Una prostituta legal

Un empleo que tengo que lograr cueste lo que cueste.

De nuevo prendo el PC para buscar empleo. sí, soy la famosa estudiante de Derecho que ha logrado ganarse las mejores notas, los primeros puestos en los concursos y la fama más prometedora de la universidad, pero que ahora graduada, no logra encontrar trabajo.

Visito todas las páginas donde antes me inscrito para observar ofertas, busco las vacantes, recorro los nuevos anuncios y me angustio. Llevo 3 meses y no logro encontrar algo que me guste, nunca pensé que fuera tan difícil. Finalmente en una página que nunca había visto antes encuentro una oferta reciente, con un buen salario y adecuada a mis intereses.

"firma prestigiosa requiere abogada joven, brillante y complaciente. Candidatas presentarse con hoja de vida, un documento académico escrito y un examen médico reciente el próximo sábado a las 5 de la tarde en el edificio central, piso 1º"

Bueno, la vacante no indica mucho pero el edificio central es muy lujoso. Las mejores firmas deben estar allí. Lo de complaciente es extraño, supongo que hablan de una personalidad amistosa y cálida... Sí, me interesa... Hay que probar. Así que me aseguré de estar allí el sábado.

Al llegar fui recibida por un portero, que me preguntó la razón de mi visita. Pregunté si era en este piso donde realizaban las entrevistas para abogadas jóvenes, y sorprendido me dio una respuesta afirmativa y me indicó que pasara hacia una recepción elegante y amena donde ya esperaban otras colegas y donde me recibieron los documentos pedidos en la oferta publicada.

Mientras espero observo a las demás postulantes. Quizá yo soy la menos alegre de todas ellas. La más recatada, la más seria y la que debe tener una pinta más ejecutiva. Llevo una falda larga y negra, una blusa roja con un escote que me esfuerzo por ocultar; el cabello largo y laceado, poco maquillaje y unos tacones cómodos y con mucho camino recorrido, lo que se nota a pesar de la lustrada que les di. Sí, es claro que necesito el empleo, pero trato de lucir mis ya gastadas prendas con dignidad.

Aproximadamente 10 minutos después de mi llegada somos invitadas a seguir a una gran sala de juntas, donde se nos sirve crema de güisqui y se nos anima a conversar con desparpajo. Un hombre dirige la charla e imperceptiblemente nos hace hablar de nuestros sueños, nuestras fantasías y nuestras metas.

Yo hablo poco, río mucho y alucino con las estupideces que comparten las bellas chicas plásticas que compiten conmigo para el puesto. Evidentemente que ellas veían la vida profesional como una forma de conocer amigos, visitar lugares y ganar dinero. No visualizaban ni siquiera un poco el gran ahínco que implica alcanzar el éxito, y mucho menos pretendían imprimir el más mínimo esfuerzo para lograrlo. Me parece increíble que este grupo de muñecas hubiesen alcanzado el birrete de los estudios de derecho.

En fin la cháchara termina y el joven y apuesto hombre que nos acompaña nos informa que la conversación que acabábamos de realizar era una sesión grupal, que ahora utilizaban los psicólogos corporativos como él, para elegir a los nuevos empleados de las empresas.

Seguidamente nos da el perfil que a su consideración tiene cada una de nosotras, nos describe las características principales de nuestro carácter, nuestras cualidades, virtudes y errores, nos explica sus razones y nos da concejos específicos para mejorar. En conjunto creo que mi apreciación inicial era un tanto sesgada y que todas esas chicas tienen cosas positivas y negativas en su personalidad, al igual que yo.

Mientras reflexionamos en sus dichos, el psicólogo se despide, nos pide que esperemos unos minutos y se retira de la sala.

Yo estoy contenta. La firma parece muy organizada y se nota que requieren una buena abogada para el cargo, ya que se toman tantas molestias para elegirla, solo me extraña que hayan pedido específicamente a una mujer, ya que ante los Tribunales, las demandas, los recursos y los argumentos jurisprudenciales, unos y otros somos iguales.

Pasado un rato entra un hombre diferente a la reunión. Es un hombre de unos 65 años, serio, de voz recia, de buen porte y muy imponente. Se trata del director del bufete, quien nos informa en cortos términos que el psicólogo le ha pasado el informe y que él mismo ha leído nuestros escritos académicos, y que ha decidido entrevistar a 3 postulantes, las que deben acompañarlo a su oficina. A las demás les agradece haberse presentado a la convocatoria y les desea un buen fin de semana. Menciona 3 nombres, abre la puerta y sin más se marcha.

Estoy feliz. Sin conocer a este sujeto ya he quedado admirada. De sí brota una atmósfera de suficiencia, de altivez, de arrogancia y de poder, que me atrae y me cautiva. Por suerte he quedado elegida para la entrevista con el jefe.

Las nombradas nos levantamos prontamente y seguimos a quien esperamos sea nuestro próximo jefe. Es alto, seguro y fuerte. Acostumbrado a mandar y a que se le obedezca prontamente. Su edad lo hace ver aún mejor, como el vino, añejado cada día para dar un mejor sabor.

Mientras vamos los 4 en el ascensor, y lo veo tan despótico e impasible, lo imagino penetrándome en su oficina, obligándome a lamer su pene y desnudándome para él. Nunca he tenido sexo, pero este hombre me atrae hormonalmente y me imagino cosas que ni siquiera me creo capaz de ejecutar en realidad.

Llegamos al fin a una gran oficina, toda alfombrada, con grandes ventanales y rodeada por extensas estanterías de libros. Es un espacio práctico y elegante, diseñado para el trabajo y para la comodidad, todo bajo un lujoso inmobiliario que permite entrever el éxito de la organización. Yo solo pienso que tengo que ganar el puesto, quiero trabajar aquí como sea, no importa lo que tenga que responder para convencer a este machote.

Nos sentamos alrededor de un alto escritorio, y el señor Manrique inicia un discurso sobre las cualidades que debe tener un abogado para persuadir al juez de sus razones. Debe ser seguro, recursivo, intrépido, valiente y guerrero, para que las fieras no se lo coman. Dice que busca a su nueva empleada como una mujer, ya que es consiente que nuestro sexo puede ser mucho más esmerado que el masculino, y joven, ya que quiere enseñarle por sí mismo las exigencias de esta carrera tan exigente y hermosa.

No lo puedo evitar, estoy cautivada. El jefe habla con tal persuasión, que nadie mueve una ceja. Toma un baso de agua y continúa con su monólogo.

"para concluir, el derecho es como el sexo. Lo que se requiere en el tribunal es lo que se requiere en la cama. Las necesidades son las mismas. De poco importa el intelecto, la constancia y la dedicación si ello no se complementa con el ardor. Por eso he decidido que el sexo será la prueba para elegir a mi nueva empleada".

Me sorprendo, pero al instante siento algo en mi entrepierna, una presión bastante agradable, como si alguien hubiese tomado mi vagina y la hubiese apretado con fuerza. Me quedo impactada, pero lógicamente excitada. El gran jefe se rellana en su silla y pregunta quién quiere ser la primera. La prueba sería muy fácil, la mejor amante de las 3 será la elegida.

Me apresuro a levantarme sin dudar y observo que mis dos compañeras hacen lo mismo. Sin embargo soy la segunda y debo sentarme a esperar llena de celos, mientras la mujer que estaba a mi lado se acerca decidida al escritorio del caballero. Muy bien, tú deberás mamármela. Quiero venirme dentro de ti y que no se riegue una sola gota de mi leche. ¿Entendido?!

La mujer se pone a gatas, abre el cierre del pantalón, extrae ese grueso pene y lo introduce en su boca para chuparlo con fuerza. La charla del jefe nos tiene aún hipnotizadas y queremos complacerle con todas nuestras fuerzas.

Yo aún soy virgen, pero me siento capaz de hacer por ese barón cualquier cosa para que goce con ardor. Ver la pose de la postulante, a su merced y completamente dominada solo logra excitarme mucho más. Así que me quito mis pantys y mi sostén, y los dejo sobre el escritorio, para empezar en cuanto me fuera ordenado. Sé que soy una buena abogada y quiero demostrárselo, quiero portarme como una tigresa, quiero hacerlo aullar con fuerza...

Mientras, la cara del hombre solo manifiesta una especie de satisfacción incompleta e impaciente, a pesar de los visibles esfuerzos de la mujer que está a su verga.

En este momento me mira y observa que me he quitado mi ropa interior y que meto mi brazo debajo de mi falda. Su mirada me envalentona para levantarme a masturbarme frente a él, lo que lo deja encantado. Sus ojos no se apartan de mi mientras evidentemente y con fuerza ataco mi clítoris con la mano derecha, y pellizco mis pezones con la izquierda mirándole fijamente para excitarme.

En un momento dado el hombrezote le dice a la chica que está arrodillada que ya ha terminado su tiempo, y me pide que inicie mi trabajo. Mira con deseo y me ordena que lo cabalgue, lo que hago inmediatamente. Primero despacio mientras siento el rompimiento y luego frenéticamente para olvidarme del dolor y sorprenderlo.

Su cara está muy diferente. La impasibilidad que se notaba en la primera joven se ha transformado por una especie de asentimiento. No me conformo y trato de hacer mi mejor esfuerzo. Su pene es muy grueso y siento que me desgarro, pero poco a poco voy sintiendo que el placer llega. Me froto contra su camisa, muevo mi pelvis con ritmo, gimo en su oído y llego a lamer su cuello. Este desconocido me tiene encoñada y no quiero perder el puesto.

Al fin siento que desfallezco, mi corazón late muy fuerte y siento espasmos cada vez más rápidos. Me derrite este hombre y lo abrazo mientras me corro con un corrientazo eléctrico que recorre todo mi cuerpo.

Al tiempo el tigre se viene dentro de mi y me agarra con sus manos para recibirle toda, lo que me deja chorreando líquidos por todas mis piernas y las suyas.

Me levanto y el sujeto se lamenta de haber quedado sucio. Llama a su asistente por teléfono y le pide que envíe a la señora del aseo para que limpie un poco de semen que dejó caer en la alfombra, y que le traiga un nuevo traje, que el que tiene hay que llevarlo a la lavandería.

Me sorprende que le dijese a su secretaria la razón por la que necesitaba a la señora del aseo, pero me dejó perpleja que al instante entrara una señora madura y sonriente con un líquido y una esponja limpiadora, y que sin reparar en el pene flácido al aire de mi jefe y  en mi propia suciedad y casi desnudez, comenzara a limpiar como si fuera lo más normal del mundo, las manchas de lo que evidentemente es semen.

"chica, deberías limpiarte, que me vas a manchar la silla donde vas a sentarte, y esa la limpiamos esta mañana". De inmediato se acerca a una vitrina, saca un pañuelo húmedo y me lo entrega. Entre tanto, entra otro caballero con un traje recién planchado y se lo muestra al director. Aquí tiene, señor. Y se retira, sin obviar darme una buena repasada con los ojos antes de salir.

La señora terminó de limpiar la alfombra yo me limpié como pude y volví a mirar a mi señor. No quería que se olvidara tan rápido de mí, y quise montarlo de nuevo...

Mientras esto mi príncipe se retira el pantalón sucio, dejando sus piernas y su pene al aire. Sin prestarme atención, mira a la tercera joven y le indica que es su turno.

La jovencita se amedrenta, dice tímidamente que no está preparada y que prefiere salir de allí. Pero antes de que cualquiera de nosotros lo piense, la señora del aseo se acerca al patrón y le dice que es falso, que ella la ve excitada pero que es tímida y que en su mentalidad piensa que esto es inmoral. Sí, tienes razón Esmeralda, contesta el director. La violaré a ver qué dice después.

Y sin que la pobre niña tenga tiempo de moverse, el jefe la inmoviliza, le baja el pantalón y las pantys, la levanta hacia sí y de pié la penetra con concentración y deseo.

La joven grita con fuerza, trata de safarse, golpea y muerde a su violador, pero éste es más fuerte y de poco le importan sus quejidos. La señora que está a mi lado lo aprueba haciendo gestos involuntarios, y sin siquiera enterarme tengo mi mano de nuevo en mi clítoris y me estoy masturbando toda excitada por la violación que presencio.

el machote mueve a la víctima como un juguete, la atraviesa y la frota con placer, mientras, los gritos de la pobre no han disminuido, aunque pronto parece que los hace más por obligación que por deseo, e incluso se le escapan varios gemidos que demuestran que está muy feliz Cohn el grueso miembro en su vagina.

¡Ay, qué no daría yo por estar en su lugar!

Finalmente ambos terminan, él derrama toda su leche dentro de su hembra y se relaja, mientras ella se abraza con fuerza y gime con un último espasmo, visiblemente largo. Un orgasmo para la historia.

¡Rallos! me carcomo de celos.

En fin, mi jefe le pide a la señora que le ayude a esta niña a limpiarse, él mismo va al baño y se lava, vuelve y se viste frente a nosotras y toma de nuevo su sillón en frente del escritorio. Nos pide que ocupemos nuestro lugar y anuncia que la elegida es la última joven que presentó la prueba.

La violada se levanta, da las gracias y le pregunta al director que cuales serán las funciones en su cargo, y éste contesta que deberá llegar todas las mañanas dispuesta a ser penetrada por él y los 4 subdirectores de la firma, tras lo cual deberá asistir a los diferentes departamentos en las construcciones de teorías de caso, la proyección de memoriales y la elaboración de documentos escritos en general, como demandas y alegatos. Pero lo más importante será acompañarlo cada quince días a visitar a un cliente diferente, donde ella será el presente de la compañía y que claro, deberá complacer a cada cual como mejor pueda.

El director nos dice que este es un cargo muy común en la organización, que ya todos los empleados están habituados a ello y que a nadie le parece extraño o inmoral. El derecho es una disciplina hormonal, y el sexo es una manera muy importante de ejercitarse en la labor. Por eso aquí todos los empleados tienen la obligación de tener sexo diariamente, y si no tienen pareja, la compañía misma se encarga de disponer para ellos un acoplamiento conveniente. Para la empresa el coito es una de las responsabilidades de cada empleado y la clave de su éxito profesional.

La elegida palidece, yo me lamento por mi suerte y la primera joven bueno, realmente tiene cara de haberse salvado.

El jefe continuó serio, dirigiéndose a la mujer que no hacía ni 5 minutos tenía trincada en su pene. “Ahora te pido que vengas el lunes, por favor vístete bastante poca de ropas y preferiblemente no uses ropa interior. Aquí no la necesitas, solo te estorbaría; y recuerda, si  algún empleado quiere penetrarte, sea quien sea y a la hora que sea, deberás permitírselo. Todas ustedes son abogadas brillantes y saben que lo que les proponemos no es ilegal. La prostitución no está prohibida en este país, y no se trata de acoso laboral porque ambas partes convienen en aceptar lo pactado”.

Y llamando a su asistente por teléfono le pide que le traiga el contrato para la nueva abogada, lo que ésta mujer, de mediana edad y de aspecto eficiente se apresura a hacer. “Así pues aquí tienes el contrato joven, si estás dispuesta a aceptar te pido que lo firmes”.

La jovencita se acercó decidida, tomó la pluma que le ofrecían y cuando estaba escribiendo su nombre en el espacio correspondiente, se alejó, soltó a llorar y salió corriendo.

“¡Lo supuse! Era el mejor coño que he probado este mes y es una mojigata que se contiene moralmente”. El jefe se lamentó visiblemente, y como resignado me miró. “Bien tu, ven y firma en su lugar. Espero que te esfuerces mucho para satisfacer mis deseos y los de la compañía”.

Y así mi suerte cambió. Ahora llevo 2 años en la empresa y tengo 2 o 3 polvos diarios, con hombres de toda condición y profesión. Por mi vagina han pasado jueces, presos, porteros, directores, ejecutivos y hasta colegiales. Al igual me he vuelto una de las abogadas más prestigiosas de la ciudad, y mis  alegatos siempre convencen hasta al tribunal más exigente. He descubierto que un clítoris satisfecho genera los mejores argumentos.

Fin.