengua revoloteando se la fue sacando, dejándola completamente mojada.

  • ¿Te gusto? – pregunto levantando una ceja.

  • Hazlo... – me detuve... por un segundo por fin tuve una idea - ¿Te gusto a ti?.

La pregunta la sorprendió, estuvo a punto de levantarse, pero se detuvo.

  • Esto es sexo oral... – dijo suspirando.

  • ¿Te gusto? – volví a preguntar.

  • Si... – dijo seca y directamente, pensó un momento, y continuo – Promete no correrte y lo vuelvo a hacer.

  • Lo prometo.

Era una promesa de la cual no estaba muy seguro de poder cumplir, pero antes de retractarme, ella ya me volvía a saborear, lenta y pausadamente, mientras mi falo se deslizaba adentro y afuera de su boca, me concentre en no correrme, no quería que eso terminara nunca, y eso me ayudo a contenerme, aun que no ayudaba que ella suspirara y gimiera por instantes, y que llevara una de sus manos a su vagina... pero se detuvo pronto.

  • Ahora... – dijo en un tono apenas audible por su respiración - ¿Estas listo para mi?.

  • Si... pero no sé que puede ser mejor que esto...

  • Pues... es mejor que el oral... de eso estoy segura.

Se irguió, y finalmente comprendí que había ido a hacer a su habitación. Tomo mi pene, y lo introdujo dentro del traje de baño, entre sus tetas.

Al principio no sentí nada, después, me sentía explotar de placer. No tardo ella en poner sus manos junto a sus tetas, y a hacerme toda una paja con ellas. Ella sonería y suspiraba, mientras yo veía aparecer y desaparecer mi pene entre ella, entre su frondosidad... entre... bueno... entre lo "buenirrimo" que tenía ella.

  • ¿Mejor que oral? – preguntó sin detenerse.

SII!!!! MUCHO MEJOR!!! – grité entre mis gemidos.

  • Follame las tetas, papi... – dijo estirando la cabeza hacia atrás, cerrando los ojos y los labios – follame las tetas que se siente rico...

La tome de los hombros, y empecé a embestirla con un poco de fuerza, al mismo tiempo ella movió mas rápido las tetas sobre mi, al tiempo que decía "Correte, correte, correte" como una orden.

No quería, su piel era tan suave... sus pechos tan grandes... pero termino. .

Sintiendo mi corrida, ella se "encajo" lo mas que pudo para que saliera mi pene todo lo posible, estiro la cabeza, y cerrando los ojos recibió todos mis chorros de lefa en su cara, manchándole la nariz, los ojos, las mejillas y sus labios, mientras me decía "manchame con tu leche" una y otra vez.

Cuando terminamos, ella abrió los ojos, sin importarle que tan manchados estaban, se relamió el semen de sus labios y me chupo la polla una vez para limpiarla. Acto seguido, le limpie la cara con mi playera.

Sin decir nada mas nos metimos bajo las sábanas, y empezamos a besarnos el cuello y la cara, jamás los labios, después yo pasé a darle tratamiento a sus pechos, que sabían algo raro por el lubricante que se había puesto en su habitación.

Nos detuvimos un momento, nos miramos y nos sonreímos.

  • ¿Apoco no es mejor que follar? – me pregunto.

  • Supongo que sí...

  • ¿Y mejor que el oral?.

  • Oh no, eso estuvo mejor.

Se hecho a reír.

  • Vas a seguir insistiendo, ¿verdad?.

  • Bueno Ana... es lo mas cercano que puedo estar... a... bueno... a estar dentro de ti

  • Hmmm... – sonrió – la verdad es que si lo disfrute... – llevo sus manos a mi polla, para notar que volvía a estar tiesa - ¿En serio quieres?.

  • Por favor...

  • Bueno... si tu insistes...

Pícaramente, fue bajando su boca por mi cuerpo, apretando aquí y mordiendo aya, hasta que estuvo cerca de mi polla. Yo estire el brazo para encender la luz, pues se había hecho de noche, y removí las sábanas.

  • Quiero verte hacerlo... – le dije.

Ella volvió a sonreír, se irguió y levanto su negro cabello con sus manos para que la admirara.

  • ¿Te gusta mi cuerpo? – pregunto sonriendo, como siempre.

  • Estas buenísima Ana...

  • ¿Qué se siente que una vieja tan buena te vaya a mamar el pito?.

  • Terriblemente excitante.

Ella contoneo su cuerpo para mi, entre mis piernas, como un pequeño baile erótico. Después, se agacho, paso un momento mi polla entre sus tetas, y comenzó a lamer mi miembro, arriba a bajo, lamiendo mis pelotas, y dando un especial tratamiento a mi glande con su lengua. Después, poniendo su cuerpo en posición de escuadra, sacando el culo para que lo admirara, me comenzó a tragar.

Por alguna razón lo sentí mejor que la anterior, su cabello revoloteaba y no me dejaba ver con claridad lo que hacía, también lo hacía mas rápido, sacando y metiéndose mi aparato tan rápido como podía, después se arreglo el cabello y me miro a los ojos.

  • ¿Qué se siente que tu hermana te chupe la polla?

  • Chingón... – dije sin mas palabras, pues veía estrellas y mi respiración apenas me dejaba hablar - ¿A qué sabe tu hermano?.

  • A lo prohibido.

Y volvió a hacer un sube y baja con su rostro, casi sin detenerse mas que para tomar aire y tragar saliva, nos tomamos de las manos, mientras dejábamos que su boca hiciera el resto.

Pasaron los minutos, hasta que inevitablemente, ella se metió lo mas que pudo de mí, y ahí, justo en su garganta y mirándonos a los ojos, deje soltar mi leche, mientras ella tenía una mano muy adentro de su vagina.

Cuando terminamos, ella se levanto y se sentó en mi abdomen, permitiendo que le sobara las tetas.

  • Sé que no me lo vas a creer – me dijo mientras seguía con mi trabajo – pero me gusto mucho...

  • Yo... bueno... ¿para qué te digo?.

  • Jaja... pensé que sería mas difícil, pero te sientes muy bien en mi boca...

  • Caray Ana... creo que podría correrme con solo verte...

  • Pues ahora que ya llegamos tan lejos.... creo que...

Una presencia llego a la habitación... habíamos dejado la puerta abierta... y ya era muy noche... El horario de mi padre nunca fue algo regular... y ese día, en ese preciso instante, había decidido llegar temprano. ¿Por qué? jamás lo sabré..

Tal vez hubo algo que ver el destino, incluso pensé que mi destino era que conociera la felicidad solo unos instantes... no... la felicidad son instantes, pero parecía que jamás estaría en una época en que estuviera simplemente... contento.

No tiene caso que siga relatando lo ocurrido en ese momento, ni los gritos, ni los golpes que sucedieron, ni como sentí que lo poco bueno de mi vida había acabado, ni como sentí que jamás volvería a sentirlo.

Mi padre corrió a Ana de su casa y le retiro todo el apoyo económico que le daba. Ana tuvo que dejar sus estudios y volver con su madre, quien también se entero. Pero en contra de lo que pudiera parecer, ella comprendió a su hija, y hasta casi me llego a comprender a mi.

Aun tengo las cicatrices que me dejo mi padre por las golpizas, incluso los profesores de la escuela llegaron a preguntarse que me había pasado, pero yo me negaba a darles explicaciones.

Mi vida se volvió mas dura y rígida, se me fue prohibido todo, todo excepto ir a la escuela, estudiar y mantener la casa limpia, hasta dormir se me prohibido, entre en un estado de completa depresión, con Ana lejos. E incluso... llegue a contemplar las navajas de rasurar de mi padre... y soñé con ellas.

Pero justo entonces... cuando mas terriblemente me sentía, cuando mas me abandono la vida, fue cuando el recuerdo de Ana volvió a mi, y me di cuenta, que ella había echo algo mas que acostarme conmigo, ella me dio vida, verdadera vida... cuando menos un poco de vida...

Tome mis cosas, un poco de dinero, y me escape de mi casa.

Pensé en ir hasta Jalisco, con Ana y su madre, pero pensé que sería mucha carga, así que huí a otro estado, a casa de la hermana de mi madre, la Tía Carmen. No sé como alguien como yo, tan tonto, tan inocente y con tan poca experiencia en el mundo real pudo haber llegado tan lejos, pero llegue a su casa.

Le conté todo lo sucedido, sin muchos detalles, por supuesto, pero tuve suerte una vez mas, ella me comprendió, y se encargo que fuera a reunirme con mi madre.

Ahora aún vivo con ella, y vida es mucho mejor, por fin tuve una verdadera novia... varias si se me permite decirlo, incluso una que se ha ganado mi corazón.

Quizás no tengo ahora una casa bonita, ni un futuro prometedor en una escuela de paga, pero tengo muchísimas cosas mas. Aun que extraño de vez en cuando a mis amigos, trato de mantener contacto con ellos, y a mis mejores amigos, les he contado esta historia. Así como ahora uno de ellos se encarga de contársela a ustedes.

Volví a ver a Ana, por supuesto, pero esta vez, como verdaderos hermanos. Ni ella ni yo tratamos de reconstruir la antigua relación, pero nos seguimos viendo, a veces riéndonos de lo que paso en esos años.

Ella termino su carrera en una escuela pública, con muy buenos resultados, se ha casado y según supe últimamente, ya esta esperando su primer hijo, aun que no me ha dicho que va a ser.

Yo aún recuerdo todo esto con cariño, y siempre recordare que fue gracias a Ana, que tome valor para darme vida, pero para ser mas justos, ella fue la que me dio una razón para vivir...

Bueno, eso es todo el relato.

Supongo que este relato no tendrá ni por mucho el éxito que tuvo "Por mi Salud" , pero en fin, es algo que no puedo modificar, con que algunos miles lo lean estaré a gusto. Y bueno, solo por decir algo, saque este relato algo rápido (me sorprende que mis relatos que tienen años y hasta meses de edad, se sigan estancando), y no me siento muy satisfecho con este.

No estoy seguro si tenga algún tipo de "Fan" aya afuera, sobre todo porque no soy muy prolífico. Pero si hay alguno por ahí, debo decirle que este será mi último relato que escriba con este tipo de historia en mucho tiempo (si ya de por sí termino un relato muy de vez en cuando...). La razón de esto es que creo que ya me he repetido mucho y mis relatos se están pareciendo mucho entre sí, así que para el siguiente escribiré otro tipo de personajes y otro tipo de situaciones. Empiezo ahora mismo uno que no es muy erótico, pero tengo muchas ganas de escribir, y empiezo terminar uno que empecé hace muchísimo tiempo, pero creo que si le echo ganas, podría hacer mi relato favorito.

Bueno, eso es todo mi chorote por ahora, si les gusto este relato, por favor hagan "clic" aya abajo donde dice "Perfil y otros relatos de este autor" para que puedan leer mis otras 3 historias.

Hasta la próxima. Y recuerden, practiquen el sexo seguro, es decir, el sexo oral :P ... ¡Pero ustedes muchachos, no se hagan pendejos con mis relatos y que no nada mas se lo hagan a ustedes, ¿eh?!