Una propuesta imposible de rechazar

Yuliana, una neuro ingeniera lituana, ha recibido una propuesta de financiación bastante generosa para su investigación. Pero su instinto le indica que por ningún motivo debería aceptar.

Sentada en el asiento trasero de aquel carro uber, Yuliana miraba por la ventana y con desgano aquella ciudad americana. Cuando llegó desde su natal Lituania, la arquitectura de Estados Unidos le impresionó bastante, pero ahora tras algunos años viviendo ahí, ya se había acostumbrado y le daba igual.

Dejó de mirar por la ventana y fijó los ojos al frente, justo a tiempo para atrapar al chofer observándole con ojos lujuriosos mediante el retrovisor, el cual al verse descubierto, de inmediato regresó la vista al camino. Suspiró, no sabía por qué los hombres le miraban con deseo sexual si ella no se consideraba bonita; sí, era una exótica chica de Europa del este, de cabello naranja largo y rizado hasta la cintura y de ojos azules, pero su piel de por sí ya blanca, era bastante pálida cortesía de pasar mucho tiempo encerrada y sus ojos estaban rodeados tanto por sendas ojeras como por lentes de culo de botella debido al uso prolongado del ordenador y largas horas de lectura. Ni siquiera su cuerpo era lo que se podía decir apetitoso, era delgada, con curvas sí, pero tampoco nada muy pronunciado. Sus senos tenían un buen tamaño, pero si se comparaban con los de modelos lituanas quedaban muy pequeños y su trasero… no era algo que haría voltear a los hombres por la calle.

Dejó de bajarse el autoestima al pensar en su físico y para compensar empezó a subírselo al recordar sus logros: haberse pasado la universidad sin asistir a fiestas había valido la pena, pues había obtenido una carrera en neuro ingeniería y sus excelentes notas le habían valido una beca para ir a Estados Unidos a terminar su doctorado y tras conseguirlo, inició un ambicioso proyecto: un método para tratar las enfermedades degenerativas del cerebro.

De hecho, ese proyecto era el que le había puesto en la mira de varios empresarios que habían deseado contratar sus servicios, pero sin duda, el más llamativo había sido Tristán Grimm, un importante hombre de negocios y filántropo que quería poner su proyecto a trabajar para una organización de la cual él era uno de los accionistas mayoritarios.

Contrario a lo que cualquier otro investigador hubiera hecho, ella desestimó la propuesta de Grimm de inmediato, tenía sus razones, pero cuando colegas y profesores se enteraron, la reacción de todos fue:

—¡Nadie le dice que no a Tristán Grimm! Al menos no por correo electrónico. Si vas a rechazar su oferta, ¡hazlo en persona!

Al final cedió a la presión social y terminó agendando una cita con Grimm para rechazar de frente su propuesta.

Y ahí estaba ella, viajando en uber enfundada en un traje de ejecutiva que no le iba (prefería su ropa holgada y una bata de laboratorio) para verse con uno de los empresarios más ricos del mundo.

Al fin el uber la dejó en su destino, un enorme edificio de varios pisos de altura que sin ser un rascacielos, hacía que Yuliana tuviera que pegar la parte posterior de su cabeza a su espalda para verlo en su totalidad.

Bajó del uber y continuó caminando hasta las puertas de cristal del edificio que se abrieron automáticamente dejándole entrar a un lobby donde veía a muchas personas caminar y tomar los ascensores o entrar a las oficinas. Se acercó a la recepción donde una secretaria de cabello negro atado en un gran chongo tecleaba en la computadora, al percatarse de su presencia le miró y preguntó:

—Muy buenos días, ¿en qué le puedo servir?

—Soy la Doctora Yuliana Andrius —se presentó la pelirroja—. Tengo una cita con el señor Grimm.

La sonrisa de la recepcionista se iluminó.

—¡Oh! ¡Doctora Andrius! El señor Grimm me informó de su llegada, está muy emocionado por recibirla, me pidió que personalmente le lleve hasta su oficina. Por aquí por favor.

Y dejando su puesto, la recepcionista empezó a guiarla. Caminaron hasta el ascensor, lo abordaron, la recepcionista pulsó el botón del último piso y tras un largo ascenso, llegaron a un piso que era básicamente un pasillo con puertas a los lados, con una más grande al fondo. Anduvieron por ese pasillo hasta que se plantaron frente a la puerta del final. Aun lado de esta había un portero automático, la recepcionista pulsó un botón y se escuchó una voz masculina.

—¿Diga?

—Señor Grimm —respondió la recepcionista—. Traigo conmigo a la Doctora Andrius.

—¡Oh! ¡Excelente! —respondió emocionado el hombre—. ¡Por favor, hazla pasar!

La recepcionista la vio con una sonrisa y dijo:

—Adelante.

—Gra-gracias —respondió Yuliana un poco intimidada y abrió la puerta.

Entró a lo que en definitiva era la oficina de un alto ejecutivo: una amplia habitación con una mini sala, un mini bar, libreros llenos, más que de libros, de fotografías y recuerdos que delataban una vida emocionante, un enorme par de ventanales que daban una vista panorámica de la ciudad y enfrente de estos, un elegante escritorio con tres pantallas frente a las que se encontraba trabajando un hombre de unos cuarenta y cinco años que a Yuliana solo se le ocurrió describir como “guapo”.

El hombre dejó de mirar sus pantallas para ver sobre ellas, sonrió al ver a la mujer y se levantó del escritorio:

—¡Doctora Andrius! —dijo acercándose a ella para darle un fuerte apretón de manos—. ¡Bienvenida!

—Gracias… —dijo Yuliana algo colorada, cosa que se notaba sobremanera gracias a su piel blanca— Pero no es necesaria tanta formalidad señor Grimm, con que me llame Yuliana está bien.

Grimm rio.

—Está bien, pero a cambio quiero que me llames Tristán, ¿ok?

—Trato —dijo Yuliana en un intento de hacer un chiste, que por suerte el hombre respondió con una carcajada.

—Pero vamos, pasa Yuliana, hay que hablar de negocios —dijo Grimm mientras con una mano en su espalda la hacía caminar hasta la silla frente al escritorio.

«¡¿Ne-negocios?!», pensó Yuliana nerviosa, dándose cuenta de que de seguro Grimm creía que había ido ahí para aceptar su oferta.

Grimm la sentó en la silla frente al escritorio para luego tomar una carpeta de este y pasársela a Yuliana.

—¿Q-qué es esto? —preguntó Yuliana tomando la carpeta.

—Tu carta propuesta —respondió Grimm sentándose en el escritorio mientras esbozaba una gran sonrisa.

Por pura curiosidad Yuliana abrió la carpeta para leer la propuesta y ahí, sus ojos se abrieron grandes: era muchísimo mejor de lo que esperaba.

De entrada, Grimm le ofrecía financiamiento básicamente ilimitado para continuar con su proyecto, además de un salario mensual equivalente a lo que ganaba al año, un departamento pagado en una zona muy exclusiva de la ciudad, un auto último modelo, entre muchos otros beneficios.

—Esto… ¡esto es mucho! —dijo Yuliana casi atragantándose con su propia saliva.

Grimm rio y dijo:

—Me gusta mucho consentir a mis empleados —volvió a reír y luego dijo—. Pero ya en serio, espero que le demuestre lo mucho que me interesa tener ese cerebro trabajando para mí.

Yuliana se mordió el labio, lo que le estaban ofreciendo era mucho más de lo que muy seguramente jamás lograría en su vida y por un breve segundo se sintió tentada a aceptar, pero…

—Lo siento mucho Tristán —dijo cerrando la carpeta y regresándosela al hombre—. Pero tengo que declinar.

Definitivamente Grimm no se esperaba esa respuesta, pues su sonrisa se borró y levantó las cejas para preguntar:

—¿Por qué? ¿Te parece que es muy poco?

Esta vez fue Yuliana la que alzó las cejas ante la perspectiva de que ese hombre pudiera incluso agregar más cosas al trato, pero se apuró a exponer su punto antes de que su integridad menguara:

—Lo que sucede señor Grimm, es que tengo algunos problemas de índole moral con su propuesta. En primer lugar, la organización a la que usted pertenece tiene un poco de mala fama en Europa del este, se rumorea que es parte de una red de trata de blancas y siendo sincera, no me gustaría ser parte de una organización con esas sospechas a sus espaldas y en segundo lugar… está el proyecto para el que quiere usar mi investigación.

Grimm torció los labios y preguntó:

—¿Qué con el proyecto?

—No me lo tomé a mal Tristán —dijo Yuliana—, pero la verdad… por lo que leí en los documentos que me envió, parece que quiere usarlo para alguna clase de dispositivo de control mental.

Ante tales acusaciones, Grimm lo único que hizo fue pasarse la mano por la barbilla. Yuliana se sintió más incómoda, pues ese hombre no se veía enojado por tales acusaciones.

—Ok Yuliana, comprendo. Respeto su decisión… pero he de advertirle que soy un hombre que siempre obtiene lo que quiere y si no es por las buenas, será por las malas.

Una punzada de miedo cruzó por el pecho de Yuliana, pero antes de que pudiera reaccionar, escuchó un sonido a su derecha como de algo deslizándose. Se giró por instinto y vio que un pequeño compartimento en su silla se había abierto y que de este salía un tubo, pero antes de que su cerebro pudiera racionalizar qué era lo que ocurría, del tubo salió una nube de gas verde que le bañó la cara a la doctora y encontró camino hacia sus pulmones.

Yuliana empezó a toser de manera incontrolable, se puso de pie para tratar de salir de ahí, pero todo comenzaba a darle vueltas. Al final, no pudo con todas esas sensaciones y cayó al suelo perdiendo el sentido, mientras que Grimm contemplaba a la inconsciente pelirroja con una cruel sonrisa en los labios.


Yuliana poco a poco recuperó el sentido. La cabeza todavía le daba vueltas, pero al menos ya estaba recuperando sus cinco sentidos. Se sentía sentada, pero salvo por una extraña sensación en el cuello, no sentía nada más raro. Intentó abrir los ojos para ver en dónde estaba, pero no pudo abrirlos y de hecho, no podía mover ninguna parte de su cuerpo. ¡¿Qué le estaba pasando?!

—Despierta Yuliana —escuchó la voz de Grimm hablándole y de inmediato, sus párpados se abrieron.

Pero la sorpresa de que hubiera abierto los ojos por orden de aquel hombre quedó ahogada por el escenario que estaba frente a ella. Se encontraba en un sex dungeon , eso lo evidenciaba la gran cantidad de artículos que veía en las paredes de esa habitación tenuemente iluminada: dildos, látigos, máscaras de cuero, pinzas… pero lo que más le aterró fue lo que tenía al frente: tres muchachas, compartiendo características en común. Estaban desnudas, de pie, en posición de firmes, con la cara inexpresiva y un código de barras tatuado en su muy bien depilado coño pero por sobre todo, tenían los ojos en blanco.

Mientras continuaba observando esa tétrica escena sin poder gritar por el horror, alguien se sentó a su lado, logró mover los ojos lo suficiente para ver que se trataba de Grimm.

—Qué tal el collar de control, ¿eh? —preguntó Grimm burlón, revelándole a la científica qué era eso que sentía en el cuello—. Toma el control del cuerpo de la persona que lo lleva y lo pone a las órdenes de quien esté identificado como la unidad de control, en este caso yo.

Como pudo Yuliana tragó saliva. ¡¿Cómo era posible que un aparato de tal tecnología existiera?!

Mientras la mujer continuaba tratando de asimilar en la prisión que era su propio cuerpo lo que estaba ocurriendo, Grimm continuó:

—Así es Yuliana. Todo lo que su intuición le dijo era verdad. La organización a la que pertenezco se encarga de la trata de mujeres, ¿y qué hacemos con ellas? Bueno, nuestros científicos desarrollaron métodos de control mental para convertir a estas mujeres en los juguetes sexuales perfectos.

Grimm se puso de pie, caminó hacia las tres chicas de ojos blancos frente a ellos, llegó al lado de una, la chica negra con el cabello rizado todo esponjado, la tomó por el hombro, la besó en la mejilla y empezó a jugar con la teta de ella. No hubo reacción.

—Shawna Doll, cómele el ano a Sofie Doll —ordenó el hombre.

—Sí amo —respondió de inmediato la chica negra, recuperando algo de la vida en su cuerpo, para luego empezar a moverse y ponerse detrás de la chica de largo cabello castaño, hincarse y abrirle las nalgas con las manos para luego enterrar la cara en su culo y por los sonidos que oía, Yuliana pudo adivinar que estaba metiendo su lengua en el ano de esta.

Grimm entonces miró a Yuliana y pudo ver el miedo en sus ojos. Sonrió y dijo:

—No te preocupes Yuliana, hay una muy buena razón por la que no eres tú la que está comiéndole el culo a Sofie Doll. Para lograr este grado de obediencia, es necesario básicamente destruir la mente de las chicas para luego reconstruirla como la esclava perfecta. Sin embargo, no todos nuestros clientes quieren cascarones vacíos por más obedientes que sean y no les importaría pagar por chicas que mantengan sus personalidades originales pero que sean igual de obedientes. Pero nuestros científicos han fallado en encontrar un método que logre eso, pero cuando leí tu investigación, me di cuenta de que tú tenías el potencial de al fin lograr ese milagro científico. ¡¿Ahora lo entiendes Yuliana?! Siéntete dichosa, eres la primer mujer en años que deseo por su mente, no por su cuerpo.

Yuliana comprendió todo, por eso no la habían pasado por el proceso de esas chicas, si lo hacían destruirían su mente y ya no podrían aprovecharse de sus conocimientos, pero entonces, si no podían someterla a control mental, ¿cómo harían para que les ayudara?

Grimm pareció ver esa duda en los ojos de la doctora, sonrió cruelmente y dijo:

—Sí… no tengo los métodos para controlar su cerebro y ponerlo a trabajar para mí. Por eso quería contratarla como una más de mis empleados y que lo hiciera voluntariamente, pero ya que tan tajantemente se negó, no me queda más que hacerlo a la antigua.

Grimm se inclinó sobre Yuliana y dijo:

—Voy a romper su voluntad hasta que sea usted la que ruegue por estar a mi servicio.

Yuliana gritó de horror dentro de su cabeza.

—Yuliana, de pie —ordenó mientras tanto Grimm.

De inmediato, Yuliana sintió como su cuerpo se movía por sí solo, para quedar de pie en una posición tan rígida como la de las muñecas enfrente de ella.

—Esta unidad obedece —se escuchó decir a sí misma.

—Vamos a ponernos más a tono, ¿quieres? —dijo Grimm, burlón—. Desnúdate por favor.

Aun con su cuerpo dominado, Yuliana sintió su cara enrojecer, pero la fuerza que le dominaba no sintió lo mismo porque de inmediato se escuchó decir:

—Esta unidad obedece.

Sus manos empezaron a moverse por sí solas. Primero se sacó los zapatos, luego se bajó la falda, se quitó el saco y después la blusa para tras eso, quedarse unos breves instantes cubierta nada más por una nada atractiva ropa interior blanca que no tardó en unirse al resto de su ropa en el suelo y una vez quedó completamente desnuda, regresó a su posición de firmes.

Grimm se dio un momento para admirar el cuerpo desnudo de la doctora, sus tetas redondas de pezones rosados y su coño cubierto por una mata de cabello rojizo que Yuliana no acostumbraba depilar más por flojera que por otra cosa.

—No soy fanático de los coños peludos —dijo Grimm acariciando esa vagina afelpada—. Pero encuentro el tuyo bastante adorable.

Yuliana se quería morir de la vergüenza y así lo denotaron unas lágrimas que escaparon de sus ojos.

Pero las lágrimas no conmovieron al cruel hombre, quien sin más dijo:

—Siéntate en el sillón y muéstrame tu coño.

—Esta unidad obedece —respondió la entidad que controlaba su cuerpo y acto seguido, se sentó de vuelta en el sillón, abrió  sus piernas y luego llevó sus manos a sus labios vaginales para separarlos y mostrarle a Grimm su interior.

El hombre observó el espectáculo y cuando esa cueva rosada se abrió para él, levantó las cejas de la impresión.

—Eso que veo… ¡¿Es un himen?!

Así era; había una membrana rosa protegiendo el interior de la vagina de Yuliana.

—Joder Yuliana, sabía que eras una matadita y que habías dedicado gran parte de tu vida a tu carrera, pero no me esperaba que a tus 26 años siguieras siendo virgen.

Más lágrimas escaparon de los ojos de Yuliana por la humillación.

Grimm sonrió mostrando los dientes y dijo:

—Entonces… supongo que también eres virgen del culo.

—Así es amo —respondió de inmediato la entidad que le controlaba—. Esta unidad también es virgen de su ano.

«¡Ya cállate por favor!», gritó la doctora dentro de su mente.

Grimm mientras tanto se carcajeó y dijo:

—Esto será más fácil de lo que pensé.

Y empezó a quitarse la ropa. Yuliana quería evitar verlo, pero entre que el collar no se lo permitía y que su propia inexperiencia sexual le traicionaba y le hacía mirar ese cuerpo masculino con músculos bien marcados y la primera verga erecta que veía en su vida fuera de una película porno, no pudo hacer mucho.

Una vez listo para la batalla, Grimm se inclinó sobre Yuliana, pero no la penetró, se acercó a su oído y dijo una orden más:

—Hasta que yo te dé permiso, tienes prohibido tener un orgasmo.

Yuliana tembló dentro de sí, esa orden no le auguraba nada bueno.

Grimm se puso en posición. Tomó su verga y la apuntó a la vagina de Yuliana, la cual ni siquiera iba a poder ver mientras era desvirgada, lo único que podía hacer era sentir como ese glande caliente le acariciaba la entrada de su coño para luego empezar a hacerse camino a través de ella.

Aunque por la posición de sus piernas y como con sus manos se estiraba la vagina, su conducto virgen todavía era muy estrecho, por lo que podía sentir como sus paredes vaginales se estrechaban ante la invasión de ese pedazo de carne. El pene de Grimm al fin llegó ante el himen de la muchacha, con Yuliana derramando lágrimas como un último intento de que aquel hombre tuviera piedad de ella, pero su intento cayó en oídos sordos, porque de una fuerte estocada, Grimm enterró su polla en lo más profundo de la doctora, desgarrando con tremenda facilidad ese himen.

Yuliana sintió con todo su ser como la membrana era destrozada por la verga de aquel hombre, quería cerrar los ojos, llorar a todo pulmón, gritar… pero no podía, el collar de control ni siquiera le dejaba hacer eso y lo único que podía hacer era escuchar en su mente sus propios gritos y ver a la cara al hombre que acababa de robarle la virginidad.

Grimm siguió sin sentir compasión por la doctora y comenzó a mover sus caderas para iniciar con el “mete-saque”, con su verga ya manchada por los fluidos vaginales de la mujer así como los restos de la virginidad de ella.

Yuliana por su parte sentía dolor mientras su vagina se acostumbraba a ser penetrada, pero poco a poco el dolor era reemplazado por placer, placer culpable ante esa situación, pero placer al fin y al cabo.

Mientras era penetrada, en su mente contó algo del tiempo y se dio cuenta de una cosa:

«Su orden… su orden está funcionando», pensó al caer en cuenta de que si lo comparaba con las sesiones de masturbación que tenía de vez en cuando, para ese momento ya debería de haberse corrido, pero todavía nada.

Así era: su cuerpo iba a negarle orgasmos hasta que Grimm se los permitiera.

Pero mientras tanto del lado del empresario, era otra historia. El hombre se enorgullecía de durar mucho en la cama, pero incluso un todo semental como él no podía hacer mucho cuando se follaba un coño tan apretado como ese y empezó a sentir el orgasmo.

Yuliana vio la cara de ese hombre descomponerse mientras lo escuchaba gruñir, y había visto demasiado porno para saber lo que venía.

«¡No por favor! —gimió en la prisión que era su mente—, ¡Es un día peligroso!»

Si lo era, a Grimm no le importó y terminó corriéndose dentro de la muchacha, disfrutando de la sensación de inundar aquel útero virgen con su semen, mientras que Yuliana sentía repugnancia por la sensación de su vientre llenándose con esa sustancia viscosa y caliente.

Grimm se quedó sobre la muchacha un par de segundos, disfrutando de esa sensación de triunfo sobre la mujer y entonces se retiró, sacando su polla del interior de la científica y contempló con una sonrisa como de esa cueva rosada salía su semen mezclado con un poco de sangre. Poco le importaba si Yuliana se embarazaba, nada que hacerla tomarse una pastilla del día siguiente no arreglara.

Miró a la muchacha y tuvo que admitir que aunque corto, había sido un buen polvo. No le cabía duda de que con una sesión de entrenamiento con el proceso de dollyficación y sería una de sus mejores muñecas… pero se contuvo de caer en la tentación al recordar que necesitaba ese cerebro sometido, pero intacto. Había que pasar a la fase dos.

—Serena Doll —dijo Grimm mirando a la muñeca rubia que estaba al lado de Sofie Doll—, tráeme el lubricante por favor.

—Sí amo —respondió la muñeca y con pasos precisos y mecánicos, empezó a marchar hacia un estante de los que había en ese sex dungeon.

«¿Lu…? ¿Lubricante?», pensó Yuliana sin querer adivinar qué iba a seguir.

La muñeca regresó con un frasco de color verde que le entregó a Grimm. Este se acercó a la doctora y se lo ofreció.

—Querida Yuliana, por favor lubrícate el ano.

«No… —gimió Yuliana en su mente comprendiendo lo que venía—, ¡No por favor no!»

—Esta unidad obedece —respondió con su voz y boca la entidad que gobernaba su cuerpo.

Sus manos soltaron al fin su coño y tomaron el frasco, lo abrieron y entonces, sus dedos de la mano derecha se hundieron en esa sustancia grasosa para después empezar a introducírselos en su ano y empezar a engrasar todo su recto, mientras que Grimm le ordenaba a Serena Doll que con su boca le ayudara a alcanzar otra erección.

Por los siguientes minutos, Yuliana tuvo que sentir sus dedos jugueteando en su recto mientras que veía como esa rubia de ojos blancos le chupaba la pija a Grimm hasta que esta se volvió a poner dura.

—Suficiente —dijo el hombre y la muñeca se detuvo, sacando esa polla de su boca mientras que Yuliana dejaba de lubricarse el ojete.

Grimm volvió a caminar hacia ella y al estar justo enfrente, la tomó de las piernas para acercarla todavía más a él y luego, le levantó las piernas y se las colocó sobre sus hombros para ponerla en una posición más que perfecta para la penetración anal.

«¡No, por favor, no!», volvió a gemir la doctora, no sabiendo si su mente soportaría el dolor de perder la virginidad de su ano justo después de perder la de su vagina.

Pero una vez más sus súplicas solo fueron escuchadas por ella misma, pues Grimm ya había apuntado a ese agujero marrón y lo que era peor: ya estaba empujando para meterse en esa cavidad.

Una vez más Yuliana solo podía sentir como sus paredes, esta vez del recto, se iban abriendo ante la invasión de aquel bastón de carne caliente mientras solo gritaba y chillaba en su mente.

Al fin la cadera de Grimm chocó con sus nalgas y así el hombre supo que eso era lo más profundo que llegaría dentro de la mujer, así que empezó a mover sus caderas para meter y sacar su verga mientras sentía la deliciosa sensación de cómo ese par de nalgas le apretaban la verga como si fuera un puño y mientras eso pasaba, Yuliana no pudo evitar notar de nuevo que para sus estándares, luego de unos minutos esta vez tampoco había alcanzado el orgasmo y aunque no quisiera aceptarlo, eso la molestaba un poco.

Al igual que la otra vez, Grimm no tardó en llegar al orgasmo y acabó dentro de la muchacha, esta vez llenando sus tripas con su semen. Salió de ella y contempló con una sonrisa como aquel pequeño agujero marrón ahora estaba todo dilatado y empezando a rumiar su semen.

Satisfecho, Grimm se alejó de la mujer haciendo que las piernas de esta cayeran hasta el suelo con un golpe seco pero que a él no le importó y empezó a recoger su ropa para llevarla al cuarto de baño privado que tenía en ese piso.

—Bueno Yuliana —dijo el hombre mientras tomaba su ropa—, de verdad me encantaría ser yo el que termine por romperte, pero comprenderás que soy un hombre ocupado, así que solo me puedo permitir el inicio. Para completar la tarea, dejaré a mis adorables asistentes a cargo.

«¿Q…? ¿Qué…?», pensó Yuliana con la mente exhausta.

Grimm miró a las muñecas y ordenó:

—Shawna Doll, Sofie Doll y Serena Doll: quiero que rompan a esta puta, que para esta tarde sea ella la que me ruegue para que la convierta en mi esclava personal.

Shawna Doll dejó de comerle el culo a Sofie Doll para responder junto a sus hermanas:

—Sí amo.

Y dicho eso, las tres muñecas empezaron a caminar por la habitación para tomar sus “herramientas” de trabajo: se pusieron strap ons con dildos muy gruesos y largos, tomaron látigos, pinzas…

Grimm le dirigió una última mirada a la pobre pelirroja y dijo con burla:

—Que te diviertas…


Ya habían pasado varias horas. Detrás de Grimm, en el ventanal, se veía que el cielo había pasado de azul claro a un morado que no tardaría en hacerse totalmente negro.

El hombre se encontraba una vez más impecablemente vestido tecleando en su computadora, concentrado en su trabajo, hasta que una voz en el intercomunicador llamó su atención.

—Amo, ya está lista.

Grimm dejó de ver sus tres monitores y miró el comunicador, presionó uno de los botones y dijo:

—Ya era hora. Pasen por favor.

—Sí amo —respondió la voz.

Una puerta secreta se abrió en la oficina y por esta desfilaron las tres muñecas de ojos blancos junto con Yuliana, que venía en un estado lamentable. Si bien ya le habían dejado vestirse y hasta le habían puesto una bata de laboratorio, su cara estaba bañada en lágrimas y su propia saliva así como que sus piernas estaban empapadas en sus propios fluidos vaginales. Aparte del collar de control llevaba alrededor del cuello una correa de perro que estaba atada a una cadena que era con la que Shawna Doll la iba guiando y además, llevaba sus manos extendidas y sobre estas, perfectamente doblada su ropa interior.

Grimm se levantó de su escritorio y se paró a mitad de su oficina, y las muñecas con Yuliana se detuvieron frente a él. El hombre miró expectante por lo que iba a hacer y entonces, Sofie Doll desactivó el collar de control.

De inmediato Yuliana cayó de rodillas al suelo y tomó al hombre por el pantalón.

—Por favor… por favor… —comenzó la doctora.

—¿Por favor qué? —preguntó Grimm con divertida burla.

—¡Por favor! ¡Déjame tener un orgasmo! —suplicó la doctora levantando la mirada—. ¡Me han estado follando todo el día! ¡Y no he tenido ni un orgasmo! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Te lo suplico!

Grimm sonrió por los resultados.

—Claro que sí Yuliana —respondió el hombre con burla—. Solo tiene que aceptar la generosa propuesta que le hice esta mañana… y considerarme su amo.

Algo se terminó de romper dentro de Yuliana.

—¡Sí! ¡Haré lo que sea amo! ¡Pero por favor! ¡Déjeme sentir un orgasmo! ¡Por favor amo! ¡Por favor!

Una carcajada escapó de Grimm y dijo:

—Muy bien Yuliana… puedes tener un orgasmo.

El efecto de la orden fue inmediato: el coño de Yuliana se convulsionó en una explosión de placer y de su coño desnudo salió un potente chorro que empapó la alfombra de Grimm, mientras la mente de la científica se ponía en blanco por oleadas y oleadas de placer hasta que cayó boca abajo, totalmente agotada, pero con una gran sonrisa en los labios.

Grimm entonces puso su pie sobre la cabeza de la doctora y dijo:

—De ahora en adelante aquí es donde perteneces Yuliana, bajo la suela de mi zapato.

Sin perder su sonrisa boba, Yuliana dio la única respuesta que salió de su cerebro en ese momento.

—Sí… amo…


Ya habían pasado varios meses desde que la doctora Yuliana Andrius había aceptado la oferta laboral de Tristán Grimm.

En ese momento Grimm se encontraba revisando un informe que la doctora le había enviado sobre el avance de sus investigaciones, y lo veía impresionado.

—Debo admitir que tus avances son muy buenos Yuliana, en un par de meses has avanzado mucho más en nuestra investigación que la totalidad de mis científicos.

Yuliana se encontraba bajo el escritorio de Grimm, con la pija de este en la boca. Se la sacó un momento para responder.

—¡Gracias por el cumplido, amo! —dijo con una sonrisa boba y continuó chupando esa verga que la tenía tan sometida.

Continuó chupando y pronto un orgasmo vino para Grimm y se vino en toda la boca de la mujer y esta, aunque tomada por la sorpresa, trató de atrapar todo el semen en su boca, para después engullirlo como si fuera ambrosía pura.

Una vez la “reunión” terminó, Yuliana salió de debajo del escritorio mientras se limpiaba la comisura de sus labios.

—Siga con el buen trabajo doctora —le elogió Grimm—, y tal vez a final de mes le espere un bono.

Yuliana se vio complacida por la noticia, pero entonces Grimm vio que la mujer se frotaba ansiosa las piernas y luego dijo:

—Hablando de eso amo… ¿puedo pedir un pequeño adelanto?

El hombre rio y preguntó:

—¿Qué tienes en mente putita?

El rostro de Yuliana se iluminó y respondió:

—¿Me puede prestar a Cleo?

Grimm levantó las cejas y preguntó:

—¿Otra vez quieres experimentar con ella?

Yuliana negó con la cabeza y dijo:

—No… es solo que… ¡Quiero follarla otra vez! ¡Sus tatuajes me excitan mucho!

Grimm solo pudo soltar una sonora carcajada.

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