Una profesora como regalo de navidad V
― Puedes correrte tantas veces como quieras. - Le susurró al oído. - Te quiero ver corriéndote una y otra vez antes de que yo lo haga. Una docena de veces. Y solo llevamos cinco.
Capitulo 5
Abby bajó las escaleras al salón. Caitlin le había puesto unos calcetines y prestado unas zapatillas un sweter y unos pantalones de pijama pero estos no le quedaban bien, aunque estar rodeada de su olor era más que suficiente para que se los dejara puestos.
Se acercó a uno de los muebles y observó las fotografías. En una de ellas aparecía una mujer con tres niños pequeños iguales entre sí. Todos sonreían felices. Otra imagen era de ella con tres hombres a su alrededor. Paseó por el salón deteniéndose a ver las fotografías. Había muchas pero la que más le gustó fue la de Caitlin en el suelo de un jardín rodeado por siete niños de distintas edades.
― Son mis sobrinos. - Le dijo bajando la escalera.
Abby volteó a verla y se derritió de deseo por esa mujer.
― Eres muy familiar. Tienes muchísimas fotos.
― Me gustan las familias numerosas. En eso no me parezco mucho a mis hermanos.
― Tienes tres, ¿verdad? – Caitlin asintió. – se parecen mucho, tus hermanos y tu.
― Salvo en el sentido de la responsabilidad... - Murmuró. Caitlin miró el reloj antes de mirarla a ella. – ¿Tienes hambre?
― No mucha.
― Encenderé la chimenea para que caliente la habitación. ¿Quieres algo de beber?
― Un refresco estaría bien. No quiero ver ni una gota de alcohol en mi cuerpo durante un tiempo.
Ella sonrió, daba la impresión que contenía la risa. Se acercó a la chimenea y se agachó para encenderla. Abby le contemplaba maravillada. Se había puesto unos pantalones negros de pijama y una pequeña camisita sin mangas también a juego que no dejaba nada a la imaginacion
Se mordió el labio al bajar y ver su trasero tan firme y duro que le daban ganas de acercarse, tocarlo y hacer muchas cosas pervertidas más. De pronto pensó que no necesitaba la chimenea para caldear la habitación, solo a Caitlin.
― Profesora..
― Caitlin. - Rectificó ella. - Ahora puedes llamarme Caitlin o cate o cat…
― Vale... Caitlin. - Olas de placer estremecieron su cuerpo al pronunciar su nombre y sentir que entre ellas nacía tal intimidad. Estaba segura de que a ella le había pasado lo mismo. - Debería irme a casa.
― Son más de la una de la mañana. Te quedarás aquí y por la mañana te llevaré a tu casa.
― Pero...
― Tampoco creo que vayas a dormir mucho. - Interrumpió dejándola boquiabierta. Caitlin se levantó y la miró. Esbozó una sonrisa lujuriosa y salió hacia la cocina.
― Si tienes que llamar a alguien para avisar, el teléfono está al lado del televisor.
Abby se acercó al teléfono y marcó el número de Terry esperando pillarla despierta y, por supuesto, que no estuviera con algún o algunos de los suyos en una situación que le imposibilitara responder.
Tras el cuarto tono la voz de Terry le rompió el tímpano.
― ¡Papa Noel te ha escuchado! - Gritó lo más fuerte que pudo.
― ¿¡Quieres bajar el tono de voz!? ¿¡Y cómo sabías que era yo!? Dime ahora qué hago.
― Mujer, no querrás que te explique lo que tienes que hacer, ¿verdad? Creo que ya eres mayorcita para saber qué pasa entre dos mujeres.
― No me refiero a eso, nosotras ya...
― ¡No jodas! ¿¡Ya lo hicieron!?
― ¡¡No!! Bueno, no del todo... Mira, esto no es para hablarlo por teléfono.
― Tienes razón, quiero detalles y eso solo lo conseguiría viendo tu cara mientras me lo cuentas. Pero antes de pasar a otro tema... ¿Las tiene grandes?
― ¡Terry! - Gritó.
― ¿Pasa algo? – Caitlin se asomó por la puerta al escuchar el grito.
― No... Nada... Lo siento. - Dijo colorada. Ella no se quedó muy satisfecha pero volvió a la cocina.
― Joder, me has dejado sorda.
― Mira quién habla.
― Bueno, ¿qué quieres?
― No voy a poder ir al piso hasta mañana..
― Mira que bien... ¡Chicos, ya tenemos sitio! - Gritó un poco más separada del teléfono.
― ¡Hey! No metas chicos de sigma gama en nuestro apartamento
― No son de esos. Son amigos míos. Además, solo son dos. Ya sabes que las cosas, dobles, sientan mejor.
Abby negó con la cabeza. Nunca iba a poder entender a Terry y su forma de ver la vida.
― ¿Por casualidad cogiste mi chaqueta?
― Si, la tengo conmigo. Te la dejaré en tu habitación cuando llegue. Junto a tu teléfono, las llaves y todo lo que tenias alli metido. ¿Es que tus pantalones no tenían bolsillos?
― Me hacían formas muy feas. - Oyó suspirar a Terry y sonrió.
― Bueno, ¿algo más?
― No... Si... Feliz Navidad.
― Escúchame bien, Abby. Sea como sea tienes lo que querías; no lo eches a perder. Y quiero detalles. Si es necesario apunta todo.
― Chismosa...
― Yo también te quiero. - Replicó ella colgándole.
Caitlin salió de la cocina con un vaso lleno de naranjada y se lo dio a Abby.
― ¿Todo arreglado?
― Sí. Gracias por dejarme llamar.
― No hay de qué. Puedes sentarte, estarás cansada.
― Gracias.
Abby se sentó en el sofá mientras ella la observaba apoyada en la puerta que daba al jardín. No le quitaba los ojos de encima, y eso empezaba a excitarla.
― ¿Vives sola? - Preguntó con el objetivo de centrarse en la conversación y no en los temblores que su vagina empezaba a enviarle para que se encargara de ella, otra vez.
― Si.
― ¿Y tus padres?
― Viven con mi hermano menor y su esposa. ¿Qué hay de ti?
― Vivo en un apartamento con Terry. Mis padres viven en otra ciudad así que mientras hago la carrera estoy fuera de su radio de influencia.
― Lo que quiere decir que haces lo que quieres.
― Dentro de un límite.
― ¿La seducción entra en ese límite?
― ¿Qué?
― ¿Por qué ese chico te echó encima la bebida?
― Estaba borracho. - Contestó quitándole importancia. - Todos hacemos algo de lo que más tarde nos arrepentimos cuando estamos borrachos. ¿Estás celosa? - Le preguntó atónita por lo que estaba descubriendo. ¿Realmente sentía celos de Jake?
― Quería que le respondieras algo. - Comentó obviando la pregunta pero afectada por ella.
― ¿Me estabas espiando?
― No. Solo pasaba por allí para coger mi coche. El restaurante donde nos reunimos mi familia y yo estaba cerca de allí. Te vi hablando con tu amiga.
― Terry me preguntó qué era lo que quería como regalo de Papá Noel.
― ¿Y?
― ¡No pienso decírtelo! Si no se lo dije a Jake, ¿por qué iba a decírtelo a ti?
― Porque sabes que yo puedo castigarte si no me obedeces. - Contestó con tranquilidad pero ese tono de voz envió una oleada de vibraciones a su vientre y éste se contrajo.
― Le dije que quería...
― No vale mentir. - Cortó ella acercándose a abyy. Le quitó el vaso ya vacío y lo colocó sobre la mesa que había al lado del sofá. - ¿Qué pediste?
― A ti. - Respondió mirándola a los ojos y esperando sorpresa. Una sonrisa atravesó el rostro de Caitlin.
― Levántate y desnúdate. Quiero mirar el premio que me ha tocado.
― Quien te pidió fui yo. - Replicó abby.
― Pero soy yo quien va a disfrutar de ti. - Contraatacó ella.
Abby se levantó del sofá y se puso delante de la chimenea. Había una alfombra debajo que la protegía del frío del suelo y el fuego de la chimenea la mantendría caliente hasta que ella la tocara, incendiándola.
― Desnúdate. - Repitió mientras se sentaba en el sofá con su copa en la mano.
Ella se miró sin saber bien qué quitarse primero para excitarla más. Miro a sus pechos y vio que sus pezones ya estaban duros. Sin duda hiciera lo que hiciera no necesitaba estimularla mucho.
Se lamió los labios con su lengua y cogió la cinturilla de los pantalones para deslizarlos fuera de sus piernas. Al tener que agacharse para sacarlos de las piernas se dio la vuelta para que Caitlin tuviera una buena vista de su trasero con los boxers que ella le había dado.
Sentía su mirada recorriéndole todo lo que iba dejando libre de ropa y ese roce, aunque no fuera físico, empezaba a quemarle. Era como si su mirada pudiera tocarla y pronto sintió que le faltaba el aire.
Se quitó los calcetines y al incorporarse sus miradas conectaron robándole un gemido y haciendo que cerrara sus piernas conteniéndose. Si seguía así se correría sin que ella la hubiera tocado.
― Las piernas abiertas, Abby. - Le informó ella con seriedad.
Ella las abrió de nuevo y cogió el jersey para quitárselo lentamente y hacerle sufrir. Cuando se lo levantó por la cabeza solo le quedaba deslizarlo por sus brazos pero al abrir los ojos se encontró con Caitlin delante suyo.
― Mantén esa postura. No te muevas hasta que yo te lo diga.
Abby la miró contrariada pero hizo lo que le pedía y se quedó quieta mientras ella volvía al sofá y se sentaba con las piernas abiertas. La excitación que ella tenía también había crecido al tenerla tan cerca.
Ahora su mirada la recorría por todas partes. Aún cuando echaba un trago de su bebida la miraba. Los jadeos se multiplicaron y notaba que los boxers se mojaban y empezaban a gotear; su sexo palpitando y temblando de expectación. Llevaba así varios minutos y no parecía que se cansara de mirarla solamente. Iba a tener un orgasmo delante de ella y ni siquiera la había tocado. ¿Qué influencia tenía la profesora sobre su cuerpo?
― Córrete Abby. - Siseó ella.
Como si ella le hubiese presionado un botón, su orgasmo salió disparado y se corrió por segunda vez cayendo de rodillas mientras los espasmos dominaban todo su cuerpo. Tras unos minutos en los que pudo recuperarse la miró.
― Ven aquí.
Abby se quitó del todo el jersey y gateó hacia ella incapaz de sostenerse con sus piernas después de ese nuevo orgasmo. Se metió entre sus extremidades inferiores y se sentó sobre los muslos para mirarla. Ella se inclinó sobre abby y la cogió por los hombros para levantarla un poco sin que dejaran las rodillas el suelo.
― Quiero comerme mi postre... Y ese postre eres tú. - Le dijo cogiéndole la barbilla y besándola apasionadamente.
Abby todavía trataba de verle sentido a la postura que tenía. Y por novena vez, no le encontraba lógica.
De nuevo su mente trató de razonar. Caitlin le había dicho que quería comer su postre. Hasta ahí bien. Después le dijo que el postre era ella y, vale, por cómo la besó se podía decir que eso se calificaría como comerse a uno.
Pero, ¿en dónde entraba estar tumbada en la alfombra frente a la chimenea cubierta de crema batida en varias partes? Porque eso era lo único que no entendía. Y por más que le preguntaba a Caitlin ésta solo la miraba con irritación y sus ojos la mandaban callar.
― Listo. Ya está mi postre preparado. - Dijo ella levantándose y poniendo el bote de crema batida en la mesa. Recorrió con la mirada toda su obra y sonrió. - Toda para mí.
― estas loca!! jaja
― ¿Quieres comer?
― Si me pones cosas tentadoras... - Acusó ella. Se había dado cuenta que ella miraba la crema batida de manera diferente a los otros alimentos.
Se puso de rodillas y lamió un poco de crema del vientre de abby provocando que se arqueara. Se incorporó un poco para mirarla a la cara.
― No te muevas o se caerá todo.
― No es fácil... - Gruñó ella.
― Tendrás tu recompensa.
Caitlin volvió a bajar la cabeza para lamerle la crema del cuello . Se acercó con ella a los labios de Abby y le acarició el contorno dejándola con el dulce sabor pero sin darle aún el premio.
― ¿Lo quieres?
― Si... - Contestó con una voz más grave signo de su excitación.
― Abre la boca.
Ella así lo hizo y él metió lentamente esa pieza de fruta como si de otra cosa se tratara. Unió los labios con los de ella mientras deslizaba por su boca la fruta ayudándose de su lengua. La sentía masticar mientras ella se retiraba. Finalmente tragó y apartó sus labios.
― ¿Más?
― Si es como esta, sin dudarlo. - Dijo con diversión.
Caitlin se rió por ese comentario pero se dedicó a degustar ella primero ese postre tan rico que le esperaba tumbado sobre su alfombra.
Siguió lamiéndole la crema por entre sus pechos y después lamió el contorno inferior del seno derecho y fue dándole vueltas mientras ella temblaba debajo. Hizo lo mismo con el izquierdo. Iba comiendo la crema que encontraba pero no dejaba que ella volviera a probar. Era su placer.
Cuando llegó a los pezones, donde había untado una capa de sirope de fresa, lamió y succionó con fuerza hasta que consiguió que los mismos se tornaran de ese color sin necesidad del sirope.
Cogió otra de las frutas del vientre y se acercó a su boca para dársela de la misma forma mientras ella gemía en su boca por tal placer.
― ¿Quieres más fruta?
― Sí, por favor.
le sonrió de forma enigmática.
― ¿Y te gustaría crema?
― Sí...
Se levantó y fue a por la lata de crema. Cuando lo cogió se puso delante de ella y se quitó los pantalones junto con su ropa interior y se quito la camisa. Ahora estaba completamente desnuda y Abby la observaba con deseo. Sus ojos iban de su vagina a sus ojos, como si pensara que no podía ser. Era hermosa, estrechas caderas, largas piernas, abdomen plano. Era la primera vez que la veía desnuda y no podía apartar la mirada de ella.
Movió con fuerza la lata agitándola y esparció una pequeña cantidad de crema sobre sus pezones erguidos. Tomo de la mano a Abby y…
― ¿Esta es la fruta que me decías?
― Es una fruta especial. - Contestó ella siguiendo su humor.
― Hm... Supongo que tendré que probarla para saber si me gusta...
― Si, Abby. Pruébala. - Convido ella moviéndose más cerca de Abby
Abby se relamió los labios antes de sacar la lengua y tentarle con ella a la vez que le robaba la crema de su pezon
― Parece bueno.
― No lo sabrás hasta que la pruebes bien. - Replicó ella mientras acercaba sus senos a la boca de Abby - Abre esa boca y te daré un gran pedazo para que la degustes, ven Abby, ven al sillón conmigo.
Llevo a Abby hasta el sillón e hizo que se sentara a horcadas sobre ella. Paso sus manos por sus piernas y fue subiendo por sus caderas mientras Abby le comia los pezones, subio por su espalda acariciándola, llevo sus labios hasta su cuello y paso su lengua por el hasta que sintió la mano de Abby entrando entre sus piernas, sentir como Abby la tocaba era increíble, como pasaba su dedo de adelante hacia atrás haciendo especial contacto sobre su clítoris.
― Por Dios, Abby, me estás matando. Sigue así... - Siseó.
Aceleró los movimientos con sus dedos hasta que sintió como la respiración de Caitlin se aceleraba cada vez más y más y más rápido hasta que pudo escuchar sus gemidos llenos de placer anunciándole que había alcanzado lo que Abby quería.
Beso su boca mientras recuperaba el ritmo de su respiración
― Caitlin, por favor...
― ¿Necesitas correrte?
― Si, por favor...
― Llámame como debes.
― Abby la miró con el ceño fruncido, no sabía exactamente a lo que se refería.
― Ahora mismo, en estas situaciones, no soy Caitlin. - Le explicó.
― Profesora... - Murmuró bajito.
― Sí. - Afirmó ella cogiéndole del pelo y besándola; compartiendo el sabor dulce con ella. No era como normalmente se le llamaba a un dominante pero, en Abby, esa palabra contenía para caitlin mucho más que la de Ama o Señora.
Recostó a Abby en el sillón y bajó hacia sus piernas y siguió con su lengua el contorno de las mismas mientras se comía los restos de la crema batida. Iba más rápido que antes pero no le importaba porque, cuando tocó con la lengua su vagina, un rayo la fulminó y la hizo arquear la espalda. Se sostuvo con sus manos pero era incapaz de aguantar mucho más.
― Córrete Abby. - Le dijo y cuando lo hizo notó cómo la lengua de Caitlin seguía torturándola de forma que un orgasmo se convirtió en dos y éste en tres.
Abby casi se quedó sin voz y acabó derrumbándose en el suelo con la respiración entrecortada.
Caitlin la cogió en brazos y la levantó del suelo. La llevó escaleras arriba hacia la ducha donde volvió a lavarla por segunda vez en la noche y después la depositó con suavidad en su cama.
La besó de forma tierna y paciente mientras ella recuperaba las fuerzas. Sus manos también la estimulaban acariciándole el cuerpo; una se deleitaba con su clítoris, estimulándola con malicia e impidiéndole llegar a un nuevo orgasmo, y la otra estaba pellizcándole los pezones.
Se situó entre sus piernas y las abrió más para dirigir sus dedos a la entrada de ella. Buscó los ojos de Abby y, al unir sus miradas, empujó de una sola vez tdos sus dedos dentro de ella.
Abby se arqueó y gimió por la intrusión tan dura que había hecho. Sí, se había corrido hacía poco, pero los dedos de Caitlin eran gruesos y largos y casi podía rozarle el útero.
― Joder, eres muy estrecha.
― Llevaba tiempo sin esto...
― ¿Cuánto tiempo? - Preguntó aún sin moverse.
― Dos años. - Contestó. Ella se alegró por ello.
― Se siente bien, Abby, eres perfecta.
Caitlin se movió saliendo con lentitud de su canal, presionándola por ese movimiento, mientras que, para entrar, lo hacía de una forma directa y fuerte. Abby ardía por su tacto bajo ella y notaba que le gustaba lo que le hacía. Se inclinó sobre ella de modo que sus pechos quedaron aprisionados por su torso sin dejar que ella sintiera todo su peso.
― Puedes correrte tantas veces como quieras. - Le susurró al oído. - Te quiero ver corriéndote una y otra vez antes de que yo lo haga. Una docena de veces. Y solo llevamos cinco.
Eso hizo que Abby se corriera en ese momento y le permitió a Caitlin tener más lubricación para seguir penetrándola. El primero de esos orgasmos dio paso al segundo y al tercero. Así hasta siete veces y en el último de ellos Caitlin también se corrió con ella.
Se derrumbó en la cama al lado de Abby y la arrastró hacia ella para abrazarla. Abby se dejó hacer, estaba cayendo en un profundo sueño pero le encantaba esa sensación de estar rodeada por sus brazos.
― Feliz Navidad, Abby. - Le susurró dándole un beso en la sien.
― Feliz Navidad, Caitlin.
saludos desde venezuela... XOXO mi correo esta arriba si desean escribir! con gusto respondere. gracias por leerme!
thestoryteller