Una puta para mi amo y algo más (VI)
La sumisa debe ser entrenada y esta nueva sesión la ayudará a ser aún más obediente
Esa tarde había quedado con unas amigas para ir a caminar por una ruta campestre. Por la mañana llama mi Amo Julian:
-Puta, espero que estés libre porque el plan de hoy me hace ilusión.
-Oh noo, hoy había quedado.
-Pues da alguna excusa porque mi plan es mucho mejor, al menos para mi. Que sea bueno para ti depende de lo obediente que seas. A las 7 de la tarde en el bar Rotth. Falda corta y camiseta ancha, puedes llevar un pequeño tanga.
-Sí, señor.
Me fastidió no ver a mis amigas después de tanto tiempo pero la llamada del amo es importante.
A las 7 ya estaba Julián esperándome en la puerta del bar. Dos besos de saludo y entramos. Al fondo en una pequeña mesa redonda, el amigo de mi tio, el asqueroso Ricardo acompañado de una chica joven.
-Lo sabía Julian! Esto es una encerrona!
-Te lo propuse y aceptaste acatar mis deseos, ¿vas a ser obediente?
-mmm Sí, Amo.
Ricardo se levantó para saludarme, como no tocándome el culo. La chica hizo lo propio, con un abrazo y una amplia sonrisa.
-Hola, soy Susi, la sumisa de Ricardo, encantada de conocerte, me ha hablado mucho de ti estos días y tiene razón, estás buena, jejeje.
Su naturalidad era fruto de una juventud chispeante y que a sus 22 años ya llevaba casi dos de sumisa sexual.
-Gracias, yo soy Andrea, sumisa de Julian, encantada.
Tomamos unos refrescos hablando de temas generales, el tiempo, política, noticias del día… Las miradas entre nosotras las chicas eran tímidas y fugaces, mientras nuestros señores nos manoseaban los muslos bajo la mesa. La escena podría ser la de unos padres tomando algo con sus hijas.
-Vamos al lio -dijo Ricardo-, es hora de que estas perras nos deleiten. Desde ahora hasta que lleguemos a mi casa, guardareis silencio, y como no nos fiamos, os vais a quitar el tanga y os lo meteis en la boca peeero, cada una el tanga de la otra. ¡Ya!
El bar era un local oscuro y viejo, con apenas un camarero grasiento y dos clientes en la barra mirando el tenis en la televisión. Susi me miró con cara de resignación y se sacó el tanga, yo hice lo mismo. Con las prendas en la mano sin saber como seguir, me puso su tanga rosa en la cara a lo que abrí la boca y me lo metió. Mi tanga blanco se paseó entonces por su cara y se lo metí en la boca. Los hombres de la barra aplaudieron, no sabemos si por el tenis o por nosotras.
-Nos vamos -dijo Julian.
Al pasar por la barra los señores soltaron “adiós putillas”. Sí, el aplauso era por nosotras.
En el coche, nuestros amos hablaban de las hazañas con nosotras, de mi bukkake, mi excursión al club de Burgos, las primeras sesiones con Susi y su timidez, que luego la llevó a un adiestramiento de perras una semana y ya hace de todo. Nosotras, en silencio, nos mirábamos pensando lo que nos deparaba el futuro, con los tangas en la boca ya bien remojados de saliva.
Según nos acercábamos a casa de Ricardo se iban poniendo más rudos y groseros, diciendo las ganas que tenían de follar un coño apretado, que éramos unas zorras muy guarras…
Entramos y nos llevaron al jardín trasero.
-Perritas, vais a mear en la hierba y luego os limpiais con el tanga que teneis en la boca.
-Y luego le poneis ese tanga a vuestra compañera en la cabeza, con la tela delantera tapando la nariz, como un bonito antifaz.
La verdad es que me estaba meando y no sabía como pedir permiso. Mi tanga pasó de la boca de Susi a su coño meado y a mi cabeza, caliente y oliendo a pis. Era más humillante que asqueroso y seguro que por eso me ponía cachonda con todo aquello.
Nos hicieron desnudar y pasar a la casa, al salón.
Se sentaron en el sofá y nos ordenaron empezar la función, aún con los tangas en la cara. Nuestra misión era enrollarnos, como dos novias calentorras. Yo nunca había hecho nada con una chica a parte de la pequeña acción con las sumisas en el hotel del primer día. Esto era mucho más fuerte. Susi se notaba que tenía experiencia y me besaba y abrazaba con pasión. Era de mi misma altura, con pechos grandes y firmes, cinturita de avispa y lo que más destacaba: gran culo respingón. Sin duda era un bellezón y me hacía sentir cohibida. Nuestras tetas se rozaban sin cesar, nuestras manos sobaban todo el cuerpo de la otra, explorando también los coños depilados y muy muy húmedos. Me gustaba cómo me tocaba.
-Poneos en la mesa, en un 69, Andrea debajo. Comeos el coño hasta que os corrais -dijo mi amo-. La primera que se corra, pierde y la castigaremos, a la otra nos la follamos. Rápido!!
Nuestros machos ya tenían las pollas fuera del pantalón anunciando diversión. Estaba cachonda perdida y necesitaba ser follada, tenía que hacer que esa niñata se corriera antes.
Pudimos quitarnos los tangas y nos colocamos. No esperó un segundo y ya estaba chupandome el coño, con un dedo dentro. Mis gemidos no se hicieron esperar, los suyos tampoco. Le lamí el pequeño coño con su clítoris ya asomando y le metí fácilmente dos dedos. Dos dedos también en mi interior encontraron el puntoG, mi debilidad, no podía aguantarme las ganas de explotar. Me esfozaba en darle placer a la chica y se sentó en mi cara, todo su culazo sobre la cara y mi cuerpo convulsionando de placer. ¿Nuestros amos?, sobandose las pollas riendo como viejos verdes animando cada uno a su perra. En unos segundos me corrí como nunca, regando de fluidos como si fuera una meada la cara de Susi, que siguió lamiendo orgullosa hasta que Ricardo la apartó de mi.
-¡Muy bien, mi puta ganadora! Has aguantado para ganarte dos buenas pollas. En cambio tú, asquerosa Andrea, te has corrido sin permiso y me encantará hacerte sufrir, jajajaja.
Mi Amo me agarró del pelo de malos modos y me tumbó en su regazo culo en pompa, sin previo aviso comenzaron los azotes, alternando nalgas o en la misma varias veces cada vez más fuerte. Intenté resistirme y Ricardo sujetó mis manos por delante. El culo me picaba cada vez más y suplicaba que parase, que dolía, mucho. Me soltó de un empujón al suelo y pensé que había terminado. Nada más lejos de la imaginación, entonces fue Ricardo quien me agarró del pelo pero me colocó con las piernas en sus hombros, con el cuerpo colgando entre sus piernas, quedando culo y coño a su disposición. Sus azotes fueron aún más fuertes, usando mi culo como bongos. Yo ya gritaba y lloraba desesperada, de dolor, humillación y sorpresa. Mientras, Susi me sujetaba los brazos muerta de risa y mi Amo sujetaba las piernas.
-Tranquila putita mia -salta Julián-, pararemos cuando tenga un bonito rojo.
-¡Ya está, ya estáaaa! -gritaba yo
-No, otro poquito!! -dice Susi. Y se pone también a darme azotes mientras descansaban las manos de su Señor.
No podía quejarme más, era inútil, lloraba lamentandome de haber empezado todo este lio. Y por fin pararon. Todo había acabado, un mal sueño. ¿Seguro?
Casi arrastras me llevaron entre los dos a la puerta de la cocina, con la doble puerta abierta me pusieron de pie y amarraron mis manos con bridas a unos aros a ambos lados de los marcos y otras dos bridas sujetaron mis tobillos a los aros de abajo. Casi desmayada, abierta en cruz me miraban orgullosos de haberme roto con unos simples azotes. ¿Era el dolor del culo o del orgullo por haber perdido antes?
Vinieron con un pequeño látigo de colas cada uno. Mis ojos como platos los animó a colocarme una mordaza.
-Ya está bien de tanto gritar, no eres una simple puta, eres MI sumisa y aprenderás a aceptar tus castigos.
Los azotes llovieron por mis tetas, por los muslos y alguno descarriado en el coño. Los gritos ahogados les hacían reir. Pararon un momento y Ricardo se acercó para darme un lametón en el cuello que me respigó entera y me puso cachondo el dolorido coño. Y me escupió, un gran escupitajo que resbaló desde la frente sobre el ojo derecho hasta mezclarse con mis propias babas saliendo entre la mordaza. Mi Amo se animó a imitarle y otro escupitajo rodó por mi lado izquierdo. Me produjo asco, humillación y sobretodo resignación, aceptación de lo que me había convertido.
-¿Como lleva las pinzas?-dice Ricardo
-Bien, en el club le pusieron una botella de champán.
-Ah, pues podemos hacer lo de las pinzas, ¿no?
-Buena idea.
-Puta Susi, trae las tiras de pinzas.
La chica se puso a cuatro patas y de un cajón les acercó con la boca unas pinzas de ropa unidas con una cuerdecita. Supuse lo que me esperaba porque lo había visto en videos. Acerté, esas pinzas decoraron mi cuerpo desde los muslos, subiendo por la barriga hasta los pechos, con la última en los pezones. El tirón para soltarlas se hizo esperar. Tenía el cuerpo a tope de sensibilidad y enrojecido de tanto azote y aunque las pinzas eran flojas, cada vez se sentían más apretadas.
Mi Amo quiso entonces que Susi se pusiera a mi lado para hacernos una foto, yo rota y ella tan feliz. Un buen recordatorio para el aprendizaje, supongo.
Los machos de la sala agarraron uno de cada cuerda y me preparé. Contaron: uno, dos “¡AAAAH!”. Tiraron al dos pillandome de sorpresa, miré abajo esperando no tener pezones o algún trozo de carne y no, ningún desgarro, eso sí unas buenas marcas.
La niña se puso otra vez a mi lado, escupió sobre mi desencajada cara y esta vez haciendo el símbolo de la victoria, otra foto inmortalizó el momento.
Me desataron y mi Amo me llevó en brazos hasta la habitación de Ricardo, después de darme un tierno beso en la frente. Entonces sí sentí que mi tortura había acabado, al menos la física.
Allí me depositó sobre una silla que tenía una especie de alfombrilla de lija. Mi culo encendido y el malherido coño despertaron de su letargo. Me ataron a la silla y los tres se tumbaron sobre la cama.
Acariciaban y besaban a la puta Susi como novios. Nunca había visto ese lado tierno amante de mi Amo y me fastidiaba que fuera con otra. Ella gemía y sonreia, y yo entre angustia y envidia no podía ni retorcerme en la silla porque esa lija era mi perdición.
La follaron tranquilamente, de misionero, de perrito, le comieron el coño y ella les hizo unas mamadas dignas de la mejor peli porno. ¡Mierda, esa tenía que ser yo! Aquella niñata estaba bien adiestrada.
La muy puta cabalgaba al asqueroso de Ricardo cuando mi Amo pidió permiso para usar su culo. Ahí estaba ella, con sus dos agujeritos llenos y yo observando poniéndome cachonda pero sin poder moverme.
Al poco rato ella convulsionaba de placer, ni siquiera pidió permiso y en mis adentros me reía porque eso le traería un castigo ¿como el mio?. Y casi al mismo tiempo los dos machos inundaron sus agujeros. Al salirse se veía gotear el semen sobre las sábanas revueltas. La besaron tiernamente y la llevaron al baño.
Julian regresó solo, me desató y dijo:
-Susi está en su baño relajante, nos vamos. Busca tu ropa y vístete.
Ya era de noche, salí al jardín y me puse la minifalda y la camiseta.
-Amo, no encuentro el tanga.
-Da igual, se lo dejamos de recuerdo a tu amigo. ¿Te lo has pasado bien?
-Hombre…-dije sin creerme la pregunta-, esa chica me ha dado un orgasmo estupendo pero me duele todo, todo todo, me hace daño hasta la ropa, y la verdad...verte disfrutar con ella me ha puesto…
-¿Caliente, celosa?
-Ambas.
-Excelente. Te has portado bastante bien. Sabía que esa putilla era buena con el sexo oral y estaba todo planeado para tu entrenamiento, y para follarme un coño jovencito, jajaja. Me haces sentir orgulloso.
-Umm, bueno, si mi Amo es feliz...pues supongo que yo también.
Me dejó en casa y me fui directa a dormir.