Una puñalada trapera

Me llevo un disgusto que me cambia la vida

Le conocía de toda la vida, desde que éramos pequeños, era el hermano mayor de mi mejor amiga; siempre que iba, le había visto en su casa, habíamos jugado juntos algunas veces… Una situación muy normal que se repite con frecuencia. También fue normal que, con el paso del tiempo, empezara a gustarme al igual que yo a él, “el roce hace el cariño”.

Se me declaró en la fiesta de mi diecisiete cumpleaños y, naturalmente, le dije que sí, hacía tiempo que me había fijado en él de otra forma, no sólo como amigo. A Mar, su hermana como he dicho, mi mejor amiga desde que recuerdo, pareció hacerle mucha ilusión que nos enrolláramos, de hecho tenía muy buena relación con él.

Chechu era un par de años más que yo, cuando empezamos a salir había cumplido 19 hacía un par de meses y, creo, formamos una pareja de anuncio. Era alto, tenía una facha estupenda, y muy resultón de cara. Sus ojos, de un azul intenso, podían volver loquita a cualquiera, incluyéndome a mí misma. Como a casi todos los chicos de su aspecto y edad, le encantaba el deporte y practicaba todo el que podía.

Mi caso… no sé, es parecido. De estatura normal, pelo castaño con mechas rubias, ojos verdes, buen tipo… Celtibérica de pura cepa. Dicen que muy mona, tanto de cara como de cuerpo y me lo creo por cómo me miran los tíos.

Fue el primer chico con el que salí en serio y a él entregué mi virginidad. Aún recuerdo nuestra primera vez, los nervios, el miedo… También el amor y el deseo… Chechu me decía que tampoco tenía mucha experiencia, sólo lo había hecho un par de veces, sin embargo, fue todo dulzura y cariño, muy paciente, no creo que nadie lo hubiera hecho mejor.

Fue en su casa, estábamos solos y yo ya sabía que esto podía pasar, de hecho lo esperaba, llevábamos varios meses saliendo y no habíamos pasado de las caricias, de tocarnos mutuamente hasta llegar… Pero me daba miedo ir más allá, imaginaba que pudiera quedarme embarazada y le tenía pánico, mis padres no parecían muy tolerantes con ese tema. Pero alguna vez tenía que ser, creo que era la única virgen de mis amigas y ya iba siendo hora de estrenarse.

Aquel día no fue distinto a otros, estando en el sofá del salón de su casa -sus padres raramente estaban- nos besamos, nos dijimos cuánto nos queríamos… Me quitó la camiseta y el sujetador, me acariciaba los pechos, las areolas, los pezones… fui la primera en abrir su pantalón y dirigirme a su cosa, en masturbarle suavemente mientras él introducía su mano bajo mi falda y me acariciaba por encima de la ropa interior.

Poco tiempo después me había bajado las bragas del todo y frotaba mi pequeño nódulo, metía un dedo en mi interior… Estaba disfrutando y llena de cariño por él, Chechu me estaba llevando directita al clímax y yo a él. En ese momento, en un arranque de pasión, tan cortado él como yo, me propuso hacerlo.

Debí poner cara de susto o de sorpresa o… No sé, cara rara. Me volvió a besar, a enredar su lengua con la mía…

-Si no estás preparada, no pasa nada. – Lo dijo con tanto cariño… Pero pensé que había que lanzarse alguna vez, el “no estoy preparada” no podía durar toda la vida y, además, realmente lo estaba deseando, a pesar del miedo, a pesar de todo.

-Sí, Chechu, sí estoy lista. Te quiero y quiero hacerlo contigo.

Prácticamente desnuda, sólo cubierta con una falda, sin camiseta, sin sujetador y sin bragas, me llevó a su habitación. En el corto recorrido, estuve a punto de volverme, esto de la “primera vez” me seguía produciendo todo el respeto del mundo. Pero no fui capaz de decírselo cuando ya había asentido.

Me quitó la falda antes de tumbarme en su cama, se terminó de desnudar y se echó a mi lado. Me dio muchos besos en los labios mientras me acariciaba el pecho. Cuando me relajé un poco empezó a recorrer mi cuerpo con su boca, su lengua, sus dientes… Los pechos, los pezones, mi vientre, el ombligo… Me erizaba la piel con sus caricias, poco a poco me volvía a excitar e intentaba acariciarle yo a él, el pelo, los hombros…

Se tumbó entre mis piernas besándome los pies, las pantorrillas, los muslos… Iba derechito a mi secreto y apareció mi primer ataque de vergüenza. Nunca había practicado sexo oral, nadie, aparte de él, me había tocado ahí, pero de tocar a chupar… Va un abismo. Cerré las piernas en un ataque de pudor.

-No, Chechu, no, eso no…

-Lidia, relájate, no pasa nada, es lo más normal del mundo…

Hizo un poco de fuerza para separarme los muslos, acariciaba y besaba la parte interna dándome mucho gustito… Haciendo de tripas corazón, me dejé llevar. Un instante después me había plantado la boca en la vulva e iba lamiendo despacito mis labios mayores. Me costó un poco relajarme, una extraña sensación de estar comportándome como una golfa, me tenía algo agarrotada.

Sin embargo, conforme sus labios y lengua ahondaban en mi zona más íntima, conseguí abandonarme a esas nuevas sensaciones y, supongo, fue dilatándose toda la zona genital. Me gustó mucho que introdujera la lengua en mi interior y, conforme hacía cosas con ella, ese gusto fue en aumento hasta hacerme suspirar de placer. Poco tiempo después me notaba húmeda, cada vez más excitada, deseando que esas caricias linguales siguieran y siguieran.

En un momento, cuando mis gemidos eran más profundos y seguidos, me atrapó mi nódulo con los labios, un dedo sustituyó a su lengua en mi interior. Jamás había sentido nada parecido, al succionarme el clítoris y frotar las paredes vaginales, me produjo una sensación muy extraña dentro de mí, creí que me iba a hacer pis y…

¡Dios mío! ¡Qué pasada! Olas de placer que nacían dentro de mi vagina y de mi nódulo me recorrieron entera, él seguía y seguía, tuve que quitarle la cabeza de ahí, creí que me moría… Pero sus dedos siguieron frotándome, sin acabar de correrme volví a empezar otro orgasmo increíble, levanté el culo de la cama, me iba a dar un pasmo…

Cuando me sacó el dedo y se dedicó a lamer mis jugos íntimos moviendo la lengua a toda velocidad en la entrada de mi vagina, no sé que zona estaba estimulando cuando llegué a un tercer orgasmo, seguido de los anteriores, que me dejó desmadejada sobre la cama. Nunca hubiera creído posible llegar a correrme tres veces seguidas, lo más alucinante que me había pasado jamás.

Se situó encima de mí mirándome a los ojos, veía un amor en ellos… Quiso darme un beso y le aparté la cara, no me imaginaba saborear mis flujos directamente de su boca, pero me sujetó con las manos y me plantó sus labios en los míos. En principio, me dio muchísimo asco, aquello sabía rarísimo… Medio minuto después lo saboreaba con ansia por el morbo que me estaba dando.

En ese momento, sin apenas enterarme, empezó a entrar en mi interior. Me produjo un orgasmo repentino e inesperado que me hizo arquear la espalda, gimiendo al soltar sus labios de los míos. Una sensación de tensión y tirantez que nacía de mi interior me fue invadiendo conforme el avanzaba en pequeños vaivenes, cada vez más profundos.

Llegué a notarle totalmente en el fondo y aún empujaba, tuve que pararle un poco, si no, me taladraba.

-Despacio, Chechu, hazlo despacio que me duele un poco...

Se quedó quieto dejando que me acostumbrara a tenerle dentro, fue tremendamente delicado. Al cabo de un ratito, el poco daño que me había hecho se fue mitigando, me fui acostumbrando a esa tirantez, empecé a disfrutar de la sensación que me producía tenerle en mi interior…

Inició un movimiento de entrada salida, era muy morboso pero me volvía a hacer un poco de daño cuando llegaba al fondo en cada acometida. Sin embargo, poco a poco la sensación fue cambiando, el dolor era soportable y, no mucho después, quería sentirlo, agradecía que llegara tan adentro… Hasta que llegó a estampar su vello púbico en mi pubis, justo frotando mi botoncito, produciéndome ramalazos de placer.

Cuando ya estaba totalmente hecha a su herramienta, cambiamos de postura poniéndome yo encima de él. Al ensartarme con su cosa metiéndomela hasta el fondo, volvió a dolerme un poco, entraba más profundo aún. Empecé a botar sobre él, a cabalgarle como una amazona, cada vez más fuerte, cada vez más rápido…

Me incliné sobre su pecho, le besé con pasión mientras frotaba mi clítoris contra su pubis en vez de botar. Volví a incorporarme e, incluso, me dejé caer un poco hacia atrás apoyando las manos en sus piernas. Ahora volvía a notarle dentro como cuando me había frotado las paredes con los dedos, era impresionante, me incorporaba un poco y me frotaba contra él, botaba un poco, me echaba hacia atrás y lo sentía dentro…

Volví a llegar a otro orgasmo divino, me pellizqué los pezones con saña mientras movía mis caderas con su herramienta bien metida, él amasaba mis nalgas y me ayudaba a moverme…

Me dejé caer nuevamente sobre su pecho totalmente exhausta cuando, dando unos golpes de cadera tremendos, Chechu se vino en mi interior prolongando varios segundos el último clímax que había tenido.

Tremendo, había sido tremendo. Todas mis dudas, todos mis miedos quedaron ahogados por los cuatro orgasmos que había tenido. Pero me asaltó otra duda ¿Chechu sólo había hecho el amor dos veces? No me había parecido ningún novato, no sé… No podía saber cómo eran los demás chicos pero, por lo que se comentaba entre nosotras, dos meneos y ya. Podía entender que tardara más porque le había masturbado antes, aún así… El sexo oral no lo había aprendido conmigo, los dedos dentro… No me hacía eso cuando nos tocábamos…

Cuando un rato después se lo comenté, se le iluminó la cara. Me dijo que leía mucho, que lo que me había hecho lo había encontrado en libros y relatos, que se había preparado a conciencia para este día, para hacerme disfrutar de verdad. ¡Qué cielo!

Nuestras relaciones mejoraron muchísimo, me encantaba hacer el amor con él y no perdía oportunidad. Fui aprendiendo a hacer cosas nuevas, a practicar sexo oral yo también, cada vez con más soltura, a hacerle disfrutar tanto como él a mí.

Lo único que me daba un poco de corte era comentarle a Mar algo de nuestras relaciones, me molestaba, ella no hacía más que preguntarme cómo nos iba, qué hacíamos en la cama y cómo lo hacíamos. Era un palo decirle a mi amiga cómo follaba su hermano.

Unos cuantos meses después, cuando creía que las cosas no podían ir mejor en mi relación con Chechu, tuvimos una bronca tremenda por una estupidez. Empezó con el típico “¿qué hacemos?” “¿vamos al cine?” “¿vamos a cenar?”. Todavía no me explico cómo pudimos pasar del “hacemos lo que tú quieras”, “no, lo que quieras tú”  al “eres una puta egoísta que sólo piensas en ti”

Estuvimos varios días sin hablarnos y mi único consuelo era saber de él a través de Mar. Al principio me comentaba que estaba hecho polvo por la discusión, que me iba a llamar para pedirme perdón, pero el tiempo pasaba y esa llamada no se producía. También el comportamiento de Mar fue cambiando, siempre me decía que tuviera paciencia, que le dejara un poco de espacio, que no le llamara porque él lo iba a hacer enseguida.

No me di cuenta porque, de eso, una nunca se entera. A mí se me escapaba, estaba fuera de mi entendimiento. Harta de esperar la llamada de Chechu, fui directamente a buscarle a su casa, hasta Mar pasaba últimamente de mí y me estaba comiendo el coco muchísimo, no podía entender cómo habíamos llegado a esta situación justo cuando mejor estábamos.

Llamé al telefonillo del portal y nadie contestó, me pareció curioso porque, hacía un ratito había hablado con Mar por “wasap” y me había dicho que estaría en casa. Una persona salió dejando la puerta abierta y aproveché para entrar. Subí a su piso y, utilizando una llave que me había dado mi amiga hacía un tiempo cuando perdió las suyas un día, borracha perdida, teniendo que dormir en mi casa sin avisar, con la consiguiente bronca paterna, abrí la puerta silenciosamente.

No había nadie en el salón ni en la cocina, seguí mirando hasta llegar a las habitaciones… Oí algo en la habitación de Mar, sin pensármelo dos veces, abrí con cuidado la puerta y...

Al ver a mi mejor amiga, desnuda en su cama, con su hermano encima, me quedé blanca de la impresión ¡Chechu se lo estaba haciendo con su hermana! Me invadió el espanto más absoluto, el asco, el… No sé, jamás me había encontrado igual de mal, sin saber siquiera describirlo.

Mar gritó, Chechu se levantó con la cara desencajada…

Me desperté tumbada en el sofá de su cuarto de estar mientras me mojaban la cara con un paño húmedo. Allí estaban los dos, la cara de susto y de… Yo que sé ¡Qué horror! ¡Mi mejor amiga y mi novio! ¡MI MEJOR AMIGA Y SU HERMANO! Salté horrorizada y salí disparada de aquella casa de latrocinio sin escuchar las llamadas de esos dos crápulas.

En mi casa me encerré en mi habitación hecha una mierda, no me entraba en la cabeza, no lo quería creer… No sé el tiempo que estuve llorando, sin salir siquiera a comer, era lo más fuerte e inmoral que hubiera podido sospechar. “Mar y Chechu”, “Mar y Chechu”, “Mar y Chechu”… No se me iba de la cabeza.

No tuve más remedio que abrir mi puerta y hablar con mi madre, con mi padre también… Pero sólo supe decir que Chechu me había dejado ¿Cómo contaba lo que había visto?

Por lo que podía escuchar desde mi cuarto, mis padres comentaban que me estaba convirtiendo en una sombra de mí misma, un fantasma ambulante que ni hablaba, ni comía, apenas me aseaba, no salía prácticamente de mi habitación… Y no quería ni oír hablar de Chechu ni de su hermana, ni del psicólogo al que pretendían llevarme.

Pasaban los días y mi estado de ánimo empeoraba por momentos ¡Chechu y su hermana! ¡Mar y su hermano! Y, por si fuera poco, del espanto de ver a dos hermanos montándoselo, vino la depresión de haber sido engañada, engañada por partida doble.

De tanto comerme la cabeza, de mirarlo por activa y por pasiva, empecé a entender que jamás me lo podrían haber dicho. ¿Cómo le cuentas a tu novia que te has tirado a tu hermana? ¿Cómo le dices a tu mejor amiga que te has acostado con su novio que, además, es tu hermano? De ninguna manera, no lo puedes contar jamás. ¿Pero, por qué? ¿Por qué me habían hecho esto? No me entraba en la cabeza.

Una tarde, yo seguía igual o peor, llamó mi madre a mi habitación, tenía una visita. Tal y como estaba, no me apetecía ver a nadie, no quería hablar de nada, mandé a mi progenitora a… Bueno, ahí. No se dio por aludida e insistió e insistió hasta que, harta y cabreada, abrí la puerta para decirle claramente a dónde podía irse la puñetera visita.

De la primera impresión me quedé de piedra, totalmente impactada. Mar, con carita de niña buena, estaba al lado de mi madre. Por ella, por no montar la marimorena delate de mamá, no me tiré a los pelos de esa hija de la gran... Mi cara debía de ser todo un poema y todo el mundo callado…

-Mira Lidia, he llamado a Mar para que hable contigo, siempre habéis sido muy buenas amigas. Si alguien te puede ayudar, seguro que es ella. – Desgraciadamente, mi láser ocular no funcionó y no pude desintegrar a esa zorra, ni a mi madre por haberla traído ¿Y cómo había tenido la desfachatez de venir?

-¡No quiero hablar con nadie! ¡Menos con ella! – Grité, cerrando de un portazo.

Desde luego, las madres son de lo que no hay, pesadas como una vaca en brazos. Venga a llamar a la puerta, venga a insistir… Total, abrí, dejé pasar a la gran cabrona, cerré y le solté una hostia (sí, hostia) en toda la cara que casi me rompo la mano. Con la cara toda roja y desorientada por la primera, le solté la segunda, la tercera… Hasta que se quedó hecha un ovillo a mis pies, llorando como una Magdalena.

No por eso me apiadé de ella. Me senté en mi cama esperando que reaccionara para seguir con las bofetadas, esa iba a ser toda mi conversación. Desde luego, me encontraba mucho mejor después de haber soltado la mano de esa forma.

Diez minutos después, la puta niñata seguía tirada en el suelo llorando, y yo ya me estaba cansando de esperar, estaba a punto de darle una patada cuando mi madre preguntó, desde el otro lado de la puerta, si nos encontrábamos bien.

-Sí, mamá, estamos bien, gracias. – Contesté secamente. “Salvada por la campana” pensé para mí.

Tras otro rato indefinido, hartita del todo, “esa” se medio incorporó, sentándose en el suelo. “Mierda, sigue sin funcionar el láser” Me empecé a reír interiormente al verle la cara, se la había dejado como un pan, colorada como un tomate y notándose perfectamente los dedos marcados en una de sus mejillas.

Lo que no me esperaba es que se arrastrara como una babosa y se agarrara a mis tobillos pidiéndome perdón ¡Qué asco me dio! Me puse de pie, pero la muy puta no me soltaba y seguía pidiendo perdón y yo no quería y… No quise hacerlo tan fuerte, o sí, no sé… La sangre le salía de la boca tras la patada que le acababa de dar, estaba poniendo el suelo perdido.

Quizás fuera por esa sangre o porque me dolían el pie y las manos, dejé de intentar atizarla y me volví a sentar en mi cama. Pena no me daba ninguna, aún así le pasé una caja de clínex para que se limpiara.

-Lidia, tú no sabes… Perdóname, perdónanos a los dos, o por lo menos escúchame, no sabes qué pasó, no sabes qué NOS pasó… - Lloriqueaba la imbécil esta.

Como sabía que si lo daba aparecería mi madre, no pegué el chillido que pretendía en ese momento. Conté hasta diez… otros diez… otros diez… Varios dieces después, pude hablar sin gritar.

-¡Eres una hija de puta, una guarra, una mala amiga, una zorra de lo peor…! ¡Ya no es que sea tu hermano, puta, es que era mi novio! ¡O no es que fuera mi novio, zorra, es que es tu hermano! ¿Cómo habéis podido? ¡Encima, a mí, a tu mejor amiga, puta! ¿Y el otro? ¡Otro hijo de puta! ¡Un cabrón!

Porque me estaba quedando sin voz, si no, la lista de improperios hubiera seguido “ad infinitum”.

Mar seguía repitiéndome la letanía:

-Lidia, perdona, perdón… Es que no sabes, no imaginas…

-¡Que no imagino! ¿¡Alguien puede imaginar una cosa así!? ¡Zorra, puta, cabrona!

Seguimos igual, pidiendo perdón la una e insultando la otra, hasta cansarnos. Mar ya no sangraba aunque se le había hinchado el labio “y más que se te va a hinchar, cacho puta, suerte tienes de que no te haya partido un diente” pensé, y yo estaba cuasi afónica. Para rematar la faena, seguía sin entrarme en la cabeza la actitud de estos cabrones, visto lo cual, dejé que mi “amiga” se explicara un poco. Con voz temblorosa empezó a contarme su historia.

-No sé como decírtelo, ni yo misma sé cómo pudo pasar… Chechu estaba de bajón porque habíais discutido, quería llamarte pero no se decidía, creía que le ibas a dejar… Empezamos los dos a beber unos cubatas y…

¿Qué yo le iba a dejar? ¡Me estaba mintiendo! Ella sabía que yo estaba como loca por hacer las paces, que me moría esperando su llamada. Me empecé a congestionar, bueno, elevaba el grado de congestión ¿Cómo podía ser tan cínica?

-Nos habíamos quedado solos en casa y… No sé, él me acarició la cara y yo… Y yo… No sé, Lidia, no sé por qué le devolví la caricia, y nos quedamos mirando a los ojos y…

-¿Y? – Mar arreció en su llanto.

-No sé qué pasó, te juro que no lo sé… A lo mejor fue por los cubatas pero… Nos… Nos… Nos besamos. Pero no sé cómo, no sé quién empezó, o cómo empezó...

¡Bueno! ¡Lo que me faltaba por oír! ¡¿Cómo se puede mentir de esa manera?!

-Y después… Perdona, Lidia, perdona…

¡Joder con tanto perdón!

-¡Acaba de una puta vez o te vuelvo a partir la cara!

-¡Es que no lo sé! No sé cómo pudo pasar… De los besos pasamos a las caricias y, de repente, estábamos desnudos y nos acariciábamos y nos besábamos y… Y lo hicimos. Después, nos dio muchísima vergüenza, no nos atrevíamos ni a mirarnos a la cara…

¡A mirarse a la cara! ¡Yo lo flipaba!

-Pero al cabo de unos días, estuvimos hablando y nos atrevimos a comentarlo, los dos dijimos que no tenía que volver a pasar pero… ¡No te puedes imaginar lo morboso que fue! ¡Nunca había sentido algo así! Y… Y él tampoco y, no sé cómo, lo estábamos haciendo otra vez ¡Era tan excitante…!

¡Me la como! ¡A esta tía me la como! ¿Excitante? ¿Con su hermano? ¡A esta se le había ido la olla del todo! ¡Y al otro hijo puta, también!

-Al final, lo hacemos casi todos los días ¡Por eso no podíamos decirte nada! Sabíamos que no lo ibas a entender, pero Chechu te quiere ¡Te lo juro! Y yo sigo siendo igual de amiga, lo que ha habido entre nosotros es otra cosa, es excitación, es morbo…

¿Qué Chechu me quiere? ¿Follándose a su hermana? ¡Toma cariño! ¡Y que esta tenga la cara de decirme que sigue siendo mi amiga después de lo que me ha hecho, es como para matarla! ¡Dios, me quiero morir!

-Perdona Lidia, perdona. Me gustaría que… Que… Que me entendieras, que nos entendieras a los dos… Chechu quiere verte y yo… - Más lágrimas – Yo tampoco quiero perderte, entiéndelo…

Mi cabeza era tal torbellino que no sabía ni qué contestar, estaba tan alucinada… No sólo me habían puesto los cuernos sino que, además, pretendía que lo aceptara. Mi resistencia mental no daba para tanto. Empecé a llorar de pena de mí misma, me sentía utilizada, engañada, traicionada… ¿Y pensar que le había entregado mi virginidad? Ya ni me acordaba de la estúpida discusión que nos había llevado a esta situación rocambolesca.

Con la cara entre las manos, sentada en el borde de mi cama, sentí un peso a mi lado. Espantada levanté la vista para encontrarme a Mar que me miraba con cariño. Estuve a punto de dar un bote pero… ¿Qué coño estaba haciendo esta tía?

Me había pasado un brazo por los hombros atrayéndome hacia ella, había acercado su cara a la mía, miraba su labio hinchado… Con mucha delicadeza y no menos suavidad, unió su boca a la mía, sus labios sabían a sangre, sus lágrimas se mezclaban con las mías en las comisuras de nuestros labios…

Yo estaba como una estatua de mármol ¡No me lo podía creer! ¡Me estaba morreando!

Ante mi pasividad –que no era tal, sino que estaba flipada- Mar creyó que podía seguir y, la muy cabrona, siguió.

En menos que canta un gallo me había tumbado en la cama con las piernas colgando, sus manos acariciaban mis senos, su lengua intentaba introducirse en mi boca e ir al encuentro de la mía… Y una mano se perdió, tras sortear el elástico de mi pijama y mis braguitas, camino de mi más preciado tesoro.

Como yo estaba como si me hubieran dado una droga paralizante, la hija de su madre atacó mi intimidad con decisión, suavidad y, lo que es peor, acierto. Mi vulva se dilataba dando paso a mi vagina, me iba humedeciendo… Mientras con un dedo – supongo que el pulgar – me acariciaba y frotaba mi botón de placer, otro entraba en mi interior frotándome las paredes vaginales.

No sabía si me estaba poniendo cachonda, si me estaba dando un asco de muerte o, simplemente, pasaba de todo, agotada después de días y días de ansiedad y depresión. La jodida lo hacía bien y, antes de ser plenamente consciente de qué pasaba, me estaba corriendo patas abajo en un orgasmo que me supo a culpabilidad y traición.

Derrengada encima de la cama, con Mar sentada a mi lado, intentaba recuperar el resuello y, sobre todo, la cordura ¡Mar me había metido mano! ¡Me había violado! Pero… ¡Joder, no sabía había sentido asco o placer! Se levantó de la cama, despidiéndose y metiéndome una puñalada trapera.

-Me tengo que ir Lidia, pero quiero que vengas a casa a hablar con nosotros. Ya te he dicho que Chechu te quiere, yo también y… Y ya has visto que a veces pasan cosas sin querer, cosas que ni te imaginabas…

Y la muy zorra se fue, dejándome totalmente alucinada y, ahora que pensaba un poco, no entendiendo cómo mi madre no había aparecido al oír mis suspiros y gemidos, aunque eso era lo de menos.

¿Ir a su casa? ¿Enfrentarme con ambos? ¡Esta tía alucina! ¿Qué pasan cosas que no te imaginas? ¡Pues claro, se había follado a su hermano, eso sí que era inimaginable! ¡Y a mí! Bueno… También parece que me dejé un poquito…

Volví a acordarme de ni “novio”, de lo que le quería -o había querido-, de lo bien que lo pasaba con él… En la cama también… ¿Y Mar? Había sido mi mejor amiga desde que tenía uso de razón, siempre habíamos estado muy unidas… ¡Pero me acababa de meter mano en el coño!

¡Joder…! ¡Virgen del Amor Hermoso! ¿Cómo se puede una comer la cabeza de esta forma? Tenía que tenerlo clarísimo, mi novio y mi amiga me habían puesto los cuernos, me daba igual que fueran hermanos. Bueno, no me daba igual, pero era secundario.

Empecé a pensar en qué hubiera hecho o pensado, si me llego a enterar de su relación y Chechu no hubiera sido mi pareja.

….

….

Pues, quiero suponer que, al principio me habría escandalizado, normal ¿No? ¿Y luego? Yo qué sé, supongo que lo habría aceptado de una forma u otra… No sé… Sí, creo que sí, tampoco era el fin del mundo, cosas peores se han visto…

O sea, el hecho de que me hubieran engañado era lo que más me dolía, estaba clarísimo, cristalino, como el agua ¡Pedazo de cabrones!

A partir de ese día volví a salir de mi cuarto para hacer, al menos, vida familiar. Mis padres estaban como unas castañuelas y creían que la visita de Mar había sido el origen de mi “supuesta” recuperación anímica. Lo que no sabían es que de recuperada, nada de nada, pero… Una idea mala, una idea monstruosa  y estupenda empezó a germinar en mi mente. Si conseguía llevarla a la práctica, me vengaría para siempre.

Lo primero que tenía que hacer era volver a relacionarme con “esos dos”, que creyeran que, de algún modo, les había perdonado. Me costó Dios y ayuda presentarme en su casa y hablar con ambos, poner cara normal, “simpática era imposible”, para escuchar lo que, fundamentalmente Chechu, tuviera que decirme.

Realmente lo pasé fatal, oyendo explicaciones absurdas, “nos ha pasado” “fue sin querer” “los dos te queremos…”. Estos tíos flipaban ¿Creerían de verdad que una cosa así se perdona tan fácilmente? Yo no, desde luego.

No volví a salir con Chechu, mis tragaderas no llegaban a tanto, sin embargo “retomé” la amistad con Mar, con la única condición de que no me hablara nunca de su hermano.

Supuse, y supuse bien, que como se estaban acostando juntos, Mar se estaría cuidando de alguna forma, estaría tomando algún tipo de anticonceptivo. Ahí entraba mi plan, sustituir las píldoras por placebos y que se llevara un buen susto ¡Qué ilusa! Cuando, días después, encontré la caja de la píldora en el bolso de Mar, me di cuenta de que era imposible cambiarlas. Era una bandeja de plástico con compartimentos para cada pastilla y sellada por papel aluminio con los días de la semana escritos. No podía sacarlas de su sitio sin que se notara que las habían abierto.

Pero como soy cabezona, no me iba a dar por vencida de buenas a primeras. Compré algunas cajas de medicamentos que vinieran envasados de la misma forma y, con una cuchilla especial para maquetas, tan afilada como un bisturí, empecé a practicar la mejor manera de dar el cambiazo ¡Joder, qué difícil! Me llevó semanas conseguir separar la capa de papel de aluminio del plástico.

Había pasado más de un mes de prácticas diarias, como poco, cuando compré una caja de anticonceptivos de la marca que tomaba Mar e hice las pruebas definitivas. Después de una cantidad tal como para hacer la planificación familiar de todo el tercer mundo, conseguí mi primer objetivo, menos mal que las dichosas pastillitas eran blancas y casi del tamaño de la sacarina. El segundo iba a ser apoderarme de las píldoras de mi “amiga” y darle el cambiazo.

Fue en el baño de una discoteca y estuvo a un tris de pillarme, tenía que dejar la bandeja exactamente igual, pero lo conseguí.

Un mes después, Mar vino a mi casa para hablar conmigo, estaba acojonadísima y no sabía a quién acudir. Encerradas en mi habitación, me dijo que no le venía la regla, pero como estaba tomando la píldora debía de ser imposible estar embarazada.

-Vamos a ver – Le decía yo –La píldora te la tomas tres semanas y descansas una, más o menos ¿No? Y en esa semana de descanso te viene la regla.

-Sí, pero este mes no me ha venido…

-Bueno, a lo mejor es que te estás regulando de alguna forma, tampoco te tiene que venir siempre el periodo. Espera otro mes y a ver qué pasa – Más cabrona y no nazco ¡Pero se lo merecía!

Al mes siguiente, más acojonada todavía, vino a casa a hacerse un test de embarazo que se había comprado. Yo seguía diciéndole que era no podía ser, que fuera al ginecólogo o dejara esa marca de anticonceptivos, era posible que la estuvieran sentando mal. Sin embargo entró en mi cuarto de baño para hacer la prueba.

Nos encerramos otra vez en mi habitación a esperar el resultado… ¡Joder que si estaba embarazada! Por la velocidad a la que aparecieron las dos rayitas, debía de estar esperando gemelos, por lo menos.

Totalmente espantada se tumbó boca abajo en mi cama, con la cara enterrada en la almohada, llorando a moco tendido ¿Cómo podía haber fallado la píldora? ¿Qué iba a hacer? ¡No había tenido más relaciones que con su hermano! ¡Chechu! ¡Embarazada de Chechu!

Tras partirme de risa interiormente durante un buen rato, empecé a darme cuenta de la burrada que acababa de hacer, me había pasado tres pueblos –o cuatro-, por mucho que quisiera vengarme, no podía dejar a mi “amiga” así, como si no me importara nada. No sé cuál de las dos era peor, si ella por lo que había hecho o yo por lo que acababa de hacer.

No podía rebajarme a su nivel, no quería ser tan mala persona y, de algún modo, me apiadé de ella. ¡Pero que no pensara que iba a desvelar mi plan y decirle que la culpable era yo!

-Se lo tienes que decir a tu hermano, tenéis que pensar algo entre los dos, no te vas a comer el marrón tu sola, no sería justo.

-Sí, sí… Se lo tengo que contar – Me contestó entre lágrimas

-¿Y abortar? A lo mejor es la solución.

-¿Abortar? ¿Estás loca? ¡No puedo hacer eso! ¡Sería un asesinato! –

¡Coño! En eso no había pensado, no me acordaba que Mar era de las “antiaborto” convencida ¡Qué cagada!

¿Y ahora que hacía? Esto había salido mucho peor de lo que pensaba, no podía dejar a Mar así, con su embarazo y no hacer nada ¡Mierda, mierda y más mierda!

-Oye, Mar, escucha. No puedes tener un hijo de tu hermano, puede tener muchos problemas, no tenemos ni idea de si saldrá bien o no. Imagínate que tiene alguna cosa genética o así ¿Qué haríais? Y, de todas formas ¿Qué vas a decir en tu casa? ¿Qué no sabes quién es el padre? ¡Tus padres te matan!

-Pues prefiero eso a lo otro, no lo puedo hacer ¿Entiendes? No podría abortar en la vida.

Jamás pensé en llegar tan lejos, aunque el niño fuera sano, le había jodido la vida a Mar para siempre. El único que podía salir de rositas era Chechu, precisamente al que más quería fastidiar ¿Por qué los tíos no se podrían quedar preñados?

Investigué un poco sobre métodos antiguos o tradicionales para la interrupción del embarazo y me encontré un montón de recetas basadas en plantas, la mayoría asequibles en un herbolario. En muchos blogs decían que su efectividad era muy alta entre el primer y segundo mes de embarazo.

Encomendándome a todos los dioses conocidos –y desconocidos- Me puse manos a la obra y preparé un brebaje con todo lo que pude conseguir. Sin decirle para qué servía, convenciéndola de que era una tisana especial para los nervios, conseguí que Mar se tomara aquella pócima… Una semana después, con bastante alivio, me comentó que le había venido el periodo o que había perdido al niño que esperaba.

No quién de las dos había pasado más susto, supongo que ella, pero me dejó un mal rollo impresionante ¡Qué cabrona había sido! Menos mal que, al final, pude solucionarlo.

Encima, el cabrón de Chechu seguía como si nada, Mar no había llegado a contarle lo sucedido y él seguía campando a sus anchas. Tenía que ocurrírseme otra cosa para darle una lección, no podía quedarme con la cornamenta que me había puesto. Según mi amiga, él seguía “enamorado” de mí, lo de su hermana “era sólo sexo”. “Y voy yo y me lo creo”, pensaba.

Pero no estaba por la labor de buscar a otro chico, me había quedado tan hecha polvo que no me apetecía nada de nada empezar otra relación. La verdad es que mi confianza en el sexo masculino había caído muchos enteros en mi sistema de cotización.

Unos días después fui con Mar a su casa, la pobre estaba bastante depre después de todo lo que había pasado y mi situación no era mejor. La había hecho pasar un infierno por vengarme y no se me había olvidado del hecho de que me habían engañado de mala manera… ¡Buf! La verdad es que también estaba fatal.

En esos momentos apareció Chechu, las dos nos quedamos… Yo le miraba con rabia y Mar… No sé, le miraba de forma extraña pero no supe interpretarlo. Se quedó con nosotras en el cuarto de estar contándonos no sé que bobadas, no le hacíamos ni caso, al menos yo, y no abríamos la boca. Poco después mi amiga dijo que tenía que salir un momento, me levanté para acompañarla, no me iba a quedar a solas con el tío este…

-No, déjalo Lidia. Espérame, no creo que tarde. – Dijo abriendo ya la puerta de la calle.

Y allí me quedé ¡A solas con Chechu! No sabía ni dónde meterme, esto era demasiado para mí.

Pero él parecía encantado, me daba cien mil explicaciones de todo, ni recuerdo las chorradas que contaba… Me asusté cuando se sentó a mi lado, mi cara de espanto lo decía todo, o debería decirlo porque no hay más sordo que el que no quiere oír. Ni corto ni perezoso me plantó un soberano beso en los labios y yo… Yo no salía de mi asombro ¡Que me estaba morreando!

La cota de alucine subió otro peldaño cuando empezó a sobarme las tetas por debajo de mi camiseta y ya ni lo cuento cuando invadió mi intimidad ¡Por Dios! ¡Qué me estaba metiendo mano!

Después de la parálisis inicial, levanté la mano para soltarle un guantazo y llamarle de todo, pero el muy cabrón me sujetó por la muñeca mientras introducía un dedo -hasta el nudillo- en mi interior. ¡Joder qué gusto! Lo movía con rapidez, me comía la boca como un desesperado, me sujetaba las manos, otro de sus dedos me frotaba el clítoris… Y yo ni me acordé de utilizar las piernas, quedándome quieta y alucinada.

No recuerdo haber colaborado en nada, pero… No sé, un poquito después estaba desnuda, tumbada en el sofá, mientras mi ex me la metía hasta el fondo, realizando un típico mete saca, chupándome un pezón. No sé si fue por la tensión acumulada durante los últimos meses, o por las ganas de desahogarme, o la necesidad de sexo, el caso es que me estaba corriendo como una guarra, disfrutando a tope de él.

Cuando se vació en mi interior, segundos después de mi propio clímax, fui más consciente de qué había pasado. Sin decir nada le aparté de mí, me vestí y salí de su casa, la cabeza dándome vueltas, siendo incapaz de comprender cómo había podido llegar a hacer el amor con Chechu. Ni siquiera él habló ni intentó detenerme.

Para evitar que esta situación pudiera volver a repetirse, dejé de in con Mar a su casa, si nos quedábamos en algún sitio era en la mía. También me volqué con ella por el sentimiento de culpabilidad que tenía, superaba al sentimiento de traición que también me daba.

Lo que no esperaba ni por lo más remoto es que me pasara a mí, me parecía imposible, un castigo divino totalmente merecido. Nunca había sido muy regular y últimamente tenía la cabeza en otros sitios, para cuando me di cuenta y me hice la prueba, estaba de diez semanas. Se me vino el mundo encima ¡Esto no podía suceder!

Me tomé la misma combinación de hierbas que le di a Mar. Repetí y nada, seguía igual de embarazada. Y lo peor, entre infusiones que no funcionaron, comedura de coco, miedo y cosas diversas, se pasó el plazo de dieciséis semanas. ¡Iba a tener un crío!

Naturalmente, en cuanto lo conté en casa me montaron la marimorena. Que quien era el padre, que si era una irresponsable, que a ver qué hacía con un niño… ¡Y todo gritando sin parar! ¡Para pegarse un tiro! Se lo conté a Mar y se puso más histérica que yo al saber quién era el padre. ¡Por Dios, qué cagada!

Para rematar, mi amiga se lo dijo a su hermano quien, para pasmo mío, me propuso casarnos, se haría cargo del niño en todos los sentidos, etc. Me dejó de piedra, nunca habría supuesto que fuera tan responsable. O tan imbécil, que tenía 20 años. Naturalmente y a pesar de mi negativa, mis padres hablaron con los suyos para encontrar la mejor solución al problema.

Ni idea de cómo lo consiguieron pero en el plazo de un mes estaba delante de un concejal del ayuntamiento que nos leía no sé qué artículos del Código Civil. Hasta hicieron un convite. ¡18 años y casada! ¡Además, embarazada! ¡Cómo se nota el tener padres con dinero! Porque otra de las cuestiones fue que Chechu no dejara de estudiar y, para eso, nos tenían que mantener entre las dos familias ¡Sin problemas! Pero a mí me habían jodido la vida para siempre.

Poco después, muy a mi pesar, Mar pasaba más tiempo en nuestro apartamento que en su casa, decía que echaba de menos a su hermano, que se sentía muy sola… No es difícil imaginar qué les rondaba por la cabeza a los “hermanitos”, cosa que confirmé un día cuando, después de dar a luz, volvía con mi niña de dar un paseo. Se había puesto a llover de forma repentina, típica tormenta de primavera, por lo que fui a casa a todo correr.

En nuestro puñetero sofá, allí me los encontré nada más abrir la puerta ¡Qué pedazo de cabrones! ¡Otra vez la misma historia!

Y esta vez me lo tuve que tragar. Pasé un par de días en casa de mis padres, el tiempo que me dejaron, como no podía comentarles la auténtica realidad, se tuvieron que conformar con “hemos discutido”. Me estuvieron todo el santo día diciendo que no podía salir corriendo a la primera dejando a mi marido plantado, que lo hubiera pensado antes de quedarme embarazada, así que no me quedó más remedio que volver a casa..

Por más que se la monté a Chechu y a Mar, volvieron a hacerlo. “Es superior a nosotros”, me decían, y yo no me podía separar sin tener oficio ni beneficio. Así que, poco a poco, tuve que ir aceptando el que, de vez en cuando, mi marido y mi cuñada se dieran un homenaje. Por lo menos tenían la discreción de hacerlo cuando yo no estaba.

Empecé a pensar en volver a estudiar, empezar la universidad y conseguir independizarme. Un montón de años. Echando la vista atrás, me da muchísima rabia recordar lo que quería a Chechu y a Mar, se habían convertido en dos personas que conocía, convivía y soportaba, pero por las que sentía cada vez más… No sé realmente ni lo que sentía.

Cuanto más lo pensaba, el hecho de que fueran hermanos me importa más bien poco. ¡Es que eran amantes! ¡Y en mi casa! Eso es lo que no podía soportar. Encima de darme una auténtica puñalada, al final había sido la más perjudicada. ¡Si no fuera por la niña! Por lo menos, después de un par de meses se veían a escondidas, solían quedar en un hotel que ya tenía controlado, soy tan masoca que les he llegué a seguir un par de veces.

Y toda esta situación me está matando. No sé si en algún momento creí que mi matrimonio podría funcionar, supongo que sí, Chechu me dice que me quiere cada día y me colma de atenciones, en eso no tengo quejas de él… Ni siquiera de Mar, conmigo y con la niña siempre se porta muy bien… Es una situación tan surrealista… Voy a volverme loca.

Pero tengo una solución, si no puedes con tu enemigo, únete a él. Así que me estoy mentalizando a conciencia para llamar a mi cuñada, hablar con ella y acabar haciendo un trío con Chechu, no me queda otra. Así nunca me sentiré excluida y les tendré controlados. Pero me fastidia –y de qué manera- que el más culpable de todos vaya a resultar el más beneficiado.

Sigo pensando… Lo que haré será enamorar a Mar hasta el punto en que “pase” de su hermano, entonces le dejaremos “colgado”. No sé si lo conseguiré, es poco probable, pero si lo hago, le devolveré a Chechu la puñalada, esa puñalada trapera que ha marcado mi vida para siempre.