Una puta para mi amo y algo más (IV)

Una nueva sesión en la que quedará más que claro que ya es su puta

Durante la semana hablamos por whatsapp cada día por la mañana y por la noche.

El sábado a las 6 de la mañana me sonó el móvil y lo cogí sin mirar quien era.

-Diga…

-Perra, ¿son formas de contestar a tu amo?

-Oh, lo siento Señor. ¿Sabe qué hora es?

-Hora de ponerse en marcha. Espero que hoy no tengas planes porque yo sí, nos vamos a Burgos.

-Burgos??Allí vive mi tio, ¿qué cojones…?

-Uy, no lo sabía, tranquila que no vamos a ser muy visibles, será poco probable que lo crucemos. Ponte guapa pero no recargada y lleva una chaqueta larga porque a la noche refresca, mejor calzado cómodo. Como siempre: rasurada, culo limpio y sin bragas. A las 8 de la tarde en la plaza de la semana pasada.

Colgó sin dejarme mediar palabra. Tenía todo el dia para arreglarme, tiempo suficiente. Comí algo ligero y empecé por rasurarme bien hasta quedar suave, me entraron ganas de masturbarme pero lo tengo prohibido… A continuación me puse el enema y metí un dedo en el culo para comprobar que no quedaban restos. Me calcé en un vestido negro ceñido hasta medio muslo y con escote palabra de honor. Con lo sensibles que tengo los pezones, enseguida se me marca que no llevo sujetador. Con unas sandalias planas decidí ir hasta la plaza caminando en vez de coger el bus. 7:55 esperando en el sitio acordado. Puntual, se me acercó un coche familiar con cristales tintados y bajó un poco la ventanilla; ahí estaba mi amo con el pelo engominado, camisa blanca y amplia sonrisa.

-Buenas tardes, Amo.

-Hola perra, ¿todo en orden?

-Sí Señor.

-¿Y dónde está tu chaqueta?

-Oh no, se me olvidó, lo sieeento.-dije con cara de pena.

-Mal mal, voy a tener que castigarte -exclamó meneando la cabeza.

Salimos de la ciudad y se metió en un área de servicio.

-Hora del castigo, súbete el vestido hasta la cintura y abre bien las piernas. Los brazos por detrás del asiento.

Obedecí al instante con miedo por lo que vendría, estaba realmente serio. Salió y cogió algo del maletero. Entró igual de serio con una regla pequeña y estrecha en la mano.

-Voy a ponerte el coño al rojo vivo, para que no vuelvas a olvidarte de mis órdenes. Si cierras las piernas sigo con las tetas y pararé cuando me salga de los cojones, ¿entendido?

-Sí Amo.-contesté a punto de llorar.

Recostó mi asiento para acceder mejor a mi zona intima y el primer golpe no se hizo esperar, directamente sobre el clítoris pero no muy fuerte. Me retorcí un poco por el dolor pero no tenía escapatoria y quería aguantar para agradarle. Otro golpe más fuerte, y otro, otros en el interior de los muslos, en el pubis. Dolía mucho y empecé a llorar y suplicar que parase, que lo sentía mucho, por favor,... Tenía todo el coño rojo e hinchado y no aguantaría mucho más. Los quejidos pasaron a gritos aferrandome fuerte al asiento para evitar tocarme o pararlo. Cuando le pareció que ya era suficiente, cesaron los golpes y me hizo besar su mano y la regla. Me recompuso el vestido y continuamos la marcha en silencio. 105 km de radio entre los dos, tiempo suficiente para calmarme y aceptar que me merecía ese castigo por estúpida.

Se hizo de noche y al salir del coche comprobé lo que me temía, hacía frio. Aparcamos en un parking de las afueras de la ciudad y me llevaba de la mano a paso ligero entre callejuelas de casas viejas. El frío se agradecía en mi dolorido coñito pero me ponia los pezones más duros que puntas de clavos.

Llegamos a un local que parecía un caserío, un restaurante de lujo. Nada más lejos de la realidad, dentro la luz era tenue y era una sala con pequeñas mesitas con su lámpara, una gran barra de bar y un pequeño escenario al fondo donde una chica bailaba en una barra vestida con un tanga con algún billete colgando y embadurnada de aceitosa purpurina.

Lo más llamativo eran las camareras, todas con el mismo atuendo: un diminuto mandilito de distintos colores tapando el pubis, zapatos de aguja y una bandeja atada a la cintura sujeta con cadenas a sus tetas, con pinzas tirando de sus pezones, una mordaza de aro mantenía sus bocas abiertas y se movían por la sala de forma mecánica y sin parar. La imagen era increible, nunca había estado en un puticlub. Los clientes eran de todo tipo, hombres solos, parejas, mujeres, grupos de chicos… eso sí, todos vestían bien, con aire distinguido. Mi amo me había traído a tomar algo a un selecto sitio, vaya.

Una mujer de mediana edad  salió a recibirnos.

-Bienvenidos, venid conmigo para que pongamos cómoda a la mercancía.

¿Mercancía? Pasamos a un despacho y sin mediar palabra mi amo me despojó del vestido.

-Posición de inspección, ya! -dijo secamente

Me coloqué con piernas abiertas, manos tras la nuca y mirada baja. Algo me decía que no íbamos a cenar precisamente.

-No está mal aunque las tetas son algo pequeñas. Me decía en el correo que en unos días le toca la menstruación, bien, así le dolerán más. ¿Y este coño tan rojo?

-Tuve que castigarla en el camino, ahora será más dócil.

-Hora y media, precio según mercado.

-De acuerdo, espero que esté a la altura, es una novata pero tiene potencial.

Hablaban de mi como eso, como mercancía. Estaba entre cachonda y acojonada.

-Bien perra -me decía la señora-, van a ser 30 minutos de camarera, tu color de mandil será el naranja y esas mesas atenderás, llevarás un plug vibrador en el culo que se activará cuando una de tus mesas requiera tu presencia, su lamparita parpadeará, tienes prohibido hablar con ellos y ellos tocarte, los clientes pedirán e irás a la barra a decírselo a nuestros camareros de barra, te lo pondrán en la bandeja y se lo llevarás, las manos siempre pegadas a la cintura, ellos pondrán o cogerán las cosas de la bandeja. A la media hora será tu tiempo de descanso, se te quitarán las pinzas y la mordaza y pasarás al muro de gloryhole. Allí esperarás frente al agujero a que aparezcan las pollas, si llevan condón te la metes por el coño hasta que se corran, si no lo llevan les haces una mamada y la lefa siempre en la cara. A la media hora volveremos a ponerte el uniforme de camarera otros 30 minutos y os podréis ir. ¿Alguna pregunta?

-Estooo -estaba flipando con todo- ¿y si se me cae alguna consumición?

-Jajaja buena pregunta. Será mejor que tengas cuidado porque el castigo es que te follen todos tus clientes en el escenario. ¿Algo más?

-No, Señora. Bien, amo ponga a su perra a disposición.

Mi amo me cambió las sandalias por los zapatos de aguja, apenas podía mantenerme en pie. Me ató el pequeño mandil que era más decorativo de lo que tapaba. Colocó el aro en mi boca abierta, probé a articular palabra y sólo conseguí babarme, a lo que mi amo por fin sacó esa risa que tanto adoro. Escupió sobre el pequeño plug vibrador y me lo encajó de una vez en el culo, se sentía apretado pero cómodo. Con la bandeja fue más complicado, ajustó la correa a la cintura y la primera pinza ya estaba en el pezón izquierdo, luego el derecho, se alejó para ver que tal quedaba y volvió para apretar las pinzas un poco más con las rueditas. Aaauch.

-Lo siento, tendrás que sujetar peso y no quiero que armes el espectáculo en el escenario -dijo guiñando el ojo-, vamos fuera.

Las pinzas estaban realmente apretadas y mis tristes tetas muy estiradas, no sé si podría soportar más tensión. Le seguí despacio porque con aquellos taconazos era difícil caminar. Ya en la sala pude fijarme al detalle en las mesas, estaban por colores pero distribuidas aleatoriamente de forma que las chicas tendríamos que pasearnos por todas las zonas. Cuando me estaba aclimatando al dolor de las tetas, el culo me empezó a vibrar, y no sólo eso sino que además giraban unas bolas por dentro masajeando la zona y se iluminaba poniendo los glúteos rojo fosforito, ¡peazo invento!.

Vi la mesa naranja parpadear y fui a cumplir con mi trabajo, quise caminar demasiado rápido para acabar con el suplicio del plug y casi me caigo, si llevo a tener algo en la bandeja...ufff, caminé entonces más despacito deleitando a los clientes que me cruzaba, incluso una de las putas que me miró como si no estuviera ella en la misma situación. (¿Qué miras, puta?-pensé-, uy, si yo también soy…). En la mesa estaban dos hombres de unos cuarenta y tantos, trajeados y ya con unas copas vacías. Ambos me miraron de arriba a abajo y uno sentenció con desprecio mientras posaba con poco cuidado sus copas en mi bandeja:

-Otros dos mojitos, nueva zorra.

Efectivamente poner más peso en la bandeja y de esa forma abrupta hizo que me dolieran los pezones como si me los arrancaran, teniendo que soltar un quejido ahogado. Y me sentí tratada de forma vulgar, no me lo esperaba en ese ambiente.

De camino a la barra el plug seguía funcionando, al parecer no se apagaba hasta servir la mesa. Le intenté vocalizar al camarero lo de los mojitos y me costó un rato y varios hilos de saliva por culpa del gag. Al menos me quitó las copas vacías aunque tardó una eternidad en preparar los mojitos, a mi gusto con demasiado hielo. Mierda, así pesaban más! Ufff, sí que pesaban, de vuelta a la mesa despacio para no derramar nada y con las tetas estiradas al máximo, dolía horrible.

Al volver a la barra en vacío observé a mi amo al fondo tomando un chupito mirándome con cara de cachondo perdido. Al menos alguien lo pasaba bien con todo esto. Una segunda mesa parpadeó al fondo (¿no podía ser más lejos?), allá que fui como antes, sorteando mesas y otra chica de grandes ubres (tan estiradas que tocaban su bandeja). Mi nueva clienta era una mujer de mediana edad, hacía pequeñas anotaciones en una libreta y me mandó dar dos vueltas sobre mi misma, inspeccionando cada poro de piel, y el plug activo (pide yaaa!). Quería un refresco de cola, fácil y rápido, se  serví y volví a mi sitio. ¿Cuánto tiempo llevaría? Me dolía todo horrible y me costaba mantenerme en pie.

Al rato la primera mesa me llamó de nuevo, querían la cuenta y me pusieron de vuelta los vasos vacíos. Esta vez fue el otro quien los posó con fuerza y ambos se rieron a carcajadas, con mi cara a punto de llorar o echar a correr y mandarlo todo a la mierda. Les llevé la cuenta y pagaron en barra pero metieron una propina en el mandilito, levantandolo antes para ver mis labios pelados y carnosos.

La mujer que mandaba me hizo gesto para que me acercara, la media hora había concluido, en el muro gloryhole había dos puertas: clientes y putas. Quedaba claro cual era la mia. Dentro, una sala luminosa y un tipo con cara de segurata me señaló mi agujero, me quitó el gag y al quitarme las pinzas el dolor de las tetas fue como si me las atravesaran con una gran aguja. Me arrodilló frente al agujero y tocaba esperar.

Minutos más tarde (por fin) apareció una polla, o debería decir un pequeño pene gordito y corto. Sin condón así que quería una mamada, bien, se la agarré y masajeé y hasta el fondo en la boca. Ahí descubrí que al apoyar lasd tetas en la fresca pared, relajaba el dolor, entonces me amorré al pequeño falo y me folló la boca un pequeño rato hasta sentir un chorro (qué poco aguante) y el resto por la cara. A esto ya me estaba acostumbrando.

Tiempo de espera y de golpe un largo y hermoso pene coronado por un glande rosado...y un condón bien puesto. Mierda, tocaba follar y yo sin calentarme. Me puse culo a la pared y poco a poco la metí al fondo de mi coñito estrecho, con mayor dificultad porque el plug continuaba en mi ano. El tipo comenzó a bombear y me toqué el clítoris, a lo que el segurata me negó con la cabeza (tampoco podía correrme?joderr!). Me dejé hacer, este duró unos minutos, cambiaba el ritmo y la profundidad, se deleitaba el muy cabrón. Al final se corrió y se fue. Me sentí usada, follada sin poder disfrutar ni un poquito.

Al momento otra polla apareció, gordita y juguetona, muy parecida a la de mi amo (sería el? Ay sí!). Sin goma, me esmeré en una buena mamada pero se guardó sin acabar y era porque… reapareció con su brillante preservativo. Mi coño aún estaba resentido del anterior pero de pensar que sería mi amo, me puse a tono y fui yo quien me meneaba en follar tan rico trozo de carne. Se corrió y se fue.

No dio tiempo a mucho más y la madame me volvió a poner la mordaza y la bandeja con las pinzas. ¡Joder como dolían esta vez! La mujer apretó todavía más que mi amo y la bandeja parecía más pesada a pesar de ser la misma.

Una mesa parpadeó y el plug hizo su trabajo. En ella, un chaval joven pidió un café con hielo. Entre la taza y el vaso del hielo, aseguro que pesaban como dos toneladas.

De seguido la mujer de antes pidió la cuenta y también dejó propina, rozando un poco mi coño (pero si no podian tocarme!).

Y sin dejar mi culo descansar, otra mesa pidiendo, esta vez dos parejas que querían ¡una botella de champán y sus cuatro copas!, ¿pero tú sabes lo que pesa eso y el equilibrio que hay que mantener?. Mucho, mucho mucho. Caminaba quejandome sin parar y mi amo descojonado con la escena. Mis pobres tetas no tenian la culpa de que sea tan puta, uff qué dolor.

Al menos luego pasó un rato sin llamarme nadie. El chico pidió cuenta pero no dio propina y por suerte antes de recoger la mesa del champán, los 30 minutos se acabaron y me quitaron todo el atuendo de tortura.

Lo malo fue poner de nuevo el vestido, tan ceñido y mi pecho tan sensible.

-No hay nadie por la calle, saca las tetas al aire.

-Aaah, con el frio se ponen tiesos y duelen más. Mierda! Aaah.

-Qué? No te lo has pasado bien? Es un sitio de élite, de casualidad no te follaste un famoso. Jajaja

-Bien? Me duele todo! Ha sido humillante y me han usado sin dejarme sentir nada.

-Bueno, ahora voy a follarte yo, a lo mejor dejo que lo pases muy bien, te has portado como la zorra que esperaba.

-No me has follado ahí?

-Yo? Nooo, los que traemos mercancía no la usamos. No me digas que había una polla como la mia y pensaste… Jajaja, así salió aquel viejo de relajado y feliz.

-Oh no, por favor, ¿a donde vamos?

Dos calles más al centro estaba el hostal donde nos íbamos a alojar. La habitación era bastante cutre, con una cama pequeña y una silla de jardín como todo mobiliario.

-No es gran cosa pero está limpio. Desnúdate mientras voy a mear y ponte a cuatro patas sobre la cama.

No tardó mucho ni yo en colocarme. Esperaba recibir mi premio esperado, su polla y mi orgasmo.

Sus dedos expertos acariciaron mi espalda, mis gluteos y ya se hacían camino en el coño. Uno y dos, tocando mi punto G, nunca había lgado tan rápido al límite.

-Aaah, gracias Señor, permiso paraa aaah

Antes de recibir la confirmación, me corrí como una perra en celo.

-Aah, lo siento, Señor, gracias graciaaas. -mis entrañas seguían palpitando.

-Por esta vez no pasa nada, te lo has ganado. Pero quiero más. Cabalga sobre mi, ¡vamos!

Me encantaba cabalgar, botando sobre la polla tiesa de mi amo, dura y venosa, acariciado su pecho, enredando mis dedos sobre sus pelos y besándolo como dos amantes recién conocidos.

Él, me marcaba el ritmo agarrando mis caderas y dando palmadas en las doloridas tetas. Volví a llegar al climax.

-Por favor Señor…

-Córrete para mi, guarra, que te vea temblar de gusto.

-Aaaah, diooos, siiii.

Un nuevo orgasmo gracias a quien hacia un momento me había vendido como vulgar puta, y yo entregada en cuerpo y alma. Casi al instante, salió de mi, se quitó el condón y se corrió en el fondo de mi garganta. Ummm, delicioso.

-Ahí tienes tu leche caliente, ahora soy yo quien tiene hambre.

Me situó boca arriba y bajó hasta mi entrepierna para hacerme una lamida magistral. No me lo podía creer, quería que me volviera a…

-Aaah, siii, joder, que pasada, graciaaas amooo

Otro nuevo chorrazo de placer. Me dio agua de beber y quedé  medio desmayada. Me manejaba sin saber qué hacía y cuando me quise dar cuenta estaba atada de pies y manos a la cama. Tan exhausta que no quise ni quejarme.

-Tal vez tarde un poco en volver, voy a por algo de cena, ponte cómoda, jajajaja.

Se vistió en un momento y se fue.