Una profesora como regalo de navidad II

Coemnten, valoren y recuerden si quieren pueden escribirme a mi correo, con gusto les responderé! besos desde Venezuela! mi patria querida! Y feliz dia de la independencia!

Abby no sabía si llamar a la puerta o darse media vuelta y huir de allí lo más deprisa posible. Jamás había visto antes esa expresión en el rostro de su profesora y eso la hacía estremecerse, aunque no precisamente de miedo, lo cual le extrañaba mucho más. Pero eran raras las ocasiones en que lo había visto así y, cuando le había hablado a la salida de la clase, la vibración de su voz envió una oleada de placer a través de su cuerpo y la empapó por completo. Se había recuperado, por supuesto, pero ahora que estaba delante, su determinación volvía a flaquear.

Era consciente que otros la miraban, pues estar allí plantada delante de una puerta sin hacer ni un solo movimiento no era algo normal, pero no le importaba lo que pensasen los demás. Aún estaba indecisa sobre si debía llamar o no. Suspiró y cerró los ojos mientras golpeaba con los nudillos la puerta de entrada del despacho de Caitlin. Se merecía una regañina por haberla interrumpido en la clase y no era una cobarde que huyera de las situaciones problemáticas.

― Pase. – Dijo una voz femenina desde el otro lado de la puerta.

Abby la abrió y entró, al mismo tiempo que se obligó mentalmente a andar como si no pasara nada, como si estar en un lugar cerrado con la protagonista de sus sueños húmedos desde hacía dos años no le importase en absoluto. Su ropa interior volvió a mojarse por la expectación y su vagina se contrajo de impaciencia. Eso no la ayudaba en absoluto a mantener su mente fuera de los pensamientos que le provocaba la visión de ella que cada vez la tenía cerca.

Caitlin estaba delante de ella sentada frente a su escritorio con las piernas cruzadas leyendo algunos documentos. En ningún momento había levantado la mirada de ellos pero parecía saber que era ella la que había entrado en su despacho. Aunque claro, era posible que no la visitaran mucho.

― Cierra la puerta. - Le dijo a continuación. Ella se volvió y cerró la puerta. Se quedó unos segundos apoyada con las manos sobre ella intentando calmar el rápido latir de su corazón para que ella no se diera cuenta.

Cuando volvió a mirarla se fijó en que la miraba con atención. Sus ojos se clavaban en ella y esto le hizo temblar por dentro y no pudo apartar la mirada de ella.

― Siéntate.

― Profesora, tengo un poco de prisa. - Se excusó ella. Caitlin arqueó una ceja y su rostro se endureció con lo que ella acortó la distancia y se sentó sin pensar en nada más. Algo en ese rostro le decía que lo mejor era no discutir con ella.

― Creo que sabes por qué estás aquí. - Comentó apartando la mirada de ella. - Suelo pedir a mis alumnos que atiendan en mi clase porque los exámenes son duros y no quiero aprobar a nadie que no se lo merezca. No quiero que salgan licenciados con falta de conocimientos.

― Si, profesora, lo sé. Y de veras le pido disculpas por la interrupción. No volverá a suceder.

― Soy consciente de que no volverá a pasar, pero eso no te exime de que merezcas un castigo.

Abby abrió la boca sorprendida y se lo quedó mirando.

― ¿Cas... Castigo?

La profesora Becker se levantó y rodeó el escritorio hasta ponerse detrás de ella. Cuando Abby iba a darse la vuelta para mirarla las manos de la profesora, que reposaban sobre los hombros de ella, la mantuvieron en la posición inicial sin permitirle mirar hacia atrás.

― Voy a castigarte por haberme interrumpido en mi clase y también por titubear en la puerta del despacho.

― ¿Cómo sabe que he...?

― Te conozco. - Respondió antes de que acabara la pregunta. – Se inclinó sobre ella y apartó la camiseta de su cuello para besarla, Abby cerró los ojos y jadeó cuando notó los labios sobre su nuca, mientras las manos le sujetaban con firmeza.

― No te muevas. - Le ordenó. Siguió besándola en la nuca y lamiéndola hacia los lóbulos de las orejas mientras ella se mordía el labio.

No podía estar pasando... Eso no era normal pero... Dios, había soñado miles de veces con estar tan cerca de ella, por saber lo que sentiría cuando ella la tocara. Y ahora ahí estaba. Solo rogaba porque nadie los interrumpiera pues no quería que todo aquello acabara. Los labios de la profesora parecían expertos a la hora de rozar cada una de las zonas de su cuello en busca de una reacción mayor, haciéndola estremecerse por su toque, ansiar por más.

Un suspiro sobre su hombro le hizo girar la cabeza hacia ella. Sus ojos se encontraron, los de ella más oscuros de lo habitual, los suyos, en cambio, mostrando sorpresa y pasión.

― Eres testaruda... - Murmuró ella apartándose de su cuerpo. Se alejó unos pasos y se cruzó de brazos.

Abby la observó, parecía que estuviese conteniendo las ganas de abalanzarse sobre ella, su respiración parecía agitada y desde su postura hasta sus ojos denotaban excitación.

― Levántate e inclínate sobre el escritorio. Tus manos sobre él.

― ¿Por qué? - Preguntó sin darse cuenta.

― Porque voy a darte tu castigo, salvo que quieras salir de aquí, en ese caso no te detendré. Eres libre de decidir.

Abby podía salir de allí en ese momento, la puerta no estaba cerrada y le daba la oportunidad de irse antes de que pasara algo más. Entonces, ¿por qué su cuerpo no se levantaba y se ponía en la posición que ella le pedía? Muy en el fondo no quería irse pero tenía miedo de lo que esa mujer podía hacer con ella.

Sí, era cierto, quería que la hiciera sentir más, unir sus cuerpos y hacer el amor como nunca antes había deseado hacerlo con una mujer  pero...

¿En su despacho? ¿A pleno día?

Sintió las manos de ella sobre sus nalgas y respingó por el contacto. Quiso girar la cabeza para mirarla pero se detuvo a mitad del movimiento, le había dicho que se mantuviera quieta.

― Bien hecho. - La elogió haciendo que los colores volvieran a sus mejillas de ella.

Le acarició las nalgas como si estuviera sopesándolas bajo sus manos y acercó sus caderas.

Abby podía sentir sus senos en su espalda, pero había un problema  aún tenían la ropa puesta y esto conllevaba que se perdiese el contacto entre ambos. Ansió entonces que le quitara la ropa para sentirla más cerca, piel contra piel.

Como si ella le leyera los pensamientos el cuerpo de Caitlin se inclinó sobre ella buscando el botón de los vaqueros y la cremallera, cuando ella oyó abrirse el cierre todo su cuerpo vibró de emoción. Su ropa interior se humedecía cada vez más, temiendo que, si la profesora le rozaba en esa zona, incluso con los pantalones puestos, la humedad que salía de su cuerpo filtrándose en sus braguitas, la delatara de lo mucho que la deseaba y quería.

Deslizó los tejanos de Abby metiendo las manos entre ellos y las caderas, acariciándole lentamente sus muslos al tiempo que los iba bajando. Su vagina no dejaba de contraerse y su cuerpo le pedía moverse, frotarse contra ella para aliviar el dolor que se estaba instaurando dentro de ella pero eso significaba delatarse y, a pesar de ello, su cuerpo tenía vida propia satisfecho con notar por primera vez el tacto de con quien hacía meses soñaba.

― Estate quieta o añadiré más castigos. - Le dijo ella  mordiéndole en la espalda. Ella se arqueó ante ese gesto y  aprovechó y le cogió un mechón de su pelo para mantenerle la cabeza hacia atrás y el cuello expuesto.

La besó y mordisqueó todo lo que quiso mientras ella trataba de mantenerse quieta. Los pantalones se habían quedado en las rodillas pero no le importaba mientras no estorbaran. Ahora las sensaciones eran tan fuertes que, con saber que no tenía más que la fina tela empapada de sus braguitas sobre ella, era suficiente pues esa tela podía desgarrarse en un momento.

Sintió crecer su orgasmo hasta donde nunca antes había alcanzado. Todo su cuerpo le pedía una liberación, sus piernas temblorosas lo exigían, su vagina lloraba por ello.

Gimió desesperada concentrada en los labios de ella  sobre su cuerpo cuando el contacto volvió a desaparecer. Abrió los ojos asustada por ese retroceso.

― No puedes correrte aún.

― Lo necesito. - Lloró. - Por favor...

― Yo te diré cuándo correrte. Primero tengo que castigarte.

― Profesora.....

― ¿Sabes por qué estás siendo castigada?

― Por interrumpir la clase y titubear en la puerta de su despacho.

― Bien...

Volvió a acercarse a ella y, esta vez, sus manos fueron hacia su cintura. Allí, traviesas y atrevidas, se metieron por debajo de la camiseta y las fue subiendo al mismo tiempo que iba acariciando todo su cuerpo. Por cada lugar que pasaban sus manos, el cuerpo de Abby ardía de deseo contenido. La pausa anterior le había permitido controlar su orgasmo, momentáneamente, pero al volver a tenerla tan cerca suyo, todo su cuerpo se convirtió en una bomba de relojería; no iba a aguantar mucho más tiempo, quería estallar de placer.

Intentó cerrar las piernas para contenerse pero eso solo hizo que ella se detuviera cuando estaba cerca de sus pechos. La camiseta se quedó a escasos centímetros de sus pezones, erectos y duros, esperando el toque de ella.

― Mantén las piernas abiertas. - Le regañó éllla mientras ponía sus manos sobre los muslos interiores y la abrían más de lo que estaba y lo que permitían los pantalones en sus rodillas, que no era mucho.

― No puedo aguantar más... - Gimió ella.

― Aguantarás hasta que yo te diga. Seré yo quien te haga llegar hasta el mejor orgasmo que hayas tenido. - Le dijo acariciándole por encima de las bragas. -

Dios, estás muy mojada. - Abby jadeó ante el contacto de su mano sobre su vagina. La necesitaba dentro, necesitaba tenerla donde había fantaseado todas las noches durante dos largos años.

― Por favor...

― No. - Negó ella alejándose de nuevo. Eso hizo que Abby llorara de frustración. Se irritó ante esa negación y trató de mover sus piernas para darse placer ella misma contra su pubis,  estaba tan cerca que podía sentirlo.

Las manos de Caitlin se cerraron sobre sus caderas y su cuerpo se inclinó sobre el suyo. Aún estaba vestida pero eso no le impedía notar el calor que exudaba su cuerpo ni lo mojada que estaba.

― No me hagas atarte a la mesa... - Le indicó deteniendo sus movimientos.

― No puedes hacer esto aquí. Cualquiera podría entrar.

― Eché la llave. Y las paredes son gruesas, no pueden oír nada desde fuera. ¿O has cambiado de opinión y quieres irte?

¡Por supuesto que no quería irse! Y menos en el estado que estaba en esos momentos. Ni siquiera estaba segura de lo que podía ocurrir si intentaba moverse un poco pues su orgasmo la catapultaría a otro mundo y estaría varios minutos sin poder moverse de donde se hubiera caído, desmayada de placer.

La profesora comenzó a subir las manos por sus costados, con suavidad, y llegaron hasta la parte inferior de los pechos de Abby; metió las manos por debajo del sujetador y lo subió junto a la camiseta para acariciar ella misma los senos. Eran perfectos para ella, podía sostener cada uno en su mano por completo mientras sentía el cuerpo de abby contorsionarse contra ella. Era tan hermosa...

Llevaba dos años teniendo que sufrir por tenerla en sus clases y no poder acercarsele, pues era su profesora, se suponía que tenía que pensar con la cabeza cuando se trataba de ella. Pero ese día no podía hacerlo. Solo quedaban dos meses para que ella desapareciera de su vida y tuviera que dejar de fantasear con ella en su cama completamente desnuda a merced de sus deseos.

Encima ese día la mirada de Abby era como la de una loba; se la estaba comiendo con los ojos y esos iban directos a sus pechos y entrepierna . Si fuera por ella, en ese momento se la

hubiera comido delante de todos, pero en cambio su humor había ido a peor y cuando se acercó para llamarle la atención no pretendía sonar tan dura; la había hecho llorar por sus palabras y eso tampoco se lo perdonaba.

Ahora la tenía para ella solo unos minutos. Unos dulces y sabrosos minutos. Desde que ella le cayó encima ese fantástico primer día su deseo se inflamaba cada vez que la veía en sus clases. Suspiraba por ella durante las vacaciones pero había logrado, con perseverancia, verla de vez en cuando por la calle.

Le acarició los pezones presionándolos suavemente al principio, después con mayor intensidad hasta que notó el límite de ella. Si... Era caliente, esa chica tenía fuego en su interior y ella iba a encargarse de ser su catalizador para hacerla explotar hasta lugares a los que nunca habría llegado.

En la postura que estaba no podía catar sus hermosos pechos y tuvo que contentarse con juguetear con ellos en sus manos. Tampoco parecía que a Abby le importara por cómo se movía contra ella a pesar de que le había dicho que se estuviera quieta. Era demasiado impaciente, pero ella se encargaría de domarla.

― ¿Quieres correrte?

― Dios, sí... - Respondió sonando desesperada. Ella  sonrió feliz por conseguir ese tipo de reacción en abby. Sería suya, tarde o temprano la tendría solo para ella.

― No puedes hacerlo.

Abby se detuvo por un momento. Había pensado que por fin la llevaría a correrse, una corrida larga y dura. Seguía negándose a ello. A la mierda, ella no necesitaba a esta tipa para seguir con la fantasía.... Cerró las piernas y se frotó a sí misma mientras su placer subía en intensidad. No le importó que se apartara de ella y dejara desamparados sus pechos, ahora solo tenía en mente llegar hasta ese orgasmo tan deseado.

Pero cuando ella la cogió de la cintura y le dio la vuelta, su determinación de desobedecer a esa mujer  se desvaneció. Estaba muy enfadada y se notaba en sus ojos que mantenía entrecerrados y en la rigidez de su mentón.

La levantó unos centímetros para sentarla sobre la mesa algo que la sobresaltó por el contraste entre el calor y el frío. Puso las manos sobre las rodillas quitándole los pantalones y separándole las piernas con amplitud entrando en su

hueco. Ahora no podría cerrarlas aunque quisiera y, aún si lo hiciera, se encontraría frotándose directamente contra ella.

Abby bajó la cabeza para ver cómo  estaba tan cerca de ella y, a la vez, tan lejos. Los jugos se desbordaban de su vagina como si fuera un río y su deseo por tenerla  dentro era intenso. Nunca antes había rogado porque alguien la follara, pero, en esa ocasión, consideró que siempre había una primera vez para todo.

― Por favor, fóllame... - Suplicó al fin.

― ¿Después de desobedecerme?

― No me he corrido. - Protestó ella.

― Pero lo has intentado. Y eso no me gusta. - Replicó ella y Abby, por un momento, se sintió muy mal consigo misma. Movió la cabeza a los lados para despejarse. ¿Por qué se sentía mal? Ella  no quería que llegara al clímax, pues bien, ella era dueña de su placer. Y ella decidía cuándo correrse.

― Estás pensando... - Murmuró ella.

― Voy a correrme. - Le dijo desafiante. Su profesora torció los labios en una sonrisa pícara.

― Inténtalo.

Abby movió su mano hacia su parte más íntima para tocarse, tan solo necesitaba un poco para separarse, sin embargo, la mano de su profesora  la interceptó antes de llegar y la cogió llevándosela hacia atrás. Lo intentó con la otra y volvió a hacer lo mismo. Tenía las dos manos agarradas tras su espalda y no podía moverse con la presión de ella.

Gritó desesperada mientras intentaba bajar de la mesa pero no la dejó. Caitlin  se acercó más a ella haciendo que su pubis se apretara con su vagina y ella jadeó. Eso era lo que quería, a ella, lo más cerca posible, anhelaba una fusión de ambas.

Era consciente que le estaba manchando la falda con sus jugos pero eso a ella no le importaba y por lo que parecía a Caitlin tampoco.

― Te voy a castigar... - Le susurró su profesora al oído al tiempo que le mordía el cuello de nuevo.


De nuevo los castigos. Sin duda eso era un castigo pero su ira rivalizaba con el placer que sentía al estar en brazos de ella.

Se le veía tensa, se notaba en sus músculos. Seguramente estaba conteniéndose pero no entendía el motivo de ello. Los dos deseaban eso, ¿por qué la trataba así? Su cuerpo, el de su profesora, estaba caliente, parecía querer acercarse más para sentirlo. Y ahí estaba ella, reprimiéndose como ninguno otro por su afán de querer castigarla. Ahora que lo tenía ahí no le importaba que solo durara cinco minutos o cinco horas, quería sentirle, acariciarle, besarle. Atesorar ese momento como si fuera el más hermoso de su vida y recordarlo cuando ya no pudiera verla...

― No muevas las manos de tu espalda. Si haces lo que digo quizás me plantee dejar que te corras una vez.

― ¿Una vez? - Protestó por la mención de una sola vez con semejante mujer a su lado. Una sonrisa derritió la tensión del rostro de su profesora.

― Una sola vez... - Murmuró mientras la soltaba con lentitud e iba agachándose.

De rodillas le llegaba justo a su vagina, una visión terriblemente seductora para ella. Le había quitado las bragas y ahora lo único que quería era comérsela  entera, empezar a degustarla y lamerle toda la vagina hasta que le suplicara y su voz reflejara el deseo que tenía. Ah... Lo haría. Eso y mucho más.

Se acercó lo suficiente para olerla. Sudor, excitación y una mezcla a almendras. Un olor más que adictivo para ella. Probó con su lengua dándole un lametón rápido mientras la sentía saltar por la impresión. Sabía condenadamente bien.

― Recuerda, no te muevas. Y no te corras. - Le recordó Caitlin.

― Como si fuera fácil. - Masculló ella entre dientes.

Apretó más la cara contra ella negándose a que viera que se reía por esa respuesta. Dejó que sus labios se empaparan con su líquido caliente antes de comenzar a lamerla. Se ayudó de sus manos para abrirle los labios que protegían su coño y su clítoris y profundizó con la lengua sin llegar a penetrarla. Por ahora quería ese pequeño botón que temblaba lleno de excitación. Estaba duro como una piedra y cada vez que lo rozaba Abby arqueaba las caderas esperando más, pero sin conseguirlo.

― Por lo que más quieras...

― ¿Qué es lo que quieres, Abby?

― Quiero correrme...

― ¿Solo correrte?

Abby la miró con extrañeza. ¿Quería solo correrse? No... Lo que en realidad quería es que ella metiera sus dedos  y la hiciera temblar de placer una docena de veces antes de acabar. Era su fantasía, qué demonios, lo quería todo. Sus mejillas se sonrojaron pero encontró el valor para hablar.

― Quiero tus dedos  dentro de mí. Quiero correrme una docena de veces antes de que tú lo hagas...

Los temblores de ella  por su risa se transmitieron por abby enviando descargas de placer no solo entre sus piernas, que era donde ella estaba, sino en sus pechos, su boca… Era como si pudiera tocarla en cada fibra de su ser sin tener que hacerlo físicamente.

― ¿Eso es lo que quieres?

― Si...

― Pero esto  es tu castigo... - Contestó ella de forma lastimosa, como si le hablara a una niña pequeña a la que quieres darle todo pero sabes que está mal eso. - Y los castigos hay que afrontarlos antes de disfrutar del placer.

caitlin siguió lamiéndola con intensidad. Abby se decía a sí misma que aguantaría. Si era lo que su profesora quería se contendría, lo haría con tal de tenerla entre sus piernas y de vencerlo, de no darle el placer de verla llegar al clímax, o quizás lo que sentía era querer complacerla para que la quisiera un poco más.

La lengua de ella se introdujo con fuerza en su entrada como si fuera un miembro duro y caliente. Eso hizo que ella se arqueara y cayera en la mesa sin poder evitarlo al tiempo que apretaba su culo para levantar las caderas. La penetró una y otra vez con su lengua y cada una de esas embestidas hacía que las paredes de su coño se mojasen más y más. Ya podía sentir los primeros signos del orgasmo devastador que la acechaba, estaba tan cerca, tan...

Se separó bruscamente y se levantó. Abby la miró sin saber bien lo que ahora tenía planeado para ella. ¿Por qué se había detenido?

Dio la vuelta a la mesa del escritorio y cogió el teléfono. ¿Estaba sonando? No se había dado cuenta de ello. Mientras hablaba caitlin la miraba con esos intensos ojos. Estiró una mano hacia su pecho trazando círculos alrededor de su pezón para, acto seguido, pellizcarlo y tirar hacia arriba. Eso la estaba excitando. Solo ese toque y el hecho de que había una persona al otro lado del teléfono que podía oírla la volvía loca.

Colgó el teléfono sin dejar de pellizcarle, primero uno, después el otro pecho. Los gemidos y jadeos era lo que cortaba el silencio del despacho.

― No vuelvas a interrumpirme en clase. - Le dijo apretando con más intensidad sus pezones. La espalda de Abby se separó de la mesa para evitar el tirón.

― No...

― Y no vuelvas a desobedecerme...

― No...

― Bien. - Dijo soltándole los pezones y sentándose en la silla. Abby echó para atrás el cuello para verla. - Ya puedes irte.

― ¿Qué ya puedo... ¿Qué? - Preguntó frustrada por lo que acababa de decir.

― Este es tu castigo. No quiero que te corras hasta la noche.

― Pe...Pero... - Se dio la vuelta para mirarla de frente.

― El que ha llamado era el director. Tengo una reunión y llego tarde.

Abby se levantó del escritorio y se volvió a él sujetándose al mismo. Las piernas aún le temblaban y notaba su vagina a punto de estallar por un placer no disfrutado.

― ¿Quieres que me vaya?

― Si. Necesito arreglar unas cosas antes de ir a la reunión. Y tú tienes que volver a clase, los exámenes están cerca. - Contestó con irritación.

― Comprendo.

No sabía por qué había respondido eso pero solo quería salir de allí. Se bajó la camiseta y el sujetador y se puso las bragas y pantalones en un tiempo récord. Le echó una mirada de odio antes de ir hacia la puerta, abrir y salir lo más rápido que podía.

thestoryteller