Una profesora como regalo de navidad

Capitulo 6 -

espero les guste :)

Abby abrió los ojos tratando de adaptarse a la luz que entraba por la ventana. Movió las manos buscando a Caitlin pero ésta no estaba en la cama con ella. Debía haber salido hacía tiempo pues el lecho estaba frío. Se estiró como un gato y salió para darse una ducha y lavarse los restos de la noche anterior. Eso hizo que sus labios crearan una sonrisa satisfecha. Por fin había logrado que ella le hiciera el amor. Se sentía tonta por su risita pero no le importaba, en esos momentos era la mujer más feliz del mundo.

Tras ducharse rápido y encontrar un jersey largo y unos calcetines, abrió la puerta de la habitación y bajó las escaleras. En el salón no estaba y tampoco en el jardín. Se fijó en que no tenía ninguna decoración navideña y le extrañó un poco pero siguió buscándola. Entró en la cocina y se quedó quieta para que no la oyera. Estaba cocinando algo que olía realmente bien. Los músculos de su cuerpo se tensaban mientras se movía al ritmo de la música, y estaba empezando a excitarse solo de verla. Estaba descalza y llevaba los pantalones negros de la noche anterior, el cabello recogido en una coleta y una franela de los Rolling Stones.

Caitlin se dio la vuelta al sentir su presencia y dejó de respirar al verla. Solo con un jersey y unos calcetines Abby era la viva imagen de una mujer más que complacida. Tenía el pelo húmedo y sus manos se agarraban al elástico del jersey como si quisiera mantenerlo en su sitio. Sus muslos se movían frotándose entre sí, seguramente tratando de calmar el dolor que tenía entre ellos.

Le sonrió y se acercó a ella para envolverla con sus brazos y poder aspirar su olor. Desde que la había dejado en la cama la echaba de menos. Le puso el mentón en su coronilla e inspiró profundamente.

― Hueles muy bien.

― Me acabo de duchar.

― Pero tu olor es diferente de los champús o geles que tengo. ¿Ya estás excitada?

― Es tu culpa... - Acusó. - Por ser increíblemente sexy.

La risa de Caitlin la recorrió de la cabeza a los pies. Levantó la cabeza para mirarla y capturó los labios de ella en un beso que dominó de principio a fin. Caitlin le dejó marcar el ritmo conteniéndose para no tomar el control y hacerla suya en la encimera de la cocina.

― Tengo hambre... - Dijo Abby con sus ojos más oscurecidos que de costumbre.

― El desayuno  está casi listo. Tengo huevos, tocino, jugo de naranja, pan tostado, mermelada. y puedo prepararte lo que quieras.

― ¿Como a ti? - Preguntó atrevida.

― Después tengo preparado algo especial. - Contestó ella acariciándole con un dedo la mejilla.

La llevó hasta una de las sillas y se volvió para poner los platos que había preparado para el desayuno.  Ella probó todo lo que le ofrecía, al mismo tiempo que se deleitaba del cuerpo femenino que tenía delante. Muchas de las veces fue la propia Caitlin quien le dio de comer con sus manos y ella podía en esas ocasiones chuparle los dedos y ver cómo sus ojos se oscurecían por el deseo.

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―Por cierto, ¿dónde está mi ropa? ―

― En la lavadora. La puse hace un rato así que todavía no estará lista. –Contestó Caitlin. - Y la verdad es que te prefiero tal y como estás.

― Me gusta estar así de cómoda en casa. Es como siempre estoy.

― ¿Y húmeda? - Preguntó ella ofreciéndole un dedo cubierto de mermelada de fresa.

Ella abrió la boca y se lo introdujo por completo mientras su lengua se encargaba de darle un pequeño masaje. Cuando lo soltó después de unos minutos, se relamió.

― Eso solo lo consigues tú...

― Creo que deberías llamar a Terry... - Dijo Caitlin.

― ¿Por qué?

― Porque no pienso devolverte hoy. - Respondió inclinándose sobre ella y besándola. Tras una sesión doble de besos sin ir más allá ninguna de las dos, terminaron de desayunar y Abby ayudó a Caitlin a limpiar la cocina. La llevó hasta el salón y ambas se sentaron en el sofá, una recostada sobre la otra, para ver una película navideña.

― ¿Por qué no tienes decorada tu casa?

― No me gusta decorarla solo para mí. En Navidad siempre suelo ir a casa de alguno de mis hermanos o estoy de una en otra así que solo paro por aquí para dormir.

― ¿Entonces tenías hoy otros planes? - Preguntó incómoda por haberle hecho cambiar de planes.

― Ninguno tan placentero como este. - Respondió apretándola junto a ella―  créeme, cambiaría todo por estar aquí.

El estar tan juntas no era algo muy divertido. Abby comenzó a sentirse cada vez más inquieta y sus piernas no dejaban de moverse. Mientras, Caitlin movió su mano por detrás de la espalda de ella hasta llegar a su trasero. Le apretó una de las nalgas haciendo que ella soltara un gemido.

La película seguía avanzando pero ninguna de las dos le prestaba atención, Caitlin ocupada con el trasero de Abby, y ella acariciando con su mano la pierna y cada vez se acercaba más a su entrepierna.

Cuando Caitlin empujó uno de sus dedos sobre el agujero del trasero de Abby se quedó sorprendido.

― ¿No llevas ropa interior?

― No sabía dónde la guardabas... - Replicó ella jadeando por esa intrusión, aun cuando había sido mínima y con el jersey entre ellos. Caitlin retiró el dedo y le sacó el jersey. Volvió a apretarle la nalga y apartó la mano.

― Ve arriba, Abby.

― Aún estoy viendo la película. - Protestó ella haciendo un mohín, aunque éste era totalmente fingido.

― Merecerá la pena. Y ahora ve. - Repitió haciendo que se levantara.

La siguió con la mirada mientras ella subía las escaleras ofreciéndole un espectáculo de su trasero y fue hasta la cocina con rapidez.

Cogió un cuenco y vació el contenido de una cubitera de hielo en ella. Lo agarró y subió con ella arriba donde Abby lo esperaba tumbada en la cama moviéndose como una gatita en celo.

Caitlin estuvo a punto de soltar el cuenco y agarrarla de cualquier forma que la mantuviera caliente y mojada para ella, pero se detuvo al pensar en la diversión que ese juego le podía causar.

― ¿Para qué es eso?

― Ya lo sabrás. - Contestó dejando el cuenco fuera del alcance de ella y yendo en dirección a un armario.

Cuando se volvió hacia ella tenía, en una mano, una cinta de seda negra y, en la otra, unas cuerdas.

― ¿Confías en mí?

― Si...

― Quítate el jersey y ponte a cuatro patas, con las manos sobre la cabecera.

Abby siguió sus órdenes con una risita incontrolable. Se sentía muy excitada por lo que Caitlin pudiese hacerle y quería cumplir lo que le había mandado.

Ella le acarició la espalda con la cuerda mientras ascendía hasta sus manos.

― No te rías tanto o te castigaré.

― ¿Por reírme?

― Por burlarte...

Cogió una de sus manos y la amoldó al cilindro que formaba parte del cabecero de su cama. La ató con fuerza pero sin hacerle daño, lo bastante como para inmovilizarla y que no pudiera soltarse. Hizo lo mismo con la otra.

El cuerpo de Abby se tensó al tirar de sus manos y ver que no podría moverlas aunque quisiera hacerlo. Caitlin le cogió la barbilla y levantó su cara hacia ella.

―¿Estás bien?

― Tengo un poco de miedo... - Confesó ella dejando que viera que, si antes había sido osada, ahora que se encontraba en esa situación el temor comenzaba a dominarla.

Caitlin dejó encima de la mesa la cinta de seda y la miró con ternura.

― No te haré nada que tú no quieras. Si en algún momento quieres que pare solo tienes que decir mi nombre. ¿De acuerdo? - Ella asintió pero aún tenía ese miedo en sus ojos. - Esto te va a gustar. Tendrás las piernas sueltas así que puedes moverte si algo va mal.

― ¿Y te detendrás?

― Te lo prometo.

Abby suspiró tratando de tranquilizarse antes de mirarla de nuevo.

― Confío en ti.

Una sonrisa de gozo la alentó a dejar que ella le vendara los ojos con la seda negra.

― Estoy aquí. No te voy a dejar sola. Quiero que sientas sin ver, que te dejes llevar por el tacto y el oído. ¿Por ahora bien?

― Si... - Susurró ella.

― Abre más las piernas, quiero verte ese coño húmedo que tienes para mí.

Abby jadeó ante las palabras de Caitlin y separó las piernas hasta que la postura se le hizo incómoda. La sintió moviéndose por la cama y saliendo de ella. Se puso nerviosa pero los ruidos en la misma habitación por parte de ella la tranquilizaron. Cuando Caitlin volvió a la cama le acarició la espalda, reconfortándola y transmitiéndole tranquilidad.

Sabía lo difícil que era para ella dejarse dominar de esa forma y valoraba lo que hacía. Iba a asegurarse de que su recompensa fuera más que placentera.

Se movió hasta quedar detrás de ella, beso su hombro y le quitó uno de los calcetines que llevaba puestos. Después de tirarlo al suelo cogió uno de los cubitos de hielo y se lo puso en la planta del pie con lo que Abby reaccionó instintivamente perdiendo la posición y retirándose. Aspiró el aire con rapidez mientras trataba de calmarse. Las manos de Caitlin sobre su cintura hicieron que dejara de moverse para que no se hiciera daño en las manos.

― ¿Qué era eso? - Preguntó.

― ¿No lo has notado?

― Hielo...

― Son cubitos de hielo, solo estaba empezando. Déjame enseñarte el juego.

― ¿Juego?

― ¿Nunca has jugado con hielo, Abby?

― No... Es frío. - Caitlin arqueó una ceja y sonrió.

― Yo te demostraré que es caliente... Y sensual.

Abby volvió a colocarse de nuevo en su posición con ayuda de Caitlin. En esta ocasión la mano de ella se quedó apoyada en la cintura de Abby como si fuera algo en lo que agarrarse para estar tranquila.

Se inclinó y le besó, primero una nalga, después la otra, para seguir después lamiéndola y acercándose a su trasero y a su vagina. Abby temblaba un poco y por eso necesitaba relajarla para que disfrutara del momento, así que se dedicó a su  cuerpo dejando a un lado los cubitos. Su otra mano recorrió el costado hasta encontrar su pecho y empezó a masajearlo mientras notaba cómo el pezón se endurecía sobre su mano. Entonces, agarró el otro pecho cambiando las manos de lugar y siguió el mismo proceso. Ella no podía controlar los gemidos que salían de sus labios y trataba de moverse pero cada vez que lo hacía, Caitlin le apretaba la cintura para que se mantuviera quieta.

Cuando la mano de ella abandonó el pecho no supo dónde la colocaría. Era realmente emocionante no poder ver sus movimientos, no saber cuál sería su siguiente acto.

Caitlin volvió a coger un hielo y se lo puso en el mismo sitio. Abby gritó y trató de moverse pero su agarre en la cintura le dio la confianza de quedarse quieta. Sonrió ante su valor y se agachó para recogerle el agua que caía del cubito conforme la iba rozando. Los gemidos y jadeos de ella se intensificaron conforme iba ascendiendo con el hielo seguido por su boca que la besaba y le daba pequeños mordiscos.

Cuando el cubito estaba cerca de su vagina apenas quedaba pues gran parte se había derretido por el calor que desprendía su cuerpo.

― ¿Abby?

― Más... Más... - Articuló entre jadeos.

― Si, Abby, habrá más. - Corroboró ella.

Le quitó el otro calcetín y repitió el mismo recorrido que antes pero, esta vez, sin tener que sujetarla por la cintura. Estaba demasiado encendida por el juego para querer dejarlo.

― Profesora... Me voy a correr...

― No, no puedes correrte todavía. No hasta que yo te diga.

Abby se mordió el labio tratando de recuperar un poco de control sobre su cuerpo. No ayudó mucho el hecho de que Caitlin pusiera su mano sobre su vagina y le frotara el clítoris haciendo que gritara pero al menos lo contuvo lo suficiente.

― Bien, Abby, te dejaré correrte. Pero solo cuando esto esté dentro.

― ¿Esto? - Preguntó y sintió que entraba algo helado en su canal. Gritó con fuerza por la intrusión mientras su vagina se estremecía y contraía ante el hielo que estaba dentro de ella y que se derretía con gran rapidez.

― Córrete. - Le instó y el agua del hielo se mezcló con su orgasmo. Caitlin le dio unos minutos para recuperarse antes de volver a atormentarla con los cubitos sobre sus pechos lo que hizo que volviera a encenderse de nuevo.

Mientras los dedos de ella se frotaban  contra su vagina una y otra vez sin llegar a entrar, solo acariciando su entrada y su clítoris.

― ¿Quieres volver a correrte?

― Si.

Ella le cogió el pecho con toda la mano dejando que su calor derritiera por completo lo que quedaba del cubito y la apartó de su lado. Cogió otro cubito y empezó a hacer círculos sobre sus nalgas cada vez más cerca de su entrada anal. Al mismo tiempo que situó el cubito en la entrada de su trasero, hizo lo propio con sus dedos en la vagina.

― Córrete. - Le dijo mientras empujaba sus dedos dentro y le metía el cubito en su trasero.

Un nuevo grito de ella seguido por la explosión de su orgasmo casi le hizo perder el ritmo de sus embestidas y la conducía a uno nuevo.

― ¿Te gusta, Abby? ¿Te gusta lo que te hago?

― ¡Si, si! - Exclamó ella. Caitlin aceleró su acometida hasta que un nuevo orgasmo de ella hizo su aparición.

Sacó sus dedos de la vagina de Abby  y los ubicó sobre su ano. Abby todavía no había recuperado su cordura para saber lo que pasaba pero cuando apretó contra ella y su agujero se expandió supo que algo pasaba.

Echó la cabeza hacia atrás a pesar de que no podía ver.

― ¿Lo has hecho alguna vez por aquí?

― No...

― Bien... Entonces este agujerito es mío, todo mío. - Dijo con tanta posesividad que salió más flujo de su vagina. - ¿Sientes el cubito?

― Ya no.

― Iré despacio. No te haré mucho daño. - Animó empujando un poco más. Ella se tensó ante esa intromisión pero no por el dolor sino por la novedad.

― Abby, relájate. Empuja hacia mí y todo será rápido.

Se agarró a la cabecera y empujó sus caderas hacia ella con decisión. Caitlin notó el tirón hacia dentro e impulsó sus dedos con fuerza. Las dos jadearon al notar que se había deslizado de una sola vez dentro y estaba metida hasta el fondo.

― Esto... Eso... Yo... ¡Dios! - Terminó Abby sin poder decir nada más. Caitlin se echó a reír por los intentos de ella por formar una frase con semejante intromisión en su trasero.

― Abby, por dios estás muy estrecha aquí!!. - Le dijo apretándole de la cintura para salir un poco y volver a empujarse dentro.

Cogió varios cubitos y los metió de uno en uno en su vagina mientras empujaba con fuerza. Abby se retorcía debajo de Caitlin envuelta en el placer que  le estaba proporcionando. Si no hubiera estado ya enamorada de ella lo habría hecho en ese momento. Se preocupaba por ella, lo había hecho ese día y los anteriores.

― Córrete, Abby, córrete conmigo. - Siseó Caitlin poniéndole la mano sobre la vagina.

Abby ni siquiera se había dado cuenta de que aguantaba su orgasmo y se corrió en la mano de ella con fuerza mientras se enderezaba hacia delante deslizando fuera los dedos de ella. Ambas se derrumbaron en la cama incapaces de moverse.

Caitlin solo tuvo fuerzas para desatarla, quitarle la cinta de los ojos y atraerla a su pecho mientras le masajeaba las muñecas enrojecidas por los tirones que ella había dado. Se quedaron dormidas minutos después.

se que la navidad ya paso, pero igual espero hayan tenido una Feliz navidad y un prospero año nuevo. saludos  para tod@s desde venezuela!

Thestoryteller